-Siwon, ¿estás escuchándome?
Siwon comprendió que no había oído ni una sola palabra de lo que había dicho su abogado.
Había dejado la villa al amanecer, con el afán de aliviar su tensión corriendo antes de que el sol se volviera abrasador. Después, había nadado. Luego se había ocupado de su correo electrónico.
No había conseguido dejar de pensar en Heechul.
Quería verlo como una perra despiadada que había despreciado sus votos matrimoniales, pero seguía viéndolo pálido y vulnerable, luchando por respirar. Acostumbrado a resolver emergencias a diario, lo había asustado el pánico que lo había atenazado al verlo. Había estado a punto de exigir la presencia de todos los médicos de la isla.
"De todos menos del idiota que le había asegurado que era normal que un hombre embarazado tuviera dolores abdominales y que no perdería al bebé".
Siwon comprendió que no había oído ni una sola palabra de lo que había dicho su abogado.
Había dejado la villa al amanecer, con el afán de aliviar su tensión corriendo antes de que el sol se volviera abrasador. Después, había nadado. Luego se había ocupado de su correo electrónico.
No había conseguido dejar de pensar en Heechul.
Quería verlo como una perra despiadada que había despreciado sus votos matrimoniales, pero seguía viéndolo pálido y vulnerable, luchando por respirar. Acostumbrado a resolver emergencias a diario, lo había asustado el pánico que lo había atenazado al verlo. Había estado a punto de exigir la presencia de todos los médicos de la isla.
"De todos menos del idiota que le había asegurado que era normal que un hombre embarazado tuviera dolores abdominales y que no perdería al bebé".
Sintió ira, pero sobre todo culpabilidad. Reconocía el daño causado por dar prioridad a un tema de trabajo, en vez de al bienestar de Heechul. Haber subestimado la gravedad de la situación no lo excusaba. Ni tampoco el que el consejo de un profesional hubiera sido erróneo.
Su mente estaba llena de preguntas. Quería saber cuándo había empeorado tanto su asma. Sabía que sufría de asma desde la infancia, y también que el detonante era el estrés. A juzgar por la noche anterior, sufría un estrés monumental.
Siwon, recordando el papel que había jugado a la hora de provocar el ataque, se frotó el rostro. Había perdido el control. Aunque su relación había terminado hacía dos años, desde que la había visto en el aeropuerto no había dejado de pensar: "Es mi esposo. Mío".
Antes de conocer a Heechul se había considerado un hombre moderno, en la medida en que podía serlo un hombre coreano. En las últimas veinticuatro horas, había tenido que replantearse ese análisis; pensaba como uno de sus ancestros cavernícolas. Estaba celoso, más que celoso. Los celos lo reconcomían como un veneno.
No quería que Heechul siguiera adelante. No quería que se creara una nueva vida en la que él no fuera el personaje principal.
–Te he enviado un documento por correo electrónico –su abogado carraspeó y empujó una carpeta hacia él–. Que te negaras a firmar una separación de bienes o un acuerdo prenupcial, en teoría te deja muy expuesto.
–No me importa el dinero.
–Tienes suerte. Por lo visto a él tampoco –Yesung sacó otros documentos del maletín–. Su abogado dice que, si podemos acelerar el proceso de divorcio, está dispuesto a no pedir nada.
–¿Qué le has dicho? –el que estuviera dispuesto a renunciar a todo para librarse de él atizó su instinto básico de macho. No podía odiarlo tanto.
–Le dije que en Corea una pareja tiene que estar separada tres años y que la reunión de hoy era una formalidad. Una oportunidad de hablar en persona, dado que hace dos años que no os veis.
Hablar. ¿Cuándo habían hablado? Siwon se frotó la frente, pero eso no alivió su dolor de cabeza. Le había lanzado recriminaciones y Heechul había reaccionado de la forma habitual, levantando más barreras y muros entre ellos.
No dejaba de oír la apasionada acusación de que le había exigido abrirse y confiar en él, para abandonarlo cuando lo necesitaba. Cierto, le había fallado. Pero eso no excusaba que hubiera puesto punto final al matrimonio. No a su modo de ver.
Siwon se preguntaba por qué, habiendo millones de hombres que no dejaban de hablar de sí mismos y de sus emociones, había elegido al único que no lo hacía. Sabía que el aborto lo había devastado, pero Heechul se negaba a hablar del tema.
Tal vez el error inicial había sido de él, pero Heechul no había mostrado interés en perdonarlo o aceptar sus gestos conciliadores. Flores, diamantes… Había estado demasiado ocupado haciendo las maletas para prestar atención.
Él se había portado mal pero ¿era imperdonable?
–Heechul ha enviado un mensaje: no puede venir porque está ayudando a Hae –era obvio que Yesung intentaba mostrar tacto–, pero le haré llegar los documentos para que los firme hoy.
A Siwon no se le escapó la ironía de interrumpir una boda por un divorcio.
Le había pedido a su piloto que estuviera listo para volar a Mopko después de las celebraciones. Pero antes tenía que pasar por el trago de la boda de su hermano. Y Heechul también.
–Haz lo que haya que hacer –le dijo al abogado–. Tengo que ir actuar de maestro de ceremonias del circo que han montado.
–Cuando vi las flores y los ponis blancos, me pareció que había entrado en un cuento de hadas –Yesung sonrió–. Es típico de Hae.
–Mi hermano está obsesionado con los finales felices –dijo él. Pensó que Heechul, en cambio, no creía en ellos. Aún recodaba cómo, durante la boda, no había dejado de tocarlo para comprobar que era real. Su mano, su rostro. "Dime que esto está ocurriendo. Que no voy a despertarme de repente".
Nunca había visto a nadie tan feliz, y había sentido euforia al saber que se había ganado su confianza. Una euforia que había seguido por una caída en picado cuando todo se estropeó.
Para Heechul el final no había sido feliz. Había sido como estrellarse contra una pared.
–Te queda perfecto –Hae se echó hacia atrás y estudió a Heechul – Estás guapísimo.
–Gracias. Tú sí estás bellísimo, que es lo apropiado, siendo el novio –Heechul sonrió, ocultando su dolor–. Todo el mundo te estará mirando.
Heechul habría preferido no lucir un pálido traje de seda. No encajaban con su estado de ánimo y le recordaban demasiado a su propia boda. Un evento que se esforzaba por olvidar.
Siwon y él se habían casado en la capilla privada de la familia Choi, dejándose arrastrar por un impulsivo torbellino de felicidad.
Hae había optado por una boda en la playa, e invitado a la mitad de la población de Jeju.
A Heechul le aliviaba que fuera una boda tan absolutamente distinta de la suya. No habría momentos de nostalgia ni recuerdos incómodos. Solo tenía que pasar el trago y volver a casa.
Por suerte, Siwon había salido de la villa antes de que él se despertara, librándolos a ambos de otro incómodo encuentro. Pero temía el momento en el que volviera a verlo.
Ese beso… El hombre sabía besar, pero eso no cambiaba las cosas. Un beso no era amor.
–¿Estás listo? – le preguntó a Hae.
–Oh, sí. ¿Y tú?
–Claro. Vamos allá –Heechul sonrió. "Acabemos con esto, y me iré a casa". Volaba al día siguiente.
Solo tenía que sobrevivir a la boda, la cena y otra noche en la villa. Se concentraría en su amigo. No miraría a Siwon. Fue hacia la puerta.
–Espérame –Hae agarró su brazo–. Quiero ver la cara de Siwon cuando te vea.
–No te rindes nunca, ¿verdad?
–No cuando es algo por lo que merece la pena luchar. Sabes que aún lo quieres.
–Muévete, o llegarás tarde a tu propia boda –Heechul no seguía queriéndolo. En absoluto.
–No cambies de tema.
–¡Es tu boda! El tema eres tú. Vamos.
Heechul, cruzando la terraza cubierta de flores con Hae, agradeció el estilo de su amigo. Su propia boda había sido discreta e íntima. Un intercambio de votos entre dos amantes y los amigos y familiares más cercanos. En la de Hae, había más de doscientos invitados.
–Estás de vuelta –le dijo la madre de Siwon, cuando estuvieron cara a cara. Ni siquiera el sol de la isla podía paliar la falta de calidez de la frase. Heechul conocía bien el motivo de su desaprobación.
A Choi Chaerim, cuyo linaje documentado se remontaba a antes del siglo XV, Heechul tenía que parecerle un yerno del infierno. Un descastado que no había cumplido el requisito esencial de un buen esposo coreano: ser ciego al mal comportamiento de su esposo.
–He venido solo a la boda. Luego me iré.
El cuarteto de cuerda dio inicio a la ceremonia, librándolo de una conversación incómoda. Aliviado, se concentró en su papel de padrino. Se le hizo un nudo en la garganta cuando, antes de decir los votos, Hae tomó la mano de Hyukjae.
Heechul había hecho lo mismo en su boda. Se sentía tan increíblemente feliz que había tenido que comprobar que el momento era real, que le estaba ocurriendo a él. Siwon se había reído y, tomando su rostro entre las manos, lo había tranquilizado con un beso.
Tenía la extraña capacidad de leer su mente y derrumbar sus reservas y su cautela. Era el primer hombre al que había permitido entrar en su corazón. El único hombre.
La caída había sido mucho peor por eso mismo.
Sintió un leve mareo, pero no supo si se debía al calor del sol o a su profunda tristeza. En ese momento se dio cuenta de que Zhoumi lo miraba y notó que tenía las mejillas húmedas.
Preguntándose cuándo habían empezado a derramarse las lágrimas sin su permiso, captó el instante en el que la mirada hostil de Zhoumi se transformó en una expresión de intriga.
Heechul deseó que Siwon no hubiera visto su pérdida de control. No se atrevía a mirarlo, así que se conformó con la esperanza. Si decía algo, tendría que simular que se le había metido algo en el ojo. Arena o un insecto.
Furioso consigo mismo, miró al frente. No era lloron, nunca lo había sido. Pero tenía ganas de llorar desde que había llegado a Jeju.
El nudo que sentía en la garganta se hizo mayor cuando su amigo intercambió alianzas con el hombre al que adoraba. Heechul habría querido taparse las orejas para no escuchar. Por el rabillo del ojo veía a Siwon, poderoso e impactante con un traje oscuro bien cortado.
Se preguntó si él también estaba pasando un infierno. Si sufría tanto como él.
Heechul intentó controlar sus sentimientos. Deseó que Hae y Hyukjae se apresuraran, para poder irse. Necesitaba hacer algo vulgar y corriente para serenarse. Volvería a la villa a revisar su correo electrónico. O se quitaría ese traje y saldría a correr. Lo que fuera.
Intentó centrar la atención en los exuberantes jardines que les rodeaban. Los jazmines perfumaban el aire y una buganvilla de color rosa llenaba la terraza de color. Era un lugar precioso, ideal para una boda.
Sin poder contenerse, miró a Siwon. A través de la terraza, sus ojos se encontraron.
Siwon lo miraba como si estuviera intentando leer su mente, con los ojos negros abrasando los suyos, mientras Hae y Hyukjae decían sus votos.
"Así éramos nosotros". Los labios de él no se movieron, pero Heechul oyó sus palabras mentalmente. "Teníamos esto y tú lo destruiste".
Con el corazón desbocado, Heechul volvió a mirar a Hae. Aunque fuera él el que se había ido, era Siwon quien lo había destruido todo.
Cuando la pareja se inclinó para besarse, Heechul descubrió que tenía la piel de gallina. Sentía escalofríos y estaba pálido como una sábana. El resto de la ceremonia se convirtió en algo borroso, una especie de tortura. Vio a Hae abrazar a su esposo y oyó suspiros y felicitaciones de los invitados, sintiendo cada vez más frío.
De alguna manera consiguió sonreír, aguantar las fotos y decir lo correcto… "Enhorabuena, encantado, sí, está bellísimo, muy felices…". Siwon, por su parte, se aseguraba de que todo fuera perfecto para su hermano, controlando su propio dolor a base de fuerza de voluntad.
Heechul pensó, con tristeza, que Siwon era capaz de sentir, pero a veces se equivocaba del modo más terrible. Por ineptitud, no por crueldad.
Viendo que todos estaban pendientes de los novios, Heechul giró la cabeza. Siwon hablaba con unos invitados y se permitió mirarlo largamente, sabiendo que sería la última vez.
Admiró las espesas pestañas, la mandíbula fuerte y la tentadora curva de su boca. La añoranza le desgarraba el pecho, lo que no tenía sentido.
Heechul no quería dar marcha atrás.
En el fondo sabía que incluso, si Siwon lo hubiera puesto por encima del trabajo aquél horrible día, el resultado habría sido igual. Tal vez habrían llegado por otro camino, pero estarían donde estaban.
No funcionaban bien juntos. Una relación necesitaba más que química para ser duradera.
De repente, él volvió la cabeza y captó su mirada. Frunció el ceño, como si hubiera visto algo en su rostro que lo intrigaba.
Heechul se quedó sin aire. Observó cómo él intentaba leerlo utilizando su aguda mente para analizar los datos que tenía a su disposición.
Una de las primitas de Hae, nerviosa por la multitud, se agarró a su pierna, buscando seguridad. Siwon respondió de inmediato, alzando a la niña en brazos. La niña enterró la cabeza en su hombro y él acarició los rizos rubios con mano firme, mientras susurraba palabras tranquilizadoras.
Fue como una bofetada ver esa exhibición de protección masculina. Ese era Siwon en su salsa, rodeado de gente que dependía de él.
Era una ironía que la única vez que él se había permitido hacerlo, no hubiera respondido.
Heechul se apartó discretamente del grupo y fue hasta el otro extremo de la terraza. Si daba un rodeo, podía volver a la villa sin que lo vieran. Era su oportunidad para salir de la vida de Siwon sin complicaciones. Haría la maleta y pondría rumbo al aeropuerto. No esperaría más. Volaría a donde fuera para no pasar la noche en Jeju.
–¿Qué ocurre, Heechul ? –preguntó Zhoumi, interponiéndose en su camino.
–Necesito estar solo –no lo quería como testigo de su desconsuelo. Era humillante.
Unos dedos fuertes agarraron su barbilla y le alzaron el rostro. Frunció el ceño al ver sus ojos.
–Estás llorando. ¿Por qué ibas a llorar tú?
–He estado mirando al sol.
–¿Por qué te marchas?
–Porque fue una locura venir –le contestó–. Un divorcio y una boda no combinan bien.
–Estaba observándote. Cuando Hae dijo sus votos, parecía que alguien te estuviera arrancando la piel tiras.
–La muerte de un matrimonio siempre es triste.
–No estaba mirando a un hombre que lamentara la muerte de su matrimonio.
–Me viste dolido. Fue difícil para mí verlos intercambiar esos votos, cierto. Eso no cambia el hecho de que Siwon y yo hayamos acabado.
–¿Por qué? Es obvio que sigues enamorado de él.
–¡No estoy enamorado de él! –su pie casi resbaló en el escalón–. Es… eres… No lo estoy –no quería estarlo, se negaba a estarlo. Eso sería como haber estado a punto de ahogarse en el mar y luego decirle a alguien que amaba el agua.
–Nunca he visto a alguien esforzarse tanto por no mirar a otra persona como tú a Siwon durante la ceremonia. ¿Temías que, si lo mirabas, él vería lo que sentías? Siempre tuvisteis eso… –abrió las manos con un gesto expresivo– esa capacidad de leeros la mente. Sabíais lo que estaba pensando el otro. Él solía bromear conmigo por eso, me decía que un día encontraría a alguien con quien se conectaría como él contigo.
Heechul se sentía como si estuviera a punto de desmayarse. Quería que Zhoumi lo dejara en paz.
–Ocúpate de tu vida sentimental, Zhoumi, yo me ocuparé de la mía –intentó pasar, pero él lo agarró.
–Lo que hiciste casi destrozó a mi hermano. Le vi arrastrarse día tras día. Perderte fue como perder el oxígeno. Sin ti no podía respirar.
–Zhoumi… –Heechul tampoco podía respirar. Empezaban a arderle los pulmones.
–Lo más gracioso es que no creía en el amor hasta que os vi a los dos juntos.
Heechul se agachó, pasó por debajo de su brazo y echó a correr.
Suponía que podría disponer de pocos minutos. Minutos para hacer la maleta y marcharse de la villa antes de que él fuera a buscarlo.
Minutos para acabar con la historia para siempre.
El cielo había pasado del color rojo a un negro aterciopelado, tachonado de estrellas. Si había un momento para creer en el romance y en los finales felices, era ese. Pero Heechul no era creyente.
Se había terminado y tenía que salir de allí.
Desde el otro extremo de la terraza, Siwon contempló el intercambio entre su esposo y su hermano. La niña que tenía en brazos dijo algo y él contestó automáticamente. Después la dejó en el suelo y le dijo que fuera a jugar. Su mente estaba inmersa en Heechul.
Durante la boda lo había ignorado. No quería que su infierno privado hiciera acto de presencia en el día de su hermano. Pero, cuando Zhoumi le había dado un golpecito para que lo mirara, había captado la expresión de su rostro y sabido que estaba pensado lo mismo que él. Lo había dejado atónito ver el brillo húmedo de sus mejillas. En el tiempo que habían estado juntos, no lo había visto derramar una sola lágrima. Era la persona más dura y fuerte que conocía.
–Ve tras él –le susurró con urgencia Zhoumi, sereno y sonriente en apariencia–. Ve ahora, porque se marchará en minutos.
–Es complicado.
–Todos son complicados. No es que entienda, pero sé una cosa… –Zhoumi agarró una copa de champán de una bandeja– si existe el amor, ese hombre te ama. Vete. Yo te sustituiré aquí.
Siwon se quedó inmóvil, recordando su rostro en la sesión de fotografía: anhelo y una intensa tristeza, como si lo situación estuviera absorbiéndolo y ahogándolo. Eso no tenía sentido.
¿Por qué iba a estar triste si quería el divorcio? Si no tenía sentimientos por él, ¿por qué le estresaba tanto la situación?
De repente, una luz de comprensión destelló en su cerebro. Se apretó la frente con los dedos.
Por mucho que lo negara era obvio que lo quería. También era obvio que amarlo le asustaba mortalmente. Huía porque temía rendirse a esos sentimientos. No quería perdonarlo porque le daba miedo. Temía volver a confiar en él.
A su espalda oyó risas y los primeros acordes de la música, pronto empezaría el baile.
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