El Guardaespalda del Príncipe- Capítulo 6



 Sungmin no sabía cómo iba a encontrar marido si comparaba a todos los hombres con Kyuhyun. No estaba dispuesto a aceptar un matrimonio de conveniencia solo para complacer a su padre. Era algo demasiado importante.
           
Por suerte, estaba teniendo un respiro gracias a su primo Daniel.

            –Menuda velada te ha organizado tu padre.
            –Sí –aceptó Sungmin, mirando la sala de baile llena hasta arriba de invitados luciendo sus mejores galas. Aunque odiaba estar allí, no podía por menos que admirar el oportunismo de su padre.

            Era un hombre que no cejaba hasta conseguir sus propósitos. Y lo quería casada. Cuanto antes. Su vena romántica le decía que podría conocer a alguien esa noche y enamorarse a primera vista. Eso les había ocurrido a Donghae y a Hyukjae. Pero... Miró a Kyuhyun, que estaba al fondo de la sala.


            Allí estaba su problema.

            Se suponía que tenía que parecer uno de los invitados. Pero parecía un hombre capaz de matar con las manos sin arrugarse el esmoquin. Quizás fuera porque él sabía quién era. Tal vez el resto de los invitados que lo observaban lo veían como un macho sexy que sería fantástico en la cama. Algo que él también sabía a ciencia cierta.

            Sus ojos se encontraron y Sungmin sintió el impacto de su mirada desde el otro lado de la sala. Instantáneo y abrasador. Percibía que Kyuhyun también lo sentía, pero tenía mucho más control que él. O tal vez no sentía una atracción tan fuerte como la suya. Dado que estaba allí a sueldo, la segunda opción era más plausible.

            –¿Quién es él?

            –¿Quién? –Sungmin agarró la mano de Daniel y lo hizo girar para que le diera la espalda a Kyuhyun.

            –El vaquero que está apoyado en la pared y no te ha quitado los ojos de encima en toda la noche.

            –No veo a nadie especial –Sungmin miró por encima del hombro de Daniel como si buscara–. Pero mi padre ha invitado a todos los solteros del planeta. ¿Estás disfrutando de la velada?

            –Ha pasado poco tiempo desde la muerte de Sunjie, pero... –Daniel se rio–. Estás intentando cambiar de tema, primo. Aquí hay una historia que quieres ocultarme. Habla –le hizo cosquillas como cuando eran niños–. Díselo al primo Daniel.

            –Calla, Daniel. Este no es lugar –rezongó Sungmin–. Estás dejándote llevar por tu imaginación.

            –Él no me gusta.

            –A mí tampoco –gruñó, sabiendo que lo que sentía por Cho Kyuhyun era algo muy distinto.

            Deseó que no fuera tan arrogante, tan seguro de sí mismo, tan viril. Sungmin suspiró. En realidad le encantaban esas características. Sungwoo nunca se había dejado llevar por la pasión hasta el punto de llevárselo de una pista de baile y besarlo hasta quitarle el sentido, como había hecho Kyuhyun.

            –Te has acostado con él, ¿verdad? –dijo Daniel–. Lo veo en tus ojos.

            –Por favor, Daniel... –no iba a confiarle nada al charlatán de su primo–. Baja la voz.

            –¿No quieres que tu padre se entere?

            Sungmin intentó encontrar una razón plausible para justificar que Daniel fuera a ver a Kyuhyun por palacio, sin decir la verdad

            –Creo que ha solicitado un puesto de trabajo en palacio.

            –Te has acostado con un empleado. Chico malo –Daniel se rio–. Pero entiendo la atracción. ¡Menudo hombre!

            –¿Podrías bajar la voz, por favor? –pidió Sungmin.

            –¿Qué puesto ha solicitado?

            –Ni lo sé, ni me importa. Pregúntaselo a papá –Sungmin sabía que no lo haría, no se llevaban bien.

            –¿Cómo lo lleva el viejo tirano?

            –Con él nunca se sabe –dijo Sungmin, aliviado por el cambio de tema–. Pero creo que está en etapa de negación. Por eso la fiesta de esta noche.

            –¿Y tú? ¿Cómo te sientes respecto a ser el primer joven rey de Ilsan?

            Daniel sabía que su vida en palacio nunca había sido fácil. Era algo que los había unido desde que él, a los cinco años, había perdido a su padre, gemelo del suyo. Luego su madre lo había abandonado, llevándose a su hermanita con ella, y no había vuelto a verlas.

            –Yo también estoy en fase de negación –encogió los hombros, no quería pensar en el futuro–. ¿Me disculpas? Necesito ir al baño.

            Sungmin, con la cabeza baja, se alejó entre los invitados, buscando un sitio tranquilo.

            –Te dije que no salieras afuera –dijo Kyuhyun a su espalda.

            Sungmin alzó la vista y se dio cuenta de que, absorto, había cruzado las puertas de cristal y salido a la rosaleda de su madre. Una gran luna dorada colgaba en el horizonte como un globo.

            –Necesitaba algo de aire.

            –¿Y eso te extraña?

            –¿Qué quieres decir? –se volvió hacia él.

            –Que me sorprende que sigas en pie después de todo lo que has bailado. Buscar esposo parece un trabajo bastante difícil.

            Sungmin lo miró fijamente. Esa noche no estaba de humor para la versión cavernícola de Kyuhyun.

            –¿Por qué sigues aquí? Ya ha pasado una semana y no has descubierto nada.

            Una semana que había pasado encerrado en su habitación, enfurruñado. Por un lado, no estaba listo para asumir los deberes que quería imponerle su padre, y por otro había tenido la esperanza de que Kyuhyun se aburriera y dimitiese.

            –La invitación que hice en internet para que los asesinos se presentaran no ha funcionado. Quizás esté perdiendo mi toque mágico.

            –Quizás nunca lo tuviste –en cuanto lo dijo, lamentó su tono provocador, porque los ojos cafe chispearon divertidos.

            –Eres muy desagradable, príncipe. Por suerte, mi ego es lo bastante fuerte para aguantarlo.

            –Tu ego es como una cucaracha –rezongó–. Soportaría un holocausto nuclear.

            A Sungmin le sorprendió tanto que Kyuhyun echara la cabeza hacia atrás y soltara una carcajada, que esbozó una sonrisa. Le encantaba su risa grave.

            –Calla –le dijo–. La gente nos está mirando –sin esperarlo, siguió bajando los escalones de piedra que llevaban al fragrante jardín.

            –¿Algún pretendiente que necesites que vete? –la voz de Kyuhyun sonó demasiado cerca y Sungmin se dio la vuelta para mirarlo.

            Tardó un minuto en entender qué quería decir.

            –¿Tú vas a vetar a mi futuro esposo? –gimió.

            –Es parte del trabajo.

            –Pues es una parte inútil –le respondió con voz seca–. Que mi padre diga que algo debe suceder no implica que vaya a ser así.

            –¿Estás en contra del matrimonio? –enarcó una ceja con sorpresa.

            –Estoy en contra del matrimonio sin amor.

            –Ah, un romántico. No esperaba eso de ti.

            –Eso es porque no me conoces bien.

            Él le lanzó una mirada que indicaba que conocía ciertas partes muy bien, y que las recordaba con toda claridad.

            –Y no hace falta ser romántico para querer enamorarse –añadió Sungmin, sonrojado.

            –No, solo estar engañándose.

            El sentimiento que puso en su respuesta le hizo titubear. Todo el mundo tenía un pasado que incidía en sus acciones y decisiones. De repente, anheló saber cuál era el de Kyuhyun.

            –¿Tienes miedo a la intimidad o es que te gusta demasiado la variedad para asentarte?

            –Como no tengo miedo de nada y me muevo continuamente, votaría por la segunda opción.

            Sungmin estudió su expresión reflexiva y supo que tenía miedo de una cosa al menos: de revelar información personal sobre sí mismo.

            –Elegir ese estilo de vida podría indicar que huyes de algo –observó su rostro, impasible, y se le ocurrió otra idea–. ¿O acaso buscas algo que añada significado a tu vida?

            Un leve estrechamiento de ojos fue el único indicio de que podía haber acertado.

            –¿Por qué complicar las cosas sin necesidad, príncipe? Siempre es mejor dejar que rija la cabeza, no el corazón.

            Su tono irónico y el que hubiera usado la palabra “príncipe” dejaron claro que no serviría de nada presionarlo. Era un hombre que hacía lo que quería, dijeran lo que dijeran los demás.

            –Tendrías que tomar café con mi padre –le dijo con indiferencia–. Os llevaríais bien.

            Él escrutó su rostro y Sungmin supo que había captado la amargura que surgía siempre que mencionaba a su padre.

            –¿Qué ocurre entre tú y tu padre?

            –La verdad es que nunca nos hemos entendido. Está muy asentado en sus ideas. Es muy práctico y lógico. Nunca le parecí el hijo perfecto.

            –¿Por qué no?

            Sungmin vio que sentía curiosidad e hizo una pausa. Nunca hablaba de su relación con su padre. Pero una parte de él quería que Kyuhyun lo entendiera. Había visto su expresión cuando le había revelado los pocos amantes que había tenido en sus veintinueve años de vida, como si hubiera esperado que fueran cientos. Odiaba que le importase su opinión, pero le importaba.

            –Fui un chicazo cuando crecía. Demasiado impetuoso. Él quería que fuera un joven delicado, que hablara solo si me hablaban. Me gustaba la ropa bonita, pero...

            –¿No lo de no hablar si no te hablaban? –apuntó Kyuhyun con una sonrisa.

            –Eso no tanto –el dolor del pasado le impidió devolverle la sonrisa–. Cuando mi madre falleció, fue peor aún. Envió a mi hermano a una academia militar para adiestrarlo en sus tareas como heredero; yo recibí clases en casa, porque mi tarea era estar guapo, no salir a trabajar. Nada de lo que hacía era lo bastante bueno para él. ¿Sabes que nunca ha visitado mi galería de Seul? –calló de repente, al comprender cuánto le había revelado. Al paso que iba acabaría diciéndole que temía no encontrar el amor y contándole todos sus temores.

            –¿Eso hace que te sientas como si siguieras siendo una decepción para él hoy en día?

            –No –a Sungmin se le encogió el estómago–. No necesito sus halagos. Pero me molesta que quiera que todo se haga a su manera –se inclinó para oler una de las preciadas rosas de su madre–. ¿Por qué crees que quiere que me case?

            –Para afianzar la continuidad de la monarquía.

            –Para asegurarse de que haya alguien a mi lado capaz de hacer el trabajo, diría yo.

            –¿Crees que no te considera capacitado? –Kyuhyun alzó las cejas con sorpresa.

            –Soy un joven. Eso, desde el punto de vista de mi padre, lo dice todo.

            –¿Lo crees tú? –preguntó Kyuhyun.

            –¿Qué? –Sungmin se detuvo y lo miró.

            –¿Crees que estás capacitado?

            –Sí –dijo con tono defensivo. Tenía una licenciatura en Arte y un máster en Administración de Empresas–. Dirijo una galería de éxito –aunque no supiera nada sobre cómo gobernar un país, eso tenía que contar para algo.

            –Un negocio pequeño –rechazó él, metiendo las manos en los bolsillos–. No es algo equiparable, ¿no estás de acuerdo?

            A Sungmin lo irritó su desprecio. Aunque se sintiera inseguro en las relaciones personales, era muy buen profesional.

            –No, no estoy de acuerdo –le soltó indignado–. ¿Tienes idea de cuánto tuve que trabajar para demostrar mi valía en Seúl? ¿Para hacer que mi “pequeño negocio” triunfara? –tensó la espalda–. ¿De lo difícil que fue conseguir que los artistas confiaran en mí porque temían que fuera un príncipe con la cabeza vacía?

            Cuando acabó, vio la sonrisa ladina de Kyuhyun.

            –Oh, ¡eres horrible! ¡Estabas haciendo de abogado del diablo!

            –Tienes un fuego dentro de ti que adivino nunca muestras a tu padre.

            Por desgracia, él tenía razón. Había erigido una muralla ante su padre, para demostrarle que no lo necesitaba. Además, temía su ira si intentaba reemplazar a Sungjin y fracasaba. Era un hombre adulto que nunca había dejado de desear la aprobación de su padre. Se había trasladado a Seul para no enfrentarse a eso.

            –No me respeta –admitió, dolorido.

            –Pues haz que lo haga. Podrías empezar por dejar de fingir que las cosas no te afectan.

            Sungmin lo miró boquiabierto. Quería decirle que había superado ese aspecto de su naturaleza hacía años, pero solo con mirar a Kyuhyun sabía que no era así. Le dio la espalda, pero él le puso las manos en los hombros y le giró hacia él. Puso una mano en su barbilla y lo miró a los ojos.

            –Tal vez deberías pensar en que tu deber es hacia tu pueblo, Sungmin, no hacia tu padre.

            –Nunca lo he visto así –replicó, diciéndose que su inesperada ternura no implicaba intimidad.

             –Porque te estás centrando en el pasado. Y se acabó. Solo cuenta el futuro –afirmó él, como si no fuera la primera vez que decía esas palabras.

            –Tienes razón –se hizo un silencio mientras pensaba en ese “Haz que lo haga”. Tal vez podría empezar por dejar de portarse como el adolescente rebelde que había sido–. No puedo seguir luchando contra mi padre. Es fútil y él está enfermo. Y ahora tengo obligaciones–esbozó una débil sonrisa–. ¿Crees que ya me he compadecido de mí mismo demasiado tiempo?

             Kyuhyun alzó la cabeza sorprendido, como si no esperase que admitiera esa lacra. Luego se rio.

            –Eres único, príncipe.

            Le sonrió, reconfortado por la admiración que captó en su voz. Se sintió valorado.

            Rememoró la noche que habían compartido. La pasión le había asustado, pero también excitado. Se preguntó... Pero Kyuhyun no estaba interesado en una relación seria y él mismo había dicho: “Ese barco ha partido definitivamente”.




            No vamos a parar, Sungmin, punto final.

            Sungmin sabía que el rostro de su padre había adquirido el tono grisáceo que tanto lo había asustado de niño, pero siguió sonriendo a la muchedumbre que agitaba banderitas mientras la carroza real avanzaba lentamente por la avenida central de Ilsan.

            Todos los años, ciudadanos y turistas acudían en masa a celebrar el Día de la Independencia de Ilsan, con una plétora de carrozas y alegres disfraces. Ese año la celebración era algo más sombría y muchas carrozas lucían la foto de su hermano. Eso hacía que Sungmin quisiera acercarse a su pueblo para compensarlo por la pérdida de Sungjin. Tras su conversación con Kyuhyun, tres noches antes, sabía que tenía que intentarlo.

            Y lo estaba haciendo.

            Había sido una liberación tomar algunas de las decisiones a las que se había estado resistiendo. Una de ellas había sido informar a sus artistas de que los ayudaría a encontrar nueva representación cuando su galería cerrara, un mes después. Otra había sido empezar a asistir a reuniones de negocios con los asesores de su padre. La carga de trabajo era intensa, y algunos aspectos del gobierno del país le mareaban, pero tenía la sensación de estar avanzando. Lentamente.

Avanzaba en todo menos en su relación con su padre. Esa misma mañana él le había dado una charla para que tomara una decisión respecto a las cinco “expresiones de interés”, que era como denominaba a las propuestas de matrimonio que había recibido por él, sin consultarle. En su opinión, Sungmin tenía que aceptar su destino; no veía nada malo en que una de las propuestas fuera de un hombre a quien ni siquiera conocía.

            Sungmin no estaba listo para aceptar eso. Y con Kyuhyun sentado frente a él, sublime con su traje de diseño, escrutando la multitud, ni siquiera quería pensar en ello.

            –Necesito hacer parte del recorrido andando –le dijo a su padre con una sonrisa templada.

            –No voy a repetirme, Sungmin –su padre saludaba con la cabeza a sus súbditos.

            –Sé que no es la forma tradicional de recorrer la avenida, pero si voy a gobernar Ilsan no quiero que nuestro pueblo me considere una figura distante. Llevo mucho tiempo en Seul.
      
            –Dile que es demasiado peligroso –su padre miró a Kyuhyun.

            –El rey tiene razón –concedió Kyuhyun–. Nunca es buena idea hacer cambios de última hora al itinerario.
      
      A Sungmin se le encogió el corazón cuando él apoyó a su padre, le parecía una traición. Tras el baile de gala había tenido la sensación de haber iniciado una especie de amistad. Había disfrutado de su compañía cuando lo escoltaba a las reuniones y de que estuviera a su lado para garantizar su seguridad. Incluso lo había ayudado cuando no entendía algún concepto financiero.

            Pero, sobre todo, disfrutaba cuando se acababa el día y él le llevaba una taza de su té favorito sin que tuviera que pedirla. Nadie hacía nada por él sin que tuviera que pedirlo.

            –Pero puede hacerse –lo miró con firmeza.

            –¿Por qué te empeñas en desafiarme? –el rostro de su padre se tensó.

            –No se trata de un desafío, señor –insistió Sungmin–. Si me puede dar una buena razón para que no camine entre nuestra gente, la escucharé.

            –Es un cambio en la tradición.

            –¿Por qué no puedo iniciar una nueva?

            –Es un riesgo de seguridad.

            Sungmin sabía que tenía razón, pero también que el miedo debilitaba.

            –¿Es más importante gobernar con seguridad, padre, o con integridad?

            –Siempre fuiste un niño listo, Sungmin, pero no vas a bajar de esta carroza. Kyuhyun –dijo, mientras seguía sonriendo y saludando–, detenlo antes de que haga algo estúpido.

            Sungmin alzó la barbilla, desafiante. Lo que pedía era importante para él en muchos sentidos. Por suerte, su determinación no iba a tener que enfrentarse a la de Kyuhyun.

            –Mi trabajo es mantenerlo a salvo, Majestad, no detenerlo.
             
             

            –Gracias.

            Kyuhyun se dio la vuelta cuando oyó a Sungmin entrar en la habitación que estaba usando como despacho. Había pensado que se retiraría pronto, agotado tras caminar kilómetros y encandilar a su gente estrechando manos y deseándoles lo mejor. Sin embargo, se la veía fresco y animado, luciendo una especie de conjunto de yoga que se amoldaba perfectamente a su figura.

            –Ha sido una tontería hacerlo –sabía por qué le daba las gracias, pero su petición lo había puesto en una situación imposible. Seguía airado.

            –Puede –le ofreció una sonrisa–. Pero necesitaba hacerlo y tú lo entendiste.

            –Entendía que tenías una idea alocada y que hoy salió bien. La siguiente vez podría no ser así.

            –La vida es un riesgo, ¿no? –ladeó la cabeza–. Suponía que tu trabajo estaba lleno de ellos.

            –Los riesgos calculados son distintos de las reacciones espontáneas.

            –No ha sido una reacción espontánea –refutó Sungmin–. Llevaba toda la mañana pensándolo.

            –Quizás la próxima vez podrías compartirlo –repuso él con voz seca.

            –Bien –encogió los hombros–. Te entiendo, pero aun así me alegro de haberlo hecho.

            Kyuhyun gruñó y cometió el error de ponerse en pie tras el escritorio. Se había esforzado por ignorar su delicioso aroma toda la semana, pero en esa habitación tan pequeña era imposible.

            –¿Querías algo más? –inquirió Kyuhyun.

            –Sí. ¿Tienes noticias sobre quién ha podido matar a mi hermano?

            –No –tenía algunas pistas, pero no informaba al cliente durante el curso de la investigación.

            –De acuerdo entonces. Voy a dar un paseo afuera. Por si necesitas saberlo.

            –Si sales, tendré que ir contigo.

            –Bueno –lo miró a los ojos. Él deseó tumbarlo sobre el escritorio y quitarle la ajustada camiseta.

            –Sugiero que vayas por una chaqueta. Hace frío afuera.

            –No sé dónde miras la información del tiempo –dijo Sungmin diez minutos después–. No hace nada de frío –se quitó la ligera chaqueta y se la puso sobre los hombros-. Me encantan estas noches de verano despejadas, con las montañas al fondo y el canto de las cigarras. Cuando era pequeño me tumbaba en la hierba con mi madre y contábamos las estrellas. Eso no es posible en Seul.

            –¿No hay estrellas?

            –No es por las estrellas, es por la hierba. Si te acercas a la hierba de un parque, un policía llega y te pone una multa –agitó un dedo–. Se puede mirar, pero no tocar.

            Kyuhyun sabía exactamente lo duro que era eso.

            –¿Ni siquiera los príncipes?

            –Eso me temo. En Seul los ciudadanos reciben un trato especial.

            Kyuhyun se rio. Él también había hecho comparaciones entre su país e Ilsan durante esa semana. Hacía años que no pasaba tantos días seguidos en un sitio y, aunque se consideraba hombre de playa, la pequeña y montañosa nación de Sungmin le parecía serena y pacífica.

            –¿Cómo te sientes respecto a haber vuelto?

            Sungmin dejó de andar y se volvió hacia las montañas, apenas visibles en la oscuridad.

            –Hace dos semanas habría dicho que lo odiaba, pero ahora empieza a gustarme de nuevo –titubeó y él deseó que siguiera.

            –Porque... –lo animó. Le gustaba oírlo hablar.

            –Porque he echado de menos el olor a pino en el aire y la tranquilidad de estar rodeado de verdor. Me siento en casa y me he dado cuenta de que echaba esto de menos –tocó una planta de lavanda y se llevó los dedos a la nariz para inhalar su aroma–. La única pega es mi padre. Está tan seguro de tener razón que a veces es agotador tratar con él. ¿Tienes ese problema? –le preguntó.

            –No. Yo me entiendo bien con él –se escabulló Kyuhyun. Sabía que Sungmin le preguntaba por su propio padre, pero no quería hablar de eso.

            Se apartó del sendero, caminó sobre la hierba hasta un viejo pino y apoyó las palmas de las manos en su tronco. Sungmin lo siguió.


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yota´s news : De regreso?

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