Entre el Miedo y el Amor- Capítulo 13



había hecho mal en provocar al capitán Kry. Había sido un golpe bajo. Aunque había sucedido hacía cuatro años, y el era entonces muy joven y temerario, la victoria se la había subido a la cabeza. Al parecer habían sido las provocaciones las que habían llevado a Kry a buscar ponerse a la par. ¿Acaso un caballero podía pasar por alto un insulto?

¡Caballero! Se habían encontrado en un callejón oscuro en Southampton cuando Kyuhyun regresó a Inglaterra, tres años antes. Aquella noche no había podido ver a su asaltante, aunque a Kry le había dado placer presentarse. Aquel encuentro había sido interrumpido.

Kyuhyun se convenció de que su enemigo era terrible. ¿Por qué?, ¿ah?, ¿por qué había tenido el regalo de que estuviera ávido de su sangre?


–Desátalo, Sunnie.

Kyuhyun se puso tenso.

–¿Tendré que luchar contra vosotros dos?

–Vamos –protestó el capitán Kry –. Eso no sería muy correcto, ¿verdad?

–Caramba –gruñó Kyuhyun – Golpear a un hombre atado no es muy correcto que digamos.

–¿Acaso os he lastimado, hombre? Debéis aceptar mis excusas, pero creía que erais de pasta más recia. Y comprenderéis que me sienta justificado tras todo el trabajo que me habéis dado mientras esperaba que llegara este momento.

–¿Entenderéis si os digo que no estoy de acuerdo?

–Claro –replicó Kry con un saludo burlón. Estaba vestido con ropa que le permitía un movimiento ágil, una amplia camisa metida dentro de los pantalones. Kyuhyun tenía la molestia de la capa, la casaca y el chaleco. Vio que no iba a darle oportunidad para que se quitara ninguna de estas prendas mientras observaba al pirata que abría y cerraba el puño con impaciencia.

Kyuhyun no pudo retener un gruñido cuando las cuerdas fueron finalmente cortadas y sus brazos cayeron dolorosamente a los lados. Durante varios minutos no sintió sus dedos y luego, cuando la sangre los inundó, los sintió demasiado. Y había imaginado correctamente. No le dieron ni un momento de respiro para reponerse antes del primer golpe en la mandíbula que le hizo tambalearse. Cayó con dureza.

–Arriba –se quejó Kry con un suspiro–. Esta vez no nos interrumpirán. Haced una buena pelea y diré que estamos en paz.

–¿Y si no la hago?

–Entonces es probable que no salgáis de aquí caminando.

Kyuhyun comprendió. Arrojó la capa cuando todavía estaba en el suelo y se lanzó contra el otro, golpeándolo en la mitad del cuerpo y haciendo que ambos cayeran al suelo. Siguió con un fuerte golpe de derecha a la mandíbula de Kry, pero el impacto lastimó tanto su mano palpitante que fue él quien aulló de dolor.

Kyuhyun peleaba con toda su tuerza, pero Kry era incansable y, pese a las heridas de Kyuhyun, el pirata era el más enfurecido de los dos. Sus puños eran infatigables y despiadados con el rostro y el cuerpo ya castigado de Kyuhyun. La lucha fue dura para los dos, y Kyuhyun cayó ensangrentado al suelo, pero sabía que el otro hombre también estaba lastimado. A pesar de todo, Kry podía reír.

–Os reconozco capacidad, Guixian –dijo, sin aliento y resoplando, el capitán Kry –. Probablemente me habríais vencido si hubieseis empezado fresco. Ahora estoy satisfecho.

Kyuhyun oyó sólo parte de esto, antes de caer en una bienvenida inconsciencia. El amigo del pirata se inclinó sobre él y le sacudió, pero él no se movió.

–Se ha quedado sin sentido, Kry. Pero tienes que sacarte el sombrero ante él. Ha durado mucho más de lo que era de esperar –dijo riendo–. ¿Cómo anda tu cuerpo ahora que estáis en paz?

–Tranquilo, Sunnie. Cielos e infiernos, el tipo tiene una derecha muy dura.

–Ya me di cuenta –dijo Sunnie, riendo. Kry suspiró.

–En otras circunstancias, casi habría simpatizado con él. Lástima que nos hayamos cruzado cuando era un jovenzuelo de lengua tan insolente.

–¿Acaso no lo somos todos a esa edad?

–Sí, creo que sí. Y todos debemos aprender una lección.– Kry procuró enderezarse, pero gimió y se volvió.– Llévame a la cama, Sunnie. Creo que, después de esto, necesitaré por lo menos una semana de descanso.

–¿Valía la pena?

–¡Sí, Dios es testigo, claro que sí!



El último de los oficiales y el médico salieron del cuarto, y el lacayo de Kyuhyun, cerró la puerta. Kyuhyun se permitió sonreír, pero el movimiento se convirtió en una mueca al abrirse el labio partido.

–Si no lo tomáis a mal, señor, yo sonreiré por los dos –ofreció Jay. Y realmente sonrió.

–Terminó mejor de lo que hubiera podido esperarse, ¿verdad? –dijo Kyuhyun.

–Así es, señor. En lugar de tener que presentarse ante el juez con una simple acusación de asalto, ese hombre tendrá que enfrentarse a la acusación de piratería.

Kyuhyun tuvo ganas de volver a sonreír, pero lo pensó antes. Ahora sabía lo que era estar a la altura del capitán Kry. Bueno, la victoria de Kry había sido muy, pero que muy breve.

–Supongo que no debía regodearme, pero ese tipo no merece nada mejor –dijo Kyuhyun.

–Desde luego que no, señor. Vamos, el médico dice que es una suerte que el hueso de vuestra mandíbula esté todavía en buen estado. Y nunca en mi vida he visto más cardenales y...

–Oh, eso no importa. ¿No crees que él también sufra ahora? Ese es el principio del asunto. Yo nunca habría conocido a ese canalla si no hubiera atacado mi barco. ¡Pero era él quien me guardaba rencor! ¡Aunque no creo que disfrute ahora estando en la cárcel!

–Ha sido una suerte que los guardianes os encontraran, señor.

–Sí, eso ha sido pura suerte.

Kyuhyun había recobrado el sentido unos minutos después que Kry partiera en su coche. Y poco más tarde oyó el ruido de los cascos de unos caballos. Logró gritar, y los dos guardianes le oyeron. Tardó cierto tiempo en convencerlos de que le dejaran y corrieran tras su coche. Treinta minutos después volvieron a buscarle con la buena noticia de que habían recuperado el coche y que el asaltante herido estaba preso... aunque el otro hombre había logrado escapar.

Kyuhyun contó la historia a los buenos hombres, que lo llevaron a su casa. El nombre de Kry preocupó a uno de ellos. Por esto un grupo de oficiales se presentó en casa de Kyuhyun cuando todavía estaba siendo atendido por el médico. Le informaron que Kry era un bandolero buscado por la Corona.

–También ha sido una suerte, señor –siguió charlando el lacayo mientras tendía las mantas de la cama – que lord Lee no estuviera con usted cuando os encontrasteis a esos canallas. Supongo que la velada transcurrió como se había planeado y que él volvió a partir solo.

Kyuhyun no contestó. Cuando pensaba en lo que podía haber pasado... no, no soportaba pensar en eso. Sungmin estaba a salvo porque Park Hanheng lo había acompañado a su casa.

Hum. Nada menos que Park Hanheng... Una ira irracional, maligna y febril se apoderó de él.

–Señor...

–¿Qué? –gruñó Kyuhyun, recobrándose–. Ah, sí, Jay, la velada transcurrió como se esperaba en lo que se refiere a ese joven.

El lacayo estaba con Kyuhyun desde hacía diez años, y conocía sus pensamientos y sentimientos como nadie. Sabía que Kyuhyun no quería casarse con Lee Sungmin, aunque ignoraba el por qué, y no osaba preguntárselo. El y Kyuhyun habían discutido la estrategia que usaba este ultimo usaba para solucionar aquel asunto.

–¿Lord Lee tuvo con usted un cambio de palabras, señor?

–La cosa no marchaban bien- replicó Kyuhyun, cansado. El sedante que le había dado el médico empezaba a hacerle efecto–. Sigo comprometido con él.

–Bueno, seguramente la próxima vez...

–¿Qué?

–Pero no falta tanto para la boda –añadió Jay, vacilante- El médico quiere que descanséis tres semanas.

–Muy incómodo – replicó Kyuhyun –. Me levantaré dentro de tres días, no me quedaré más tiempo.

–Como gustéis, señor.

–Lo afirmo.

–Está bien, señor.

Como nunca había sido castigado antes de aquella manera, Kyuhyun ignoraba que, al día siguiente iba a sentirse diez veces peor. Maldijo con vigor al capitán Kry, hubiera deseado que aquel pirata fuera ahorcado.

Tardó una semana en poder moverse, aunque fuera levemente sin dolor. Y aunque pudo levantarse y moverse a la semana siguiente, los cortes de su cara seguían en carne viva.
No estaba en condiciones de ver a Sungmin. Pero ya no podía perder más tiempo.

Sólo faltaba una semana para la boda. Y él tenía que verlo.

Pese a su aspecto físico se presentó en casa de los Kim en Grosvenor Square. Le dijeron que Sungmin había salido a hacer compras para su ajuar. Esta información acrecentó su pánico. Espero una hora y, cuando Sungmin llegó, separó rudamente a su novio de los primos en el momento de entrar.

Lo condujo al jardín y salieron luego a la plaza, sin decir nada, con paso largo y rápido, la expresión de él sombría y pensativa. Al penetrar en su mente la suavidad de la voz de Sungmin, él se detuvo.

–¿Ya estás recuperado? –preguntó. Una cortante brisa otoñal arrastraba hojas por el aire. Sungmin tenía las mejillas encendidas, los ojos chispeaban. Era demasiado, condenadamente bello, rebosante de salud y vitalidad. Seguía siendo el joven más hermoso que él había visto.

–¿Recuperado? –repitió Kyuhyun, preguntándose cómo habría llegado a enterarse Sungmin del asalto, puesto que lo había evitado durante dos semanas para que no supiera nada.

–Kangin nos habló de tu enfermedad –explicó- Lamento que lo hayas pasado tan mal.

¡Maldición! De manera que tenía que recibir ahora compasión, gracias a Kangin, que, además, había retocado la verdad. Hubiera preferido verlo enojado.

–Lo cierto es que estaba en una taberna favorita, cerca de los muelles y fui asaltado por unos rufianes que me golpearon para apoderarse de mi bolsa. Siento placer en visitar lugares de mala fama.

Sungmin sonrió tolerante.

–Siwon estaba seguro de que ibas a utilizar tu enfermedad para postergar la boda. Le he dicho que eso no estaba dentro de tu estilo.

–¿Me conoces tan bien, amor? –preguntó Kyuhyun con ironía.

–Es probable que tengas muchos defectos, pero no el de la cobardía.

–¿Tú crees...?

–Oh, tonterías –interrumpió Sungmin –. No lo creería aunque intentaras convencerme de lo contrario, no lo intentes.

Kyuhyun rechinó los dientes y Sungmin le lanzó una mirada divertida. Ver la belleza de Sungmin le afectaba profundamente, como siempre, y sus pensamientos vagaban sin poder concentrarse.

–Supongo que debo preguntar cómo has estado.

–Sí, deberías hacerlo –asintió Sungmin –. Pero ambos sabemos que no te interesa lo que yo pueda hacer con mi tiempo. Por ejemplo, ¿no te sentirías herido, verdad, si supieras que he estado demasiado ocupado para echarte de menos? Y tampoco te importaría saber que otros hombres me han acompañado a las fiestas a las que mis primos insistieron en llevarme.

–¿ Park Hanheng...?

–entre otros.

–Ten cuidado, porque puedo llegar a sospechar que quieres provocar mis celos para vengarte.

–¿Vengarme? Ah, veo que me juzgas de acuerdo a tu propio comportamiento. Es divertido, Kyuhyun. Por el mero hecho de que otros jóvenes te parezcan fascinantes...

–¡Basta, Sungmin! –exclamó Kyuhyun perdiendo la paciencia–. ¿Por que ocultas tu enojo tras una cortina de tonterías corteses? ¡Insúltame!

–No me tientes

–Aja –exclamó él triunfante–. Empezaba a creer que no tenías carácter.

–Ah, Kyuhyun –dijo Sungmin riendo bajito–, ¿supones que debo decirte que eres una criatura sucia y despreciable, y que jure en medio de lágrimas que nunca me casaría contigo aunque fueras el último varón sobre la tierra y cosas por el estilo?

Kyuhyun lo miró enfurecido.

–¿Te estás burlando?

–¿Por que piensas eso?

Lo dijo con expresión tan inocente, que Kyuhyun le puso las manos sobre los hombros, dispuesto a sacudirlo. Pero los magníficos ojos negros se agrandaron sorprendidos, las manos de Sungmin se apoyaron en su pecho para apartarle, y Kyuhyun se puso colorado hasta las orejas. Se apartó casi temblando.

–El poco tiempo que nos queda me obliga a ser brutal, Sungmin –dijo con frialdad–. Te he pedido que terminemos con la farsa del compromiso. Te lo vuelvo a pedir. Más: te lo suplico. No quiero casarme contigo.

Sungmin bajó la mirada, y la clavó fijamente en las lustradas botas de él.

–¿No me quieres entonces... de ninguna manera? ¿Ni siquiera como amante?

Los ojos color café de Kyuhyun llamearon ante el torbellino que le provocaba aquella pregunta, pero dijo solamente:

–No dudo que puedes ser un amante estupendo.

–Pero no te intereso...

–Ya no.

Sungmin le volvió la espalda, sus hombros fueron cayendo, parecía una figurita desdichada, abandonada. Kyuhyun tuvo que contenerse con cada partícula de su voluntad para no tender los brazos y estrecharlo en ellos. Hubiera querido retirar lo dicho, mostrarle que todo era una mentira. Pero era mejor que estuviese desilusionado un tiempo y que le olvidara después. No podía permitir que aquel precioso joven se casara con un bastardo.

–De verdad creí poder hacerte feliz, Kyuhyun – Las palabras flotaron hasta él por encima del hombro de Sungmin.

–Nadie puede, amor, al menos por mucho tiempo.

–Lo lamento entonces. De verdad.

Kyuhyun no se movió.

–¿Me dejarás entonces?

–No.

–¿No? –El se enderezó, incrédulo.– ¿Qué quieres decir?

–No me gritéis, señor.

–¿Así que volvemos a ponernos formales? –exclamó él, y su rabia crecía.

–Dadas las circunstancias, así es –contestó Sungmin, tajante–. Bastará con que os vayáis de Londres la semana próxima. Os aseguro que soy lo bastante fuerte como para soportar la humillación de ser abandonado.

–¡Pero he dado mi palabra! –exclamó Kyuhyun.

–Ah, sí, la palabra de un caballero que es caballero sólo cuando le conviene.

–Estoy comprometido por mi palabra.

–Entonces cumplid con vuestra palabra, lord Guixian.

Empezó a alejarse pero Kyuhyun le aferró del brazo, sus dedos apretaron con fuerza.

–No lo hagas, Sungmin –le previno sombrío–. Después lo lamentarás.

–Ya lo lamento... –La voz era sólo un murmullo. Y él se conmovió.

–Pero... ¿por qué?

–Porque... debo hacerlo –contestó. Kyuhyun le soltó el brazo y se apartó, su cara parecía una máscara diabólica.

–¡Que el diablo te lleve entonces! Pero juro que no seré tu marido. Si persistes en esta farsa, lo que tendrás es un matrimonio de comedia. Deseo que seas feliz.

–No puedes hablar en serio, Kyuhyun... –Había lágrimas en sus ojos.

–Os doy mi palabra, señor. Y un último aviso: no vayáis a la iglesia.


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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...