Amor en Altamar- Capítulo 12



Esa noche, a Donghae le costó muchísimo conciliar el sueño. Tras un período de tiempo que no podía precisar, oyó la voz del capitán, que lo llamaba:

-Enseña una pierna, Donnie.

Era la antiquísima frase usada por los marineros para decir: Aparta rápidamente las mantas y ponte en movimiento. Parpadeó, cegado momentáneamente por la luz del día que inundaba el camarote, tan intensa que le hizo pensar que había dormido más de la cuenta.

Localizó el motivo de su insomnio y lo encontró vestido, gracias a Dios, o al menos en parte. Era mejor verlo en pantalones y calcetines que sin nada. Y mientras lo observaba, él se puso una camisa de seda negra, de estilo similar a la que llevaba el día anterior, aunque no se ató los cordones de la pechera. Los pantalones también eran negros.

Si se pusiera un pendiente, este maldito tipo parecería un pirata, con esa camisa amplia y esas calzas ajustadas, pensó, sin compasión. De inmediato ahogó una exclamación, porque, en efecto, tenía puesto un pequeño pendiente de oro, apenas visible bajo el cabello rojizo, aún desordenados por el sueño.

-¡Se ha puesto usted un pendiente!

Los ojos café giraron hacia Donghae, con ese gesto de afectación que el muchacho consideraba como la más irritante y arrogante de sus costumbres: había enarcado una sola ceja.

-¿Con que te has dado cuenta? ¿ Y qué te parece?

Aún no estaba lo bastante despierto como para halagarlo en vez de responder con la verdad.

-Le da aspecto de pirata -adujo, osado.

La sonrisa del hombre era decididamente perversa.

-¿Eso crees? Yo habría dicho aspecto audaz.

Donghae contuvo a tiempo su impulso de lanzar un resoplido desdeñoso. Se las compuso para expresar simple curiosidad.

-¿Por qué lleva un pendiente?

-¿Y por qué no?

Vaya, estaba hecho una verdadera fuente de información esa mañana. ¿Y qué le importaba a él si quería parecer un pirata, si en realidad no lo era?

-Bueno, vamos, Donnie -ordenó él, enérgico - Ya casi estamos a media mañana.

Donghae se incorporó, apretando los dientes. Después de balancearse un poco en la hamaca, se dejó caer al suelo. El capitán lo llamaba Donnie con mucho placer, como si supiera que eso le irritaba. Ciertamente, sonaba como nombre de mujer.

-No estás acostumbrado a dormir en hamacas, ¿verdad?

Donghae lo fulminó con la mirada. Ya estaba harto de sus suposiciones erróneas.

-En realidad...

-Anoche te oí dar vueltas y vueltas. Tanto chirriar de cuerdas me despertó varias veces, permíteme que te lo diga. Espero que no se repita todas las noches, Donnie. De lo contrario, tendré que compartir mi cama contigo para que no me molestes.

Se puso pálido , aunque el hombre parecía detestar esa posibilidad. Pero, sin duda, lo haría y con mucha insistencia, por mucho que protestara. ¡Pues tendría que pasar por encima de su cadáver!

-No volverá a ocurrir, capitán.

-Ojalá. Bueno, espero que tengas un pulso bien firme.

-¿por qué?

-porque tienes que afeitarme.

¿Cómo? No, no lo haría. Era muy posible que volviera a marearse. Ya se imaginaba vomitándole encima. Debería revelarle esa propensión a las náuseas cuando estaba cerca de él. Gruñó para sus adentros. ¿Cómo explicarle algo así? Era un insulto que podía provocarle cualquier reaccion. Sería capaz de amargarle aún más la vida.

-Nunca he afeitado a nadie, capitán. Lo más probable es que le deje la cara llena de cortes.

-Confío sinceramente en que no sea así, querido chico, porque ésta es una de tus tareas. Y como ayuda de cámara, tendrás que mejorar. No sé si te has dado cuenta de que esta mañana he tenido que vestirme solo.

Donghae estaba al borde del llanto. No había modo de evitar su proximidad. Y el capitán acabaría por darse cuenta de esa grave aversión, sobre todo al ver que tenía que correr al orinal varias veces al día.

Pero tal vez él no fuera la causa. Tal vez estuviera mareado. ¿Mareo, después de haber navegado por la Costa Este con sus hermanos sin experimentar malestar alguno? ¿Después de cruzar el océano hasta Inglaterra sin la menor molestia? No. Era él. Pero bien podía hacerle creer que se mareaba al navegar, ¿no?

De pronto se sintió mucho mejor. Hasta sonrió al prometerle:

-Mañana lo haré mejor, capitán.

Donghae no entendía por qué se quedaba mirándolo tanto rato antes de responder.

-muy bien. Tengo que hablar con Sunnie. Tienes diez minutos para traer un poco de agua caliente y sacar mis navajas. No me hagas esperar, Donnie.

A juzgar por el portazo que dio al salir, estaba realmente enfadado por haber tenido que vestirse solo, ¿no? Ni siquiera se había molestado en ponerse las botas. ¡Ojalá se le llenaran los pies de astillas! No, seguro que le tocaría quitárselas.

Suspiró desahogando su enfado. De pronto, cayó en la cuenta de que, por fin, disponía de unos minutos de intimidad.

Hykjae volvió a entrar en el camarote tal como había salido: con gran estruendo y golpeando la puerta contra el mamparo. Tenía toda la intención de sobresaltar a Donnie, por esa inesperada sonrisa con la que lo recibió el joven le había llegado hasta las entrañas. Y lo sobresaltó, sí. A juzgar por el color de sus mejillas, estaba consumiéndose de humillación.

Pero su propia sorpresa fue aún mayor. ¡Qué rematadamente estúpido había sido al no tener en cuenta que el pequeño necesitaba de intimidad. Al instalarlo en su camarote, él le había dado un poco más de intimidad, pero sólo en su propio beneficio, como parte de su juego. La puerta no tenía cerradura.

A pesar de que su permanente obsesión era arrancarle los pantalones, debería haber tenido en consideración la inocencia del joven. Prácticamente, él lo había obligado a correr el riesgo, al despertarlo y obligarlo inmediatamente a iniciar sus tareas. Era culpa suya que el estuviera en estos momentos escondiendo la cara entre esas bonitas piernas descubiertas.

Y no había absolutamente nada que pudiera hacer para salvarlo del bochorno sin echar a perder la ficción. Si se hubiera tratado de un varon de verdad, él no tendría que salir del cuarto pidiendo disculpas. Habría encarado el asunto como si no tuviera la menor importancia. Pero él no era un varon.

Hyukjae elevó forzosamente su mirada hacia el techo y avanzó ruidosamente y contrariado en busca de sus botas. Esto es demasiado –pensó-. Basta con que me sonría para excitarme. Lo encuentro sentado en un vulgar orinal y me excito.

-haz como si yo no estuviera, Donnie -le espetó, con más aspereza de la que pretendía - Me he olvidado de ponerme las botas.

-¡Capitán, por favor!

-¡Oh, no seas gazmoño! ¿Acaso crees que los demás no usamos esas cosas?

El gemido del muchacho le reveló claramente que no estaba ayudándolo. Se limitó a salir, con otro portazo, llevándose las botas. Ese incidente bien podía ser un punto en contra.

Algunos jovenes eran quisquillosas en esos aspectos; a veces se negaban a volver a ver al hombre que había presenciado tan bochornosa situación. Y si uno tenía la desgracia de haberla presenciado, no había salvación.

Por todos los infiernos... no tenía idea de cuál sería la reacción de ese muchacho. Podía olvidar el asunto con una carcajada, pasar varios días ruborizado o meterse bajo el mueble más cercano decidido a no salir de allí. Ojalá ésta tuviera más nervio. Su comedia sugería que era un joven con coraje y audaz. Pero aun así, se sentía desconcertado. El humor del capitán empeoró ante la perspectiva de sufrir un retroceso, especialmente después de los progresos de la noche anterior.

Donghae no estaba pensando en esconderse debajo de ningún mueble. Sus opciones estaban bien a la vista: podía saltar desde la borda, hacer compañía a las ratas de la bodega durante el resto del viaje, o asesinar a Kim Hyukjae. Y la última era la más atractiva en todos los sentidos.

Pero cuando salió a cubierta, se enteró de que el capitán estaba imponiendo castigos a diestra y siniestra, sin motivo alguno... o, tal como dijo un marinero, porque tenía una lapa pegada al trasero. Eso, traducido a términos simples, significaba que estaba disgustado por algo y se desquitaba con cualquiera que se cruzase en su camino.

El sonrojo que aún brillaba en sus mejillas desapareció de inmediato. Cuando llegó al camarote con el agua caliente para afeitar á “Su señoría”, se le ocurrió que quizá él estuviera aún más abochornado. Bueno, no tanto. Pero si él también se había sentido contrariado la cosa ya valía la pena, sobre todo si la situación había servido para ponerlo de tan mal humor.

Desde luego, ese razonamiento requería atribuirle una sensibilidad de la que Donghae no lo hubiera creído capaz.

Pocos minutos después, la puerta se abrió con vacilaciones. Donghae estuvo a punto de echarse a reír al ver que el capitán del Opera asomaba la cabeza con cautela para ver si podía entrar o no.

-Bueno, ¿estás listo para degollarme con mis propias navajas, jovencito?

-Espero no ser tan torpe.

-Comparto sinceramente esa esperanza.

Abandonó su inseguridad, que resultaba cómica en un hombre como él y se dirigió hacia la mesa donde había colocado un cuenco de agua. Las navajas estaban dispuestas sobre una toalla y espuma preparada.

El capitán había tardado mucho más de diez minutos. Por lo tango, el camarote ya estaba ordenado, con la cama hecha, la hamaca recogida y la ropa sucia retirada para lavarla más tarde. Sólo faltaba ir a buscar el desayuno, que Young estaba preparando.

Kim Hyukjae contempló la colocación de los utensilios y comentó:

-Veo que tienes experiencia en esto.

-No, pero he visto cómo lo hacen mis hermanos.

-Es mejor que la ignorancia total, supongo. Bueno, manos a la obra.

Se quitó la camisa y la dejó caer sobre la mesa; luego giró la silla de costado y se sentó frente a él. Donghae se quedó contemplándolo; No sería necesario. Ya había preparado las toallas para cubrirle los hombros y protegerle la camisa. ¡Se las pondría igual, qué diablos!

Pero él las apartó.

-Cuando quiera que me asfixies, Donnie, te lo haré saber.

La idea de cortarle el cuello se hacía cada vez más atractiva. Sólo el hecho de tener que limpiar tanta sangre le impedía ceder al impulso. Pero podía ocurrir igualmente en un momento de distracción...

Tenía que afeitarlo. Era preciso. Sobre todo debía hacerlo pronto, antes de que las condenadas náuseas vinieran a dificultarle la tarea aún más. Mira sólo su barba. ¿Cómo puede perturbarte una barba, si es algo de lo más corriente?

Estirando el brazo para no acercarse mucho, esparció una buena capa de espuma. Pero para aplicar la navaja tenía que acercarse más. Se concentró en sus mejillas; al menos, trató de hacerlo. Cuando sus miradas se cruzaban por casualidad, el pulso del joven se aceleraba. Y Hyukjae no apartaba la vista. Él sí, pero no dejaba de sentirse observado. Y eso le provocaba súbitos calores.

-Deja de ruborizarte, anda -le espetó él - Entre varones, ¿qué importancia tiene un trasero desnudo?

¡Y él ni siquiera estaba pensando en el asunto, maldita sea! Sus calores se acrecentaron aún más. Pero el capitán no iba a cambiar de tema.

-No sé por qué me disculpo, si este camarote es mío -agregó, irritado- Por tu reacción, podría decirse que he sorprendido en el orinal a un joven señor, qué demonios.

-lo siento, señor.

-Bueno, no importa. Pero si tanto necesitas intimidad, la próxima vez cuelga un letrero en la puerta, ¿quieres? Lo respetaré. Y aquí no entra nadie más sin permiso.

Habría sido preferible una cerradura, pero no lo sugirió. La propuesta era más de lo que esperaba, le sorprendió que aquel hombre pudiera mostrarse tan considerado, incluso generoso, sin necesidad. Ahora hasta le sería posible darse un baño de verdad, en vez de lavarse apresuradamente con una esponja en la bodega.

-¡Cuidado, Donnie! Le tengo cierto aprecio a esta cara. Déjame un poco de piel, ¿quieres?

El sobresalto del muchacho fue tal que replicó sin pensar:

-¡Pues aféitese usted mismo! -Y arrojó la navaja sobre la mesa.

Ya se marchaba airadamente, cuando oyó su voz seca a sus espaldas.

-Ah, vaya... El crío tiene carácter, ¿eh?

Donghae se detuvo con los ojos dilatados de horror, al comprender lo que acababa de hacer. Se le escapó un gemido y se giró inmediatamente, apenas sin tiempo para ocultar su temor.

-perdone, capitán. No sé qué me ha pasado. Un poco de todo, supongo. Pero le aseguro que no tengo mal carácter. Pregúntele a Donghwa.

-Te he preguntado a ti. ¿Acaso temes ser sincero conmigo?

Esa impertinencia merecía otro gemido, aunque en esa ocasión logró contenerlo.

-No, en absoluto. ¿Debería temerlo?

-No veo por qué. El tamaño te otorga ventaja, ¿sabes? Eres demasiado pequeño para que mande azotarte y asignarte más tareas como castigo, sería una molestia para mí. Así que tómate la libertad de ser franco conmigo. Donnie. Después de todo, mantenemos una relación íntima.

-¿Y si cayera en la falta de respeto? – Donghae no pudo resistir la tentación de preguntarlo.

-Pues tu trasero acabaría lleno de morados, por supuesto. Es casi el único recurso aplicable a un chico de tu edad. Pero no será necesario, ¿verdad?

-No, señor, puede estar seguro -repuso, apretando los dientes, horrorizado y enfurecido al mismo tiempo.

-Ven, entonces, y acaba de afeitarme. Y trata de hacerlo con un poco más de cuidado.

-Si usted... no habla, tal vez me concentre mejor -Lo había expresado a manera de sugerencia, en tono completamente respetuoso; pero esa despreciable ceja se enarcó otra vez - Bueno, usted ha dicho que podía ser sincero - murmuró, mientras volvía a coger la navaja - Si he de serle franco, detesto que haga eso.

La otra ceja fue a reunirse con la primera, pero esta vez en un gesto de sorpresa.

-¿Qué...?

Donghae movió hacia su cara la mano que sostenía la navaja.

-¡Ese arrogante movimiento de cejas!

-Por Dios, hijo, ¿sabes que me desarmas con tu forma de expresarte?

-Así que ahora le parece divertida.

-Lo que me parece, chiquillo, es que me tomas demasiado al pie de la letra. Cuando dije que podías ser sincero, no pretendía darte a entender que podías criticar a tu capitán. Con eso incurres en la falta de respeto, como bien sabes.

Donghae lo sabía. No había hecho más que sondear la profundidad, por así decirlo, para ver hasta dónde se hundiría antes de ahogarse. Por lo visto, no era mucha.

-lo siento, capitán.

-¿No acordamos ayer que me mirarías a los ojos para disculparte? Así me gusta más. Con que lo detestas, ¿eh?

Por todos los diablos, ahora el hombre se divertía otra vez. Y lo que más odiaba eran esas cejas enarcadas, sobre todo porque nunca se molestaba en explicarle dónde estaba lo gracioso.

-Creo que lo que más me conviene es no responder, capitán.

El hombre estalló en una carcajada.

-¡Bien dicho, Donnie! Estás aprendiendo, por lo que veo.

Su satisfacción incluyó una palmada en el hombro del muchacho. Por desgracia, eso lo arrojó contra su muslo, cosa que lo obligó a sujetarlo para que no tropezara con su pierna.

Donghae también se aferró a él para evitar la caída. Cuando los dos se dieron cuenta de que estaban abrazados, el barco podría haberse hundido sin que ellos lo notaran. Pero el electrizante episodio se desvaneció en cuestión de segundos, pues ambos se dieron la misma prisa en zafarse del incómodo abrazo.

Como si en ese instante no hubiera ardido una pequeña llama entre ellos, el capitán dijo, aunque con ligero temblor en la voz:

-Debe de haberme crecido la barba un par de centímetros desde que has empezado, Donnie. Espero que adquieras más práctica antes de que lleguemos a Jamaica.

Donghae, demasiado agitado como para replicar, se limitó a reanudar el trabajo en la otra mejilla. El corazón le palpitaba con fuerza, pero ¿cómo no, si había estado a punto de caer de cabeza al tropezar con su pierna? Pero eso no tenía nada que ver con el hecho de haberlo tocado...

Cuando le giró la cara para terminar con el otro lado, vio unos puntos de sangre por donde lo había rozado. De manera espontánea, sus dedos limpiaron dulcemente la mejilla.

-No ha sido mi intención hacerle dañó.

Si su voz había sido suave al decir eso, él respondió casi en un susurro:

-Lo sé.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...