El Guardaespalda del Príncipe- Capítulo 4



Con la descarga de la tensión sexual llegó la claridad, y Sungmin apenas podía creer lo que acababa de ocurrir. ¿Era posible que acabara de practicar sexo con un hombre al que había conocido unas horas antes? ¿Con un amigo de Hyukjae?
         
   Sí que lo era. La evidencia eran los diminutos espasmos de placer que seguían contrayendo su interior y la respiración entrecortada del hombre que había a su lado, que tenía expresión de estar buscando una excusa para irse de allí.

            –Me había dicho que no haría esto –dijo.

            Al oírlo, Kyuhyun se giró para mirarlo. La piel de Sungmin ardió cuando sus ojos lo recorrieron y, con indiferencia simulada, se tapó con la sábana.


            –¿Y por qué lo has hecho? –su voz sonó grave. Sexy.

            –Curiosidad –replicó, porque le pareció que sonaba mejor que “No he podido evitarlo”.

            –Eso suena a calculado –estrechó los ojos como si lo estuviera evaluando. Juzgándolo.

            –En absoluto –Sungmin se preguntó si creía que había buscado acostarse con él. Avergonzado, se preguntó cuál era el siguiente paso. ¿Charlaban por cortesía? ¿Él se levantaba y se iba? Tendría que irse, claro, porque estaban en su dormitorio.

            Inseguro de sí mismo, decidió que no tenía más opción que usar uno de sus trucos habituales: simular indiferencia o que controlaba la situación. Optó por la segunda posibilidad.

            –Por favor, no te sientas obligado a quedarte. Debes de estar cansado y yo soy poco sentimental.

            –¿Esa es tu idea de una conversación de cama? –Kyuhyun se apoyó en el codo y sonrió.

            –Si tú no estás cansado, yo sí –Sungmin fingió un bostezo. Esa era su idea de autodefensa.

            –¿Estás pidiéndome u ordenándome que me vaya? –los ojos marrón dorado se endurecieron.

            –¿No es eso lo que estabas pensando hacer? –sus ojos se encontraron un instante y supo que había acertado.

            –En realidad, estaba pensando en invitarte a cenar.

           La respuesta lo tomó por sorpresa y pensó que él mentía. Así que ignoró la punzada de placer que le habían provocado sus palabras.

            –Me encantaría, pero llegas cinco horas tarde.

            –¿Siempre eres tan arisco después de un encuentro sexual? –él movió la cabeza, divertido.

            Sungmin tragó saliva. No lo sabía. Nunca había practicado sexo como ese antes. Eso le alarmaba y excitaba al mismo tiempo. Se preguntó qué había ocurrido con su promesa de salir solo con hombres que quisieran lo mismo que él: amor, una familia.

            Odiando la sensación de inseguridad que le atenazaba, paseó la mirada por el rostro de Kyuhyun y por sus hombros. Arrugó la frente al ver una cicatriz bajo su clavícula.

            –Es de la bala de una semiautomática.

            Sungmin lo miró desconcertado. Lo había dicho como si estuviera pidiendo un sándwich.

            –¡Ay! –exclamó con ligereza. Vio otra cicatriz más abajo–. ¿Y esta?

            –Metralla –replicó él, agarrando un mechón de su cabello y enrollándoselo en el dedo.

            –¿Amante irritado? –preguntó señalando otra pequeña marca que tenía en el brazo.

            –Un francotirador con buena puntería.

            –Se diría que no eres muy bueno en tu trabajo –bromeó Sungmin.

            –Es una forma de verlo –los ojos de él chispearon. Soltó su pelo y empezó a acariciarlo.

            Sungmin incapaz de controlarse, desvió la vista hacia abajo, observando la fina línea de vello que dividía su abdomen en dos y bajaba hacia una impresionante erección. Al mismo tiempo, vio una cicatriz blanca que partía de su cadera y descendía hacia el muslo. No sabía en cuál de las dos cosas centrar su 
atención

            –¿Estás seguro de que quieres saber la causa? –preguntó Kyuhyun, consciente de lo que él miraba.

            –¿De la cicatriz?

            –Bueno, de eso también –rio él.

            –¿Qué ocurrió?

            –Un desafortunado encuentro con un trozo de alambre de espino, gracias a un hermano menor de lo más competitivo. No es nada glamurosa.

            –¡Glamurosa! –juntó las cejas–. ¡Ninguna es glamurosa!

            –Te sorprendería saber a cuántos les parecen excitantes.

            –A mí no –Sungmin se estremeció.

            –¿No? –él tocó su rostro casi con reverencia, acariciando suavemente el chichón.

            Sungmin sonrió y volvió a sorprenderse al besarlo en los labios. Algo chispeó en los ojos de Kyuhyun cuando se apartó. Era una emoción sin nombre, que pulsaba en el aire entre ellos. Captó el instante en el que Kyuhyun rechazaba lo que fuera que había sentido. Un segundo después, estaba de espaldas con Kyuhyun sobre él. Él capturó sus manos con una de las suyas y las alzó sobre su cabeza con una sonrisa hambrienta.

            –Kyuhyun, probablemente no deberíamos volver a hacer esto –susurró Sungmin con poca convicción.

            Kyuhyun atrapó su boca y presionó con una rodilla para que abriera los muslos. Tras ponerse un preservativo, se introdujo en su cálido y húmedo interior.

            –Probablemente no deberíamos haberlo hecho nunca –gruñó él con satisfacción.
Agregarle un poco a la penetración
             


            Kyuhyun, con el ceño fruncido, cruzó la rotonda que había ante la mansión, camino de la casita. Aún era temprano; en el horizonte una fina franja naranja teñía el cielo azul pálido.

            Se preguntaba por qué diablo lo había invitado a cenar y si Sungmin esperaba que fuese esa noche.

            Al día siguiente tenía una reunión importante en China, a primera hora. No tenía tiempo para salir con alguien. Le pediría disculpas, alegando que había olvidado lo de la reunión.

            Hizo una mueca. Sin duda, Sungmin pensaría que era una excusa, pero no podía hacer otra cosa.

            Tensó la mandíbula. Tras años de práctica, su cuerpo se había puesto en acción justo antes del amanecer y se había despertado junto a un joven cálido y sexy, que apoyaba la cabeza sobre su hombro y una mano en su pecho.

            No. No podía cenar con él ni esa noche ni nunca. El sexo había sido excepcional, pero él apenas iba a París y, aunque fuera, no tendría tiempo para verlo. Lo último que necesitaba era otro rapapolvo de un joven que quería más de lo que él podía dar.

            Se preguntó si Sungmin sería así. Si lo acusaría de haberlo utilizado aunque ambos habían estado de acuerdo en algo a corto plazo. De repente, perdió el paso al recordar que Sungmin y él no habían acordado nada la noche anterior. Habían estado demasiado ocupados arrancándose la ropa.

            Kyuhyun sonrió y lanzó un resoplido. Había sido espectacular. Ardiente bajo esa perfección de príncipe real. Sabía que Hyukjae se enfadaría si se enteraba de que se había acostado con él, pero... Frunció el ceño, preguntándose si Hyukjae lo había tenido en sus brazos como él, después del sexo. De hecho, era raro que él lo hubiera hecho, solía dormir boca abajo.

            Iniciar una aventura con el exprometido de su amigo no iba a funcionar para nadie. Le diría que había sido maravilloso, lo más fantástico de... Le diría que eran adultos con vidas muy distintas.

            Se detuvo con la mano ya en el pomo de la puerta de la casita. “Diablos”, pensó.

            Tenía que llevarlo a cenar. Había mentido al decirle que estaba pensando en invitarlo, cierto, pero no era ningún bastardo. Lo menos que podía hacer tras la noche que habían compartido era cenar con él.

            Elegiría un restaurante pequeño y discreto, haría que se sintiera especial, lo llevaría de vuelta a casa y quizás pondrían fin a la noche con algo de sexo, aunque no era imprescindible. Después él se iría y su mundo volvería a la normalidad.

            Agradable y sencillo. Un trabajo bien hecho.

            Abrió la puerta y saludó a sus hombres. No sabía si debía preocuparlo la excitación que sentía al pensar en verla de nuevo.
        

             
            Sungmin se despertó solo y comprendió, por el calor, que era tarde. El olor de Kyuhyun en la almohada contigua y estar desnudo le hicieron recordar lo ocurrido la noche anterior.

            No sabía qué le había poseído para acostarse con él. Si hubiera tenido la cabeza en su sitio no se habría entregado de esa manera a un hombre al que apenas conocía. Su mente se llenó de imágenes del magnífico cuerpo de Kyuhyun y arrugó la frente. No le iban los cavernícolas, por muy carismáticos que fueran, y nunca había sido de los que perdían la cabeza por un rostro y un cuerpo.

            “Hasta ahora”, trinó una vocecita en su cabeza. “Nunca”, le devolvió Sungmin con firmeza.

            Se apartó el pelo de la cara y gruñó al notar su disposición a revivir cada momento erótico. Sin duda, había algo que decir a favor, y ese hombre sabía cómo ocuparse del cuerpo de su pareja. Lógico porque, según Donghae, tenía la experiencia de diez hombres. Sungmin no tenía tiempo para alguien así; estaba harto de aventuras en las que los hombres querían sexo y  él una relación.

            La noche anterior había sido... Había sido sensacional, sí. Pero una aberración. Una de esas cosas inexplicables que uno sabía que no tendría que haber hecho. Demasiado champán, demasiada ansiedad por la boda, demasiadas hormonas.

            Sungmin saltó de la cama e hizo una mueca al notar los efectos de la posesión masculina. Era tan grande, tan fuerte. Cuando había sujetado sus manos y le había hecho cautivo... Sungmin se estremeció y rechazó la reacción de su cuerpo. Pero Kyuhyun había jugado con él y se había ido; sus acciones decían más que mil palabras.

            La vieja inseguridad, que había creído largo tiempo olvidada, alzó la cabeza y bostezó. Pero no hizo caso. Ya había luchado contra esa sensación infantil cuando se trasladó a Seul. Pensó que, tal vez, la llamada de su padre y su respuesta emocional a la boda, la habían afectado más de lo que creía e incidido en su comportamiento.

            Otro comentario de Donghae invadió su cerebro: “Las mujeres y jóvenes caen a sus pies. Pero él vive a todo ritmo. Según Hyukjae, nunca pasa más de unos días en ninguna ciudad. Es como si estuviera recorriendo el globo en busca de un santo grial”.

            Sungmin pensó, con aspereza, que sin duda buscaba variedad en la cama. Mentalmente, le deseó buena suerte y que lo disfrutara.

            “Te invitó a cenar”, le recordó esa vocecita endiablada. Se dijo que lo había hecho por un sentimiento de culpabilidad. Había sido un gesto amable, pero a su voz le había faltado convicción. Y su marcha esa mañana era la prueba.

            No. No cenaría con Kyuhyun. Él en realidad no lo deseaba y equivaldría a prolongar lo inevitable. Además, le parecía fatal obligar a alguien a hacer algo que no deseaba. Ese era el modus operandi de su padre, no el suyo.

            Ducharse. Vestirse. Alquilar un coche. Volver a Seul. Tenía una reunión con un nuevo artista, que estaba seguro sería un pesado, pero tenía el potencial de un Van Gogh y no podía llegar tarde.

            No tenía tiempo para pensar en un hombre que había disfrutado tanto como él sin hacer promesas de futuro. Casi tenía treinta años, no podía desperdiciar tiempo en aventuras con apuestos coreanos, expertos en seguridad. Si tenía suerte no lo vería y se ahorraría el mal trago de “la mañana después”.

            Sintiéndose mucho mejor tras la ducha, sonreía cuando cruzó el vestíbulo de mármol y dejó su maleta junto a la puerta. Se inclinó para sacar la nota de agradecimiento que les había escrito a Donghae y a Hyukjae, para dársela al mayordomo. De repente oyó una voz a su espalda.

            –¿Te vas tan pronto?

            Sungmin giró en redondo. Kyuhyun estaba en puerta, guapísimo con botas gastadas, pantalones vaqueros negros y una camiseta blanca. Sungmin se llevó la mano al pecho e intentó sonreír.

            –Me has asustado.

            –Es obvio –él se cruzó de brazos.

            –Yo..., ah... –se odió por sonar como un adolescente. No entendía que él pareciera enfadado. No era él el que se había ido antes de que los pájaros empezaran a cantar–. Tengo un día muy ajetreado por delante.
             

             
            Kyuhyun supo de inmediato que Sungmin había relegado al pasado la noche que habían pasado juntos. Era obvio por la postura de su cabeza, los hombros tensos y cómo evitaba su mirada. Por no hablar de la tenue sonrisa que le ofrecía, como si la noche anterior se hubiera limitado a una conversación cortés, en vez de ser un intercambio de fluidos. Decir que eso lo indignó habría sido quedarse muy corto.

            Recordó cómo le había dicho que podía irse de la habitación. Entonces había creído que quería ofrecerle una salida digna, pero tal vez hubiera estado intentando librarse de él.

            –¿Un domingo? –se extraño, escéptico.

            –Sí –él alzó la barbilla con orgullo.

            –¿Y la cena? –preguntó con voz templada.

            –¿Esta noche? –Sungmin desvió la mirada como si sintiera cierto remordimiento.

            El maldijo para sí. Kyuhyun había comprendido que no tenía intención de cenar con él, ni esa ni ninguna otra noche. No le gustó nada.

            –Sí. Tú, yo, una botella de vino tinto. ¿O prefieres champán?

            –La verdad es que esta tarde he quedado con alguien, así que esta noche es imposible.

            Kyuhyun, mientras recorría su esbelta figura y, mentalmente, le quitaba la camiseta rosa y el pantalón corto, se preguntó si habría quedado con algún amante. Sentía una irracional respuesta posesiva. Tendría que alegrarse de que él no quisiera complicar las cosas porque, al fin y al cabo, perdería el interés en poco tiempo.

            –Probablemente sea mejor así, ¿no crees? –preguntó Sungmin, demasiado rápido.

            –Mejor así, ¿el qué? –cruzado de brazos, se balanceó en los talones. No iba a ponérselo fácil.

            –Mejor que olvidemos la cena –dijo, taladrándolo con la mirada–. Y lo de anoche.

            –¿Olvidar lo de anoche? –Kyuhyun no creía que eso le hubiera ocurrido nunca antes. Un joven que, después de una noche de sexo fantástico no solo no quería cenar con él sino que, a juzgar por su expresión, no quería volver a verlo.

            –Venga ya, Kyuhyun –apoyó las manos en las caderas–. Seguro que esto no es nuevo para ti. De hecho, probablemente sea un alivio.

            Él se obligó a concentrarse. Sí, tendría que haber sido un alivio. Pero le parecía un insulto.

            –¿Crees que me acuesto con alguien cada vez que salgo por ahí?

            –No lo sé –su tono indicó que tampoco le importaba–. ¿Por qué estamos discutiendo? ¿Querías algo más que sexo después de anoche?

            Él se tensó al ver cómo Sungmin le daba la vuelta a la situación. Le parecía mal decir “no”, pero...

            –No –dijo.

            Sungmin asintió como si esperara esa respuesta. Como si la deseara. Él se preguntó si era habitual que tuviera aventuras de una noche. La idea hizo que se le encogiera el estómago.

            –Fantástico, entonces estamos de acuerdo. Anoche lo pasé muy bien. Espero que tú también –encogió los hombros casi a modo de disculpa.

            Kyuhyun se preguntó si los jóvenes a los que rechazaba se sentían como él en ese momento. Con todos los demás había sido él quien sentaba las bases desde el principio. Tal vez su reacción se debía a que esa vez no lo había hecho.

            –¿Qué más hay que decir? –lo retó Sungmin.

            –Es obvio que nada –repuso Kyuhyun–. Es obvio que lo tienes todo muy claro.

            Sungmin apretó los labios, como si su tono de voz la estuviera confundiendo. Se oyeron unos pasos bajando la escalera y Sungmin maldijo.

            –Viene Hyukjae. ¿Podemos simular que no ha ocurrido nada? –soltó una risita–. Sí, la boda fue genial... Oh, Hyukjae. ¿Dónde está Donghae?

            Kyuhyun se planteó decirle que nunca sería buen actor. Parecía tan inocente como un ladron a quien hubieran pillado con las manos en la masa. Estrechó los ojos cuando Hyukjae puso las manos en su cintura y besó sus mejillas. Deseó apartarlo.

            –El timbre antiguo para llamar al servicio, que a Donghae tanto le gusta, no funcionó esta mañana, así que me ha enviado a pedir café.

            –Una idea fantástica –dijo Sungmin–. Creo que me vendría bien uno.

            –¿Tú también quieres, Kyuhyun? –Hyukjae se frotó los ojos, como si hubiera dormido bien poco. Kyuhyun entendió perfectamente cómo se sentía.

            –No. Ya he tomado demasiado –decidiendo que ya era hora de irse, Kyuhyun metió la mano en el bolsillo y sacó un teléfono móvil.

            –Esto es para ti –le dijo a Sungmin–. Me he tomado la libertad de ponerle la tarjeta SIM del móvil que mis hombres encontraron roto en tu coche.

            –Ah –dijo él, confusa–. No hacía falta.

            Él sabía eso de sobra. Le dio el teléfono e informó a Hyukjae de sus planes de irse antes de lo previsto. Mientras hablaban, Sungmin encendió el teléfono y empezó recibir mensajes. Al verlos, arrugó la frente con preocupación.

            –¿Qué ocurre? –preguntó Kyuhyun.

            –Tengo diez mensajes de mi padre. Perdonadme –marcó un número y se llevó el teléfono al oído. De inmediato, se puso pálido–. Sungjin ha tenido un accidente. Hyukjae... –su voz se apagó–. ¿Que?

            Sin ser consciente de ello, aferró el brazo de Kyuhyun. Hyukjae sacudió la cabeza, desconcertado.

            –Tengo que hablar con mi padre. Averiguar en qué hospital está –Sungmin, tembloroso, dejó caer el teléfono, pero Kyuhyun lo agarró al vuelo–. Parece que ha sido un accidente grave.

            Kyuhyun maldijo entre dientes.

            –Sungmin... –dijo.

            –No –alzó la mano para acallarlo y se apartó de ambos, tan desorientado que habría chocado contra la pared si Kyuhyun no lo hubiera agarrado.

            –Respira, Sungmin –ordenó–. Dentro. Fuera. Así.

            –Estoy bien –tenso, apartó su mano.

            –Dame el teléfono –dijo Kyuhyun–. Llamaré a tu padre.

            Sungmin tragó con fuerza. Kyuhyun deseó rodearlo con sus brazos, pero estaba tan rígido como si llevara armadura. La fragilidad de hacía unos segundos había desaparecido. Ignorando la voz que le decía que no se metiera en lo que no le concernía, buscó “papá” o “padre” en la lista de contactos, sin éxito.

            –¿Cómo se llama? –preguntó.

            –En la lista es “El tirano” –replicó él, alzando la barbilla y retándolo a hacer algún comentario. Kyuhyun se preguntó si su padre era realmente un tirano o si Sungmin era un niño mimado que tenía pataletas cuando las cosas le iban mal. Encontró el número, marcó y se presentó cuando el rey contestó de inmediato.

            –Majestad, soy Cho Kyuhyun, gerente de Wolf Inc. Tengo aquí a su hijo y a Hyukjae. ¿Sungmin?

            –Señor... –Sungmin aceptó el teléfono, tembloroso.

            –Claro. Si. Encontraré un vuelo. Sí. Vale –apagó el teléfono y lo miró como si fuera un ovni.

            –¿Sungmin? –preguntó Hyukjae. El lo miró como si no supiera qué hacía allí.

            Estaba en estado de shock. Kyuhyun reconoció los síntomas de inmediato.

            –Tengo que... –movió la cabeza, intentando despejarla–. Yo... Sungjin ha muerto. Él... Necesito volar de vuelta a casa.

            Hyukjae apenas parpadeó, pero Kyuhyun notó que estaba devastado por la noticia.

            –Kyuhyun, ¿puedes prestarnos tu avión?

            –Claro, Hyukjae. Yo lo llevaré.

            –Sungjin era un buen amigo. Yo...

            –Tú deberías estar con Donghae.

            –Puedo organizarme solo –interrumpió Sungmin.

            –No seas tonto, Sungmin –Hyukjae puso un brazo sobre sus hombros–. No puedes estar solo en un momento como este.

            –¿Tu prioridad no tendría que ser tu esposo y tus invitados? –Kyuhyun se odió por recordarle eso a Hyukjae, pero había sentido una punzada de celos al verlo tocarlo.

            –¿Podéis dejarlo ya? –exigió Sungmin–. Soy más que capaz de...

            –Subir a mi avión y dejar que te lleve a casa –afirmó Kyuhyun.

            –No quiero causarte ninguna molestia –refutó él con un mohín.

            –Es tarde para eso –dijo Kyuhyun. No iba a permitir que Hyukjae lo llevara a Ilsan. Se acercó a 
Sungmin–. ¿Es esa tu única maleta? No es momento para discutir, ¿verdad?

            –No –su mirada se volvió distante–. De acuerdo. Puedes llevarme.

            Kyuhyun movió la cabeza, atónito por cómo Sungmin había convertido su consentimiento en una orden.
             

             
            Sungmin, en piloto automático, apenas notó que Kyuhyun le abrochaba el cinturón de seguridad cuando el avión empezó a moverse. No era consciente de cómo había llegado al aeropuerto.

            Su hermano estaba muerto.

            La noticia era terrible. Indescriptible.

            Un accidente de helicóptero. Sungmin no podía ni pensar. Su hermano era el pedestal de la familia. El futuro heredero. Era cinco años menor que él y siempre había contado con él. No podía haberse ido. Solo tenía veinticuatro años. Se estremeció y le pusieron una manta sobre los hombros.

            –¿Necesitas algo más? –preguntó Kyuhyun, poniendo un vaso de agua en la mesita auxiliar.

            –Estoy bien –dijo.

            –No dejas de decirlo –Kyuhyun lo dejó estar.

            Sungmin, agradecido, lo observó volver a su asiento. Cuando lo había visto en el vestíbulo le había dado un vuelco el corazón. Había tenido que recordarse que no tenía sentido verlo de nuevo, ¡y menos aún acostarse con él!

            Cuando llegaran a Ilsan probablemente no volvería a verlo, y esa idea hizo que se sintiera abandonado. Igual que cuando tenía catorce años y su padre había hecho un viaje de estado aunque él estaba hospitalizado por la varicela. Había estado pendiente desde lejos, pero la muerte de su madre era aún muy reciente y se había sentido impotente y solo.

            Sentía algo parecido en ese momento, pero su padre esperaría que fuera fuerte. Los recuerdos de infancia afloraron a su mente. Recuerdos de Sungjin de niño. De su madre.

            Su madre había muerto de cáncer y el padre de Sungmin se había refugiado en el trabajo, incapaz de conectar con él, aunque sí con Sungjin. Sungmin, resentido por la diferencia de trato, se había empeñado en demostrarle que sus opiniones sobre los jóvenes y las mujeres eran arcaicas e insultantes.

            Pero hiciera lo que hiciera, nada era lo bastante bueno para él. Sungmin había visto la tristeza de su madre cuando su padre elegía el deber por encima de la familia. Él quería algo muy distinto para sí.

            La muerte de Sungjin lo convertía en el heredero del trono. Sabía que eso no agradaría a su padre; él sentía náuseas solo con pensarlo.

            Cuando iniciaron el aterrizaje, Sungmin se obligó a dejar atrás sus miedos y adoptar una pose de fría indiferencia. Vio a la guardia real esperándolo abajo y estuvo a punto de pedirle a Kyuhyun que encendiera el motor y lo sacara de allí.

            Deseó lanzarse en sus brazos y pedirle consuelo. Pero sería una muestra de debilidad y Kyuhyun no era el hombre adecuado en quien apoyarse. Estaba acostumbrado a estar al mando y no iba a permitir que lo hiciera ante su padre.

            Tras una noche maravillosa y dormirse en sus brazos, se había despertado sin él. Sería un error confiar en Cho Kyuhyun siquiera un momento.


            –Gracias por traerme en tu avión, puedo apañarme a partir de ahora.

            –Te dije que te llevaría a casa y lo haré –sus ojos caramelo destellaron con determinación.

            –Estoy en casa.

            –Sungmin...

            –Kyuhyun. Estoy bien. En serio.

            –No lo creo. Pareces a punto de desmoronarte.

            Sungmin pensó que tendría que solucionar eso en el trayecto hasta el palacio. Cuadró los hombros.

            –No. Ya te dije que no soy sensible.

            –El asunto no está abierto a discusión –Kyuhyun agitó la mano en el aire, para silenciarlo.

            El gesto y sus palabras le recordaron a su padre. Por eso no podía estar con Kyuhyun. Por eso y porque si lo permitía, Kyuhyun le haría mucho más daño que Sungwoo.

            –No. No lo está –afirmó, endureciéndose contra él y contra lo mucho que lo deseaba.

            Ambos se quedaron inmóviles, mirándose como dos pistoleros antes de tirar a matar.

            Kyuhyun apretó los labios y, antes de darse la vuelta, lo miró con frustración.

            –Sin duda, eres el joven más testarudo e irritante que he conocido en mi vida –su voz, aunque agresiva, sonó suave como la seda.

            Sungmin pensó que era el hombre más bello y poderosamente peligroso que había conocido. Temió que soñaría con él el resto de su vida.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...