Amor en Altamar- Capítulo 14



-Ah, su pregunta. Sólo quería...-¿Olfatearla, porque él la usa siempre? No se lo va a creer, Donghae. ¿Y qué tiene de malo si le digo la verdad? Después de todo, él me dijo con toda su desfachatez que mi olor le parecía ofensivo - En realidad, capitán...

-Acércate. Quiero juzgar por mí mismo si me has dicho la verdad.

Apretó los dientes exasperada. Aquel bastardo quería olfatearla y de nada serviría protestar. No haría más que irritarlo. Y sólo tenía puesto aquel batín indecente. Empezó a sentir otra vez el acostumbrado acaloramiento...

Rodeó lentamente la cama, retorciéndose las manos. El no se anduvo con rodeos. Se inclinó hasta tocar ligeramente su nuca con la nariz, y olfateó. Donghae habría podido aguantar la prueba sin problemas si la mejilla del capitán no hubiera rozado la suya.

-¿Por qué diablos gruñes? -inquirió él.

Lo decía como si fuera el único que tuviera derecho a gruñir. Y parecía enfadado. Pero no podía evitarlo: sentía como si todas sus entrañas reclamaran por salir. Retrocedió de prisa para respirar, incapaz de mirarlo a los ojos.

-lo siento, capitán, pero... no hay manera delicada de expresarlo: usted hace que me sienta mal.

No le habría sorprendido que se acercara para propinarle unos bofetones, pero no se movió un centímetro. Se limitó a decirle indignadísimo:

-¿Qué estás diciendo?

Donghae habría preferido los tortazos a tener que explicar eso. ¿Cómo se le había ocurrido que fuera posible decirle la verdad, si la verdad solamente era bochornosa? Obviamente, el problema era sólo suyo, pues ninguna otra persona sentía náuseas en presencia del capitán.

Además no le creería, lo tomaría como una simple venganza por la insinuación de que olía mal. Seguro que pensaría eso y se pondría furioso. ¡Diantre!, ¿por qué no habría mantenido la boca cerrada?

Pero ya era demasiado tarde. Antes de que Kim decidiera hacerlo trizas, se apresuró a explicar:

-No es mi intención insultarlo, capitán, se lo juro. No sé por qué tengo este problema con usted. Se lo pregunté a mi hermano y sugirió que tal vez fuera efecto de su colonia. Eso era lo que estaba haciendo con su frasco: olerlo para comprobar... Pero no es por eso. Ojalá fuera la colonia, pero no. Podría ser pura casualidad. -Esa idea le animó. Bien podía salvarle la vida. Hasta se atrevió a levantar la vista para exponerla - Sí, estoy seguro de que es pura casualidad.

-¿El qué?

Gracias a Dios, el hombre parecía tomarse las cosas con calma. Donghae había pensado que a esas alturas estaría rojo de ira.

-Que sólo me encuentro mal cuando está usted cerca, sobre todo cuando está demasiado cerca. -Era mejor no mencionar lo de las miradas fijas - Pero es problema mío, señor, y no permitiré que interfiera en mi trabajo. Por favor, olvídese del asunto.

-¿ Que lo olvide...?

Ahora parecía alterado. Donghae se retorcía de angustia por el mal rato que estaba pasando; habría querido que el suelo se lo tragara. El capitán no estaba tan sereno como pensaba. Tal vez su audacia lo había dejado mudo. O la furia misma.

-¿Qué... clase de... malestar es?

Cada vez peor. Ahora quería detalles. ¿Le creía, o sólo deseaba comprobar que su grumete había hablado por despecho, para sentirse con derecho a darle una soberana paliza? Si ahora intentase restar importancia al asunto, daría la impresión de estar arrepentido por haber sido franco.

Ciertamente, se arrepentía por haber abierto la bocaza, pero en esas circunstancias era mejor seguir diciendo la verdad. Tuvo que reunir coraje para explicarse.

-lo siento, capitán, pero lo más aproximado es decir que me da náuseas.

-¿Has llegado a...?

-¡No! Pero siento algo muy extraño en el estómago, y me sofoco, y siento tanto calor que... Bueno, me acaloro, pero estoy casi seguro de que no es fiebre. Y me viene una debilidad, como si se me agotaran las fuerzas.

Hyukjae lo miraba fijamente, sin poder dar crédito a lo que estaba oyendo. ¿Acaso ese muchacho no conocía lo que estaba describiendo? Parecía imposible que fuera tan inocente.

El hecho lo dejó tan atónito que casi llegó a sentir los mismo síntomas que Dong le había detallado. Lo deseaba. Su premeditada seducción había surtido efecto, sin que él mismo se percatara. Y no se había percatado porque ni su pequeño lo sabía. Por todos los demonios... Se suponía que la ignorancia era una bendición, pero en este caso, la de ese muchacho lo hacía vivir en un infierno.

Tenía que replantear su estrategia. Si el joven no reconocía sus propios sentimientos, jamás lo acosaría suplicándole que lo poseyera. Adiós, bellas fantasías. Pero aún quería hacerlo confesar. Eso le daría ventaja al tratarlo, pues todavía parecía ignorar que a pesar de su disfraz lo había reconocido.

-Y esos síntomas ¿son muy desagradables? -preguntó con cautela.

Donghae frunció el entrecejo. ¿Desagradables? Lo asustaban porque nunca había experimentado algo parecido, pero desagradable...

-No demasiado -admitió.

-Bueno, yo no me preocuparía más por eso, Donnie. Creo que conozco el problema.

El joven parpadeó, sorprendido.

-¿De veras?

-Sin duda alguna. Y también conozco la cura.

-¿Sí?

-Por supuesto. Puedes acostarte, pequeño, y dejar el asunto de mi cuenta. Yo me ocuparé de él... personalmente. Tenlo por seguro.

Su sonrisa era tan perversa que Donghae tuvo la sensación de ser víctima de una broma. Lo más probable era que no se lo hubiese creído.



-¿Estás dormido, Donnie?

No. No podía dormir. Hacía más de una hora que estaba acostado, pero aún permanecía completamente despierto. Por esa noche no podía echar la culpa a la desnudez del capitán, pues había mantenido los ojos bien cerrados desde el momento en que se subió a la hamaca.

No, esa noche era la simple curiosidad lo que lo tenía despierto, preguntándose si era cierto que el capitán conocía su mal y la cura. Si existía esa cura, ¿cuál podía ser? Probablemente algún brebaje de sabor espantoso. Si no existía, él se encargaría de inventarlo.

-¿Donnie?

Por un momento pensó fingirse dormido. Probablemente lo mandaría a la cocina en busca de algo, para cansarlo y molestarlo.

-¿Sí?

-No puedo dormir.

Donghae puso los ojos en blanco. Ya se lo había imaginado.

-¿Quiere que le traiga alguna cosa?

-No. Necesito algo que me calme. Podrías leerme un rato. Sí, eso me hará bien. Enciende una lámpara, ¿quieres?

Como si importara el que yo quiera o no, pensó Donghae mientras bajaba de la hamaca. El ya le había advertido que podía pedirle que hiciera eso. Pero como él, el capitán tampoco se dormía, por esta vez no importaba. Donghae sabía perfectamente por qué no podía dormir, pero ¿qué mantendría despierto al capitán?

Encendió la lámpara que pendía junto a su cama y la llevó a la librería.

-¿Hay algo en concreto que usted prefiera, capitán?

-En el último estante, a la derecha, hay un volumen delgado. Ese servirá. Y acerca una silla. Lo que necesito es una voz serena, sedante, no que me griten desde el otro extremo de la habitación.

Donghae se detuvo por un segundo. Detestaba la idea de acercarse a la cama mientras Kim la ocupara, pero al instante se acordó de que él estaba decentemente cubierto. Además, no tenía por qué mirarlo. Sólo quería escucharlo. Tal vez el libro fuera lo bastante aburrido como para que él también se durmiera.

Tal como se le ordenaba, arrastró una silla hasta los pies de la cama y dejó la lámpara en la mesa del comedor, a su espalda.

-Creo que hay una página marcada -indicó él- Puedes empezar por ahí.

Donghae buscó la página y, después de carraspear, inició la lectura.

-No me cabía la menor duda de que yo nunca los había visto tan grandes, redondos y maduros. Me dolían los dientes del deseo de morderlos – Donghae pensó que no tardarían en dormirse los dos con semejante bobada - Le pellizqué uno y oí su exclamación de placer. El otro llamaba a mi boca, pidiendo con ansiedad que le complaciera. ¡Oh, cielos! ¡Oh, dulce bendición, el sabor de esos ...pezones...- Donghae cerró bruscamente el libro, con un gesto de horror - Pero esto... pero esto...

-Sí ya lo sé. Se llama erotismo, querido muchacho. No me digas que nunca has leído alguna bazofia semejante. Todos los chicos de tu edad lo hacen... al menos, los que saben leer.

Sin duda alguna, Donghae tenía que ser uno de esos varones, pero estaba tan azorado que no le importaba negarlo.

-Bueno, pues yo no.

-¿Otra vez con tu gazmoñería, Donnie? Bueno, sigue leyendo. Por lo menos, verás que es educativo.

En ocasiones como ésa era cuando Donghae detestaba ferozmente su disfraz. Habría querido hincharle las orejas a mamporros, con su sermón sobre la corrupción infantil, pero lo cierto era que el chico Dong habría recibido de buen grado esa corrupción.

-¿Y a usted le gusta esta... bazofia, como la llama?

-No, por Dios. Si me gustara no me ayudaría a dormir.

El hecho de que pareciera tan horrorizado alivió en parte el azoramiento de Donghae. Pero ni bajo la amenaza de tortura podría volver a abrir aquel asqueroso libro... al menos, en su presencia.

-Si no le molesta, capitán, preferiría buscar algún otro libro con que aburrirlo. Algo menos... menos...

-Pudoroso además de gazmoño, ¿eh? - Desde la cama surgió un largo suspiro - Ya veo que no podré hacer de ti un hombre en unas pocas semanas. Bueno, no importa, Donnie. Lo que no me deja dormir es este maldito dolor de cabeza, pero tus dedos se pueden ocupar de eso. Ven a masajearme las sienes y no tardaré en conciliar el sueño.

¿Masajearlo? ¿ Algo así como tocarlo y acercarse aún mas? Donghae no se movió de su silla.

-No sé cómo se hace...

-Claro que no sabes, pero yo te ensañaré. Anda, dame las manos.

Donghae gimió para sus adentros.

-Capitán...

-¡Maldita sea, Donnie! -interrumpió Kim Hyukjae, con voz seca -¡No se discute con un hombre que sufre! ¿O pretendes que soporte este dolor toda la noche? - Como seguía sin moverse, bajó la voz, pero su tono continuaba siendo autoritario - Si es ese malestar lo que te preocupa, muchacho, te sentirás mejor no pensando en él. Pero te ataque o no, en este momento mi dolencia es más importante que la tuya.

Tenía razón, desde luego. El capitán era importantísimo, mientras que él era sólo su despreciable grumete. Anteponerse a al capitán equivalía a actuar como un niño caprichoso y desconsiderado. Cambió despacio de posición, hasta sentarse muy tímidamente en la cama, junto a Kim.

No pienses, como ha dicho él. Y hagas lo que hagas, no lo mires.

Mantuvo los ojos clavados en las columnas que formaban la cabecera. Por eso dio un respingo cuando él le cogió los dedos y los llevó hacia su cara.

Haz como si se tratara de Donghwa. Por Donghwa o por cualquiera de tus hermanos harías esto de buen grado

Con la yema de sus dedos se presionaba las sienes, mientras los movía en círculos muy pequeños.

-Tranquilo, Donnie, que no vas a morirte por esto.

Justamente en eso estaba pensando Donghae, aunque no lo habría expresado con tanto laconismo. ¿Qué estaría pensando el? Que le tienes miedo... Pues era cierto, aunque ya no sabía por qué. Tras pasar una semana tan cerca del capitán, no creía que él fuera capaz de hacerle daño, pero...

-Ahora hazlo solo, Donnie. Sigue moviendo los dedos así.

El calor de las manos que habían sujetado las suyas había desparecido, pero siguió notando la calidez de su piel bajo la punta de sus dedos. Estaba tocándolo. No era tan desagradable... hasta que él se movió un poco y su pelo le cubrió el dorso de los dedos.

Qué suaves eran sus cabellos, qué frescos. Era un contraste... Pero algo iba irradiando más calor. Surgía del cuerpo del capitán, cerca de su cadera. Esa intensa calidez le hizo notar que él no estaba cubierto con el grueso edredón acolchado, sino sólo con la sábana, la fina sábana de seda que se le adhería al cuerpo.

No había motivos para mirarlo, ningún motivo en absoluto. Pero ¿y si él se dormía? ¿Tendría que seguir con el masaje si ya no era necesario? Claro que, en ese caso, lo oiría roncar. Pero hasta entonces nunca lo había oído roncar. Tal vez no roncaba. Quizá ya estaba dormido.

¡pues mira! ¡Mira de una vez y acaba con esto!

Lo hizo. Y su intuición había acertado: no le convenía mirar. El hombre tenía aspecto de estar en la gloria, con los ojos cerrados y los labios curvados en una sonrisa sensual, tan atractivo que parecía pecado. No dormía. No hacía sino disfrutar del contacto... ¡Oh, Dios!

Le asaltó en oleadas: el calor, la debilidad, una tempestad se desató en su interior. Se le cayeron las manos. El se las apresó con tanta rapidez que le arrancó una exclamación. Y lentamente se las llevó... no a las sienes, sino a las mejillas.

Donghae se encontró rodeándole las mejillas con las manos, mirándolo a los ojos, esos ojos penetrantes, hipnóticos... Hasta que ocurrió: sus bocas se rozaron, los labios del capitán se unieron a los suyos, cubriendo, abriendo, quemando como el fuego. Se sintió absorbido por un torbellino, hundiéndose en un remolino de sensaciones cada vez más profundo.

Donghae no sabría cuánto tiempo pasó, pero poco a poco volvió a tomar conciencia de lo que estaba ocurriendo. Kim Hyukjae lo estaba besando con toda la pasión que un hombre podía poner en un beso. Y él respondía como si su vida misma dependiera de ello. Esa era su sensación, pero estaba muy bien. Sus náuseas, habían vuelto, peores que nunca, pero hasta eso parecía maravilloso y estaba bien. ¿Estaba bien? No, había algo que no estaba bien. Porque él estaba besando... ¡a Dong!

Del calor pasó al frío del horror. Impulsivamente intentó apartarse, pero él lo retuvo con fuerza. Sólo consiguió romper el beso, pero fue suficiente.

-¡Capitán! ¡Basta! ¿Se ha vuelto loco? Déjeme...

-Calla, querido pequeño... Ya no puedo seguir adelante con este juego.

-¿Qué juego? ¡Usted se ha vuelto loco! ¡No, espere...!

Se sintió arrastrado hacia él. Después, debajo de él; su peso lo inmovilizó contra la mullida cama. Por un momento no pudo pensar. Esas náuseas tan familiares, transformadas en algo diferente, ahora demasiado placenteras, se iban extendiendo. Y de pronto se dio cuenta:

"¿Querido pequeño?"

-¡Lo sabe! - jadeó, empujándole los hombros para mirarlo a la cara, acusándolo debidamente - Lo ha sabido desde el principio, ¿no?

Hyukjae estaba apresado en las garras de la lujuria más poderosa que nunca hubiera experimentado. Pero aún no había perdido el dominio de sí hasta el punto de cometer el error de confesar algo así justo cuando aquel temperamento de primera parecía estar reuniendo fuerzas para estallar.

-Ojalá lo hubiera sabido -gruñó, mientras le bajaba el chaleco de los hombros- Y más tarde tendrás que darme explicaciones, no lo dudes.

-¿Y entonces por qué...? ¡Oh!

Se aferró a él, dejando que su boca fuera recorriéndole la nuca hasta llegar a la oreja. Cuando sintió la lengua que le rodeaba el lóbulo se estremeció de delicia.

-No son nada puntiagudas, pequeño mentiroso.

Al oír su risa grave, sintió el impulso de responder con una sonrisa, cosa que lo sorprendió. En realidad debería estar asustado por haber sido descubierto bajo su disfraz, pero aquella boca se lo impedía. Debería resistirse, pero aquella boca era como un imán. No tenía una pizca de fuerzas ni de voluntad para intentarlo siquiera.

Pero contuvo el aliento cuando él le quitó a un tiempo la gorra, esparciendo su cabello sobre la almohada y evidenciado su rostro de facciones delicadas. Sin embargo rogaba que él no se sintiera desilusionado con lo que veía. Y el capitán fue muy minucioso en su examen; muy despacio, lo inspeccionó de pies a cabeza. Cuando sus ojos se encontraron finalmente con los de Donghae, refulgían otra vez de pasión.

-Debería azotarte por haberme ocultado todo esto.

Esas palabras no lo asustaron. El modo en que le miraba desmentía cualquier intención seria de azotarlo. Por el contrario, el significado oculto de esas palabras le provocó un agradable escalofrío que le recorrió hasta la punta de los pies. El beso voraz que siguió hizo que el escalofrío se extendiera a todo el resto.

Pasó algún tiempo antes de que pudiera volver a respirar, pero ¿a quien le hacia falta seguir respirando? A él no. Y la, verdad, lo que hacía era jadear, mientras esos labios experimentados le recorrían la cara y el cuello. Apenas se daba cuenta de que el capitán estaba quitándole la camisa, tal era la sutil delicadeza con que lo hacía.

Donghae no había previsto eso. Pero a fin de cuentas, todo lo que estaba pasando quedaba tan lejos de su experiencia que no hubiera tenido modo de prever nada. En su mente confusa existía la idea de que, si él lo desvestía, era como consecuencia de su engaño, de que lo hacía sólo para tener la completa seguridad de que no se llevaría nuevas sorpresas.

Pero, si así era, ¿por qué tantos besos? De cualquier modo, no podía concentrarse en esa idea con la mirada de aquel hombre clavada en su pecho. Mucho menos cuando fue reemplazada por su lengua y sus manos... Cada una de ellas en su pecho masajeando con suavidad. Un momento después, él, cubrió un pezon con la boca, y para Donghae ya no hubo más pensamientos: sólo sensaciones.

A diferencia de Donghae, Hyukjae había puesto en funcionamiento todas sus facultades. El único problema era que no resultaban muy manejables. Pero no era necesario concentrarse, como en cualquier otra seducción, pues aquel encantador muchacho cooperaba con gran entusiasmo. En realidad, cabía preguntarse quién estaba seduciendo a quién. Aunque a esas alturas eso carecía totalmente de importancia.

Por Dios, el joven era exquisito, mucho más de lo que él esperaba. Esas delicadas facciones, que había llegado a conocer tan bien, se realzaban increíblemente una vez quitado ese horrible gorro. Y ni en sus fantasías hubiera podido adivinar la sensualidad de un pequeño cuerpo. Sin embargo, sí esperaba desde un principio que ese bonito trasero, el que tanto lo había intrigado en la taberna, tuviera forma y firmeza perfectas, y sus ilusiones no se vieron frustradas. Besó cada nalga al descubrirlas, prometiéndose dedicar más tiempo a esa adorable zona, pero por el momento...


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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...