Volver a Ti- Capítulo 7



–Empezó con un dolor en la parte baja del vientre –dejó caer la maleta al suelo y siguió hablando con voz firme–. Pensé: "Esto no está bien". Te llamé, pero tu secretaria me dijo que no se te podía molestar.

Siwon tensó la mandíbula, como un boxeador antes de recibir un golpe. Eso no era lo que quería oír.

–Heechul…

–No te culpo por eso –lo interrumpió. Ya que había decidido hablar, hablaría–. Que el primer mensaje no te llegara fue culpa de ella. Y mía por no insistir en mi necesidad de hablar contigo. Llamé al médico y me dijo que tomara calmantes, volviera a la cama y descansara un rato. Lo hice y el dolor empeoró. No conocía a nadie en Jeju. Tu madre estaba con tu hermano en Seul, Zhoumi estaba contigo en el Caribe. Estaba solo. Y asustado –el énfasis que dio a esa palabra afectó profundamente a Siwon–. Volví a llamarte. Esa vez insistí en hablar contigo y te pasó la llamada… –se le aceleró el corazón; volvía a estar en esa habitación, sintiendo dolor y pánico–. Me preguntaste si sangraba y cuando dije que no, hablaste con el médico y decidisteis que era un neurótico.

–Eso no es verdad. En ningún momento te acusé de neurosis –se defendió él. Heechul ni lo oyó.

–Siempre te quejabas de que me costaba decirte lo que sentía. "Confía en mí", me dijiste, con esa voz seductora que utilizas siempre que quieres salirte con la tuya. Así que lo hice. Ese día puse toda mi confianza en ti. Te dije que creía que algo iba muy mal y que no me fiaba del médico. Te dije que tenía miedo. La primera y única vez que he admitido miedo ante nadie. Y tu respondiste desechando mi opinión y dando validez a la del médico. Volviste a tu reunión. Con el teléfono apagado.

Heechul vio el momento exacto en el que Siwon tomó conciencia del impacto de esa decisión. Su respiración se ralentizó y palideció un poco.

–Era un momento bastante malo…

–También era un momento bastante malo para mí –esa vez no iba a dejarle librarse–. Cuando dijiste: "Ahora tengo que irme, pero te llamaré después. No te preocupes, estarás bien", ¿cómo creías que iba a sentirme?

–Intentaba tranquilizarte.

–No, intentabas tranquilizarte tú. Necesitabas convencerte de que estaría bien, como justificación para no volver inmediatamente. Preferiste pensar que yo exageraba. No te planteaste una sola vez que nunca te había pedido nada. No pensaste en mí en absoluto, así que no me hables de amor. Incluso si no hubiera perdido al bebé, el que te pidiera ayuda cuando nunca te había llamado al trabajo, debería haber sido suficiente –barbotaba las palabras y los sentimientos sin control–. Dices que destrocé nuestro matrimonio al marcharme, pero fue tu vacía e inútil palmadita verbal la que hizo eso. Era la primera vez en mi vida que pedía ayuda a otra persona. Y me ignoraste. Y porque sentía pánico, porque no podía creer que hubieras hecho eso, llamé una vez más y habías apagado el teléfono.

–No me dijiste que te sentías así –Siwon tenía la sensación de haber recibido una ráfaga de metralla en el cerebro.

–Te lo estoy diciendo ahora. ¿Y sabes qué es lo peor? –le había costado abrirse, pero ya no podía parar– Como me había permitido depender de ti, durante un horrible minuto pensé que no podría apañarme sin tu ayuda. Tuve que recordarme que antes de que tú llegaras e insistieras en ser el macho protector, me apañaba de maravilla yo solito. Después de eso, me calmé y fui al hospital.

–¿Al hospital? –Siwon frunció el ceño–. ¿Por qué?

–Porque ni mi médico ni mi esposo creían que algo iba mal. Por suerte, yo no pensaba igual – vio que los anchos hombros de Siwon se tensaban. Allí de pie, desnudo, tendría que haber parecido vulnerable, pero él no sabía lo que era eso.

–No tenía ni idea de que fuiste al hospital. Tendrías que habérmelo dicho.

–¿Cuándo? ¿Cuándo se supone que iba a decírtelo? Intenté hacerlo, pero habías apagado el teléfono para evitar la inconveniencia de hablar con tu neurótico esposo. Para cuando me hiciste un hueco en tu apretada agenda, ya me había hecho cargo del tema. No tenía sentido decírtelo.

–Ahora estás siendo infantil.

–Te pedí ayuda y no me la diste. Te dije que tenía miedo y no viniste. ¿En serio creías que iba a seguir suplicándote atención? Hice lo que siempre he hecho. Solucioné el problema. Eso no es infantil, Siwon. Es un comportamiento adulto.

–Los adultos no huyen de una situación difícil –tensó el mentón–. Incluso en esas circunstancias, no había excusa para enfurruñarse.

–¿Enfurruñarse? –la voz le temblaba tanto que apenas podía hablar. Inspiró profundamente para serenarse–. Dios, no tienes ni idea. No sé por qué malgasto el aliento en esta conversación. Dices que no hablo, pero el problema es que tú no escuchas. Digo: "Tengo problemas", y tu oyes: "Está neurótico; todo irá bien". Si eso es amor, ni lo quiero ni lo necesito –Heechul sacó su teléfono, marcó un número y pidió un taxi en coreano, asombrado por el deseo que sentía de lanzarse sobre él y herirlo físicamente.

–No vas a salir de esta habitación hasta que acabemos de hablar –afirmó él con frustración.

–Espera y verás.

–¡Basta! ¡Vale ya! –pálido como una estatua de mármol, le cortó el paso–. Entiendo que perder un bebé es una experiencia devastadora. A mí también me dolió mucho, pero no se puede perder la perspectiva. Estas cosas pasan. Mi madre perdió dos bebés y los tres siguientes embarazos llegaron a término. El problema es nuestro matrimonio. Si conseguimos solucionar eso, tendremos más hijos.

Heechul se quedó inmóvil, helado. No entendía que alguien tan expresivo pudiera ser tan insensible hacia los sentimientos de los demás.

–No tendremos más hijos, Siwon.

–Te dejé embarazado la primera vez que hicimos el amor sin protección. Podrías estar embarazado ahora mismo. Probablemente lo estés.

Esa inamovible confianza en su virilidad, multiplicó la tensión de Heechul por diez.

–No estoy embarazado. Eso no es posible.

–Un aborto no…

–No tuve un aborto.

–Pero… –arrugó la frente, desconcertado.

–Era un embarazo ectópico* –tuvo que hacer una pausa para tomar aire y recuperar el aliento. Se puso la mano en el abdomen, esa parte de su cuerpo cuyo mal funcionamiento había tenido consecuencias devastadoras–. Si no hubiera seguido mi instinto e ido al hospital, es muy probable que hubiera muerto cuando se rasgara la bolsa que contenía el feto. El caso es que me operaron a los quince minutos de llegar y me salvaron la vida. Les debo eso.

Siguió un silencio demoledor.

Nunca había visto a Siwon sin palabras. Nunca lo había visto inseguro y tembloroso.
Pero lo estaba viendo en ese momento.

Su arrogancia había desaparecido. Incluso tuvo que cambiar de posición, como si sus cimientos se tambalearan y necesitara equilibrarse.

Heechul, decidiendo que lo justo era darle el derecho de la réplica, esperó.

Y esperó.

Él estaba pálido y apretaba los puños contra los muslos. Parecía devastado por su revelación.

–Debiste decírmelo –la ronca protesta rompió el silencio–. Hiciste mal ocultándome algo así.

Ese comentario dio al traste con cualquier atisbo de compasión que Heechul pudiera sentir. Por lo visto, la culpa seguía siendo de él.

–Si hubieras estado allí, no habría tenido que decírtelo –le lanzó–. Te lo habría dicho el médico. Y también que ya no puedo tener hijos. Mi organismo no quedó en condiciones para cumplir esa función; tendrás que encontrar a otro con quien demostrar tu fantástica virilidad.

Con los ojos ardiendo y la garganta seca, agarró la maleta y fue hacia la puerta, seguro de que el taxi estaría esperando. En los hoteles Choi primaban la eficacia y la atención a los huéspedes. Era una pena que esa misma atención no se hubiera prodigado en su matrimonio.

–No me sigas, Siwon. No tengo nada más que decirte.

La puerta se cerró de golpe.

Siwon hizo un gesto de dolor cuando el ruido reverberó en su cráneo.

Miró el espacio vacío que momentos antes habían ocupado Heechul y su maleta. Un Heechul furioso y llameante. Incluso cuando oyó el sonido de un motor alejándose, siguió quieto. Su cerebro y su cuerpo parecían haberse desconectado.

Embarazo ectópico.

Había estado a punto de morir.

Cuando su cerebro asimiló la cruda y terrible verdad, fue al baño y vomitó con violencia.

Un caleidoscopio de imágenes inundaba su mente. Heechul aferrando el auricular, confesando que tenía un mal presentimiento. Él, apagando el teléfono antes de entrar a la reunión. Y la peor: un grupo de cirujanos luchando por salvar la vida a la persona a la que amaba.

Una vida que él no había creído en peligro.

Un amor en el que Heechul no creía.

Para intentar despejarse, Siwon se metió bajo la ducha y dio la máxima presión al agua fría. Minutos después tiritaba, pero su cerebro seguía sin funcionar. No podía dejar de imaginarlo en una habitación de hospital, solo y sintiéndose rechazado.

La acusación de que le había obligado a confiar en él no dejaba de resonar en su mente. Recordaba con claridad la llamada telefónica, incluido el momento en que había otorgado su confianza al médico y quitado importancia a su ansiedad.

Siwon cerró la ducha, se enrolló una toalla a las caderas y fue al dormitorio, intentando recordar dónde había dejado su teléfono móvil. Miró su traje, tirado por el suelo.

"Había estado a punto de morir".

Levantó el pantalón del suelo y buscó en los bolsillos. El teléfono no estaba.

"¿Por qué no le habían llamado del hospital cuando ingresó?".

Distraído, levantó la chaqueta y el teléfono cayó al suelo con un golpe sonoro. -Roto-, pensó. Igual que todo lo que le rodeaba. Por su descuido.

Intentando no comparar la grieta de la pantalla con el estado de su matrimonio, Siwon marcó el número del hospital. El teléfono funcionaba.

Su reputación hizo que lo pusieran en contacto con la persona indicada un momento después. Tembloroso, se sentó en el sofá.

Cuando el médico se negó a darle información del historial de Heechul sin el permiso de él, Siwon insistió, pero ser su esposo no le daba ningún derecho, y el hombre antepuso la confidencialidad del paciente.

Descompuesto, Siwon se puso la ropa que había llevado la noche anterior y metió el teléfono rajado en el bolsillo del pantalón. El médico no habría podido decirle nada que cambiara cómo se sentía. Los detalles eran irrelevantes.

Él era quien siempre decía que era necesario moverse hacia delante. En cambio, estaba allí parado, anclado en el pasado mientras Heechul subía a un avión con la intención de alejarse de él.

Tenía que detenerlo.

Abotonándose la camisa, Siwon agarró las llaves del coche y salió de la villa corriendo. Subió al deportivo, arrancó e inició una carrera desenfrenada. Dejó a su asombrado equipo de seguridad envuelto en una nube de polvo blanco.

Parte de él sabía que se estaba comportando como un loco, pero le daba igual.
Heechul hacía que se comportara como nunca lo había hecho antes. Había sido perfectamente feliz soltero hasta que lo conoció.

Zhoumi lo había contratado para decorar su apartamento de Nueva York, y había sugerido que les asesorara respecto a las instalaciones del hotel.

Siwon había estado perdido desde el segundo en que lo vio. Había entrado en su despacho, había señalado todos los fallos de planificación del diseño del hotel.

La mayoría de la gente se sentía intimidada por su poder. Casi nadie se atrevía a retarlo, pues suponía un riesgo excesivo para su futuro.

No había sido el caso de Heechul, que confiaba plenamente en su experiencia, tras toda una vida tomando decisiones solo. Siwon pronto había descubierto que solo se fiaba de sí mismo.

Recordó lo que había dicho el día que fue a su despacho a exponerles sus consejos.

–Tú me contrataste –le recordó con voz templada, mientras tachaba cosas de la lista y añadía otras.

Cuando él había cuestionado el coste, Heechul se había reído en su cara.

–¿Quieres que el centro sea el mejor o no?

A pesar de las quejas de su hermano, había aceptado su propuesta hasta en el último detalle, admirando su amplitud de miras y su coraje.

El éxito había sido descomunal.

El Choi Spa Resort era uno de los principales hoteles de Asia. Heechul había elegido y adiestrado al personal, y había supervisado su labor las primeras semanas para asegurarse de que ofrecían lo mejor de lo mejor.

Siwon le había ofrecido una fortuna para que siguiera como director, y él la había rechazado.

–No trabajo para otra gente –había dicho.

Era la persona más independiente y autosuficiente que había conocido nunca. Lo irónico era que la misma cualidad que lo había atraído, era la que había acabado por separarlos.
Por culpa de él. Por su ceguera y su egoísmo.

Por supuesto, había habido razones para apagar el teléfono e intentar evitar distracciones. Razones para elegir quedarse en vez de volver a casa. Pero no había compartido esas razones en su día, y cualquier explicación que le diera sonaría a excusa. Y la arrogancia e insensibilidad con la que había desechado sus miedos era inexcusable.

Ningún montón de ladrillos, ningún trozo de terreno valía el precio que ambos habían pagado.

Siwon, tras violar innumerables normas de tráfico y llegar al aeropuerto en un tiempo récord, abandonó el coche en la puerta de la terminal y fue hacia la zona de Salidas.

No conocía esa parte del aeropuerto y fue como entrar en un infierno de humanidad malhumorada que competía por el poco espacio disponible.

Siwon miraba a su alrededor, intentando desesperadamente ver a Heechul entre la multitud. Parecía una tarea imposible. Cientos de turistas empujaban maletas enormes, los bebés gritaban y los niños protestaban de aburrimiento. Nadie parecía feliz.

Siwon nunca había tenido razones para ir allí y, preguntándose por qué la gente iba de vacaciones, se alegró de ello. Iba buscar a alguien que pudiera hacer un anuncio por megafonía, cuando vio un caballo castaño en el mostrador del vuelo a Londres.
Heechul.

–Prefiero un asiento de pasillo, por favor –Heechul, acalorado, entregó el billete a la mujer. No quería mirar por la ventanilla. Quería leer un libro y sacar a Jeju de su mente.

Otro habría llorado todo el camino al aeropuerto, pero Heechul estaba en "modo crisis", absorto y concentrado en salir de Jeju y volver a Londres lo antes posible. No notó la conmoción que se iniciaba a su espalda hasta que vio a un grupo de mujeres boquiabiertas en la fila contigua.

Heechul reconoció su expresión. La había visto miles de veces en el rostro de hombres y mujeres que veían a Siwon por primera vez.

Con el corazón desbocado, giró la cabeza y lo vio haciéndose paso entre montones de turistas. Su reacción inicial fue de asombro. Sabía que nunca había estado en esa zona del aeropuerto y se le veía fuera de lugar, como un caballo de pura raza en un campo lleno de burros.

El asombro se transformó en alarma cuando comprendió que la única razón de que estuviera allí era que quería impedir su marcha.

Y Heechul no quería escuchar ni una palabra suya.

–Vete –le dijo, cuando saltó por encima de unas maletas y llegó a su lado–. No tengo nada que decirte.

–Puede que tú no tengas nada que decirme, pero yo sí tengo mucho que decirte a ti.

–Mi vuelo está embarcando, no tengo tiempo de escuchar.

–Si subes a ese avión, impediré que despegue –sus ojos destellaron, oscuros y peligrosos.

–Entonces subiré a otro –replicó Heechul –. No puedes decir nada que yo quiera escuchar.

–No lo sabrás hasta que no me hayas escuchado –dijo él, sin prestar atención a la audiencia de turistas que, presintiendo un drama, se acercaban.

–Quieres defenderte. Es lo que haces siempre.

–Ni siquiera yo puedo defender lo indefendible –dijo él, tras tomar aire.

Una mujer suspiró con emoción.

–¿Por fin admites que tu comportamiento puede haber sido algo menos que perfecto?

–Mi comportamiento fue abismal.

No fueron sus palabras, aunque raras en él, lo que captó su atención. Fue su apariencia desaliñada lo que le hizo pensar que tal vez realmente hablara llevado por su conciencia, no por su ego.

Siempre había visto a Siwon inmaculado. Pero en ese momento necesitaba un afeitado y era obvio que había salido de la villa a medio vestir.

–¿No son esos los pantalones de la boda?

–Tenía prisa por venir –su rostro había perdido el color y sus ojos estaban velados por la culpabilidad–. Agarré lo primero que vi.

Heechul se preguntó si sabía que llevaba desabrochados la mitad de los botones de la camisa, ofreciendo a las turistas la visión de un pecho muy viril.

–Agradezco el gesto, pero no cambia nada. Vete a casa, Siwon. No te quiero.

A sus espaldas, una mujer farfulló: "Si él no lo quiere, me lo quedo yo", pero a Heechul no le interesaban otras opiniones sobre ese hombre.

–Dame la oportunidad de pedirte disculpas de forma adecuada –su mirada era febril, desesperada.

–¡Sí, una oportunidad! –coreó la audiencia.

–Si un hombre quiere pedir perdón, permítelo. Es insólito –le dijo una mujer–. Deja que hable.

–Se le da bien hablar –alegó Heechul. Ellas veían un hombre guapo y rico, pero Heechul no se fiaba.

–Tienes suerte. Mi esposo no sabe hilar una frase que no incluya "cerveza" y "fútbol".

–Diga lo que diga, no será verdad –dijo Heechul.

–¡Sí lo será! –interrumpió Siwon, ofreciendo una sonrisa deslumbrante a la mujer–. Gracias por su consejo. Espero que su estancia en Jeju haya sido espectacular.

–Sí que lo ha sido, muchas gracias.

–Señor, su tarjeta de embarque –la chica del mostrador ofreció a Heechul el pasaporte y la tarjeta, pero fue Siwon quien agarró los documentos.

–Aquí molestamos. Deberíamos mantener esta conversación en otro sitio.

–No estamos conversando.

–De acuerdo, lo haré aquí si te empeñas.

–¿Hacer qué?

Tras un leve titubeo, Siwon lo atrajo hacia sí y lo besó. Un beso cargado de desesperación, que tenía el propósito de disuadirlo. Heechul oyó un suspiro colectivo pero, resuelto, ignoró la llamarada de calor y se apartó de él.

–Eso no es una disculpa.

–Lo sé –su voz sonó ronca–. Pero antes tenía que captar tu atención y no conozco otra forma de hacerlo. El cerebro no me funciona.

Y había captado su atención, por supuesto.

–Mi princesa, lo siento –murmuró contra su boca, cargando las palabras de intimidad y sentimiento–. Siento lo de nuestro bebé. Siento el miedo que pasaste. Sobre todo siento no haber estado allí contigo. Tengo tanto por lo que pedirte perdón que no sé por dónde empezar.

–Es demasiado tarde –de repente, las lágrimas empezaron a quemarle los ojos.

–Te amo. Te quiero, Heechul –tomó su rostro entre las manos y capturó su mirada–. Entiendo que puedas no creerlo ahora, pero sí te quiero.

EN EL CAPÍTULO ANTERIOR

–Mi pricesa, lo siento –murmuró contra su boca, cargando las palabras de intimidad y sentimiento–. Siento lo de nuestro bebé. Siento el miedo que pasaste. Sobre todo siento no haber estado allí contigo. Tengo tanto por lo que pedirte perdón que no sé por dónde empezar.

–Es demasiado tarde –de repente, las lágrimas empezaron a quemarle los ojos.

–Te amo. Te quiero, Heechul –tomó su rostro entre las manos y capturó su mirada–. Entiendo que puedas no creerlo ahora, pero sí te quiero.

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...