Amor en Altamar- Capítulo 3



Donghae tiritaba sentado al pie de una escalera que conducía a un sótano. No había luz que atravesara la intensa penumbra de esos últimos escalones. El edificio, fuera lo que fuese, permanecía silencioso y oscuro. También la calle había quedado en silencio a esa distancia de la taberna.

Si temblaba no era exactamente de frío. Probablemente se trataba de una reacción tardía de conmoción, resultado de una gran ira repentina, demasiado miedo y demasiadas sorpresas.

Aún veía sus ojos, mirándolo: ojos severos, ávidos, claros como el cristal, brillantes y tan...tan... intimidadores fue la palabra que se le ocurrió, sin que pudiera determinar por qué. Eran de la clase de ojos que podían atemorizar a un hombre, y mucho más a un joven. Ojos directos, temerarios, implacables. Se estremeció de nuevo.

Se estaba dejando llevar por su imaginación. Aquellos ojos sólo habían expresado curiosidad al mirarlo...No, no sólo eso. Había en ellos algo más, algo con lo que no estaba familiarizado, algo que era incapaz de nombrar por falta de experiencia, algo innegablemente perturbador.

¿Qué era?

¡Bah! ¿Qué importaba? ¿Y a qué venían esos intentos de analizar a aquel hombre? Gracias a Dios, jamás volvería a verlo, dejaría de pensar en él.

¿Hyukjae era su nombre o el apellido? No importaba.

Y esos hombros, Dios mío, rió como un niño pequeño. Era atractivos, muy atractivo. No, no, ¿en qué estaba pensando? Aquel hombre era un gorila de facciones interesantes y nada más. Por otra parte, era inglés, demasiado viejo para él y, peor todavía, uno de esos odiados aristócratas, probablemente rico, con posibilidades de comprar lo que deseara y la temeridad de hacer lo que se le antojara. A un hombre así, las normas nada le importaban. ¿Acaso no había abusado de él de manera infame? Ese sinverguenza, ese asqueroso...

-¿Donghae?

El susurro voló hasta él, no muy cercano. Respondió sin molestarse en bajar la voz:

-¡Aquí abajo, Donghwa!

Una sombra apareció en lo alto de la escalera.

-Ya puedes subir, niño. La calle está desierta.

-Ya me había dado cuenta de que estaba desierta- gruñó Donghae, mientras subía- ¿Por qué has tardado tanto? ¿Te han entretenido más?

-No. He estado esperando junto a la taberna para asegurarme de que no te seguían. Creo que el pelirrojo tenía intenciones de hacerlo, pero su hermano se rió tanto de él que le obligó a pensarlo mejor.

-¡Como si hubiera podido alcanzarme¡- bufó.

-Alégrate de que no haya probado a hacerlo -repuso Donghwa, mientras le conducía calle abajo- Puede que la próxima vez me escuches cuando te diga que...

-Por favor, Donghwa; si te atreves a decirme “ya te lo había advertido”, te prometo que no te dirigiré la palabra en toda una semana.

-Bueno, pensándolo bien, podría ser una bendición.

-Bien, de acuerdo, lo admito: me he equivocado. No volveré a acercarme a ninguna taberna, salvo a ésa en la que estamos obligados a alojarnos, y allí utilizaré sólo la escalera de atrás como acordamos. ¿Me perdonas por ser el responsable de que casi te pulverizaran?

-No tienes que disculparte por lo que no es culpa tuya, niño. Aquellos dos señores me confundieron con otra persona; no tiene nada que ver contigo.

-Pero estaban buscando a un Yoon. ¿No sería a Shang?

-No, imposible. Me confundieron con Yoon por mi aspecto. Pero dime, ¿me parezco en algo a ese muchacho?

Donghae sonrió, aliviado al menos en ese punto. El día que aceptó con tanta emoción la propuesta matrimonial, Shang era un muchacho flacucho de dieciocho años. Ahora debía de ser ya un hombre, probablemente más corpulento y hasta quizá algo más alto. Pero seguiría siendo el mismo, con su pelo negro y sus ojos café tan parecidos a los de aquel arrogante inglés. Además tenía veinte años menos que Donghwa.

-Bueno, quienquiera que sea su Yoon, no me inspira otra cosa que lástima, pobre hombre- comentó.

Donghwa rió entre dientes.

-Te ha asustado ¿eh?

-¿Cuál? Creo recordar que eran dos.

-Sí, pero sólo has tenido que vértelas con uno.

Donghae no pensaba discutir al respecto.

-¿Por qué era ese hombre tan...diferente, Donghwa? Los dos eran del mismo tipo, pero no del todo. Al parecer eran hermanos, aunque mirándolos no te habrías dado cuenta. Sin embargo, el que se llamaba Hyukjae tenía algo más, distinto...Oh, no estoy seguro de saber qué es lo que quiero decir.

-Me sorprende que lo notaras, tesoro.

-¿El qué?

-Que él era el más peligroso de los dos. Bastaba mirarlo para darse cuenta, bastaba con ver el modo en que nos miró a todos al entrar, directamente a los ojos. Se habría peleado con todos aquellos sujetos carcajeándose al mismo tiempo. Ese hombre, pese a toda su elegancia, se sentía muy a sus anchas entre aquella gentuza.

-¿Todo eso lo supiste con sólo mirarlo? - el muchacho sonreía.

-Sí, bueno...Digamos que es instinto, pequeño, y experiencia con gente como él. Tú también lo sentiste, así que no te burles...y alégrate de ser rápido corriendo.

-¿Qué quieres decir con eso? ¿Crees que no nos habría dejado ir?

-A mí, sí. A ti, no sé. Ese hombre te sujetaba como si no quisiera perderte, niño.

Sus costillas podían atestiguarlo, pero Donghae se limitó a chasquear la lengua.

-Pues si no me hubiera sujetado así, le habría roto la nariz.

-Creo recordar que lo intentaste sin mucha suerte.

-Podrías halagarme un poco -suspiró el muchacho - He pasado por un mal momento.

Donghwa resopló:

-Te he visto pasarlo peor con tus propios hermanos.

-Esos eran juegos de niños, y te recuerdo que fue hace años.

-Pues el invierno pasado te vi perseguir a Kyujong por toda la casa, con ojos de asesino.

-Ese todavía es una criatura. Y horriblemente travieso.

-Es mayor que tu Shang.

-¡Basta! – Donghae se adelantó a grandes pasos y protestó, por encima del hombro- Eres tan malo como todos ellos, Kim Donghwa.

-Bueno, niño, si quieres que te compadezcan, ¿por qué no lo dices? -le gritó, antes de dejar escapar la carcajada que estaba conteniendo.




Hendon era una aldea situada a diez kilómetros al noroeste de Londres. La campiña boscosa que atravesaban era encantadora: valles y ondulantes colinas ofrecían estupendos panoramas; había muchos senderos sombreados, llenos de setos espinosos con capullos blancos y rosados a punto de florecer, madreselvas, rosas silvestres y campanillas junto al camino.

La aldea en sí era pintoresca, había una pequeña posada, pero se oía tanto bullicio en el jardín que Donghwa prefirió continuar hacia la vieja iglesia cubierta de hiedra, con su alta torre de piedra, que se alzaba en el extremo norte de Hendon. Allí esperaba dar con la cabaña de Shang.

Había sido una sorpresa descubrir que, en realidad, el joven no vivía en Londres. Les había costado tres largas semanas averiguarlo después de localizar por fin al supuesto amigo de Shang, quién después de todo resultó no serlo. Pero les llevó por otros caminos hasta que al fin tuvieron un poco de suerte, al hallar a alguien que conocía el paradero de Shang.

Donghwa dedicaba la mitad del día a trabajar para obtener dinero con que pagar los pasajes de regreso, y la otra mitad, a la búsqueda del prometido; mientras tanto Donghae, por recomendación suya, había pasado aquellas tres semanas encerrado en su cuarto, leyendo una y otra vez el único libro que había llevado consigo en el viaje. Acabó tan asqueado de él que lo arrojó por la ventana, y como el libro golpeó a uno de los clientes de la taberna, estuvo a punto de perder su cuarto debido al enojo del propietario. Fue lo único excitante que le ocurrió durante todo aquel tiempo de espera. La noche anterior, cuando ya estaba a punto de volverse loco, Donghwa había llegado con la noticia de que Shang vivía en Heldon.

Hoy mismo, Donghae iba a reunirse con él, en cuestión de minutos. Su entusiasmo era tal que apenas podía soportarlo. Casi permaneció más tiempo acicalándose que todo lo que habían tardado en llegar a la aldea. Era la primera vez que dedicaba tanto tiempo a su aspecto personal, cosa que habitualmente no le parecía cuestión de mucha importancia.

Quedaba tan gracioso cabalgando que durante toda la mañana las cabezas se volvieron para verlo pasar, intrigando a los caballeros de los carruajes con los que se cruzaban, y a los aldeanos, pero sólo Donghwa se daba cuenta. Donghae estaba demasiado concentrado en sus ensueños y recuerdos de Shang. Eran tristemente escasos, pero tanto más preciosos por ello.

Había conocido a Yoon Shang al ser arrojado por la borda del barco de Yunho, harto éste de que su pequeño hermano lo fastidiara. Seis marineros saltaron al agua para rescatarla, aunque nadaba mejor que casi todos ellos. Shang, que estaba en el muelle con su padre, también quiso hacerse el héroe. Lo que sucedió fue que Donghae salió del agua por sus propios medios, siendo finalmente Shang quien hubo de ser rescatado. Pero Donghae se dejó impresionar por su buena intención y quedó completamente deslumbrado. Fue entonces cuando decidió que era el chico más apuesto y maravilloso del mundo.

Esos sentimientos no cambiaron mucho en los años siguientes, a pesar de que cuando se encontraron por segunda vez Shang necesitó que alguien le recordara quién era Donghae, volviendo a ocurrir lo mismo en su siguiente encuentro.

Un año más Shang era aún el muchacho más apuesto de la ciudad, pero sus perspectivas de futuro no eran muy halagueñas, teniendo en cuenta qué ambicionaba. Ya entonces, Donghae sabía que él aspiraba a ser capitán de su propio barco, pero sólo podía alcanzar su objetivo si tomaba el camino más duro: empezando desde abajo. También era realista en cuanto a sí mismo; sabía que no se destacaba por su belleza; antes bien, pasaba inadvertido entre la multitud. Tenía cinco apuestos hermanos, pero algo había salido mal al llegar el único joven de la familia. Lo que sí poseía era una suculenta dote: su propio barco de la Mokpo, que pasaría a su propiedad cuando cumpliera los dieciocho años, tal como había sucedido con cada uno de sus hermanos. Donghae no podría capitanear su navío, a diferencia de los varones. Pero sí su esposo, y procuró por tanto, hábilmente, que Shang se diera cuenta de ello.

Fue un plan calculado, sin duda, pero no le produjo ni un mínimo de vergüenza que diera resultado. Shang empezó a cortejarlo pocos meses antes de que cumpliera los dieciséis y se le declaró el día de su cumpleaños. ¡Tenía dieciséis años, estaba enamorado y deliraba de felicidad! No había duda de que había conseguido acallar los remordimientos que sentía por prácticamente haberse comprado un esposo. Después de todo, nadie había obligado a Shang. El obtenía lo que deseaba, al igual que Donghae. También estaba seguro de que le inspiraba algún sentimiento, que con el tiempo crecería hasta equipararse al de él. Así que todo habría salido bien si no hubieran intervenido los malditos ingleses.

Sus hermanos también intentaron frustrar sus ilusiones, pues Donghae descubrió que no habían hecho sino seguirle la corriente al permitir que se comprometiera a los dieciséis años. Ellos suponían que, naturalmente, cambiaría de idea cinco o seis veces antes de llegar a los dieciocho, edad en que podría casarse. No fue así, y desde el final de la guerra todos ellos se esforzaron en convencerlo de que era mejor olvidarse de Shang, pero él se mantuvo leal a su único amor, aunque cada vez se le hacía más difícil hallar excusas para justificar que Shang no hubiera regresado para casarse en los últimos cuatro años. Sin duda tenía que haber un motivo y, por fin, iba a descubrirlo. Antes de partir de Inglaterra ya estaría casado.

-Es aquí, niño.

Donghae miró fijamente la encantadora casa rústica. Se frotó las manos con nerviosismo. Ni siquiera recordaba haber esperado junto a la iglesia mientras Donghwa hacía indagaciones.

-Quizá no esté en casa.

Donghwa, sin decir nada, le colocó las manos en los hombros en señal de apoyo. Ambos habían visto el humo que brotaba de la única chimenea. Era obvio que la casa estaba ocupada. Donghae se mordió el labio un momento más y, por fin, irguió los hombros.¿Qué motivos, había para ponerse nervioso, al fin y al cabo? Tenía mejor aspecto que nunca. Estaba mucho más bonito de lo que Shang seguramente recordaba.

Hubiera preferido esperar unos segundos más, hasta que su corazón se apaciguara. Pero Donghwa no tenía en cuenta esas cosas y golpeó la puerta enérgicamente.

La puerta se abrió. Y allí estaba Yoon Shang. Su rostro se había desdibujado en su memoria con los años, pero ahora lo recordaba bien, pues no había cambiado en absoluto. Pero había crecido, sí. Estaba realmente mucho más alto, tanto como ese tal Hyukjae...Por amor de Dios, ¿por qué pensaba ahora en aquel individuo?

Shang estaba muy bien, estupendo. Seguía siendo tan atractivo que Donghae no prestó atención a la criatura que llevaba en brazos: una bonita niña de unos dos años, con ojos grises y una dorada melenita. Pero Donghae sólo tenía ojos para Shang, que a su vez lo miraba como si...como si no lo reconociera. Pero seguro que lo había reconocido. Al fin y al cabo no había cambiado tanto. Sin duda lo suyo era sólo sorpresa, y justificada. Nada podía ser más inesperado en ese momento que verlo aparecer ante el umbral de su puerta.

Era preciso decir algo, pero la mente de Donghae no parecía funcionar como era debido. En ese momento Shang apartó la vista de él hacia Donghwa. Su expresión cambió poco a poco, iluminándose en una sonrisa de bienvenida. No pareció captar el efecto que producía en el muchacho esa indiferencia que mostraba, él que tanto había viajado para buscarlo.

-¿Kim Donghwa? ¿Es realmente usted?

-Sí, muchacho, en carne y hueso.

-¿Usted en Inglaterra? – Shang sacudió la cabeza incrédulo, pero riendo entre dientes - Pues me deja atónito. Pase, hombre, pase. Este encuentro va a ser largo. ¡Demonios, vaya sorpresa!

-Sí, para los tres, me parece - replicó Donghwa, pero estaba mirando a Donghae - ¿No tienes nada que decir, muchacho?

-Sí – Donghae entró en la pequeña sala y le echó una mirada somera. Luego posó los ojos en su prometido y preguntó astutamente - ¿De quién es esa niña, Shang?

Donghwa tosió, levantando la vista hacia el techo como si le hubiese despertado un súbito interes. Shang miró al visitante con el ceño fruncido mientras dejaba a la pequeña en el suelo.

-¿Nos conocemos, señor?

-¿De veras no me reconoces? -acabó por preguntarle, algo más aliviado.

La frente de Shang se arrugaba cada vez más, intentando forzar su memoria.

-No recuerdo...

Donghwa tosió otra vez, o tal vez estaba sofocándose. Donghae le dirigió una mirada reprobadora antes de dedicar una de sus sonrisas más luminosas al amor de su vida.

-Ya lo veo, pero te perdono. Después de todo ha pasado mucho tiempo, y la gente dice que he cambiado más de lo que creo. Por lo visto, es cierto. - Soltó una risa nerviosa.- Es muy incómodo tener que presentarme justamente a ti. Soy Lee Donghae, Shang. Tu prometido.

-¿ el pequeño Hae?- la risa que iba a liberar no llegó a producirse; sonó mas bien como un ahogo - No puede ser. ¿Hae?

-Pues sí, soy yo.

-¡Pero no es posible! -exclamó Shang, más estupefacto que dubitativo - ¡Eres hermoso! Y él no era... Es decir, no parecía... Nadie puede cambiar tanto.

-Como es natural, permíteme decirte que disiento de eso - replicó Donghae, con cierta rigidez - Esto no ocurrió de la noche a la mañana, ¿sabes? Si hubieras estado allá para ver cómo se producían los cambios, gradualmente...Pero no estabas. Seunghun, que estuvo ausente de casa tres años, se sorprendió al verme, pero al menos me reconoció.

-¡Es tu hermano! - protestó Shang.

-¡Y tú eres mi prometido! - le reprochó Donghae.

-Oh, Dios mío, no irás a pensar todavía que... ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Cinco años, seis? Nunca creí que con lo de la guerra me esperarías. Eso lo cambió todo, ¿no te das cuenta?

-No, no me doy cuenta. Cuando empezó la guerra te encontrabas en un barco inglés, pero fue por culpa tuya. Seguías siendo norteamericano.

-Es que de eso se trata, hombre. Nunca me sentí a gusto como norteamericano. Fueron mis padres los que quisieron instalarse allá, no yo.

-¿Qué quieres decir, Shang?

-Soy inglés. Siempre lo he sido. Lo reconocí cuando me requirieron. Como era tan joven, me creyeron cuando les dije que no era desertor y permitieron que me enrolase, con lo cual me alegré mucho. A mí no me importaba bajo qué bandera navegara siempre y cuando pudiese navegar. Y me va muy bien, de veras. Ahora soy segundo oficial del...

-Ya sabemos de qué barco - interrumpió Donghae ásperamente - Así fue como te descubrimos, aunque nos ha llevado meses llegar aquí. Un barco mercante norteamericano nunca llevaría registros tan deficientes, no lo dudes. Mis hermanos saben dónde encontrar a cada uno de sus tripulantes cuando están en puerto. Pero eso no viene al caso. ¡Te pasaste a los ingleses! Cuatro de mis hermanos se ofrecieron con sus barcos como corsarios durante esa guerra. ¡Podrías haberte enfrentado con cualquiera de ellos!

-Tranquilo, niño- intervino Donghwa - Desde un principio sabías que tendría que combatir contra nosotros.

-Sí, pero no voluntariamente. ¡Prácticamente acaba de reconocer que es un traidor!

-No. Sólo ha admitido que ama el país en que nació. No puedes criticarlo por eso.

No, Donghae no podía, por mucho que lo deseara. Malditos ingleses. Dios mío, cómo los odiaba. No sólo le habían robado a Shang, sino que también le habían ganado para su propia causa. Ahora era un inglés y, obviamente, estaba orgulloso de serlo. Pero aún era su prometido. Y después de todo, la guerra había terminado.

Shang estaba rojo de indignación y vergüenza por las acusaciones del joven. Donghae también tenía las mejillas acaloradas. Ese reencuentro no se parecía a lo que había imaginado.

- Donghwa tiene razón, Shang. Disculpa si me he alterado por algo que... bueno, ya no importa. En realidad, nada ha cambiado. Mis sentimientos son los mismos, y la prueba es que estoy aquí.

-¿Y por qué has venido, exactamente?

Donghae lo miró por un momento sin comprender. Luego entornó apenas los ojos.

-¿Por qué? La respuesta es obvia. Lo que me pregunto es por qué ha tenido que ser necesario que yo viniera hasta aquí, y eso es algo que sólo tú puedes responder. ¿Por qué no volviste a Bridgeport al terminar la guerra?

-No tenía motivos para volver.

-¿Qué no tenías motivos? – Donghae ahogó una exclamación - Permíteme que te contradiga. Pero creo recordar que tenías intención de casarte conmigo. ¿O preferiste olvidarte de eso?

Shang no pudo mirarlo a los ojos al contestar.

-No, no lo olvidé, pero pensaba que, al ser inglés, ya no me aceptarías.

-O tú ya no me querías por ser norteamericano- le acusó él.

-No, no fue así- Protestó Shang - Francamente, no se me ocurrió pensar que me esperarías. Mi barco se hundió. Supuse que me darías por muerto.

-Mi familia se dedica a la navegación, Shang, y nuestra información suele ser exacta. Tu barco se hundió, sí, pero no se perdió ninguna vida. Lo sabíamos. Lo que no sabíamos era qué había sido de ti después de eso...hasta que hace poco. Reconozco que pudo haberte parecido inútil regresar en busca de una prometido que posiblemente ya no estuviera esperándote. Pero lo correcto era que te hubieras asegurado. Si no querías hacer el viaje, al menos podrías haber escrito.

No podía evitar el tono sarcástico. Pensar en los años que habría podido seguir esperando a ese hombre, un hombre que nunca había tenido la intención de volver... Si no se le hubiera ocurrido buscarlo, jamás habría vuelto a saber de él. Estaba dolido, y no comprendía el razonamiento de Shang. Ni siquiera se dignaba a mirarlo.

-Sí que te escribí...

Donghae comprendió que era una mentira. ¡Por amor de Dios, él mismo había inventado excusas más aceptables sólo por él!

No era enojo lo que sentía, aunque sí una gran desilusión. Así pues, Shang no era perfecto, no tenía consideración hacia él y carecía de honestidad. Se veía acorralado y trataba de no ofenderlo con la dura verdad. De alguna manera era algo a su favor.

-Es evidente que tu carta no me llegó, Shang. - al oír el resoplido de Donghwa, tuvo deseos de asestarle un puntapié - Supongo que en ella me informabas de que habías sobrevivido a la guerra.

-Sí.

-Y probablemente mencionabas tu flamante patriotismo por un país que no era el mío.

-Cierto.

-Y teniendo en cuenta eso, te liberabas del compromiso matrimonial.

-Bueno, yo...

Donghae interrumpió sus vacilaciones.

-¿O tal vez expresabas la esperanza de que aún quisiera casarme contigo?

-Bueno, claro...

-Y como no recibiste respuesta, diste por sentado que no era así.

-Exacto.

-Es una pena que la carta no me llegara. ¡Cuánto tiempo perdido!

-¿Cómo dices?

-No pongas cara de sorpresa, Shang. Aún quiero casarme contigo. Al fin y al cabo para eso he venido. Pero no puedo vivir en Inglaterra. Eso no lo haría ni siquiera por ti. De todas maneras, puedes venir con tanta frecuencia como gustes. Como capitan de mi barco, el Elfish, puedes solicitar exclusivamente el comercio con Inglaterra, si es ésta tu voluntad.

-Yo...eh...Por Dios, Hae... Es que...

-¿Shang?- Un joven apareció de súbito, interrumpiendo sus palabras - ¿Por qué no me has avisado de que teníamos visitas? 


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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...