Esclavo de Amor- Capítulo 7



Donghae no entendió lo que Hyukjae decía, ya que el sonido de su voz lo tenía cautivado. ¿Cómo lo conseguía?, ¿cómo hacía que su voz sonara con ese tono tan erótico?

¿Sería su timbre profundo?

No, era algo más. Pero no acaba de entender qué podía ser.

Honestamente, lo único que quería era encontrar una cama y dejar que hiciese con él todo lo que se le antojase; y sentir su apetitosa piel bajo las manos.

Observó a Judith y vio que ésta se lo comía con los ojos, mientras le miraba las piernas desnudas y el trasero.

— Tú también lo sientes, ¿verdad? —le preguntó. Judith alzó la mirada, parpadeando.

— ¿El qué?

— A él. Es como si fuese el Flautista de Hamelin y nosotros fuésemos las ratas, seducidos por su música —Donghae se dio la vuelta y observó el modo en que lo miraban; algunos incluso estiraban el cuello para verle mejor—. ¿Qué hay en él que nos hace olvidar nuestra voluntad? —preguntó.

Una Pasión En El Olvido- Capítulo 7



Estaba amaneciendo. Llevaban durmiendo el uno en brazos del otro al menos dos horas. Algo que él jamás había hecho.

Habían dormido juntos en una cama, por supuesto, haciendo el amor cada poco tiempo. Sin embargo, él jamás le había abrazado de aquel modo, mientras dormían.

Se sentía… satisfecho. Muy protector.

Contempló la belleza desnuda de Sungmin. Tenía la piel lustrosa y cremosa. Sus pezones que tan ávidamente había lamido él del color de las rosas rosa. El ligero abultamiento del vientre le daba un aspecto más delicado.

Al verlo, sintió de nuevo el inicio de una erección. Quería volver a poseerlo y no sólo con su cuerpo…

¿Cómo podía haber cambiado tanto? ¿Cómo el hecho de perder la memoria había podido convertirlo en una persona tan diferente?

Había tratado de resistirse. Tenía toda la razón del mundo para castigarlo por ello, pero no podía hacerlo.
Algo en su interior se lo impedía. A pesar de que su alma le pedía justicia, no podía hacerlo. Sólo le quedaba una carta por jugar. Su última oportunidad de conseguir justicia.

Tu Mi Destino- Capítulo 10



Wook luchó contra el tirón de los monstruos, forjando su mente en contra de la fuerza de su llamada. No quería estar con ellos esta noche. Quería estar con Yesung, en su verdadero cuerpo, y deleitarse con la intrepidez que le rodeaba.

Cuando estaba cerca de él, no tenía miedo. Se sentía casi normal. Yesung le confortaba con su presencia.

Pero Yesung no quería estar con él. Lo había dejado claro cuando lo dejó mientras dormía. Se había ido y no había regresado.

La idea de dormir solo lo asustó. Necesitaba que le librase de los monstruos que tiraban de él para separarla mientras dormía. ¿Por qué no entendía eso?

Heechul entró en la habitación de Wook mientras terminaba de pasarse un gran suéter por su cabeza. El suéter que le había pedido prestado a Heechul colgaba bajo sus huesudas caderas y se agrupaba alrededor de sus tobillos, pero le ayudaba a mantenerse caliente contra el aire acondicionado moderadamente frío del interior de la SM.

Se sentía más fuerte, hambriento por primera vez de lo que sintió en años. Ya había tomado tres comidas desde que se había despertado, pero estaba listo para otra.

—Es la hora —dijo Heechul—. Los hombres te están esperando.

Esclavo de Amor- Capítulo 6



Hyukjae se quitó los pantalones a tirones y le separó los muslos.

Con el cuerpo envuelto en puro fuego, Donghae aguantó la respiración mientras él colocaba su largo y duro cuerpo entre sus piernas.

La punta de su miembro presionaba justo sobre su entrada. Arqueó las caderas acercándose aún más, aferrándose a sus amplios hombros. Deseaba sentirlo dentro con una desesperación tal, que desafiaba a todo entendimiento.

Y de repente, sonó el teléfono

Donghae dio un respingo al escucharlo, y su mente recobró repentinamente el control

— ¿Qué es ese ruido? —gruñó Hyukjae.

Agradecido por la interrupción, Donghae salió como pudo de debajo de Hyukjae; le temblaban las piernas y le ardía todo el cuerpo.

— Es un teléfono —dijo, antes de inclinarse hacia la mesita de noche y coger el auricular.

Tu Mi Destino- Capítulo 9



El hambre retorció el vientre de Seungri. Podía oler su comida cerca, oler el miedo de su presa desde dónde él se escondía en la oscuridad.

El callejón donde Sooman había escogido reunirse era un tramo de asfalto sucio y lleno de huecos en el centro de la ciudad de Kansas, que apestaba a basura humana y grasientos charcos de lluvia. No era que a Seungri le hiciera falta la luz. Incluso tan débil como estaba, aún podía ver a través la asfixiante oscuridad, dónde Sooman lo esperaba.

—Acércate —siseó, sus cuerdas vocales vibrando como un apretado alambre de púas.

—No hasta que sepa qué quieres de mí —dijo Seungri.

Estaba demasiado hambriento para los juegos de Sooman, casi tambaleante sobre sus pies con su necesidad de sangre.

Sooman empujó a la mujer enfrente de él, sin tener más cuidado con su comodidad de lo que hubiera tenido con un periódico usado. Ella tropezó, pero el agarre de hierro de Sooman la mantuvo sobre sus pies.

Era joven, quizá de diez décadas de edad. Tenía el cabello sucio colgando alrededor de su demacrado rostro, rígido por los enredos. No sabía qué color habría sido si hubiera estado limpio, pero ahora era de un aburrido y sucio marrón, cayéndole casi hasta las caderas. Sus brazos y cuello estaban llenos de furiosas marcas donde otros se habían alimentado de ella sin siquiera molestarse en curar las heridas. Una cristalina, salvaje mirada llenaba sus ojos, aunque ella nunca se encontró con la mirada de Connal.

Esclavo de Amor- Capítulo 5



Donghae tragó saliva ante la primera sonrisa genuina de Hyukjae. La sonrisa suavizaba su expresión y lo hacía aún más devastador.

¿Qué demonios estaría pensando para sonreír así?

Por enésima vez, sintió que se le subían los colores al pensar en su crudo discursito. No lo había hecho a propósito; en realidad no le gustaba desnudar sus sentimientos ante nadie, especialmente ante un desconocido

Pero había algo fascinante en este hombre. Algo que él percibía de forma perturbadora. Quizás fuese el disimulado dolor que reflejaban de vez en cuando esos celestiales ojos, cuando lo pillaba con la guardia baja. O tal vez fuesen sus años como psicólogo, que le impedían tener un alma atormentada en su casa y no prestarle ayuda.

No lo sabía.

El reloj de pared del recibidor de la escalera, dio la una.

— ¡Dios mío! —dijo asombrado por la hora—. Tengo que levantarme a las seis de la mañana.

— ¿Te vas a la cama?, ¿a dormir?

Una Pasión En El Olvido- Capítulo 6



«Yo no le habría dado mi virginidad a menos que fuera merecedor de mi amor», se dijo. No había querido casarse con él tan rápidamente.

Había tratado de resistirse, pero Kyuhyun no había hecho más que insistir.

Se había mostrado tan cariñoso, tan paciente… Tan perfecto…

¿Habría cometido un grave error casándose con él?
«Y tienes motivos para tenerlo». Eso era lo que él le había dicho, con una extraña mirada en los ojos. 

¿Era posible que se hubiera casado con él sólo porque estaba embarazado de su hijo o por alguna otra razón más siniestra?

No podía ser por amor a juzgar por el modo en el que se comportaba con él.

El Bentley se detuvo frente a un elegante edificio de nueve plantas situado en una imponente plaza del centro de la ciudad. Kyuhyun se bajó del coche sin mirar atrás. Por primera vez, dejó que fuera el chófer quien lo ayudara a salir del coche.

Ya en la acera, Sungmin miró el edificio y la ciudad, que estaba iluminada. Se sobresaltó al oír la voz de Kyuhyun a sus espaldas.

Esclavo de Amor- Capítulo 4



— ¿Quieres decir que no puedo ordenarte que te marches?, ¿ni que regreses al libro?

— Creo que la expresión que usaste fue: bingo.

Donghae guardó silencio.

Hyukjae se puso de pie lentamente y lo miró. Durante todos los siglos que llevaba condenado, ésta la primera vez que le sucedía una cosa así. 
El resto de sus invocadores habían sabido lo que él significaba, y habían estado más que dispuestos a pasar todo un mes en sus brazos, utilizando felizmente su cuerpo para obtener placer.

Jamás en su vida, mortal o inmortal, había encontrado a un joven que no le deseara físicamente.

Era…

Extraño.

Humillante.

Casi embarazoso.

Esclavo de Amor- Capítulo 3



Donghae hizo lo que cualquier joven  que se encuentra a un hombre desnudo en su salita de estar hubiese hecho: gritar.

Y después, salir corriendo hacia la puerta.

Sólo que se olvidó de los cojines que habían amontonado en el suelo y que aún estaban allí. Se tropezó con unos cuantos y cayó de bruces.

¡No! Gritó mentalmente mientras aterrizaba de forma poco elegante y dolorosa. Tenía que hacer algo para protegerse.

Temblando de pánico, se abrió paso entre los cojines mientras buscaba un arma. Al sentir algo duro bajo la mano lo cogió, pero resultó ser uno de sus zapatos con forma de conejo.

¡Joder! Por el rabillo del ojo vio la botella de vino. Rodó hacia él y lo cogió; entonces se giró para enfrentar al intruso.

Más rápido de lo que hubiese podido esperar, el hombre cerró sus cálidos dedos alrededor de su muñeca y lo inmovilizó con mucho cuidado.

Tu Mi Destino- Capítulo 8

Yesung deseaba estar en cualquier otro sitio que junto a la cama de Wook. No tenía nada que hacer allí, pero Heechul alegó que Wook había pedido por él.

El le llamó y prácticamente había roto el record de velocidad en la tierra para volver a su lado.

Eso era todo en cuanto a sus buenas intenciones de mantener la distancia. Yesung se quedó ahí, tieso e incómodo, inseguro de qué hacer ahora que estaba ahí. Nunca debería haber ido.

Wook apenas estaba hecho un nudo en la cama. Su cabello blanco había sido lavado y cepillado hasta que brillara, y se desplegaba como un abanico alrededor de su cabeza. Estaba delgado, frágil, casi etéreo. Rompible. Si se acercaba demasiado, estaba seguro de que podría lastimarlo accidentalmente.

Heechul le miró expectante, como si él tuviera todas las respuestas.

—¿Qué coño quieres que haga? —él le preguntó.

—No lo sé. Sólo siéntate con él y sostén su mano, supongo.

—No voy a tocarlo —le dijo a Heechul.

—Bien. Entonces, sólo sienta tu culo ahí hasta que despierte otra vez.

Oh, no. No había dejado de hacer lo que estaba haciendo para convertirse en niñera. Tenía sgaths que matar. Ya había matado a setenta y dos en lo iba de la semana. Si tuviera que decir algo al respecto, sería que tendría exterminados a los hijos de puta de la faz de la tierra antes de fin de año.

Tal vez entonces Wook estaría bien.

—Sólo puedo quedarme unos minutos —dijo Yesung.

Heechul apretó la mandíbula y su boca se tensó como si no quisiera escupir las palabras.

—Tu seguridad fue la primera cosa en su mente después de estar inconsciente durante más de una semana. Y creo que podrías ser un poco más cuidadoso.

No, no podía. El cuidado era para los hombres con almas. Él estaba encogido. Sólo el rígido anillo negro que llevaba mantenía la última hoja de su marca de vida de completar su caída. La hoja colgaba en éxtasis sobre sus costillas, congelada como a mediados de otoño. Su marca de vida estaba desnuda. Su alma estaba tan bien como muerta. No le importaba nada más que matar y follar. Y Wook no era bueno para ninguna de las dos cosas.

Una Pasión En El Olvido- Capítulo 5



Kyuhyun se dio la vuelta y se encontró con un viejo amigo. Éste solía pasar su tiempo entre Nueva York y la Toscana. ¿Qué diablos estaba haciendo en Venecia?
—Yesung —dijo—, ¿qué estás haciendo aquí?
—Jamás creí que vería este día —replicó Kim Yesung con una sonrisa—. Siempre dijiste que no te casarías nunca. Me lo hiciste pasar muy mal cuando me casé con Wook. ¡Todos acabamos cayendo! —exclamó, riendo—. Me muero de ganas por conocer al joven que…
En ese momento, Sungmin se dio tímidamente la vuelta para mirarlo. La sonrisa se heló en labios de Yesung. Se detuvo en seco, con los ojos abiertos de par en par. Entonces, se volvió a su amigo y le dedicó una mirada de perplejidad.
—¿Qué clase de broma es ésta?
Sungmin parpadeó y frunció el ceño.
—¿A qué se refiere? —preguntó.

Esclavo de Amor- Capítulo 2



Unas horas más tarde, Donghae suspiró al abrir la puerta de su dúplex y poner el pie en el suelo encerado del vestíbulo. Dejó el montón de cartas que llevaba en la mano sobre la antigua mesa, que decoraba el rincón adyacente a la escalera, y cerró la puerta tras él, echando el pestillo. Las llaves fueron a parar al lado de la correspondencia.

Mientras se quitaba a tirones los zapatos negros, el silencio le golpeó los oídos y se le formó un nudo en la garganta. Todas las noches la misma rutina tranquila: entrar a un hogar vacío, clasificar el correo, leer un libro, llamar a Judith, comprobar el contestador e irse a la cama.

Judith tenía razón, su vida era una aburrida y escueta investigación sobre la monotonía.

A los veintinueve años, Donghae estaba muy cansado de su vida.

¡Demonios!, incluso el incansable buscador de tesoros nasales comenzaba a parecer atractivo.

Bueno, quizás no. Y menos su nariz, pero seguro que había alguien ahí afuera, en algún lugar, que no era un cretino.

¿O no?

Tu Mi Destino- Capítulo 7



Trató de auto convencerse que no le importaba si sobrevivía. No lo necesitaba más. Tenía su camioneta, dinero, un mapa, a Leeteuk y su coche en camino. Tenía todo lo que necesitaba para llegar a la SM y reventarlo. Incluso le había desencadenado, liberándolo para que huyera sin enfermarse.

¿Por qué había hecho eso? ¿Porque no quería hacerle daño? ¿O porque sabía que iba a morir?

Sungmin no lo sabía. No comprendía por qué lo había liberado cuando había estado claro que tenía la intención de aprisionarlo de por vida.

Lo que sabía era, hasta que separara la verdad de las mentiras, que no podía dejar morir a Kyuhyun.
  
Sungmin puso la camioneta en marcha y pisó el acelerador. La grava salió disparada de las
ruedas, pero la camioneta se echó a andar a toda prisa. Se inclinó hacia el campo, y se dirigió hacia los dos monstruos que estaban entre el maíz seco. Eran los dos únicos lo suficientemente cerca para poder llegar a los dos a la vez.

Una rápida mirada en dirección a Kyuhyun le dijo que se había ocupado del primer monstruo, dejándolo en sangrientos pedazos en el suelo. Un segundo saltó desde el maíz, disparando sus púas al pasar. El cuerpo de Kyuhyun se arqueó mientras esquivaba la rociada, pero su hombro se tambaleó hacia atrás cuando una de los pinchos dio en el blanco.

Oh, mierda. Eso no podía ser bueno.

Sungmin se echó hacia atrás conduciendo justo cuando el parachoques delantero golpeaba al primer monstruo, seguido de cerca por el segundo. La camioneta saltó en el aire casi un metro, y oyó un silbido estallar de al menos dos neumáticos cuando las púas los pincharon.

Un fuerte ruido, como granizo golpeó el techo de la camioneta, rebotó desde abajo. Tres de esas desagradables púas se dispararon a través de las tablas del suelo a sólo unos centímetros de sus pies, pasando cerca de él y alojándose en la cabecera de la camioneta.

Sungmin gritó, e instintivamente se apartó del ataque. Sin su pie sobre el acelerador, la camioneta desaceleró rápidamente, barriendo un amplio sector de plantas de maíz por debajo.

Miró por el espejo retrovisor, buscando señales de movimiento de los dos a los que había aplastado. Estaban tumbados en húmedos montones, retorciéndose, pero no levantándose.

Empujó el acelerador, tirando con fuerza del volante, y volviendo la camioneta para otro pase. Frenéticamente, examinó la zona donde había visto por última vez a Kyuhyun y no vio nada, ni siquiera el movimiento en el maíz o la punta de la hoja brillando sobre los tallos.

El pánico se apoderó de él, vaciándolo, como si estuviera flotando justo por encima de su cuerpo. Parecía que había tardado una eternidad poner al camioneta en marcha por el camino correcto.

¿Estaba Kyuhyun herido? ¿Muerto?

La idea lo dejó helada y temblando.

Se armó de valor contra lo que iba a hacer a continuación mientras las ruedas desinfladas crujían sobre los cuerpos de los monstruos. Si se levantaban ahora, sabía que era el momento de correr.

Sungmin detuvo la camioneta, preocupado de que Kyuhyun estuviera oculto en el maíz. Yaciendo herido y sangrando. Si le golpeaba, nunca sería capaz de vivir consigo mismo.

Salió de la camioneta en marcha y saltó de la cabina. Un húmedo sonido chorreante salió de debajo del camioneta, pero se dijo a sí mismo que era sólo condensación del aire acondicionado, no pedacitos blandos de tripas de monstruo.

Desarmado y desesperado, Sungmin se abrió paso de vuelta a donde había visto por última vez a Kyuhyun. Los cadáveres de dos monstruos yacían allí, goteando lentamente espesa sangre negra sobre el suelo.

Kyuhyun no estaba por ningún lado.

—¡Kyuhyun! —gritó.

Ni siquiera le importaba que alguna de las personas que quedaban en el asador lo oyera. Los Defensores y su madre siempre le habían dicho que tenían que mantener todo ese tema de monstruos en silencio, pero le importaba una mierda eso ahora. Necesitaba encontrar a Kyuhyun.

Le llamó por el nombre otra vez, pero no obtuvo respuesta. Entonces le pareció oír algo. Un profundo gemido.

Sungmin se detuvo en seco, dejando que los susurros de las plantas se detuvieran a su alrededor.

Ahí estaba de nuevo. Definitivamente un gemido.

Se acercó hacia él, coreando el nombre de Kyuhyun, rogando que estuviera bien, mejor de lo que sonaba.

No lo estaba. Su gran cuerpo estaba tendido en el suelo, su espada yaciendo a pocos metros de distancia. La sangre goteaba del hombro de su camiseta. No podía ver la púa, y no sabía si estaba incrustada en él, o si le había travesado. Su piel brillaba de sudor, aún cuando su cuerpo se estremecía con escalofríos.

—Kyuhyun —exhaló mientras iba a su lado.

Él abrió los ojos y las pupilas eran pequeños puntitos de color negro. No era una buena señal.

—Vete, Sungmin. Pueden oler mi sangre. Vendrán más.

—Estás loco si crees que te voy a dejar aquí. Nos vamos juntos.

El tiró de su brazo sano, tratando de levantarlo y ponerlo de pie. Hombre, era pesado, pero se las arregló para poner su hombro bajo él y, con su ayuda, lo levantó. Estaba tembloroso y él apretó los dientes contra el dolor de mantenerlo levantado. El hombre estaba lleno de pesados músculos y probablemente pesaba el doble que él.

Si no lo metía en la camioneta mientras él todavía podía ayudar, nunca lo haría.

—Espada —dijo él, sonando casi en pánico.

—Déjalo. Puedes conseguir otra.

—¡No! —Viró hacia la cosa y Sungmin no tuvo otra opción que ayudarle a llegar allí o dejarle caer.

Aparentemente era demasiado importante para dejarla atrás.

Le sostuvo con una mano mientras cogía el arma, pero no tenía dónde ponerla. Frustrado, se la metió bajo el brazo y la prendió a su costado, rezando para no cortar a uno de ellos con la perversa hoja.

Satisfecho, Kyuhyun cooperó de nuevo con él y se dirigieron hacia la camioneta.

—Eso es —dijo jadeando bajo su peso, agradecido de no ser un blando—. Casi llegamos.

—No voy a durar mucho más —le dijo—. Veneno.

—Infiernos que no. Sólo dime qué hacer.

Llegaron a la camioneta y lo apoyó contra ella mientras manoseaba para abrir la puerta del acompañante. Consiguió abrirla, él entró de cabeza, desplomándose contra el asiento, pero era lo suficientemente bueno.

Sungmin arrojó la espada a las tablas del suelo a sus pies, cerró la puerta y corrió alrededor de la camioneta. Iba a conducir con las llantas, pero eso era demasiado malo. De ninguna manera se iba a quedar el tiempo suficiente para arreglar los neumáticos y ver qué más se presentaba.

—Cinta adhesiva —susurró Kyuhyun.

No tenía ni idea de por qué la quería, pero no se detuvo a hacer preguntas estúpidas.

—¿Dónde está?

—Caja. Bajo el asiento.

La encontró y ya estaba tirando del extremo.

—¿Qué hago con ella?

—Tapa mi herida. Lanza la camiseta fuera como distracción. La sangre.

Correcto. Ellos podían olerla.

Sungmin se puso de rodillas sobre el asiento y tiró con fuerza de la camiseta de Kyuhyun. Él siseó de dolor, revolviéndole el estómago, pero no se ralentizó o trató de ser más suave. Ahora no era el momento de ser suave. O lento.

La camiseta cayó, empapada de sangre y sudor. La usó para limpiar el hilillo de sangre que manaba de la fruncida herida. No podía ver si la púa había traspasado o no, pero necesitaba detener el sangrado, así que usó una tira de la cinta para vendarlo, cubriendo tanto la parte trasera como la delantera de su hombro. Le iba a doler como el infierno cuando se la quitara, pero tratarían con eso más tarde. Asumiendo que vivieran lo suficiente.

—Tira la camiseta por la ventanilla. Si no van por ella, tírame.

Sungmin aplastó la oleada de pánico que crecía dentro de sí.

—No va a pasar.

Kyuhyun alargó la mano hacia el picaporte, pero Sungmin golpeó el botón que la bloqueaba para que no se abriera. Él trató de accionar el interruptor de su lado, pero sus dedos estaban temblando tanto, que no podía hacerlo funcionar. Se dejó caer en el asiento y su brazo cayó desmayado a su lado.

Sungmin puso la camioneta en marcha y se dirigió a la carretera. La camiseta de Kyuhyun estaba al alcance de su mano, lista para ser lanzada, pero no iba a hacer eso tan cerca del restaurante. No quería atraer más monstruos allí a la agradable gente indefensa.

Ambos neumáticos delanteros estaban planos y tenía problemas de dirección, pero se las arregló para llevarlos más de cuatro kilómetros y medio camino abajo. Tiró la camiseta por la ventanilla y siguió adelante.

Kyuhyun estaba haciendo bajos ruidos de dolor, pero no le había dicho una palabra en varios minutos. Estaba tumbado lánguidamente en el asiento, deslizándose cada vez que él daba un giro. Se acercó y presionó una mano contra su frente.

Estaba ardiendo.

Un enfermo miedo desvalido se levantó en su interior. Eso era como cuando mamá había muerto. La había encontrado demasiado tarde. No había nada que pudiera hacer. Sungmin había sido un adolescente, perdido, solo y asustado.

No podía pasar a través de eso otra vez. Esa vez, tenía que hacer algo para detenerlo.

Manteniendo un ojo sobre la carretera, tanteó sobre la piel caliente de Kyuhyun hasta que encontró su cinturón y el teléfono móvil enganchado en él. Se sabía el número de Leeteuk de memoria. Lo marcó mientras comprobaba el indicador de la gasolina. Sólo quedaba un cuarto de tanque y no estaban haciendo un buen tiempo. El motor estaba gritando, pero los neumáticos estaban realmente ralentizándolos, haciendo difícil el avance, incluso con la dirección asistida.

Le tomó varios timbrazos a Leeteuk contestar.

—Hola. —Parecía sin aliento y su voz era débil por la fatiga.

—Leeteuk. Kyuhyun está en problemas. Ha sido envenenado.

—Oh no.

—¿Qué hago?

Se oyó un ruido rayado en la línea.

Una voz de hombre salió por el teléfono, fuerte y confiada. Kangin.

—Sungmin, ¿estás a salvo?

La pregunta lo sorprendió. No había esperado estar hablando con Kangin, ni
habría pensado que su seguridad iba a ser la primera cosa en su mente.

—Sí, pero Kyuhyun no.

—Dime que pasó.

Kyuhyun dejó escapar un profundo gemido y Sungmin apretó más el volante.

—Fue alguna clase de cosa puercoespín. Una púa atravesó el hombro de Kyuhyun.

—¿Sólo una? —preguntó Kangin.

—Creo que sí.

—¿Está consciente?

Sungmin tragó con dificultad para aliviar la opresión en la garganta.

—En realidad no. Está sudando y temblando.

—No te asustes, ¿de acuerdo? Vamos a arreglarlo, pero te necesito para detener la hemorragia.

—Ya lo hice. Me hizo ponerle cinta adhesiva sobre la herida.

—Eso funcionará —dijo Kangin.—¿Dónde estás?

—Kansas. En su camioneta.

—¿Qué ciudad?

—No lo sé. Me llevó a un asador en medio de la nada. —No podía recordar el nombre y entró en pánico de nuevo.

Kangin debía haberlo percibido en su voz.

—De acuerdo, Sungmin. Conozco el lugar, pero no puedes perder las formas. Tienes que mantenerte en movimiento.

—Lo estoy, pero las dos ruedas delanteras de su camioneta están pinchadas, y estamos casi sin gasolina.

Sungmin le oyó pronuncias una vil maldición, pero amortiguada, como si hubiera cubierto el micrófono, no queriendo que él la oyera.

—Irá bien. Alguien estará cerca que pueda ayudar. Sólo quédate fuera de las carreteras principales para que no te pare la policía, ¿de acuerdo?

—Sí. Puedo hacer eso. —Esperaba—. ¿Puedes adivinar dónde está el hospital más cercano?

—Los médicos humanos no pueden ayudarle, pero dame dos minutos y encontraré a alguien que pueda.

Antes de poder responder, la voz de Leeteuk volvió a la línea, llena de alegría fingida.

—Hey, Sungmin. Kangin fue a encontrarte ayuda, pero nos pondremos al día de los viejos tiempos mientras él está trabajando en ello.

Era difícil mantener el teléfono en la oreja mientras conducía la camioneta, pero Sungmin necesitaba el sustento de la voz de su amigo para mantener el equilibrio. Demasiado estaba pasando demasiado rápido.

—Qué tal empezar por decirme por qué sonabas tan cansado cuando llamé. ¿No te dejan dormir?

—Estoy ayudando a reconstruir el muro. Es agotador, pero necesario.

—Pensé que había montones de hombres fornidos allí. Que hagan ellos el trabajo pesado.

—No estoy construyéndolo físicamente. Estoy empujando un montón de magia en él para hacerlo más fuerte. Muy chulo, ¿eh?

Sungmin no estaba seguro de qué chulo fuera la palabra que usaría, pero no quería entrar en una discusión sobre su opinión ahora.

—Si tú lo dices. ¿Hiciste las maletas como te dije?

—No. Sungmin, yo…

—Si no puedes hablar, lo entiendo. Sólo dime algo mundano y lo pillaré.

—No es eso. Soy libre de decir lo que quiera. Sólo creo que podrías haber obtenido algunas ideas equivocadas acerca de éstas personas en algún momento.

—Te están haciendo decir eso, ¿verdad?

—No. —Leeteuk dejó escapar un suspiro—. Escucha, sería más fácil hablarlo en persona una vez que estés aquí.

—Asumiendo que llegue tan lejos.

—Lo harás —dijo Leeteuk—. Veo al líder de los Centinelas cruzar el patio. Ya está con su teléfono, llamando probablemente a hombres de todas partes para venir a ayudar. No te defraudarán.

La idea de un puñado de hombres como Kyuhyun acercándose hacia él era más que un poco desalentadora. Apenas podía mantener la cabeza con un grande y sexy Centinela. Más de uno iba a ser muy difícil de controlar.

—No. No quiero un puñado de gente cazándome.

—No van a cazarte, Sungmin. Van a ayudar.

Sungmin seguía sin estar convencido. Al menos si sabía lo que estaba en camino, podía dejar a Kyuhyun en algún lugar donde su gente iba a salvarlo. No tenía que quedarse.

—Oh, espera un segundo —dijo Leeteuk—. Kangin vuelve.

Él volvió a la línea, su profunda voz llenándole el oído de serena confianza.

—Leejoon se va a reunir contigo en una casa Elf cerca de donde estás. Es como un médico. Puede ayudar a Kyuhyun, ¿de acuerdo?

Sungmin no estaba seguro si confiar en nada que Kangin dijera, y estaba incluso mucho menos seguro de querer a esa persona Leejoon cerca de él. Las buenas noticias eran que si sólo era un hombre, Sungmin no tendría problemas para irse mientras estaba ocupado ayudando a Kyuhyun. Iba a encontrar una manera de quitarle las llaves al hombre y dirigirse a la SM por sí mismo.

Sungmin enderezó la columna, y esperó no estar cometiendo un enorme error.

—Sólo dime dónde ir.


  
El hombre que Kangin había enviado para curar a Kyuhyun estaba esperando a Sungmin cuando salió de la diminuta casa. Si Kangin no hubiese estado con él al teléfono, dándole indicaciones de por dónde girar, nunca habría sabido que alguien vivía en esa granja alejada del camino.

La casa era de planta baja, diminuta, quizás de seis metros de largo de cada pared y ya brillantemente iluminada. Al lado, había una furgoneta negra y, sobre los peldaños de cemento que dirigían a la casa, un alto y delgado hombre. Cuando Sungmin giró, y las luces de la camioneta iluminaron su rostro, tuvo un buen vistazo de él.

Era maravilloso, el tipo de hombre que hacía que se dejara de pensar y empezara a desvestirse. Sus pálidos ojos parecían lanzar trozos de helada luz azul cuando lo alcanzaron los faros. Su pelo castaño estaba apartado de su amplia frente en una ingeniosa onda, y su largo abrigo de cuero negro se mecía lentamente en la veraniega brisa. Él se dirigió hacia la camioneta antes de que acabara de aparcar, y sus movimientos eran llanos, casi elegantes.

Sungmin apagó el motor justo cuando él abrió la puerta de Kyuhyun.

—Soy Leejoon —anunció, cuando presionó su pálida mano contra la cabeza de Kyuhyun y otra contra su pecho desnudo. El tatuaje del árbol que cubría a Kyuhyun desde el hombro izquierdo a algún lugar bien debajo de su cinturón se balanceaba mientras él respiraba. Las ramas estaban desnudas por lo que Sungmin podía ver, y el diario de su madre le había advertido que tuviera cuidado con los hombres marcados de esa manera. Ellos eran peligrosos depredadores —asesinos que caminaban con apariencia humana.

—Soy Sungmin —le dijo a Leejoon cuando bajó de la camioneta para ayudar.

Tan pesado como era Kyuhyun, Leejoon iba a necesitar su ayuda ahora que él estaba totalmente inconsciente.

Leejoon deslizó el cuerpo de Kyuhyun hacia la orilla del asiento.

—Kangin dijo que el Sasaeng que le había herido tenía plumas. ¿Es así?

—Sí.

—¿Sabes cuantas veces le golpeó?

—Solo una, creo. No sé si esto está todavía allí dentro.

Leejoon asintió.

—Vamos a llevarlo a dentro y lo comprobaremos.

Entonces, sacó a Kyuhyun de la camioneta como si no pesara nada.

El enfermizo miedo se elevó por la garganta de Sungmin, haciéndole jadear. Leejoon no era humano.

Esa gente no eran sus amigos. Ellos habían matado a su madre. Habían secuestrado a Leeteuk. Querían su sangre.

Leejoon arqueó una perfecta ceja ante él.

—¿Me abres la puerta? —pidió él.

Sungmin se sacudió a sí mismo y asintió. Tenía que seguirle el juego. Fingir ser la presa agradable y confiado. Justo hasta el momento en que apretaría el detonador.

Entonces, otra vez, quizás sólo con sacar a Leeteuk y la señorita Sora fuera suficiente. Sungmin no era un asesino o un soldado. No quería participar en esta guerra. Todo lo que quería era que lo dejaran en paz.

Por supuesto, para conseguir esa paz —para ganarla para todos esos humanos de ahí fuera que no tenían ni idea de lo que estaba pasando realmente— tendría que matar a aquellos que le cazaban. Si quería ser libre para dejar de huir, tendría que aguantar. No debería importar que sus enemigos fueran hombres maravillosos que fingían que querían mantenerlo a salvo. Eso era solamente todo una actuación.

¿Y si no lo era?

“Sólo creo que quizás tengas algunas ideas equivocadas de la gente de ahí fuera a este lado de la línea”

Eso es lo que le había dicho Leeteuk. El parecía estar seguro de que Sungmin era el único que estaba equivocado, y había estado viviendo con ellos durante más de un mes.

Pero, ¿y qué pasaba con el diario de mamá? ¿Qué había de todas aquellas lecciones acerca de cómo los Centinelas utilizaban a los humanos para deporte y comida? Mamá también parecía segura de eso.

Sungmin deseó poder decir lo mismo.

—¿Eres delicado? —preguntó Leejoon.

Él tenía voz profunda, rica y culta, igual que si se hubiese criado fuera de los Estados Unidos, o en algún colegio exclusivo.

—No particularmente.

—Bien. Voy a necesitar tu ayuda —tendió a Kyuhyun sobre la única cama en la casa.

—Claro. ¿Quieres que te traiga algo de tu camión? ¿Material médico? —preguntó
Sungmin.

Todo lo que necesitaba eran sus llaves y se largaría de allí.

Leejoon lo miró, su mirada tan intensa que sintió como si le hubiese sujetado la cara y no le dejara ir.

—¿Realmente piensas que soy tonto?

—¿Porque me estoy ofreciendo a ayudarte?

Él se levantó, cerniéndose sobre él. Sungmin estaba acostumbrado a eso y se negaba a sentirse intimidado. En lo que a él concernía, ser más bajo sólo quería decir que era más fácil alcanzarle y retorcerle las pelotas, dejándole en un montón sobre el suelo.

—Sé quién eres, Lee Sungmin. Todo el mundo lo sabe. Kyuhyun te ha estado persiguiendo durante semanas. No voy a dejar que te largues y tenerlo a él tras de mí cuando se despierte.

Quebrado. Hora del plan B. Todo lo que tenía que hacer venía con ello.

—Así que se despertará.

—Eso depende.

—¿De qué?

—De si eran una o dos las plumas que le golpearon.

Esas noticias dejaron a Sungmin tambaleante.

—¿Estás diciendo que esa es toda la diferencia entre que viva o muera?

—Eso, y mi intervención.

—Entonces ¿a qué diablos estás esperando? Atiéndelo ya.

—No hasta que sepa que te quedarás mientras lo hago —le dedicó una pequeña sonrisa, una que lo hacía tan atractivo, que se olvidó de respirar—. ¿Te ato físicamente o prefieres darme tu juramento de que te quedarás aquí?

Sungmin dio un involuntario paso atrás. La idea de que él lo atara y lo encerrara en un armario le enfermaba.

—No dejaré que me toques.

—Entonces, dame tu palabra de que te quedarás aquí hasta que yo me haya ido, y no intentarás huir.

—Claro —mintió él, solo para sacárselo de encima—. Me quedaré.

Cuando sintió una repentina presión caer una vez sobre su cuerpo, fijándolo en el lugar, se dio cuenta de su error.

Nunca les hagas ninguna promesa. Pueden atarte a su voluntad.

Su madre le había advertido y no le había escuchado. Ahora era demasiado tarde.

La sonrisa de Leejoon se amplió.

—¿La primera vez que haces una promesa a uno de nosotros? —le preguntó.

Sungmin no podía responder. Se sentía atrapado e indefenso. El no era como ellos. Era humano.

—No te preocupes —le dijo Leejoon—. Será fácil.

Sungmin realmente lo dudaba.

—Cúralo —le dijo entre dientes.

Él le dedicó una formal inclinación de cabeza.

       —Por supuesto, mi señor.

yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...