Amor en Altamar- Capítulo 27



-En otros tiempos los matrimonios se concertaban por interés, ¿sabes? , o para unir dos grandes familias... cosas que no pueden aplicarse a nosotros, ¿verdad, amor? Pero en la actualidad hemos vuelto a lo básico y primitivo: el consentimiento social de la lujuria. Y en eso somos bastante compatibles, creo.

Aquéllas eran las palabras que Donghae continuaba recordando día tras día durante las dos semanas siguientes a su fatídica capitulación ante la seducción de Kim Hyukjae, venían a recordarle que no debía tratar de interpretar otra cosa en el hecho de que él volviera a desearle. Hae sólo le había preguntado qué pensaba hacer con respecto al matrimonio: si iba a respetarlo o si escaparía de él. La respuesta de Hyukjae no le había parecido tal respuesta. Y no hizo falta que le dijera que, por lo que a él se refería, sólo compartían el deseo mutuo.

Sin embargo había mucha ternura en aquella lujuria; con frecuencia, cuando yacían abrazados, Donghae se sentía tratada con cariño... casi amado. Y eso, más que ninguna otra cosa, le paralizaba la lengua cada vez que se sentía tentado de volver a preguntar por el futuro. Claro que resultaba casi imposible obtener una respuesta directa de Hyukjae.

Respondía con evasivas o con frases desdeñosas, que le incomodaban al punto de hacerlo callar. Y había aprendido muy pronto que, cuando trataba de referirse a lo ocurrido en Connecticut o mencionaba a sus hermanos, siquiera indirectamente, las fauces del dragón escupían de nuevo su fuego abrasador.

Por lo tanto, seguían más o menos como antes: como amantes y compañeros. Pero con una excepción: los temas delicados estaban tácitamente prohibidos.

Era casi como un pacto de conveniencia; al menos, eso pensaba él. Si deseaba saborear ese período con Hyukjae, y eso, al menos, lo deseaba, era preciso tragarse por un tiempo su orgullo y sus preocupaciones. Cuando llegaran a su destino sabría a qué atenerse: si Hyukjae pensaba conservarlo a su lado o enviarlo de regreso a casa.

Y el tiempo era muy escaso. Como el Opera no tuvo que luchar contra los vientos del oeste, efectuó la travesía a tan buen ritmo que, tres semanas después de haber dejado tras de sí la costa norteamericana, entró en el Támesis.

Donghae había sabido, desde aquella primera noche, que regresaban a Inglaterra, pues Hyukjae había acordado el rumbo con Sunnie mientras aún lo tenía cargado. Tampoco ignoró por mucho tiempo por qué Hyukjae no volvía a Jamaica para liquidar sus asuntos allí.

Como ése era uno de los temas prohibidos, no se molestaba en preguntar al capitán, pero podía interrogar a Sunnie sobre asuntos que no fueran personales; éste le explicó que Hyukjae había tenido la suerte de hallar a un agente que se encargaría de liquidar sus propiedades en la isla mientras él reunía de nuevo a su tripulación. Al menos no se le podía acusar a Hae en ese sentido, aunque a veces se preguntaba si llegaría a saber alguna vez por qué Kim Hyukjae había llegado a Connecticut con una actitud tan vengativa.

Una vez más, preparó los baúles de Hyukjae para el desembarco; en esta ocasión incluyó sus escasas prendas prestadas. Pero al salir a cubierta encontró a Sukin y a Seungin apostados a cada lado de la plancha, vigilándolo sin esforzarse lo más mínimo en disimularlo.

Eso le pareció divertido. Si hubiera podido hablar del tema, le habría dicho a Hyukjae que jamás encontraría un barco de la Mokpo en el puerto de Londres; podía estar seguro de que no tenía modo de huir, si acaso le interesaba todavía retenerlo. De cualquier modo, era absurdo hacerlo vigilar cuando él no tenía dinero. Contaba de nuevo con su anillo de jade, pues Hyukjae se lo había dado como anillo de bodas, ya que casualmente lo llevaba esa noche al cuello, con una cadena. Pero Donghae estaba decidido a no separarse otra vez de él.

Ese anillo, en su dedo, le recordaba algo muy difícil de olvidar: era un joven casado.
También resultaba fácil de olvidar su embarazo, pues no sufría la menor molestia ni había comenzado aún a engordar. Estaba ya en la segunda semana del segundo mes, pero no había vuelto a mencionar el embarazo ante Hyukjae y él tampoco lo había hecho. No estaba siquiera seguro de habérselo oído decir aquel día, antes de salir del camarote dando un portazo colérico.

Se ciño el pesado abrigo de Hyukjae para protegerse del frío. La imagen del puerto en medio del otoño era fantasmagórica; el día, nublado y frío, tan lúgubre como sus pensamientos.
¿Qué sería de él en aquel lugar?

Donghae pensaba en Piccadilly. Cuando el coche de alquiler pasó frente al hotel donde estuvo la primera vez, estuvo a punto de comentar que Donghwa y él se habían hospedado allí; pero reparó en la expresión de su esposo y cambió rápidamente de idea. Su semblante no había cambiado desde que desembarcaran; en realidad, desde que Inglaterra apareciera a la vista en el horizonte tras la travesía del Atlántico.

No se molestó en preguntarle qué lo ponía de tan mal humor. No habría conseguido más que alguno de esos comentarios indiferentes que nada revelaban y sólo servían para irritarlo. Y estaba haciendo lo posible por no agravar la situación dando rienda suelta a su propio enojo. Pero había supuesto que Hyukjae se alegraría de estar en su patria. Allí tenía familiares, incluso un hijo... Por Dios, ¿cómo había podido olvidar ese detalle? Tenia un hijo de diecisiete años, sólo cinco menos que él. ¿Acaso le preocupaba la perspectiva de explicar por qué llegaba con un esposo? ¿Se molestaría siquiera en hacerlo? Más aún, ¿querría realmente llevarle a su casa?

Por Dios, pensar en todo aquello resultaba ridículo, cuando una breve charla podía tranquilizarlo... o no, según el caso.

-Hyukjae...

-Hemos llegado.

En ese momento el coche se detuvo. El capitán se apeó antes de que Hae hubiera podido mirar por la ventanilla.

-¿Dónde estamos?

El alargó las manos para ayudarle a bajar a la acera.

-En casa de mi hermano.

-¿Qué hermano?

-Siwon. Lo recuerdas, ¿verdad? Una vez dijiste de él que tenia el cabello negro como el más oscuro de los pecados.

Hae arrugó la frente con una súbita sospecha. Toda la aflicción acumulada estalló de enfado.

-No irás a abandonarme aquí, ¿verdad? Como no tienes coraje para llevarme a tu casa, me dejas con el libertino de tu hermano. ¿Qué es lo que temes explicar a tu hijo? ¿Qué soy norteamericano o que soy tu esposo?

-Odio esa palabra. Usa cualquier otra, la que te parezca, pero haz el favor de borrar ésa de tu vocabulario.

Que lo dijera con tanta serenidad no hizo sino enfurecerlo aún mas.

-Muy bien. ¿Preferirías ramera?

-No estaría mal.

-¡Maldito seas, hijo de perra!

-Tienes que dominar esa tendencia a lanzar imprecaciones, querido. Como de costumbre, has conseguido airear a los cuatro vientos nuestros trapos sucios para deleite del público.

El público resultó ser el mayordomo de Siwon. Se había apresurado a abrir la puerta antes que nadie llamara, pues había oído llegar el coche. Donghae se ruborizó intensamente por haber sido sorprendido gritando groserías, pero el inglés mantenía una actitud hierática, como si no hubiera oído una sola palabra.

-Bienvenido, lord Kim -saludó, abriendo la puerta un poco más.

Casi fue preciso hacer entrar a Donghae a rastras. No podía remediar el ir vestido como iba; pero nada deseaba tanto como causar buena impresión, ante la posibilidad de ser presentado a la familia de Hyukjae.

El no había negado que pensara abandonarlo allí, en casa de Siwon. Y a juzgar por lo que Hae recordaba de éste, parecía ser tan poco recomendable como Hyukjae; por lo tanto, ¿qué importaba? No le interesaba lo más mínimo causarle buena o mala impresión. Pero los criados divulgaban habladurías. Y ese mayordomo debía de conocer a los sirvientes de los otros familiares. Donghae habría querido dar de puntapiés a Hyukjae por haberle hecho perder los estribos.

Y Hyukjae podría haberse dado los puntapiés el mismo por empeorarle las cosas. Al parecer, no podía romper con la costumbre de toda una vida. Claro que Hae era demasiado susceptible. Por entonces habría debido saber que Hyukjae no hablaba en serio. Pero sí que estaba enojado con Hae.

Donghae había tenido tiempo de sobra para darle a entender lo que sentía ahora por él, pero no había dejado escapar una palabra sobre el tema. Y Hyukjae se sentía inseguro como nunca en su vida. Sólo una cosa sabía con certeza: aquel joven lo deseaba tanto como Hyukjae a él. No obstante, tras haber conocido a tantos jóvenes, no ignoraba que eso no guardaba la menor relación con los verdaderos sentimientos.

Lo cierto era que Donghae se había negado a casarse con él. Lo había manifestado ante sus hermanos y ante él mismo. Pese a que iba a tener un hijo suyo, rechazaba rotundamente aquel matrimonio. Fue preciso obligarlo, como sucedió con él. Y desde entonces parecía estar aguardando el momento para huir otra vez. Ahora tendría todas las oportunidades del mundo, lo cual tenía a Hyukjae de un humor endemoniado. Pero no era su intención hacérselo pasar a él. Debía disculparse... ¡Ni loco se disculparía!

-No creo que mi hermano esté en casa a estas horas, ¿verdad? -preguntó al mayordomo.

-Sir Siwon está en Tsuruga’s Hall, según creo, practicando boxeo, según su costumbre.

-No me vendría mal hacer otro tanto, en estos momentos. ¿Y lord Heechul?

-Visitando al joven conde Park.

-¿Qué joven conde? Ah, sí; Park se casó con el amigo de Heechul, no hace mucho tiempo. -Sus ojos se clavaron en los de Donghae - ¡Pobre hombre! -Tuvo la satisfacción de ver que el azoramiento del joven se transformaba en enojo - ¿Mi hijo está en la escuela?

-lo han expulsado por esta semana, milord, pero sir Siwon ya ha presentado una queja al rector y su señoría el marqués también está ocupándose del asunto.

-Lo más probable es que el muchacho sea culpable de todo lo que le imputan. ¡Condenado bribón! En cuanto lo dejo solo un par de meses...

-¡Padre!

Donghae, al girar, vio que un joven bajaba la escalera prácticamente en volandas, para estrellarse contra la formidable pared que era su esposo. Su esposo y, al parecer, el padre de aquel joven, aunque la deducción no era muy segura. El muchacho no parecía tener diecisiete años, como le habían dicho, sino alrededor de veinte. ¿Sería por su estatura? Era tan alto como Hyukjae.

Su constitución era algo más estilizada, aunque sus hombros prometían agrandarse. En ese momento estaba siendo prácticamente triturado en un abrazo de oso y reía; Donghae, sobresaltado, advirtió que no tenía parecido alguno con Hyukjae, aunque su apostura fuera equivalente.

-Pero ¿qué ha ocurrido? -preguntó Minho - Has regresado muy pronto. ¿Has decidido conservar la plantación?

-No -respondió Hyukjae- Encontré a un agente que se encargará de tramitarlo todo.

-¿Por eso has vuelto tan deprisa? Me echabas de menos, ¿verdad?

-Borra esa sonrisa de la cara, mocoso. Creí haberte recomendado que no te metieras en dificultades.

El muchacho clavó en el mayordomo una mirada de reproche por haber divulgado tan pronto la noticia, pero cuando se volvió de nuevo hacia su padre estaba sonriendo otra vez, sin la menor sombra de arrepentimiento.

-Bueno, él era una pieza de primera. ¿Qué iba a hacer yo?

-¿Y qué hiciste?

-Pasarlo de maravilla, nada más. Pero cuando encontraron al joven en mi cuarto, no se mostraron muy comprensivos. Les dije que me había seguido hasta allí y que se negaba a marcharse sin armar un escándalo.

-¿Y se tragaron tamaño disparate?

-El rector no. –Minho sonrió con picardía - Pero el tío Siwon sí.

Hyukjae se echó a reir.

-Tony aún no te conoce lo suficiente. -Pero reprimió su buen humor al captar la expresión disgustada de Donghae- De ahora en adelante, grandísimo truhán, te ocuparás de tus diversiones fuera de la escuela, si es que te permiten volver a ella. Y reza por que lo hagan, o te correré a puntapiés por toda la calle.

La gran sonrisa de Minho no se alteró lo más mínimo; había oído cien advertencias igualmente horribles y nunca habían llegado a hacerse realidad. Pero acababa de seguir la mirada de su padre y ahora estaba observando a Donghae. El joven seguía envuelto en el abrigo de Hyukjae, aun con el gorro en su cabeza. Era comprensible que el muchacho no se hubiera interesado mucho por él.

Pero Donghae aún ardía de furia por su última riña con Hyukjae, agravada por cuanto acababa de oír. Al hombre lo divertía mucho que su hijo le siguiera los pasos. Otro libertino incorregible suelto entre los jóvenes.

Eso, sumado al bochorno que le provocaba su raído atuendo, le instó a hacer un comentario hiriente.

-No se parece en nada a ti, Hyukjae. Más bien se asemeja a tu hermano. -Hizo una pausa para enarcar una ceja provocadora - ¿Estás seguro de que es tuyo?

-Sé que te sientes mortificado, cariño, pero no lo pagues con el chico.

El modo en que lo había dicho contribuyó a aumentar su sensación de vergüenza, e incluso hacía que su conducta resentida pareciera ridícula. Pero, en vez de acobardarse, se enfureció más aún. Hyukjae, por desgracia, no se percató de ello.

-Minho, te presento a Donnie...

-Su esposo -intervino mordaz. Decirlo le provocó mucha satisfacción, pues estaba seguro de que Hyukjae no lo habría aclarado. Luego agregó, con aire inocente - Oh, había olvidado que debía eliminar esa palabra de mi vocabulario. Por lo tanto, paso a ser...

-¡Donnie!

Hae se limitó a mirar a Hyukjae con los ojos muy abiertos, sin dejarse impresionar por su bramido. Pero todo eso había intrigado sobremanera a Minho, que se le acercó, aunque sus preguntas fueron dirigidas a su padre.

-¿Tu esposo? ¿Con que es un joven?

-Oh, es un joven, sí -aseguró Hyukjae, irritado.

El joven le arrancó la gorra a Donghae antes de que él pudiera impedirlo.

-¡Vaya, vaya...! -exclamó, con un toque de apreciación viril - ¿Puedo besar al novio?

-Del modo que tú quieres, no, bribón -rechazó Hyukjae con el ceño fruncido.

Pero Donghae quería saber algo más.

-¿Por qué no se sorprende?

-porque no cree una palabra del asunto -aclaró Hyukjae.

El joven esperaba una diversidad de reacciones, entre las que no se encontraba esa simple incredulidad. El chico creía que estaban tomándole el pelo. Y en ese momento Hae habría preferido que así fuera.

-¡Vaya, qué encanto! -comentó, indignado - Me importa un bledo lo que piense tu familia, Kim Hyukjae, pero puedes estar seguro de que, mientras ellos nos se convenzan de que soy tu esposo, dormiré solo -Y volvió hacia el mayordomo una mirada fulminante - Puede usted conducirme a una habitación que esté bien alejada de la de este hombre.

-Como usted desee, milord - replicó el criado, sin el menor titubeo en sus envaradas facciones.

Pero Donghae, enojadísimo, replicó con altanería:

-No soy su lord, buen hombre. Soy norteamericano.

Esto tampoco provocó en él reacción alguna. Después de todo, Donghae no la buscaba. Pero su exasperación aumentó al oír el comentario de Minho, mientras seguía al mayordomo por la escalera.

-¡Por los clavos de Cristo, no puedes instalar aquí a tu amante! El tío Heechul no lo tolerará.

-Tu tío se sentirá encantado, hijo. Puedes estar seguro. Después de todo, Donnie es un Kim.

-¡Claro, claro...! ¡Y yo soy tu hijo legítimo!


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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...