Amor en Altamar- Capítulo 2



Chang Donghwa era norteamericano de segunda generación, pero proclamaba a viva voz su ascendencia escocesa. Lo que no poseía era el fuerte temperamento típico de los escoceses. El suyo podía considerarse bastante apacible, sin embargo, el escaso mal carácter que pudiera tener, se había visto sometido a prueba hasta el limite durante la noche anterior y la mitad del día siguiente por parte del menor de los hermanos Lee.

Donghwa, al ser vecino de la familia, los conocía desde siempre, había navegado en sus barcos, comenzando como grumete del viejo Lee hasta terminar como primer oficial. Pero aun cinco años después de haber abandonado el mar, Donghwa no había sido capaz de alejarse del mundo de la navegación. Ahora se ocupaba de verificar el buen estado de conservación de los buques de la Mokpo cuando regresaban a puerto.

Tras la muerte del viejo, seguida poco después por la de su esposa, Donghwa en cierto modo había adoptado a los hijos, aunque era sólo siete años mayor que el hermano mayor. Al fin y al cabo siempre había sido muy amigo de la familia. Los había visto crecer, había estado a su lado para darles un consejo cuando el viejo no estaba, había enseñado a los muchachos, y también a Donghae, casi todo lo que sabían sobre barcos. A diferencia del padre, que sólo pasaba en casa uno o dos meses entre un viaje y otro, Donghwa podía dejar transcurrir entre seis meses y un año antes de que el mar volviera a reclamarlo.

Como suele ocurrir cuando un hombre es más devoto del mar que de su familia, podía calcularse la duración de los viajes paternos por el nacimiento de los niños. Seunghun era el primogénito y tenía ya cuarenta años, pero una ausencia de cuatro años en el Lejano Oriente separaba su nacimiento del de Yunho, cinco años menor. Yoochun nació otros cuatro años después, y transcurrieron otros cuatro antes de que llegara Hyunjoong. El nacimiento de éste era el único que el viejo había presenciado, pues una tormenta y los graves daños sufridos por su barco le obligaron a permanecer en puerto durante todo aquel año. Después, un contratiempo tras otro lo mantuvieron en casa un año más, lo suficiente para llegar a ver el nacimiento de Hyunjoong e incluso para encargar a Kyujong, que nacería once meses después.

Luego venía el menor de la familia, el único joven, con otros cuatro años de intervalo entre él y Kyujong. A diferencia de los varones, que se entregaron a la mar en cuanto tuvieron la edad suficiente, Donghae estaba siempre en casa para recibir a todos los barcos. Por eso no era raro que Donghwa le tuviera cariño, después de haber pasado más tiempo con él que con ninguno de sus hermanos. Lo había visto crecer y lo conocía bien. Se sabía todas sus triquiñuelas para salirse con la suya, por lo que debería de haber procurado mantenerse firme ante su última extravagancia. Sin embargo, allí estaba, a su lado ante la barra de una de las tabernas de peor reputación del puerto. Eso habría sido suficiente para hacer que un hombre volviese al mar.

Si algo cabía agradecer, era que el muchacho hubiera comprendido en seguida que, en aquella ocasión, sus locas ideas lo habían llevado demasiado lejos. Estaba nervioso como un cachorrito, pese al puñal que llevaba en la manga y el otro que había escondido en la bota.
De cualquier forma, su condenada tozudez no le permitía salir de allí hasta que el marinero que viajó con Shang hiciera su aparición. Al menos se las habían ingeniado para ocultar que era un elegante y delicado joven.

Donghwa había supuesto que aquel obstáculo le impediría acompañarlo a la cita, pero él, a sus espaldas, había salido ya entrada la madrugada a robar la ropa que colgaba de un tendedero. Le mostró las prendas por la mañana.

Ocultaba sus delicadas manos en los guantes más mugrientos que Donghwa había visto en su vida, tan grandes que apenas lograba levantar la jarra de cerveza que él le había traído. Los remendados pantalones, en cambio, tendrían que haber sido bastante más anchos a la altura del trasero. Las botas que calzaba eran de él, pero las había estropeado de tal manera que sería imposible repararlas; así pasaban por un calzado que habría debido tirarse hacía años. Su bien cuidado cabello se escondía bajo una gorra de lana, encasquetada de modo que le cubría el cuello, las orejas y tambien los ojos, siempre que se las compusiera para mantener la cabeza gacha, cosa que conseguía hacer.

En verdad daba lástima, pero lograba confundirse entre aquel montón de andrajosos que rondaban por el muelle mejor que el mismo Donghwa con su ropa: no era lujosa, pero sí de mejor calidad que la que llevaban aquellos rudos marineros... Al menos, así fue hasta que aparecieron por la puerta dos caballeros de la aristocracia.

Resulta sorprendente el modo en que enmudece una habitación ruidosa cuando aparece un elemento que está fuera de lugar. En este caso, sólo se oyó alguna respiración pesada y, quizá unos pocos, el susurro de Donghae:

-¿Qué pasa?

Donghwa, en vez de responder, le propinó un codazo para hacerle guardar silencio, al menos hasta que pasaran esos tensos segundos en que todo el mundo contemplaba el atuendo de los recién llegados y decidía que lo mejor era ignorarlos. A partir de ahí, el ruido fue aumentando de forma gradual. Al mirar a su acompañante, Donghwa advirtió que aún se esforzaba por no llamar la atención, no haciendo otra cosa que mirar fijamente su jarra de cerveza.

-No son nuestros hombres. Sólo un par de aristócratas, a juzgar por su aspecto elegante. Me parece un poco raro que hayan venido aquí.

Donghwa percibió algo que parecía un resoplido y que se transformó luego en un susurro:

-¿No he dicho siempre que no saben qué hacer con tanta arrogancia?

-¿Siempre? – Donghwa - Según recuerdo, sólo empezaste a decirlo hace seis años.

-Sólo porque hasta entonces no me había dado cuenta- protestó Donghae.

Aquel tono, por no mencionar lo falso de la afirmación, estuvo a punto de arrancar una carcajada a su compañero. El rencor que el muchacho sentía hacia los ingleses, que le habían robado a su Shang, no había cedido con el final dela guerra; probablemente no desaparecería mientras no recuperara al chico. Pero sobrellevaba esa aversión de manera controlada. Al menos, eso era lo que Donghwa había pensado siempre. Los hermanos rabiaban y lanzaban pintorescas invectivas contra las injusticias que los británicos infligían a los norteamericanos, perpetradas por la nobleza gobernante. Y esto ya les ocurría desde mucho antes de la guerra, antes de que sus bloqueo afectara a la marcha de sus negocios. Si alguien tenía mala voluntad hacia los ingleses, ésos eran los hermanos Lee.

Por lo tanto, durante más de diez años el joven había oído la expresión referida a los ingleses, pero entonces se limitaba a escuchar con leves gestos de asentimiento, solidarizándose con la situación de sus hermanos sin sentirse implicado. Sin embargo, cuando los abusos británicos la afectaron personalmente con la desaparición de su prometido, la historia cambió. Simplemente expresaba su aversión con más delicadeza.

Donghae percibió la diversión de Donghwa sin ver siquiera su gran sonrisa. Se sintió tentado de darle un puntapié en la espinilla. Cuando él estaba temblando en su asiento, temeroso hasta de levantar la cabeza en aquel atestado infierno, lamentándose de la tozudez que lo había llevado hasta aquel lugar. Por un momento, se sintió impulsado a volverse para echar un vistazo a aquellos elegantes caballeros. Seguramente estarían emperifollados de pies a cabeza, según era la costumbre entre los de su clase. No le cabía en la cabeza que a Donghwa pudiera haberle divertido lo que acababa de decir.

-el marinero, Donghwa. ¿Te acuerdas? El motivo por el que hemos venido. Si no es demasiada molestia...

-Anda no te enfades - le regañó con suavidad.

Donghae suspiró.

-Disculpa. Pero me gustaría que ese fulano apareciera de una vez, si es que piensa venir. ¿Estás seguro de que no está aquí?

-Hay unas cuantas verrugas en las mejillas y las narices de esta gente por lo que veo, pero ninguna de un centímetro de longitud en el labio inferior de un rubio bajo y regordete, de unos veinticinco años. Con esa descripción sería muy difícil que no lo reconociéramos.

-Si es que la descripción es acertada - apuntó Donghae.

Donghwa se encogió de hombros.

-Es todo lo que sabemos. Mejor que nada, creo yo. No me gustaría ir de mesa en mesa a preguntar...¡se te está cayendo el gorro, arreglálo ni..!

-¡Chist!- lo acalló Donghae, antes de que completara la palabra niño. Pero levantó inmediatamente el brazo para arreglarse.

Por desgracia, al hacerlo levantó el suéter, descubriendo así el ceñido trasero que ni por casualidad podía confundirse con el de un varon. Con la misma celeridad volvió a cubrirlo poniendo los brazos en la barra, pero antes de que lo viera uno de aquellos dos caballeros bien vestidos, los mismos que tanta curiosidad habían despertado con su llegada y que ahora estaban sentados a una mesa, a dos metros de distancia.



Kim Hyukjae se quedó intrigado, aunque no dio muestras de ello. Aquélla era la novena taberna que visitaba con Siwon en busca de Yoon Hyunsang, el primo escocés de Heechul. Esa mañana se había enterado de que Yoon, en su intento de lograr que Heechul lo aceptara por marido, había llegado a raptarlo, aunque él se las había arreglado para escapar. Ese era justamente el motivo por el que Siwon acababa de casarse con el joven: para protegerlo de ese primo procaz. Siwon estaba decidido a buscar al individuo para impresionarlo con una buena paliza, ponerlo al corriente de la boda de su primo y enviarlo de regreso a Escocia, no sin advertirle que no volviera a molestarlo. Todo para proteger al recién casado... ¿o acaso en la participación de su hermano había algo más personal?

Cualesquiera que fuesen sus verdaderos motivos, Siwon estaba seguro de haber hallado a su hombre en el pelirrojo que estaba sentado ante el mostrador. Por eso se habían instalado tan cerca, con la esperanza de oír algo, pues sólo sabían que Yoon Hyunsang era algo, pelirrojo, de ojos azules y acento inconfundiblemente escocés. Esto último se reveló un momento más tarde, cuando el hombre elevó un poco la voz en una frase que Hyukjae hubiera jurado era simplemente un reproche contra su achaparrado compañero. Pero Siwon sólo reparó en el fuerte acento escocés.

-Ya he oído bastante -dijo secamente, levantándose con celeridad.

Hyukjae, mucho más familiarizado que su hermano con las tabernas del puerto, sabía a la perfección lo que ocurría en cuanto alguien iniciaba una pelea. En cuestión de segundos, a los contrincantes se les agregaba la taberna entera. Y aunque Siwon, al igual que él, fuera un boxeador de primera, en lugares como aquél no se aplicaban las reglas de la caballerosidad. Mientras uno estaba ocupado en esquivar los golpes de un hombre, lo mas probable era que otro le clavase una puñalada por la espalda.

Le bastó imaginar eso para sujetar a su hermano por el brazo, susurrando:

-No has oído nada. Actúa con sensatez, Siwon. Nadie sabe cuántos matones suyos hay aquí. Podemos esperar perfectamente un poco más, hasta que salga.

-Tú podrás esperar cuanto quieras, pero yo tengo a un flamante esposo en casa al que ya
he hecho esperar demasiado.

Sin embargo, antes de que diera un paso más, a Hyukjae se le ocurrió la buena idea de pronunciar en voz alta <¿Yoon?>, con la esperanza de que la falta de respuesta hiciera razonar a su hermano. Por desgracia, obtuvo respuesta en abundancia.

Donghae y Donghwa giraron al mismo tiempo al oír ese apellido. Donghae lo hizo con la esperanza de ver a Shang, pese a que le daba miedo quedar a vista de toda la concurrencia. Tal vez, era a él a quien llamaban. Donghwa, en cambio, adoptó una postura agresiva en cuanto vio que aquel aristócrata alto y pelinegro se liberaba de la mano de su pelirrojo compañero clavando una mirada claramente hostil en él. En cuestión de segundos el hombre estaba junto a ellos.

Donghae no pudo evitarlo. Miró boquiabierto al hombre alto que se acercaba a Donghwa; era el tipo más apuesto y con los ojos más negros que había visto nunca. Lo reconoció. Era uno de los caballeros que tanto habían llamado la atención al entrar. Pero su aspecto no respondía en absoluto a la imagen que tenía de la gente de su clase. Aquel caballero no tenía nada de petimetre. Su ropa era de la mejor calidad, pero sobria, sin vistosos satenes ni llamativo terciopelo. Lucía el atuendo que cualquiera de sus hermanos hubiera escogido para vestir elegantemente.

Todo eso quedó registrado en su mente, pero no impidió que su nerviosismo se acentuara, pues en la actitud del hombre no había nada de cordial. Por el contrario, delataba una furia dominada a duras penas y dirigida exclusivamente hacia Donghwa.

-¿Yoon?- inquirió el hombre a Donghwa, en voz baja.

-Me llamo Chang, amigo. Chang Donghwa.

-¡Mientes!

Donghae se quedó atónito al oír esa acusación. Luego ahogó un grito al ver que el hombre aferraba a Donghwa por las solapas levantándolo bruscamente. Los dos se fulminaron con la mirada, con apenas unos centímetros de separación entre sus rostros. ¡Dios, él no podía permitir que empezaran a pelearse! Aunque Donghwa disfrutase con las reyertas como cualquier buen marinero, no estaban allí para eso, qué diablos. Y no podían permitirse llamar la atención de aquella forma. Al menos, él no.

Sin detenerse a pensar que no sabía cómo usar un puñal, Donghae sacó el que llevaba en la manga. En realidad no pretendía utilizarlo, sino sólo amenazar silenciosamente. Pero antes de que pudiera sujetar bien el arma con sus enormes guantes, alguien se lo hizo soltar de la mano.

Demasiado tarde, ya presa del pánico, recordó que el caballero no estaba solo. No sabía por qué le habían tomado con ellos estando la taberna llena de rudos marineros, si lo que buscaban era un poco de diversión. Pero había oído contar cosas de ésas. Al parecer, a los arrogantes caballeros les gustaba manifestar su importancia por ahí, intimidando a las clases bajas con su rango y su poder. Bien, él no pensaba permitir semejante abuso cruzado de brazos. Oh, no. Ante la injusticia de ese ataque sin motivo, una injusticia como la que había ocasionado la pérdida de su Shang, olvidó por completo la necesidad de permanecer sin llamar la atención.

Se volvió para atacar, ciego, furioso, con todo el rencor y el resentimiento acumulados en los últimos cinco años hacia los ingleses y hacia sus aristócratas en especial. No cesó de dar patadas y puñetazos, pero por desgracia eso sólo sirvió para que le dolieran los puños y la punta de los pies. Aquel condenado hombre era como un muro de ladrillos, lo que lo enfureció más aún.

De súbito, Donghae se vio alzado en vilo sin el menor esfuerzo. Y su mente se concentró en lo que decian

-Ciertamente, prefiero no hacerlo.

-Ya lo suponía.

-Tú no te metas en esto, amigo - advirtió el marinero al hermano - Este hombre no tiene derecho a venir aquí y robarnos, no a uno, sino a dos de nuestros jovenes.

-¿Dos? ¿Este pequeño granuja es tuyo? - El hermano echó una mirada a Donghae, que parecía tener deseos de asesinar a alguien. Tal vez por eso vaciló antes de preguntarle a él- ¿Le perteneces, tesoro?

Oh, cuánto le habría gustado responder que sí. Y lo habría hecho, de haber tenido la menor posibilidad de escapar mientras aquellos dos arrogantes petimetres eran reducidos a polvo. Pero no podía correr el riego por muy furioso que estuviera con aquellos dos entrometidos aristócratas, sobre todo con el llamado Hyukjae, que le manoseaba de aquel modo. Las circunstancias lo obligaron a dominar su ira y a responder negativamente con la cabeza.

-Creo que eso lo aclara todo, ¿no?- Evidentemente, no era una pregunta - Ahora pórtate bien y deja el paso libre.

El marinero, asombrosamente, se mantuvo en sus trece.

-Este no va a llevárselo.

-¡Oh, demonios!- Protestó cansado el caballero, un momento antes de que su puño se estrellara contra la mandíbula del fulano.

El marinero aterrizó a un par de metros totalmente fuera de combate. Su compañero de mesa se levantó rugiendo, pero no con la suficiente rapidez. Un breve derechazo lo envió de regreso a su silla.

El caballero giró en redondo con lentitud, arqueando una de sus negras cejas a modo de interrogación:

-¿Algún otro interesado?

Donghwa sonreía tras él. Ahora caía en la cuenta de la suerte que había tenido al no enzarzarse con aquel inglés. Esta vez nadie hizo ademán de aceptar el desafío.

-¡Muy bien hecho, muchacho! - exclamó Hyukjae, felicitando a su hermano- Y ahora, ¿podemos salir de aquí?

Siwon le hizo una profunda reverencia y se enderezó con una sonrisa.

-Después de ti, compañero.

Una vez en la calle, Hyukjae dejó al muchacho de pie frente a sí. Entonces Donghae pudo mirarlo bien por primera vez. La impresión le bastó para vacilar apenas un segundo antes de propinarle un puntapié en la espinilla y echar a correr calle abajo. El soltó una palabrota con violencia y salió tras el joven, pero se detuvo algunos metros más allá, comprendiendo que era inútil: el joven ya se había perdido de vista en la calle oscura.

Giró en redondo y volvió a blasfemar. Kim también desaparecido.

-Y ahora, ¿dónde diablos se ha metido ese escocés?

Siwon estaba tan absorto riéndose que no lo oyó.

-¿Qué dices?

Hyukjae esbozó una sonrisa forzada.

-Ese escocés, se ha ido.

Su hermano, ya calmado, se giró para contemplar el desierto callejón.

-¡Vaya, qué desagradecido! Yo quería preguntarle por qué ambos se volvieron al oír el nombre de Yoon.

-¡Al diablo con eso!- le espetó hyukjae - ¿Cómo haré para buscar a ese joven si no sé quien es?

-¿Buscarlo?- Siwon reía otra vez- Eres terriblemente insaciable, hermano. ¿Para qué quieres a un muchacho que insiste en hacerte daño, si tienes a otro contando los minutos que faltan para que regreses?

El camarero con el que Hyukjae se había citado para más tarde ya no le interesaba tanto.

-Despertó mi curiosidad - replicó simplemente. Luego se encogió de hombros - Pero supongo que tienes razón. Ese camarerito me ha de servir igual, aunque haya pasado casi tanto tiempo contigo como conmigo.

Sin embargo, echó otra mirada a la calle desierta antes de encaminarse con su hermano hacia el carruaje que les esperaba. 

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