Amor en Altamar- Capítulo 9



Las náuseas de Donghae iban aplacándose, pero pasaron al menos cinco minutos más antes de ser capaz de aquietar sus tumultuosos pensamientos lo suficiente para ver que por fin estaba solo en el camarote. Cuando cayó en la cuenta, su bufido de disgusto fue tan potente que cualquiera que estuviera al otro lado de la puerta lo habría oído. Pero no había nadie, según comprobó abriéndola bruscamente un momento después.

Refunfuñando para sus adentros contra los muros de ladrillo y la arrogancia de los aristócratas ingleses, marchó hacia la escalera. Ya había subido la mitad cuando recordó que se le había ordenado dormir una siesta. Se detuvo, mordisqueándose el labio inferior, ¿qué hacer, entonces? No pensaba volver a la cama de ninguna manera, pese a esa tonta orden. Sus prioridades eran sencillas: buscar a Donghwa y abandonar como fuera el Opera antes de que resultara demasiado tarde.

Sin embargo, desobedecer la orden de un capitán era un imperdonable atrevimiento. Por lo tanto... debía asegurarse de que el capitán no se enterara. Era sencillo.

Pero ¿y si estaba cerca? Dada la suerte que tenía en los últimos tiempos... No, había que ser optimista: si él estaba en las cercanías, esperaría uno o dos minutos a que se alejara o se distrajera, pero no mucho más. Estaba decidido a salir a cubierta, tanto si estaba como si no. En todo caso, aduciría que deseaba echar un último vistazo a Inglaterra, aunque la mentira se le atascara en la garganta.

Pero sus temores se desvanecieron en seguida, pues al asomar cautelosamente la cabeza por la escotilla abierta, no halló rastros del capitán. Por desgracia, tampoco había señales de Donghwa, ni siquiera arriba, donde podría haber estado revisando el cordaje.

Subió el resto de la escalera y se dirigió aprisa hacia la proa, sin atreverse a mirar hacia el alcázar, pues desde allí arriba podría ser visto con toda claridad. Poco le faltaba para correr, con la esperanza de no tener que buscar a Donghwa de un extremo a otro. Pero se detuvo en seco en medio del barco. A estribor no se veía otra cosa que el océano. Giró bruscamente la cabeza hacia la popa; allá estaba la tierra que esperaba ver. Pero las riberas, que tan desesperadamente necesitaba tener a su alcance, ya apenas se divisaban; la gran mole de Inglaterra se empequeñecía cada vez más tras la estela del barco.

Donghae se quedó mirando con frustración su única posibilidad de abandonar el barco, contemplando ese país que retrocedía con rapidez, perdiéndose en la distancia. ¿Cómo era posible? Levantó la vista a un cielo demasiado cubierto como para calcular la hora. ¿Tan tarde había llevado la comida al capitán?

Le bastó una ojeada a las velas henchidas para comprender que el barco navegaba a una velocidad extraordinaria, empujado hacia el mar por vientos de tormenta. Pero ¿era posible que Inglaterra ya hubiera quedado atrás, si aún navegaban por el río en el momento en que él bajó al camarote del capitán?

De nuevo montó en cólera. De no haberse entretenido ese maldito hombre en fastidiarlo con sus provocaciones y sus innecesarios cuidados, habría podido liberarse de él para siempre.

Ahora... ¡diantre!, estaba atrapado en su barco, sujeto a sus detestables caprichos, y cabía esperar un trato mucho peor que el sufrido esa tarde. ¿Acaso no reconocía él mismo que disfrutaba irritando a la gente hasta sacarla de quicio? Por muy paciente que fuera, y Donghae estaba seguro de serlo, ni siquiera él mismo sería capaz de resistir mucho tiempo impertinencias tan deliberadas. Tarde o temprano acabaría dándole una bofetada o utilizando cualquier otro tipo de defensa que podría delatarlo. ¿Y entonces, qué? Dado el cruel sentido de humor del capitán, no podía adivinar su reacción si lo descubría.

Ciertamente, la fortuna le había abandonado ese día por completo. Incluso había olvidado que debía andar por cubierta con precaución. Sus oscuros pensamientos se interrumpieron ante un rudo golpe en el hombro. Giró en redondo, exclamando con voz cargada de altiva exasperación:

-¿Qué pasa?

Esa respuesta imprudente le costó un puñetazo instantáneo. El golpe lo envió contra la borda; sus pies se deslizaron poco a poco hacia delante, hasta que quedó tendido en el suelo.

Fue más la sorpresa que el aturdimiento, aunque le dolía la oreja del golpe. No hacía falta que nadie le indicara su error, pero de todos modos el belicoso marinero erguido a su lado se apresuró a decírselo:

-Vuelve a contestarme de ese modo, piojo descarado, y te arrojaré por la borda como a un escupitajo. ¡Y que no vuelva a verte estorbando el paso!

Había espacio suficiente como para que el hombre pudiera pasar. No era corpulento, más bien flaco y menudo. Pero Donghae no dijo nada. Estaba demasiado ocupado en quitar de en medio las piernas, ya que él estaba a punto de apartárselas a puntapiés.

Mientras tanto, en el alcázar, Xian Junsu se veía en serias dificultades para impedir que el capitán saltara por encima de la barandilla a la cubierta, como había intentado hacer al ver que golpeaban al muchacho. Tampoco era fácil contenerlo sin que se notara.

-¡Basta, Hyuk! Ya ha pasado lo peor. Si intervienes ahora...

-¿Quién habla de intervenir? ¡lo que quiero hacer es romperle todos los huesos a ese hombre!

-Bien, brillante idea -contraatacó Sunnie, sarcástico - No se me ocurre un modo mejor de demostrar a la tripulación que el pequeño Dong no debe ser tratado en absoluto como un grumete, sino como propiedad personal del capitán. Lo mismo daría que le gritaras a todos que es un joven señor. Sea como fuere, sólo conseguirías que todos los hombres fijaran su interés en ese amiguito, hasta descubrir qué tiene de especial para que tú estés dispuesto a cometer un asesinato por él. Y no me mires con la ceja levantada, condenado idiota. Tus puños serían un arma letal para alguien de ese tamaño. Lo sabes perfectamente.

-Está bien. Me conformaré con hacerlo pasar por la quilla.

Al percibir ese tono seco, indicativo de que Hyukjae había recobrado el buen tino, Junsu se apartó de él con una gran sonrisa.

-No, no lo harás. ¿Qué motivo aducirías? El joven ha contestado con descaro. Lo hemos oído desde aquí. No hay a bordo un solo hombre que no hubiera actuado igual ante semejante provocación de un simple grumete. Además, parece que el hermano va a ocuparse del asunto. A nadie le extrañará que él acuda en defensa del crío.

Los dos observaron cómo Chang Donghwa se lanzaba sobre el hombre y lo levantaba en vilo en el momento en que iba a asestar un puntapié al joven. El marinero quedó colgado de los puños del escocés por la pechera de su camisa a cuadros. Y aunque Chang Donghwa no levantó la voz, su advertencia resonó por toda la cubierta.

-Si vuelves a ponerle la mano encima, amigo, tendré que matarte.

-Se expresa bastante bien, ¿no? -comentó Hyukjae.

-Al menos a nadie le llamará la atención... él, claro.

-Te has hecho entender, Sunnie. No hace falta que insistas. ¿Qué diantre estará diciendo el joven al escocés?

El joven se había levantado y hablaba con su en voz baja, pero severa, quien aun mantenía al hombre que le golpeó.

-Parece que está tratando de calmar los ánimos. Inteligente, el niño. Sabe de quién es la culpa. Si no hubiera estado por ahí, mirando como un tonto...

-En parte, la culpa es mía -interrumpió Hyukjae.

-¿Ah, si? Tal vez no me he fijado bien. No he visto cómo lo dejabas clavado a la cubierta, por ejemplo.

-Con que estamos graciosos... Pues mira, amigo, a mí no me hace gracia.

-¡Que lástima! A mí sí.- Sunnie sonreía sin arrepentimiento - Pero como veo que te mueres por demostrar tu nobleza, anda, confiesa por qué te crees responsable de la imprudencia del niño.

-No es que lo crea; estoy seguro -contraatacó Hyukjae, fulminando a su amigo con la mirada - En cuanto me reconoció decidió abandonar el barco.

-¿Eso te dijo?

-No hacía falta. Se le veía claramente en la cara.

-Detesto detenerme en detalles, viejo amigo, pero el caso es que aún está aquí.

-Por supuesto -le espetó Hyukjae- pero sólo por que yo lo he estado reteniendo en mi camarote hasta que ya era demasiado tarde para poderse largar a nado. Si se ha quedado en la cubierta como pasmado, es porque ha visto cómo se perdía en la distancia su única posible escapatoria... y probablemente estaba maldiciéndome al mismo tiempo.

-Bueno, creo que no volverá a cometer el mismo error... El de estorbar el paso, quiero decir. Generalmente un buen puñetazo en la oreja es una buena lección.

-Pero se ha ganado una enemistad. Lo mismo ocurrió con el marinero que llevó mis baules al camarote, también habría querido darle un puntapié en el trasero. Si no lo hizo fue porque yo estaba presente. ¡Deberías haber oído la autoridad con que el joven le daba órdenes!

-No supondrás que el crío es un verdadero joven señor, ¿o sí?

Hyukjae se encogió de hombros.

-No lo sé, pero tiene experiencia en mandar a subordinados. Además, ha recibido una buena educación... o sabe imitar a la gente educada.

Junsu acabó por perder el sentido del humor.

-Maldita sea, eso cambia las cosas, Hyuk.

-¡Ni pensarlo! No he sido yo quien lo ha vestido con esas ropas. Y tú., ¿por quién diantres lo habías tomado? ¿Por una ramera del puerto?

El silencio del primer piloto fue respuesta suficiente, y acabó por arrancar una breve carcajada a Hyukjae.

-Bueno, ya puedes dejar la caballerosidad, Sunnie. No te sienta mejor que a mí. Sigo pensando que ese astuto mocoso quizá sea un joven principe. Pero por el momento, y mientras yo no diga lo contrario, es mi grumete. El mismo eligió el papel y voy a dejar que siga representándolo.

-¿Por cuánto tiempo?

-Por tanto como yo pueda resistir.- Al ver que el escocés dejaba en libertad a su víctima, el capitán exclamó - ¡Caramba, no le ha dado siquiera un buen golpe! Yo le habría...

-...roto todos los huesos, ya lo sé. – Junsu suspiró - Me parece que te estás tomando el asunto demasiado a pecho.

-En absoluto. Estando yo presente, nadie golpeará a un joven sin recibir su castigo.

-¿Qué son esos nuevos sentimientos? ¿Han surgido después de zarpar? Vamos, Hyukjae, amigo - agregó con gesto apaciguador, viendo que Hyukjae se volvía fulminante contra él - Guarda esas miradas asesinas para los tripulantes, en quienes quizá también surtan... Está bien - se corrigió de mala gana, viendo que Hyukjae daba un paso hacia él - Retiro lo dicho. Eres el caballero andante defensor del honor de todos los jovenes.

-Yo no diría tanto...

Junsu recobró al instante el buen humor ante la expresión horrorizada de su amigo.

-Tampoco yo, si hoy no estuvieras tan susceptible, hombre.

-¿Susceptible yo? ¿Sólo porque quiero castigar a ese fulano por meterse con un joven?

-Veo que es preciso volver a los detalles. Recuerda que ese hombre ignora que se ha metido con uno.

-Eso es irrelevante, pero lo acepto. Por meterse con una criatura, entonces. No soporto ni una cosa ni la otra. Y antes de que abras el pico para defender otra vez a esa sabandija, dime: ¿crees que se habría apresurado tanto a apartar del paso a coscorrones a un hombre como Chang Donghwa?

El primer oficial se vio obligado a reconocer:

-Creo que habría dado un rodeo.

-En efecto. Ahora bien, ya que has descartado todos los castigos que he sugerido para esa tendencia a fanfarronear, y puesto que el escocés me ha desilusionado al limitarse a hacerle una mera advertencia...

-Creo que ha sido el muchacho quien se lo ha aconsejado.

-Eso también es irrelevante. Sus deseos no vienen al caso. Por lo tanto, la próxima vez que vea a ese hombre, quiero que sea con el misal en las manos...

Hyukjae se refería a la piedra blanda que se usaba para restregar los rincones difíciles de la cubierta, tarea que debía efectuarse de rodillas. Una vez mojada la madera, preferiblemente por la lluvia, a fin de no tener que acarrear agua, se esparcía arena sobre toda la cubierta. Luego se utilizaba una piedra arenisca grande, arrastrándola de proa a popa por medio de largas sogas sujetas a los extremos. El mismo procedimiento se repetía en los rincones con un asperón más pequeño puesto en manos y rodillas. Era realmente una de las tareas más desagradables de a bordo.

-¿Quieres hacerle limpiar una cubierta que está impecable? - preguntó Junsu.

-Durante cuatro guardias consecutivas, al menos.

-¡Por Dios, Hyuk! Si lo tienes dieciséis horas de rodillas se quedará sin pellejo. Manchará de sangre toda la cubierta.

Su observación no alteró la decisión de Hyukjae.

-En efecto. Por lo menos salvará los huesos.

-Supongo que ya sabes que con eso sólo conseguirás aumentar el odio del hombre contra tu “chico”.

-En absoluto. Seguro que, obviando este incidente, podemos encontrar algún otro motivo que justifique ese leve castigo. Aunque sólo sea su ropa inadecuada o su aspecto personal. ¿No crees que ha de tener la camisa bastante arrugada, después de haber pasado por los puños de Chang Donghwa? Sea cual sea la falta que le descubras, el buen hombre se resentirá contigo y no con Dong.

-¡Muchísimas gracias! -repuso el primer oficial, sardónico - Bien podrías olvidar el asunto, ¿no te parece? Si ellos lo han hecho...

Hyukjae observó a los dos hermanos, que se encaminaban hacia el castillo de proa. Dong se apretaba con una mano la oreja magullada.

-Lo dudo. Por mi parte, no pienso olvidarlo. Así que deja de poner objeciones a mis castigos, Sunnie. O el misal, o el gato de nueve colas. Y si te preocupa que la cubierta se manche de sangre...




-¿Otra vez parloteando sobre muros de ladrillo? ¿Tan fuerte fue el golpe de ese hombre? Debiste permitir que le diera una buena...

-Me refiero al capitán -susurró Hae, mientras llevaba a empujones a Donghwa en busca de un sitio resguardado donde pudieran conversar - Es el mismo buey que me sacó de la taberna aquella noche horrible.

Donghwa se detuvo en seco.

-¡No me digas que te refieres al caballero pelirrojo! ¿El es tu muro de ladrillos?

-Es nuestro capitán.

-Oh, caramba, esa sí que es mala noticia.

Hae parpadeó ante esa respuesta tan impasible.

-¿No me has oído? El capitán Kim es el mismo hombre que...

-Te he oído perfectamente. Pero no estás encerrado en la bodega. ¿O es que todavía no te ha visto?

-No me ha reconocido.

Donghwa enarcó las cejas, no porque la respuesta la sorprendiera, sino porque Donghae parecía fastidiado al decir eso.

-¿Estás seguro de que te ha mirado bien?

-De pies a cabeza -aseguró - No me recuerda en absoluto.

-Bueno, no te lo tomes tan a pecho, Donghae. Aquella noche ellos tenían otras cosas en la cabeza. Además, habían estado bebiendo. Hay quienes se olvidan hasta de su propio nombre después de una noche dándole a la botella.

-Ya se me había ocurrido. Y no me lo tomo a pecho - resopló de indignación ante esa sola idea - Para mí, ha sido un alivio... a pesar de lo que me costó recuperarme del susto que me dio encontrarlo aquí. Pero podría ocurrir que algo le refrescara la memoria. Verte a ti, por ejemplo.

-En eso tienes razón -reflexionó Donghwa.

El escocés echó una mirada por detrás del hombro. Inglaterra era sólo una mota en el horizonte.

-Para eso ya es demasiado tarde -subrayó Hae, leyéndole el pensamiento.

-En efecto -asintió pensativamente. Luego agregó - Ven. Aquí hay demasiados oídos.

No lo llevó al castillo de proa, sino a los dominios del contramaestre, que ahora le pertenecían. Hae se dejó caer en un grueso rollo de soga, mientras Donghwa se ponía en movimiento para pensar: paseos de un lado a otro, algún suspiro de contrariedad, a la vez que chasqueaba la lengua.

Hae esperó con una paciencia sorprendente en él: cinco minutos enteros. Luego inquirió:

-¿Y bien? ¿Qué vamos a hacer?

-Intentaré evitar a ese hombre tanto como pueda.

-¿Y cuando ya no puedas hacerlo?

-Espero que por entonces me haya crecido un poco la barba -respondió él, dedicándole una gran sonrisa - Creo que con una buena mata para cubrir este cuero curtido estaré tan bien disfrazado como tú.

-Sí, ¿verdad? - exclamó Hae, más animado. Pero la animación se desmoronó en un segundo
- Así resolvemos sólo un problema.

-¿No era el único que teníamos?

Hae negó con la cabeza. Luego se reclinó otra vez contra el mamparo.

-También debemos idear algo para que yo mismo pueda evitarlo.

-Ya sabes que eso no es posible, niño...a no ser que te pongas enfermo.- Los ojos de Donghwa brillaron intensamente al ver que había dado con la solución - ¡Exacto! Podrías simular que te encuentras mal, ¿no?

-No daría resultado.

-Claro que sí.

Hae volvió a menear la cabeza.

-Daría resultado si yo durmiera en el castillo de proa, como habíamos supuesto. Pero ya me han informado de que no va a ser así. - Y agregó - El magnánimo capitán se ha ofrecido a compartir conmigo su propio camarote.

-¿Qué?!!.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...