Amor en Altamar- Capítulo 18



Era difícil seguir fingiendo que era el grumete cuando estaba con Hyukjae fuera del camarote. En cubierta le requería constantemente a su lado, o lo suficientemente cerca como para no perderlo de vista. Descubrió que lo más difícil era mantener ocultos sus sentimientos, sobre todo porque los ojos se le llenaban de ternura o de pasión cada vez que miraba a Hyukjae.

Sí, era difícil, pero se las arreglaba; por lo menos, eso creía. Sin embargo, a veces no podía dejar de preguntarse si algún miembro de la tripulación no albergaría sospechas, pues ahora le sonreían y saludaban con la cabeza al verlo pasar, cuando antes apenas reparaban en él.

Claro que el tiempo crea familiaridad y él estaba a bordo desde hacía casi un mes. Era lógico que la tripulación se hubiera acostumbrado a su presencia. Y si deseaba que su disfraz siguiera dando resultado era sólo por Donghwa...bueno, en realidad por él mismo.

Sabía perfectamente cómo reaccionaría si se enteraba de que había aceptado a Kim Hyukjae como amante. Se subiría por las paredes, como decía Hyukjae, y con motivos. El mismo dudaba, a veces, que fuera verdad.

Pero lo era. Hyukjae era ahora su amante en todos los sentidos, salvo en uno: en realidad no le amaba. Pero le deseaba, sí; de eso no cabía duda. Y él también lo deseaba. Ni siquiera trataba denegarlo, tras haber sucumbido a su gentil persuasión por segunda vez.

En pocas palabras: hombres como él se presentaban, con suerte, sólo una vez en la vida. Entonces, ¿por qué no disfrutarlo mientras tenia la oportunidad? Al finalizar el viaje se separarían. Era inevitable. Y Donghae volvería a su casa en el primer buque de la Mokpo que atracara en Jamaica. Pero ¿para qué volvería? Sólo para subsistir, tal como había hecho durante seis años; para vivir día tras día sin entusiasmo, sin un hombre en su vida, sólo con el recuerdo de Hyukjae. Al menos, tratándose de él, esos recuerdos serían algo con que crear sueños y fantasías. Pero no quería pensar en el futuro. Podría estropear un presente que nunca había vivido con tanta intensidad.

En esos momentos disfrutaba de su presencia en el buque, reclinado contra la baranda de cubierta, sin otra cosa que hacer salvo contemplarlo. Hyukjae, inclinado sobre sus cartas, discutía el rumbo con Sunnie, momentáneamente olvidado de él. Se suponía que Donnie estaba allí para llevar sus mensajes, aunque rara vez era necesario, pues el capitán se limitaba a dar sus indicaciones a Sunnie, quien a su vez las gritaba a todo pulmón a través de la cubierta a quienquiera que estuviesen dirigidas.

En ese momento no le molestaba que le hubiera olvidado. Eso le daba la oportunidad de calmarse, después de la última mirada que Hyukjae le había lanzado, tan acalorada y llena de promesas con respecto a lo que harían al volver al camarote, que lo había hecho enrojecer de placer; cualquiera habría pensado que se debía a un exceso de sol. Por la mañana, al mediodía o por la noche: para ellos, el amor no tenía horarios. Si él le deseaba, se lo hacía saber sin vacilaciones y, fuese la hora que fuese, Donghae estaba muy dispuesto a satisfacer sus deseos.

Lee Donghae te has convertido en un buscón desvergonzado. Se limitó a sonreír ante el reproche de su conciencia. "Lo sé, y disfruto cada instante, gracias". Así era, oh claro que sí. Cuánto le gustaba contemplarlo de ese modo y experimentar sus "náuseas" a fondo, sabiendo que pronto él le aplicaría su cura especial.

El capitán se había quitado la chaqueta. A medida que se acercaban a las aguas del Caribe, el viento se hacía más fuerte, pero también más cálido; en ese momento jugaba con su camisa de pirata, como llamaba Donghae a esas chaquetillas de mangas anchas, acordonadas, que le daban un aspecto tan perversamente atractivo, combinadas con su único pendiente de oro, los pantalones ceñidos y las botas hasta la rodilla. El viento parecía amarlo: acariciaba ese cuerpo poderoso tal como él deseaba hacerlo... ¿Y así esperaba calmarse?

En defensa propia, sólo para no sufrir la tentación de llevárselo a rastras al camarote, como tantas veces había hecho él en los últimos días, Donghae se volvió hacia el mar. En el momento exacto en que llegaba la advertencia desde el punto de vigía, vio un barco, a lo lejos. Bueno, eso no tenía nada de raro. Ya se habían cruzado con varios navíos y hasta los había seguido durante un tiempo uno pareado. Pero ése era diferente, a juzgar por lo que anunció el vigía a plena voz:

-¡Piratas!

Donghae permaneció muy quieto, aferrado a la barandilla, con la esperanza de que todo fuese un error. Todos sus hermanos habían tenido encuentros con algún pirata, pero él no deseaba participar en esa costumbre familiar. Además Hyukjae no llevaba carga, sino lastre. Nada enfurecía tanto a los sanguinarios piratas como descubrir que la presa tenía la bodega vacía.

-Qué amables son al ofrecernos un poco de diversión -oyó comentar a Sunnie -¿Quieres jugar primero con ellos, Hyukjae, o viramos para esperar?

-Con esperar no haríamos más que confundirlos, ¿no te parece? -observó Hyukjae -la confusión tiene sus ventajas.

-También es verdad.

Donghae se giró con lentitud, pasmado. No eran sólo esas palabras las que lo horrorizaban, sino la tranquila despreocupación de sus voces. Los dos observaban al navío con catalejos pero hablaban de tal forma, que cualquiera habría pensado que no les preocupaba en absoluto. Eso era llevar demasiado lejos la flema inglesa. ¿Acaso no se daban cuenta del peligro?

En ese momento, Hyukjae bajó su anteojo para mirarlo. Al verlo preocupado cambió la expresión de sus facciones, pero Donghae ya había comprendido que no se trataba de simple despreocupación. En absoluto: ese hombre parecía deseoso, hasta encantado de que un barco pirata se aproximara a ellos... Debía de ser el desafío lo que le entusiasmaba, la oportunidad de medir sus habilidades marineras contra un adversario, aunque ese adversario estuviera decidido a asesinarlo si lo vencía, en vez de desearle mejor suerte para la próxima vez.

-En realidad, Sunnie -dijo, sin apartar la vista de Donghae- me parece mejor utilizar la estrategia del Cho. Nos reiremos en sus narices y nos largaremos.

-¿Qué? ¿Sin disparar un solo cañonazo?

El primer oficial parecía incrédulo. Donghae ni siquiera desvió la vista hacia él al oír semejante barbaridad. Sus ojos habían quedado dominados por la mirada irresistible del capitán.

-No necesito recordarte -añadió Sunnie- que estuviste a punto de matar a ese mocoso de Cho por haber escapado así.

Hyukjae se limitó a encogerse de hombros, sin dejar de mirar a Donghae.

-Mira...ahora no tengo ganas de jugar... con ellos.

Sunnie siguió finalmente la dirección de su mirada y comprendió. Al instante, contrariado, soltó un resoplido:

-Podrías pensar en el resto de nosotros, que no tenemos diversiones personales a bordo, ¿no te parece?

Se expresaba con tanto disgusto que Hyukjae echó a reír. Pero eso no le impidió a tomar a Donghae de la mano para encaminarse hacia las escaleras.

-Tú haz lo necesario para perderlos de vista. Y trata de hacerlo sin mí, ¿quieres?

Sin esperar respuesta, bajó el siguiente tramo de peldaños antes de que Donghae pudiera tomar aliento para preguntar qué se proponía. En realidad, no hacía falta. El lo arrastro al interior del camarote y empezó a besarlo en cuanto la puerta se hubo cerrado tras ellos. Había encontrado una vía de escape ante el momentáneo entusiasmo que sintió al contemplar la posibilidad de una batalla. La encaró tan implacablemente como si estuviera librando esa batalla.

¿Batalla? ¡Por el amor de Dios! ¡Tenían un barco pirata siguiendo su estela! ¿Quién podía pensar en hacer el amor en esos momentos?

-¡Hyukjae!

Apartó los labios de los del capitán, pero él no dejó de besarlo. Se limitó a cambiar de sitio. Por el cuello, más abajo.

-¡Habrías sido capaz de desafiar a los piratas! -acusó, aunque su pesado chaleco acababa de caer al suelo, detrás de él- ¿No sabes lo peligroso que es? ¡No, espera, la camisa no!

Su camisa había desaparecido. ¿Tan pronto? Nunca lo había visto tan... apasionado, tan impaciente.

-¡Hyukjae, esto es importante!

-Permíteme que te contradiga, amor mío -replicó él, alzándolo para tener acceso directo a su pecho con la boca, mientras lo llevaba hacia la cama - Eso es una leve molestia. Lo importante es esto.

Su boca se cerró sobre un pezón, para no dejarle dudas con respecto a qué era esto, y siguió así mientras lo despojaba de sus otras prendas. Tenía una boca maravillosa, por Dios. Nadie podía negar que Kim Hyukjae fuera un amante estupendo, sabía perfectamente cómo hacerlo.

-¡Pero Hyukjae! - insistió una vez más, aunque débilmente, intentando que tomara conciencia de la presencia de los piratas.

El estaba hurgando con la lengua su ombligo. Susurró:

-Ni una palabra más, Donnie, a menos que digas palabras de amor.

-¿Qué tipo de palabras de amor?

- “Me gusta lo que me estás haciendo, Hyukjae. Más Hyukjae. Más... abajo, Hyukjae”- Donghae jadeó al sentir que descendía – “Eso también me gusta”- agregó él mientras prepara la entrada de su amante- Ah, amor, ya esta a punto para recibirme, ¿verdad?

-¿Esas son... tus palabras... de amor? -pronunció Donghae. Apenas podía hablar de lo intenso que era el placer.

-¿Me deseas dentro de ti?

-¡Sí!

-Entonces lo son.

Contuvo el aliento para entrar en él, rápida y profundamente, mientras con las manos abarcaba sus nalgas para elevarlas y poder introducirse del todo.
Afortunadamente, los piratas quedaron muy atrás. Aunque a Donghae ya nada le importaban.




-Acaba de llegar tu carruaje, Hyukjae - anunció Sunnie, desde el umbral.

-No hay prisa. Con el atasco que hay ahí afuera, prefiero esperar a que las carretas dedicadas a cargar ese navío norteamericano despejen el muelle. Ven a tomar una copa conmigo, compañero.

Habían atracado varias horas antes. Los baúles de Hyukjae estaban preparados desde esa mañana gracias a Donghae. Aún no le había dicho que quería tenerlo en su plantación. Prefería sorprenderlo con la grandiosidad de su casa isleña; esa noche, mientras disfrutaran de una cena jamaiquina a la luz de las velas, le pediría que fuera su amante.

Sunnie cruzó el cuarto para detenerse junto al escritorio, observando por las ventanas el barco norteamericano y sus preparativos para izar velas.

-¿No te resulta familiar? -preguntó.

-Tal vez haya sido una de las presas de Kry.

Sunnie sonrió.

-No me sorprendería.

-En ese caso, es una suerte que esté a punto de zarpar.

-¿por qué? -preguntó el primer oficial - El Opera nunca ha navegado bajo su propio nombre. ¿Y desde cuándo rehuyes una pequeña diversión, como la de que te acusen de piratería sin pruebas que lo respalden? Has dejado pasar la oportunidad de jugar un poco en alta mar...

-Y con buenos motivos -le recordó Hyukjae, que no quería poner en peligro a su pequeño Dong simplemente por la aventura de piratear un rato, aunque ello siempre le hubiera supuesto un aliciente - La verdad es que ahora también preferiría que me dejarais tranquilo.

Junsu se volvió para tomar su copa.

-Se te ve muy satisfecho. ¿Hay alguna razón en especial?

-Estás ante un hombre que va a cambiar de vida, Junsu. He decidido conservar a Donnie a mi lado por un tiempo. Y no pongas esa cara de sorpresa, diablos.

-¡Es que estoy sorprendido diantre! El último joven que embarcaste... ¿cómo se llamaba?

Hyukjae frunció el entrecejo ante esa pregunta.

- Sunku, Sinku. ¿Qué más da?

-A él también decidiste conservarlo a tu lado por un tiempo. Hasta le permitiste decorar este camarote con esos muebles atrozmente mal combinados...

-Pues ahora que me he acostumbrado a este mobiliario, lo cierto es que me gusta.

-no cambies de tema. Ese joven parecía complacerte mucho; te mostraste generoso con él a más no poder. Pero en menos de una semana hiciste virar el barco para dejarlo donde lo habías encontrado. Esas relaciones tan intensas con él acabaron por asquearte. Yo diría que, tras tantas semanas de estar aquí encerrado con ese pequeño, ahora que estamos en puerto deberías estar deseoso de quitártelo de encima.

-pero resulta que Donnie es una compañía mucho más encantadora.

-¿Encantador? Ese respondon...

-Cuidado, Sunnie. Te estás refiriendo a mi futuro amante.

Junsu enarcó las cejas.

-¿Tanto piensas cambiar de vida? ¿Y para qué?

-Esa sí que es una pregunta estúpida -replicó Hyukjae, irritado - ¿Para qué diablos va a ser? Ese pequeño yanqui ha acabado por gustarme. Tal vez a ti no te haya mostrado lo encantador que puede ser, pero conmigo ha sido muy dulce y cariñoso.

-Corrígeme si me equivoco, pero ¿no eres tú el que juraba que nunca se molestaría en tener un amante? ¿No decías que, en el fondo, todos aspiraban al matrimonio aunque insistieran en negarlo? Hace muchos años que rehuyes todo tipo de compromiso, Hyuk, y podría agregar que ni una sola vez te ha faltado compañía de un joven cuando la has deseado. Y, además, te has ahorrado un buen dinero obrando así.

Hyukjae descartó esos razonamientos con un gesto.

-Pues ya es hora de que cambie un poco. Además, Donnie no tiene ningún interés en casarse. Lo dejé bien claro desde el principio y él no ha vuelto a decir otra palabra al respecto.

-Todos los jovenes están interesados en casarse. Tú mismo lo has dicho.

-Maldita sea, Sunnie, si lo que quieres es convencerme de que no lo retenga, quítatelo de la cabeza. Lo he pensado mucho durante esta última semana; sencillamente, no estoy dispuesto a dejar de verlo.

-Y él ¿qué piensa del asunto?

-Estará encantado, por supuesto. El también se ha encariñado mucho conmigo.

-Me alegra saberlo -replicó Sunnie con sequedad - Pero si estás tan seguro, ¿qué está haciendo en ese otro barco?

Hyukjae se giró tan deprisa que estuvo a punto de derribar su silla. Rápidamente fijó la vista sobre la cubierta del barco norteamericano para comprobar lo que Junsu acababa de ver. Donghae, con el escocés detrás de él, parecía estar conversando con uno de los oficiales del barco; hasta podía ser el mismo capitán. Hyukjae tuvo la sensación de que ya se conocían desde hacía tiempo, sobre todo porque el hombre, con grandes muestras de alegría, lo rodeó por los hombros y lo abrazó estrechamente. Hyukjae, al verlo, se levantó de un salto.

Mientras iba hacia la puerta, murmurando por lo bajo, Junsu comentó:

-Si piensas traerlo de regreso...

-lo que pienso es romperle la cara a ese tipo. Después traeré a Dong.

Al desaparecer de inmediato, Junsu tuvo que gritarle:

-¡Te será un poco difícil, amigo! ¡El barco acaba de levar anclas!

-¡Que vá! -se oyó desde el pasillo. Un momento después, Hyukjae apareció otra vez por la puerta y se quedó mirando el navío, que se alejaba poco a poco - ¡Por todos los diablos!

-Eso tiene su lado bueno, Hyuk - alegó el primer piloto sin asomo de compasión - Sólo habrías podido pasar unas pocas semanas con él antes de volver a Inglaterra. Aunque hubieras querido llevarlo contigo, el muchacho no habría accedido jamás, si detestaba tanto nuestra patria como tú decias...

-Demonios, Sunnie... Me ha abandonado, y ni siquiera se ha despedido. No me hables ahora de los problemas que podría haber tenido porque éste me ha dejado hecho polvo.

No prestó atención al bufido desdeñoso de Junsu. Estaba mirando la dársena vacía junto al Opera, incapaz de creer que Dong se hubiera ido. Esa misma mañana lo había despertado con un dulce beso, sujetándole la cara para dedicarle esa sonrisa que él interpretaba como "tómame", la que sólo empleaba cuando estaban en la cama y nunca dejaba de agitar en él primitivos impulsos desconocidos. ¿Y después de eso, se había largado?

-¡No, por el amor de Dios! -exclamó. Luego clavó en Junsu una mirada resuelta que arrancó un gruñido al oficial - ¿Cuántos tripulantes han bajado a tierra?

-Diantre, Hyukjae, ¿no estarás pensando en...?

-¡Naturalmente que lo estoy pensando! - lo interrumpió. El enojo que sentía empezaba a reflejarse claramente en su voz - Hazlos volver mientras yo averiguo lo que pueda sobre ese barco. Dentro de una hora quiero estar tras su estela.




Donghae desobedeció a su hermano Hyunjoong, que le había ordenado encerrarse en su camarote. Ya le había prometido castigarlo con una paliza tan enorme que le imposibilitaría usar un asiento mientras durara el viaje a casa. Podía tratarse tanto de una fútil y enojada amenaza como de una auténtica intención de castigarlo. Pero a Donghae tampoco le importaba demasiado.

Su hermano estaba furioso, claro. Al principio, para Hyunjoong, fue una agradable sorpresa encontrárselo, tan sonriente. Le extraño que estuviese allí, pero su primera reacción fue abrazarlo con entusiasmo, a Donghae, su único y querido joven hermano.

Después se alarmó, suponiendo que sólo una grave catástrofe podía haberlo llevado hasta Jamaica en su busca. Cuando él le aseguró que no había muerto nadie, el alivio se convirtió en irritación. Entonces lo sacudió por haberlo asustado, pero un instante después lo abrazaba, feliz de no haber recibido malas noticias. Además, el que él fuera su único y muy querido joven hermano también contaba un poco.

Los gritos empezaron de verdad cuando Donghae dejó caer, por casualidad, la noticia de que acababa de llegar de Inglaterra, el país más odiado por toda su familia y contra el cual habían luchado. Y Hyunjoong era uno de sus hermanos más serenos, el más ecuánime después de Yoochun.

A diferencia de Yunho, de cuyo temperamento visceral todos se cuidaban, o de Kyujong y Seunghun, a veces demasiado serios, Hyunjoong era el despreocupado de la familia, a quien perseguían los jóvenes desesperadamente.

El, más que ninguno, habría debido comprender que Donghae tenía que ir a buscar a Shang. Sin embargo se mostró tan enojado que Donghae casi llegó a ver un destello de color en sus ojos negros. Si Hyunjoong le daba una azotaina, ya podía imaginarse qué harían Seunghun o Yunho, los mayores, cuando se enteraran. Pero eso tampoco le importaba demasiado en ese instante.

Con el entusiasmo de ver el barco de Hyunjoong y correr a bordo, no se había dado cuenta de que el Henecia estaba a punto de zarpar; en realidad, soltó amarras mientras Hyunjoong todavía estaba gritándole. Y ahora Donghae, de pie ante la barandilla, contemplaba las centelleantes aguas caribeñas que lo separaban más y más del Opera, buscando frenéticamente a Hyukjae en cubierta, anhelando una última mirada.

Cuando por fin lo vio aparecer en cubierta, con el pelo sacudido por la brisa y aquellos anchísimos hombros inconfundibles, se le hizo un nudo en la garganta. Rezó para que mirara en su dirección. Ya estaban demasiado lejos para hacerse oír, pero al menos podía hacerle señas. Pero no fue así. Donghae lo vio desembarcar y desaparecer entre la muchedumbre, caminando a paso firme por el muelle.

¡Oh, por Dios, ni siquiera sabía que él no estaba a bordo! Probablemente esperaba encontrarlo en algún lugar del Opera cuando regresara. Después de todo, sus pertenencias seguían allí y, entre ellas, el preciado anillo que le había dado su padre. Ni siquiera había imaginado que no tendría tiempo de recoger sus cosas. Pero ahora eso importaba bien poco. Lo que le desgarraba por dentro era no haber tenido oportunidad de despedirse de Hyukjae, de decirle... que se había enamorado de él.

Estuvo a punto de echarse a reír. Algo tenía de chocante. "Ama a tu enemigo" Y él, que era uno de esos odiados ingleses, un aristócrata despreciable y arrogante, había conseguido llegarle al corazón. Era estúpido haber dejado que ocurriera, pero más estúpido aún había sido decírselo. Una noche, mientras se abrazaban y el corazón de Hyukjae palpitaba bajo su oído, Donghae le había preguntado si estaba casado.

-¡Por Dios, no! -había sido su horrorizada respuesta - ¡No me verás cometer ese error de idiotas!

-¡Y por qué no? -quiso saber.

-Porque todos los jóvenes se convierten en infieles buscones en cuanto se les pone esa sortija en el dedo. No quiero ofenderte, amor mío, pero es muy cierto.

Aquel comentario se parecía tanto a la actitud que mantenía su hermano Yunho con respecto a los jóvenes, que Donghae sacó una conclusión equivocada.

-Disculpa. Debería haberme dado cuenta de que en algún momento de tu vida tuviste que sufrir la traición de alguno. Pero haces mal en culpar a todos por la infidelidad de uno solo. Es exactamente lo que hace mi hermano Yunho, pero es un error.

-Lamento mucho desilusionarte, Donnie, pero en mi vida nunca ha habido un gran amor. Hablo de los muchos jovenes cuya infidelidad conozco de primera mano, pues casualmente la consumaron conmigo. El matrimonio es para los idiotas que no saben en qué se meten.

En eso seguía pareciéndose extrañamente a su hermano Yunho. Pero éste, por lo menos, tenía una excusa para rechazar el matrimonio, para tratar a los jóvenes de ese modo tan abominable, utilizándolos sin ofrecerles nada; en cierta ocasión sufrió una gran desilusión por culpa del joven con el que pensaba casarse. Hyukjae no tenía esos motivos, según su propia confesión. Era simplemente, lo que él mismo decía: un libertino censurable. Y ni siquiera se avergonzaba de serlo.

-Bueno, bueno, niño, tu hermano no va a darte ninguna paliza - anunció Donghwa, acercándose - No tienes por qué llorar. Pero sería mejor que fueras a su camarote como te ha ordenado. Dale una oportunidad de calmarse antes de que vuelva a verte y se entere de lo peor.

Donghae lo miró de soslayo, mientras se limpiaba las mejillas.

-¿De lo peor?

-De que nos hemos pagado el pasaje trabajando.

-Oh, eso...- sorbió, tranquilo de que Donghwa atribuyera su aflicción a las amenazas de Hyunjoong - No, no creo que eso le siente muy bien en estos momentos. ¿Es indispensable que se lo digamos?

-¿Serías capaz de mentir a tu propio hermano?

-Ha amenazado con azotarme, Donghwa - le recordó con cierto disgusto - Y se trata de Hyunjoong, de Hyunjoong, por el amor de Dios. Prefiero no saber cómo reaccionarían si supiera que he compartido el camarote de un inglés durante un mes entero.

-Sí, comprendo. Bueno, una pequeña mentira no le hará daño. Tampoco le comentes que nos robaron el dinero. Al fin y al cabo, aún tienes que enfrentarte con los otros. Y creo que ellos reaccionarán peor.

-Gracias, Donghwa. Eres un verdadero teso...

-¡Donghae! -interrumpió la voz de Hyunjoong en clara advertencia

Al girar en redondo, el muchacho comprobó que su apuesto hermano parecía dispuesto a cumplir sus amenazas. Cruzó la distancia que los separaba y clavó una mirada fulminante en el capitán del Henecia, pese a su estatura de metro ochenta.

-Eres un bruto insensible, Hyunjoong. Shang se ha casado con otro joven y tú lo único que haces es gritarme.

Y rompió a llorar, ahogándose en desgarradoras lágrimas.
Donghwa se quedó atónito. Le había sorprendido que lee Hyunjoong, en tales momentos de furia, pudiera sensibilizarse tanto sólo en cuestión de segundos.

Al ver que Hyunjoong se mostraba tan comprensivo con su tristeza, Donghae empezó a sentirse algo mejor y, ciertamente, mucho más optimista con respecto a la reacción de sus otros hermanos. Naturalmente, Hyunjoong atribuía todas sus lágrimas a Shang. Aún no quería comentar que sus pensamientos y sus emociones se centraban en otro hombre, cuyo nombre no había pronunciado jamás, salvo para explicar que era el capitán del barco en que había llegado a Jamaica.

Se sentía culpable al engañar a Hyunjoong. Más de una vez estuvo a punto de decirle la verdad. Pero no quería que volviera a enfadarse con él. Esa ira le había sorprendido de verdad. El era su hermano divertido, el que más bromeaba con él, el que nunca dejaba de animarlo. Y también esta vez lo había hecho, aunque, en realidad ignoraba el verdadero motivo de su angustia.


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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...