Amor en Altamar- Capítulo 31



-¡No puedes estar hablando en serio, por el amor de Dios! -exclamó Donghae, furioso - Por lo menos, tengo que verlos. Han viajado hasta aquí...

-Me importa un comino hasta dónde hayan viajado -replicó Hyukjae, igualmente colérico.

La noche anterior, Hae no había tenido oportunidad de abordar el tema de sus hermanos, pues subió a su cuarto poco después de retirarse los mayores y, aunque esperó largo rato a que Hyukjae se reuniera con él, acabó por dormirse antes de que se acostara. Y ahora, por la mañana, se negaba tajantemente a llevarlo hasta el puerto; también se había negado de forma terminante a pedirle un coche, cuando Hae se lo rogó, y finalmente le había dicho sin más rodeos que no le permitía ver en absoluto a sus hermanos.

Donghae se sentó en la cama y trató de transformar la agria discusión en una conversación racional, preguntando:

-¿Te importaría explicarme por qué adoptas esa actitud? Bien sabes que han venido hasta aquí sólo para asegurarse de que estoy bien.

-¡Que te crees tú eso! -bramó él, que no podía o no quería ser racional, razonable o moderado en absoluto - Han venido para llevarte con ellos.

Era una pregunta que Donghae no podía seguir postergando.

-¿Y no es eso lo que pensabas hacer desde un comienzo? ¿Enviarme a casa?

Esperó, conteniendo el aliento. Hyukjae siguió mirándolo con el entrecejo fruncido largo rato. Y luego resopló, como si Hae hubiera preguntado algo completamente ridículo.

-¿De dónde diablos sacaste esa idea? ¿Te dije yo eso?

-No hacía falta. Recuerda que estuve presente en nuestra boda. No puede decirse que te casaras de muy buen grado.

-lo que recuerdo, Donnie, es que escapaste de mí sin despedirte siquiera.

El joven parpadeó , sorprendido de que él mencionara eso tan tarde y sin relación alguna con lo que había preguntado.

-¿Qué yo me escapé? Lo que hice fue regresar a mi casa, Hyukjae. Para eso estaba en tu barco, para volver a mi país.

-¡Sin decírmelo!

-Eso sí que no fue culpa mía. Te lo habría dicho, pero cuando Hyunjoong acabó de gritarme por haber aparecido en Jamaica cuando me creía en casa, el Henecia ya había zarpado. ¿Qué podía hacer yo? ¿Saltar por la borda sólo para decirte adiós?

-¡Lo que podías haber hecho era quedarte conmigo!

-Eso sí que es ridículo. No había entre nosotros ningún compromiso. No habíamos hecho ningún trato como para pensar que tú deseabas hacer de nuestra relación algo permanente. ¿Pretendías que te leyera el pensamiento? Y a fin de cuentas, ¿pensabas en algo permanente?

-Iba a pedirte que fueras mi... -Al verlo entornar los ojos, Hyukjae decidió no pronunciar la palabra- Bueno, no hace falta que te ofendas -concluyó, malhumorado.

-No me ofendo -replicó Hae, lo bastante envarado como para dar a entender lo contrario- A propósito, te habría respondido que no.

-¡Pues me alegro mucho de no habértelo preguntado! -exclamó Hyukjae, al tiempo que daba media vuelta y se encaminaba hacia la puerta.

-¡No te atrevas a salir de aquí! -gritó Donghae - Aún no has respondido a mi pregunta.

-¿No?

Hyukjae se volvió con una ceja enarcada; supo que estaba cansado de exhibir su mal genio. Ahora se pondría simplemente difícil, lo cual era mucho peor, a juicio de Donghae.

-Baste decir que eres mi esposo- continuó Hyukjae -y que, como tal, no irás a ninguna parte.

Eso enfureció a Hae infinitamente.

-¡Ah, con que ahora admites que soy tu esposo! ¡Sólo porque han venido mis hermanos! ¿Más venganza, Kim Hyukjae?

-Piensa lo que quieras, pero tus malditos hermanos pueden pudrirse en el puerto, por lo que a mí respecta. No saben dónde buscarte y tú no irás a verlos. Final de la discusión.

Y salió dando un portazo.

Donghae dio tres portazos más, sin que su exasperante marido volviera para concluir debidamente la discusión. Entonces decidió que Hyukjae seguía siendo un condenado muro de ladrillos. Pero si no se puede derribar un muro de ladrillos, siempre es posible escalarlo.



-¿Le has dicho ya que lo amas?

Hyukjae dejó despacio sus cartas en la mesa y asió su copa. La pregunta, completamente ajena a la conversación que mantenían, le hizo enarcar una ceja. Primero miró a Park Hanheng, que estaba a su izquierda, estudiando sus naipes como si los viera por primera vez. Después, a Junsu, que trataba de mantenerse muy serio frente a él. Por fin, a Siwon, el responsable de aquella comprometida pregunta.

-Supongo que no te dirigías a mí, ¿verdad, muchacho?

-Pues mira, sí, justamente a ti -sonrió su hermano.

-Te has pasado la velada pensando en eso, ¿no? Se justifica que hayas perdido todas las partidas.

Siwon asió su copa e hizo girar perezosamente el contenido, observando detenidamente el líquido ambamarino sin mirar a su hermano.

-En realidad -continuó Siwon- la pregunta se me ocurrió esta mañana, cuando oí tanto ruido allá arriba. Y otra vez esta tarde, cuando sorprendiste al querido joven escabulléndose por la puerta principal y le ordenaste subir a su cuarto. ¿No crees que se te fue un poco la mano?

-Se quedó en su cuarto, ¿no?

-Ciertamente... Es más, no bajó a cenar. Y eso fastidió tanto a mi esposo que salió de visitas.

-el pequeño está enfurruñado, sí -dijo Hyukjae, encogiéndose de hombros sin gran preocupación- Es una costumbre suya, bastante divertida, que puede solucionarse con bastante facilidad. Pero aún no estoy dispuesto a hacerlo.

-¡Ja, ja! -rió Siwon con sorna- Yo diría que esa confianza no está muy justificada, sobre todo si no le has dicho que lo amas.

La ceja de Hyukjae se enarcó un poco más.

-¿Pretendes darme consejos, Siwon?

-Como diría tu esposo, creo que te irían como anillo al dedo.

-Pues tu anillo no me sirve. ¿No eres tú el tipo que se sentía tan desdichado que...?

-No estamos hablando de mí -replicó Siwon, con una arruga entre las cejas.

-Muy bien -acordó Hyukjae, sólo para agregar - Pero si yo no hubiera dejado esa nota a
Heechul para disculparte, aún estarías metido en un buen lío.

-Lamento darte esta noticia, hermanito -replicó molesto su hermano - pero yo había arreglado ya las cosas antes de que él posara los ojos en tu nota.

-Estamos jugando caballeros -señaló Park Hanheng- y llevo perdidas doscientas libras. Si no les molesta...

Por fin Junsu dejó escapar una sonora carcajada.

-Déjalo estar, cachorro -indicó a Siwon - Seguirá hundido en su propio pantano hasta que se le antoje salir. Además, empiezo a creer que le gusta el lodo... El desafío, ¿comprendes? Si su esposo no sabe lo que él siente, es lógico que no quiera decirle qué siente él a su vez. Y eso lo saca de sus casillas... ¿no?

Siwon giró hacia Hyukjae, buscando la confirmación de aquella interesante hipótesis, pero sólo obtuvo un resoplido y un gesto ceñudo.


Mientras los hermanos Kim recogían sus naipes para continuar el juego, Donghae se escabullía por la puerta trasera para llegar hasta Park Lane, deambulando apresuradamente por callejones y patios traseros; tras una anhelante espera de quince minutos, pudo detener un coche de alquiler para que lo condujera a los muelles de Londres.

Por desgracia, ya se había apeado y el coche se alejaba cuando recordó, demasiado tarde, algo aprendido en su primer viaje a Inglaterra: Londres, el centro comercial y naviero más grande del mundo, no tenía un único muelle.

¿Cómo diablos iba a hallar un barco, quizá dos, y era dudoso que sus hermanos hubieran viajado con más hasta Inglaterra, conociendo las dificultades que había para el atraque, a esas horas de la noche, cuando casi todos los muelles estaban cerrados, protegidos por sus altos muros? A lo sumo podría preguntar a alguien. Y eso había que hacerlo en los muelles donde encontrara marineros recién llegados. Más concretamente, en las tabernas del puerto.

Había que estar loco para pensarlo. No, loco no, pero sí muy enojado. ¿Qué alternativa le quedaba, si Hyukjae se mostraba tan ridículo e irracional? ¡Ni siquiera le permitía salir de aquella condenada casa! Aunque Hae hubiera preferido buscar a sus hermanos a la luz del día, cuando la zona era menos peligrosa, jamás habría podido escapar de la casa sin ser visto mientras hubiera tantos parientes y criados circulando. Y no estaba dispuesto a permitir que sus hermanos volvieran a casa convencidos de que, puesto que les había resultado imposible dar con él, el maldito ex pirata con quien lo habían casado se había deshecho de él.

Pero al acercarse a la zona de los muelles, donde la gente se divertía con las actividades de ocio propias de aquellas avanzadas horas, su enojo se atenuó en la misma proporción en que aumentó su nerviosismo. No le convenía estar allí. No estaba vestido de manera adecuada para lo que pensaba hacer. Y no era hábil para interrogar a la gente.

Habría dado cualquier cosa por contar con la compañía de Donghwa, pero él estaba al otro lado del océano. Cuando vio que dos borrachos salían de una taberna y se enzarzaban en una pelea a tres metros de distancia, llegó a la conclusión de que bajar allí había sido una verdadera locura.

Tendría que ablandar un poco más a Hyukjae, hasta hacerle cambiar de idea. Al fin y al cabo, tenía sus... artimañas, ¿no? Supuestamente, todos los jóvenes las tenían. ¿Y para qué estaban, sino para usarlas?

Donghae giró para volver por donde había venido, pues ese camino le parecía el menos peligroso, o cuanto menos el más pacífico. En ese momento divisó un coche que parecía de alquiler en el otro extremo de la calle. Pero para llegar hasta él tendría que pasar frente a dos tabernas que competían en bullicio, una a cada lado de la calle; ambas tenían las puertas abiertas, para permitir la salida del humo y la entrada del aire frío, a fin de refrescar a los parroquianos.

El joven vaciló, sopesando la prolongada caminata que debería dar por calles desiertas, sólo para llegar a una zona donde tal vez consiguiera transporte; la única opción la constituía ese trayecto por la calle, en penumbra por la luz que salía de las tabernas, y desierta, salvo por los dos hombres que se revolcaban en medio de ella, sin cesar de golpearse. Si caminaba un minuto a buen paso estaría fuera de ahí, sin más motivos de preocupación que buscar el modo de entrar en la casa de Piccadilly sin ser descubierto.

La última parecía la más atractiva de las opciones. Echó a andar con paso enérgico, que se convirtió casi en carrera al pasar frente a la taberna de la derecha, que parecía menos ruidosa. Como mantenía la cara vuelta hacia los lados de la calle, se estrelló contra un pecho sólido, el choque los habría hecho caer, tanto a él como al propietario de aquel tórax, pero otra persona se apresuró a sostenerlos.

-Perdone usted -se excuso Donghae rápidamente, sólo para sentir que aquellos brazos lo rodeaban en vez de depositarlo en el suelo.

-No hay nada que perdonar, encanto -aseguró una voz sensual, con mucho entusiasmo-. Puedes atropellarme cuando gustes.

El joven no supo si tranquilizarse o no ante aquella entonación educada. Cabía suponer que se trataba de un caballero, aunque todavía no lo hubiera soltado. Y lo confirmó con una mirada al pecho bien vestido. Pero cuando sus ojos llegaron a la parte más alta, quedó sorprendido. El joven era corpulento y hermoso; se parecía extrañamente a su marido.

-Quizá quiera acompañarnos -sugirió otra voz, algo gangosa.

Donghae desvió la vista. El tipo que les había impedido caer se bamboleaba ligeramente. El también era un caballero no muy viejo. El joven adivinó, incómodo, que se trataba de dos endemoniados calaveras en busca de diversión.

-Estupenda idea, Changmin, estupenda de verdad -coincidió quien lo sujetaba. Y preguntó a Donghae- ¿Te gustaría, encanto? Es decir, ¿te gustaría acompañarnos?

-No -rechazó con toda claridad, tratando de desasirse a empujones. Pero el caballero no lo soltaba.

-No, no tomes decisiones apresuradas -intentó persuadirlo- Por Dios, qué bonito eres. No sé quién te mantiene, tesoro, pero yo te daré más, para que no tengas que volver a caminar por estas calles.

Donghae quedó tan estupefacto ante la proposición que no pudo replicar inmediatamente. Eso dio oportunidad a otra persona para que dijera, tras él:

-Cielos, primo, fíjate que estás hablando con un joven señor. Y si lo dudas, echa una ojeada a las prendas que luce.

Hae cayó en la cuenta de que los hombres eran tres y no dos, como había creído. Su inquietud iba en aumento, sobre todo porque el grandote no lo soltaba, pese a todos sus esfuerzos.

-No seas idiota, chico- replicó compañero - ¿Un joven señor aquí? ¿Y solo?- Luego se dirigió a Hae, con una sonrisa que probablemente habría hecho milagros con cualquier otro joven, porque era realmente atractivo - No eres un joven señor, ¿verdad, encanto? Por favor, di que no.

En ese momento, Donghae estuvo a punto de echarse a reír. El caballero era sincero en sus esperanzas. Y Hae no era ya tan inocente como para preguntarse por qué.

-Por mucho que deteste admitirlo, llevo un título pegado a mi nombre, desde mi reciente matrimonio. Pero de cualquier modo, señor, creo que ya me ha retenido demasiado tiempo. Tenga la amabilidad de soltarme.

Lo dijo con bastante firmeza, pero él se limitó a sonreír de oreja a oreja, de una manera enloquecida. Donghae estaba pensando en darle un puntapié y echar a correr cuando oyó tras él una exclamación ahogada, seguida de una voz incrédula.

-¡Por todos los tizones del infierno, Kangin! Conozco esa voz. Que me aspen si no. A menos que me equivoque, estás tratando de seducir a tu flamante tío.

-Muy divertido, Minho -resopló Kangin.

-¿Minho? – Donghae giró en redondo.

Tal como se temía, era el hijo de Hyukjae.

-Que dicho sea de paso, es mi padrastro -agregó el chico, un momento antes de echar a reír - Ha sido una gran suerte que no trataras de robarle un beso, como hiciste con el último joven que te llamó la atención, primo. Mi padre te habría matado, a menos que el tuyo se le adelantara.

Donghae quedó libre tan deprisa que estuvo a punto de caer. Tres pares de manos acudieron de inmediato para ayudarle, pero se apartaron con la misma celeridad. Por el amor de Dios, si tenía que encontrarse con parientes allí, en el puerto, ¿no habría podido ser con sus hermanos, y no con la familia de Hyukjae?

Kim Kangin, único hijo varón y heredero de Shindong, mostraban una expresión de disgusto en su rostro. Minho buscó a su padre con la mirada, y, al no verlo, llegó a la correcta conclusión de que Hae estaba solo. Su sonrisa desapareció de inmediato.

-¿Significa eso que el pequeño no va a venir con nosotros? -quiso saber Changmin.

-Cuidado con lo que dices -advirtió Kangin a su amigo, casi en un rugido – el señor es el esposo de Kim Hyukjae.

-¿Te refieres al tipo que estuvo a punto de matar a mi amigo Kyu? Dios Santo, Kim, date por muerto. Mira que propasarte con su...

-Cállate, Changmin, pedazo de asno. El chico te ha dicho que es mi tío.

-Permíteme una corrección -observó Changmin, indignado -te lo ha dicho a ti, no a mí.

-Pero tú sabes que Hyukjae es mi tío. No va a ... Oh, qué diablos, no importa-Dirigió su ceñuda mirada hacia Donghae. Se parecía cada vez más a Hyukjae, pero diez años mas joven; probablemente ésa era la edad de Kangin- Supongo que debo pedir disculpas, tío... Donnie, ¿no?

-Donghae -corrigió él, incapaz de comprender por qué el caballero parecía ahora tan molesto con él.

Las palabras que siguieron contribuyeron a aclarar un poco las cosas.

-No puedo decir que sea un gran placer, en estos momentos, darle la bienvenida a la familia.

Hae parpadeó.

-¿No?

-No, porque preferiría mil veces que no fuéramos parientes. -Y luego le dijo a Minho- Por todos los demonios, ¿de dónde los sacan mis tíos?

-Pues mi padre encontró a éste en una taberna. –Minho también lo miraba con el entrecejo fruncido, pero el joven no tardó en comprender que su enfado era sólo por causa de su padre- Así que supongo que no es tan extraño encontrarlo aquí.

-¡Por el amor de Dios, Minho, las cosas no son como parecen! -protestó Hae, dejando aflorar un poco de su propio enfado- Tu padre se ha mostrado totalmente irracional al no permitirme ver a mis hermanos.

-¿Y decidiste salir solo a buscarlos?

-Pues... sí.

-¿Sabes siquiera dónde están?

-Pues... no.

Minho reaccionó con un bufido de disgusto.

-En ese caso, será mejor que te llevemos a casa, ¿verdad?

Donghae suspiró.

-Supongo que sí. De cualquier modo, ya regresaba. Tenía intenciones de tomar aquel coche...

-Tendrías que haber ido a pie, porque es el carruaje de Kangin. El cochero se habría limitado a ignorarte... a menos que le hubieras dado tu nombre, cosa que, probablemente, no se te hubiera ocurrido. Por los clavos de Cristo, tienes mucha suerte de que te encontráramos nosotros... Donnie.

"De tal palo, tal astilla", pensó Hae, apretando los dientes. Ya no tenía ninguna esperanza de entrar en casa sin que Hyukjae se enterara de su pequeña aventura, a menos que...

-Supongo que no le ocultarás esto a tu padre, ¿verdad?

-No -confirmó él, simplemente.

Los dientes de Donghae comenzaban a rechinar.

-Eres un asco de hijastro, Kim Minho.

Eso divirtió tanto al joven pícaro que las carcajadas afloraron de nuevo.


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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...