Siwon alzó la mirada del montón de tomates cuidadosamente
apilados.
—¿Estás siguiéndome? —preguntó esperanzado.
Heechul le miró con ojos entornados y apoyó la mano en la cadera.
—Lo veo difícil, aunque yo podría preguntarte lo mismo.
—Yo sí —dijo él sin el menor asomo de vergüenza.
—¿Qué?
—He averiguado que compras aquí todos los lunes a las
nueve de la mañana. ¿Siempre eres tan previsible?
—No —dijo Heechul, metiendo tomates en una bolsa de
plástico.
—Con cuidado, los vas a espachurrar.
—A ti sí que me gustaría espachurrarte —siseó. La sonrisa
de Siwon se ensanchó.
—¿Quieres dejar de sonreírte?
—Te molesta, ¿verdad? —dijo él sin hacerle caso.
—Todo lo tuyo me molesta.
Heechul puso la bolsa en el carrito y siguió adelante con Siwon pegado a sus talones.
—¿Qué es lo que más te molesta? ¿Que sea el padre de tu
hijo o que te sientas atraído hacia mí?
—¿Siempre tiene el ego tan inflado, señor Choi?
Siwon asió el carro manteniéndolo cerca. Heechul sintió
que se le tensaba el estómago. Y no tenía nada, absolutamente nada que ver con
el bebé. Aquellos desagradables, abultados y musculosos hombros parecían mucho
más grandes que cuando había estado el sábado en su tienda. Sus ojos eran más
oscuros e indescriptiblemente íntimos y parecían acariciarlo sin tocarlo. Siwon
tomó aliento.
—Reconoce
que sientes este... asalto a los sentidos, esta presión sanguínea, cada vez que
estamos cerca.
—La atracción sexual no puede considerarse un punto de partida
para una relación...
Demonios! ¿Qué le había hecho admitirlo?
—jAjá! ¿De modo que ya lo habías pensado?
Siwon volvía a sonreír, el muy cerdo.
Siwon volvía a sonreír, el muy cerdo.
—No —le dijo Heechul,
aunque sus mejillas encendidas la delataban.
—Yo no miento. Y ahora, déjame en paz.
—Heechul, no pienso desaparecer. Será mejor que te vayas
acostumbrando.
Era a medias una amenaza y a medias un piropo.
—Ni hablar —dijo sin mirarle a la cara, echando artículo
tras artículo al carro. Siwon se dio cuenta de que lo estaba poniendo nervioso.
—Dios
mío! ¿De verdad comes eso?
Heechul miró lo que había puesto en el carrito y arrugó
el ceño. Volvió a dejar las latas de sardinas en el estante y tomó las de atún.
¿Por qué no se esfumaba de una vez?
—He logrado que te sientas confuso, ¿eh? Te estás
preguntando por dónde apareceré la próxima vez, ¿verdad?
Heechul le lanzó una mirada beligerante.
—Diviértase con esa idea, señor Choi. No va a llegar más
lejos.
—Voy a hacer algo más que divertirme con la idea.
Siwon lo contempló sin disimulo. Aquellos ojos cafe eran
peligrosos. Heechul estaba a punto de preguntarle qué había pensado para
complicarle la vida cuando alguien lo llamó.
— Eh, jefe! Le necesitan en la obra.
Siwon asintió a un hombre vestido con un mono de trabajo
y que llevaba un cinturón de herramientas echado sobre el hombro y un móvil en
la mano.
Volvió la vista hacia Heechul y le encantó la mirada de
perplejidad que tenía. Había logrado que se sonrojara y se dejó llevar por un impulso.
Lo rodeó con un brazo y lo estrechó contra sí para sentir su calor. El bebé
pataleó como si quisiera unirse a los esfuerzos que hacía su appa por
apartarse.
—Suéltame.
—No puedo —susurró—. Nunca he rehuido un desafío. Y con
bebé o sin él, Heechul, eso es lo que tú quieres.
Heechul tenía la carne de gallina. Aunque no le creía,
sus palabras se le clavaban en el corazón como flechas diminutas. Empujó contra
su pecho.
—No, Siwon. No puedes hacerlo —susurró.
Pero sus palabras acabaron en un jadeo cuando él le rozó
el cuello con los labios en un beso fugaz y ardiente antes de apartarse. Se
quedaron mirando. Heechul se llevó la mano a la garganta.
Era... era delicioso.
Siwon sonrío lenta, secretamente. Y entonces lo dejó
plantado en mitad del pasillo, entre las coles y las naranjas. Aferrándose al
carrito, Heechul contempló su espalda ancha, su trasero indecentemente
firme. Tenía el corazón en la garganta, el cuerpo vibrando de pasión. Se
preguntó si tendría el mismo efecto sobre él.
Cuando llegó junto a su empleado, se volvió a mirarlo. Heechul
echó un vistazo a la entrepierna de sus vaqueros. Una sonrisa satisfecha
apareció en sus labios cuando supo la respuesta. Sonrojado, con un gesto
tímido, Siwon se metió las manos en los bolsillos. Heechul supo que también
tenía poder y eso les dejaba igualados.
Aquella tarde, Choi Sungryung, sentada en el borde del
sofá estilo Reina Ana, las manos descansando con elegancia en el regazo, miró a
su hijo mayor. Siwon vio que miraba de reojo a su padre, que sujetaba la pipa
entre los dientes.
—Es un joven encantador, Siwon.
—Has ido a verlo! —exclamó él—. ¿No sabría que eras tú, verdad? ¡Por Dios, madre! Si llega
Siwon echó a andar sobre el suelo alfombrado. Lo último
que quería era asustar a Heechul.
—Siwon, querido. Por favor.
—Tu madre no es idiota, Siwon. No la trates como si lo
fuera.
—Calla, Kangta. Tu hijo sólo está preocupado, como todos nosotros.
Sungryung dio unas palmaditas en el sofá junto a ella
para indicar a Siwon que se sentara. Su hijo lo hizo mientras se pasaba una
mano por la cara.
—Me gusta, Siwon. Sabe estar, es elegante. Se averiguan
muchas cosas de una persona adentrándote en su territorio.
—¿Y qué has descubierto?
Sungryung adoptó una expresión preocupada antes de
hablar.
—Hace que todo el mundo se sienta bienvenido de inmediato.
Es muy sincero con sus diseños y con quién debe llevarlos. Y tu hijo está
creciendo perfectamente.
Siwon se sintió reconfortado al ver la cara de felicidad
de su madre. Su padre se aclaró la garganta.
—Es muy propio de ti hacer las cosas al revés, muchacho.
Con una sacudida, Siwon se levantó preguntándose si su
padre podría perdonarle alguna vez que no quisiera ser político. Como de
costumbre, su madre le defendió con una mirada dura a su esposo.
—¿Crees que Tiffani fue la responsable de ese error en los ordenadores? —preguntó Sungryung.
—La creo muy capaz.
Siwon no quería expresar sus sospechas, Heechul podía
utilizarlas en su contra. La situación todavía era demasiado frágil.
—Y todos sabemos cuánto detestó verse excluida del clan Choi.
El divorcio había estado a punto de arruinarle. Miró a su
padre, sabiendo que él siempre había pensado que Tiffani era una caza fortunas.
Nunca había tenido reparos en decírselo. Con todo, Siwon comprendía la
necesidad que sentía Tiffani de pertenecer a una familia. Claro, que sólo la
familia del senador Choi le había cuadrado. Kangta siempre le había dicho que
se había casado con él por ser su padre quien era. Al cabo del tiempo, Siwon se
sentía inclinado a darle la razón.
—Pero, Siwon, esto es maravilloso! —exclamó su madre de
repente.
Tenía lágrimas en los ojos, algo que nunca le ocurría
delante de nadie. Siwon se arrodilló frente a ella.
—Tenía la esperanza de que tus hermanos encontraran una pareja que les quisieran como yo quiero a tu padre.
Choi Kangta suavizó su expresión y fue a sentarse junto a
su mujer donde la tomó de la mano.
—No estoy enamorado de Heechul, madre.
Sólo se consumía de deseo por él. Aún le costaba trabajo
creer que aquel joven le excitara tanto, embarazado o no.
—Y, la verdad, tampoco puedo decir que él bendice el día en que nací.
—Sigue oponiéndose a que tomes parte? —preguntó su madre.
—Le gustaría que me partiera un rayo, créeme.
—Pero a ti te gusta —dijo Sungryung con una sonrisa.
—Ah, sí! —dijo él sin poder evitar otra.
—Eso es todo lo que quería oír. Nos quedaremos en un
segundo plano, te prometemos que no habrá interferencias por nuestra parte. ¡De
ningún modo! ¿Verdad que sí, Kangta? —preguntó con toda intención.
Aunque su voz era suave, el relampagueo de sus ojos les
advertía del infierno que podía desatarse si se atrevía a dirigirle la palabra a Heechul
sin el permiso de su hijo. Kangta asintió. Siwon besó a su madre en la frente.
—Sabía que podía contar contigo, mamá —susurró—. Gracias.
Se fue contento de que sus padres no metieran las narices
en aquello. Siwon quería a su hijo por encima de todo. Pero, tras pasar varias
noches de insomnio pensando en Heechul, quería algo más. Quería comprobar que
no se estaba engañando, que de verdad creaban una energía capaz de volverle
loco. Quería besarlo, besarlo de verdad. Pero, cuando se imaginaba que besaba
aquellos labios hechos para la lujuria, veía que Heechul acababa mordiéndole.
Dos días después, en la consulta de su médico, Heechul
levantó la mirada de la revista y arrugó la frente. El sonido de una voz había
llamado su atención y no sabía por qué. Cuando la recepcionista lo llamó y
entró en el consultorio, se quedó de piedra.
Siwon. Con el hombro apoyado en la pared, estaba recibiendo
lo que a todas luces era una explicación exhaustiva del proceso del nacimiento,
con diagramas y todo, a cargo de una enfermera rubia y atractiva. No le gustó
verlo allí, no le gustó que hubiera utilizado su encanto para colarse en una
clínica de fertilización y no le gustó la adoración con que la rubia lo miraba.
¡Como si pudiera curar el cáncer!
Se obligó a controlar sus emociones, aunque algo vibró en
él cuando Siwon lo miró. Heechul se juró que sólo era una indigestión.
—¿Qué haces tú aquí? —le espetó en cuanto lo tuvo cerca.
—El sábado, cuando estuve en la tienda, vi la cita en tu
calendario —dijo distraído mientras lo contemplaba de la cabeza a los pies—.
Bien. Estás precioso, Heechul.
No pudo evitar un revoloteo en el pecho.
Inconscientemente, se alisó los pantalones y la camiseta. Entonces sacudió la
cabeza y se recordó que él estaba allí, invadiendo su vida privada para
arrebatarle a su niña.
—No puedes estar aquí —dijo, mirando a los pacientes y al
personal que los escuchaba.
—Soy el padre, Heechul. Tengo derecho.
—Nada de eso. Es mi cuerpo.
—Tu cuerpo está criando a mi hijo.
—¿Suyo? —preguntó una voz melodiosa.
Se volvieron y Siwon vio un escultural joven maduro que
llevaba una bata verde de hospital. Un clip en su solapa rezaba Doctor Lau.
—Heechul —preguntó con el ceño fruncido—. ¿Quién es éste?
Heechul lo miró con aires de superioridad antes de responder.
Heechul lo miró con aires de superioridad antes de responder.
—El tubo de muestras número 3—4—6, lo que tú quieras.
Entonces, ignorándole, tomó del brazo al doctor Zhoumi
Lau y se lo llevó hablando en susurros. El médico le echó otro vistazo a Siwon.
—Bueno, por lo menos no tiene las verrugas y la calvicie que le deseabas.
—Lo que sí tiene es el encanto suficiente como para ganarse
a todo tu personal, a mi hermano y a mis empleados. Ni siquiera debería estar
aquí.
—Tranquilízate, Heechul. Tienes razón. Una clínica de
fertilización no es el sitio para que un hombre campe por sus respetos. Sin
embargo, las pruebas han demostrado que es la muestra 346—1010 y eso le da el
mismo derecho que a cualquier otro padre. Sobre todo, teniendo en cuenta de que
no firmó un documento renunciando a ellos.
—No, es verdad.
Siwon era tan víctima de un error de ordenador como él mismo. Pero eso no cambiaba el hecho de que se encontrara allí, tratando de invadir su vida como... ¿Como si fuera un padre preocupado por su salud? ja!
—¿Le has reconocido como el padre del bebé? —preguntó el
doctor.
—Sólo como donante.
Zhoumi suspiró y tomó una decisión.
—No tiene derecho a acompañarte en el examen, pero,
honestamente, no puedo hacer que se marche. Como padre tiene sus derechos.
¿Crees que va a dar problemas, a ponerse violento?
Heechul le echó un vistazo. ¿Siwon violento? No lo
conocía lo suficiente como para hacer aquel juicio, pero aquel hombre sonreía
más que un niño en Navidad.
—Lo dudo.
Sintió que perdía el control de la situación en el
momento en que el doctor le hizo una seña a Siwon para que entrara en su
despacho. Con una mirada a Heechul conminándolo a “comportarse”, le siguieron. Heechul
se sentó y dejó que hablara el doctor.
—Señor Choi, ante todo debo pensar en el bienestar de mi
paciente y el joven Kim no quiere verlo aquí.
—El joven Kim preferiría que yo desapareciera del planeta
—dijo con una sonrisa ladeada—. Pero no me siento tentado.
—¿Por qué ha venido, señor Choi?
Sabía que Heechul le estaba observando, pero mantuvo los ojos fijos en el doctor.
—Porque mi hijo está creciendo en su vientre y tengo
derecho a saber que todo va bien.
Entonces sí lo miró. Algo pasó por sus ojos tan rápido que Siwon no pudo definirlo. Deseó poder conocerlo tan bien como para haberlo descifrado.
Entonces sí lo miró. Algo pasó por sus ojos tan rápido que Siwon no pudo definirlo. Deseó poder conocerlo tan bien como para haberlo descifrado.
—Se supone que debían hacerle una monitorización. Quiero
saber si todo está en orden, tanto con él como con mi hijo.
—Para ser un hombre que sólo entregó unos gramos de
fluido, estás pidiendo demasiado —gruñó, furioso.
—Pues sí, no he tenido parte en esto, y sí, nadie me
consultó, pero ahora está en juego algo más importante que nuestros derechos y
sentimientos. Está el niño, nuestro niño. Tanto si te gusta como si no, ese
niño necesita a todos los que le quieren para que le protejan a él y a sus
derechos.
Siwon se dio cuenta perplejo que ya quería a ese niño.
Bajó la voz, y habló con Heechul como si nadie les estuviera escuchando.
—Puedes pensar lo que quieras, pero no he venido para
fastidiarte. Después de lo que sucedió en el Sungdong café, me di cuenta de lo
milagroso e increíble que es todo esto.
Heechul sintió un nudo en la garganta al ver la
vehemencia de sus emociones.
—Sólo quería vivir algunas de las experiencias que me han
escamoteado —dijo mientras le sostenía la mirada un momento antes de dirigirse
al doctor—. Cuídelo bien.
Y entonces, se levantó y salió sin más palabras. Ambos
jóvenes contemplaron la puerta y luego intercambiaron miradas. Los ojos de Heechul
le escocían y se sentía terriblemente mal.
—maldición! ¿Qué voy a hacer ahora?
—Podría quedarse al otro lado de la cortina y escuchar.
Heechul se miró el regazo. Aquello era algo muy personal.
¡Por el amor de Dios, si ni siquiera habían llegado a besarse! Al final, Heechul
asintió y Zhoumi salió a buscarlo. Oyó que el doctor le hacía saber qué reglas
imperaban allí. Ni siquiera le miró cuando volvió. Estaba portándose como una
cobarde, pero tenía la sensación de que perdía terreno en una batalla con cada
momento que pasaba en su compañía. Sin embargo, la excitación que había en su
voz le hacía daño y tuvo que volver a recordarse que Siwon sólo quería al bebé.
Cuando la exploración ya había comenzado, oyó que una
enfermera le hacía pasar y vio sus zapatos bajo la cortina. No obstante,
Siwon no abrió la boca.
Siwon se quedó sin aliento al oír los rápidos y
constantes latidos del diminuto corazón. ¡Estaba vivo! Su hijo, carne de su
carne y sangre de su sangre, esperaba el momento de nacer. El pulso se le
aceleró hasta igualar a de su hijo. De repente, el sonido se apagó.
—¿Qué ha pasado? —preguntó lleno de pánico.
—Sólo hemos pasado a un área distinta —dijo Zhoumi con
tranquilidad—. Espere, ¿lo oye? Ahí lo tenemos otra vez. ¡Mira, Heechul, los
deditos!
De repente, Siwon apartó la cortina y miró a Heechul, al
vientre redondo y tirante cubierto de gel pegajoso. Entonces contempló el
monitor. Y Siwon vio cómo un puño diminuto se abría. Con los ojos ardiendo, se
acercó más a la pantalla para no perderse detalle.
—¿Te importa? —dijo Heechul, pero él no lo escuchaba.
Los dos jóvenes intercambiaron miradas y el doctor le
entregó a Siwon una impresión en blanco y negro. El la aceptó titubeante,
buscando en los indefinibles tonos grises señales de una vida latente. El
doctor se lo señaló y Heechul se dio cuenta de lo fuerte y atractivo que era el
ex marine, el ingeniero Choi Siwon. De repente se encontró al borde del llanto,
estupefacto. Siwon lo contempló, se inclinó sobre él y lo besó rápida y
apasionadamente en los labios. Entonces se marchó.
Y Heechul, aunque extrañamente complacido de ver a un
hombre rendido ante un bebé que no había nacido, se dio cuenta de lo mucho que
deseaba él ser el padre de su hija y lo poco que a él le importaba
verdaderamente.
Kangin se lanzó hacia delante y estampó la pelota contra
el frontón, pensando que tenía acorralado a su contrincante. Pero Siwon, con un
chirriar de zapatillas deportivas, se lanzó en plancha y la colocó justo por
encima de la línea de base. Kangin se dio cuenta de que nunca podría alcanzarla
y tiró la raqueta al suelo.
—Me rindo —dijo apoyando las manos en las rodillas y
respirando pesadamente.
—Cómo, ¿tú?
—Sí, yo. ¿De dónde sacas tanta energía?
Siwon pensó en Heechul y sonrió para sí mismo.
—Yo no me paso la vida sentado tras una mesa y poniéndome
gordo.
Kangin se enderezó al instante. Frunció el ceño y no pudo
resistir la tentación de palparse el estómago. Siwon se echó a reír.
—Vamos, te invito a uno de esos batidos energéticos.
—Prefiero una cerveza.
—Ese es tu problema —dijo Siwon—. Además, ni siquiera son las diez de la mañana.
—La verdad es que a veces te comportas como un santurrón
insoportable —dijo Kangin mientras salían de la cancha.
Siwon se bebió una botella de agua sobre la marcha. Kangin
se detuvo para tontear con una preciosidad cuyo único trabajo consistía en
entregar toallas a los clientes. Siwon decidió que acabaría secándole ella.
—Vas a acabar en la cárcel por corrupción de menores
—dijo cuando Kangin volvió a alcanzarle.
—Bah. Tiene veinte años.
—Y tú treinta.
Kangin le miró con el ceño fruncido, como si acabara de
darse cuenta de lo mayor que era. Miró hacia atrás, le sonrió a la chica y
siguió andando hacia el coche.
—Ayer por la mañana estuviste en la consulta del médico
de Heechul.
Sin hacer caso del reproche de Kangin, Siwon sonrió.
—Fue increíble, Kangin. Pude ver a mi hijo moviéndose en
el interior de su vientre. El corazón me latía tan deprisa
que pensé que iba a desmayarme.
Los dos subieron al Jeep y se pusieron los cinturones de
seguridad.
—No deberías invadir de ese modo su vida privada, Siwon.
Podría hacer que un juez te ordenara no acercarte a él. Lo que estás haciendo
se parece demasiado a un acoso.
—Mis intenciones son muy claras y él lo sabe.
—¿Hay algo que yo deba saber respecto a ti y a la joven
Kim? —Pregunto Kangin, observando a su cliente—. No quiero que su hermano te
empapele con un pleito del que yo no sepa nada.
—Jungsoo sería capaz, ¿verdad?
—Demonios, sí! Ante todo, es un abogado criminalista,
compañero. Para él, todo se reduce a una batalla hasta la última gota de
sangre, o culpable o inocente.
—A mí me pareció muy reservado —dijo Siwon.
—La reserva suele confundirse con los círculos que traza
un tiburón antes de atacar. Venga, responde a mi pregunta.
—No puedo, porque tampoco hay nada que decir.
—Tonterías!
—Heechul no quiere que esto acabe en un juzgado y yo
tampoco. Tenemos que pensar en lo que sea más conveniente para nuestro hijo.
Hasta ahora, Heechul me tolera y yo me muero de deseo por él.
—¿Bromeas?
Siwon detuvo el coche y lo miró.
—Te parece que estoy loco, ¿eh?
Kangin se inclinó por encima de la palanca de cambios y señaló hacia el Petal’s Attic.
—por Dios bendito! ¿Me pagas para que te ofrezca consejo
legal y luego vas y haces esto? ¿Por qué?
—Porque eres el mejor amigo de mi hermano pequeño y
siempre te defendía de los abusones.
Kangin se puso rojo al recordarlo.
—Vaya, me halaga tu tremenda confianza en mi capacidad.
Siwon, pero te advierto que lo dejes en paz.
—Ni hablar.
Kangin se negó a acompañarle y se quedó en el coche.
Cuando abrió la puerta, alguien silbó. Descubrió a Key apoyado contra el
mostrador y contemplando descaradamente sus piernas.
—No está mal, señor Choi.
De algún modo, el piropo perdía toda su gracia con aquel «señor» añadido.
—¿Está Heechul?
Cuando Key iniciaba un gesto, se oyó un estrépito y un
gemido de dolor. Siwon estuvo en la oficina en un abrir y cerrar de ojos. Una
persiana colgaba precariamente fuera de su encaje y Heechul se pasaba la mano
por la cabeza. Siwon lo tomó de los brazos.
—¿Te encuentras bien?
—Sí, maldita sea —dijo mientras él comprobaba que no
tenía sangre en la coronilla—. Yo estoy bien, el bebé está bien y dime, ¿qué
demonios haces aquí otra vez?
Siwon acercó la escalera de mano a la ventana y subió los
peldaños para volver a colocar la persiana.
—Sólo pasaba a saludarte.
Heechul gimió por dentro. Aquel trasero pecaminoso estaba
al nivel de sus ojos. No era justo. Por mucho que le enfadaran sus interferencias,
algo dentro de sí mismo le dijo que retrocediera y echara un buen vistazo al
material. Y eso hizo. Tenía unas piernas magníficas. Que lo partiera
un rayo si no estaba sexy incluso sudoroso, con el pelo húmedo y las axilas
empapadas. Y aquellos breves pantalones cortos con su raja lateral... ¡Dios!
¡Cómo se ceñían!
—Tengo pinta de disponer de tiempo para charlar, o es que
ya no trabajas para vivir? —dijo, disimulando cuando él bajó de la escalera.
—Pues claro —dijo él sonriéndole—. Pero también me tomo
tiempo libre para no convertirme en un sicótico.
—no no...! ¡Oh, déjalo!
Era inútil discutir con él cuando sonreía de aquella
manera.
—Tienes que relajarte.
—Y tú tienes que irte
—Vaya! Si no te conociera diría que no te alegras de verme.
Heechul le traspasó con una mirada homicida.
—¿Qué te hace pensarlo? —preguntó con sorna, Siwon
frunció el ceño. Heechul estaba pálido.
—¿Has desayunado ya?
—Te recuerdo que te metas en tus propios asuntos y no me
digas lo que he de hacer, señor Choi.
De modo que volvían a lo mismo...
—Necesitas...
—Necesito! ¿Qué demonios sabrás tú de lo que necesito?
—estalló Heechul, arrojando un motón de facturas sobre la mesa.
Asombrado ante su arranque, Siwon volvió a sujetarlo por
los brazos y lo obligó a mirarle a los ojos.
—Me encantaría saberlo, Heechul.
—No necesito nada de ti.
—Pues vas a tenerlo de todas maneras.
—Eso suena a amenaza —gruñó. Siwon sonrió y lo besó en la
frente.
—No tengo la menor intención de hacerte daño, Heechul. Un
día de éstos, vas a tener que confiar en mí.
—No tengo ningún motivo para fiarme de ti.
—Pero lo harás —dijo, yéndose con una risilla—. Vaya si lo
harás.
Heechul fijó la mirada en aquel trasero suculento que se
agitaba bajo el nylon de los pantalones. Ni siquiera se fiaba de sí mismo. No,
cuando lo único que deseaba era alargar la mano y dar un buen apretón a aquel
trasero.
Ohhh Hee en verdad que la tienes dificil con Siwon, este hombre si que es pwesiatenrw ^_^
ResponderEliminarMe encanro la parte de la consulta ^___^