Amor en Altamar- Capítulo 33



Donghae no podía creerlo. Lo había encerrado. Y aunque había pasado la noche golpeando la puerta, hasta ceder por puro agotamiento, nadie había acudido a abrir. Hacía ya horas que había salido el sol y seguían sin hacerle caso. ¿Cómo podía Yunho hacerle algo así, cuando él había desafiado las órdenes de su esposo tan sólo para hacerle saber que estaba bien?

Ahora lamentaba haber oído su voz, la noche anterior, discutiendo a gritos con su esposo en el vestíbulo de la planta baja. Eso le había hecho salir de su cuarto, con todas las intenciones de correr hacia su hermano.

Pero antes de llegar a la escalera oyó que Hyukjae se negaba a permitir que Yunho lo viera. Entonces comprendió que, si bajaba para unirse al grupo, sólo conseguiría enfurecer a su esposo un poco más. Creyéndose muy astuto decidió escabullirse una vez más por la puerta trasera y aguardar a que Yunho saliera. Porque saldría, sin lugar a dudas. La negativa de Hyukjae había sido más que explícita.


Cuando Yunho salió de la casa como un ventarrón, Donghae estaba esperándolo frente a la puerta. Quería asegurarle que estaba bien, que no debía preocuparse más por él. No había previsto que él lo arrojara al interior de su carruaje para llevárselo. ¡Demonios, por qué no se le habría ocurrido a Hyukjae encerrarlo bajo llave! Eso le habría ahorrado el pánico de encontrarse ahora en el barco de Yunho; y éste tenía intención de llevárselo de vuelta a Connecticut, sin importarle lo más mínimo que él no quisiera regresar allí. 
No escuchaba nada de cuanto decía. Donghae había llegado a temer que ocultara a sus otros hermanos su presencia en el barco.

Descubrió que se equivocaba cuando Jaejoon entró en el camarote.

—¡Gracias a Dios! —fueron las primeras palabras de Donghae, pues era el único de la familia que no se dejaba obnubilar por el mal genio.

—Eso mismo digo yo, tesoro —Jaejoon le ofreció un abrazo que él se apresuró a aceptar —. Ya habíamos perdido las esperanzas de encontrarte.

—No, no me refería a eso. —Donghae se echó hacia atrás para preguntar —: ¿Sabíais que Yunho me tenía encerrado?

—Nos lo mencionó anoche, cuando volvió al hotel y nos contó lo ocurrido.

Donghae se deshizo del abrazo bruscamente.

—¡Y me habéis dejado toda la noche aquí!

—Cálmate, bonito. No tenía sentido abrirte antes. Al fin y al cabo, no ibas a ir a ninguna parte.

—¡Cómo que no! —exclamó él, furioso, precipitándose hacia la puerta — ¡Me voy a casa ahora mismo!

—Creo que no, Hae. —Era Hyunjong quien había aparecido en el vano de la puerta, cortándole efectivamente la salida — Bueno —comentó a Jaejoon —, tiene buen aspecto, ¿no? Sin moretones, enrabiado...

Donghae se sentía lo bastante furioso como para gritar, pero aspiró hondo, una y otra vez, y luego preguntó con voz completamente tranquila.

—Supongo que Yunho no os dijo que no necesitaba que me rescataran. ¿Me equivoco? Olvidó mencionar que estoy enamorado de mi esposo. ¿Es por eso lo que ninguno de vosotros se ha molestado en abrirme esa maldita puerta hasta ahora?

—No habló de amor, no —reconoció Jaejoon —. Francamente, dudo que te haya creído. Pero dijo que exigías ser devuelto a tu esposo, eso sí. Lo atribuye a una lealtad mal entendida, debido a que vas a tener un hijo de ese hombre. A propósito, ¿cómo te sientes?

—Estoy... ¿Cómo lo habéis sabido?

—Kim se lo dijo a Yunho, desde luego; era uno de sus motivos para retenerte.

¿Sus motivos? Probablemente era el único, y Donghae habría debido adivinarlo. Pero estaba medio convencido de que Hyukjae no le había oído decir lo del bebé, puesto que nunca mencionaba el tema.

Donghae fue a sentarse en la cama, tratando de escapar a la tristeza que amenazaba con adueñarse de él. No podía dar importancia a los motivos. El amor que sentía por Kim bastaba para los dos. Y mientras él quisiera conservarle, Hae querría permanecer junto a él. Eso solucionaba el problema. Y siendo así, ¿por qué no se sentía mejor?

Jaejoon le sobresaltó al sentarse a su lado.

—¿Qué he dicho para afligirte tanto, Donghae?

—Nada... todo. —Era de agradecer que su hermano le permitiera distraer la mente, olvidar que Hyukjae no lo amaba. ¡Oh, los hombres! Sus hermanos estaban mostrándose demasiado despóticos —. ¿Te importaría decirme qué hago aquí?

—Todo es parte del plan, Hae.

—.¿Qué plan? ¿Para volverme loco?

—No. —Jaejoon rió entre dientes —. Para que tu esposo sea razonable.

—No comprendo.

—¿Dejaría que Yunho te visitara? —preguntó Hyunjong.

—Bueno, no.

—¿Crees que cambiaría de idea al respecto? —agregó Jaejoon.

—Bueno, no, pero...

—Es preciso hacerle ver que no puede aislarte de nosotros, Hae.

Los ojos del joven echaron chispas.

—¿Y pretendéis llevarme hasta casa sólo para darle una lección? —exclamó.

Jaejoon sonrió ante tanta indignación.

—Dudo que sea necesario llegar tan lejos...

—Pero si cree que...

Hyunjong no consideró necesario agregar detalles. No hacía falta. Donghae suspiró.

—No conocéis a mi esposo. Con todo esto sólo conseguiréis enfurecerlo.

—Tal vez. Pero te aseguro que dará resultado.

Él lo dudaba, pero no quiso discutir.

—¿Y por qué Yunho no me explicó nada anoche?

Hyunjong resopló antes de responder.

—Porque nuestro querido Yunho nunca estuvo de acuerdo con el plan. Tiene toda la intención de llevarte a 
casa con nosotros.

—¿Qué?

—Pero no te preocupes por Yunho, querido —le tranquilizó Jaejoon—. Tardaremos al menos una semana en zarpar. Tu esposo aparecerá mucho antes de eso para arreglar de una vez este asunto.

—¿Una semana? ¿Habéis venido tan lejos para quedaros tan poco tiempo?

—Volveremos —rió Jaejoon —. Y con bastante regularidad, según parece. Seunghun ha decidido que, si estamos aquí, bien podemos sacar provecho al rescate. En este momento ha ido a negociar futuras operaciones comerciales.

Donghae se hubiera echado a reír, pero estaba demasiado inquieto.

—Me alegro mucho de saberlo, pero yo no necesitaba que me rescataran.

—Es que no lo sabíamos, querida. Nos moríamos de preocupación, sobre todo porque Kyujong y 
Hyunjong no te vieron muy satisfecho de partir con Kim.

—Pero ahora sabéis que todo va bien. Yunho debería renunciar.

—Yunho es difícil de entender en el mejor de los casos, pero en éste... ¿Acaso no sabes, Hae, que eres el único joven por quien siente algo?

—¿Vas a decirme que ha renunciado a los jóvenes, Jaejoon ? —replicó cínico Hae.

—No me refería a ese tipo de sentimientos, sino a los tiernos. Creo que, en realidad, le molesta tenerlos de cualquier tipo. El querría ser completamente duro de corazón, pero ahí estás tú para conmoverlo.

—Jaejoon tiene razón, Hae —agregó Hyunjong —. Dice Kyujong que nunca vio tan alterado a Yunho como cuando llegó a casa y se enteró de que te habías embarcado rumbo a Inglaterra.

—Luego llegó Kim, y él se sintió incapaz de protegerte.

—¡Pero eso es absurdo! —protestó el joven.

—La verdad es que no. Yunho se toma muy a pecho tu bienestar, tal vez más a pecho que ninguno de nosotros, porque tú eres el único joven que le interesa. Si tienes eso en cuenta, no te sorprenderá la hostilidad que manifiesta hacia tu marido, sobre todo después de lo que ese hombre hizo y dijo al presentarse en Bridgeport.

—¿Por qué se empeñó aquella noche en destrozar tu reputación, Hae? —preguntó Hyunjong, curioso.

Hae hizo una mueca de disgusto.

—Se sentía desdeñado porque me embarqué contigo sin despedirme de él.

—¿Estás bromeando? —dijo Jaejoon —. No me pareció un hombre capaz de llegar a tales extremos por una venganza caprichosa.

—No hago sino repetirte lo que él me dijo.

—¿Por qué no se lo preguntas otra vez? Es probable que te dé una excusa muy diferente.

—Prefiero no hacerlo. No sabéis cómo se enfurece cuando se le menciona aquella noche. Después de todo, lo estrangulasteis, lo obligasteis a casarse, le confiscasteis el barco y lo encerrasteis en un sótano con intención de ahorcarlo. No me atrevo siquiera a mencionar vuestros nombres delante de él. —Al decir todo eso, Donghae comprendió que el plan de sus hermanos no tenía la menor posibilidad de dar resultado —. No va a cambiar de idea, lo sabéis bien. Lo más probable es que venga con toda su familia y destroce este barco.

—Bueno, esperemos que no llegue a tanto. Después de todo, somos hombres razonables.

—Yunho no —apuntó Hyunjong, sonriendo.

—Hyukjae tampoco —añadió Donghae, con el ceño fruncido.

—Pero me gustaría pensar que el resto de nosotros sí —replicó Jaejoon —. Ya arreglaremos esto, Hae, te lo prometo. Aunque sea preciso recordar a tu Hyukjae que él fue el primero en abrir fuego en esta absurda guerra.

—Eso lo volverá muy cordial, sin duda.

—¿Se ha puesto sarcástico? —preguntó Hyunjong a Jaejoon

—Se ha puesto difícil —corrigió Jaejoon

—¡Y tengo mi derecho! —contraatacó Donghae, colérico —. ¡Que me secuestren mis propios hermanos no es algo que ocurra todos los días!



Jaejoon y Hyunjong habían logrado convencer a Donghae para que permaneciera en el camarote, a fin de no verse obligados a encerrarlo de nuevo bajo llave. Una hora después, el joven empezaba a preguntarse por qué acepaba aquel loco plan, si sabía perfectamente que no surtiría buen efecto en un temperamento tan imprevisible como el de Hyukjae. No era posible obligarlo a hacer algo contra su voluntad y pretender que él lo aceptara cordialmente. Lo más probable era que se empeñara en prohibirle visitar nunca más a su familia... suponiendo que recuperara a su esposo, posibilidad que, por el momento, se le antojaba muy remota. Después de todo, los hermanos Lee también podían ser tozudos.

—¿Qué hacía allí, esperando que las circunstancias determinaran su futuro, cuando le bastaba desembarcar subrepticiamente del Tvqx y volver junto a Hyukjae? Después de todo, sería fácil hallar un coche de alquiler en el puerto. Y aún tenía los bolsillos repletos de dinero que Sungmin y Heechul le habían obligado a aceptar al enterarse de que Hyukjae lo mantenía deliberadamente sin fondos. Por otra parte, su marido podía haber cambiado de idea, al demostrarle él lo decidido que estaba a continuar contactando con su familia. Al fin y al cabo, la noche anterior no habían tenido oportunidad de discutirlo. La autoritaria actitud 
de Yunho podía haber arruinado todos los progresos que hubiera logrado con los riesgos que había corrido.

Fastidiadoo por haber permitido que sus hermanos decidieran de nuevo por él, iba hacia la puerta cuando ésta se abrió. Hyunjong anunció, con una sombría expresión.

—Será mejor que subas. Ya está aquí.

—¿Hyukjae?

—En persona. Y Yunho está furioso, porque Kim logró subir a bordo pese a que tenía a toda la tripulación vigilando para impedírselo. —Hyunjong sonrió de oreja a oreja, pese a lo grave de la situación —. 
Probablemente, nuestro hermano suponía que Hyukjae vendría con todo un ejército, todos esperaban algo parecido. Pero tu inglés parece carecer de miedo o de inteligencia, porque ha venido solo.

—¿Dónde está Jaejoon?

—lo siento, querido; nuestro mediador fue a reunirse con Seunghun.

Al oír eso, Donghae no perdió más tiempo. Probablemente aquellos dos ya se habían matado entre sí, puesto que no estaba Jaejoon allí para dominar el carácter de Yunho. Pero cuando salió a cubierta sólo llegó a sus oídos la voz de Yunho, que ordenaba a Hyukjae que saliera de su barco. Desde luego, eso no significaba que no fuera a haber violencia. Yunho estaba en el alcázar, aferrado a la barandilla, con el cuerpo tenso y una torva expresión en sus facciones. Hyukjae dio unos pocos pasos por cubierta, pero una cerrada fila de marineros apareció para bloquearle el paso.

Donghae echó a andar directamente hacia Hyukjae, pero Hyunjong lo retuvo para empujarlo hacia el alcázar.

—Probemos primero el plan, Hae. ¿Qué daño puede hacer? Además, no te dejarán reunirte con él. Tienen órdenes que sólo Yunho puede revocar. Si quieres hablar con tu esposo, ya sabes a quién debes pedir permiso... a menos que estés dispuesto a dialogar a gritos con él.

Y Hyunjong lo decía sonriendo. Se divertía con todo eso, el muy sinverguenza. Donghae no, y tampoco los demás; Hyukjae, menos que nadie. Por fin pudo verlo claramente desde el alcázar; parecía un demonio enfurecido.

Y así se sentía Hyukjae, aunque el joven no lo supiera. Al despertar, con un horrible dolor de cabeza, descubrió que se había dormido en el salón, justo con sus seis compañeros de borrachera. Se disponía a enfrentarse a su esposo cuando descubrió que había desaparecido de nuevo. Y eso no lo puso de muy buen humor. Lo único grato de la mañana era que ya sabía dónde estaban atracados los tres barcos de la Mokpo. Y el primero que abordó era, justamente, aquel en que su esposo estaba escondido. Y que estuviera escondido allí no era lo peor, sino que, sin duda alguna, estaba dispuesto a irse con sus hermanos. De lo contrario, ¿qué hacía allí?

Donghae no podía saber a qué conclusiones había llegado Hyukjae, pero tampoco importaba. De cualquier modo, debía poner fin a aquella situación antes de que se desbocara, cualquiera que fuese el destinatario de la furia de su esposo.

—Por favor, Yunho... —comenzó, deteniéndose a su lado.

El ni siquiera lo miró.

—No te metas en esto, Hae —fue todo lo que dijo.

—Imposible. Es mi esposo.

—Eso puede rectificarse.

El joven apretó los dientes ante tamaña obstinación.

—¿Escuchaste algo de todo lo que te dije anoche?

Pero Hyukjae ya había reparado en él, y se le oyó bramar:

—¡Donnie! ¡No te irás a ninguna parte!

Oh, por Dios. ¿Tenía que mostrarse tan arbitrario? ¿Cómo razonar con Yunho, si Hyukjae se plantaba allí abajo, con exigencias tan belicosas? Y Hyunjong tenía razón. Si quería hablar con él tendría que hacerlo a gritos. Y de ese modo, ¿cómo decir nada personal? Aún cuando lograra que Hyukjae cediera, a juzgar por lo que Jaejoon decía y por lo que él mismo estaba viendo, Yunho no le permitiría reunirse con su esposo. Si sus otros hermanos no estaban allí para respaldarlo, no había modo de solucionar el asunto. Hyunjong no era capaz de convencer a Yunho, de modo que no le serviría de nada.

Había dejado pasar mucho tiempo sin contestar a Hyukjae. El comenzó a pensar que la solución de todo aquello estaba únicamente en sus manos... o en sus puños. Ya había derribado a dos marineros cuando 
Yunho gritó:

—¡Arrojadlo por la bor...!

Donghae lo enmudeció momentáneamente clavándole un codo en las costillas. La furia centelleante que le brillaba en los ojos confundió a su hermano por un momento más. Y Hae estaba furioso de verdad, no sólo con él, sino también con Hyukjae. ¡Condenados idiotas! ¿Cómo se atrevían a ignorar por completo su voluntad, como si no fuera el futuro de él el que allí se jugaba?

—¡Basta ya, Kim Hyukjae! —gritó hacia abajo, en el momento en que otro marinero salía despedido por los aires.

—¡Baja de ahí, Donnie!

—¡No puedo! —repuso Donghae. Quería agregar “Todavía no”, pero él no le dio tiempo.

—¡Lo que no puedes hacer es abandonarme!

James cayó hacia atrás. Aún quedaban seis marineros para hacerle frente, pero eso no parecía amedrentarlo en absoluto, para mayor furia de Donghae. El necio iba a lograr que lo arrojaran al río.
Tal vez lo hiciera él mismo. Empezaba a estar harto de que le ordenaran qué hacer y qué no hacer.

—¿Y por qué no puedo abandonarte?

—¡Porque te amo!


No hay comentarios:

Publicar un comentario

yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...