Sungmin, en la recepción, pensó que el apodo
le cuadraba. Wolf que equivalía a lobo.
Depredador.
Intenso.
Arrogante.
Capaz de paralizarlo con esos ojos
color caramelo. Y, si hacía caso a los rumores que había oído esa velada, era
distante y nada emocional.
–También lo llaman Ice porque es puro
hielo, y dicen que su corazón es tan difícil de encontrar como un diamante rosa
–había dicho un joven, mirándolo con anhelo desde el otro lado del salón.
Sungmin sabía que muchas mujeres y
jóvenes consideraban a un hombre así un reto personal, especialmente a un macho
alfa como Kyuhyun, pero no era uno de ellos. Solo le interesaba un hombre
cariñoso y considerado que respetara a su pareja y la considerase algo más que
un trofeo que exhibir. Un hombre gentil y sofisticado que buscara amor y
compañía, no aventuras breves y diversidad.
Eso le recordó un almuerzo con Donghae,
hacía un mes. “Sexy” y “divino” eran los términos que había usado al hablar de
un amigo de Hyukjae llamado Kyuhyun. Y también “soltero empedernido”. Sungmin
le había dicho a su amigo que no le interesaban en absoluto los hombres con
fobia al compromiso. Así que Kyuhyun estaba prohibido.
Aunque estuviera impresionante con un
esmoquin hecho a medida.
“Oh, déjalo”, se dijo. Muchos hombres
estaban guapos con esmoquin. Sin embargo, esos hombres no lo habían abrasado
solo con mirarla, ni lo habían hecho anhelar tocarlos por todas partes. Se dijo
que tal vez solo estuviera buscando algo que le distrajera de las sonrisas
educadas y las miradas curiosas de muchos de los invitados.
Los que eran amigos suyos sabían que
nunca había estado involucrado con Hyukjae, pero todos estaban pasándolo bien y
se sentía muy solo.
Absorto, recordó cómo Kyuhyun lo
había tenido entre sus brazos esa mañana. No había podido evitar imaginar cómo
sería besarlo. Incluso se había quedado quieto, anticipando ese beso.
La velada lo había estresado y,
además, no podía negar que Kyuhyun lo intrigaba. Hacía mucho tiempo que ningún
hombre llamaba su atención. Hacía mucho que no imaginaba un beso ni sentía la
calidez del abrazo de una pareja.
Sungmin hizo una mueca.
“No intentes utilizar ese cuerpo tan
sexy para conseguir mi favor, príncipe”, había dicho él.
Sungmin apretó los labios.
Arrogante.
Grosero.
Burdo.
Inculto.
Sin embargo, Sungmin había tocado su
cuerpo en cuanto había tenido oportunidad. Se llevó la copa de champán a los
labios.
Vacía. Diablos.
El médico que Kyuhyun había enviado
para que lo viera, un gesto inesperado que aún no le había agradecido, le había
recomendado que no bebiera esa noche. Pero ser el “prometida rechazado” en una
sala llena de gente le daba ganas de beber.
Agarró una copa de la bandeja de un
camarero y tomó un sorbo. No le sorprendía que hablaran de Kyuhyun. Un hombre
que podía alzarlo de un caballo con una sola mano y bajarlo lentamente al
suelo, era muy atractivo.
Para algunos, se recordó. No para él.
–¿Me concedes este baile?
Durante un instante, Sungmin imaginó
que la voz que oía a su espalda era de Kyuhyun, pero carecía de su tono
aterciopelado y no le provocó escalofríos, así que supo que no era así. Se dio
la vuelta y sonrió a un agradable lord inglés que llevaba rondándolo toda la
noche.
No tenía ganas de bailar con él, pero
no quería dar lugar a cotilleos rechazando a cada hombre que se le acercaba.
Esbozó una sonrisa cortés que expresaba “Sí, pero que quede claro que no me
interesas” y aceptó sus brazos. En ese momento vio a Kyuhyun, que lo observaba
desde el otro lado de la sala, con una mujer joven, feliz y relajada al lado. Sungmin,
en cambio, se sentía viejo, infeliz y tenso. En parte era culpa de Kyuhyun,
porque no podía dejar de pensar en él.
Que estuviera con una mujer bella
mientras lo miraba, le confirmó que era un jugador. A no ser que lo hubiera
estado observando toda la noche por petición de Hyukjae.
Cinco minutos después, envió a su
pareja de baile a buscarle un vaso de agua. No necesitaba testigos cuando le
dijera a Kyuhyun que su atención era irritante e innecesaria.
Lo localizó en una zona poco
iluminada del salón, apoyado en la pared. Le encantó descubrir que la rubia ya
no estaba con él.
Cuando llegó a su lado, él le miró en
silencio, con los ojos velados por tupidas pestañas oscuras.
–Estás observándome porque Hyukjae te
lo ha pedido, ¿no? –dijo. Ver su sonrisa irónica lo enfureció–. No necesito que
lo hagas.
–Pensaba que a todos los jóvenes les
gustaba que los miraran. ¿No es la razón de que os pongáis tan sensuales? –lo
señaló de arriba abajo con la copa que tenía en la mano.
–Mi traje es elegante, no sensual –Sungmin
miró conjunto, pantalón negro ajustado en sus torneadas piernas, chaqueta negra
poco entallada, camisa blanca y una corbata pequeña, última moda en Asia.
–Bueno, digamos elegantemente
sensual.
–No necesito niñera –le dijo Sungmin,
pensando que el guapo coreano era muy zalamero.
–Nunca dije que la necesitaras. De
hecho, le dije a Hyukjae que podías cuidarte solito.
–¿Tal vez porque me fui con tu
caballo?
–No te fuiste con mi caballo –el tono
de su voz sonó más grave–. Pero hiciste algo peligroso.
–No sé a qué te refieres.
–Estoy seguro de que sí –Kyuhyun
sonrió.
Tomó un trago de cerveza y Sungmin
observó su fuerte cuello mientras tragaba. Sintió que sus pezones se tensaban
pero decidió ignorarlo.
–Entonces, si no estás haciendo lo
que te pidió Hyukjae, ¿por qué me observas?
–¿Por qué crees tú? –recorrió su
cuerpo con la mirada y a Sungmin le quedó claro el porqué.
Recordó la sensación de sus enormes
manos en su torso y sintió un escalofrío. Perturbado por su respuesta física, Sungmin
movió la cabeza. Kyuhyun parecía sereno y relajado, pero estaba seguro de que
si lo tocaba lo notaría tenso como un muelle.
–¡Me parece que eres un hombre que
consigue lo que quiere demasiado a menudo, Ice! –lo retó. Su forma de mirarlo lo
estaba volviendo loco. Sabía que él percibía la química que había entre ellos y
se preguntó qué haría falta para hacerle perder el control.
–¿Ah, sí?
–Sí –Sungmin intentó sonar
indiferente, pero tenía el corazón desbocado–. Se comenta que robas corazones
dondequiera que vas.
–¿Has estado hablando de mí, principe?
–Eso no es una respuesta –le lanzó.
–No has hecho una pregunta –dijo él,
enarcando una ceja al oír su tono airado.
Sungmin, frustrado, decidió desearle
las buenas noches. Aunque había decidido ignorar lo que le hacía sentir, seguía
allí, casi provocándolo para que le hiciera cambiar de opinión. Desvió la
mirada de su sensual media sonrisa, dio un paso atrás y se colocó un mechón de
pelo tras la oreja.
–Muy bien. Si...
La mano de Kyuhyun se disparó hacia
su brazo y lo agarró con suavidad, sorprendiéndolo.
–No juegues conmigo, Conejo. Te
garantizo que perderás.
Sungmin apenas podía contener su ira.
Si alguien estaba jugando, era Kyuhyun, no él.
–Te equivocas. No soy yo quien juega
aquí ––alzó la barbilla. Sería estúpido permitir que ese hombre entrara en su
vida, en cualquier sentido.
Kyuhyun alzó las pestañas y lo miró
directamente, haciéndole sentir el calor sensual de sus ojos. Se sintió como un
cervatillo atrapado por los faros de un coche mientras Kyuhyun se acercaba
lentamente. Solo se dio cuenta de que era él quien se movía cuando le pusieron
un vaso de agua ante la cara.
–Aquí tienes –resopló el lord inglés,
mirando a Kyuhyun con el pecho hinchado.
Sungmin sintió una absurda decepción
cuando Kyuhyun se limitó a pasar un pulgar por su muñeca antes de soltarla.
Como si se le hubiera ocurrido de repente, se inclinó hacia su oreja,
embriagándolo con su aroma.
–Cuidado con lo que deseas, príncipe.
Podrías conseguirlo –se enderezó–. ¿Me disculpas? –un segundo después, cruzaba
el suelo de mármol y pasaba a otra habitación.
Sungmin dejó escapar el aire que
había contenido. Tendría que alegrarse de que se hubiera ido. Era arrogante,
molesto y descarado, sin embargo le excitaba más que ningún otro hombre. Era un
potente afrodisíaco. Absorbente y tentador. Y aunque él acababa de prevenirlo,
una parte de Sungmin aún deseaba saber cómo sería sentir sus fuertes manos en
su piel ardiente, y desnudo.
–Señoras, señores y caballeros... El
novio está a punto de lanzar el ramo. Después la pareja se retirará.
Se oyó un gritito triunfal cuando una
de las amigas de Donghae agarró el ramo, seguido por aplausos cuando los novios
empezaron a subir la escalera. Pasarían la noche en el castillo e iniciarían su
luna de miel después del almuerzo.
Sungmin les deseaba lo mejor, pero
sentía cierta opresión en el pecho. Donghae y Hyukjae eran muy felices y
estaban muy enamorados. El viejo temor a no llegar a experimentar algo así
disminuía la alegría que sentía por ellos.
Comprendiendo que estaba más afectado
de lo que había creído, decidió retirarse. Miró a su alrededor y no vio a Kyuhyun.
Por un lado quería que lo deseara, por otro que no lo hiciera. Su cerebro
estaba atascado, como un disco rayado. La palabra “sexo” no dejaba de rondar su
cabeza.
Lo último que quería era practicar
sexo con un hombre inadecuado para sus sueños y esperanzas. Molesto, giró sobre
los talones y estuvo a punto de chocar con el hombre que había ocupado su mente
casi todo el día.
–Te vas antes de nuestro baile
–murmuró él.
–Creía que no te iban los juegos
–dijo. Le dolían los pies y no quería bailar.
Él ensanchó las aletas de la nariz al
oír su tono agresivo; Sungmin sintió un cosquilleo en la pelvis, sabía que él
sí jugaba. Y aunque jugar iba en contra de sus principios, una parte quería
jugar con él, esa noche.
–Quizás quiera tenerte en mis brazos
otra vez.
Sungmin sintió que su voz lo abrasaba
por dentro. Se preguntó cómo podía una persona evitar rendirse a tal intensidad
sexual
–¿Quieres?
–Sí –como si percibiera su rendición,
Kyuhyun esbozo una sonrisa lobuna. Le quitó la copa y lo rodeó con los brazos.
A Sungmin le dio un vuelco el
corazón.
–¿Qué pasa con lo que quiero yo?
–preguntó, para intentar recuperar un cierto control.
–Esto es lo que quieres, príncipe
–alzó la mano que sujetaba la suya hacia su rostro y pasó los nudillos por su
mejilla.
Sungmin se estremeció. “Cuidado, Sungmin”,
se dijo. Hizo acopio de valor para resistirse a su magnetismo. Se iría en
cuanto acabara la canción.
–Un baile –aceptó.
Bailar? Kyuhyun no quería bailar con él.
Quería poseerlo. Y para un hombre que se autodefinía como “no jugador”, había
jugado a acecharlo y evitarlo toda la noche.
Su intención había sido evitarlo.
Pero había estado perdido en cuanto lo vio entrar. Tal vez no perdido, más bien
hipnotizado. Y lo había irritado mucho notar que todo el resto de los varones
del salón de baile sentían lo mismo. Los casados no podían hacer nada al
respecto, pero los solteros habían estado haciendo fila para acercarse a Sungmin.
Él, en cambio, había pasado casi toda
la noche controlando el impulso de abrirse paso entre los invitados y echárselo
al hombro como un cavernícola
Química. Nunca había experimentado
una tan fuerte. Sabía que la mejor forma de atemperarla sería poseyéndolo. De
momento había cumplido su plan de no acercarse, pero no tenía por qué hacerlo.
Estaba respondiendo como cualquier hombre sano que tuviera a un joven bello en
los brazos. No tenía nada de complicado.
Lo preocupante sería no desearlo. Era
racional y normal sentir una lujuria demencial por él.
Kyuhyun miró su rostro. Tenía las
mejillas sonrosadas y los labios entreabiertos. Desplazó la vista a su pecho,
con los pezones erectos, y volvió hacia arriba. Sungmin tenía la mirada velada,
como si también le sorprendiera lo fuerte que era la química entre ellos.
Kyuhyun abrió la mano sobre su cadera
y lo atrajo más. Notó el instante en que Sungmin sintió su erección, porque
dejó escapar un gemido suave que lo excitó aún más.
Deseaba introducir la mano entre su
cabello y capturar su boca, pero consiguió controlarse. Alzó su barbilla y lo
obligó a mirarlo.
–Te deseo, Sungmin. Quiero besarte
hasta quitarte el sentido y hacerte el amor hasta dejarte agotado. No he pensado
en otra cosa en todo el día.
Sungmin se estremeció y Kyuhyun se
sintió al filo de la navaja mientras esperaba su respuesta.
–Yo... –soltó el aire y tragó–. De
acuerdo.
Exaltado, Kyuhyun agarró su mano y lo
sacó de la pista de baile.
A Sungmin le habían adjudicado una
habitación en el ala este del castillo y él no paró ni a tomar aire hasta que,
en el descansillo de la segunda planta, notó un tironcito en la mano. Se volvió
y lo observó pasarse las manos por el saco.
–Kyuhyun –carraspeó–. No estoy seguro
de que esto sea buena idea.
Kyuhyun solo estaba seguro de que el
tono grave de su voz al decir su nombre lo retorcía por dentro. Lo retorcía y
abrasaba.
–¿Qué es lo que no estás seguro de
que sea buena idea? ¿Esto? –lo apretó contra la pared y rodeó
su rostro con las
manos. Después, reclamó su boca.
Sus sentidos quedaron desbordados por
su sabor intenso y embriagador. Había sabido que sería así. Abrumador. Los
labios eran más carnosos y dulces de lo que había imaginado. Cuando Sungmin los
entreabrió y se acercó más, el deseo de seducirlo lo consumió.
Hundió los dedos en su cabeza para
sujetarla mientras profundizaba el beso e introducía la lengua en su boca para
explorar cada rincón.
–Kyuhyun, por favor...
El suave gemido lo inflamó hasta la
locura. Necesitaba más. Deslizó las manos por su cuerpo, desesperado por
introducirlas bajo la ropa. Sintió una gran satisfacción al comprobar que correspondía
a su lujuria. La incertidumbre de unos minutos antes era pasto de las llamas
del fuego que había encendido en Sungmin.
Era un joven sensacional. No
recordaba haber sentido nunca un deseo tan frenético. Por suerte, el ruido de
un portazo en algún lugar del corredor le hizo recuperar el sentido común.
Agarró su mano y tiró de él hasta que
ambos estuvieron en el dormitorio, con la puerta cerrada.
Encendió la luz y lo miró. Estaba en
el centro de la habitación como una ofrenda pagana, con los labios ya húmedos e
hinchados por su besos. Lo vio tragar aire y creyó captar una sombra de vulnerabilidad
en su rostro.
Eso lo hizo pararse a pensar un
momento.
Siempre había evitado las relaciones
serias, escarmentado tras haber tenido que solucionar los problemas que su
madre había causado con sus acciones. Se dijo que el sexo con Lee Sungmin no suponía
una amenaza para su bienestar, en ningún sentido
Suponía placer. Placer mutuo y no
adulterado.
–Me gusta dejar la luz encendida
–dijo.
–A mí... me da igual –Sungmin se
mojó los labios.
Kyuhyun seguro de lo que hacía, fue
hacia él. Escrutó los ojos ahumados, buscando algún otro rastro de aprensión,
prometiéndose que se detendría si captaba un atisbo de incertidumbre. Por
suerte, la mirada de Sungmin habría sido capaz de fundir el hierro.
De derretir su voluntad férrea.
Rechazando la insidiosa sospecha de
que una vez nunca sería suficiente con ese joven, puso la mano en su nuca y lo
alzó de puntillas. El apoyó las manos en sus hombros y echó la cabeza hacia
atrás, ofreciéndole la elegante curva de su cuello.
Kyuhyun curvó el labio superior; por
fin entendía por qué estaban tan de moda las películas de vampiros. La lujuria
le hacía hervir la sangre y alzó la otra mano para acariciar la delicada piel
que había expuesto a su vista. Sungmin abrió los ojos e hizo algo que él no
esperaba: tomó el mando y oprimió los labios contra los suyos.
Le dejó besar y mordisquear su boca
unos diez segundos antes de que el instinto primitivo que despertaba en él
ganara la partida. Afirmó manos y labios e hizo que abriera la boca y se
entregara a su exploración.
Sungmin lo hizo sin el menor titubeo.
Se abrazó a su cuello y arqueó el cuerpo hacia él.
Kyuhyun se dijo que debía ir más
despacio, pero Sungmin ladeó la boca para amoldarse mejor a la de él y, por
imposible que pareciera, profundizó en el beso. Enredó su dulce lengua
alrededor de él e hizo que la cabeza le diera vueltas.
Se quitó la chaqueta, apartó los
dedos de Sungmin de la camisa y la abrió de un tirón, haciendo saltar los
botones. Cuando se libró de la prenda, agradeció el aire fresco en su piel
ardiente.
Ignorando las emociones que asolaban
su mente, moldeó su pecho con las manos. Con los pezones ya tensos contra la
sedosa tela de la camisa. Mirándolo a los ojos, pasó los pulgares por sus dos
pezones a la vez.
–Oh, Kyuhyun.
El gruñido ronco lo urgió a quitar la
prenda que aun cubría el torso.
–Sungmin, eres... –maldijo para sí y
se inclinó para succionar un pezón rosado. Su sabor hizo que todo su cuerpo
palpitara, y cuando Sungmin agarró su cabeza para atraerlo más, dejó atrás cualquier
pretensión de galantería: lo alzó en brazos, arrancó la colcha de flores de un
tirón, y lo dejó sobre las sábanas blancas.
El se apoyó en los codos y lo observó
con párpados pesados mientras lo libraba del pantalón.
Mientras se liberaba del resto de su
ropa, Kyuhyun contempló el cabello oscuro, el pecho subiendo y bajando al ritmo
de su respiración agitada, la cintura estrecha y el boxer que evidenciaba una
deliciosa excitación.
Inhalando su aroma, él subió a la
cama y enmarcó su rostro con las manos.
–Ahora, precioso mío, te tengo donde
quería.
Sungmin se estremeció y giró la
cabeza para atrapar su boca. Él gruñó y se dejó absorber por el beso, al tiempo
que deslizaba una de las manos por su torso, aprendiendo las formas de su
cuerpo.
Sungmin por su parte estaba ocupado
acariciando los músculos de sus brazos. Cuando hizo presión contra sus hombros,
él no se movió.
–Es como si estuvieras hecho de
acero. Eres inamovible.
–¿Adónde quieres que me mueva? –su
voz sonó ronca y sexy–. ¿Arriba? –besándolo, subió por su cuello hasta el
lóbulo de la oreja, que mordisqueó–. ¿O abajo? –lamió su clavícula y siguió
hacia abajo.
Los ojos de Sungmin se nublaron de
deseo.
–¿Sungmin?
–¿Si? –se arqueó sobre la cama.
–¿Hacia dónde voy?
Dejó escapar un gemido mientras él
seguía tentándolo; de repente, colocó una pierna sobre su cadera y él adivinó
sus intenciones, así que permitió que lo tumbara de espaldas. Sungmin se puso a
horcajadas sobre su cintura.
–Ahora mismo, ¿quién tiene a quién
dónde lo quería? –inquirió él con una mirada triunfal.
–Creo que soy yo – Kyuhyun sonrió y lo
recolocó hasta situarlo sobre su erección.
–Ooohhh –Sungmin abrió las palmas de
las manos sobre su pecho–. Sé que piensas que...
Kyuhyun se irguió y atrapó uno de sus
pezones con la boca, interrumpiendo su diálogo. Sentir su miembro duro y tan
caliente estaba haciéndole perder el control. La hora de hablar había llegado a
su fin.
–Creo que eres sensacional –dijo.
Pasó la boca a su otro pezón y supo que lo decía en serio.
Normalmente, los jóvenes dejaban todo
en sus manos en la cama, pero lo que hacía Sungmin era más interesante. Y el
sabor de sus pezones rojo cereza lo volvía loco.
Sin dejar de besarlo, deslizó la mano
hasta posarla en su entrada. Sungmin abrió los ojos cuando introdujo un dedo en
su interior. Gritó su nombre y se balanceó buscando la fricción entre sus
miembros.
La erección de Kyuhyun empezaba a ser
dolorosa, pero se obligó a esperar. Disfrutó de la atónita mirada de placer de Sungmin
cuando él empezó a mastubarlo. Le gustó aún más que echara la cabeza hacia
atrás y gritara su nombre, entregándose al éxtasis.
Dejó que Sungmin se colocara sobre su
pelvis, como si lo cabalgara mientras seguía atendiendo su pene con delicia, al
final del orgasmo, Sungmin inclinó la cabeza y una sedosa cascada de pelo cayó
sobre su rostro. Necesitando penetrarlo con una urgencia sorprendente, Kyuhyun
lo tumbó de espaldas y rio para sí cuando Sungmin le dejó hacer.
–Al menos ahora sé cómo conseguir tu
absoluta cooperación.
–¿Qué acabas de hacerme? –Sungmin
apartándose el pelo de la cara, se estiró con placer.
–Te he hecho subir muy alto –se puso
un preservativo, que había sacado de la cartera, y le abrió los muslos. La
penetró con una embestida lenta y lujuriosa–. Y voy a hacerlo de nuevo.
Requirió todo su control mantener un
ritmo pausado y suave, hasta que Sungmin se amoldó a su tamaño. Cuando notó que
se relajaba y lo aceptaba entero en su interior, ya no pudo parar. Rondaron
varias veces el borde del abismo hasta que, con un gemido, agarró sus caderas y
lo obligó a saltar a un espacio tan abrasador que él creyó que sus cuerpos se
fundirían y fusionarían para siempre.
Su último pensamiento coherente fue,
“¿Qué voy a hacer tras una experiencia como esta?”
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