Volver a Ti- Capítulo 8



–No digas eso.

–Lo digo porque es verdad, aunque admito que no he sabido demostrártelo. Soy desconsiderado y torpe, pero te quiero. Te amo tanto que no sé vivir sin ti. Soy demasiado egoísta para dejarte marchar.

Heechul, desconcertado, tuvo que apoyar las manos en su pecho para mantener el equilibrio.

–Te apañarás perfectamente. Siempre lo haces.

–No es verdad. Estos últimos dos años he ocupado cada hora de trabajo para intentar olvidar que no estabas.

–Cuando estaba, solo me veías por la noche.

–Vuelve conmigo y eso cambiará –afirmó él–. Yo cambiaré.

–No puedes cambiar, Siwon. Estarás hablando conmigo, sonará el teléfono y pasaré al final de tu lista de prioridades.

–Nunca más –aseguró él–. Eres el primero de la lista y seguirás siéndolo. He aprendido la lección.

–Eres incapaz de cambiar.

–Permíteme demostrar que te equivocas.

Nunca había habido un silencio igual en la terminal de salidas. Se había extendido el rumor sobre el dramático encuentro en el mostrador de embarque hacia Londres, y casi todos los pasajeros escuchaban embobados, agradeciendo la distracción. Esperaban la respuesta de Heechul.

–La gente no cambia de la noche a la mañana. Eres muy competitivo, estás programado para triunfar en todo, Siwon. Solo estás aquí luchando por mí porque me has perdido.

–No puedo perderte –palideció del todo–. Me comporté fatal, eso es verdad, pero dame la oportunidad de compensarte por ello.

–Puedes compensarme dejándome subir a ese avión –desesperado, pensó que tenía que huir antes de que le convenciera con su labia–. Gracias por la disculpa. Si realmente lo sientes, lo mejor que puedes hacer es irte y dejar que siga con mi vida.

Lo malo era que él no estaba haciendo uso de su labia. Tartamudeaba como un adolescente en su primera cita y eso le estaba afectando más que cualquier grado de sofisticación.

–Te he traído un regalo –él sacó una caja plana y rectangular, forrada de terciopelo, del bolsillo.

Heechul se relajó al verla. Un collar de diamantes. Eso al menos era predecible. Tenía uno por cada discusión que habían tenido en su vida.

–Adiós, Siwon.

–¡No! –abrió la caja y Heechul se quedó mudo al ver que dentro había una vieja llave oxidada.

–¿Qué diablos es eso?

–Algo que te compré hace dos años –se oyó el anuncio de un vuelo y su expresión pasó de desesperada a tozuda–. Me gustaría que vieras lo que abre antes de decidir que no tenemos futuro.

No era un anillo de diamantes.

Heechul agarró la llave. Era grande y pesada. Parecía la llave de una verja, pero no tenía ni idea de qué verja ni de adónde llevaba.

–Dices que pensaba en el trabajo todo el tiempo, y nunca en ti, pero si vienes conmigo te demostraré que no era cierto. Entiendo que no puedas volver a confiar en mí, así de repente, pero ¿podrías quedarte en Jeju unas semanas para que te enseñe algo?

A pesar de sus reservas, la llave le fascinaba y eso debilitó su resolución. Cansado de la audiencia y de interpretar el papel principal en un drama que no había escrito, Heechul lo miró.

–No prometo quedarme semanas. Pero me quedaré el tiempo suficiente para que me enseñes qué abre esta llave. Entonces decidiré. -Sus palabras fueron recibidas por murmullos de aprobación de la gente. Heechul se sintió atrapado– No te hagas ideas. No es para siempre. Es…

–Para salir de este infierno –farfulló él por lo bajo, con una sonrisa de agradecimiento.

Agarró su maleta y la fascinada multitud se separó para abrirles paso. Mientras iban hacia la puerta, empezaron a oírse aplausos a su espalda.

–¿Te aplauden a ti o a mí? –preguntó Siwon, poniendo los ojos en blanco.

–Probablemente aplauden tus pectorales. Llevas exhibiéndolos diez minutos.

Siwon bajó la vista hacia la camisa abierta, pero abotonarla habría implicado soltar la mano de Heechul o la maleta y no quería hacer ni una cosa ni la otra.

–¿Qué ha pasado ahí? –preguntó Heechul atónito, al ver el deportivo ante el edificio, aparcado en un ángulo de lo más extraño.

–Puede que me fallara la concentración.

–Eso parece –lo observó meter la maleta en el maletero. La llave le pesaba en la mano–. ¿Vamos a volver a la villa?

Temía haber tomado la decisión equivocada. ¿Cómo podía cambiar su relación una llave oxidada? ¿Habría sido mejor subir a ese avión?

–Si volvemos a la villa, mi bienintencionada familia se echará sobre nosotros. El resto de nuestra conversación tendrá lugar sin audiencia.

–¿Adónde vamos?

–Es una sorpresa.

–No me gustan las sorpresas –Heechul subió al coche–. ¿No crees que sería mejor ir antes a casa y cambiarte? ¿Hacer algo de equipaje?

–No.

–Llevas medio esmoquin. Estás ridículo –pero lo cierto era que estaba increíblemente sexy. Incluso medio vestido había captado la atención de todos en el aeropuerto. Era injusto.

–¿Te importa lo que lleve puesto? –preguntó él, arrancando el coche y mirándolo a los ojos.

Incluso allí, rodeados de coches, la química entre ellos era innegable. Heechul sintió la electricidad del ambiente. Miró su pecho y luego sus ojos.

–No creas que el sexo va a librarte de esta.

–No lo creo –no sonrió ni flirteó. Durante un momento, Heechul pensó que iba a decir algo, pero entonces sonó el teléfono. En el peor momento.

Tenso como la cuerda de un violín, esperó a que él contestara. Él llevó la mano al bolsillo automáticamente, pero luego se detuvo.

–Contesta –Heechul suspiró–. Tu imperio podría estar desmoronándose.

–Que se desmorone –en vez de poner la mano sobre el volante, la cerró sobre la de él– Sé que no me crees capaz de hacer esto, pero puedo. Quiero hacerlo. Voy a demostrarte que
nuestro matrimonio me importa más que nada.

En vez de tranquilizarlo, sus palabras incrementaron su tensión. Sabía que aunque consiguieran dejar el pasado atrás, un futuro era imposible. No era el mismo. Todo había cambiado.

Todo menos la peligrosa química que siseaba entre ellos como una corriente eléctrica.

Había salido de la villa absolutamente seguro de lo que quería hacer. Y había seguido estándolo cuando él llegó al aeropuerto. Cuando le dio la caja había pensado: "Una vez más, va a intentar sobornarme con un regalo caro". Pero la vieja llave oxidada le había picado la curiosidad. Era algo diferente.

Siwon parecía un hombre diferente, y mucho más peligroso porque no sabía cómo manejarlo. Al de antes sí: si atacaba, y él devolvía el ataque; si era arrogante y controlador, se enfrentaba a él. Pero el nuevo Siwon, humilde, penitente y arrepentido, era alguien desconocido para Heechul.

Confuso, desvió la mirada. Era muy injusto que la sombra de barba y el leve desaliño le dieran un aspecto aún más espectacular.

–No asumas que mi presencia en este coche implica que te he perdonado.

–No espero que me perdones tan fácilmente.

–Dime qué abre la llave.

–Si te lo digo, no tendrás una razón para acompañarme –esbozó una leve sonrisa–. Cuento con que tu curiosidad me dé la oportunidad de demostrar cuánto te quiero.

Decía "te quiero2 con naturalidad. Siempre lo había hecho. Heechul había tenido que esforzarse durante meses para poder decirle que le quería.

Siwon no tenía esas barreras de expresión, pero él no había visto ese amor en sus acciones.

–Me prometí que no haría esto. Me prometí que daría igual lo que dijeras o hicieras, en ningún caso iba a cambiar de opinión –dijo Heechu, mirando la llave que tenía sobre el regazo.

Había querido protegerse del dolor y, sin embargo, allí estaba: en su coche y en su vida, rodeado de cuero caro y olor a lujo, exponiéndose al peligro de la incendiaria química que tanto se había esforzado por olvidar.

Habría ayudado que le soltara la mano, pero él seguía agarrando sus dedos, consciente del efecto que el contacto tenía en él y explotando su ventaja con toda desvergüenza.

–Dame una razón para hacer esto.

–Me merezco otra oportunidad –dijo él–. Lo que tenemos es especial y hay que luchar por ello.

Heechul se preguntó si lo era en realidad.

Por fin él le soltó la mano para ponerla en el volante e intentar sortear el tráfico de la ajetreada carretera del aeropuerto.

Fuera o no buena idea, ya era tarde para cambiar de opinión. Él, viendo un hueco en el tráfico, pisó el acelerador y dejó atrás el aeropuerto.


Siwon condujo rápido, sorteando el tráfico hasta que la carretera se despejó. Entonces pisó el acelerador a fondo. Heechul sonrió al sentir el estallido de velocidad y fuerza, porque le gustaba la sensación tanto como a él.

O tal vez fuera porque la capota estaba bajada y el sol caía sobre ellos, haciendo que hasta lo imposible pareciera posible.

Todo seguía allí, por supuesto, las dudas, la preocupación y esa otra emoción de la que él no sabía nada. Pero con la brisa agitando su cabello y el sol en la cara, podía olvidarlo todo un momento.

No lo habría admitido ni en un millón de años, pero adoraba verlo conducir. Adoraba la confianza con la que manejaba el coche, el sutil movimiento de sus dedos al cambiar de marcha, la tensión del poderoso músculo del muslo cuando pisaba el acelerador. Siwon hacía que conducir fuera sexy. Para él, todo lo que hacía era sexy, y esa incurable atracción había provocado su caída.

–¿Y los guardaespaldas? –Heechul miró hacia atrás por encima del hombro.

–Es posible que los haya perdido cuando salí de la villa. Tenía prisa –su sonrisa era dulce y devastadora a un tiempo–. No te preocupes. Yo puedo protegerte y, además, hay equipo de seguridad en el lugar al que vamos.

–Ah –Heechul había tenido la esperanza de ir a un lugar discreto y privado, pero controló su decepción–. ¿Adónde vamos?

–Es una sorpresa. Pero puedes confiar en que tu felicidad encabeza mi lista de prioridades.

Heechul podría haber dicho que no había sido el caso en el pasado, pero se mordió la lengua.

–¿He estado allí antes?

–No exactamente.

Resignándose al hecho de que no iba a darle pistas, recostó la cabeza y contempló el paisaje.

–¿Vas a tirarme al cráter de un volcán en activo y acabar conmigo?

–Es una idea tentadora –curvó los labios

–Siempre me ha encantado esta parte de la isla.

–Lo sé –Siwon dejó la autopista y tomó una sinuosa carretera ascendente.

–¿Seogwipo? –a Heechul le dio un bote el corazón al comprender adónde iban–. ¿Me llevas a Seogwipo?

Habían pasado allí parte de su luna de miel y él se había enamorado del lugar.
Era una atracción turística, pero con razón.

El pueblo medieval, colgado de un acantilado sobre el multicolor mar, llevaba siglos inspirando a poetas y artistas de todo tipo.

–¿Vamos al mismo hotel? –preguntó Heechul. Su sonrisa se desvaneció ante la idea.

–No. Me gustaría que confiaras en mí.

–Estoy intentándolo.

–Inténtalo con más ganas.

Heechul contuvo el aliento mientras negociaban la estrecha carretera, uno de cuyos lados caía en picado hasta el mar.

Seogwipo quedó atrás y él siguió conduciendo. Siwon intentaba contener la decepción de saber que ese no era su destino, cuando él detuvo el coche ante unas enormes verjas de hierro. Estaban rodeados de cipreses, olivos y pinos. El aroma inconfundible de naranjos y limoneros perfumaba el aire. Heechul cerró los ojos e inspiró profundamente.

–¿Tienes esa llave?

Heechul abrió los ojos, miró las verjas y después la llave que había sobre su regazo.

–¿Esta llave abre esas puertas?

–Pruébala y verás.

Heechul bajó del coche. Los vaqueros que se había puesto para volver a Londres eran demasiado calurosos para ese clima; deseó ponerse algo más fresco. Sin el movimiento del coche, el aire quemaba la piel y el suelo estaba seco y agrietado.

A pesar del óxido, la llave entró perfectamente en la cerradura. Sin embargo, antes de que la girara, las verjas empezaron a abrirse.

–Admito que he añadido algunas comodidades modernas –confesó Siwon, con una sonrisa–.
La llave es más simbólica que esencial. Sube al coche, hace demasiado calor para andar.

–¿Andar adónde? –preguntó Heechul. Pero volvió a subir al coche. Vio que sobre las verjas
había cámaras de seguridad.

Tomaron un camino irregular y polvoriento, bordeado por frondosos arboles centenarios. Heechul miró a Siwon intrigado, pero él estaba concentrado en el camino, sorteando los baches.

–Como ves, hay trabajo por hacer –Siwon siguió hasta aparcar en un patio sombreado.

–¿Es un palacio? –Heechul miró boquiabierta el magnifico edificio de color miel.

–Bienvenido. La parte este se construyó como monasterio en el siglo XII, pero un ambicioso príncipe coreano echó a los monjes y lo amplió para alojar a sus amantes –Siwon se recostó y miró el edificio con satisfacción. Una profusión de coloridas flores trepaba por las paredes de piedra–. Por sus vistas y su aislamiento, ha sido utilizado por artistas y escritores de toda Asia.

–¿De quién es ahora?

–Nuestro –tras esa sencilla respuesta, Siwon bajó del coche y saludó a los dos doberman que aparecieron corriendo de repente.

Heechul gimió al ver a los perros, y comprendió el comentario que había hecho sobre la seguridad. Saltó del coche, se arrodilló en el suelo y abrazó a los perros, riendo y llorando mientras lo lamían y saludaban con el mismo entusiasmo que él demostraba.

Al principio de casarse había odiado el nivel de seguridad que él insistía en tener, pero había estado dispuesto a aceptar a los perros. Con su humor habitual, Siwon les había llamado Poseidon y Zeus, y le habían acompañado a todas partes. Dejar a los perros era otra de las cosas que le había roto el corazón al marcharse de la isla.

–¿Por qué no me habías preguntado por ellos? –preguntó Siwon observándolos divertido.

–No me atrevía. Los echaba tanto de menos… –abrazó a Poseidon, que gemía de placer al verlo, y apretó el rostro contra su piel negra–. No habría podido soportar oír que los habías vendido o algo así.

–Nunca los habría vendido –dijo él, observándolo con una expresión extraña.

–No, supongo que no –acarició a Zeus, que ladraba con alegría–. Son demasiado valiosos.

–Esa no es la razón –con mirada enigmática, señaló la puerta–. ¿Te interesa ver tu casa?

–¿Casa?, ¿Ahora vives aquí? –Heechul se puso en pie lentamente. El asunto era muy significativo. Seogwipo era su sitio. Era donde habían compartido el primer beso. Donde él le había dicho por primera vez que le amaba.

Las mejores partes de su relación habían tenido lugar en ese exquisito rincón de la isla. Habían paseado de la mano por las calles, cenado tranquilamente en alguna de las plazas. Pero no habían estado en ningún sitio tan perfecto, privado y exclusivo como ese palacio. Tan romántico.

–¿Cuándo lo compraste?

–Lo compré cuando estábamos casados, pero necesitaba mucho trabajo. Iba a ser una sorpresa.

–¿Cuando estábamos casados? –a Heechul le dio un vuelco el corazón.

–Era un regalo para ti. Desde que vi cuánto te gustaba esto, busqué una propiedad. Tardé dieciocho meses en persuadir a los dueños para que vendieran. Otros seis meses en hacer las reformas necesarias –inspiró con fuerza–. Y entonces te fuiste –la emoción de su voz hizo que a Heechul se le cerrara la garganta.

Cuando Siwon le ofreció la mano, titubeó. Aceptarlo voluntariamente le parecía un gran paso y no estaba seguro de querer darlo. Tras un instante de indecisión puso la mano en la de él, y le oyó soltar el aire lentamente.

Siwon apretó su mano y lo condujo a una terraza con vistas al mar.

–¿Qué te parece? ¿Tiene tu aprobación?

Heechul miró el palacio y se sintió abrumado por su belleza. La enorme riqueza de Siwon siempre había sido parte de él, pero a él nunca le había interesado. Siempre había creído que su riqueza no podía comprar nada que la emocionara.
Hasta ese momento.

Se dio la vuelta y descubrió que la terraza ofrecía una panorámica de ciento ochenta grados, a unos metros de sus pies, una serie de piscinas cortaban la ladera, cayendo una sobre la otra; el rumor del agua era tranquilizador.

–Creo que tienes delirios de grandeza –dijo.

Siwon riendo, lo rodeó con los brazos en un gesto posesivo, sin darle oportunidad a rechazarlo.

–Las piscinas son una maravilla, ¿no crees? Siempre te encantó nadar, así que pedí al arquitecto que aprovechara el desnivel para crear algo especial. Me pareció buena idea, pero admito que el resultado superó mis expectativas.

–¿Nos imaginaste viviendo aquí?

–Sí, durante un tiempo al menos.

Era especial. En todos los sentidos. Pero lo más especial era que lo había hecho por él.
Y eso mientras ambos trabajaban innumerables horas al día. Heechul lo había acusado de ser un adicto al trabajo, y acababa de descubrir que había dedicado al menos parte del día a arreglar un edificio que había elegido con él en mente.

Un sitio de ellos dos.

La impresión que tenía de él se transformó. Confuso y odiando la sensación, se apartó de él.

–¿Que está pasando por esa cabecita tuya? Dime qué piensas –dijo él, tras soltar un suspiro.

Heechul pensaba que esa casa, en el lugar que él más amaba del mundo, era un gesto enorme, y muy significativo. Era una casa para la familia que Siwon se imaginaba teniendo. Formaba parte de su plan maestro. Al mirar los olivares se imaginó a dos pequeñas versiones de Siwon jugando a la sombra y chapoteando en las piscinas.

Tal vez sí lo había amado a su manera. Viendo lo que había creado allí, casi podía creerlo. Y eso agudizaba su dolorosa sensación de pérdida.

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...