Choi Yesung apoyó el hombro contra el cristal y observó
cómo el camión del servicio de reparto aparcaba frente a la oficina de su
hermano. Sacudió la cabeza mirando a Siwon que hincaba los codos frente a un
montón de papeleo.
—Los ha devuelto otra vez. Siwon levantó los ojos y
sonrió.
—Lo esperaba. Sobre todo después del modo en que nos despedimos
ayer en su tienda.
Yesung miró a Kyuhyun, que estaba sentado junto a la
mesa.
—¿Hasta cuándo piensas seguir con esto? ¿Hasta que los
gastos de envío te arruinen?
—Tanto como haga falta —dijo Siwon levantándose.
—¿No te das cuenta de que no quiere nada de ti? —dijo Kyuhyun.
Pero Siwon ya había salido a recibir al repartidor en el
vestíbulo. Le dio una propina para que volviera a intentarlo y se obligó a
sonreír. Era un joven testarudo. Tan sólo se trataba de regalos para su niño.
Heechul cruzó los brazos sobre el vientre y lanzó al
repartidor una mirada hostil antes de que llegara a poner un pie en el primer
escalón del porche.
—Devuélvalos.
El hombre pareció profundamente deprimido.
—Señor, son los mismos paquetes que devolvió ayer y esta
misma mañana.
Heechul echó un vistazo al cajón de embalaje y se apartó
para dejarle pasar. El repartidor le hizo una seña a su compañero. En pocos
segundos, el rincón de su salón estaba lleno con cajas de las mejores tiendas
de la ciudad.
Maldito fuera Siwon. Llevaban así desde el día anterior y
todavía se negaba a darse por aludido. Cerró la puerta, tomó una determinación
y marcó el número de su hermano. Iba a decirle que consiguiera una orden del
juez para que dejara de molestarlo, pero colgó sin pronunciar palabra. Miró el
montón de cajas. No pensaba abrir ni una sola, pero tampoco tenía intención de
pasar su día libre descargando su mal humor con los mensajeros.
—Oiga, señor! No puede aparcar aquí.
—Pues acabo de hacerlo —dijo Heechul, subiendo con
decisión la cuesta. El hombre reparó de inmediato en su vientre.
—¿Choi Siwon, dónde está?
El hombre tragó saliva.
—Quédese aquí y en seguida voy a buscarlo. No se mueva,
¿de acuerdo?
El hombre extendió ambas manos como para detenerlo. Heechul
le sonrió con dulzura. Las personas embarazadas tenían aquel efecto sobre
algunos hombres. Era una ventaja de la que pensaba aprovecharse sin piedad.
—Encuéntrelo rápido —dijo un poco sin aliento y
palpándose el vientre con gesto teatral.
El pobre hombre salió a la carrera, dejando caer al suelo
un montón de tablas y herramientas. Sin embargo, la escena no mejoró su humor.
Iba a decirle a “Papá Dólares” que saliera de su vida para siempre, empezando
en aquel mismo instante.
—Eh, jefe! Tienes visita —gritó.
Siwon le hizo señas de que esperara a que acabase de
comprobar la mezcla de cemento. Entonces se puso en pie y le ordenó a sus
hombres que empezaran a verterlo.
—¿Inspectores?
—Ni por asomo.
Siwon se dio la vuelta al oír el tono de su capataz. Estaba
mirando hacia atrás por encima del hombro visiblemente nervioso. Era la primera
vez que veía nervioso al antiguo sargento de artillería de los marines. Siwon
salió del socavón. Vio a Heechul de inmediato y fue a lavarse el polvo y el
sudor en un cubo de agua. No le quitó los ojos de encima mientras se secaba y
entonces avanzó, tirándole la toalla a su capataz.
—¿Has dejado preñado a ese chico, jefe?
—Mira, ya me conoces.
El capataz se sonrió ante su cara de inocente.
—Claro, por eso lo preguntaba.
—Cubríos! ¡Hay un joven en el tajo! —bramó Siwon.
Y sus hombres empezaron a ponerse las camisas mientras
procuraban usar un lenguaje decente. Heechul le vio bajar la cuesta con aquel
paso relajado y sintió que el pulso se le aceleraba. No era justo. Y, para
acabar de empeorar las cosas, él se detuvo demasiado cerca.
Heechul retrocedió y se hizo sombra en los ojos con la
mano para poder mirarlo.
—Esto tiene que acabar, señor Choi.
—¿Cuándo vas a llamarme Siwon?
—Cuando los burros vuelen.
—¿Qué?
—Cuando van en avión.
Heechul le miró con disgusto.
Heechul le miró con disgusto.
—Y cerdos de variado pelaje también se han hecho famosos
volando en avión.
Heechul torció los labios y se rindió.
—Siwon, los regalos tienen que terminarse.
Siwon exhibió una sonrisa triunfal.
Siwon exhibió una sonrisa triunfal.
—Quiero que mi hijo tenga lo mejor.
—Para eso me basto yo solo.
—Pero Key me ha dicho que todavía no le habías comprado nada.
—Conque sonsacando a mis empleados cuando me hallo
indispuesto, ¡estupendo!
—No le eches la culpa a Key, sólo trataba de darme conversación.
Creí que podía ayudar un poco.
—¿No puedes meterte en la cabeza que no te quiero en mi
vida? ¡No quiero nada de ti!
Heechul estaba chillando y tenía los puños cerrados. Siwon retrocedió.
—Vale, de acuerdo. Pero cálmate.
—Estoy calmado —dijo él entre dientes.
—No, no lo estás. Y quedarte bajo este sol tampoco va a ayudarte. Ven.
Sin esperar que aceptara, lo tomó del brazo y lo llevó a
su coche, que estaba aparcado a la sombra de un árbol. Contempló el Jeep Grand
Cherokee negro de Siwon. El suyo era marrón. Siwon sonrió.
—Parece que tenemos gustos parecidos.
El mismo modelo y del mismo año. Era siniestro.
—¿Quieres un poco de agua?
—Sí —dijo Heechul, con la intención a aclarar sus pensamientos.
Siwon lo observó mientras bebía. Se dio cuenta de que
aquél se había convertido en su pasatiempo preferido últimamente.
—Y ahora dime el verdadero motivo por el que no quieres
aceptar mis regalos. También es mi hijo.
—Sí, tienes razón. Pero, Siwon, yo fui inseminado
artificialmente por la muestra número 3—4—6 o algo a sí. Lo hice porque quería
un bebé que fuera exclusivamente mío, no con la esperanza de que el padre
metiera las narices en mi vida y echara a perder mis planes.
Siwon sintió que algo le oprimía el pecho impidiéndole
respirar. Miró a lo lejos y tragó
saliva.
—No puedo dejar de desearlo, Heechul, de modo que no me
lo pidas. Nunca pensé que tendría esta oportunidad. ¿Y por qué iban a arruinar
tus planes unos cuantos regalos? —preguntó mirándolo a los ojos.
—¿Unos pocos? ¡Por el amor de Dios! ¿Has comprado todo Sears
o sólo el departamento infantil?
La sonrisa de Siwon era un poco tensa.
—Fue muy divertido. Con sólo pensar en este niño me
vuelvo loco.
—No puedes hacer esto, Siwon. Ni muebles ni ropas. No,
otra vez no.
¿Otra vez? Siwon se dio cuenta de que la tensión de su
rostro hablaba por sí sola.
—Dime, ¿qué es lo que te asusta tanto?
Heechul se apoyó en el coche con un suspiro, bebió un trago de agua y le miró fijamente.
—Ya he perdido a un niño antes, Siwon. Fue muy duro. Lo
tenía todo comprado y, cuando aborté, sufría al mirar aquellas cosas. Lo di
todo a la beneficencia y me juré que no volvería a comprar
nada hasta que no tuviera a mi niña en brazos.
—Lo siento, Heechul. ¡Dios! Hay veces que me comporto
como un verdadero idiota. ¡Mira! Por lo menos estamos de acuerdo en algo, ¿no?
—Supongo —dijo él con una chispa de humor.
Sin embargo, Siwon continuaba sintiéndose inquieto.
—¿Cuánto tiempo llevabas embarazado cuando sufriste el
aborto?
—Doce semanas.
—¿Y qué dice el doctor Lau sobre este niño?
Heechul pareció ofenderse.
Heechul pareció ofenderse.
—Ocúpate de tus propios asuntos, Siwon.
—Tú eres asunto mío, Heechul.
Siwon le puso los brazos a los lados, encerrándolo entre
ellos. Se inclinó hasta que sus caras estuvieron muy cerca.
—No vas a perder a este niño —dijo con absoluta
convicción—. Lleva sangre Choi y si tengo que vigilarte cada minuto del día, lo
haré.
¡Fantástico! Había conseguido convertirle en una mezcla
de niñera y de perro guardián.
—Mira, Siwon. No soy ningún estúpido. Llevo mucho cuidado
y he llegado hasta aquí sin tu ayuda.
Siwon se apretó suavemente contra él, encantado al sentir
el contacto con su vientre. Miró un momento aquellos beligerantes ojos cafe
como un halcón a su presa y cubrió su boca con los labios.
Heechul se sobresaltó y dejó caer la botella de agua.
Empujó con ambas manos contra su pecho. Giró la cabeza para evitarle, pero él
siguió su movimiento, saboreándolo una y otra vez. De repente, él le dejó
hacer. Siwon lo mantenía inmóvil sin necesidad de sujetarlo, sólo con el roce
de sus labios y su lengua, enviando oleadas de deseo que traspasaban su cuerpo.
La mente de Heechul gritaba que le abofeteara, que le hiciera daño, pero no
podía. Tenía la sensación de que hacía siglos que no lo besaban y que, en
cualquier caso, nunca lo habían besado así. Las piernas ni siquiera notaban su
peso, los gemidos escapaban de su garganta, las manos se aferraban a su camisa
y él seguía besándolo. Abrió los labios para él, para que ahondara el beso,
explorando su sabor y dejando que su impulso sensual lo llevara a un lugar
desconocido.
“Ohh, Siwon!”
“Ohh, Siwon!”
Siwon notó el momento en que Heechul se rindió, sintió
que se ablandaba deliciosamente y que su respiración se aceleraba al compás de
la suya. Y cuando le abrió los labios creyó que se desgarraba y tuvo que
batallar contra su necesidad de buscar más y más para siempre! Apretó los dedos
contra el metal frío del coche, sabiendo que se encontraba a punto de estallar.
Antes de cometer una estupidez irreparable, se retiró despacio, robando un último
y breve beso.
Heechul abrió los ojos esperando ver arrogancia en su
expresión, pero sólo encontró una ternura que lo dejó sin aliento.
—Tú no has creado este niño por ti mismo, Heechul puede
que yo no haya tenido el placer de estar dentro de ti primero, pero una parte
de mí lo está ahora.
Siwon se apartó abruptamente, obligándolo a soltar la
camisa. El mensaje estaba claro. Allí estaba desarrollándose algo más que un
niño.
Heechul se dirigió a su coche sin decir palabra y puso en
marcha el motor. Salió de allí levantando una nube de polvo y piedras,
diciéndose que lo había complicado todo, que con aquel beso le había entregado
una parte de sí mismo que nunca podría recuperar.
Siwon esperó a que el polvo se disipara y se dejó caer
contra el coche. Cerró los ojos y se pasó una mano temblorosa por el pelo. Si
aquel joven llegaba a averiguar el poder que tenía sobre él y lo usaba, iba a
tener verdaderos problemas. El cielo sabía que ya estaba metido en un buen lío.
La entrepierna de los pantalones estaba tan tensa que le parecía que iba a
reventar las costuras si se movía.
Jamás había deseado nada tanto como deseaba tener aquel
niño, ser su padre.
Sin embargo, después de haber experimentado el fuego de
su sensualidad, deseaba a Heechul mucho más.
Siwon enganchó los pulgares en las trabillas del pantalón
y miró a Heechul. Habían vuelto a la primera casilla. Se daba cuenta por la
frialdad con que le hablaba desde la puerta, como si nada hubiera ocurrido
entre ellos.
—Comprendo
cómo te sientes con los paquetes, Heechul. He pensado en quitarlos de tu vista.
Heechul se secó la transpiración del rostro y del cuello
con una toalla que llevaba sobre los hombros.
—Ya no hace falta.
—Sí —dijo él entrando sin que le invitara.
Dos hombres le seguían y él se apartó de la puerta. Una
vez dentro, Siwon se detuvo en seco. El interior espacioso y rústico de la casa
hizo que se sintiera bienvenido e inmediatamente relajado. Casi podía ver a un
niño de pelo negro deslizándose por la brillante barandilla de la escalera como
un ninja del surf. Aquello le hizo sonreír.
Alguien carraspeó. Siwon vio que Heechul hacía un gesto
interrogante hacia los dos hombres que esperaban en el vestíbulo.
—Estos dos individuos de aspecto sospechoso son mis
hermanos, Yesung y Kyuhyun —dijo él mientras le ponía un brazo sobre los hombros
a cada uno—. Chicos, éste es Heechul. A ver si os comportáis.
Con una palmada amistosa en ambas espaldas,
Siwon pasó entre ellos Heechul supo que Siwon había
puesto a toda su familia al tanto de la situación. Los dos hermanos lo miraban
como si nunca hubieran visto un joven embarazado. A pesar de todo, su asombro
aumentó cuando Yesung y Kyuhyun se acercaron y lo besaron en la mejilla.
—Hola, Heechul —dijo Yesung con voz suave.
—Eres más guapo de lo que él nos había contado —dijo Kyuhyun, moviendo las cejas arriba y abajo.
Era evidente que Siwon no detentaba el monopolio del
encanto en la familia. Hubo de reconocer que Jungsoo tenía razón, eran como
para caerse de espaldas.
Mientras cerraba la puerta, se dio cuenta que Siwon
inspeccionaba la casa. Extrañamente, no le molestó como habría debido. Fue a la
cinta continua para apagar el molesto bip bip del marcapasos. Siwon apareció de
inmediato a su lado.
—Dime que no estás corriendo sobre este trasto.
—Trata de andar con ocho kilos extra alrededor de la
cintura. No me hables de correr —dijo antes de vaciar la botella de agua de un
trago.
—Y tu doctor...?
—Por favor, no empieces —le advirtió secamente—. Sí, ha
dado su visto bueno. Corría antes de quedarme embarazado y ahora sólo camino.
Los dos hermanos parecían un poco avergonzados de él.
Bien, no deberían estar allí. Siwon no tenía derecho a contárselo a nadie.
—¿Corres? —preguntó él asombrado.
—Y tú, ¿qué ejercicio practicas? —preguntó Heechul,
aunque detestaba parecer tan condescendiente.
—Me basta con mi trabajo.
Sin pensar, Heechul contempló los músculos. Aquello trajo
a su memoria el recuerdo del beso.
—Si, lo supongo.
Heechul se arrepintió del comentario en cuanto vio su
sonrisa de Gato de Cheslire. Refunfuñando, se quitó del medio. Los hermanos
trabajaron con eficiencia bajo su mirada atenta. Hicieron falta más de una
docena de viajes por cada uno para despejar el salón y, aunque Yesung y Kyuhyun
querían acabar deprisa para librarse de aquella situación incómoda, Siwon se
detenía cada vez que pasaba por delante para decirle algo. Cuando terminaron,
les ofreció un té helado. Los dos hermanos menores bebieron el suyo
rápidamente, pero Siwon no tenía tanta prisa. Antes de que se diera cuenta, Yesung
y Kyuhyun habían desaparecido y Siwon seguía en su salón. Se resignó a sufrir
su presencia, recogió los vasos y le hizo un gesto de que lo acompañara a la
cocina.
—¿Qué vas a hacer con todo eso? —preguntó Heechul de
camino al fregadero.
—Lo guardaré hasta que puedas tener a tu bebé en brazos.
Los ojos de Heechul se humedecieron de inmediato, Siwon le pasó los nudillos por la mejilla.
—Heechul?
Él no se movió.
—Gracias, Siwon —dijo en un susurro.
—De nada —dijo él mientras apartaba la mano.
Las de Heechul temblaban mientras abrían un armario y
sacaban vasos limpios. Entonces se separó rápidamente de él. Lo disimuló
sacando más té y frutas escarchadas del frigorífico. Por enésima vez volvió a
recordarse que todo aquel encanto y sensibilidad sólo perseguía un objetivo,
apoderarse de su niña.
Siwon se dedicó a inspeccionar la cocina e incluso llegó
a mirar en el interior de un armario. Todo estaba en orden, limpio, impoluto.
¡Dios, si hasta las especias estaban por orden alfabético! Se preguntó si su
hijo iba a tener que enfrentarse al horror de crecer con los calzoncillos
almidonados y la cara siempre limpia. ¡Demonios! El tenía que contratar a un
ama de llaves sólo para encontrar la cama.
—¿Siempre eres tan fanático?
—¿Cómo dices?
—Tienes todo organizado al detalle —dijo con un gesto que abarcaba la casa.
—Es mi vida, Siwon. No la tuya.
—Bueno... —dijo cruzando los brazos sobre el pecho en
actitud prepotente—. No estoy seguro de que quiera que mi hijo crezca con el
miedo de manchar con los zapatos sucios el suelo.
Heechul le miró con recelo.
—¿Tratas de empezar algo?
Siwon lo contempló lánguidamente. Incluso con una
camiseta enorme y los leotardos le parecía terriblemente atractivo.
—¿Es una invitación?
—Eres patético, Siwon.
—¿Porque me atraes?
—Te sientes atraído hacia el appa de tu hijo, nada más.
Siwon detestaba la determinación de su voz. Lo sujetó del
brazo y lo acercó contra su costado. El calor los envolvió.
—El joven que besé ayer no era un appa. Y no me digas
que fue un error porque, aparte de este niño, es lo mejor que me ha pasado en
mucho tiempo.
Lo miró con un deseo tan evidente que Heechul pensó que
iba a besarlo otra vez. Sin embargo, él tomo un trozo de fruta de la bandeja
que llevaba en las manos, se la metió en la boca y fue a la puerta.
—Hasta luego. Llego tarde a un partido de béisbol.
Heechul se quedó parpadeando, sintiéndose como un estúpido.
Siwon presintió su perplejidad y le ofreció la pantomima completa con efectos
sonoros, público incluido.
Terminó encasquetándose una gorra imaginaria y bajando
los escalones de su porche pavoneándose.
Hasta que no terminó la bandeja de fruta, Heechul no se
dio cuenta de que sentía celos de... un partido de béisbol. ¡Por favor!
Aquello no podía ser bueno.
Dos días después, Siwon miraba al hombre que se sentaba
al otro lado de la mesa del despacho sintiéndose como un niño en la oficina del
director. El administrador leyó los papeles en los que figuraban sus
antecedentes y todo lo que había podido averiguar sobre Heechul.
—Ha dejado el nombre del chico y la fecha de nacimiento
en blanco.
—Lo sé.
—Señor, no puedo admitir una solicitud de ingreso en la
Academia SM sin esos datos.
Siwon se sintió incómodo. Aquello iba a ser peliagudo.
Siwon se sintió incómodo. Aquello iba a ser peliagudo.
—El niño todavía no ha nacido.
El director le miró por encima de las gafas.
—¿Cómo ha dicho?
—el joven Kim todavía no ha dado a luz a mi hijo y yo
quiero que asista a esta escuela. Ya que su lista de espera es condenadamente
larga y supone prácticamente tres años, he pensado que no haría daño empezar
cuanto antes.
—Lo ha malentendido, señor.
De inmediato, a Siwon le disgustó el aire de superioridad
del director y supo que aquella entrevista no iba a salir bien.
—La Academia SM es la mejor escuela del país y sí,
investigamos a fondo a nuestros aspirantes. Pero, no es sólo que su hijo no
haya nacido, sino que él o ella no es...
Aquel hombre apartó la mirada un momento y Siwon se vio
consumido por una rabia desmesurada.
—Legítimo? —dijo con los dientes apretados.
—Vaya, sí.
Siwon se inclinó hacia delante.
—¿Está diciendo que puede rechazar a un niño inocente,
negarle la mejor educación, por el mero hecho de que sus padres no estén
casados?
El director se sonrojó, azorado.
—Bueno, no. No exactamente.
—Entonces, dígame exactamente por qué.
—La Academia SM tiene unos baremos muy elevados...
—Que son pura discriminación.
Siwon se puso en pie y le arrebató el formulario de las
manos. Se cernió sobre el administrador con los puños sobre la mesa.
—Y usted parece olvidar que sus baremos incluyen por ley
a todo el mundo.
—Esta es una escuela privada, señor Choi.
—Y yo soy miembro del consejo de educación, señor. Mi
empresa levantó esta escuela.
El director empezó a ponerse pálido.
—Señor Choi, si se tranquiliza un poco, podremos llegar a
un acuerdo. Al fin y al cabo, se trata del nieto de un senador Y el niño aún no
ha nacido. ¿No debería considerar el...?
—No se atreva a decirlo!
—No, claro. Qué poca delicadeza por mi parte.
Siwon le aferró la muñeca.
—Tramite la solicitud. Ya veremos quién continúa en esta
academia dentro de un par de
años.
El director tragó saliva. Su nuez de adán subía y bajaba
como un corcho en el agua. Siwon dominó sus instintos asesinos y salió de allí
echando chispas.
Volvió a la obra. Su hijo iba a ser ilegítimo, un bastardo.
Aquello le dejaba un sabor amargo en la boca y un rictus violento en los
labios. Ese sólo era el principio de lo que iban a encontrarse Heechul y él, de
lo que su hijo tendría que sufrir. Pero Siwon era capaz de cualquier cosa con
tal de proteger a su hijo mucho antes de que tuviera que enfrentarse al
ridículo. Descargó un puñetazo violento contra el volante. Decírselo a Heechul
no iba a ser fácil. Aquello iba a hacerle daño. Sin embargo, al mismo tiempo
podía servir para que se diera cuenta de lo que estaba haciendo, de que tener
un hijo en aquella ciudad pequeña, un niño que no iba a llevar el apellido del
padre, iba a convertirse en una bola de nieve que acabaría estrellándose contra
su propia puerta.
—No lo habrás hecho! -Siwon asintió.
Estaban al fondo de la tienda. Heechul cerró los ojos y
rogó al cielo que le otorgara paciencia.
—De ninguna manera consentiría que un hijo mío fuera a
ese nido de snobs. ¿Por qué no se te ocurrió consultarme siquiera antes de
hacer algo tan.., monstruoso? Además, tampoco tienes el menor derecho. Te
habría dicho que te metieras en tus propios asuntos.
Siwon no podía evitar que le gustaran aquellas
demostraciones de temperamento.
—Te pongo nervioso, ¿verdad?
—ja! Lo que me pones es enfermo, lo suficiente corno para
vomitar. ¿Cómo te atreves a darle a nadie detalles privados sobre mí? —dijo
echando chispas mientras ordenaba la ropa en las perchas y procuraba no
mirarlo.
—Eh! Que no dije nada que no fuera obvio —dijo él mirando
significativamente su vientre—. Tener un hijo por tu cuenta y riesgo fue una
decisión exclusivamente tuya.
—Sí, y me iba perfectamente hasta que apareciste
Siwon no estaba dispuesto a aguantarlo por más eso.
Siwon no estaba dispuesto a aguantarlo por más eso.
—Quiero que mi hijo lleve mi apellido. Podemos acabar con
todos esos cuchicheos en una hora, lo sabes de sobra.
—;No!
Todos los clientes de la tienda se quedaron mirandolo. Heechul bajó la voz.
—No. No necesito tu apellido. Kim ha sido bastante bueno
para mí y lo será para mi hija. Podré aguantar lo que venga. De todas maneras,
has sido tú quien ha destapado la caja de los truenos.
—Me he equivocado, Heechul.
Siwon volvió a contemplarlo y sus ojos se llenaron de
deseo. Heechul olía a especias, al fuego de su temperamento.
—Sabes lo hermoso que eres?
—Sí, igual que un camión de cemento —se burló Heechul, a pesar de que la transpiración le
empapó el cuello resbaló por su cuerpo—. Naturalmente,
eso podía ser excitante, ya que trabajas en la construcción, ¿no?
—Tú sí que eres excitante.
Estaba muy cerca de él, rozándole el muslo con la pierna.
Heechul sentía aquel cuerpo masculino y ardiente, aquellos ojos que le miraban
como si él fuera un postre. Le temblaron las piernas y su cuerpo pareció
oscilar hacia él. Heechul se pasó la lengua por los labios.
Siwon bajó la cabeza hasta que Heechul sintió su aliento en la boca
—Lo siento. Me he precipitado, he actuado sin pensar.
Heechul contempló sus negros ojos y le puso una mano en el pecho.
—Lo sé. En realidad no ha sucedido nada irreparable.
La suavidad de Heechul le excitaba, sintiendo su
excitación, Siwon gimió y buscó su boca. Amoldó a sus labios y le puso las
manos en la nuca, atrayéndole más cerca. Sintió que las manos de Siwon le
acariciaban la base de la espalda y más abajo.
La campanilla sonó.
De repente, Heechul se apartó con las mejillas encendidas
y una mirada acusadora. Siwon sonrió. Heechul estaba sonrojado, tenía los
labios hinchados, su entrepierna empujaban contra la tela de su pantalón. Siwon
contempló aquella evidencia delatora y luego lo miró a la cara.
—Tú me deseas —dijo en voz baja.
—No —respondió él al instante, sin pensar.
Era mentira y él lo sabía. Heechul estaba furioso por
perder el control cada vez que lo tenía cerca. Volvió a recordarse que sólo
quería a su hijo y no a él. No podía fiarse de él ni de sus intenciones, por
muy guapo y sexy que fuera, por mucho que su cuerpo ardiera como una hoguera
cada vez que lo tocaba.
—Estás volviendo a hacerlo.
—Qué hago? —dijo, como si no lo supiera.
—Me estás cerrando la puerta, reprimiendo tus sentimientos
—dijo él mientras lo sujetaba del brazo—. Porque no quieres confiar en mí ni en
ti mismo.
—Tienes razón. No me fío de ti ni de tus intenciones.
—De lo que no te fías es de lo que sientes —dijo él,
sacudiendo lentamente la cabeza. Heechul trató de reírse pero fracasó. Para
Siwon las cosas se aclararon un poco.
—No puedes apartarme, Heechul. No me iré. Estoy dentro de
tu vida y, si es necesario, algún día te demostraré que es a ti a quien deseo.
El niño sólo es un dividendo añadido.
—Hará falta algo más que unos pocos besos para conseguir
que crea en ti. ¿Y qué es eso de un dividendo añadido? Dejaste muy claro que
querías a mi niña para ti solo. No te hagas ilusiones de que pueda haber algo
más que un poco de deseo entre nosotros. Mi bebé y yo somos una sola persona.
Siwon apretó los labios en una línea sombría, su
expresión era furiosa y decidida.
—No lo seréis por mucho tiempo.
Giró sobre sus talones y salió de la tienda echo una
furia. Heechul pasó el resto del día sumido en una confusión inquieta,
preguntándose qué haría Siwon continuación.
Waa en verda que Hee es un terco de primera.
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