Entre el Miedo y el Amor- Capítulo 22




Kyuhyun se despertó al oír que golpeaban la puerta, y fue consciente de dos cosas simultáneamente. Estaba acostado con sus piernas entrelazadas con las de Sungmin, y la persona que había llamado a la puerta no iba a esperar que la invitaran a pasar.

Encontrar a su esposo a su lado fue una gratísima sorpresa, que agitó maravillosos recuerdos. Se volvió hacia la puerta, musitando un juramento. Minji estaba allí de pie, con una vela en la mano, Hyunmin apoyado contra su hombro y sostenido por la otra. Una expresión de ridicula sorpresa invadió su cara.

–¿No tienes costumbre de esperar a que te digan que pases? –gruñó Kyuhyun. Pero Minji no se intimidó.

–No es la costumbre que tenemos, milord, no cuando se trata de entrar al cuarto de lord Sungmin.

–Bueno, lord Sungmin no está solo y, si te das la vuelta, me pondré presentable.

Minji contuvo el aliento cuando él se puso de pie sin más. ¿Qué hacia él en la cama de Sungmin? El pobre chico había quedado con el corazón destrozado cuando él lo había abandonado, y ahora él estaba de vuelta y, según sospechaba, sin siquiera haberse disculpado.

–Puedes darte la vuelta ahora y decir qué deseas.

Minji se encrespó. Miró vacilante por encima del hombro mientras él se interponía, bloqueando la vista de la cama.
Desconfiado, Minji preguntó:

–¿Sabe él que estáis aquí? – Kyuhyun rió.

–Mi querida amiga, ¿de qué me estás acusando?

Minji se puso muy tiesa procurando pensar en algo que decir.

–¿Hay algún problema que te trae aquí en medio de la noche? –preguntó Kyuhyun, antes de que pudiera hablar.

–He traído a lord Hyunmin para que lord Sungmin le dé su ultimo biberón, él siempre lo hace no importa si está dormido, sino lo despertamos se reciente con conmigo –explicó, haciendo que él se preguntara cómo había podido olvidar tan rápido que el niño requería ser atendido en medio de la noche.

Minji prosiguió, como si leyera los sentimientos de él.

– Además el viaje y el cuarto desconocido lo tiene inquieto ahora.

–Está bien. Puedes dármelo. -Minji dio un paso hacia atrás, asombrado.

Tendió las manos hacia Hyunmin y Minji se vio forzada a obedecer, aunque hizo una advertencia,

–Hay que tener cuidado. Debéis sostenerle la cabeza... eso es, así. ¡No es una muñeca de
trapo!

Kyuhyun hizo una mueca de impaciencia y Minji se apresuro a irse.

Kyuhyun suspiró. No quería despertarlo. El había dormido el tiempo suficiente para que los efectos del vino se hubieran disipado, y se iba a sentir sobresaltado por su presencia. Así que le tocó a él darle el biberón.

Se sentía muy orgulloso. Este niño era su hijo, ahora estaba dispuesto a hacer pasar un mal rato a quien dijera lo contrario, y él había contribuido a alimentarle. Y pudo entender un poco lo que Sungmin debía sentir cada vez que le alimentaba. Era una sensación maravillosa.

Mientras los contemplaba, se sintió nuevamente invadido por la oleada tierna y cálida que había sentido la noche anterior, y también por un sentido de posesión. Esta era su esposo, su hombre, y éste era su hijo. Le pertenecían. Había que hacer algo para que ellos lo supieran y lo aceptaran.

Kyuhyun tenía más seguridad ahora con el niño en brazos, cuando avanzó por el pasillo hasta el cuarto que Minji. Este abrió la puerta; tenía aire de pocos amigos. Éste era un buen momento, pensó, para que empezaran a aceptarlo.

–Dime algo, Minji. Esa animosidad que te inspiro... ¿es tuya personal o es sólo un reflejo de los sentimientos que tiene hacia mí tu señor?

Minji, que tenía muchos más años que Kyuhyun, se atrevió a decir lo que pensaba:

–Las dos cosas. No debíais haber regresado. El estaba muy bien sin usted y volverá a estarlo cuando os hayáis marchado.

–¿Cuándo me haya ido? –Estaba realmente escandalizado.– ¿Quieres que me vaya cuando sólo he acabado de llegar?

–¿Por qué no? –contestó Minji –. Usted no lo quería como esposo. Y eso es algo que él sabe muy bien.

–¿Y si yo no me voy, Minji? ¿Qué va a pasar, entonces? –preguntó bajando la voz.

Minji se mantuvo firme. No iba a hacerle vacilar tan fácilmente.

–Que os hará la vida imposible: es lo que va a pasar. Por otra parte es lo que merecéis, si me permitís decirlo, milord. Luna y yo no hemos criado a un niño tonto, os lo aseguro. No es posible ofender dos veces a un Kim.

Kyuhyun asintió con la cabeza. Había escuchado bastante Si alguien conocía los verdaderos sentimientos de Sungmin, era Minji, y la criada había sido lo bastante franca para decirle la verdad. ¿Tendría razón.? ¿No había ninguna esperanza para él y Sungmin?



Eran las ocho y cuarto, y Minji daba vueltas por el cuarto, muy atareada, Sungmin estaba sentado en el borde de la cama, jugando con Hyunmin. Ya le había dado de comer y estaba esperando que Luna viniera a llevárselo.

–Me sorprende que Hyunmin haya dormido toda la noche de un tirón. ¿No te sorprende a ti, Minji? Yo había pensado que el ambiente extraño iba a ponerle nervioso.

–¿Queréis decir que no recordáis que yo lo traje aquí anoche?

Sungmin levantó la mirada confundido.

–Milord lo trajo de vuelta, bien comido y tranquilo –dijo Minji–. Estoy segura de que él hubiera querido que le felicitasen por haber alimentado al niño...

–¿Kyuhyun te llevó de vuelta al niño?

–Así es, y me doy cuenta de que vos no lo recordáis. Os dije que el exceso de vino...

–... Cállate –exclamó Sungmin interrumpiéndolo – Llévaselo a Luna, hazme el favor. Siento que voy a tener dolor de cabeza.

–No me sorprende, con todo esto...

–¡Minji!

Cuando la puerta se cerró, Sungmin se tendió en la cama. ¿Qué le ocurría? El sabía que Kyuhyun había pasado la noche con él. Recordaba que él había entrado al cuarto y se había quedado dormido enseguida. ¿Qué había pasado después?... Sí, podía acordarse del resto Pero, ¿por qué no podía acordarse cuando Minji llevó al niño?

Se preguntó si podía tener seguridad de alguna cosa. Tal vez se había quedado dormido un poco después de Kyuhyun, y quizá había soñado todo el resto. Entonces recordó que al despertarse tenía puesto la pijama. ¡Oh! ¿Era posible que todo hubiera sido un sueño?. La decepción le golpeó como una ola.

Esa mañana, más tarde, cuando salieron en el coche, Kyuhyun parecía estar de muy mal humor. Arrinconado en un ángulo, apenas se dignaba a abrir la boca. ¡Qué diferencia con la noche anterior, a la hora de la comida! ¿Qué le habría ocurrido?

Todos excepto Kyuhyun exhalaron un suspiro unánime cuando finalmente llegaron a Foresight. Les estaban esperando. Las puertas de la gran mansión estaban abiertas de par en par y un montón de criados se disponían a bajar el equipaje. Se hubiera dicho que todos los sirvientes habían salido para dar la bienvenida a su señor; incluso la condesa estaba de pie en el umbral.

Un poco tarde, Sungmin comprendió que toda esta agitación era provocada por Hyunmin, el nuevo patrón. Uno por uno, los criados trataron de verle cuando bajaron del coche y se dirigió a las grandes puertas dobles de entrada.

Eunhee lanzó una dura mirada a Hyunmin antes que sus fríos ojos repararan en Sungmin y Kyuhyun.

–Ya veo –dijo abruptamente–, traes el bastardo a la casa.

Ahra tragó aire, lanzó a su hermana una mirada furibunda y se metió en la casa. La pobre Luna se puso roja como la grana y agradeció a Dios que Minji no hubiera estado cerca para oír aquello.

Kyuhyun, que estaba detrás de Sungmin, se puso rígido, pero en su cara no hubo ni asomo de emoción. Estaba, convencido de que el insulto estaba dirigido a él, no al niño. Eunhee nunca iba a cambiar. Su alma estaba tan llena de amargura, que el veneno a veces rebosaba. Así era ella.

Sungmin se detuvo de golpe, la cara encendida por la cólera, y fijó los ojos en la condesa. Al parecer Eunhee estaba encantada de haber logrado molestar a todos los que la habían oído. En voz baja, dijo Sungmin:

–Mi hijo no es un bastardo, lady Eunhee. Si volvéis a llamarlo de ese modo, me obligaréis a usar la violencia.

Y entró en la casa antes de que Eunhee pudiera contestarla. Luna lo siguió, dejando solo a Kyuhyun, que rió ante la expresión furiosa de Eunhee.

–Debisteis haber sido más explícita, madre. –Le daba este tratamiento porque sabía que a ella le enfurecía - Somos muchos los bastardos que andamos sueltos estos días.

Eunhee no se dignó responder a esto.

–¿Vienes con intenciones de quedarte? –preguntó fríamente.

Kyuhyun sonrió burlonamente.

–Sí, tengo esa intención. ¿Alguna objeción?

Los dos sabían que ella no podía oponerse. Foresight era propiedad de él, y ella vivía allí porque él graciosamente se lo permitía.

Cuando Sungmin subió a los dormitorios, Kyuhyun se encerró en la biblioteca, su cuarto preferido en Foresight, su santuario. Quedó satisfecho al ver que nada había cambiado. Su escritorio seguía en un rincón, junto a un armario bien provisto de bebidas.

Iba a echar una mirada ese mismo día a los libros de contabilidad, para ver si podía entender las cifras de Eunhee. También iba a beber.
Pero, finalmente, no se emborrachó. Y no pudo sacar nada en limpio de los libros, lo cual no era sorprendente. El estaba seguro de que Eunhee llevaba deliberadamente cuentas confusas para obligarle a pasar horas enteras con ella, que condescendía a explicar la forma en que administraba la propiedad. Siempre se las arreglaba para dar a entender que Foresight habría se desmoronaría sin ella.

Los dos sabían que ella era la razón por la cual él se había mantenido lejos, desde la muerte de su padre, dependiendo de personas que le mantenían informado. Nunca había podido tolerar estar mucho tiempo con ella bajo el mismo techo. Las amenazas y los dardos de Eunhee le hacían perder la paciencia.

Era la viuda de su padre. Para el mundo era su madre de tal modo que mal podía echarla. Siempre le había resultado más fácil irse de la casa. Pero ahora estaba en Foresight con su esposo y su hijo, y Eunhee no le iba a sacar de allí.

Cuando subió a sus habitaciones a cambiarse de ropa para la cena, estaba de muy buen humor. No podía evitar preocuparse por los problemas que tenía con Sungmin y le atormentaban los remordimientos de conciencia por haberlo embriagado. Le había vuelto a vestir a fin de que no sintiera vergüenza cuando entraran a despertarlo. Pero si bien Sungmin no recordaba la noche que habían pasado juntos, él sabía que le había hecho trampa, forzándolo a aceptar sus ardores. Tres criadas salían de la salita que separaban las habitaciones de los señores en el momento en que llegó Kyuhyun.

–¿Adónde vais con todo eso? –rugió. Una de ellas llevaba un canasto con zapatos y las otras dos tenían una profusión de vestidos entre los brazos.

Las sirvientas se demudaron al oír el tono de voz y no dijeron nada. Sungmin surgió detrás de ellas y, después de despedirlas, se enfrentó con su marido:

–¿Por qué les gritas?

–¿Qué está pasando? –dijo él.

– Las criadas están retirando la ropa de lady Eunhee, como ya lo hicieron otra vez. Supongo que se mudó a estas habitaciones cuando yo me fui, creyendo que no iba a volver.– Pero esto no aplacó a su marido, que se sentía demasiado contrariado.

–Si yo no hubiera insistido, tú nunca habrías vuelto, ¿verdad?

Sungmin se encogió de hombros.

–Nunca he pensado mucho en ello. Volví a Londres tan sólo porque quería estar cerca de mi familia cuando naciera Hyunmin.

–Por supuesto, tu adorada familia –dijo él con sorna–. Tu familia está muy lejos de aquí, y yo le doy gracias a Dios por ello. Ya no correrás a reunirte con ellos.

Sungmin se puso tenso, los ojos se abrieron, iracundos.

–Nunca he corrido a reunirme con mi familia. Pero si quisiera hacerlo, lo haría.

–¡No, no lo vas a hacer! –gritó Kyuhyun – ¡Y quiero que sepas que no permitiré que tus malditos tíos pongan los pies en esta casa!.

–No hablas en serio –dijo con voz entrecortada.

–¡Ya verás, ya verás!

–Oh, esto es demasiado... –Estabo tan enfurecido que no pudo terminar la frase.

Giró sobre sus talones y se dirigió a su dormitorio, dando un portazo. Kyuhyun miró fijamente la puerta cerrada; estaba a punto de estallar. En dos zancadas se acercó y la abrió.

–¡No te atrevas a volver a marcharte cuando te estoy hablando! –vociferó con voz atronadora, de pie bajo el dintel.

Sungmin se dio la vuelta, sorprendido, aunque en modo alguno intimidado por la furia que a él le hacía temblar. Había tenido que dominar demasiado tiempo su propia furia.

–¡No me estabas hablando! –gritó a su vez, en el mismo tono que él–. Me estabas gritando, gritando estupideces. ¡No creas que puedes imponerme tus arbitrariedades, porque no las voy a tolerar! ¡No soy tu sirviente!

–Entonces, ¿qué eres?

–¡Tu esposo!

–Exactamente. Mi esposo. ¡Y si se me ocurre imponerte restricciones, te las impondré todas las veces que me dé la gana!

–¡Fuera de aquí! –gritó Sungmin –. ¡Fuera!

Y empujó la puerta, hasta qué ésta se cerró y él quedó al otro lado. Kyuhyun hizo una mueca, pero no intentó abrir de nuevo. El sentido que tenía esta expulsión del dormitorio de su esposo era muy fuerte, simbolizaba el rechazo que había esperado. Miró la puerta y creyó ver una barrera sólida e infranqueable.


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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...