Entre el Miedo y el Amor- Capítulo 10



–Tío Shindong...

Sungmin se precipitó en los brazos que le tendía su tío, extasiado al verlo. Kim Shindong, tercer marques de Suju, era un hombre alto, como todos los otros tíos.

–Te he echado de menos, hijito. SM no es lo mismo cuando tú no estás.

-Lo dices cada vez que vienes –dijo Sungmin, sonriéndole con cariño–. Lo cierto es que quería ir a casa por un tiempo antes de que pasara todo esto. Y todavía quiero ir –miró alrededor de la sala y vio al tío Zhoumi y al tío Siwon.

–¿Y dejarías a tu novio abandonado en Londres?

–No creo que eso le moleste –contestó suavemente.

Siwon estaba sentado. Zhoumi, como de costumbre, estaba de pie ante la chimenea. Era más que probable que hubiera habido una discusión doméstica antes de su llegada. Debía ser acerca de lo que sospechaba. Y nadie le había dicho siquiera que el tío Shindong estaba allí.


–Temía no poder hablar contigo antes de tener que irme –empezó diciendo Shindong – Me alegro de que hayas bajado temprano. No me gusta que el asunto se haya arreglado antes de mi llegada. Mis hermanos han cargado con una responsabilidad muy grande.

–Ya sabes que no teníamos elección, Shindong –dijo Zhoumi, a la defensiva.

–No habría habido diferencia si hubierais esperado unos días –replicó Shindong.

–¿Quieres decir que vas a retirar tu consentimiento cuando ya se ha decidido el compromiso? –exclamó Sungmin.

Siwon rió.

–Cuidado Shindong. Min ha entregado su corazón a ese sinvergüenza y no puedes hacer nada para cambiar eso.

–¿Eso es cierto, Min?

Era verdad, no cabía duda... pero ahora ya no estaba tan seguro, no lo estaba desde ayer. Sabía que Kyuhyun aún lo deseaba. Aquello era evidente. Y él también le deseaba. ¿Por qué pretender lo contrario? ¿Pero casarse...?

–Es verdad que ese hombre me gusta mucho, tío Shindong, pero... tengo la sensación de que realmente no desea casarse conmigo.

Bueno, estaba dicho. ¿Por qué se sentía tan desolado después de decirlo?

–Me han dicho que se negaba tercamente, aunque cedió al fin –dijo Shindong suavemente–. Pero eso es natural. A ningún joven le agrada que le obliguen a hacer las cosas.

Los ojos de Sungmin se llenaron de esperanza. ¿Sería ese el único motivo?

–Olvidaba –dijo Sungmin – que tú le conoces mejor que cualquiera de nosotros.

–Sí, y el muchacho siempre me ha gustado. Hay en él mucho más de lo que se digna a mostrar al mundo.

–Por favor, hermano –dijo Siwon sardónico.

–Será un buen marido para Min, Siwon, pienses lo que pienses.

–¿De verdad lo crees, tío Shindong? –preguntó Sungmin, y la esperanza volvió a surgir en él.

–En verdad lo creo –dijo él firmemente.

–¿Entonces apruebas mi matrimonio con él?

–Hubiera preferido que te casaras en circunstancias normales, pero, ya que nos ha caído encima esta infortunada situación, debe decir que no lamento que el hombre sea Cho Kyuhyun, no lo lamento.

Sungmin sonrió dichoso, pero, antes de poder decir más, los primos empegaron a entrar. Todos iban con él a la reunión de los Heo, Taemin con él y Kyuhyun, los otros con Yesung en su elegante coche de cuatro asientos.

En medio del alegre parloteo, Kyuhyun llegó, y se detuvo en la puerta sin ser visto. El pánico se apoderó de él al ver a aquella numerosa familia. ¿Tenía que vincularse con esta abrumadora parentela? Que Dios le ayudara.

Sungmin fue el primero en acercarse. Kyuhyun le sonrió, decidido a controlar sus emociones esta vez. Estaba deslumbrante, a pesar de que vestía un poco alejado de la moda, vestía una chaqueta de cuello alto color crema con pantalones a juego. Kyuhyun lo miró divertido. Quizás esta era la hábil manera que tenía Sungmin de ocultar la marca que le había dejado.

Quedó preguntándose si sería así.

–Kyuhyun... –dijo Sungmin intrigado por lo que él podía estar pensando.

–¿De manera que has decidido dejar de lado el enfado? –dijo él suavemente–. Temí que no quisieras dirigirme la palabra.

–¿Vamos a discutir de nuevo? –parecía molesto.

–Ni se te ocurra, amor.

Sungmin se ruborizó. ¿Por qué persistía en llamarlo «amor»? No era correcto, y él sabía que no lo era. Pero Kyuhyun era así.

El marqués saludó cordialmente a Kyuhyun, sin mencionar la loca hazaña que era el origen de este compromiso. El viaje hasta la casa de campo de los Heo, a unos pocos kilómetros de Londres, también transcurrió sin tropiezos, y el joven Taemin llenaba cada hueco en la conversación con su excitada charla.

Faltaba ver las reacciones que iba a provocar la pareja de prometidos en casa de los Heo, porque la noticia del compromiso de Kyuhyun y Sungmin estaba sobrepasando en la chismografía, al tema de su poco correcto primer encuentro. El había descubierto esto la noche anterior, en una comida.

La reunión de los Heo no era una reunión para mucha gente, habría unas cien personas en la gran casa de campo, de manera que quedaban muchos lugares libres por donde se podía vagar. Los invitados probaban los manjares colocados sobre largas mesas, bailaban en el salón preparado con este propósito, o charlaban en grupitos. Algunos gazmoños lanzaron miradas furiosas al ver juntos a Kyuhyun y a Sungmin, pero la mayoría se limitó a audaces comentarios acerca del primer y poco ortodoxo encuentro de los jóvenes.

Siempre se había pensado que iban a casarse. Él sólo se había estado divirtiendo con Jinhee, mientras esperaba que Sungmin volviera a Londres. Se habían conocido en el continente, claro está. No, no, querida, se conocieron en SM. El y el hijo del marqués son amigos desde hace años, ¿sabéis?

–¿Has oído lo que dicen, amor? –preguntó Kyuhyun, al invitarlo a primer vals–. Dicen que estábamos prometidos desde que gateabas.

–No vuelvas a decir eso –dijo Sungmin riendo– mis otros admiradores quedarían destrozados si supieran que nunca han tenido ninguna posibilidad.

–¿Otros admiradores?

–Las docenas y docenas que han pedido mi mano. –Unas pocas copas de champagne habían sacado fuera el diablillo que había en él.

–Espero que estés exagerando, Sungmin.

–Ojalá –dijo suspirando, dichosamente inconsciente del cambio de humor de el–. En verdad era muy aburrido tener que elegir entre tantos. Ya estaba resuelto a abandonar la caza... cuando apareciste.

–Ha sido una gran suerte para mí. – Kyuhyun estaba furioso. Y no se daba cuenta de que estaba celoso. Sin decir una palabra, condujo a Sungmin a un extremo de la habitación y lo dejó bruscamente con Yesung y Taemin, saludando con una breve inclinación al partir. Dándole la espalda, se dirigió a la sala de juego, donde podía beber algo más fuerte que champagne.

Sungmin frunció el ceño, totalmente desorientado. Bromear acerca de los nuevos chismes, sonreírle con tanta ternura, encenderlo con sus ojos color café, y después enfadarse sin motivo... ¿Qué le pasaba?

Sungmin sonrió, decidido a no sentirse desdichado. Fue invitado a bailar una y otra vez, y volvió a encontrar a los jóvenes que le habían rodeado como un rebaño en la última temporada. Dos persistentes admiradores manifestaron dramáticamente que sus vidas habían terminado debido a la buena suerte del vizconde. Ambos juraron que iban a amarlo para siempre. Sungmin estaba divertido y halagado, porque ambos eran tremendamente populares. Sus atenciones compensaban la rudeza de Kyuhyun.

Pasaron dos horas antes de que el vagabundo lord Guixian decidiera volver junto a Sungmin. El no lo había visto en ese tiempo, pero Kyuhyun lo había visto a él. Una y otra vez se había acercado a la puerta de la sala de juego y lo había visto reír con un compañero de baile o rodeado de ardientes admiradores. Al verlo, había vuelto a tomar otra copa. Estaba agradablemente mareado cuando se le acercó.

–¿Quieres bailar conmigo, amor?

–¿Terminaremos este baile? –replicó Sungmin. El no contestó. Y tampoco esperó que aceptara, sino que le rodeó la cintura con el brazo y lo sacó a la pista de baile. Era otro vals y esta vez lo mantuvo muy apretado contra él.

¿Te he dicho esta noche que te deseo? –preguntó bruscamente.

Sungmin era consciente de que había algo diferente en él, pero sólo al estar cerca olió el brandy. No se preocupó. Nadie que pudiera moverse con tanta gracia por una pista de baile podía estar ebrio.

–Me gustaría que no dijeras esas cosas, Kyuhyun.

–¿Qué cosas? –interrumpió él–. Si me llamaras «querido» o «amor mío», sería mejor que Kyuhyun a secas. Y supongo que debes amarme, ya que quieres casarte conmigo. Y yo no quiero casarme contigo, pero te deseo, amor. No dudes jamás de eso.

–Kyuhyun...

–Es en lo único que puedo pensar –siguió él–. Se me ha declarado culpable, pero no se me ha permitido disfrutar de mi crimen. ¿No es justo, no te parece?

–Kyuhyun...

–«Amor mío» –corrigió él. Pero después cambió de tema–. Vamos a ver los preciosos jardines de los Heo –y antes de que Sungmin pudiera protestar, lo sacó del salón de baile y salieron de la casa.

Los jardines formaban un paisaje brillante, con praderas onduladas salpicadas de árboles, estanques artificiales, macizos de flores, y jardín bien recortado, y hasta un pabellón tan recubierto por viñas floridas, que parecía un árbol.

No se pararon a admirar estas bellezas. En un abrir y cerrar de ojos, Sungmin se encontró dentro del pabellón, rodeado por los brazos de Kyuhyun, y besado con tanta pasión, que casi perdió el conocimiento.

La luz de la luna penetraba por entre las viñas, bañándolos en su suave resplandor plateado. Asientos acolchados bordeaban las corlas paredes con telliz. El suelo era de madera, liso y pulido.

En lo profundo, Sungmin sabía que Kyuhyun no iba a contentarse con besarlo. Dependía de él detenerle. Pero una voz dentro exigía saber por qué quería detenerle.

¿Acaso no iba a ser su marido? ¿Por qué iba a negarle algo... especialmente cuando no deseaba negarle nada? ¿Y no sería posible que la actitud de él hacia el matrimonio cambiara si...? Bueno, debía ser así.

¡Cuán convenientemente trabaja la mente para lograr lo que quiere! Y cómo reacciona el cuerpo ante los sentimientos agradables, queriendo más y más. Su mente y su cuerpo conspiraban en contra de Sungmin, y pronto ya no pudo luchar. Echó los brazos al cuello de Kyuhyun, rendido.

Kyuhyun lo levantó y lo llevó a uno de los bancos, se sentó con él sobre sus rodillas.

–No te arrepentirás, amor –murmuró, y su caliente boca volvió a reclamando.

¿Arrepentirse? ¿Cómo podía arrepentirse cuando estaba tan excitado y era tan feliz?
Kyuhyun sostuvo con un brazo su espalda y, con la otra mano, recorrió lentamente el cuello, después bajó, e hizo que Sungmin contuviera el aliento cuando pasó sobre su pecho. Luego pasó al vientre, al muslo. Lo tanteaba vacilante, como si no pudiera creer que Sungmin iba a entregarse. Pero, cuando su mano empezó a recorrer el mismo camino hacia arriba, se volvió más audaz, más posesivo.

Bajo la ropa la piel de Sungmin empezó a arder. La ropa era, en cierto modo, una incomodidad. Kyuhyun también lo pensó. Primero desabrochó el primer botón de la chaqueta continuando hasta retirarla. Un momento después estaban de pie y Kyuhyun había retirado todo excepto su ropa interior. Kyuhyun contuvo el aliento al verlo en su ropa interior, que se pegaba a su piel. Sungmin le miró directamente, sin vergüenza lo que alentó las llamas que lo consumían. Sus ojos de eran negros en la oscura luz. Era la criatura más bella que él había visto.

El pequeño cardenal en la base de la garganta atrajo su mirada y sonrió.

–De manera que te he puesto mi marca. Supongo que debería pedirte perdón.

–Me lo pedirías si supieras lo difícil que me ha sido ocultarlo. No volverás a hacerlo, ¿verdad?

–No hago promesas –dijo Kyuhyun con voz ronca. Después lo miró audazmente y preguntó:

–No estás asustado, ¿verdad, amor?

–No... Al menos no lo creo.

–Entonces deja que te vea todo –insistió él suavemente. Sungmin dejó que se le volviera a acercar y le quitó el resto de la ropa, hasta, dejarlo desnudo. Sus ojos lo examinaron lentamente, ávidamente, y después lo atrajo contra él y pegó su boca a uno de sus pezones. La boca de Kyuhyun, sus dientes, sus labios, todo empezó a actuar, haciéndolo contener el aliento y gritar una y otra vez. Envolvió en sus brazos la cabeza de él. Echó la cabeza hacia atrás cuando Kyuhyun empezó a besarle el vientre. Dios mío, ya casi no podía aguantar más...

–¿No deberías...? Kyuhyun... tu ropa, Kyuhyun –logró articular finalmente.

En unos segundos él había desnudado su pecho y los ojos de Sungmin se dilataron, ante lo que ocultaban las ropas de Kyuhyun. Sabía que el pecho de él era amplio, pero ahora le parecía enorme.

Sungmin recorrió con los dedos el músculo del antebrazo. El contacto de la mano de Sungmin le abrasó, haciéndole gemir.

–El resto ahora –dijo Sungmin, porque quería verle totalmente, como Kyuhyun lo había visto a él. Se apañó y se sentó para ver cómo él se desnudaba. No se sentía en modo alguno turbado, a pesar de estar desnudo. Regodeó su mirada en él, un hombre en toda su clona.
Cuando finalmente quedó desnudo, se acercó y le toco, primero las estrechas caderas, después los largos y gruesos muslos. Kyuhyun le asió la mano, deteniéndolo.

–No, amor –su voz era ronca de pasión–. Estoy a punto de estallar, de manera que debo andar lentamente.

Entonces Sungmin vio lo que estaba a punto de estallar. Increíble. Hermoso. Extraordinario.
Lentamente Sungmin levantó sus ojos hasta los de él.

–¿Cómo puedo saber lo que te gusta si no te toco?

Él le tomó la cara con las manos.

–Después, amor. Esta vez soy yo quien quiere darte placer, pero primero tendré que lastimarte.

–Lo sé –dijo suavemente, con timidez–. El tío Henry me lo dijo.

–Pero si confías en mi, Sungmin, si te relajas y confías en mí... te prepararé. Sólo sentirás un poco de dolor y te prometo que disfrutarás de lo que viene después.

–Ya me ha gustado lo que viene antes –dijo sonriendo.

–Oh, mi dulce amor, a mí también.

Kyuhyun volvió a besarlo, acariciando el contorno de su boca con algo de dulzura acercando más sus rostros, sustituyendo al fin aquella suave caricia por un beso más profundo. Sus labios separaron los de Sungmin para sumergirse en su boca, lo besó con pasión y urgencia, no como otras veces, acariciando su cuello con las manos, mordisqueándole los labios de vez en cuando, enrojeciéndoselos más con aquella acción.

Sungmin acariciaba su ancha espalda con una mano mientras enterraba la otra entre su sedoso cabello. Le estaba gustando enredar sus dedos en los cabellos y sentir como le hacían cosquillas cuando lo besaba.

Estaba a punto de perder el control. La pasión de Sungmin le enardecía, hacía que luchara defendiendo un tiempo precioso. Le acarició el vientre, después descendió hacia los muslos separados.

Después de un rato de saborear con su boca cada parte del cuerpo de Sungmin, se dirigió hasta donde se encontraban sus labios. Kyuhyun no podía negar que ya se había vuelto adicto a ellos, lo beso al compás de su mano que lo acariciaba lentamente por lo largo de su miembro.

Sungmin gimió cuando él tocó su miembro. Y después retrocedió sorprendido cuando comenzó la dulce danza con su mano. Lentamente lo acariciaba masturbándolo suavemente, por unos instantes Kyuhyun se deleitó acariciándolo hasta que sintió como Sungmin empezaba a estremecerse por ser masturbado, gemía y su cuerpo se tensaba al sentir que su orgasmo se acercaba.

Su espalda se dobló, su pecho se apretó contra el pecho de Kyuhyun, no esperaba esa sensación tan nueva y maravillo, creía que no aguantaría. De pronto siente como Kyuhyun lleva su mano a sus nalgas trazando un camino de fuego hacia su entrada, acariciándola, Sungmin no sabia que sentía y apartó sus labios de los de él.

–Estoy... preparado, Kyuhyun...

–Todavía no, amor –dijo él con cautela.

Los delgados dedos de Kyuhyun fueron introduciéndose en su cuerpo uno a uno. Sungmin al sentir las perturbadoras y románticas caricias de su prometido sobre su parte más sensible, hacía que se volviera loco de placer, sabía que estaba perdiendo toda cordura que quedaba dentro de él.

Kyuhyun delicadamente empezó a masajear su entrada, estimulándola al instante para que permitiera el paso de su muy excitado miembro. Al término de su misión, Kyuhyun le sonrió seductoramente a su sonrojado prometido, que ya se encontraba deseoso de lo que vendría.

–Por favor, Kyuhyun –dijo sin aliento. Aquello le venció. Miró alrededor, frustrado, hacia un estrecho banco. No quería que su primera vez fuera en el suelo, pero, maldición, nunca debió haberlo traído a este lugar, no para la primera vez.

–Kyuhyun... –suplicó apasionado. Kyuhyun se acomodó penetrándolo con toda la suavidad que pudo. Le oyó contener el aliento cuando su calidez le rodeó. La presión le contuvo, pero, en la postura en la que estaban, no podía atravesarlo con suficiente rapidez como para atenuar el dolor.

Era inevitable. Él oprimió con su boca la boca de Sungmin para recibir su grito, y entonces, sin previo aviso, lo levantó y empujó con dureza. Le mantuvo así hasta que las uñas de Sungmin dejaron de apretar sus hombros y Sungmin volvió a respirar con placer, relajándose contra él.

Este al instante entendió el mensaje de su amado y con suavidad, como si se tratara de la cosa más frágil del mundo, comenzó a embestirlo lentamente, sintiendo como los finos brazos de Sungmin se aferraban a su espalda y abría un poco más sus piernas para que pudiera pasar fácilmente por su entrada.

Los besos no se hicieron esperar, el tener Sungmin de esa manera, comenzó a besar a su prometido por todo su rostro, frente y mejillas, mientras aumentaba la intensidad de sus penetraciones.

–Kyuhyun...

Su nombre nunca había sido pronunciado con más dulzura. Sonrió con alivio y le contestó sin palabras, tomándolo de las nalgas para levantarlo, y después lo hizo deslizar lentamente en él. Sungmin rápidamente aceleró el ritmo, aferrado con fuerza a Kyuhyun.

Al poco rato, los dos estaban perdidos en un laberinto de entradas y salidas, de gemidos y jadeos. El placer adueño de sus cuerpos como si estuvieran bajo un hechizo, dejándose llevar el uno por el otro. Kyuhyun entraba y salía por completo, cada vez con más fuerza y entonces encontró el punto mágico de Sungmin, que no podía creer que pudiera experimentar tanto placer como el que Kyuhyun le estaba mostrando ahora, al golpearlo una oleada de placer aún más intenso que el anterior. Sintió como le recorría el cuerpo provocando que echara la cabeza hacia atrás y abriera los ojos como platos.

Kyuhyun se sonrió pues sabía que por fin Sungmin había descubierto los placeres carnales que hasta ahora eran desconocidos para él. Continúo golpeando ese punto sin cesar, con más fuerza cada vez. Sungmin gemía cada vez más alto, sintiendo como se estremecía entre los brazos de su prometido, esos brazos que le aferraban por la cintura, como si pudiera escapársele de un momento a otro.

Sungmin estaba experimentando un inmenso placer, quizás esto era lo más que sentiría, pero se equivocó. Cuando Kyuhyun alargó su mano y comenzó a masturbarlo a la vez que le embestía. Sungmin ya no sabía qué hacer, tanto placer le había hecho perder el control de sus acciones, respiraba con dificultad y sin darse cuenta se encontró balanceándose entre la mano de Kyuhyun y su miembro, que lo llenaba por entero.

Sin duda ambos estaban perdiendo la cordura. Kyuhyun no se reconocía, su corazón no daba abasto para bombear su sangre de lo rápido que respiraba. Y el escuchar como de los labios de Sungmin salía su nombre mezclado con sus gemidos y pequeños gemidos le volvían loco y le impulsaban a seguir cada vez más rápido, aceleró sus movimientos, y en una última embestida… Mil fuegos se habían encendido en él, uniéndose en una sola llama que pronto no podría ser contenida. Y le recorrió totalmente, ahogándolo en el más dulce de los fuegos.

Podía sentir como las paredes de Sungmin le envolvían con espasmos intermitentes, Kyuhyun entró en él una vez más, alcanzando el tan ansiado clímax a la vez. Kyuhyun corriéndose dentro de Sungmin llenándolo con su semilla, sintiendo como el placer se apoderaba de todas sus células, y Sungmin terminando en la mano de su prometido, lo que hizo que su corazón se saltara un latido.

Kyuhyun no recordaba haber quedado nunca tan saciado, ni haber sentido una ternura semejante después de hacer el amor. Quería abrazar para siempre a Sungmin, no soltarlo nunca más.

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...