Ciudad de Nueva York Sábado, 4 de Mayo
Zhoumi aferró la mano de su hermano y se preguntó como diablos había conseguido sobrevivir la humanidad, si cada vez que alguien había tenido un hijo había pasado por semejante agonía.
Gimió cuando otra contracción le sacudió el cuerpo.
-Eso es –dijo Lee Donghae -. Respira Zhoumi. ¡Respira!
-estoy…respirando –jadeó
-mamá viene en camino. Llegará de un momento a otro.
-estupendo –Zhoumi se mordió el labio-. Podrá decirme que conoce la forma correcta de… ¡ohhhh, Dios!
-oh cariño – Donghae se acerco- no crees que ya es hora de que me digas quien…?
Zhoumi aferró la mano de su hermano y se preguntó como diablos había conseguido sobrevivir la humanidad, si cada vez que alguien había tenido un hijo había pasado por semejante agonía.
Gimió cuando otra contracción le sacudió el cuerpo.
-Eso es –dijo Lee Donghae -. Respira Zhoumi. ¡Respira!
-estoy…respirando –jadeó
-mamá viene en camino. Llegará de un momento a otro.
-estupendo –Zhoumi se mordió el labio-. Podrá decirme que conoce la forma correcta de… ¡ohhhh, Dios!
-oh cariño – Donghae se acerco- no crees que ya es hora de que me digas quien…?
-¡no!
-¡no te entiendo, Zhoumi! Es el padre de tu hijo.
-no…lo…necesito.
-¡pero tiene derecho a saber lo que pasa!
-no…tiene…ningún…derecho
Zhoumi hizo una mueca de dolor. ¿Qué derechos tenia un hombre cuando era casi un desconocido? Ninguno. Algunas de las decisiones que había tomado en estos últimos meses habían sido difíciles. Si se quedaba con el bebe, si pedía ayuda a su familia.
Pero decidir no contarle a Henry Lau que lo había dejado embarazado había sido fácil. Zhoumi le importaba un bledo; ¿Por qué un hombre que había pasado una hora en su cama y que nunca había intentado ponerse en contacto con él querría saber que iba a ser padre?
La contracción pasó. Cayó sobre la almohada
-él no es importante. El bebe es mío. Soy todo lo que necesitará. Solo…-gimió y volvió a arquearse-…solo yo.
-es una locura –Donghae secó la frente de su hermano con una toalla fría-. Por favor, dime su nombre. Deja que lo llame. ¿Es Calvin?
-¡no! –Apretó la mano de Donghae con más fuerza-. No es Calvin. Y no voy a contarte nada más. Hae, dijiste que no lo harías. Lo prometiste. Dijiste…
-¿señor Lee? Disculpe, por favor, pero he de hablar con su hermano.
Zhoumi giró la cabeza. El sudor había caído en sus ojos y tenia la visión borrosa, pero pudo ver que Donghae retrocedía para hacerle espacio al doctor.
Se sentó junto a él y le tomó la mano.
-¿Cómo lo lleva Zhoumi?
-estoy…-titubeó- estoy bien
-es usted duro –sonrió-, no cabe duda. Pero creemos que ya ha pasado por esto el tiempo suficiente.
-intente decírselo a mi bebe –logró esbozar una sonrisa débil
-es exactamente lo que voy a hacer. Hemos tomado la decisión de llevarlo en estos momentos para traer éste bebe al mundo. ¿Qué le parece?
-le hará daño a…-otra contracción se apoderó de su cuerpo. Gimió y el doctor le apretó la mano.
-no. Todo lo contrario. Les ahorrará energía a los dos. Es lo mejor que se puede hacer, se lo prometo –se puso de pie y se apartó a un lado cuando dos enfermeros se acercaron a la cama.
-no se preocupe, señor –dijo uno de ellos- antes de que se de cuenta, tendrá en brazos a su bebé.
A partir de ese momento todo tomó una gran velocidad. Unas manos gentiles lo levantaron. Donghae avanzó a su lado mientras empujaban la camilla por el pasillo. Por delante se abrieron dos puertas y su hermano se agachó y beso su frente húmeda.
-te quiero hermano
-yo también –entonces lo empujaron por una puerta a una habitación blanca, donde contempló una luz tan brillante como el sol.
-relájese joven Wang –le pidió una voz, y de repente sintió una sensación ardiente en el brazo cuando le introdujeron la aguja del goteo
-aquí vamos –dijo el doctor
Pasaron minutos, o quizás una hora; Zhoumi no lo supo. Flotaba a la deriva en un mar de nubes mientras esperaba oír el sonido del llanto de su bebé, pero solo oyó la voz del doctor que ordenaba unos números y exigía cinco unidades de sangre.
Se obligó a abrir los ojos. En ese momento la luz era cegadora. Una enfermera se inclinó sobre él y Zhoumi trató de hablar, porque de pronto quiso que alguien supiera lo que había pasado, que su bebé tenía padre, que no podía olvidarlo a él ni la hora que había pasado en sus brazos…
Entonces todo se fundió en negro y cayó en un túnel profundo, y de repente fue una calurosa noche de agosto en vez de una cálida mañana de primavera. Se encontraba en Espada, no en el hospital, y su vida cambiaría para siempre…
Era atractivo y había estado observándolo desde el instante que Zhoumi había entrado a la habitación.
Zhoumi pensó que debía ser Henry Lau, Donghae había hecho lo indecible para convencerlo que tenía que conocerlo.
-es un amigo de Hyuk, y ha venido a comprarle unos caballos a Shindong –le había contado Donghae mientras estaban en la habitación de invitados observando a Zhoumi arreglarse- y, desde luego, mamá lo invitó a pasar el fin de semana –sonrió.
Suspiró resignado, aunque no era una sorpresa. Debería haber imaginado que su madre no abandonaría la idea de casar a los dos hijos solteros que le quedaban. Su madre había unido todos sus esfuerzos en él, a pesar que éste había jurado que no quería tener mas nada con un hombre, aunque eso tampoco habría detenido a su madre.
-es magnifico –alabó Donghae-, y rico. Es algo especial, aunque no tanto como mi Hyukjae.
-que suerte tiene –repuso Zhoumi con cortesía
-se llama Henry Lau ¿no te parece sexy? Es de Taiwan –había añadido Donghae
Zhoumi casi había esperado que su hermano lo llevara a rastras a conocerlo, pero al parecer, Donghae se había decidido por un enfoque más sutil.
En vez de indicarle a Zhoumi quien era Henry Lau, había hecho lo opuesto.
Eso es lo que creyó, porque el hombre que debía ser el señor de Taiwan no había dejado de mirarlo. De vez en cuando sonreía, como en ese momento. Zhoumi le devolvió el gesto, porque era lo más adecuado, pero no era su tipo. De hecho, ningún hombre era ya su tipo.
Se llevó la copa de vino a los labios y bebió para no tener que seguir sonriendo cuando era
lo último que deseaba hacer, le dio la espalda.
El vino bajó con suavidad, quizás porque era su segunda o tercera copa. El invitado especial volvió a mirarlo. Casi podía sentir sus ojos en la nuca. Había algo en el modo en que Henry Lau le miraba que le hacia sentir incomodo.
Bebió otro trago, ese mas largo. Quería olvidar que el hombre con quien había estado saliendo los últimos seis meses había estado con uno de sus mejores amigos al tiempo que salía con él. Era algo tan típico y triste que habría resultado bastante intrascendente…excepto por un pequeño detalle.
No solo salía con Kihoon, sino que se había prometido con él. Habían fijado la fecha de la boda…y Zhoumi iba a ser padrino.
-no puedo creer que no conozca a tu novio –le había dicho en un ocasión a Kihoon, y este, tan desconocedor de la verdad como Zhoumi, le había explicado que viajaba mucho.
Se termino el vino en el momento en que veía a otro camarero con una bandeja con copas, llenas de líquidos transparentes y cebollitas o aceitunas.
Sonrió al cambiar la copa vacía por una llena con cebollita, pero como parecía pequeña, tomó una segunda copa, esa con aceituna.
El camarero enarcó una ceja.
-gracias –dijo. Bebió un sorbo de la copa que contenía la cebollita- vaya –musitó antes de beber un segundo trago.
Era verdad. Calvin había viajado mucho. Lo que Kihoo ni él sabían era que los viajes eran entre sus apartamentos. Al recordar lo ingenuo, casi estúpido que había sido, estuvo a punto de reír.
Todo se había desmoronado un mes atrás. Calvin debió comprender que no podía continuar mucho tiempo mas con la farsa, no cuando el ensayo para la cena y los votos matrimoniales lo miraban casi a la cara. De modo que una noche le había llamado, nervioso, para decirle que tenía que verlo de inmediato, que tenía algo importante que contarle.
Había bajado al supermercado de la esquina para comprar una botella de champán y meterla en la nevera. Encantado, pensó que se le iba a declarar…
Pero le había dicho que estaba atrapado en una pesadilla. Le había revelado que se había prometido a otro. Y mientras él lo miraba horrorizado, tratando asimilar la noticia, le había contado quien era ese otro.
-bromeas –había dicho Zhoumi cuando al fin pudo articular una oración completa.
Calvin se había encogido de hombros y esbozado una sonrisa traviesa y tímida, en ese momento fue cuando pasó de la sorpresa a los gritos. Le había tirado cosas, un jarrón, la cubitera del champán, y Calvin había corrido a la puerta.
Respiró hondo, se llevó la copa a los labios y se bebió medio martini.
Había sobrevivido, incluso había podido situar todo en perspectiva. Calvin no era una gran perdida; no quería a un hombre como ese, incapaz de ser fiel. No tenia sentido que lo dominara la autocompasión. Al infierno con Calvin, Kihoon podía quedárselo.
Todo iba bien, o casi bien, hasta que recibió una invitación para la boda junto con una nota de Kihoon, de que le hiciera el favor y le devolviera el traje, para dárselo al nuevo padrino.
Zhoumi había roto la invitación y la nota en pedacitos, los había metido en el sobre y devuelto a la pareja feliz. Luego, porque era hora de reconocer que no sobreviviría solo el fin de semana de la boda, había llamado a su madre para informarle de que podría asistir a la fiesta.
-¿con Calvin? –había preguntado su madre, a lo que Zhoumi había respondido que no.
Si en ese momento sabia mas, si Donghae le había contado todo, no lo había revelado, salvo para abrazar con fuerza a Zhoumi cuando éste llegó y susurrarle:
-de todos modos, nunca me había gustado.
Zhoumi suspiró. Empezaba a creer que Calvin no le había caído bien a nadie. Ni a su secretaria que había querido matarlo casi tanto como Zhoumi. Ni a Donghae, ni a Hyukjae, ni a nadie con dos dedos de frente…salvo a él. El había sido tan tonto…
-¿canapés, señor?
Alzó la vista y le sonrió al camarero, dejó el martini vacío en una mesa y tomó el diminuto canapé de la bandeja.
-¿de que es? –preguntó
-creo que de langosta señor.
Así era, y decadentemente delicioso. Lo único que necesitaba era otro trago de lo que fuera que había en la copa con la cebollita, para que fuera perfecto… excepto que estaba vacía.
Se preguntó como había sucedido. Bueno, era un problema que tenia fácil solución. Depositó la copa vacía junto a la otra y camino por la atestada sala en busca de un nuevo trago.
-¿joven?
La voz era masculina, con un marcado acento y sonaba justo detrás de él. Respiró hondo, plantó una sonrisa en los labios y se volvió. Tal como había esperado, era el taiwanés.
De cerca, no se veía tan atractivo. De hecho, se parecía mucho a Calvin.
-joven –repitió, y le tomó la mano. Se inclinó para plantarle un beso húmedo en la piel.
Zhoumi la retiró y lucho contra el deseo casi abrumador de limpiársela.
-hola –dijo con toda la amabilidad que pudo acopiar.
-hola –él sonrió con tanto entusiasmo que Zhoumi pudo verle un empaste en el molar- pregunto quien es el hermoso caballero y se me responde que Wang Zhoumi, ¿si?
-si –respondió, preguntándose si un acento mandarín sonaba de esa manera- quiero decir, gracias por el cumplido.
La conversación insegura tuvo poco sentido. El taiwanés hablaba poco ingles y él nada de mandarín. Además, realmente no quería hablar con él. No quería hablar con nadie, en particular con un hombre que le recordaba levemente a Calvin.
Esa rata mentirosa. Aunque todos los hombres eran mentirosos. Lo había aprendido muy pronto. Su padre le había mentido a su madre. También a ella…
-esta es la ultima vez, ángel –le respondía, cada vez que se iba, pero no era verdad.
Por lo que había oído Kim Shindong había hecho de la mentira una forma de arte. Sí, podía haber excepciones. Tenia esperanzas con sus hermanastros, y con el nuevo marido de Donghae, pero como regla general…
-…una broma graciosa, ¿si?
Zhoumi asintió y rió de forma mecánica. Fuera cual fuera la broma que había contado el taiwanés, no podía ser ni la mitad de graciosa que la que él había pensado.
“Pregunta: ¿Cómo sabes que un hombre miente?. Respuesta: sus labios se mueven.”
Calvin lo había alimentado con mentiras y dicho que lo amaba, y en ese momento se hallaba en Nueva York casándose con otro.
“Ya es suficiente”, pensó Zhoumi, y en medio de la siguiente broma del señor, le tomó la mano, se la estrechó con vehemencia y le dijo que había sido un placer. Luego se la soltó, intentó que la expresión de cachorro herido que puso no le afectara y salió del salón.
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