Amor en Altamar- Capítulo 26



Donghae, agotado, sentado en la silla que había acercado a las ventanas, contemplaba pensativo la superficie agitada del frío Atlántico que rodeaba el Opera. Oyó que se abría la puerta y unos pasos cruzaron la habitación, pero no sentía interés en conocer quién perturbaba su soledad. De cualquier modo, lo sabía. Sólo Hyukjae entraba en el camarote sin llamar.

Pero Donghae no le dirigía la palabra a Kim Hyukjae. No había pronunciado ante él más de dos monosílabos desde aquella noche, hacía una semana, en que lo condujo a bordo de su barco con la misma técnica empleada otra vez para sacarlo de una taberna inglesa. Y ese tratamiento indigno no había sido lo peor de aquella noche, no.

En cuanto Hyukjae vio a sus hermanos en la cubierta del barco, ordenó que los arrojaran por la borda. Y tuvo el descaro de decirles, antes de la zambullida, que Donghae había decidido navegar con ellos, como si no fuera visible que iba amordazado y cargado como un fardo.

Desde luego, nadie se había molestado en explicarle qué hacían Hyunjoong y Kyujong en el barco, para empezar. Cualquiera de sus hombres habría podido informarle de que, de no ser por sus hermanos, los marineros del TVQX habrían estado todavía paseándose por cubierta, y no en la costa, atados de pies y manos.

Pero, al parecer, no habían tenido coraje para interrumpir a su enloquecido capitán a fin de aclarar los hechos. Sunnie, en especial, hubiera debido hablar, pero obviamente todo aquel malentendido le resultaba demasiado divertido como para ponerle fin con alto tan fútil como una explicación.

Posiblemente, Hyukjae era consciente de que aquella noche se había comportado como un ingrato. En caso contrario, no sería Donghae quien se lo hiciera saber, no pensaba hablarle nunca más. Y el malnacido no se daba por enterado.

-Con que estamos enfurruñados -había sido su comentario - ¡Estupendo! Si uno tiene que cargar con un esposo, es de agradecer el silencio.

Aquel agrio comentario le dolió a Donghae de verdad, sobre todo porque tenía la certeza de que lo decía en serio. Y así debió de ser, pues Hyukjae no trató ni una sola vez de incitarlo a la conversación, a la disputa, a nada.

Compartían el mismo camarote; él, en su hamaca; Hyukjae, en su gran cama, y hacían lo posible por ignorarse. Hyukjae lo conseguía admirablemente, pero Donghae había descubierto que, muy a su pesar, cuando Hyukjae estaba allí, verdaderamente estaba allí. Sus sentidos lo sabían y se desbordaban un poquito cada vez que lo tenía cerca: vista, olfato y oído se afinaban, acentuados por el recuerdo de un contacto, de un sabor.

Aun en ese momento, pese a su pretendida firme voluntad de no hacerlo, Donghae se sorprendió observando de reojo a Hyukjae, que se había sentado al escritorio. Parecía tan relajado como si estuviera solo; él, en cambio, se sentía tenso por su proximidad. No lo miraba; era como si Donghae no estuviera allí. En realidad, no lograba imaginar por qué lo había llevado consigo, cuando habría sido más coherente con su conducta de aquella noche arrojarlo al agua junto con sus hermanos.

Donghae no le había hecho preguntas. Prefería cortarse la lengua antes que renunciar a su mudo enfurruñamiento, como él lo llamaba. Si semejante comportamiento parecía infantil, ¿qué importaba? ¿Había algo peor que ser un loco autoritario, con tendencias filibusteras como secuestrar y arrojar a la gente por la borda?

-Perdona, Donnie. Esa mirada constante me está irritando los nervios.

Los ojos de Donghae volvieron al aburrido panorama que se veía por las ventanas. Maldito, maldito hombre, ¿cómo sabía que lo observaba disimuladamente?

-Está convirtiéndose en algo aburrido, ¿sabes? -comentó Hyukjae.

El joven seguía sin hablar.

-Tu enfurruñamiento.

Seguía sin decir nada.

-Bueno, ¿qué puede esperarse de un mozo criado entre bárbaros?

Aquello era demasiado.

-Si te refieres a mis hermanos...

-Me refiero a todo tu condenado país.

-¡Quién fue a hablar, el que viene de un país de petulantes!

-mejor petulantes que maleducados.

-¿Maleducados? -chilló Donghae, abandonando la silla en un arrebato de furia, por mucho tiempo contenida, que lo arrastró hasta el mismo escritorio - ¿Y lo dices tú, que no fuiste capaz siquiera de dar las gracias a quienes te salvaron la vida?

Hyukjae se había puesto de pie, pero no fue la intimidación lo que hizo retroceder a Donghae al verlo acercarse: sólo el deseo inconsciente de impedir que pisoteara su orgullo.

-¿Y a quién debía darle las gracias? ¿A esos filisteos ignorantes que constituyen tu familia? ¿Los que me arrojaron a un sótano hasta que llegara el momento de ahorcarme?

-¡Situación que tú buscaste con cada palabra que pronunciaste! -gritó Donghae - De cualquier modo, lo merecieras o no, aquello fue idea de Yunho, no de Kyujong ni de Hyunjoong. Ellos obraron contra su propio hermano para ayudarte, sabiendo perfectamente que los haría picadillo si los descubría.

-No soy tan estúpido, pequeño. No hacía falta que nadie me explicara lo que habían hecho. ¿Por qué crees que desistí de romperles sus malditos cuellos?

-Oh, qué bondadoso. ¡Y yo preguntándome qué estaba haciendo aquí! ¿Cómo no me he dado cuenta de que era sólo un golpe más contra mis hermanos, puesto que la huida te impedía causarles daños mayores? Porque así son las cosas, ¿no? Llevarme contigo era la venganza perfecta; sabías que mis hermanos enloquecerían de preocupación.

-¡Absolutamente cierto!

Donghae no reparó en el color que inundaba el cuello y la cara del capitán, prueba decisiva de que la deducción había duplicado su enojo y había motivado su respuesta. Sólo oyó esa respuesta, golpe mortal a su última esperanza, a la que jamás admitiría haberse aferrado.

A eso se debió el dolor que lo hizo contraatacar, con vengativo desdén.

-¡Qué otra cosa cabía esperar de un lord inglés, de un pirata del Caribe!

-Detesto decírtelo, pequeña bruja, pero ésos no son insultos.

-Lo son, por lo que a mí concierne. ¡Por Dios, pensar que voy a tener un hijo tuyo!

-¡Ni lo sueñes! ¡No pienso volver a tocarte!

Donghae ya se alejaba de él a grandes pasos cuando dejó oír su réplica.

-¡No hace falta que vuelvas a hacerlo, pedazo de imbécil!

Hyukjae tuvo la sensación de haber recibido un garrotazo o una coz de mula enfurecida en el trasero. No creía merecer menos, en ese momento. Pero a Donghae le interesaba muy poco su reacción. El tremendo enojo lo llevó hasta el corredor y le hizo dar un portazo tras de sí. También le impidió oír una risa sofocada que, muy pronto, se transformó en deleite.

Hyukjae lo halló media hora después en la cocina, descargando su ira sobre Young y sus ayudantes, quienes recibían impertérritos una airada perorata dirigida contra los hombres en general y Kim Hyukjae en particular. Como ya se había divulgado la noticia de que el pequeño Donnie, era ahora el esposo del capitán, a Young y los suyos no se les había pasado por la cabeza contradecirlo en nada.

El capitán escuchó por un momento antes de interrumpir el discurso. Lo había comparado con un miembro de la familia de las mulas, un buey sin cerebro y un muro de ladrillos, todo en una cadena de palabras pronunciadas prácticamente sin respirar. ¿Muro de ladrillos? Bueno, ¿quién podía entender las comparaciones de los norteamericanos?

-Me gustaría hablar un instante contigo, Donnie, si no te importa.

-Sí que me importa.

No lo miró al responder. Apenas se advirtió una mayor rigidez en su espalda al oírlo hablar. Obviamente, la cortesía no era el modo adecuado de tratarlo.

Si Donghae hubiera visto su sonrisa, la habría calificado de diabólica; pero como no estaba mirándolo, fueron los hombres presentes en la cocina quienes lo vieron acercarse por atrás para arrancarlo del tonel donde estaba subido.

-Si me disculpan, caballeros, Donnie ha estado descuidando sus deberes estos días-dijo
Hyukjae mientras giraba en redondo para llevárselo, en una posición que se hacía cada vez más familiar.

-¡Deberías dominar esas tendencias bárbaras, capitán! -señaló Hae, con furia. Sabía por experiencia que no lograría que lo dejara en el suelo hasta que él no lo estimara oportuno- Pero, claro... la educación... la buena cuna, siempre se nota, ¿no?

-Si te callas, llegaremos antes, Donnie.

El joven quedó casi mudo de estupefacción ante el buen humor que se percibía en su voz. Por amor de Dios, ¿qué podía hallar de divertido en la situación actual, considerando que ahora ambos se despreciaban? Y apenas una hora antes parecía un dragón despidiendo fuego. Al fin y al cabo, el hombre era inglés; ¿hacía falta otra explicación?

-¿Adónde llegaremos antes? -quiso saber- ¿Y qué deberes he descuidado? ¿Será preciso que te recuerde que ya no soy tu grumete?

-Sé perfectamente lo que eres ahora, querido. Y aunque no encuentro nada bueno en el matrimonio, sí es cierto que tiene una pequeña ventaja... ¡Incluso yo estoy de acuerdo!

Donghae tardó unos cinco segundos en descifrar sus palabras. Luego estallaron los fuegos artificiales.

-¿Estás loco o simplemente senil? Te oí decir con toda claridad, a mí y a toda tu tripulación, que no volverías a tocarme. ¡El barco está repleto de testigos!

-¿A toda la tripulación?

-Gritabas como un energúmeno.

-Pues mentía.

-¿Eso es todo? ¿Mentías? Bueno, tengo noticias para ti...

-¡Qué insistente eres, Donnie! Esa tendencia tuya a airear nuestros trapos sucios...

-¡Y voy a hacer más que eso, pedazo de buey idiotizado! -Pero reparó de pronto en las risitas burlonas que los seguían y redujo su voz a un susurro - Si lo intentas... Bueno, inténtalo y verás.

-Eres muy amable al intentar darle más emoción, querido, pero te aseguro que no es necesario.

Donghae no dejó de captar el significado de aquellas palabras, que incendiaron su cuerpo justo de la forma que Hae deseaba evitar. No quería saber nada de él. ¿Por qué le hacía eso? Llevaban toda una semana en el mar y él no había hecho otra cosa que echarle miradas sombrías y ceñudas, cuando por casualidad se molestaba en mirarlo.

Pero ahora, después de iniciar esa riña en el camarote, después de provocarlo hasta hacerle romper el silencio, salía con éstas. Si estaba tratando de enloquecerlo de confusión, iba camino de conseguirlo.

Hyukjae cambió de posición antes de bajar la escalera que conducía a su camarote, llevándole las piernas hacia arriba hasta que Donghae quedó en sus brazos como una criatura; de cualquier modo, era igualmente difícil escapar de aquel brazo. Empezaba a irritarle la fuerza de Hyukjae, su capacidad de olvidar el enojo, cuando el de Hae no hacía sino crecer.

-¿Por qué, Hyukjae? -preguntó, con una vocecita tensa y resentida - Explícame al menos por qué, si te atreves.

Ahora podía mirarlo, y estaba haciéndolo; Hyukjae le echó apenas un vistazo, pero sus ojos café lo decían todo. No hacía falta más explicación, pero él se la dio.

-No busques intenciones ocultas, amor mío. Mis razones son simples y básicas. Toda esa cólera apasionada con que nos atacábamos me ha provocado un poco de... náuseas.

-Bien -replicó Hae, cerrando los ojos en un intento de defenderse de aquella potente mirada - Espero que vomites.

La carcajada lo sacudió.

-Sabes perfectamente que no me refería a eso. Y apostaría a que tanto acaloramiento también te ha afectado a ti.

Así era, pero jamás lo confesaría. Sin embargo, Hyukjae estaba decidido a saberlo y redujo su voz a un murmullo seductor.

-¿Sientes náuseas?

-En absoluto.

-Tú sí que sabes reducir la confianza en uno mismo a su mínima expresión, queridísimo.

En cuanto le soltó las piernas, Donghae se deslizó a lo largo de su cuerpo, pero sus pies no llegaron a tocar el suelo: uno de sus musculosos brazos aún se ceñía a su espalda. La puerta del camarote se cerró con un sonoro chasquido. Su corazón latía con más fuerza.

-Y yo soy el primero en admitir que he olvidado las buenas formas contigo -continuó el capitán, rodeándolo con el otro brazo y bajándolo hasta abarcarle las nalgas con una palma.

Lo apretó contra su entrepierna y deslizó la otra mano hacia arriba, entrelazando los dedos con sus cabellos hasta sujetarle la cabeza con firmeza. Donghae notó lo sensual de su sonrisa, el calor de sus ojos, y sintió su aliento en los labios.

-Veamos si puedo recuperar la cortesía que tanto añoras... _continuó.

-No, Hyukjae...

Pero él buscaba ya su boca y se había asegurado de que no tuviera escapatoria. Sin prisa alguna, con infinito cuidado, volcó sobre Donghae las artes de seducción de toda una vida: besos destinados a tentar, a hipnotizar, a incitar todos los impulsos sexuales que Donghae poseía. Los brazos del joven ya rodeaban su cuello cuando la lengua de Hyukjae lo instó a entreabrir los labios y lo transportó velozmente a ese reino donde todo está permitido y es placentero. Bajo ese tierno ataque latía una urgencia que asomaba a flor de piel, pero ¿era suya o de él? No podía saberlo. Giraba en el centro de una tormenta erótica que consumía la percepción de la realidad, la existencia de todo salvo de aquel hombre y de lo que estaba haciendo.

Oh, Dios, su sabor, su contacto, el tenso calor que le rodeaba, colmando sus sentidos de exquisito placer. Había olvidado... No, sólo había dudado de la realidad, de que las sensaciones pudieran abrumarlo al punto de llevarlo a entregarse por completo a ellas... a él.

-¡Dios santo, Donghae, me haces temblar!

Percibió la extrañeza en su voz y sintió las vibraciones de su cuerpo. ¿O eran sus propios
miembros los que temblaban, como a punto de hacerse trizas?

Se aferró a él como para salvar la vida. Por eso a Hyukjae le resultó sencillo levantarle las piernas y ceñírselas a la cadera. El contacto íntimo, la fricción en el trayecto a la cama, liberaron en las ingles de Donghae una ola de calor que lo hizo gemir dentro de la boca del capitán, cuya lengua seguía sumergiéndolo en un frenesí de placer.

Cayeron juntos en la cama. Había algo de brusco en sus ademanes, pero Donghae no reparó en que Hyukjae había vuelto a perder sus modales impulsado por una necesidad que superaba en mucho la de él, aunque Donghae había llegado más allá de cualquier otra experiencia previa. Se arrancaron la ropa el uno al otro, sin siquiera advertir la regresión al instinto primitivo que mostraban sus actos.

Por unos instantes Hyukjae se deleitó acariciándolo hasta que sintió como su cuerpo empezaba a estremecerse, totalmente excitado para poder entra en ese provocador cuerpo que tenía abrazando. Deseaba hacerlo suyo una y otra vez toda la noche.

Sin dejar de observar como Donghae gemía, Hyukjae movió su mano hasta llegar a la parte posterior para comenzar a dilatar su entrada. Con una fingida tranquilidad, pues el cuerpo de Hyukjae delataba sus ansias de poseerlo, comenzó a introducir uno de sus largos dedos en la estrecha entrada mientras que lo besaba apasionada y vorazmente.

Con movimientos circulares lo movió hasta que el cuerpo de Donghae le fue pidiendo más y lentamente cediera a su intromisión. En un par de minutos Hyukjae ya había introducido tres dedos para acostumbrarlo. Sabiendo de antemano que Donghae ya se encontraba dilatado, dio vuelta a su cuerpo dejandolo boca abajo, exponiendo su incitante trasero para que lo empezara a penetrar.

Al sentir como su cuerpo se tensaba, Hyukjae lo abrazó para que se relajara y se acostumbrara a él, mientras intentaba introducir todo su miembro dentro de Donghae, para que se acostumbrara al dolor y placer que provocaba este hecho.

Cuando Hyukjae comenzó a introducir su palpitante miembro, Donghae sentía como él se abría paso en su entrada. Al sentir el abrazo protector Hyukjae sobre su cuerpo, uno de sus brazos alrededor de su cuello, instándolo a levantar su rostro para besarle; lentamente se relajó. En un instante su cuerpo le empezó a pedir más, moviendo sus caderas comenzando las penetraciones.

Al sentir como Donghae se movía en busca de más, Hyukjae comenzó a moverse para darle placer. Haciendo gala de toda su cordura, comenzó con delicados movimientos; sacando y metiendo su miembro. Pero después de unos minutos y viendo que Donghae debajo de él ya se había acostumbrado, pues sus estimulantes jadeos se lo confirmaban; Hyukjae aumentó la intensidad de las embestidas.

Una y otra vez, Hyukjae sacó su palpitante miembro y nuevamente con algo de fuerza se introducía en Donghae haciendo que suspirara su nombre por la acción. Así lo hizo hasta que Donghae se estremecía, empapado de sudor, gimiendo y jadeando su nombre varias veces con cada embestida que le daba.

Por un tiempo estuvieron así, Hyukjae totalmente adentrado en el cuerpo de Donghae, suspirando tenuemente cosas seductoras en su oído, besando su espalda y levantando su rostro en búsqueda de sus labios robándole el poco aliento que le quedaba. Y Donghae con el rubor en sus mejillas y ojos entrecerrados, sintiendo el peso de Hyukjae sobre él e inundado por las sensaciones que esto le producía.

Un momento después Hyukjae lo penetró, muy profundamente, y el cuerpo entero de Donghae pareció suspirar en una aliviada bienvenida. Así fue hasta que sintió como Donghae se tensaba y sus jadeos se hacían más rápidos. Estaba a punto de terminar.

Eso duró un momento antes de la punzada de alarma: Hyukjae había salido de él y dado vuelta sobre la cama dejándolo boca arriba, pasó los brazos por debajo de las rodillas para llevárselas tan arriba que le provocaba la sensación de estar completamente indefenso. Pero la alarma fue tan breve que la olvidó en un instante, pues en esa posición Hyukjae pudo llegar tan dentro de Donghae que se sintió alcanzado en su mismo centro.

Anticipando también su orgasmo, Hyukjae aumento sus acciones y lo penetró fuertemente. Y en ese momento estallaron estrellas de fuego, enviando oleadas de trémula conciencia a todas las extremidades, envolviendo a Hyukjae, palpitando contra él, haciéndole sentir cada espasmo de placer.

Había gritado, pero no lo sabía. Le había dejado marcas sangrantes de arañazos en los hombros y no lo sabía. Acababa de entregarle su alma, una vez más. Y ninguno de los dos lo sabía.

Cuando Donghae recobró la conciencia, lo que notó fue el peso de aquella dulce languidez... y que él estaba mordisqueándole suavemente los labios. Eso le indujo a creer que Hyukjae no había compartido aquella magnífica experiencia.

-¿Tú no...?

-Por supuesto que sí.

-Oh...

Pero su mente no tardó en reaccionar con mucha más sorpresa. ¿ Tan pronto? ¿quería abandonarse otra vez de ese modo? ¿Se atrevería a tanto? Sin embargo, el joven sentía una urgencia casi abrumadora de mordisquear un poco a su vez, y ésa era la única respuesta que anhelaba por el momento.


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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...