El Guardaespalda del Príncipe- Capítulo 9



 Sungmin no había tenido tiempo de avergonzarse de su ataque de llanto. En cuanto aterrizaron, Kyuhyun lo había conducido a un jeep. Al sentir el húmedo calor nocturno y el aroma a eucalipto, supo que no estaban en Ilsan.

            –¿Dónde estamos?
            –En una isla –contestó Kyuhyun.
            –¿Bromeas? –Sungmin soltó una risita.
            –No. ¿Por qué?

            Sungmin movió la cabeza, tal vez seguía soñando. Tenía que haber soñado que Kyuhyun había estado con él todo el vuelo, acariciándole el pelo.

            –Por nada. ¿Qué isla?
            –Kona Beans. Es una pequeña isla privada, en la costa oeste de África.
            –¿Es tuya? –Sungmin había captado el tono posesivo de su voz.
            –Estaba de oferta. Sube.


            Sungmin sabía que Kyuhyun no había nacido rico, se había hecho a sí mismo, y no pudo evitar admirar lo discreto que era sobre su éxito.

            Controló un bostezo mientras el coche recorría un sendero lleno de baches. Kyuhyun leía un documento en su teléfono.

            –¿Tienes ya idea de quién es el responsable?
            –Estoy trabajando en ello –respondió él con expresión velada.

            Sungmin dejó que leyera. El viento agitaba las copas de los árboles y la luna creaba reflejos plateados en el océano oscuro. Se distinguía la silueta de una casa de piedra en el lateral de un acantilado.

            Cuando llegaron a una pequeña rotonda, Kyuhyun bajó del jeep. Lo siguió con la mirada y vio su rigidez. Sin duda, estaba muy dolorido. Recordó la sangre que había visto en su chaqueta; había estado tan absorto en el horror de lo ocurrido que no había pensado en sus lesiones.

            –Estoy bien, puedo andar –le dijo.
            –Sígueme –asintió él, tras una leve pausa.

            Las baldosas estaban frías y arenosas bajo sus pies descalzos. Un momento después, Sungmin se encontraba en una enorme zona de estar en la que habría cabido su avión, el jeep y un buque.

            –¡Vaya! –exclamó.
            –¿Te gusta?
            –Es enorme.
            –El tamaño es engañoso. Esta es la zona más amplia de la casa. ¿Tienes hambre?
            –No podría comer –dijo.
            –Te llevaré a tu habitación. Este pasillo lleva al dormitorio. El otro a la cocina, el gimnasio y la zona de la piscina. La casa tiene solo un nivel, así que no creo que te pierdas.

            Lo condujo por un largo pasillo del que salían otros. Sungmin se preguntó si compartían el significado de enorme.

            –¿Estamos solos?
            –Sí –él abrió una puerta–. La isla es totalmente privada. La pareja que cuida de la casa vive en otra isla más grande, a una hora de aquí.


            Entró en la habitación, encendió la luz y comprobó las puertas de cristal que conducían a la terraza. Cuando Kyuhyun volvió a mirarlo, fue muy consciente de que estaba en el centro de un dormitorio vestido solo con una camisa. Cada célula de su cuerpo vibraba y se preguntó si él sentía lo mismo. Deseó abrirse la camisa y forzar su férreo control al máximo.

            –No tengo ropa de tu talla y no puedo pedir que la traigan. Esa camisa te servirá esta noche. Mañana te dejaré camisetas y pantalones cortos.
            –Gracias.
            –Preferiría que no salieras. Toda la casa tiene sistema de alarma y no me gustaría que la hicieras saltar –sin esperar respuesta, fue hacia la puerta–. En el cuarto de baño hay de todo, pero estaré en la habitación de al lado si necesitas algo.

            “¿Tú incluido?”, pensó Sungmin.

            –Seguro que estaré bien –dijo.
            –Buenas noches, entonces.

            Sungmin, despejado tras descansar en el avión, miró la habitación. Era grande y aireada, con el mismo estilo hispánico del resto de la casa: suelos de terracota con mosaicos, alfombras de colores y muebles de madera clara.

            Le habría encantado darse una ducha, pero le parecía imposible con las manos vendadas. En la habitación no había televisión, ni nada con lo que distraerse. Sin otra cosa que hacer, fue a lavarse como pudo y luego se tumbó en la cama para intentar dormir. Su madre siempre le había dicho que podía hacer cualquier cosa que se propusiera, pero dormirse a voluntad no era una de ellas.

            Le entristeció pensar en su madre. Había sido la única persona que entendía su necesidad de brillar con luz propia. De ser independiente.

            “Kyuhyun te entiende”. La idea entró en su mente y lo transportó de vuelta a la cama del avión. Acurrucarse contra su enorme cuerpo había sido... Sungmin sintió una contracción en la pelvis. Había sido delicioso. Él era cálido y sólido. En comparación, esa cama le parecía fría y vacía.

            Se preguntó qué haría Kyuhyun si iba a buscarlo desnudo. Irritado consigo mismo, se tumbó de espaldas y clavó la vista en el techo. No sabía por qué no podía sacarse a ese hombre de la cabeza.

            Ni por qué Joonsang no le afectaba ni la mitad. Casarse con él resolvería sus problemas. Era el segundo en la línea de sucesión de su país, así que entendía las presiones que sufriría como joven rey. Y era amable y considerado. El perfecto caballero.

            Pero no lo amaba y Joonsang tampoco a él. Era posible que el amor surgiera, ocurría a menudo en los matrimonios concertados. “Y otras veces no”.

            –¡Oh, cállate! –le dijo Sungmin a la insistente voz de su cabeza. Tendría que acostarse con él y eso sería “Incorrecto”–. Sí, sí. Lo sé.

            Hablarle a una habitación vacía no iba a cambiar nada. Sintiéndose solo y vulnerable, Sungmin sintió la necesidad de dejarle un mensaje a su padre. Pero no sabía dónde estaba su móvil. Sabía que lo había tenido en la limusina. Tal vez los eficientes hombres de Kyuhyun lo habían recogido.

            En ese caso, lo habrían dejado en el salón, o en la cocina, no habrían ido a su dormitorio a molestarle. Sungmin decidió ir a echar un vistazo. De paso, se tomaría un vaso de leche templada.

            Salió de la habitación y empezó a andar, pero se detuvo cuando vio un triángulo de luz en el pasillo. Kyuhyun no debía de haberse acostado. Fue hacia allí y cuando llegó a la puerta tuvo que llevarse la mano a la boca para apagar un gritito.

            Kyuhyun estaba en el centro de un pequeño aseo, desnudo hasta la cintura, con la espalda cubierta de heridas y moretones. Había un botiquín abierto sobre un banco, con gasas, algodones manchados de sangre y unas tijeras. Una venda cubría su brazo izquierdo.

            –Oh, Dios mío. Tiene un aspecto terrible.

            Cuando había creído que una pared se desplomaba sobre él, no se había equivocado, pero había sido Kyuhyun quien había soportado el impacto. Sintiendo náuseas, Sungmin entró.

            Kyuhyun se dio la vuelta. Sungmin, sin detenerse a admirar su pecho, centró la vista en su espalda amoratada.

            –Parece peor de lo que es –dijo él.
            –Lo dudo –se llevó la mano a la boca–. Kyuhyun, lo siento muchísimo.

            Él, maldiciendo para sí, se inclinó para recoger la camisa que había dejado caer al suelo.

            –Ya te dije que no ha sido culpa tuya –gruñó.
            –Casi no –esbozó una sonrisa forzada–. ¿Para qué es esta crema? –agarró el tarro y olisqueó.
            –Es árnica. Un remedio natural que calma el dolor de los cardenales.
            –Así que, ¿eres capaz de sentir dolor? –bromeó, sintiéndose fatal.
            –No si puedo evitarlo.
            –Date la vuelta –dijo, metiendo un dedo en el tarro.
            –Puedo hacerlo yo –Kyuhyun tragó saliva.

            Sungmin entendía su necesidad de autosuficiencia. Él, en menor grado, también había decidido depender solo de sí mismo, pero quería que Kyuhyun supiera que podía apoyarlo tanto como él le había apoyado.

            –Todo el mundo necesita a alguien, Kyuhyun.
            –Yo no –su voz sonó ronca. Hueca.
            –Claro que sí. Pero te da demasiado miedo admitirlo. Ahora, date la vuelta, por favor.
            –¿Te han dicho alguna vez que para ser tan pequeño eres muy mandón? –dijo él, moviendo la cabeza con resignación fingida.
            –Creo que otro hombre me dijo algo similar.
            –¿Y que le ocurrió?
            –Lo metí en mi mazmorra.
            –Entonces será mejor que no te irrite.
            –Un tipo listo –rio–. ¿Quién lo habría dicho?

            Él frunció el ceño, pero sus ojos caramelo chispearon con humor. Se dio la vuelta.

            –Avísame si te hago daño.
            –No me lo harás.

            Sus ojos se encontraron en el espejo y Sungmin supo que tenía razón. Si alguien salía herido de allí, sería él. Ignorando ese pensamiento, se concentró en ponerle la crema con suavidad.

            Sintió como se tensaba cuando lo tocó. Él apoyó las manos en el lavabo, pero no dijo nada.

            –¿No llevabas un chaleco protector?
            –Funcionan mejor con la balas que con las bombas. Pero aun así, duele cuando te disparan.

            Era un hombre fuerte, que le había protegido tan bien que solo podía quejarse de raspones en las manos y un cardenal en la cadera.

            Por suerte, no tenía las puntas de los dedos vendadas y pudo ponerle la crema. Cuando llegó a la cintura, notó que él empezaba a relajarse.

            Y entonces le asaltaron otras sensaciones. Sentir esa piel cálida bajo los dedos. Su tamaño. Estar tan cerca de él que con moverse un centímetro podría apretarse contra su calor.
             

             
            La lujuria se abrió como una flor. Miró su rostro en el espejo y vio que tenía los ojos cerrados y los nudillos blancos de aferrar el lavabo. Era como si Kyuhyun estuviera intentando mantener el control. Como si sentir sus dedos lo estuviera afectando tanto como a él tocarlo.

            Sin darse tiempo para pensarlo, se inclinó y posó los labios en su espina dorsal. Olía a jabón y a la crema que su piel había absorbido. Y a hombre. Sungmin inspiró profundamente, besando con suavidad cada zona no herida de su espalda.

            Kyuhyun era alto, mucho más que él, y tuvo que ponerse de puntillas para llegar a la base de su cuello. Cuando posó los labios allí, él se dio la vuelta con un gruñido y agarró su cintura.

            Sungmin sabía que sus ojos mostraban su excitación, pero no intentó ocultarla. Sabía que Kyuhyun nunca querría un futuro con él, pero en ese momento le daba igual. Esa noche habían estado a punto de perder la vida. Esa noche quería ser una persona normal con un hombre que lo volvía loco.

            –¿Qué estás haciendo, Sungmin?
            –¿A ti qué te parece? –le sonrió–. Quiero hacer el amor contigo, Kyuhyun –como un gato, Sungmin se arqueó hacia Kyuhyun, consciente de que estaba tan excitado como él.

            Cuando Kyuhyun siguió mirándolo, sin moverse, se preguntó si se había equivocado. Si había malinterpretado la química que había entre ellos. Pensaba en apartarse cuando él reclamó su boca.

            Sungmin suspiró contra sus labios. Su cuerpo conocía el de él. Lo deseaba. Llevaba semanas queriendo que lo tocara, y tocarlo, y le pareció que su cuerpo se fundía con el suyo.

            Tal vez le guiara la necesidad de proximidad física en ese momento. Pero le daba igual. Nunca había deseado a un hombre como a Cho Kyuhyun.

            –Te deseo, Sungmin –su voz sonó ronca–. Dios sabe que he intentando resistirme. Y he fracasado. Si no me paras ahora, yo no seré capaz de parar.

            Sungmin miró sus ojos, oscuros como la noche. Sabía que le estaba enviando un mensaje. Le decía que no era el hombre para él, por bien que se sintiera estando a su lado.

            Tal vez habría sido más sensato hacer caso de esa advertencia, apartarlo de sí. Pero su cuerpo se negaba a cooperar. Algo en su interior percibía que lo necesitaba tanto como él a Kyuhyun, y ese sentimiento era más fuerte que todo lo demás.

            –No quiero que pares.



            Esas palabras, cargadas de pasión desataron algo en él. Kyuhyun olvidó el intenso dolor de su espalda y se centró en la intensidad de su deseo por Sungmin. Solo por él.

            Se había desmoronado al ver su preocupación por sus lesiones. Ninguna pareja lo había tratado con tanta ternura. Su cuerpo anhelaba más.

            –Pon tus piernas en mi cintura –dijo, con voz tan ronca que resultaba irreconocible. Kyuhyun deslizó las manos por sus muslos, animándolo a rodear sus caderas con ellos.
            –Odio que te pongas en plan macho –rio, obedeciendo. Los párpados de Kyuhyun se volvieron pesados cuando sintió su erección contra el abdomen.
            –¿Prefieres que ponga las mías en las tuyas?

            Su risa se convirtió en un gemido cuando lo movió para que se balanceara contra su erección, en el punto donde más lo necesitaba. Él sintió una gran satisfacción al comprobar que podía darle placer tan fácilmente.

            Lo besó todo el camino hacia su dormitorio, parando solo para encender la luz de la mesilla y tumbarlo sobre la cama.

            Eso era con lo que había soñado desde la boda de Hyukjae. Con tener a Sungmin, ardiente por él. En su cama, excitado y esperando a que le poseyera.

            La voz en su mente, que le advertía que lo deseaba demasiado, quedó silenciada por su ansia por marcarlo como suyo. Olvidando todo refinamiento, le abrió la camisa de un tirón, sin preocuparse de hacer saltar los botones.

            –Necesito una ducha –gimió Sungmin. Sus pezones ya estaban erectos, esperando su boca.
            –No –él admiró la perfección de su desnudez–. Me necesitas a mí.

            Y él lo necesitaba. Tanto que casi sentía dolor físico. Necesitaba estar en su interior y renunció a preguntarse por qué.

            Habría hecho falta un ejército para apartarlo. Sintió el salvaje instinto de golpearse el pecho y atarlo a la cama para que no se fuera nunca.

            Kyuhyun se deshizo del pensamiento al mismo tiempo que de sus vaqueros. Nada iba a impedir que lo hiciera suyo. Se situó sobre él y mordisqueó suavemente su piel.

            Sungmin deslizó las manos por sus brazos, intentando que descendiera sobre él, pero se resistió. No iba a apresurarse. Se situó sobre sus caderas, aprisionando sus piernas, y llevó las manos a su pecho.

            –Ya sé que odias que me ponga en plan macho –dijo, cuando Sungmin intentó arquearse hacia él, sin éxito, pasó los dedos por sus pezones, como al descuido, disfrutando de su gemido–. Así que, cuando quieras, dime que pare.
            –Tendría que... –Sungmin dejó de respirar y se removió de nuevo. Kyuhyun sintió la pulsión de su erección, pero se contuvo. Quería llevar la excitación al máximo, que ambos ardieran.

            Sungmin bajó las manos por su pecho hacia su erección, con expresión de poder y deleite.

            –No, no –atrapó sus manos con una de las suyas, las llevó por encima de su cabeza y besó su boca, dándose tiempo para tentarla con su lengua.
            –No volveré a hablarte si no entras dentro de mí ahora mismo –afirmó.
            –¿Qué me dices de esto? –preguntó él, observando su boca mientras hacía girar uno de sus pezones entre pulgar e índice.

            Sungmin gimió de placer. Él soltó sus muñecas y dedicó ambas manos a acariciar su pecho. Su cuerpo desnudo era extremadamente erótico. Incrementó la presión, disfrutando de su deleite.

            –Oh, eso. Oh, sí. No pares. ¡Kyuhyun!

            Sungmin bajó las manos por su pecho y su abdomen hasta que llegó a su erección y empezó a acariciarlo. Los vendajes de las palmas de las manos estaban frescos, pero sus dedos ardían. Él se tragó un gruñido y cerró los ojos, sin dejar de frotar sus pezones.

            –Espera –aconsejó–. Sungmin, nene, si sigues así, voy a perder el control –se apartó y sonrió al oír que su gemido de protesta se transformaba en uno de alivio cuando capturó uno de sus pezones con la boca.

            Se removió bajo él y libero sus piernas para deslizar una mano entre sumiembro. Estaba ardiente, duro, tan cerca del clímax que notaba diminutos temblores. Metió sus dedos en su entrada para prepararlo, Sungmin dio un saltito por la sorpresa, pero no sintió dolor, se sentía tan preparado para recibir a Kyuhyun, que si no hubiera sentido tanto placer le habría dicho que parara. Aunque Kyuhyun pareció darse cuenta.

            –Aún no, nene. Quiero estar dentro de ti cuando llegues.
            –No puedo evitarlo –gimió–. Me has llevado demasiado lejos.

           Introdujo el segundo apreciando la expresión de placer por parte de Sungmin mientras que lo preparaba e introdujo el tercero y Sungmin gritó de placer arqueando su espalda dejando al descubierto su cuello, el cual Kyuhyun no se resistió en probar y lo comenzó a besar mientras movía sus dedos en su interior. Sungmin no pudo aguantar mas, tratando de empalarse a sí mismo aquellos dedos que lo torturaban y a la vez le daban placer

            –No, aún no –abrió sus piernas más y se situó en el lugar adecuado–. Pero pretendo hacerlo.

           Con una única y poderosa embestida, lo penetró profundamente. Sin detenerse un instante, Kyuhyun empezó a penetrarlo con movimientos poderosos, reclamando cada parte de su cuerpo. Sungmin gimió con desesperación, atrajo su rostro hacía sí y lo besó. El beso fue lento, pausado, su lengua invadió gentilmente su boca; el tiempo pareció detenerse donde no se oía nada mas que los latidos acompasados de sus corazones.

           Kyuhyun sintió una primitiva satisfacción mientras establecía un ritmo constante, curvando sus caderas contra las de él y provocándole una oleada de espasmos sensuales. No se detuvo hasta que notó que Sungmin se quedaba quieto, al borde del clímax. Se movió contra él, sollozando mientras el orgasmo lo consumía. Sus contracciones internas lo llevaron también a él hacia una liberación ardiente.
             
             

            Kyuhyun abrió los ojos y supo de inmediato que era tarde, algo que no le había ocurrido desde antes de sus días en el ejército. Y entre sus brazos tenía a un joven que hacía que se retorciera por dentro. Pensó en sus normas inflexibles: breve, dulce y sencillo. Solo una había funcionado la noche anterior, y no había sido breve ni sencillo.

            Alzó un mechón de su cabello y cerró los ojos mientras inhalaba su fragancia, ignorando el dolor de los músculos de su espalda.

            También los había ignorado la noche anterior. Había perdido la cuenta de las veces que habían hecho el amor, cada vez eclipsando la anterior hasta un punto que había considerado imposible. Y no había querido solo sexo. Sungmin le gustaba, le gustaba pasar tiempo con él, observarlo, escucharlo, que lo retara. De alguna manera, había llegado a significar más para él que ningún joven. Más de lo que podía permitirse.

            –¿Qué hora es? –musitó Sungmin, acurrucándose contra su hombro. Irresistible.
            –¿He de suponer que no eres madrugador? –preguntó él, sonriendo al ver sus ojos cerrados.
            –No. ¿Y tú? –Sungmin se tumbó de espaldas.
            –Siempre –se apoyó en un codo–. De hecho, siempre me despierto al amanecer, aunque haya pasado casi toda la noche despierto. Creo que me estás ablandando.
            –Espero que no –dijo, mirando su cuerpo.
            –Brujo –rio Kyuhyun contra su boca. Sungmin entreabrió los labios y deseó poseerlo de nuevo.

            “Recuerda las reglas”, se recordó. Esas reglas que estaba rompiendo a toda velocidad. Se levantó de la cama y recogió los vaqueros que había tirado en el suelo la noche anterior.

            –¿Y si te vas despertando mientras preparo algo de comer?
            –Oh, Kyuhyun, tu espalda tiene muy mal aspecto.
            –Se curará –se puso una camiseta–. ¿Qué tal tus manos?
            –¿Que?
            –Tus manos –sonrió de medio lado al ver sus ojos adormilados–. ¿Cómo están?
            –Doloridas –dijo.
            –Les echaré un vistazo después del desayuno –prometió él. Agarró sus muñecas y besó los vendajes antes de pensarlo mejor.
             
             

            Sungmin se detuvo en el umbral de la cocina y observó a Kyuhyun darle la vuelta a algo en la sartén. Su cuerpo lo atraía como una llama a una polilla.

            –¿Te vale la ropa? –preguntó él, como si hubiera percibido su presencia.
            –No se cae –Sungmin miró la camiseta y los pantalones cortos. Kyuhyun le miró las piernas.
            –Huevos, beicon y tomates. No es gran cosa.
            –No necesito nada especial –aseguró.

            Al ver su sonrisa, Sungmin supo algo que lo dejó paralizado: estaba enamorado de Kyuhyun.

            Había intentado ignorar los sentimientos que burbujeaban en su interior pero lo había amado desde la primera noche. No podía negarlo.

            –¿Estás bien?

            Sungmin alzó la mirada del suelo y descubrió que Kyuhyun lo observaba con el ceño fruncido.

            –Muy bien –entró en la cocina como si no acabara de hacer un descubrimiento que lo cambiaría para siempre. No podía decírselo. El sentimiento era demasiado nuevo. Y estaba seguro de que él no sentía lo mismo, así que sonrió.

            –Ven aquí –lo atrajo y lo besó en la boca.
            –Los huevos se están quemando –musitó él, queriendo algo de espacio para centrarse–. Sacaré el zumo de naranja –volvió a sonreír.
            –También he hecho café –le dijo Kyuhyun, escrutándolo como si quisiera leer su expresión.

            Pensando que el café despejaría el caos de su mente, Sungmin abrió la nevera. Siempre había imaginado que se daría cuenta de que estaba enamorado en un lugar romántico, o en la cama, en brazos de su amante. Uno de ellos lo diría, sonreirían y compartirían el momento.

            –Está ahí –Kyuhyun, desde detrás suyo, sacó un cartón de zumo–. ¿Seguro que estás bien?
            –Segurísimo –estaba seguro de que quizá nunca volviera a estar bien. Kyuhyun no querría su amor. No quería el amor de una pareja. Si le decía lo que sentía, posiblemente echaría a correr.
        
             

            Sungmin colocó los pies en una silla y sujetó la taza de café con las dos manos. Habían decidido comer fuera, junto a la piscina. La vista era magnífica, pero apenas le había prestado atención.

            –¿Por qué te uniste al ejército? –preguntó, intrigado por las historias que le había contado sobre el tiempo que había pasado con Hyukjae.
            –No se me ocurría nada mejor que hacer –Kyuhyun apartó el plato y agarró su taza de café.
            –¿En serio? –no creía que un hombre tan inteligente hubiera tomado una decisión como esa a la ligera. Supuso que tenía que ver con su necesidad de proteger a quienes lo rodeaban. Como a su hermano y a su padre–. ¿Nada más?
            –No me creas una especie de héroe, Sungmin, porque no lo soy –dijo él, como si le hubiera adivinado el pensamiento.

            Sungmin notó su tensión y se preguntó si se debía a que era la primera pregunta personal que le hacía desde la noche que había hablado de su familia. Miró hacia los acantilados y los arriates de flores que descendían en cascada hacia una laguna.

            –La vista es increíble. ¿Toda la isla es así de bella? –preguntó para aclarar el ambiente.
            –El otro lado recibe viento del Atlántico, así que es más árida, pero básicamente sí.
            –¿Vienes a menudo?
            –No tanto como me gustaría.
            –Es muy relajante –Sungmin suspiró–. Si pudiera, me quedaría aquí para siempre.
            –Es más peligrosa de lo que parece. Esa bahía está bastante protegida, pero a veces hay olas de siete metros y las playas se llenan de algas.

            Su tono de voz era más áspero de lo habitual y Sungmin sospechó que le estaba advirtiendo que no se enamorara de él. Demasiado tarde e innecesario. No iba a perseguirlo ni a acosarlo.

            –Hablando de para siempre, anoche no utilizamos protección.

            Esa era la causa de su tensión. A Sungmin se le encogió el corazón. Ni siquiera lo había pensado.

            –Veo que te ha impactado –recogió los platos y los cubiertos–. Si estuvieras embarazado, eso cambiaría las cosas.

            Era cierto que la información lo había impactado, sobre todo porque la idea no le hacía nada infeliz. De hecho la idea de llevar un hijo suyo dentro le encantaba. Pero no estaba dispuesto a admitirlo mientras veía su expresión tormentosa.

            –¿Qué quieres decir? –su esperanzado corazón se aceleró mientras esperaba que le declarara su amor. Que le pidiera que se casase con él.
            –Tendrías que cancelar cualquier plan de boda con el príncipe de Triole, para empezar.

            Sungmin lo miró atónito. Él creía que iba a casarse con Joonsang y, aun así, se había acostado con él. Controlando a duras penas su ira, alzó una ceja.

            –¿Y eso?
            –Tendrías que casarte conmigo.
            –¿Contigo? –la respuesta lo desequilibró–. Ya te he dicho que no me casaría sin amor.
            –¿Ni siquiera por un hijo?

            Se sonrojó. No iba a atrapar así a un hombre que, obviamente, quería ser libre.

            –Preferiría ser padre soltero.
            –Como no pienso como tú, reza por no estar embarazado –lo miró con fijeza–. Porque si lo estás, te casarás conmigo, Sungmin.
             

3 comentarios:

  1. ASDKFA FUCK !!!

    lo lei en el foro y no pude evitar releerlo XDXDD !! este capitulo es TAN EXITOSO !!

    dasdasda ya quiero conti !! gracias por tu actu unnie !

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  2. Ja
    todo eso fue plan con maña,kyuhyun quiere amarrar a sungmin a el,y que mejor que un hijo,y asi terminan en boda y juntos,vaya que a kyuhyun le gusta complicarse la vida.
    a ver que piensa sungmin cuando llegue a esa conclusion.

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  3. Kyu babooo admite que te gusta h hxydcycyc

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...