Último Deseo- Capítulo 3

Donghae entró en la oficina de Shindong y él inmediatamente se puso de pie. Desvió la mirada, buscando cualquier cosa que pudiera distraerle de la esperanza que vio florecer en su expresión con su mera presencia.

La habitación estaba atestada de mapas y papeles, fotografías y una pila de cartas sin abrir. Las armas colgaban en las paredes, y estaba segura que eran más bien un mero espectáculo.

La gran ventana detrás de su escritorio ofrecía una vista clara de la base exterior, varios hombres levantaban varias cantidades ridículas de peso. A juzgar por su tamaño y los árboles marcando los pechos desnudos de algunos, supuso que serían Suju.

Si ellos pudieran ver el interior, podrían venir aquí y exigir cosas que él no estaba dispuesto a dar.

Shindong debió darse cuenta de su problema, porque dio la vuelta y bajó las persianas, bloqueando la posibilidad de ser vistos.

—Gracias —dijo a pesar de la opresión en la garganta.

—De nada. Por favor toma asiento. Te ves bien —dijo él.

Repentinamente, sintió el traje más como un disfraz que algo con lo que siempre había estado cómodo vistiendo.

—Gracias —declaró educado y automáticamente.

—¿Hay algo que necesites? —preguntó—. ¿Hay alguien que haya estado molestándote otra vez?

No iba a rajarse, así que mantuvo lo que había sucedido con Ho para sí mismo.

—No. Estoy bien. Gracias.

—Entonces… ¿Qué puedo hacer por ti?

Tomó una bocanada de aire en busca de coraje.

—Me marcho. Sólo vine a decírtelo.

—¿Quién va contigo?

—Nadie. Necesito reconstruir mi vida. A solas.

Shindong comenzó a negar con la cabeza antes de que él hubiera terminado de hablar.

—No. Ya hemos discutido esto. Lo siento, pero eso está fuera de consideración. Es demasiado peligroso para ti vivir fuera de estas paredes.

—No es tu decisión.

—¿Se trata de Eunhae? Porque si es así puedo hacer algún tipo de arreglo.

Un dolor irradió desde el fondo del corazón. Eunhae era un bebé mitad demonio que Hyukjae había entregado hacía unas semanas. La madre del niño había muerto dándole la vida y a pesar de las probabilidades, él había vivido más de lo que la mayoría de los niños como él sobrevivían.

Se había encariñado con él en poco tiempo, pero había sido llevado a vivir con padres adoptivos fuera de las paredes de la SM. Shindong había afirmado que su presencia era mucho riesgo para los otros niños de aquí, que no había manera de saber si él se convertiría al mal y atacaría.

Algunos de los hijos menos humanos de los demonios Saesang habían hecho precisamente eso. El lo había visto.

—Él es sólo un bebé —le dijo por lo que parecía la centésima vez.

—Él es medio Saesang. Hasta que no sepamos lo que eso significa, no me arriesgaré con las personas bajo mi cuidado. Ya hemos pasado por esto Donghae. No cambiaré de idea.

Lo entendía. Echaba de menos al pequeño, pero no podía culpar a Shindong por ser cuidadoso. Había tantas personas -tantos niños- aquí que dependían de él y de las decisiones que tomaba. Después de haber estado en una posición de poder, entendía lo difícil que podía ser actuar equilibradamente.

—Esto no se trata de Eunhae. Tengo que marcharme. Soy más fuerte ahora. Tengo que encontrar una vida. Una real, no una llena de monstruos.

Shindong pareció inclinarse bajo algún peso invisible.

—Nunca podrás volver a como estaban las cosas antes de que fueras secuestrado.

—Puedo intentarlo.

—Todo lo vas a hacer es que te maten y lo siento, pero no puedo dejar que hagas eso. Te necesitamos demasiado.

La ira se disparó a través de él, haciendo el tono agudo.

—Necesitas algo de mí que nunca estaré dispuesto a dar.

—Creo que estás equivocado. Creo que una vez que nos conozcas mejor, una vez que hayas sanado, cambiarás de opinión.

—Estoy curado. —Eso era una mentira, pero iba a seguir diciéndolo hasta que fuera verdad. A pesar de la debilidad, a pesar de las pesadillas y las cicatrices que quedaron atrás, estaría bien. Con el tiempo.

Shindong levantó una ceja escéptica.

—¿De verdad? ¿Es por eso que has estado escondiéndote en tu habitación durante semanas?

—No me gusta la forma en que los hombres me miran. La forma en que me tocan.

—Hay una forma de detener eso. Elige a uno.

—No.

Él dejó escapar un largo suspiro.

—Si te vas, los Saesang irán detrás de ti. Te van a encontrar. Estarás de regreso a una cueva oscura en alguna parte, esperando que uno de nosotros vaya al rescate. Y eso si no se limitan a matarte directamente.

Recuerdos tristes y violentos amenazaron con robarle el aliento. El miedo le aplastó los pulmones. La vista se le oscureció y se balanceó en el asiento. Todos esos pobres niños siendo lastimados. Utilizados. No podía soportar eso. Prefería morir.

A Donghae le tomó un momento hacer retroceder esos recuerdos, el esfuerzo lo dejó agitado y débil. Había recorrido un largo camino en las últimas semanas, pero todavía le quedaba uno más largo para volver a ser el hombre que una vez había sido. Si no se hacía cargo de su situación ahora, temía que nunca volviera a ser él mismo otra vez, que terminaría dependiendo de estas personas el resto de su lamentable vida.

No podía encontrar los ojos de Shindong.

—¿Qué otra opción tengo? No puedo vivir aquí. No quiero ser parte de tu mundo.

—Lo siento, pero lo que quieres es irrelevante. Tú eres parte de nuestro mundo. Tú naciste en él, solamente que no lo supiste hasta ahora. Cualquier protección natural que te ofrecía tu ignorancia se ha ido. Si dejas la seguridad de estas paredes, los Saesang irán a por ti.

La negativa se levantó en una ola rápida y caliente. Las palabras salieron con los dientes apretados.

—Voy a luchar contra ellos. No voy a dejar que me lleven con vida.

—Así que… ¿qué? ¿Estás listo para morir?

—Por supuesto que no, yo sólo...

—Estás más que dispuesto a dejar que un buen hombre vaya a la muerte porque eres demasiado egoísta como para hacer lo correcto.

Su tono mordaz la tomó por sorpresa.

—No es así.

—¿No? —preguntó poniéndose de pie—. Ésa es la forma en que me lo parece a mí. Te salvamos. Te escondimos y te alimentamos. Todo lo que te pedimos es que des un paso adelante y hagas lo que has nacido para hacer.

—Yo no nací para… esto. —Agitó las manos hacia las armas y los mapas.

Shindong se encogió de hombros.

—Estás haciendo difícil que tenga alguna simpatía hacia ti. Mis hombres están muriendo. Puedes salvar a uno. Realmente no me importa lo que sea que quieras hacer con tu vida.

—¿Es realmente así de simple para ti?

—Sí.

Donghae dejó escapar un suspiro de frustración.

—Viste lo que paso cuando traté de salir y echar una mano con Siwon y Heechul. Eso exactamente no fue bien.

—No estabas vinculado entonces. No tenías ningún poder. Y a pesar de eso encontraste a Eunhae.

—No, Hyukjae encontró a Eunhae, o mejor dicho, él se encontró con algo que estaba dispuesto a matar. No hay nada de calor en alguna parte de él.

—Él posiblemente es el mejor guerrero que tengo. No pido calidez o confusión. Pido que consiga terminar el trabajo.

Donghae estaba seguro de que lo hacía. Lo había visto en acción cuando lo había rescatado a él y a los demás de esas cuevas. Había visto la violencia letal de la que él era capaz. Y cuando Hyukjae se había puesto de pie entre él y los monstruos, nunca se había sentido más seguro.

—No quieres que me vaya. Yo no quiero ocultarme en mi habitación todo el tiempo para evitar ser manoseado por hombres extraños. ¿Qué se supone que tengo que hacer con mi vida?

Shindong cruzó los brazos sobre su pecho y se recostó en la silla.

—Elige a uno de los hombres. Luego te dejaré ir. Puedes incluso ir a ver a Eunhae si lo deseas.

Donghae lo miró durante un buen rato, sorprendido.

—Realmente juegas sucio.

—No estoy jugando.

Podía verlo. Su postura era cerrada, su expresión dura y no había ni siquiera un atisbo de sonrisa por ninguna parte.

—¿Por qué estás haciendo esto? —preguntó.

—Necesito que des esperanza a los hombres. Son buenos hombres. Quienquiera que escojas daría su vida para mantenerte feliz y seguro. Diablos, hasta los que no escojas lo harán.

—No es lo que quiero.

-Pensé que había dejado claro que me importa una mierda lo que quieras. Hemos salvado tu bonito culo y lo mantuvimos a salvo durante semanas. Yo diría que es hora de pagar.

—No me percaté de que mi rescate viniera con condiciones.

—¡Maldita sea! —Él restregó la mano sobre su cabeza, desordenando su oscuro pelo. Cuando habló, sonó agotado y consumido—. Lo siento. No lo quise decir de la forma en que sonó. Eres bienvenido aquí todo el tiempo que quieras, sin ataduras.

—Pero no me dejarás marcharme.

—No. Eres demasiado precioso como para arriesgarte. Si quieres salir, irás con un Suju, el que hayas escogido.

—No voy a escoger.

—Lo harás. Eventualmente, te cansarás de que los hombres peleen por ti. Sólo espero que no se maten unos a otros en el proceso.

El pensamiento le horrorizó.

—Ellos no harían eso —susurró.

Él se movió a través del escritorio y se acercó. Donghae se puso de pie y dio un paso atrás, poniendo la silla entre ellos.

Él frunció el ceño ante la acción, pero no trató de acercarse más.

—Posiblemente no puedes entender lo que estos hombres sufren, lo que harían para detener el dolor.

—No me digas que no entiendo el sufrimiento. Pasé dos años en esas cuevas a merced de esos monstruos, mientras torturaban y mataban inocentes.

—Yo no estoy tratando de quitar importancia a lo que has pasado, pero al menos ahora tu sufrimiento ha terminado. El nuestro no. Tú no puedes cambiar eso para todos nosotros, pero puedes cambiar eso para un hombre, una sola alma. ¿Es realmente demasiado pedir?

No lo era. Él sabía que en el fondo la vacilación era más por miedo y egoísmo que por hacer lo correcto.

—¿Qué pasa si te equivocas? ¿Qué sucede si elijo al hombre equivocado? ¿Cómo puedes pedirme que elija una vida para salvar, sabiendo que los otros pueden morir?

—Todavía no lo entiendes, ¿verdad? —le preguntó—. Tú puedes optar por un solo hombre, pero tu decisión dará esperanza a todos los demás. Les ayudará a aguantar por más tiempo. Seguirán luchando. Resistiendo a ceder al dolor.

—¿Cómo puedo dar esperanza a alguien cuando estoy en tan mal estado?

Shindong negó con la cabeza.

—No lo sé. Lo único que te pido es que lo intentes.

Fallaría. No estaba hecho para esta clase de vida. Realmente sólo tenía una opción.

Donghae suspiró derrotado.

—Si hago lo que me pides y escojo a uno de los hombres, ¿te harás a un lado y me dejarás salir?

—Lo haré.

—Prométemelo.

Donghae sabía que sus promesas eran vinculantes y que una vez diera su palabra, él no podría retractarse. Shindong lo miro a los ojos.

—Prometo que si eliges a uno de los hombres para ser tu compañero, te permitiré salir. —Una pesadez se abalanzó sobre Donghae y se apresuró a agarrase al escritorio antes de que sufriera un colapso. Podía oír la sonrisa en su voz—. Reuniré a los hombres ahora. No te arrepentirás de esto Donghae.

Ya lo hacía, y tan pronto como Shindong comprendiera lo que él iba a hacer, él también.

En el momento en que Donghae dio su palabra de escoger un hombre, la SM descendió a un estado de caos. Los hombres corrían por los pasillos, empujándose para conseguir su lugar en la fila. Hyukjae se aseguró de que Seungki y el resto de la banda tuvieran un asiento en primera fila para la ceremonia, con la esperanza de que Donghae escogiese a uno de ellos. Él encontró un buen lugar, vacío en la parte trasera y se dispuso a ver el espectáculo.

El auditorio encortinado de terciopelo raramente se utilizaba, pero el entorno formal era adecuado para lo que iba a tener lugar.

Leeteuk guió a Donghae al escenario y le susurró algunas palabras suaves a su hermano. Lo que fuera que Leeteuk le dijo, hizo a Donghae palidecer. Sus salvajes ojos vagaban por la multitud y él podía ver el ligero temblor en sus manos. Leeteuk se acercó al micrófono.

—Todos vosotros sabéis el porqué estáis aquí, así que seré breve. Mi hermano Donghae se ha comprometido a escogeros a uno. Quiero que recordéis que sólo se puede escoger a uno, por lo que la mayoría os sentiréis decepcionados. —señaló con el dedo en severa advertencia—. No dejaré que ninguno de vosotros se conviertan en imbéciles, o me veré obligado a tomar medidas. Y Dudó que disfrutéis del resultado. ¿Entendido?

Hubo un murmullo general de asentimiento entre los treinta o cuarenta hombres presentes. Hyukjae no reconoció a todos ellos, los hombres habían estado llegando desde todos los rincones del mundo después de oír rumores de la presencia de Donghae.

—El va a aceptar el juramento de cada uno de vosotros y luego tomará su decisión. Así que por favor presentaros de manera ordenada.

Kangin, el marido de Leeteuk, montaba guardia en las escaleras, manteniendo el control de la multitud. Su espada estaba fuera y visible, como una advertencia a cualquiera que pudiera considerar la posibilidad de causar problemas.

En el lado opuesto del escenario estaba Heechul. Su cuero negro, botas de combate y postura preparada no engañaron a Hyukjae. Si el tinte verde en su piel era una indicación, estaba nervioso por este procedimiento. Siwon estaba a su lado, su mano en el bajo de su espalda en un gesto protector. Al parecer, estaba preocupado por él tanto como Heechul estaba preocupado por Donghae.

Yesung frunció el ceño a los hombres desde su puesto cerca de las puertas. Wook se paró frente a él, mirando hacia el espacio, con la cabeza inclinada hacia un lado como si estuviera escuchando algo que nadie más pudiera oír. Una ligera sonrisa curvó sus labios sin motivo aparente.

Uno por uno, cada guerrero se presentó para ofrecer su juramento a Donghae. El primer hombre en la línea era Zhoumi, su cara tan llena de esperanza que casi hizo a Hyukjae hacer un gesto de dolor. Él era un buen hombre, pero no era exactamente el hombre más bien parecido de los alrededores y Donghae tenía un montón para elegir. La apariencia importaba, aunque sólo sea a pequeña escala.

En el momento en que Zhoumi dio un paso hacia arriba, con el torso desnudo y sonriente, Donghae le miró y se estremeció. Fue un pequeño movimiento, cubierto en milésimas de segundo, pero Hyukjae lo vio y supo que Zhoumi estaba fuera de la carrera. Pobre diablo.

Aún así, él se arrodilló, se hizo un corte poco profundo sobre el corazón y le ofreció su juramento.

—Mi vida por la tuya.

Los ojos de Donghae se abrieron más cuando vio la sangre. Se tambaleó sobre sus pies y Leeteuk posó un brazo alrededor de sus hombros para sostenerlo.

Seungki fue el siguiente, y Hyukjae esperaba que los tatuajes de hojas que le había proporcionado al otro hombre –los que ayudarían a disfrazar la falta de follaje en su Marca de Vida- ya no estuvieran rojos e hinchados, gracias a su capacidad natural para sanar rápido

Nadie parecía estar mirando el pecho de Seungki. Todos los ojos estaban puestos sobre Donghae. Bien.

—Bonito anillo el que llevas puesto —masculló Yesung desde detrás de Hyukjae.

—Déjame en paz —advirtió Hyukjae—. Me lo debes.

—Sí, sí. Mis jodidos labios están sellados.

Hyukjae asintió con la cabeza, desestimando el asunto.

La línea avanzaba y con cada hombre que sangraba por él, parecía perder un poco de color. El peso de todas esas promesas parecía aplastarlo hasta que su respiración era acelerada y vacía.

Hyukjae hizo su camino hasta el final de la línea, simulando como si quisiera esto tanto como el resto de ellos. Nadie sabía que era demasiado tarde para salvarle y tenía que mantenerlo de esa manera, incluso si eso significaba pasar por esta ridícula farsa.

Jonghun estaba delante de él y tomó su turno de rodillas a sus pies y ofreciendo morir por Donghae. Cuando él se acercó, los colores del anillo empezaron a moverse, formando remolinos con tonos amarillos y dorados.

El anillo de Hyukjae ya no contenía ningún color apreciable. Se había desvanecido a un blanco pálido, cubierto de nieve con la edad. Hasta ahora él no había encontrado ningún modo de disfrazarlo, pero varios de los anillos de los hombres mayores también estaban desteñidos, por lo que él simplemente pretendía que no era un problema y todos los demás siguieron el ejemplo de él. Mientras mantenía bajo control al monstruo, no trató de ocultar la Marca de Vida y fingió que su honor aún estaba intacto, nadie pondría en duda el estado de su alma.

Jonghun se levantó y se alejó, con la cara iluminada por la esperanza.

Hyukjae no pudo encontrar ninguna. Ni siquiera pudo encontrar el pesar porque la esperanza hubiera muerto hace mucho tiempo.

Encogiéndose de hombros alejó el pensamiento, se acercó a Donghae. Sus ojos estaban muy abiertos. Tenía el pelo brillante y limpio, a diferencia de la primera vez que lo había visto. Se había cortado las matas de pelo sucio y enredado y le había dado estilo. Una pálida cicatriz le atravesaba la ceja izquierda y él se encontró preguntándose cómo había sido herido. ¿Si hubiera sido por un accidente en su niñez, o si se lo habían hecho durante su cautiverio?

Una furia lenta, salvaje, creció por debajo de las costillas ante el pensamiento de su ser herido. El monstruo dentro de él rugió en señal de advertencia, sacudiendo los barrotes de su jaula, como si probara su debilidad. Hyukjae apretó el control sobre la bestia y empujo los pensamientos de su lesión a un lado antes de que perdiera el control. Con un público como éste, no puede haber errores.

En su lugar, se centró en su boca. Sus labios eran gruesos, el inferior vacilaba con un mínimo de temor.

—¿Qué estás mirando? —preguntó Donghae.

—Nada. Sólo la postura de este momento para el recuerdo —mintió.

Antes de que pudiera levantar cualquier sospecha, sacó la espada, se arrodilló delante de ella y se cortó.

—Mi vida por la tuya, Donghae.

Donghae tropezó, pero Leeteuk lo mantuvo en pie. Hyukjae esperó hasta que el peso del juramento se evaporara antes de que él se pusiera de pie y abandonara el escenario sin mirar atrás.

Cuando hizo el camino hacia el fondo de la habitación, vio docenas de caras con la mirada fija en Donghae. Tanta esperanza. Él no sabía por qué se molestaban cuando sabían que todos menos uno de ellos iban a ser decepcionados.

—Tómate tu tiempo. —Oyó a Leeteuk decirle a Donghae.

Él quería escaparse, pero era demasiado arriesgado. Hubiera tenido que explicar por qué estaba dispuesto a marcharse en el momento en que iban a tener la mejor oportunidad de sus vidas. Era mejor no llamar la atención sobre sí mismo. Fingir que le importaba. Fingir que tenía esperanzas.

—No necesito tiempo —dijo Donghae—. Sólo deseo terminar con esto.

—Bien. Entiendo. ¿A qué hombre escoges? —preguntó Leeteuk.

Hyukjae juró que podía oír a los hombres contener el aliento con anticipación.

Él se instaló en su asiento cuando la voz vacilante de Donghae llenó el auditorio.

—Quiero a Hyukjae.