Entre el Miedo y el Amor- Capítulo 20



Sungmin sonreía ausente mientras el puñito se aferraba a su dedo. Alimentar a su hijo siempre había sido encantador para él, pero hoy su mente estaba escaleras abajo. Ni siquiera se dio cuenta cuando el bebe quedó dormido.

–Está otra vez dormido, Min –murmuró Luna.

–Ah, sí, pero no por mucho tiempo. - Con suavidad Sungmin levantó al bebé contra el hombro y el palmeó la espalda.

–Tal vez ahora se quede dormido –murmuró Sungmin a luna cuando le ponía en la cama.

Pero, en el momento en que le puso boca abajo, la cabeza se irguió bruscamente, los pies empezaron a agitarse y los inquisitivos ojos se abrieron.

–Era de esperar –dijo Luna sonriendo–. No necesita dormir tanto. Ya está creciendo.

–Entonces tengo que pensar en conseguir a alguien que te ayude.

–Por ahora no –replicó Luna, enfadada–; cuando tenga seis meses y empiece a gatear, una ayuda será bienvenida.

–Como quieras –dijo Sungmin riendo–. Pero ahora vete a comer, me quedaré con él hasta que vuelvas.

–No, no podéis hacerlo, hijito. Tenéis visitas abajo.

–Sí –suspiró Sungmin –, mi marido. Pero, como no tengo nada que decirle, no pienso bajar. Vete ahora, Luna. Y, por favor, ordena que me suban una bandeja, ¿quieres?

–Pero...

–No... –Sungmin levantó de nuevo al bebé, completamente despierto ahora.– Este caballerito es la única compañía que quiero esta noche.

Al irse Luna, Sungmin se sentó en el suelo a jugar con su hijo, imitando sus sonidos y sus gestos, insistiendo en hacerlo sonreír. Todavía el bebé no reía, pero no iba a tardar en hacerlo, porque oía bastantes carcajadas alrededor. Los muchos visitantes, desde los criados hasta sus tíos, procuraban hacerle reír haciendo locuras que les ponían tan en ridículo como a él mismo.

¡Cuánto amaba a esta criatura! Poco antes de que naciera, Sungmin había sido presa de una desafortunada depresión. Pero, después de dar a luz, se llenó de euforia. Lisa y llanamente el niño iluminaba su vida. La verdad era que, en los últimos dos meses, había estado tan ocupado aprendiendo y disfrutando de su nueva paternidad, que apenas pensaba en Kyuhyun, al menos, no mas de una docena de veces por día.

–Pero ahora ha vuelto, amor. ¿Qué vamos a hacer? –suspiró Sungmin.

–Sin duda no esperáis que os conteste eso, ¿no?

–¡Oh, Minji, me has asustado!

–¿Queréis que deje esto en el suelo? – traía una bandeja con comida.– Tropecé con la doncella cuando la traía.

–Déjala sobre la mesa, por favor –ordenó –. Y ahora cuéntame tus encuentros con Jay.

Kyuhyun, para gran desdicha de su lacayo, le había dejado en Inglaterra. El pobre hombre se había sentido abandonado todos aquellos meses, y había sido especialmente desdichado desde que Sungmin se había trasladado a la casa de la ciudad. Se mostraba abiertamente hostil, y él y Minji habían tenido algunas discusiones acaloradas, defendiendo sendos territorios.

Bruscamente, después de la llegada del niño, todo había cambiado. Jay se volvió cariñoso con Sungmin, o, mejor dicho, con Minji. Y Minji y Jay se sorprendieron a sí mismos descubriendo que simpatizaban. Incluso habían salido juntos y se habían entendido espléndidamente, siempre que Minji no hiciera alguna crítica del vizconde.

–No me importa nada de ese testarudo con el que he perdido el tiempo. Y no creo volver a salir con él. ¿Qué hizo en cuanto se enteró de que el vizconde estaba aquí? ¡Ni siquiera se despidió de mí, sino que corrió escaleras arriba para ver a Su Señoría! y yo podía haberle ahorrado la molestia. Luna acababa de decirme que habían pedido otra botella de brandy para la sala de música.

–¿La sala de música? Ah, sí. –Sungmin rió.

–luna dice que él y lady Arha estaban allí discutiendo.

–¿De veras? Pues no me interesa.

–Bah –se burló Minji – daríais un ojo de la cara por saber qué decían de ti.

–¿Crees que discutían acerca de mí?

–Si no es así... ¿de qué hablarían?

–Es verdad, ¿de qué? –preguntó Kyuhyun desde la puerta.

Minji se volvió sobresaltado, fastidiado por no haber cerrado la puerta. Sungmin, que estaba en el suelo, levantó la cabeza para contemplar a su marido de cuerpo entero. Estaba tendido de espaldas, el niño sobre el pecho. Se sentó lentamente.

Kyuhyun se acercó a él y vio una cabecita acostada sobre el hombro de Sungmin, el puñito metido con firmeza en la boca. Las mechas de pelo negro y los vivaces ojos negros eran inconfundibles, un Kim de los pies a la cabeza.

Se acercó y tendió la mano a Sungmin.

–¿Haces esto con frecuencia, amor?

El tono meloso no lo engañó. Había una línea dura en los labios, un brillo febril en los ojos. ¡No le gustaba para nada su hijo! ¿Cómo era posible que estuviera allí de pie, mirándole, y no quedara deleitado? Su orgullo de padre ocupó el primer puesto. Aceptó la mano de él y se puso de pie, pero, en cuanto lo hizo, le volvió la espalda.

–Si nos has venido aquí para ver a Hyunmin, puedes irte –anunció con tono helado.

–Ah, pero he venido a verle. –Kyuhyun sonrió, sombrío.– Le has puesto Hyunmin.

Sungmin depositó con suavidad al niño en su cuna y se inclinó para besarle. Después se volvió y se enfrentó a su marido.

– Sheng Lee Cho Hyunmin.

–Bueno, esos nombres toman en cuenta tu lado de la familia, ¿no?

El sarcasmo lo hizo arder.

–Si querías que lo nombrara de acuerdo a tu familia debías haber estado presente cuando nació.

–¿Por qué no me lo dijiste?

Los ojos de Sungmin se estrecharon. Dentro de un momento iban a insultarse, y esto era algo que no podía permitir en la habitación del niño.

–Minji, quédate con Hyunmin hasta que vuelva luna, ¿quieres? –Después dijo a Kyuhyun – Mis habitaciones están al otro lado del salón. Si quieres terminar esta conversación, es mejor que vayas a verme allí.

Sungmin no le esperó: salió de la habitación, atravesó el salón. Kyuhyun lo siguió, cerrando con fuerza la puerta tras de él. Sungmin se dio la vuelta y lo miró, furioso.

–Si te agrada golpear puertas, te ruego que lo hagas en otra parte de la casa.

–¡Si me da la gana de golpear puertas, cosa que no he hecho hasta ahora, lo haré cuando quiera y en cualquier parte de mi casa! Contesta ahora: ¿por qué no me lo dijiste?

¿Qué podía contestarle? No iba a admitir que no había querido retenerlo de aquella manera. Y, además, no estaba seguro de haber podido retenerlo.
Finalmente se limitó a preguntar, con sencillez:

–¿Habría habido alguna diferencia?

–¿Cómo saberlo, puesto que no me lo dijiste? –Una nota sardónica entró en su voz.– Naturalmente, está la posibilidad de que aún no lo supieras y, por consiguiente, no me lo pudiste decir.

–¿Cómo no iba a saber que estaba embarazado de cuatro meses? –Sonrió.– Es verdad que tuve pocos síntomas. ¡Pero de cuatro meses... cualquiera se hubiera enterado!

El se acercó más, hasta quedar directamente ante el asiento de Sungmin.

–Generalmente en un embarazo de cuatro meses los otros también se enteran –dijo con suavidad–. Basta con ver cómo se expande la cintura. Pero no fue tu caso, amor.

Los ojos de Sungmin se enfrentaron a los de él y se dilataron ante lo que leían.

–Crees que el niño no es tuyo –murmuró incrédulo–. ¡No me sorprende que apenas lo hayas mirado! –Se puso de pie y Kyuhyun retrocedió para dejarlo pasar. Sungmin habló dirigiéndose a la habitación en general.

–¡Oh, esto es fabuloso! ¡Ni siquiera se me había ocurrido pensarlo!

Pero podía ver lo divertido de la situación y, en otras circunstancias, se habría reído. Hubiera sido una perfecta venganza por la forma en que lo había tratado, recibirlo ahora con el hijo de otro hombre. Pero ahora Sungmin no tenía deseos de reír. Primaban la sorpresa de volver a verlo, y el feo choque de la desagradable conclusión a la que él había llegado.

Kyuhyun le puso la mano en el hombro, obligándolo a que le mirara.

–¿Es esta fingida sorpresa lo mejor que se te ocurre? Has tenido tiempo de sobra para inventar una excusa, para explicar por qué tu traje de boda te marcaba muy bien tu cintura el día en que nos casamos. Tengo curiosidad por saber qué has inventado.

Los ojos dé Sungmin, aquellos tajantes ojos, se estrecharon más al enfurecerse, pero mantuvo la voz Tranquila.

–¿De veras? Podría decir que llevaba una faja, si es que deseas que diga eso. ¿Lo creerías? ¿No? Tanto mejor, porque nunca he usado una.

–¿Entonces lo reconoces? –rugió él.

–¿Reconozco qué, Kyuhyun ? Te he dicho que tuve un embarazo bastante inusual. En verdad fue tan extraño, que empecé a preocuparme pensando que podía pasarle algo al niño cuando estaba embarazado de siete meses y vi a un joven de cinco que me doblaba en tamaño... –Aspiró profundamente.– El tío Shindong afirma que a mi abuela le pasó lo mismo. La gente apenas se daba cuenta de que estaba encinta, hasta que nacían los niños. Dijo que él y sus hermanos fueron todos muy pequeños al nacer, como Hyunmin, ¡pero mira cómo crecieron! Y tiene razón, porque Hyunmin crece a ojos vista, a saltos, perfectamente formado, perfectamente normal. Probablemente, un día será tan grande como su padre –terminó sin aliento, furioso, aunque algo aliviado. Ya se lo había dicho todo.
Lo que creyera o no creyera era cosa de él.

–Es una buena historia, original, mi amor. Por cierto, mejor de lo que esperaba.

Sungmin movió la cabeza. El tenía ya una opinión formada y no iba a abandonarla tan fácilmente.

–Si no quieres reconocer a Hyunmin como hijo tuyo, no lo hagas. En verdad no me importa lo que pienses –dijo simplemente.

Kyuhyun estalló:

–¡Dime que es mío! ¡Dímelo, simplemente!

–Es tuyo.

–No lo creo.

–Bien. –Asintió como si entendiera.– Disculpa ahora, pero la comida se me está enfriando.

Kyuhyun le clavó los ojos, atónito, cuando Sungmin pasó ante él y se dirigió a la puerta.

–¿No intentas convencerme?

Sungmin lo miró un momento y vaciló. La mirada enloquecida, débilmente esperanzada de él casi lo ablandó. Pero había hecho todo lo que podía. Convencerse era algo que dependía de él.

–¿Para qué? –contestó–. Hyunmin no te necesita. Me tiene a mí. Y desde luego, que no carecerá de cuidados familiares, con cuatro tíos abuelos que lo adoran.

–¡No es posible, maldición! –rugió él–. No permitiré que esos autocráticos hijos de puta eduquen a mi... –Cerro la boca de golpe, y lo miró furioso.– Vamos, vete a comer.

Al regresar a la habitación del niño, Sungmin sonreía, y su buen humor estaba casi recuperado. Aquel estallido le daba, ciertamente, tema en qué pensar, ¿verdad?



Kyuhyun se despertó lentamente y frunció el ceño ante el extraño ruido que le había despertado. Movió la cabeza y se recostó de nuevo, pero al cabo de un momento volvió a despertarse. El niño estaba llorando. Probablemente, tenía hambre.

Había reconocido el ruido, pero se mantuvo completamente despierto preguntándose cuántas veces iban a interrumpirle el sueño. No importaba. Mañana todos volverían a Foresight. Y si él se quedaba, sus habitaciones estaban más lejos de la habitación del niño.
¿Si se quedaba? ¿Porqué no iba a quedarse? Eunhee lo había mantenido lejos de Foresight durante años, pero Eunhee ya le había perjudicado al hablarle a Sungmin de su nacimiento.

Después de esto, ya no podía hacerle más daño. Y el no iba a permitir que Sungmin le mantuviera lejos de Foresight. Foresight era, recordó con orgullo, su hogar. ¡Todavía tenía ciertos derechos en este mundo!

La casa estaba ahora tranquila; la niñera sin duda había dado de comer al niño. ¿Se habría despertado Sungmin? Lo imaginó en el cuarto contiguo, enroscado en la cama, probablemente dormido, ya que estaba acostumbrado a estos ruidos y podía dormir sin que le afectaran.

Como nunca lo había visto antes en cama, no podía tener una imagen clara de él. ¿Qué ropa se pondría para dormir? No sabía nada de él y, sin embargo, era su esposo.

Tenía todos los derechos del mundo para dar los pocos pasos que le separaban de su dormitorio, despertarlo y meterse en su cama. Lo deseaba. Pero nunca lo haría. Sungmin ya no era el muchacho apasionado e inocente que se le había entregado en una tibia noche de verano. Le iba a rechazar, le iba a tratar con desprecio y odio. Pero él no se iba a dar por vencido.

Sí, pero... ¿en caso de que él entrara al cuarto de puntillas y lo mirara, lo advertiría?

Kyuhyun ya había salido de la cama y se había puesto una bata, antes de tener este pensamiento. Muy pronto estuvo en el pasillo, entre la habitación de Sungmin y el cuarto de los niños. La puerta estaba cerrada y por la ranura del borde de debajo de la puerta no salía luz. La puerta del cuarto de los niños estaba entreabierta y dejaba pasar una tenue luz. Un joven canturreaba una conocida canción de cuna.

Kyuhyun se detuvo con la mano apoyada en la puerta cerrada del cuarto de Sungmin. Pero oyó un ruido extraño en la habitación de los niños. Sintió de repente un fuerte deseo de entrar a ese cuarto y no en el de Sungmin. Antes no había mirado detenidamente al niño. ¿No era este el mejor momento de hacerlo?

Kyuhyun empujó la puerta del cuarto de los niños. La niñera, Luna, estaba profundamente dormida en una cama contra la pared. Una lámpara ardía en una mesa junto a un sillón acolchado. En ese sillón estaba Sungmin dándole el biberón a su hijo.

El podía verlo de perfil, con la cabeza inclinada sobre el niño, canturreando levemente. La boca del niño chupaba ávidamente del biberón mientras una manita estaba apoyada en el pecho de Sungmin.

Kyuhyun estaba como hipnotizado. Insólitos sentimientos se agitaban en el fondo de su ser, sentimientos de ternura que le tenían como embrujado. Inclusive cuando Sungmin sintió la nueva presencia y le miró, él no se movió.

Sus ojos se encontraron. Un largo rato se miraron en silencio. Sungmin no dejaba ver ni sorpresa ni cólera. Él no sintió la antigua hostilidad. Parecían tocarse el uno al otro sin manos, como si pasara entre ellos una corriente que trascendía sus diferencias.
Sungmin fue el primero en apartar la mirada.

-Lamento que Hyunmin te haya despertado.

Kyuhyun se sacudió.

–No, no, no es nada. No... no esperaba que estuvieras aquí.

Luego preguntó tímidamente:

–¿Luna habría podido darle el biberón?- Sungmin sonrió.

– Luna me comento que mi madre no permitia que otra persona me diera el biberón o me amamantara, así que decidí hacer lo mismo con Hyunmin. Y nunca lo he lamentado.

–¿No te esclaviza mucho?

–No tengo nada que hacer y no quiero ir a ningún lugar en el que este alejado de hyunmin por mucho tiempo. Por supuesto que no puedo hacer muchas visitas, pero eso no me aflige.

Kyuhyun no supo que decir. Sin embargo, no quería irse.

– ¿Te molesta si observo? –preguntó torpemente.

–Es tu... no, no me molesta –terminó de decir, con la mirada fija en el niño.

Kyuhyun se recostó un instante contra la puerta, examinándolo.

¿Era suyo aquel niño? Sungmin decía que sí. Sus propios instintos le decían que así era. Entonces, ¿por qué seguía negando tercamente la verdad? Dejar a un esposo que se nos ha impuesto a la fuerza, es una cosa. Pero dejar a un esposo embarazado, era otra. Es verdad que no se lo había dicho. Pero el alejamiento de él, el haberlo dejado solo con su embarazo, había sido algo despreciable. Era como una maldición. Sungmin le había puesto en esa situación al guardar el secreto de su estado. ¿Y cómo diablos iban a salir de esta complicación?

Sungmin cambió al niño de posición, tenia su pijama abierta por lo que Kyuhyun quedó sin aliento al ver el pecho blanco de su esposo.

Se acercó lentamente a Sungmin, atraído a pesar de él y no se detuvo hasta que llegó junto al sillón. Sungmin le miró, pero él no se animó para no ceder a la tentación de tocarlo.

Kyuhyun mantenía los ojos fijos en el niño, pero al hacerlo, estaba mirando el pecho de Sungmin, el nacimiento de la garganta, los labios. ¿Cómo reaccionaría en el caso de que él le besara? Y se agachó para intentarlo.

Kyuhyun sintió su aliento antes de que su boca le tocara los labios. Su beso fue breve y tierno, levísimo, y terminó antes de que Sungmin pudiera apartarse. El se enderezó, siempre sin encontrarle la mirada.

–Es un hermoso niño, Sungmin.

Pasó un rato largo antes de que contestara:

–Me gusta pensar que lo es.

Kyuhyun sonrió, vacilante.

–En este momento le tengo envidia.

–¿Por qué?

Él miró directamente los claros ojos negros.

–¿Es necesario preguntar?

–Tú no me necesitas, Kyuhyun. Es algo que pusiste muy claro antes de irte. ¿Acaso has cambiado de idea?

Kyuhyun se puso tenso. Sungmin quería que él empezara a suplicarle, era evidente. Esto le daba la posibilidad de humillarle. Sungmin había jurado que nunca le iba a perdonar y probablemente cumpliría su palabra. El no lo culpaba, pero no iba a empeorar las cosas con su comportamiento. Se dio la vuelta y se alejó sin decir palabra.


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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...