El Guardaespalda del Príncipe- Capítulo 3



Sungmin, en la recepción, pensó que el apodo le cuadraba. Wolf que equivalía a lobo.
            Depredador.

            Intenso.

            Arrogante.
         
   Capaz de paralizarlo con esos ojos color caramelo. Y, si hacía caso a los rumores que había oído esa velada, era distante y nada emocional.

            –También lo llaman Ice porque es puro hielo, y dicen que su corazón es tan difícil de encontrar como un diamante rosa –había dicho un joven, mirándolo con anhelo desde el otro lado del salón.


            Sungmin sabía que muchas mujeres y jóvenes consideraban a un hombre así un reto personal, especialmente a un macho alfa como Kyuhyun, pero no era uno de ellos. Solo le interesaba un hombre cariñoso y considerado que respetara a su pareja y la considerase algo más que un trofeo que exhibir. Un hombre gentil y sofisticado que buscara amor y compañía, no aventuras breves y diversidad.

            Eso le recordó un almuerzo con Donghae, hacía un mes. “Sexy” y “divino” eran los términos que había usado al hablar de un amigo de Hyukjae llamado Kyuhyun. Y también “soltero empedernido”. Sungmin le había dicho a su amigo que no le interesaban en absoluto los hombres con fobia al compromiso. Así que Kyuhyun estaba prohibido.

            Aunque estuviera impresionante con un esmoquin hecho a medida.

            “Oh, déjalo”, se dijo. Muchos hombres estaban guapos con esmoquin. Sin embargo, esos hombres no lo habían abrasado solo con mirarla, ni lo habían hecho anhelar tocarlos por todas partes. Se dijo que tal vez solo estuviera buscando algo que le distrajera de las sonrisas educadas y las miradas curiosas de muchos de los invitados.

            Los que eran amigos suyos sabían que nunca había estado involucrado con Hyukjae, pero todos estaban pasándolo bien y se sentía muy solo.

            Absorto, recordó cómo Kyuhyun lo había tenido entre sus brazos esa mañana. No había podido evitar imaginar cómo sería besarlo. Incluso se había quedado quieto, anticipando ese beso.

            La velada lo había estresado y, además, no podía negar que Kyuhyun lo intrigaba. Hacía mucho tiempo que ningún hombre llamaba su atención. Hacía mucho que no imaginaba un beso ni sentía la calidez del abrazo de una pareja.

            Sungmin hizo una mueca.

            “No intentes utilizar ese cuerpo tan sexy para conseguir mi favor, príncipe”, había dicho él.

            Sungmin apretó los labios.

            Arrogante.

            Grosero.

            Burdo.

            Inculto.

            Sin embargo, Sungmin había tocado su cuerpo en cuanto había tenido oportunidad. Se llevó la copa de champán a los labios.

            Vacía. Diablos.

            El médico que Kyuhyun había enviado para que lo viera, un gesto inesperado que aún no le había agradecido, le había recomendado que no bebiera esa noche. Pero ser el “prometida rechazado” en una sala llena de gente le daba ganas de beber.

            Agarró una copa de la bandeja de un camarero y tomó un sorbo. No le sorprendía que hablaran de Kyuhyun. Un hombre que podía alzarlo de un caballo con una sola mano y bajarlo lentamente al suelo, era muy atractivo.

            Para algunos, se recordó. No para él.

            –¿Me concedes este baile?

            Durante un instante, Sungmin imaginó que la voz que oía a su espalda era de Kyuhyun, pero carecía de su tono aterciopelado y no le provocó escalofríos, así que supo que no era así. Se dio la vuelta y sonrió a un agradable lord inglés que llevaba rondándolo toda la noche.

            No tenía ganas de bailar con él, pero no quería dar lugar a cotilleos rechazando a cada hombre que se le acercaba. Esbozó una sonrisa cortés que expresaba “Sí, pero que quede claro que no me interesas” y aceptó sus brazos. En ese momento vio a Kyuhyun, que lo observaba desde el otro lado de la sala, con una mujer joven, feliz y relajada al lado. Sungmin, en cambio, se sentía viejo, infeliz y tenso. En parte era culpa de Kyuhyun, porque no podía dejar de pensar en él.

            Que estuviera con una mujer bella mientras lo miraba, le confirmó que era un jugador. A no ser que lo hubiera estado observando toda la noche por petición de Hyukjae.

            Cinco minutos después, envió a su pareja de baile a buscarle un vaso de agua. No necesitaba testigos cuando le dijera a Kyuhyun que su atención era irritante e innecesaria.

            Lo localizó en una zona poco iluminada del salón, apoyado en la pared. Le encantó descubrir que la rubia ya no estaba con él.

            Cuando llegó a su lado, él le miró en silencio, con los ojos velados por tupidas pestañas oscuras.

            –Estás observándome porque Hyukjae te lo ha pedido, ¿no? –dijo. Ver su sonrisa irónica lo enfureció–. No necesito que lo hagas.

            –Pensaba que a todos los jóvenes les gustaba que los miraran. ¿No es la razón de que os pongáis tan sensuales? –lo señaló de arriba abajo con la copa que tenía en la mano.

            –Mi traje es elegante, no sensual –Sungmin miró conjunto, pantalón negro ajustado en sus torneadas piernas, chaqueta negra poco entallada, camisa blanca y una corbata pequeña, última moda en Asia.

            –Bueno, digamos elegantemente sensual.

            –No necesito niñera –le dijo Sungmin, pensando que el guapo coreano era muy zalamero.

            –Nunca dije que la necesitaras. De hecho, le dije a Hyukjae que podías cuidarte solito.

            –¿Tal vez porque me fui con tu caballo?

            –No te fuiste con mi caballo –el tono de su voz sonó más grave–. Pero hiciste algo peligroso.

            –No sé a qué te refieres.

            –Estoy seguro de que sí –Kyuhyun sonrió.

            Tomó un trago de cerveza y Sungmin observó su fuerte cuello mientras tragaba. Sintió que sus pezones se tensaban pero decidió ignorarlo.

            –Entonces, si no estás haciendo lo que te pidió Hyukjae, ¿por qué me observas?

            –¿Por qué crees tú? –recorrió su cuerpo con la mirada y a Sungmin le quedó claro el porqué.

            Recordó la sensación de sus enormes manos en su torso y sintió un escalofrío. Perturbado por su respuesta física, Sungmin movió la cabeza. Kyuhyun parecía sereno y relajado, pero estaba seguro de que si lo tocaba lo notaría tenso como un muelle.

            –¡Me parece que eres un hombre que consigue lo que quiere demasiado a menudo, Ice! –lo retó. Su forma de mirarlo lo estaba volviendo loco. Sabía que él percibía la química que había entre ellos y se preguntó qué haría falta para hacerle perder el control.

            –¿Ah, sí?

            –Sí –Sungmin intentó sonar indiferente, pero tenía el corazón desbocado–. Se comenta que robas corazones dondequiera que vas.

            –¿Has estado hablando de mí, principe?

            –Eso no es una respuesta –le lanzó.

            –No has hecho una pregunta –dijo él, enarcando una ceja al oír su tono airado.

            Sungmin, frustrado, decidió desearle las buenas noches. Aunque había decidido ignorar lo que le hacía sentir, seguía allí, casi provocándolo para que le hiciera cambiar de opinión. Desvió la mirada de su sensual media sonrisa, dio un paso atrás y se colocó un mechón de pelo tras la oreja.

            –Muy bien. Si...

            La mano de Kyuhyun se disparó hacia su brazo y lo agarró con suavidad, sorprendiéndolo.

            –No juegues conmigo, Conejo. Te garantizo que perderás.

            Sungmin apenas podía contener su ira. Si alguien estaba jugando, era Kyuhyun, no él.

            –Te equivocas. No soy yo quien juega aquí ––alzó la barbilla. Sería estúpido permitir que ese hombre entrara en su vida, en cualquier sentido.

            Kyuhyun alzó las pestañas y lo miró directamente, haciéndole sentir el calor sensual de sus ojos. Se sintió como un cervatillo atrapado por los faros de un coche mientras Kyuhyun se acercaba lentamente. Solo se dio cuenta de que era él quien se movía cuando le pusieron un vaso de agua ante la cara.

            –Aquí tienes –resopló el lord inglés, mirando a Kyuhyun con el pecho hinchado.

            Sungmin sintió una absurda decepción cuando Kyuhyun se limitó a pasar un pulgar por su muñeca antes de soltarla. Como si se le hubiera ocurrido de repente, se inclinó hacia su oreja, embriagándolo con su aroma.

            –Cuidado con lo que deseas, príncipe. Podrías conseguirlo –se enderezó–. ¿Me disculpas? –un segundo después, cruzaba el suelo de mármol y pasaba a otra habitación.

            Sungmin dejó escapar el aire que había contenido. Tendría que alegrarse de que se hubiera ido. Era arrogante, molesto y descarado, sin embargo le excitaba más que ningún otro hombre. Era un potente afrodisíaco. Absorbente y tentador. Y aunque él acababa de prevenirlo, una parte de Sungmin aún deseaba saber cómo sería sentir sus fuertes manos en su piel ardiente, y desnudo.

            –Señoras, señores y caballeros... El novio está a punto de lanzar el ramo. Después la pareja se retirará.

            Se oyó un gritito triunfal cuando una de las amigas de Donghae agarró el ramo, seguido por aplausos cuando los novios empezaron a subir la escalera. Pasarían la noche en el castillo e iniciarían su luna de miel después del almuerzo.

            Sungmin les deseaba lo mejor, pero sentía cierta opresión en el pecho. Donghae y Hyukjae eran muy felices y estaban muy enamorados. El viejo temor a no llegar a experimentar algo así disminuía la alegría que sentía por ellos.

            Comprendiendo que estaba más afectado de lo que había creído, decidió retirarse. Miró a su alrededor y no vio a Kyuhyun. Por un lado quería que lo deseara, por otro que no lo hiciera. Su cerebro estaba atascado, como un disco rayado. La palabra “sexo” no dejaba de rondar su cabeza.

            Lo último que quería era practicar sexo con un hombre inadecuado para sus sueños y esperanzas. Molesto, giró sobre los talones y estuvo a punto de chocar con el hombre que había ocupado su mente casi todo el día.

            –Te vas antes de nuestro baile –murmuró él.

            –Creía que no te iban los juegos –dijo. Le dolían los pies y no quería bailar.

            Él ensanchó las aletas de la nariz al oír su tono agresivo; Sungmin sintió un cosquilleo en la pelvis, sabía que él sí jugaba. Y aunque jugar iba en contra de sus principios, una parte quería jugar con él, esa noche.

            –Quizás quiera tenerte en mis brazos otra vez.

            Sungmin sintió que su voz lo abrasaba por dentro. Se preguntó cómo podía una persona evitar rendirse a tal intensidad sexual

            –¿Quieres?

            –Sí –como si percibiera su rendición, Kyuhyun esbozo una sonrisa lobuna. Le quitó la copa y lo rodeó con los brazos.

            A Sungmin le dio un vuelco el corazón.

            –¿Qué pasa con lo que quiero yo? –preguntó, para intentar recuperar un cierto control.

            –Esto es lo que quieres, príncipe –alzó la mano que sujetaba la suya hacia su rostro y pasó los nudillos por su mejilla.

            Sungmin se estremeció. “Cuidado, Sungmin”, se dijo. Hizo acopio de valor para resistirse a su magnetismo. Se iría en cuanto acabara la canción.

            –Un baile –aceptó.




            Bailar? Kyuhyun no quería bailar con él. Quería poseerlo. Y para un hombre que se autodefinía como “no jugador”, había jugado a acecharlo y evitarlo toda la noche.

            Su intención había sido evitarlo. Pero había estado perdido en cuanto lo vio entrar. Tal vez no perdido, más bien hipnotizado. Y lo había irritado mucho notar que todo el resto de los varones del salón de baile sentían lo mismo. Los casados no podían hacer nada al respecto, pero los solteros habían estado haciendo fila para acercarse a Sungmin.

            Él, en cambio, había pasado casi toda la noche controlando el impulso de abrirse paso entre los invitados y echárselo al hombro como un cavernícola

            Química. Nunca había experimentado una tan fuerte. Sabía que la mejor forma de atemperarla sería poseyéndolo. De momento había cumplido su plan de no acercarse, pero no tenía por qué hacerlo. Estaba respondiendo como cualquier hombre sano que tuviera a un joven bello en los brazos. No tenía nada de complicado.

            Lo preocupante sería no desearlo. Era racional y normal sentir una lujuria demencial por él.

            Kyuhyun miró su rostro. Tenía las mejillas sonrosadas y los labios entreabiertos. Desplazó la vista a su pecho, con los pezones erectos, y volvió hacia arriba. Sungmin tenía la mirada velada, como si también le sorprendiera lo fuerte que era la química entre ellos.

            Kyuhyun abrió la mano sobre su cadera y lo atrajo más. Notó el instante en que Sungmin sintió su erección, porque dejó escapar un gemido suave que lo excitó aún más.

            Deseaba introducir la mano entre su cabello y capturar su boca, pero consiguió controlarse. Alzó su barbilla y lo obligó a mirarlo.

            –Te deseo, Sungmin. Quiero besarte hasta quitarte el sentido y hacerte el amor hasta dejarte agotado. No he pensado en otra cosa en todo el día.

            Sungmin se estremeció y Kyuhyun se sintió al filo de la navaja mientras esperaba su respuesta.

            –Yo... –soltó el aire y tragó–. De acuerdo.

            Exaltado, Kyuhyun agarró su mano y lo sacó de la pista de baile.

            A Sungmin le habían adjudicado una habitación en el ala este del castillo y él no paró ni a tomar aire hasta que, en el descansillo de la segunda planta, notó un tironcito en la mano. Se volvió y lo observó pasarse las manos por el saco.

            –Kyuhyun –carraspeó–. No estoy seguro de que esto sea buena idea.

            Kyuhyun solo estaba seguro de que el tono grave de su voz al decir su nombre lo retorcía por dentro. Lo retorcía y abrasaba.

            –¿Qué es lo que no estás seguro de que sea buena idea? ¿Esto? –lo apretó contra la pared y rodeó 
su rostro con las manos. Después, reclamó su boca.

            Sus sentidos quedaron desbordados por su sabor intenso y embriagador. Había sabido que sería así. Abrumador. Los labios eran más carnosos y dulces de lo que había imaginado. Cuando Sungmin los entreabrió y se acercó más, el deseo de seducirlo lo consumió.

            Hundió los dedos en su cabeza para sujetarla mientras profundizaba el beso e introducía la lengua en su boca para explorar cada rincón.

            –Kyuhyun, por favor...

            El suave gemido lo inflamó hasta la locura. Necesitaba más. Deslizó las manos por su cuerpo, desesperado por introducirlas bajo la ropa. Sintió una gran satisfacción al comprobar que correspondía a su lujuria. La incertidumbre de unos minutos antes era pasto de las llamas del fuego que había encendido en Sungmin.

            Era un joven sensacional. No recordaba haber sentido nunca un deseo tan frenético. Por suerte, el ruido de un portazo en algún lugar del corredor le hizo recuperar el sentido común.

            Agarró su mano y tiró de él hasta que ambos estuvieron en el dormitorio, con la puerta cerrada.

            Encendió la luz y lo miró. Estaba en el centro de la habitación como una ofrenda pagana, con los labios ya húmedos e hinchados por su besos. Lo vio tragar aire y creyó captar una sombra de vulnerabilidad en su rostro.

            Eso lo hizo pararse a pensar un momento.

            Siempre había evitado las relaciones serias, escarmentado tras haber tenido que solucionar los problemas que su madre había causado con sus acciones. Se dijo que el sexo con Lee Sungmin no suponía una amenaza para su bienestar, en ningún sentido

            Suponía placer. Placer mutuo y no adulterado.

            –Me gusta dejar la luz encendida –dijo.

            –A mí... me da igual –Sungmin se mojó los labios.

            Kyuhyun seguro de lo que hacía, fue hacia él. Escrutó los ojos ahumados, buscando algún otro rastro de aprensión, prometiéndose que se detendría si captaba un atisbo de incertidumbre. Por suerte, la mirada de Sungmin habría sido capaz de fundir el hierro.

            De derretir su voluntad férrea.

            Rechazando la insidiosa sospecha de que una vez nunca sería suficiente con ese joven, puso la mano en su nuca y lo alzó de puntillas. El apoyó las manos en sus hombros y echó la cabeza hacia atrás, ofreciéndole la elegante curva de su cuello.

            Kyuhyun curvó el labio superior; por fin entendía por qué estaban tan de moda las películas de vampiros. La lujuria le hacía hervir la sangre y alzó la otra mano para acariciar la delicada piel que había expuesto a su vista. Sungmin abrió los ojos e hizo algo que él no esperaba: tomó el mando y oprimió los labios contra los suyos.

            Le dejó besar y mordisquear su boca unos diez segundos antes de que el instinto primitivo que despertaba en él ganara la partida. Afirmó manos y labios e hizo que abriera la boca y se entregara a su exploración.

            Sungmin lo hizo sin el menor titubeo. Se abrazó a su cuello y arqueó el cuerpo hacia él.

            Kyuhyun se dijo que debía ir más despacio, pero Sungmin ladeó la boca para amoldarse mejor a la de él y, por imposible que pareciera, profundizó en el beso. Enredó su dulce lengua alrededor de él e hizo que la cabeza le diera vueltas.

            Se quitó la chaqueta, apartó los dedos de Sungmin de la camisa y la abrió de un tirón, haciendo saltar los botones. Cuando se libró de la prenda, agradeció el aire fresco en su piel ardiente.

            Ignorando las emociones que asolaban su mente, moldeó su pecho con las manos. Con los pezones ya tensos contra la sedosa tela de la camisa. Mirándolo a los ojos, pasó los pulgares por sus dos pezones a la vez.

            –Oh, Kyuhyun.  

            El gruñido ronco lo urgió a quitar la prenda que aun cubría el torso.

            –Sungmin, eres... –maldijo para sí y se inclinó para succionar un pezón rosado. Su sabor hizo que todo su cuerpo palpitara, y cuando Sungmin agarró su cabeza para atraerlo más, dejó atrás cualquier pretensión de galantería: lo alzó en brazos, arrancó la colcha de flores de un tirón, y lo dejó sobre las sábanas blancas.

            El se apoyó en los codos y lo observó con párpados pesados mientras lo libraba del pantalón.

            Mientras se liberaba del resto de su ropa, Kyuhyun contempló el cabello oscuro, el pecho subiendo y bajando al ritmo de su respiración agitada, la cintura estrecha y el boxer que evidenciaba una deliciosa excitación.

            Inhalando su aroma, él subió a la cama y enmarcó su rostro con las manos.

            –Ahora, precioso mío, te tengo donde quería.

            Sungmin se estremeció y giró la cabeza para atrapar su boca. Él gruñó y se dejó absorber por el beso, al tiempo que deslizaba una de las manos por su torso, aprendiendo las formas de su cuerpo.

            Sungmin por su parte estaba ocupado acariciando los músculos de sus brazos. Cuando hizo presión contra sus hombros, él no se movió.

            –Es como si estuvieras hecho de acero. Eres inamovible.

            –¿Adónde quieres que me mueva? –su voz sonó ronca y sexy–. ¿Arriba? –besándolo, subió por su cuello hasta el lóbulo de la oreja, que mordisqueó–. ¿O abajo? –lamió su clavícula y siguió hacia abajo.

            Los ojos de Sungmin se nublaron de deseo.

            –¿Sungmin?

            –¿Si? –se arqueó sobre la cama.

            –¿Hacia dónde voy?

            Dejó escapar un gemido mientras él seguía tentándolo; de repente, colocó una pierna sobre su cadera y él adivinó sus intenciones, así que permitió que lo tumbara de espaldas. Sungmin se puso a horcajadas sobre su cintura.

            –Ahora mismo, ¿quién tiene a quién dónde lo quería? –inquirió él con una mirada triunfal.

            –Creo que soy yo – Kyuhyun sonrió y lo recolocó hasta situarlo sobre su erección.

            –Ooohhh –Sungmin abrió las palmas de las manos sobre su pecho–. Sé que piensas que...

            Kyuhyun se irguió y atrapó uno de sus pezones con la boca, interrumpiendo su diálogo. Sentir su miembro duro y tan caliente estaba haciéndole perder el control. La hora de hablar había llegado a su fin.

            –Creo que eres sensacional –dijo. Pasó la boca a su otro pezón y supo que lo decía en serio.

            Normalmente, los jóvenes dejaban todo en sus manos en la cama, pero lo que hacía Sungmin era más interesante. Y el sabor de sus pezones rojo cereza lo volvía loco.

            Sin dejar de besarlo, deslizó la mano hasta posarla en su entrada. Sungmin abrió los ojos cuando introdujo un dedo en su interior. Gritó su nombre y se balanceó buscando la fricción entre sus miembros.

            La erección de Kyuhyun empezaba a ser dolorosa, pero se obligó a esperar. Disfrutó de la atónita mirada de placer de Sungmin cuando él empezó a mastubarlo. Le gustó aún más que echara la cabeza hacia atrás y gritara su nombre, entregándose al éxtasis.

            Dejó que Sungmin se colocara sobre su pelvis, como si lo cabalgara mientras seguía atendiendo su pene con delicia, al final del orgasmo, Sungmin inclinó la cabeza y una sedosa cascada de pelo cayó sobre su rostro. Necesitando penetrarlo con una urgencia sorprendente, Kyuhyun lo tumbó de espaldas y rio para sí cuando Sungmin le dejó hacer.

            –Al menos ahora sé cómo conseguir tu absoluta cooperación.

            –¿Qué acabas de hacerme? –Sungmin apartándose el pelo de la cara, se estiró con placer.

            –Te he hecho subir muy alto –se puso un preservativo, que había sacado de la cartera, y le abrió los muslos. La penetró con una embestida lenta y lujuriosa–. Y voy a hacerlo de nuevo.

            Requirió todo su control mantener un ritmo pausado y suave, hasta que Sungmin se amoldó a su tamaño. Cuando notó que se relajaba y lo aceptaba entero en su interior, ya no pudo parar. Rondaron varias veces el borde del abismo hasta que, con un gemido, agarró sus caderas y lo obligó a saltar a un espacio tan abrasador que él creyó que sus cuerpos se fundirían y fusionarían para siempre.

            Su último pensamiento coherente fue, “¿Qué voy a hacer tras una experiencia como esta?”
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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...