El Guardaespalda del Príncipe- Capítulo 5



Ha dicho Shindong para qué quería verme mi padre, Wook?
      
      –No, señor –Wook, su nuevo ayuda, regresó del vestidor con dos chaquetas para que eligiera.

            Sungmin negó con la cabeza y se sintió fatal al ver la expresión dolorida de Wook. Llevaba dos semanas en casa y no se acostumbraba a que le sirvieran a todas horas. Se miró en el espejo y retocó un poco su cola de caballo. Hacía días que no se arreglaba, pero su padre requería su presencia y tenía que verlo perfecto.

            –¿No le gusta lo que he elegido, joven?

            –Me encanta –ofreció a Wook una sonrisa–. Pero hace calor. ¿Por qué no te tomas la tarde libre? Ve a ver a tu novio.


            El joven inclinó la cabeza y Sungmin dejó escapar un suspiro. Odiaba estar en casa.

            Odiaba las frías paredes de piedra del palacio que le parecía una prisión. Apenas había visto a su padre desde su llegada, lo que no era malo, pero había tenido demasiado tiempo para pensar.

            El sol de verano que entraba por la larga fila de ventanas góticas hacía que se sintiera mal. El cielo tendría que estar gris, no azul.

            Su hermano había muerto. Los deberes reales que siempre había evitado habían recaído en él y no había escapatoria. Como había dicho su padre, la gente necesitaba esperanza en tiempos tan oscuros. Querían que él los sacara de la tristeza que había causado la muerte de su hermano. Además, su padre le había comunicado que estaba enfermo. Algún día, antes de lo que había esperado, sería rey, un pensamiento abrumador.

            Sungmin no sabía nada de dirigir un país. Montones de gente dependiendo de él. Que no supiera nada se debía en gran medida al chauvinismo de su padre, que veía a las mujeres y jóvenes como trofeos, no como líderes. Sin embargo, tenía que confiar en él para preservar el futuro de Ilsan como entidad económicamente viable.

            También estaba el problema de su galería. Estaba cerrada durante el mes de agosto, pero no había decidido qué hacer con ella. En el fondo, sabía que tendría que cerrarla. Era devastador ver que la vida que había creado para sí se esfumaba. Como si Seul ya no tuviera importancia.

            Controlando la respiración, forzó una sonrisa y entró en la antesala del despacho de su padre.

            –Lo espera, Alteza –dijo el secretario.

            –Gracias, Shindong.

            Intentó relajar el rostro mientras Shindong abría la puerta del despacho. Su padre estaba tras el enorme escritorio. Se veía más pálido y serio de lo normal.

            –¿Querías verme? –preguntó Sungmin intentando que su voz no denotara preocupación.

            –Sí, Sungmin. Siéntate.

            –Empiezo a preocuparme –Sungmin se sentó frente a él–. ¿Has recibido malas noticias del médico?

            –No. He recibido noticias inquietantes del experto en seguridad que te trajo desde Corea.

            Kyuhyun.

            El corazón de Sungmin dio un brinco. Durante dos semanas había llenado su pensamiento antes de dormir y al despertarse.

            Sungmin suspiró. Tenía que dejar de recordar las horas que habían pasado en la cama. Kyuhyun probablemente ni recordaba su nombre.

            Él en cambio, podía conjurar su imagen e incluso su aroma selvático y masculino. Tanto que él podría haber estado allí mismo.

            –¿Qué tiene que ver Kyuhyun con nosotros?

            Intentó sonar indiferente pero, de repente, temió que su padre supiera que se había acostado con él. Si la prensa rosa publicaba algo así, la salud de su padre tal vez no lo resistiera.

            –Tengo que ver con muchas cosas, Alteza.

            La voz grave y familiar llenó su cabeza. Tuvo que girar en el asiento para verlo de pie, al otro la de la habitación, cerca de las ventanas.

            –Pero en este caso se trata de su seguridad.

            Admiró los pantalones negros y la camisa blanca de vestir. Se había cortado el pelo y eso resaltaba su perfecta estructura ósea. La mirada caramelo recorrió su rostro, deteniéndose en sus labios un instante. Sungmin sintió que lo abrasaba.

            –¿Qué pasa con mi seguridad?

            –Sr Kyuhyun tiene noticias sobre tu accidente de coche la mansión de Hyukjae.

            Sungmin captó el tono de censura de su padre, y adivinó que estaba enfadado porque no le había contado lo del accidente él mismo.

            Kyuhyun fue hacia él con paso increíblemente grácil. Dominaba la habitación. A Sungmin se le desbocó el corazón. Tuvo que hacer uso de años de práctica para no revelar lo que sentía estando con su amante de una noche y su padre en la misma habitación.

            –Ayer hablé con el mecánico que reparó su coche –le informó él con cierta fiereza.

            –¿Por qué ibas a hacer eso?

            –Una corazonada. No tuvo el accidente por falta de concentración. Se estrelló porque habían echado una ampolla de permanganato de potasio y glicerina en el cilindro del freno.

            –¿Hay una versión simplificada de eso? –Sungmin arrugó la frente.

            –Manipularon los frenos.

            –Tal vez estuvieran desgastados.

            –Sí, gracias a un compuesto químico que, cuando se calentó lo bastante, inutilizó los frenos.

            –¿Crees que mi coche fue saboteado? –a Sungmin le costaba digerir lo que oía. Era una idea ridícula. Ilsan había tenido conflictos con Triole, un país vecino, pero hacía años de eso. De hecho, su hermano iba a casarse con la princesa de Triole.

            –No solo eso –interpuso su padre–. Ahora sabemos que lo de Sungjin no fue accidental.

            –¿Qué? –Sungmin miró a su padre–. Yo... ¿Cómo puede ser eso posible?

            –Alteraron una sección del rotor de modo que el piloto no pudiera detectarlo –explicó Kyuhyun.

            –¿Sugieres que Sunji fue asesinado?

            –No lo sugiero. Lo afirmo. Y quienquiera que lo hiciese, fue a por usted también.

            –Eso es absurdo –Sungmin presionó una mano contra el estómago–. ¿Quién haría algo así?

            –Enemigos. Locos. Acosadores. ¿Quiere que siga? –la voz de Kyuhyun sonó dura y seria.

            –Sr. Kyuhyun ha aceptado amablemente hacerse cargo de la investigación.

            –Kyuhyun –corrigió él.

            Sungmin lo miró atónito. Había corregido a su padre. Nadie hacía eso. Le sorprendió ver a su padre asentir. “Iguales” pensó.

            –¿En serio? ¿Te has ofrecido voluntario? –Sungmin no ocultó su incredulidad–. ¿Por qué?

            –¡Sungmin! –lo recriminó su padre–. Kyuhyun no se ha ofrecido. Lo he contratado.

            “Claro”, pensó. “¿Por qué iba un experto en aventuras superficiales y breves ofrecerse a ayudar a un joven con el que ha acabado?”

            Lo irritó recordar cuántas veces había mirado el móvil por si tenía una llamada perdida de Kyuhyun. Podría haberlo llamado él, pero su orgullo se lo había impedido. Habría demostrado que seguía pensando en la noche que él ya había olvidado.

            –¿Por qué, señor? –Sungmin le dio la espalda a Kyuhyun para bloquear la atracción sexual que sentía por él–. ¿Por qué no usar a la policía local?

            –Es cuestión de confianza, Alteza –dijo Kyuhyun.

            –¿Ahora no confiamos en nuestra propia policía? –la formalidad de él le molestaba sobremanera–. Somos una nación pacífica, Sr. Kyuhyun. No hay altercados políticos.

            –Cierto. Pero en esta situación no se sabe quién quiere hacerle daño. Yo no se lo haré.

            Sonó seguro y confiado. Sungmin deseó sentir su seguridad. Tras pasar dos semanas soñando con él le resultaba imposible. Él bajó las pestañas, velando su mirada.

            –No sé si creer esto –miró a su padre–. Podría ser una coincidencia.

            –La utilización de compuestos químicos mitiga esa posibilidad, Alteza –dijo Kyuhyun.

            –Confío en el buen juicio de Kyuhyun, Sungmin.

            –Bien –agitó la mano con indiferencia–. ¿Es eso todo, señor? –necesitaba salir de allí. Volver al santuario de sus aposentos.

            La acerada indiferencia de Kyuhyun era como agitar un trapo rojo ante un toro enfurecido. Por un lado, se alegraba de que lo tratara como a un desconocido, pero no podía dejar de recordar su cuerpo unido al suyo, esas manos en su piel.

            Sungjin había sido asesinado. Alguien podía intentar hacerle lo mismo a él.

            –No, no es todo –dijo su padre–. También quiero a Kyuhyun como tu guardaespaldas personal.

            –Creo que no he oído bien, señor –Sungmin se quedó sin respiración.
             
             
            Kyuhyun lo miró atónito. ¿Guardaespaldas personal de Sungmin? El rey le había pedido que organizara su seguridad, no que se hiciera cargo en persona. No tenía tiempo para ese trabajo además de sus responsabilidades empresariales. Y proteger a un joven que ya ocupaba demasiado espacio en su mente era mala idea.

            –Sé que no te gusta tener guardaespaldas, Sungmin –dijo el rey–. Pero las cosas han cambiado. Ahora eres el príncipe heredero y necesitas protección a todas horas. Es muy importante.

            –Tenemos nuestro propio equipo de seguridad.

            –Creo que contratar a alguien del exterior es lo mejor hasta que se resuelva esta situación –su padre suspiró, como si esperara una batalla–. Kyuhyun viene muy recomendado como amigo personal de Hyukjae.

            –No estoy de acuerdo –aseveró Sungmin, firme.

            Kyuhyun sintió un cosquilleo en la nuca y resistió al impulso de rascarse. Había intentado convencerse de que las noches en vela pensando en Sungmin se debían a su corazonada respecto al accidente. Había supuesto que cuando investigara e informara al rey volvería a su rutina normal.

            Pero el impacto de volver a Sungmin le decía que no era así. No era el accidente lo que lo había desvelado durante dos semanas. Era él. Se preguntó si había revivido la noche tanto como él y si le gustaría retomar el asunto.

            Se burló de sí mismo. Por como lo miraba, Sungmin habría preferido atravesarlo con una espada.

            –Es obvio que Kyuhyun está muy ocupado, señor. Seguro que hay otra persona igual de capaz.

            Kyuhyun pensó que era cierto que estaba ocupado, pero no podía confiarle a nadie la vida de Sungmin. Admitiendo que no tenía opción, hizo un gesto afirmativo al rey, aceptando la tarea.

            –¡No!

            –Sungmin, esto no está abierto a discusión –el rey lo miró con irritación–. Mi palabra es la ley. Ya es hora de que entiendas tu responsabilidad, tu deber, hacia el país. Y la cumplirás.

            Kyuhyun se preguntó si Sungmin rechazaba la tarea. No le habría extrañado. Estaba junto a la ventana, con los brazos cruzados, y el sol tornaba su cabello de un brillante castaño oscuro. Kyuhyun percibía su furia, su frustración, en su postura.

            –Necesitaré tener control absoluto –le dijo al rey, centrándose en su profesionalidad y no en lo que sentía al verlo–. Acceso a todo. A cada rincón y entrada secreta al castillo. A la agenda de Sungmin y a su itinerario. Mi chef se encargará de sus comidas, y quiero tener la última palabra sobre todo lo que haga y la gente a la que vea.

            –Pides mucho.

            –Así es –Kyuhyun sabía que el rey estaba diciendo: “Es mi hija, no te excedas”.

            –¿Tal vez Sr. Kyuhyun también quiera quedarse con mi primogénito? –dijo Sungmin con insolencia, golpeando el suelo con el pie.

            El rey dio su consentimiento a Kyuhyun antes de dirigirse a su rebelde hijo.

            –He organizado un baile en honor de tu hermano el fin de semana que viene, necesitarás seguridad para eso.

            –Es demasiado pronto –musitó Sungmin, abrazándose. A Kyuhyun se le encogió el corazón.

            –No lo es. Y el baile, además de honrar la vida de tu hermano, es para buscarte esposo.

            “¿Esposo?”

            Los ojos de Kyuhyun se clavaron en el rostro de Sungmin, que se había vuelto ceniciento. Él mismo se sentía como si hubiera recibido un golpe físico.

            –Puedo encontrar a mi propio esposo, señor.

            –No, ahora que eres el joven príncipe heredero–sentenció el rey–. Las cosas han cambiado, Sungmin. Has tenido tiempo de sobra para encontrar pareja; Ilsan necesita una celebración y un heredero.

            La tensión del ambiente era insoportable. Kyuhyun pensó en su isla paradisíaca, que había querido visitar la semana siguiente. En el agua azul. En las hamacas junto a la piscina.

            –¿Hará falta mi asistencia, señor? –Sungmin alzó la nariz–. Odiaría interferir con los planes reales.

            –Cuidado, Sungmin –los ojos del rey se endurecieron–. Tienes un deber que cumplir.

            –¿Acaso es culpa mía no estar preparado para cumplir ese deber? –replicó él.

            Kyuhyun captó una sutil vulnerabilidad en sus palabras que despertó su instinto protector, amenazando con interferir en su empeño de mantenerse impasible en todo momento. Era un aspecto de su naturaleza que nunca había estado en peligro antes. Decidió centrarse en lo que oía y veía. En los hechos.

            –Elegiste pasearte por Seul durante ocho años –aseveró el rey, con el rostro enrojecido.

            –Porque aquí no tenía ninguna oportunidad –le devolvió Sungmin con tono gélido.

            –No discutiré contigo, Sungmin. Necesitas un esposo. Alguien que entienda el negocio y pueda apoyarte cuando lo necesites –levantó su vaso de agua y Kyuhyun notó que le temblaba la mano–. Kyuhyun, ¿puedes acompañar a mi hijo a sus aposentos? Seguro que querrás descubrir cuanto antes la mejor manera de cumplir tus tareas.

            Kyuhyun solo estaba seguro de que su necesidad de Sungmin era mayor que nunca y de que convertirse en su guardaespaldas personal era una locura.
             
             
            –“ Necesitaré tener control absoluto. Acceso a todo” –se burló Sungmin, ácido, en cuanto llegaron a su sala de estar privada–. ¿Estás de broma?

            Kyuhyun no pudo evitar recorrer sus curvas con la mirada cuando se detuvo en el centro de la habitación, vibrante de tensión.

            Le pareció que había perdido peso. Tenía las mejillas sonrojadas y sus ojeras indicaban que había dormido tan poco como él. Aun así, estaba magnífico. Deseó tomarlo entre sus brazos y besarlo con pasión, pero se contuvo.

            –Es por tu propio bien.

            –Según algunos, también lo es el aceite de ballena, pero no me verás disparando un arpón.

            Kyuhyun suspiró, comprendiendo que la reunión iba a ser aún más difícil de lo que había pensado.

            –Sungmin, esto no tiene por qué ser incómodo.

            –No confundas mi furia con incomodidad, Kyuhyun –se alejó de él–. No puedo creer que hayas aceptado este trabajo –lo miró a los ojos–. Si querías volver a verme podrías haberme llamado –lo retó con sus brillantes ojos negros.

            –Que aceptara el trabajo no tiene nada que ver con que quisiera o no volver a verte. Y creo recordar que fuiste tú quien canceló la cena.

            –No veía sentido a salir contigo cuando fue una invitación surgida del remordimiento.

            Kyuhyun analizó su respuesta. Se preguntó si esa era la razón de que hubiera cancelado la cita.

            –No fue por remordimiento.

            –¿No? –Sungmin arqueó una ceja–. Entonces, ¿por qué te fuiste antes del amanecer?

            Kyuhyun apretó los labios al captar su tono de aburrimiento. Era el mismo que había utilizado con su padre unos minutos antes.

            –Me fui porque tenía que dar instrucciones a dos de mis hombres antes de que salieran a hacer otro trabajo –no le dijo que también había querido sorprenderlo sustituyendo su móvil roto con uno de los suyos.

            El lo miró un instante, como si no hubiera considerado esa posibilidad. En realidad, Kyuhyun entendía que lo hubiera disgustado despertarse solo tras la noche de pasión compartida. De hecho, esa era otra de las razones por las que Kyuhyun se había ido. Se había despertado sintiéndose tan bien que su instinto lo había llevado a distanciarse. Era su actitud habitual y no lo había cuestionado. Pero, si miraba la situación desde el punto de vista de Sungmin, su reacción aquella mañana tenía mucho más sentido.

            –Lo siento si te herí –murmuró, sincero.

            –¿Herirme? Tú no me heriste, Kyuhyun –Sungmin alzó la barbilla–. Me hiciste un favor, no tenía tiempo para cenar contigo –encogió los hombros–. En cualquier caso, ya es demasiado tarde.

            “¿Lo es? Sí, claro que sí”, pensó Kyuhyun.

            –Tienes razón –para empezar, era su guardaespaldas y él su cliente. Además, lo deseaba demasiado para sentirse cómodo–. Ese barco partió definitivamente –Kyuhyun paseó por la alfombra, agitado por la situación en la que se había metido si pretenderlo–. ¡Y tu padre quiere que te cases! –eso sin duda lo alejaría de su órbita.

            –¡Algo que tú nunca harás! –la afirmación de Sungmin pareció casi una pregunta.

            –Algo que nunca haré –corroboró él. Había pasado su vida adulta evitando el matrimonio, sin sentir la necesidad de reconsiderar su opinión.

            Sungmin asintió, como si fuera la respuesta previsible. Kyuhyun apretó los dientes. Su atracción física por él iba a convertir su trabajo en una tortura. Nunca antes se había sentido tan a merced de sus emociones, odiaba la sensación de no tener tanto control como deseaba.

            Sungmin empezó a pasear ante las altas ventanas, como si tuviera un exceso de energía.

            –¿Eres consciente de que si mi padre supiera lo que ocurrió entre nosotros no permitiría que te encargaras de mi protección?

            –Dime, ¿vas a decírselo tú o se lo digo yo? –preguntó él, irritado consigo mismo y con su testarudez –. ¿Puedes sentarte de una vez?

            –¿Otra orden? Voy a dejarte algo claro, Sr. Kyuhyun –apoyó las manos en sus sensuales caderas–. Si crees que voy a hacer todo lo que me digas, lo tienes difícil.

            Kyuhyun pensó de nuevo en aquella noche. Soltó el aire lentamente.

            –Lo creas o no, intento ayudarte.

            –Sí, claro. Mi protector personal.

            Kyuhyun se cruzó de brazos a esperar a que se le pasara la ira. No iba a discutir más con él.

            –Dime, ¿yo también podré darte órdenes a ti? –preguntó Sungmin, empeñado en irritarlo.

            –Trabajo para tu padre.

            –Sois como dos gotas de agua. Muy familiar –él apretó sus sensuales labios.

            –Toda esa energía que estás quemando te agotará innecesariamente –ofreció él, amable.

            –Tendrías que alegrarte de que la use andando de un lado a otro –le soltó.

            El cuerpo de Kyuhyun se incendió al oír eso. “Tranquilo, amigo. No se refiere a esa otra alternativa”, pensó él. Seguramente eso ya no sería posible a partir de ese día. No podría serlo.

            –Tómate tu tiempo –se sentó al borde de un mullido sofá–. Tengo toda la noche.

            –Pues yo no –cruzó los brazos en su pecho–. Así que me gustaría que te marcharas.

            –Antes necesito hacerte algunas preguntas.

            –Estás yendo demasiado lejos.

            –Tal vez deberíamos aclarar las cosas respecto a la noche de la boda de Hyukjae.

            –¿Te refieres a nuestra sesión de sexo?

            Su tono frío e indiferente lo llevó a preguntarse de nuevo con cuántos hombres había pasado la noche. Y eso incrementó su malhumor. Se preguntó si era como su madre, una mujer que aplacaba su lujuria con el primer hombre que tenía a mano. La mera idea lo ponía enfermo.

            –Sí –contestó.

            –¿Qué hay que aclarar? –Sungmin alzó las cejas y se apoyó en la repisa de una ventana–. ¿Has olvidado cómo se hace?

            –Sungmin...

            –Tranquilo, Kyuhyun. No voy a quitarme la ropa y pedir una repetición. A no ser que eso sea lo que quieres. ¿Por eso has aceptado el trabajo? –su voz se convirtió en un seductor ronroneo–. ¿Vas a ordenarme que me desnude, Sr. Kyuhyun?

            –No me acuesto con mis clientes –afirmó él con dureza, ignorando lo que le pedía el cuerpo–. Dime, príncipe, ¿qué es lo que más odias de que sea tu guardaespaldas, si no es lo que ocurrió entre nosotros?

            –¿Tienes un año para escuchar?

            –¿Por qué no empezamos desde cero? –Kyuhyun optó por hacerle una oferta de paz.

            –¿Actuar como si no nos conociéramos? –preguntó, dubitativo.

            –Si crees que eso puede funcionar para ti.

            –Siempre que no me des órdenes, puedo hacerlo –Sungmin encogió los hombros. Kyuhyun pensó que él, en cambio, no estaba seguro de poder.

            –Bien. Siéntate –señaló el sofá que tenía enfrente–. Necesito hacerte algunas preguntas para mi investigación.

            Al ver que no se movía, frunció el ceño.

            –¿Sungmin?

            –Puedes llamarme señor. Y, si no me equivoco, acabas de darme otra orden.

            –Y tú a mí –rechinó él.

            –Tú no has dicho que no pudiera dártelas.

            –Sungmin... Maldita sea, si no cooperas no podré hacer mi trabajo –recordó la última vez que le había dicho que ya sabía cómo hacerlo cooperar y tragó saliva. Con fuerza.

            –Pues dimite.

            –No.

            –¿Por qué no?

            –Le he dado mi palabra a tu padre y no hay nadie más a quien quiera confiar tu seguridad.

            –¿Qué te importa mi seguridad? Somos un par de desconocidos.

            Kyuhyun tragó aire. El hombre agotaría la paciencia de un santo. Recordándose que debía mantener el control, se recostó en el sofá. El gato que había en una esquina, se estiró, lo olisqueó y se acomodó en su regazo.

            –Hola, amigo –lo acarició–. Se diría que has visto días mejores.

            –Era de mi madre –su boca se curvó hacia abajo, indicando que aún lo afectaba la pérdida.

            –Retiro lo dicho –le dijo Kyuhyun al gato, que se restregó contra su mano–. Estás muy bien para un tipo de tu edad –cuando alzó la vista, vio que Sungmin lo observaba. Él se sonrojó y Kyuhyun se preguntó qué había estado pensando.

            –Creo que te odio –dijo.

            –No soy tu enemigo, Sungmin –dijo él, consciente de que el sentimiento no era mutuo.

            Las palabras “pero alguien lo es”, quedaron flotando en el aire, sin decir. Sungmin dejó caer los hombros, como si cargara con el peso del mundo.

            –¿No puede contestar las preguntas mi padre?

            –Eso depende de si sabe algo de tu vida amorosa. Por lo que he visto antes, no parece que estéis muy unidos.

            –¿Por qué quieres datos de mi vida amorosa? –estrechó los ojos con suspicacia.

            –Se investigará a toda la gente que te rodea.

            –¿Incluso a ti?

            –Yo tengo coartada para la noche en que asesinaron a Sungjin.

            –¿En serio? –Sungmin se sentó por fin, y cruzó las piernas–. ¿Cuál es?

            –Y no tengo ningún motivo para matarte –Kyuhyun la miró con ironía. “Aún”, pensó.

            –¿Estoy irritándote? –Sungmin sonrió, percibiendo su frustración.

            –No te conviene irritarme, príncipe.

            –No, me conviene que renuncies.

            –Supéralo ya.

            –¿Piensas investigar a mis artistas? –de repente, la mirada de Sungmin se volvió seria.

            –Claro que sí.

            –Sé amable. Algunos son muy sensibles.

            –¿A diferencia de ti?

            –A diferencia de mí.

            Él no le creyó. Que se preocupara por sus artistas le decía más que nada. También había visto su mirada de preocupación cuando entró al despacho del rey. Tenía corazón, simplemente lo guardaba bien. Eso lo entendía. Él había metido el suyo en una caja hacía muchos años, y quería que siguiera allí. Tenía que mantener la cabeza clara.

            –¿Quién fue tu último amante?

            Sungmin le lanzó una mirada.

            –Antes de eso –rezongó Kyuhyun.

            –¿Quieres una lista?

            –Sí –replicó él, que no la quería en absoluto.

            –Un americano encantador me libró de mi virginidad a los dieciocho años, porque le pareció divertido acostarse con un joven príncipe asiático. Después conocí a un novelista que quería escribir una gran novela. Íbamos en serio, sin que mi padre lo supiera, pero hace tres años comprendí que no queríamos lo mismo y rompimos.

            Kyuhyun comprendió que ambos hombres le habían herido, y deseó matarlos.

            –¿Lo amabas? –era una pregunta irrelevante, pero esperó que no se diera cuenta.

            –¿Qué relevancia tiene eso?

            –Si vas a cuestionarme cada dos por tres, esto no funcionará –dijo él, maldiciendo para sí.

            –Ya sabía que no funcionaría.

            –Sungmin.

            –Pensé que sí. Ahora... Ya no estoy seguro.

            Él deseó preguntar qué había ocurrido para hacerlo dudar, pero prefirió no hacerlo.

            –¿Y desde entonces?

            Sungmin le dirigió una mirada que hizo que a él se le formara un nudo en el estómago.

            –Aparte del equipo de fútbol de Ilsan al completo... –lo miró a los ojos–. Eres el último afortunado, Sr. Kyuhyun.

            Kyuhyun tragó un litro de aire ante su admisión, ignorando la pulla sobre el equipo de fútbol. Había querido pensar que era tan sofisticado como él en el arte de la seducción. Así había sido más fácil dejarlo marchar tras esa noche. Más fácil creer que entre ellos solo había química sexual.

            –Necesitaré ver tu itinerario de los siguientes días –dijo él, poniéndose en pie.

            –Le pediré a Wook que te lo envíe por la mañana –le dijo, sin alzar la mirada.

            Kyuhyun fue hacia la ventana. Por increíble que fuera, le hacía feliz que nunca se hubiera acostado con Hyukjae. Diablos. Si quería protegerlo tenía que dejar de pensar en él como una persona deseable. Y, sobre todo, tenía que dejar de pensar que iba a casarse con el estúpido que su padre eligiera.

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...