Amor en Altamar- Capítulo 10



- Así resolvemos sólo un problema.

-¿No era el único que teníamos?

Hae negó con la cabeza. Luego se reclinó otra vez contra el mamparo.

-También debemos idear algo para que yo mismo pueda evitarlo.

-Ya sabes que eso no es posible, niño...a no ser que te pongas enfermo.- Los ojos de Donghwa brillaron intensamente al ver que había dado con la solución - ¡Exacto! Podrías simular que te encuentras mal, ¿no?

-No daría resultado.

-Claro que sí.

Hae volvió a menear la cabeza.

-Daría resultado si yo durmiera en el castillo de proa, como habíamos supuesto. Pero ya me han informado de que no va a ser así. - Y agregó - El magnánimo capitán se ha ofrecido a compartir conmigo su propio camarote.

-¿Qué?.


-¡Pues sí, lo que acabas de oír! Pero el condenado ha insistido en ello. Quiere tenerme a mano por si necesita algo durante la noche, el muy perezoso. ¿Qué puede esperarse de un aristócrata inglés tan consentido?

-En ese caso, habrá que decírselo.

Esta vez fue Hae quien se levantó de un brinco, exclamando:

-¿Cómo? ¡Estás bromeando!

-Te aseguro que no, niño- afirmó Donghwa, resuelto - No vas a compartir el camarote con un hombre que no es de tu familia, ni siquiera amigo tuyo.

-¡Pero si me cree varón!

-Eso no importa. Tus hermanos...

-No van a enterarse - interrumpió Hae, furioso - Por Dios, si se lo dices a Kim, quizá acabe compartiendo su camarote, pero de una manera que me gustaría aún menos. ¿No se te ha ocurrido?

-¡No se atrevería! -gruñó Donghwa.

-¿Qué no? ¿Ya te has olvidado de quién es aquí el capitán? Puede hacer lo que se le antoje, y si protestas, sólo conseguirás que te cargue de cadenas.

- Tendría que ser el peor de los canallas para aprovecharse de ese modo.

-Cierto. ¿Y qué te hace pensar que no lo es? ¿prefieres que arriesgue mi honor por culpa de un hombre que aparentemente no tiene una pizca de sentido del mismo? Yo no.

-Pero... niño...

-Lo digo en serio, Donghwa - insistió obstinado- Ni una palabra al capitán. Si me descubre, será el momento de averiguar si ese inglés es decente. Pero a decir verdad, lo dudo. Y dormir en su camarote es lo que menos me preocupa. Mi verdadera prueba de fortaleza será soportar su presencia. No te puedes imaginar lo despreciable que es. Se complace en ser detestable. Hasta llegó a admitir ante mí que ésa es una de sus escasas diversiones.

-¿Cuál?

-Fastidiar a los demás hasta que se retuerzan de incomodidad. Trata a las personas como si fueran mariposas, las clava con sus pullas afiladas.

-¿No estás exagerando un poquito, pequeño, de tanto que te disgusta ese hombre?

En efecto, así era, pero Donghae no estaba dispuesto a admitirlo. Si él hubiera sido de verdad un varon, no se habría ofendido por las burlas del capitán. Lo hubiera considerado como una actitud normal en un hombre mayor hacia un niño falto de experiencia. Y el tema del sexo era natural entre los hombres cuando no había jóvenes o mujeres presentes.

¿Acaso él mismo no había oído muchas conversaciones semejantes entre sus hermanos sin que éstos se dieran cuenta?

Por suerte, la puerta se abrió en ese momento, ahorrándole la respuesta. Un marinero entró corriendo y pareció aliviado al ver allí al contramaestre.

-La driza de la gavia se está desgastando con tanto viento señor. Y al no encontrarle a usted, el señor Xian me mandó buscar una.

-Ya me encargo yo de eso -repuso Donghwa con sequedad, poniéndose a buscar la cuerda adecuada.

El inexperto tripulante se alejó de buena gana. Hae suspiró, comprendiendo que Donghwa ya no tenía tiempo para él. Pero no quería terminar la conversación de un modo tan desagradable, ni dejarlo preocupado. Así que no le quedó otro remedio que ceder, admitiendo:

-Tienes razón, Donghwa. Me he dejado llevar por el desagrado que me inspira ese hombre y me lo estoy imaginando peor de lo que es. El mismo dijo que, probablemente, dentro de algunos días no repararía siquiera en mi presencia. Eso quiere decir que, tras haber puesto a prueba mi carácter, ya no volverá a prestarme atención.

-¿Harás lo posible por pasar inadvertido?

-Ni siquiera le escupiré en la sopa antes de servírsela.

Hae sonrió para indicar que estaba bromeando. Donghwa, con una mueca de horror, dio a entender que lo sabía. Mientras se reían, él se encaminó hacia la puerta.

-¿Vienes?

-No - dijo, frotándose la oreja por debajo de la gorra - He averiguado que la cubierta es más peligrosa de lo que pensaba.

-Sí. Esto de trabajar para poder viajar hasta casa no ha resultado una buena idea, niño- se lamentó él. La idea había sido suya, aunque después intentara disuadirle. Si algo ocurría...

Hae sonrió. No lo culpaba en absoluto de que la idea no hubiera funcionado como ellos esperaban. Tan sólo la mala suerte había querido que el propietario y capitán de ese barco fuera un inglés, y en especial ese inglés.

-Deja de preocuparte. Vamos rumbo a casa y eso es lo único que importa. No queda otro remedio que sonreír y aguantar durante un mes. Te aseguro que puedo, Donghwa. Estoy poniendo en práctica la paciencia, ¿recuerdas?

-Sí, pero acuérdate de ponerla en práctica cuando estés con él - replicó gruñón.

-Con él más que con nadie. Y ahora vete, antes de que venga otro hombre en busca de esa driza. Creo que por el momento voy a quedarme aquí, hasta que me requiera el deber.

Donghwa se alejó asintiendo con la cabeza. Hae se acomodó entre dos abultados rollos de soga y apoyó la cabeza contra el mamparo. El día no ha podido ser peor, pensó con un suspiro. Kim. Kim Hyukjae. Decidió que el nombre le gustaba tan poco como el capitán. Sé franco, Donghae: ni siquiera soportas verlo. Por el amor de Dios, si hasta te descompones cuando te toca. De acuerdo, lo detestaba mucho, muchísimo, y no solo porque fuera inglés. Pero eso ya no tenía remedio. Más aún, tendría que fingir lo contrario o, por lo menos, aparentar indiferencia.

Mientras empezaba a dormitar, sus labios se alargaron en una sonrisita presumida.
El hombre ése era tan estúpido como detestable. Había sido muy fácil engañarlo, hacerle creer lo que quería que creyera. Y eso bien merecía un poco de jactancia.

- ¡Dong!

Con la cabeza medio inclinada, Hae se había quedado plácidamente dormido. Al despertar, sobresaltado, se golpeó contra el mamparo. Por suerte, la gorra y el pelo amortiguaron el golpe, pero aun así fulminó con la mirada a Donghwa, que continuaba sacudiéndolo por el hombro. Abrió la boca para protestar, pero él se adelantó.

-¿Qué demonios haces todavía aquí? ¡El capitán está buscándote por todo el barco!

-¿Qué? ¿Quién? - Entonces recordó todo; dónde estaba y quién capitaneaba ese barco - Oh, él- resopló - Bueno, que se vaya a ... - no, eso no era lo que correspondía - ¿Qué hora es? ¿Me he retrasado en servirle la cena?

-Llevas más de una hora de retraso, creo.

Murmurando palabrotas, se levantó para dirigirse hacia la puerta.

-¿Crees que debo presentarme directamente a él o ir antes por su cena?

-La comida primero. Si está hambriento te irá mejor así.

Hae se giró para mirarlo de frente.

-¿Qué quieres decir? ¿Está enfadado?

-No lo he visto, niño, pero piensa un poco – le amonestó - Es tu primer día a su servicio y ya has descuidado...

-Me he quedado dormido; no he podido evitarlo - interrumpió, demasiado a la defensiva -

Además, él mismo me ordenó que me echara una siesta.

-Bueno, en ese caso no te preocupes. Pero no pierdas más tiempo.

Hae obedeció, pero sin dejar de preocuparse. Aunque el capitán le había dicho que durmiera, le había ordenado hacerlo en su camarote, donde él pudiera despertarlo a la hora de servirle la comida. ¿No era ésa la razón por la que deseaba tenerlo allí, para que estuviera a mano si lo necesitaba? Y ahora había tenido que ordenar a sus hombres que lo buscaran. Demonios, demonios... ¡Y él que creía que sus momentos de nerviosismo durante ese día ya habían acabado!

Entró en la cocina tan deprisa que los tres hombres interrumpieron sus tareas para mirarlo, boquiabiertos.

-¿Está lista la bandeja del capitán, señor Young? - preguntó con celeridad.

El cocinero señaló con un dedo cubierto de harina.

-Hace rato que...

-Pero ¿está caliente?

El se estiró hasta donde alcanzaba su mediana estatura, con gesto ofendido.

-Por supuesto que está caliente. ¡Si acabo de llenar las fuentes por tercera vez! Ya iba a enviarla con Hogan... aquí...

Pero se quedó sin palabras, pues Donghae partió con tanta celeridad como había entrado. La bandeja, mucho más grande y pesada que la del almuerzo, no aminoró la rápida marcha. Tres hombres le anunciaron a gritos, en el trayecto, que el capitán lo estaba buscando. No se detuvo a responder. Sólo se puso más nervioso

Dijo que no te maltrataría. Dijo que no lo haría. Tuvo que ir repitiéndoselo hasta llegar a la puerta, recordarlo una vez más antes de llamar y al obedecer la seca orden de entrar. Pero lo primero que oyó, al franquear la puerta, fue la voz del primer oficial, diciendo:

-Deberías darle un buen tirón de orejas.

Oh, cómo odiaba a ese hombre, cómo lo odiaba... Pero en vez de descubrirle el destello fulminante de sus ojos, agachó la cabeza esperando la opinión de Kim Hyukjae, que era la que importaba.

Sin embargo, sòlo hubo silencio, un torturador silencio que no revelaba el humor del capitán. Donghae se resistió a mirarlo, pues si su expresión era intimidatoria sólo serviría para aumentar su inquietud.

Dio un respingo al oírle preguntar, por fin:

-Bien, ¿qué tienes que decir, mocito?

Razonable. Se mostraba razonable, dispuesto a escuchar sus excusas. No era lo que Donghae esperaba, pero lo animó a levantar la cabeza para enfrentarse con esos brillantes ojos.

Estaba sentado a la mesa en compañía de Xian Junsu. Comprendió en seguida que los dos estaban sin comer por culpa de su retraso. Aun así experimentaba cierto alivio, pues el capitán no parecía una tormenta a punto de estallar.

Su aspecto seguía siendo intimidatorio, aunque siempre lo sería porque al fin y al cabo era un toro. Pero no mostraba señales de cólera. Donghae recordó, sin embargo, que no lo conocía; ignoraba cuál era la expresión de ese hombre cuando se enfurecía. Tal vez fuera esa misma...

-Y una buena zurra, también - sugirió Junsu, rompiendo el prolongado silencio- Para que este crío aprenda a responder cuando le preguntan algo.

En esta ocasión, Donghae no vaciló en dirigirle una mirada fulminante, pero no hizo más que arrancar una risa sofocada al primer oficial. El capitán seguía esperando, inescrutable.

-Lo siento, señor -se excusó, por fin, usando el tono más contrito que pudo- Estaba durmiendo... como usted me ordenó.

Una ceja se enarcó en un gesto afectado que Donghae encontró muy irritante.

-Imagínate, Sunnie -comentó el capitán, sin apartar los ojos de Donghae - Sólo estaba haciendo lo que yo le ordené. Pero creo recordar que te ordené dormir aquí, en esa cama.

Donghae hizo una mueca de dolor.

-Lo sé, señor. Y lo intenté, de veras. Pero estaba demasiado incómodo en este...quiero decir... qué diablos, su cama es demasiado blanda, señor.

Listo. Mejor mentir que admitir que no podía dormir en la cama de él

-¿Así que no te gusta mi cama?

El primer oficial se reía, aunque Donghae no lograba adivinar por qué. Y la irritante ceja del capitán se alzó un poquito más. ¿Era diversión lo que se leía en sus ojos? Si fuera así, debería sentirse aliviado. En cambio, tenía la sensación de ser el objeto de un chiste incomprensible. La verdad era que se estaba hartando de ser motivo de diversión sin saber por qué.

Paciencia, Donghae. Indiferencia. Eres el único entre los Lee, aparte de Yoochun, que no tiene mal genio. Eso dicen todos.

-No pongo en duda que su cama sea bonita, señor; es lo mejor que existe para quien le guste dormir sobre colchones blandos y acolchados. Yo prefiero algo más duro y por eso...

Se interrumpió y frunció el ceño, pues el primer oficial había estallado en otra sonora carcajada. Kim Hyukjae parecía haberse atragantado con algo, pues estaba inclinado sobre el asiento y tosía. Estuvo a punto de preguntar de qué se reía tanto ese Xian, pero la bandeja se le hacía cada vez más pesada. Y como ellos, de forma desconsiderada, le obligaban a permanecer de pie allí dando explicaciones, decidió terminar cuanto antes.

-Por eso - continuó, pronunciando la palabra con aspereza para que le prestaran atención - se me ocurrió ir en busca de mi hamaca, como usted también me había ordenado. Pero en el camino hacia el castillo de proa... bueno, me encontré con mi hermano, que necesitaba hablar conmigo. Fui con él, y justo entonces... bueno, sentí otra vez ganas de vomitar. Mi intención fue recostarme un momento, hasta que se me pasara. Pero me quedé dormido. Al despertarme, Donghwa me estaba sacudiendo y regañando por haberme quedado dormido y descuidar mis obligaciones.

-Con que te regañó, ¿eh? ¿Eso fue todo?

¿Qué pretendía? ¿Sangre?

-A decir verdad, me dio un sopapo en las orejas. Ahora se me han agrandado todavía más.

-¿De veras? Pues me ha ahorrado el trabajo.-Pero el capitán agregó, en tono más suave - ¿Te hizo mucho daño?

-Claro que me hizo daño - contraatacó Hae - ¿Quiere ver el chichón, señor?

-¿Serías capaz de mostrarme tus orejotas, pequeño? Sería todo un halago.

Donghae echaba chispas.

-No pienso enseñárselas. Tendrá que conformarse con mi palabra de honor, señor. Ya sé que le parece muy divertido, capitán, pero no opinaría lo mismo si alguna vez hubiera recibido un buen puñetazo en sus propias orejas.

-Oh, pues claro que me lo han dado, incontables veces... Hasta que aprendí a defenderme. Sería un placer enseñarte.

-¿A qué?

-A defenderte, muchachito.

-¿Defenderme... de mi propio hermano? - su tono de voz daba a entender que jamás se le habría ocurrido semejante cosa.

-De tu hermano o de cualquiera que te moleste.

Entonces Donghae entornó los ojos con suspicacia.

-Usted vio lo que me ocurrió, ¿verdad?

-No tengo la menor idea de lo que quieres decir, aunque pareces acusarme de algo. ¿Quieres que te enseñe a boxear o no?

Donghae estuvo a punto de echarse a reír ante semejante absurdo, aunque en el fondo podría serle útil mientras estuviera en ese barco. Pero para ello tendría que pasar más tiempo con él.

-No, señor, gracias. Ya me arreglaré solo.

El capitán se encogió de hombros.

-Como quieras, Dong. Pero la próxima vez que yo te ordene algo, haz lo que te diga, y no lo que tú prefieras. Si vuelves a hacer que me preocupe pensando que a lo mejor te has caído al mar, te dejaré encerrado en este camarote.

Donghae lo miró, parpadeando. El hombre lo había dicho sin elevar la voz, pero era la advertencia más horrenda que le habían hecho, y se dio cuenta de que iba muy en serio.

¡Pero era ridículo! Estuvo a punto de decirle que él era capaz de moverse en un barco mejor que la mayoría de sus tripulantes; y que era muy difícil que pudiera caerse por la borda.

Pero se acordó de que antes había fingido no tener experiencia en barcos. Desde luego, no creyó ni por un momento que se hubiera preocupado por él en absoluto. Lo único que le importaba era su estómago vacío. Era un condenado autócrata y nada mas.

En el silencio que siguió se oyó la seca pregunta del señor Xian:

-Si no vamos a necesitar el gato de nueve colas, Hyukjae, ¿te molestaría mucho que cenáramos?

-Siempre te has dejado gobernar por el estómago, Sunnie - replicó secamente el capitán.

-Hay gente fácil de contentar. Bueno, chico, ¿a qué esperas?

Donghae imaginó qué bien quedaría la bandeja de comida volcada encima del primer oficial. Se preguntó si sería posible fingir que tropezaba. No, mejor no hacerlo; entonces sí que recibiría unos cuantos azotes.

-Nosotros mismos nos serviremos, Dong, ya te has retrasado mucho y aún te quedan otras tareas - dijo el capitán, mientras dejaba la bandeja entre ambos.

Donghae lo miró tranquilamente en actitud inquisitiva. No estaba dispuesto a sentirse culpable por olvidar algo que nadie le había ordenado. Pero él había logrado intrigarlo, pues no le ofrecía ninguna explicación. Ni siquiera le prestaba atención, dedicado a examinar la comida que su repugnante amigo se apresuraba a destapar.

-¿De qué obligaciones me he olvidado, capitán?

-¿Cómo...? Ah, mi baño, por supuesto. Me gusta bañarme inmediatamente después de cenar.

-¿Con agua dulce o de mar?

-Dulce, siempre dulce. Hay más que suficiente. No demasiado caliente. Te harán falta unos ocho cubos llenos.

-¡Ocho! – Donghae bajó de prisa la cabeza con la esperanza de disimular su horror - Ocho.
Sí, señor. ¿Y debo preparárselo una vez por semana o cada dos semanas?

- ¡Muy divertido, pequeño! - exclamó él, riendo entre dientes - Todos los días, por supuesto.

Donghae gimió. No pudo evitarlo. Pero no le importó que le oyera. Encima, ese toro enorme era pulcro y delicado. También a él le habría gustado bañarse todos los días, pero si para eso había que cargar con un montón de cubos desde la cocina, era más lógico hacerlo de tanto en tanto.

Giró para retirarse, pero la detuvo el comentario del primer oficial.

-Hay un cargador de baldes en la cubierta de popa, pequeño. Puedes usarlo, pero dudo que tengas fuerzas para subir cuatro al mismo tiempo. El agua fría puedes sacarla del tonel que hay en lo alto de la escalera. Ahorrarás un poco de tiempo. Yo me encargaré de que te lo llenen todas las noches.

Donghae se lo agradeció con un gesto; era lo más que podía hacer por el momento. Le inspiraba tan poca simpatía como su pulido capitán.

Una vez que la puerta se cerró tras él, Junsu inquirió:

-¿Desde cuándo te bañas todas las noches estando a bordo, Hyuk?

-Desde que tengo ese bonito niño para que me ayude.

-Me lo tenía que haber imaginado -resopló - Pero no te mirará con mucho cariño cuando se cuente las ampollas de las manos.

-¿Crees que pienso hacerle cargar con todos esos cubos? ¡No permita Dios que desarrolle músculos donde no los necesita! Ya he ordenado al encargado que se muestre especialmente bondadoso.

-¿Bondadoso, ese? – Junsu sonrió de oreja a oreja - ¿No le habrás dicho...?

-No, por supuesto.

-¿Y él no te ha hecho preguntas?

Hyukjae rió entre dientes.

-Mi viejo Connie, estás muy habituado a cuestionar cuanto hago. Pero olvidas que, aparte de ti, nadie se atreve a hacerlo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...