–No me parecía tan alto cuando era más
joven –dijo él, mirando el suelo dubitativo–. ¿Y qué ha pasado con el castaño
que había aquí?
–Ahora me confundes con el jardinero,
príncipe. ¿Qué vendrá después?
–No te confundiré con un hombre
agradable, eso seguro –estrechó los ojos–. Y el título correcto es «Alteza
real».
Kyuhyun conocía el tratamiento
correcto. Aunque no fuera miembro de la realeza, había conocido a tantos en su
vida que sabía cómo dirigirse a ellos.
–Gracias por la pista. Pero no tengo
todo el día. Así que vamos –era hora de dejar de pensar en la tentador cuerpo.
–¿Tú no tienes todo el día? Gracias a
ti, llego con un retraso impresionante –se quejó el joven.
–Me sangra el corazón.
–Eres muy grosero.
–¿Quieres que te deje ahí arriba? –lo
amenazó, impaciente.
–Discúlpame por sentirme intranquilo.
–Nunca he dejado caer a un principe –Kyuhyun
suspiró y volvió a alzar las manos.
–Dudo que hayas tenido la oportunidad
–farfulló algo en francés y él deseó sonreír. El joven era puro fuego y
descaro.
Apoyándose en las manos, titubeante,
levantó un muslo y luego el otro, para asegurarse de que sus vaqueros no se
enganchaban.
–¿Quieres que cuente hasta tres?
–farfulló él.
Le lanzó una mirada oscura, luego
cerró los ojos y saltó del muro.
Kyuhyun sintió su esbelto dorso
deslizarse entre sus manos y lo rodeó con sus brazos antes de que tocara el
suelo. El joven tomó aire y el movimiento hizo que su pecho apretara contra el suyo.
Se agarró a su cuello y Kyuhyun sintió
los latidos de su cuello en el rostro. Sus sentidos se llenaron con su calor y
su aroma. El perfume solía empalagarlo, pero éste no fue el caso. Tal vez por
eso lo sujetó más tiempo del necesario, apretado contra él como si llevara
haciéndolo toda la vida. Lo suficiente para preguntarse cómo sería estar dentro
de él.
Tenso. Caliente. Húmedo.
Kyuhyun echó la cabeza hacia atrás,
dominado por sus sentidos, y se encontró con aquellos exquisitos ojos. Fue como
si sintiera el impacto de un misil.
–Puedes dejarme en el suelo –jadeó el
joven.
Pero él también podía deslizar las
manos hacia su trasero y hacer que rodeara su cintura con las piernas. Como si
hubiera hablado en voz alta, el aire que los rodeaba se espesó. Sintió cómo
cada centímetro de su cuerpo ardía contra el de él.
Casi avergonzado por el intenso deseo
que sentía de besarlo, lo dejó en el suelo y se apartó. Fue entonces cuando vio
la hinchazón que tenía en la sien.
–Necesitas que echen un vistazo a ese
golpe.
–Estoy bien.
–Es hora de irnos –se concentró en
agarrar a Anchovy mientras serenaba su mente. Lo suyo sería que lo chequeara,
que comprobara que no era una amenaza pero, diablos, no pensaba volver a
tocarlo. Ya era bastante malo tener que hacerlo subir al caballo. Eric y Kangin
tardaban en volver, y se preguntó qué los retenía.
–Prefiero andar –dijo el joven,
mirando al semental y luego a él.
–Puedes tentar mi paciencia, príncipe,
pero no te lo recomiendo –dijo él, dándose cuenta de que funcionaba a media
asta y que si estuviera en una expedición militar posiblemente habría muerto.
El joven parpadeó, como si su tono
áspero lo hubiera sorprendido.
–A diferencia de tus hombres, yo no
acepto órdenes tuyas.
–Todavía no hemos establecido tu
auténtica identidad, así que sube a ese caballo o te ataré las manos con una de
las riendas y te arrastraré –dijo Kyuhyun con expresión dominante.
–Me gustaría verte intentarlo –lo retó.
–No me digas –le costaba creer que ese
jovencito le estuviera cuestionando.
El joven cerró las manos y se las
puso en las caderas. Eso hizo que él fijara la vista en sus curvas, algo poco
inteligente, dado su estado de ira y excitación sexual. Por supuesto, no lo arrastraría,
pero podía dominarlo y tirarlo sobre la silla del caballo.
–Solo los hombres con apéndices
pequeños se hacen los duros –dijo, cauto.
–Y solo los jóvenes que son
increíblemente estúpidos retan a un hombre al que no conocen respecto a su
virilidad. Por suerte para ti, no me siento obligado a demostrar mi valía.
–¿Qué puedo decir? –movió la cadera
con insolencia–. Sacas lo mejor de mí.
–Estoy seguro de que esto queda lejos
de lo mejor, principe –farfulló él, molesto por su actitud provocativa.
El príncipe alzó las cejas y Kyuhyun
se dio cuenta de que, sin pretenderlo, había revelado lo atractiva que le
encontraba. Sin duda, estaba acostumbrado a eso y se aprovecharía al máximo si
le daba la menor oportunidad.
Algo que no pensaba hacer.
Iba a poner fin a su actitud rebelde
subiéndolo al caballo a la fuerza, cuando sonó su móvil.
–Hemos encontrado el coche, jefe. Es
legal. Su billetera estaba debajo del asiento delantero.
Kyuhyun gruñó una respuesta y dijo a
sus hombres que se reunieran con él en la casita. Cuando alzó la vista y vio su
mirada de superioridad, supo que había entendido la conversación.
–Parece que eres quien dices ser. La
próxima vez, utiliza la verja –llevó a Anchovy a su lado y agarró el estribo–.
Dame la pierna.
–¿Ni siquiera vas a pedirme
disculpas?
Su tono de superioridad hizo que
cualquier posible disculpa de Kyuhyun muriera en sus labios.
–¿La pierna? –repitió, con ojos fríos
y velados.
El principe dio un paso adelante y
tropezó, cayendo en brazos de él. Ya muy sensibilizado al contacto y,
preguntándose si lo había hecho a propósito para desequilibrarlo, Kyuhyun lo
apartó de inmediato.
–No intentes utilizar ese cuerpo tan
sexy para conseguir mi favor, principe –dijo.
–Créeme, tocarte es lo último que
deseo hacer.
Agarró las riendas y apoyó el pie en
la mano de él. Kyuhyun no supo si sentirse divertido o airado. Si no hubiera
tenido que supervisar una instalación informática tras la boda de Hyukjae, se
habría quedado a enfrentarse al reto que el principe suponía. Pero tenía
trabajo y no era tan estúpido como para involucrarse con otra persona difícil.
–Échate hacia atrás –le dijo. No iba
a permitir que cabalgara delante de él, entre sus muslos.
–Por favor, deja de mascullar. Eres,
sin duda, el individuo más irritante que he conocido.
Kyuhyun estaba a punto de decirle que
el sentimiento era mutuo, cuando el príncipe le quitó las riendas de las manos
y clavó los talones en los flancos de Anchovy. El caballo respondió como el
pura sangre que era: se lanzó al galope.
¡Kyuhyun no podía creerlo!
Esa bola de fuego no solo lo había
excitado solo con respirar, además le había ganado la partida. Eso nunca le
había ocurrido antes.
–¡Maldición!
Jurando entre dientes, Kyuhyun soltó
un silbido. Si Hyukjae entrenaba a sus animales bien, el caballo pararía en
seco.
Sungmin pasó de estar casi volando
sobre el terreno a quedarse inmóvil. El caballo no hacía más que agitar su
majestuosa cola, por más que lo apremiaba. Para cuando se dio cuenta de lo que
había ocurrido, el imbécil que lo había provocado estaba casi a su lado.
–Vamos, caballo. No le hagas caso a
él. Es un don nadie.
–Se diría que eres pura miel, pero
eres un mandón, ¿verdad, principe?
–Tú eres un arrogante.
–Eso es gracioso viniendo de ti –dijo
él, poniéndose las manos en las caderas.
–No soy arrogante –dijo, con una voz
que habría hecho que su padre se enorgulleciera–. Estoy seguro de mí mismo. Hay
una diferencia.
–Una diferencia que cabría en el culo
de una pulga –dijo él, risueño.
Sungmin lo insultó en japonés con voz
suave, pensando que seguramente no la entendería.
–Genio, genio –dijo él, moviendo la
cabeza–. Aunque no se vea, se diría que hay una vena de pelirrojo en esa oscura
melena tuya
–Supongo que tendría que sentirme
halagado porque no hayas dicho «rubio», ¿verdad?
–Nunca te confundiría con un rubio
–dijo él con seriedad fingida–. Los rubios me gustan.
–Entonces, ¡sí que me siento halagado!
–pensó en dar un golpe a las riendas e intentar escapar.
–No cometo el mismo error dos veces.
Échate hacia atrás –dijo él, leyéndole el pensamiento.
Sungmin notó lo grande que era la
mano que agarraba las riendas y recordó cómo había sido sentir el contacto en
su cuerpo. Su pelvis se tensó y una oleada de sensaciones deliciosas recorrió
su cuerpo. Sorprendido, y jadeante, se recriminó por su respuesta física.
Kyuhyun acarició el cuello del
caballo e introdujo el pie en el estribo.
–Puedes cabalgar entre mis piernas si
quieres, principe. ¿Quién sabe? Podría ser divertido.
Sungmin se echó hacia atrás y apretó
los dientes cuando él dejó escapar una risa grave y sexy. Él subió fácilmente
al caballo, ocupando la mayor parte de la silla. El caballo se movió,
acomodándose al cambio de peso.
–Más vale que te agarres –dijo él por
encima del hombro, agarrando las riendas.
–Ya lo hago.
Él miró las manos que agarraban la
manta de la silla y luego alzó los ojos a los suyo. Sungmin tragó aire,
impactado.
–Quería decir a mí.
–Sigue soñando –dijo Sungmin, que no
tenía ninguna intención de agarrarse a él.
Él sonrió de medio lado, apretó los
muslos y el caballo se lanzó hacia delante como si no llevara más que un niño
encima.
Instintivamente, Sungmin se agarró a
su camisa y se encontró pegada a su espalda. ¡Estaba duro! ¡Y caliente! Incapaz
de evitarlo, abrió la mano sobre sus músculos abdominales, como si necesitara
hacerlo para no caerse. Sungwoo siempre se había quejado de que no era lo
bastante sensual con él, pero en ese momento lo dominó el deseo de explorar el
físico del desconocido. Tuvo la sensación de que él soltaba el aire de golpe y,
un poco avergonzado por su temeridad, trasladó los dedos a sus caderas.
AfortunHenryente el semental no tardó
en llegar al edificio principal. Pero fue tiempo más que suficiente para que su
entrepierna se sintiera ardiente.
“Dios”.
Sí, había pasado mucho tiempo desde
que había tenido intimidad con un hombre, pero ese no era en absoluto su
tipo...
Cuando dejó de centrarse en el hombre
que sentía con cada célula de su cuerpo, comprendió que no estaban en los
establos, sino en una de las entradas laterales.
Iba a preguntarle qué hacían allí
cuando él giró en la silla, lo agarró y lo alzó del caballo. Sungmin se deslizó
por su muslo y cerró los ojos al sentir una oleada de calor. Cuando sus pies
tocaron el suelo, tuvo que apretar las rodillas para soportar su peso.
–Cuando quieras volver a volar, principe,
llámame, ¿de acuerdo?
Sungmin curvó un labio, pero antes de
que pudiera replicar, él clavó los talones en el semental y desapareció. Dio
gracias a Dios.
–¿Señor? ¿Se ha perdido? –preguntó un
lacayo, apareciendo a su lado.
En ese momento, Sungmin se dio cuenta
de que él lo había dejado en una zona privada del castillo, lejos de las
miradas de los invitados que no dejaban de llegar. Quiso pensar que había sido
porque estaba acostumbrado a utilizar la entrada de servicio, no por
consideración, pero en el fondo tenía la sensación de que no era el caso.
Kyuhyun estaba en la pradera, junto a
la carpa blanca que habían levantado a la sombra de un sauce llorón. No estaba
de guardia, pero aun así escaneó a la multitud de invitados que, con copas de
vino y champaña, comentaban la bella ceremonia que acababan de ver.
Cuando por fin su mirada encontró al principe,
en un grupo que hablaban con Donghae, comprendió que lo había estado buscando.
Maldijo entre dientes.
Su reacción ante él era muy
primitiva. Su altanería, combinada con su belleza natural, era un reto para
cualquiera con sangre en las venas. Aunque disfrutaba de un reto, su instinto
de preservación lo advertía que sería mejor que guardara las distancias.
Tenía reglas firmes en cuanto a sus
parejas y nunca se desviaba de ellas. Relaciones breves, dulces y, sobre todo,
sencillas. El elegante principe era la viva imagen de la complicación.
Había visto muchas relaciones
desmoronarse y, aunque sabía que no todas las parejas acababan mal, no estaba
preparado a correr el riesgo.
–Conozco esa expresión. Estás
meditabundo.
–Solo disfruto de las frivolidades
–le dijo Kyuhyun a Hyukjae, que se había acercado con dos copas de champaña en
las manos.
–Pensaba que ibas a traer acompañante
–dijo Hyukjae
–No mientras trabajo –replicó Kyuhyun.
–¿Te ha dejado? –Hyukjae lo miró
divertido.
–Sí –Kyuhyun recordó la mirada de Astrid
cuando le había dicho que no volvería a verlo.
–En... ¿cuántas horas? –Hyukjae miró
su reloj.
Kyuhyun soltó una risita. Había
disfrutado de la compañía de Astrid durante cinco noches, cuando estuvo
trabajando en Viena, el mes anterior. Cuando había intentado decirle adiós, se
había puesto furioso. Lo había acusado de utilizarlo. Kyuhyun sabía que tenía
fama de ser un mujeriego sin escrúpulos pero, sencillamente, era honesto. No
veía el sentido a marear la perdiz y simular sentimientos que no sentía.
Tampoco se acostaba con tantos como sugería su reputación. Si lo hiciera no
tendría tiempo para trabajar.
–¿Qué puedo decir? Era uno de los
listos.
Kyuhyun esperó a que su amigo
iniciara otra bienintencionada charla sobre lo bien que le iría sentar la
cabeza. Por lo visto, Donghae había reformado al marqués hasta el punto de que Kyuhyun
casi prefería estar con él a estar con su amigo.
–Bueno, me parece bien.
–¿En serio?
–No pongas esa cara de alivio –Hyukjae
se rio–. No iba a intentar reformar lo irreformable.
–Gracias a Dios.
–Pero necesito que me hagas un favor.
Hay un chico al que necesito que eches un vistazo esta noche, en la recepción.
–¿Un amigo de Donghae, por un casualidad?
–Kyuhyun puso los ojos en blanco.
–Sí. Pero no intento buscarte pareja,
bruto. Es la persona con quien mi padre quería que me casara.
Kyuhyun recordó una conversación que
habían tenido muchos años antes. Deseó estar bebiendo cerveza helada en vez de
champán.
–Hace años mi padre y el de él
decidieron que forjaríamos una fuerte unión si nos casáramos cuando
alcanzásemos la mayoría de edad.
–Alcanzaste esa “mayoría de edad”
hace diez años, amigo. ¿No es eso muy anticuado?
–Ya conoces a mi padre –la boca de Hyukjae
se curvó con una sonrisa irónica–. El de él es peor. Lo cierto es que los
medios se han dedicado a revivir la vieja historia esta última semana,
sacándole jugo al asunto de la prometido rechazado. Donghae dice que lo ha
pasado mal.
Kyuhyun sabía lo que era que hablaran
a espaldas de uno. En el pueblo en el que había crecido habían hablado de su
hermano y de él, pero más por compasión que por injuriar.
–¿Qué es lo que tiene él de malo?
–preguntó con suspicacia.
–Nada –rio Hyukjae–. Pero no quiero
que te acuestes con él. De hecho, me enfadaría que lo hicieras. Es fantástico y
demasiado bueno para ti. Solo quiero que te asegures de que lo pasa bien.
–¿Quién es? –preguntó Kyuhyun.
–¿Ves el joven que está hablando con Donghae?
A Kyuhyun no le hizo falta mirar para
intuir que era el príncipe. Por eso conocía tan bien la propiedad. Era amigo de
la familia.
–Estoy seguro de que sabe cuidarse
solo –Kyuhyun quería, ante todo, evitarlo.
Hyukjae lo miró intrigado. Kyuhyun se
dijo que en realidad no tenía nada en contra del principe. Excepto que había
ocupado su mente toda la mañana y deseaba bajarle los pantalones, apoyarlo en
un olmo centenario y hacerlo suyo. La idea de que Hyukjae y él hubieran sido
amantes le dejó un sabor amargo en la boca.
–Yo también estoy seguro, pero ha
venido a la boda solo y me gustaría que lo cuidaras. Ya sabes, pedirle que
baile contigo, ofrecerle bebida.
–Tienes camareros para lo último, y
no soy una maldita niñera –rezongó Kyuhyun.
Hyukjae enarcó las cejas. Antes de
que pudiera hablar, su nuevo esposo se agarró a su abrazo.
–¿Niñera de quién? –los ojos de Donghae
se clavaron en Kyuhyun. Hyukjae miró con expresión culpable a alguien que había
a espaldas de Kyuhyun.
–¿No te referirás a mí, Hyukjae? –el
tono de Sungmin era tan lírico y superior como Kyuhyun lo recordaba.
–Sungmin, estás tan bello como
siempre –Hyukjae dio un paso adelante y besó sus mejillas.
–Ya veo que sí te referías a mí
–rezongó él–. Te aseguro que no necesito niñera –miró a Kyuhyun con tanto
desdén que él deseó sonreír.
Kyuhyun recordó cómo había abierto
las manos sobre su abdomen mientras cabalgaban. El príncipe había sentido
atracción, sin duda.
–Claro que no –dijo Hyukjae–. Te
presento a Kyuhyun, un buen amigo mío.
–Ya nos conocemos. ¿Qué tal la cabeza?
–preguntó Kyuhyun, sabiendo que eso lo irritaría. Miró su cabello ladeado para
ocultar el chichón de su frente.
Sungmin arqueó una ceja, molesto con él.
–¿Os conocéis? –se sorprendió Hyukjae.
–No –replicó Sungmin.
–¿Eh? –Hyukjae miró a Kyuhyun.
–Se lo digo yo, ¿o lo haces tú? –dijo
Kyuhyun.
Tras mirarlo con ira, Sungmin ofreció
una sonrisa serena a Hyukjae y a Donghae.
–No ha sido nada. Tuve un pequeño
problema con el coche y tu amigo, amablemente, me trajo al castillo.
–¿Un problema con el coche? –inquirió
Hyukjae.
Kyuhyun decidió que irritarlo no
entraba en su agenda, aunque su cuerpo estaba pidiéndole que lo tumbara desnudo
sobre sábanas de seda.
–Lo que Su Alteza quiere decir es que
tuvo un accidente de coche, escaló el muro exterior y fue capturado por mis
hombres.
–¡Y robé tu caballo porque estabas
siendo increíblemente grosero! –lo interrumpió Sungmin.
–Vaya, y yo creía que lo robaste
porque querías cabalgar –se pasó la mano por el abdomen, incapaz de resistirse.
–Si que pensé en eso –murmuró él,
pasándose la punta de la lengua por el labio inferior–. Pero como no estaba a
la altura de mis estándares, ¿por qué molestarme?
Kyuhyun se rio por su descaro. Por
suerte, Hyukjae estaba demasiado preocupado por el accidente para captar el
doble sentido. Sin embargo, la mirada curiosa de Donghae indicaba que él no.
–¿Te hiciste daño? –preguntó Donghae.
–Solo me hice un chichón en la frente
–dijo Sungmin–. Fue un incidente insignificante.
–Yo no lo habría descrito así –dijo Kyuhyun
torciendo la boca.
–¿No? –Sungmin sostuvo su mirada–.
Tal vez necesites salir más por ahí.
–Es posible –aceptó él, captando el
rubor de sus pómulos. Tal vez tendría que salir con el príncipe. Aunque había
decidido no hacerlo, diablos, estaba disfrutando con el intercambio.
–¿Qué hacías en el muro? –preguntó Hyukjae.
–Intentaba bajar, obviamente –replicó
Sungmin con acidez–. Habría sido más fácil si no hubieras talado el viejo árbol.
–No tuve otra opción –Hyukjae se
encogió de hombros–. Era un riesgo de seguridad.
Kyuhyun rio hasta que vio a Sungmin
compartir una cálida sonrisa con Hyukjae. Se preguntó si había estado enamorado
de su amigo. Y si lo seguía estando. Tal vez por eso Hyukjae le había pedido
que le echara un vistazo, por si le daba por causar problemas. Preguntas,
preguntas, preguntas. Solo le interesaba la respuesta a una.
“¿Cómo respondería en su cama?”
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