Volver a Ti- Capítulo 4




Heechul apartó a Zhoumi de un empujón, consciente de que eso lo convertiría en objeto de miradas curiosas. Sin duda, todos querían saber qué le había dicho Zhoumi al desobediente ex-esposo de su hermano para que saliera corriendo.

Casi voló escalones abajo. Había oscurecido y las lámparas solares que iluminaban el camino que bajaba a la playa parecían un millón de ojos que contemplaran su escapada. Notando una opresión en el pecho, disminuyó el ritmo. Lo último que necesitaba era un ataque de asma.

Poco a poco, la música y la cháchara quedaron atrás. Allí dominaba el sonido de las olas golpeando la orilla. Heechul se quitó los zapatos. La soledad era un bálsamo para sus heridas.

Todos estaban furiosos con él. Era tan bienvenido como un virus mortal en una fiesta infantil. Le enfurecía que asumieran que toda la culpa era suya.

Estaba allí por Hae, pero por fin veía claro que cuando su amigo aceptara que Heechul y Siwon habían terminado, también acabaría su amistad.

Deprimido por la idea, Heechul se sentó en la arena y se abrazó las rodillas, dejando a un lado el saco y los zapatos. El mar se extendía ante él, negro como la tinta. Había sido un estúpido al pensar que su amistad con Hae podría continuar después de lo que había hecho. Intentó controlarse, consciente de que la opresión en el pecho aumentaba.

No sabía cuánto tiempo llevaba allí sentado, con los ojos llenos de lágrimas, cuando notó que dejaba de estar solo.

–Vuelve a la fiesta, Siwon. No tenemos nada más de qué hablar –ordenó, enfadado porque no hubiera tenido la sensibilidad de dejarlo en paz.

–Quiero hablar del bebé.

–Yo no.

–Lo sé, y por eso estamos en esta situación. Porque te negaste a hablar de ello.

Su injusticia dejó a Heechul sin aire. Incluso tratando el más delicado de los temas, el lenguaje corporal de Siwon tenía la sutileza que habría tenido un invasor que llegara a esquilmar Jeju.

Las piernas firmes y separadas, y una mano en el bolsillo. Los hombros tensos, listos para la batalla, y los ojos color carbón entrecerrados, como si evaluara a su contrincante. Heechul reconoció al Siwon experto en solventar problemas.

Un metro ochenta de macho coreano furioso, dispuesto a luchar hasta obtener la victoria. Y aunque una parte Heechul odiaba ese aspecto él, otra parte admiraba su fuerza y determinación.

Apretó los dientes, diciéndose que no le atraía su virilidad.

"Acaba con eso, Heechul". Tenía que apagar esos diminutos destellos de deseo antes de que se extendieran y sofocaran su sentido común.

–¿Quieres hablar del bebé? Bien, hablemos. Estaba embarazado de diez semanas. Tuve dolores abdominales. Tú estabas en viaje de negocios. Te llamé, pero decidiste seguir con tus negocios. Tomaste tu decisión. La situación empeoró. Volví a llamarte pero habías apagado el teléfono. Dejaste tus prioridades muy claras. No hay más que decir sobre el tema –el idílico entorno no diluía la tensión que latía entre ellos.

–Tergiversas los hechos. Llamé al médico y me aseguró que con unos días de reposo estarías bien. Nadie esperaba que perdieras al bebé.

Heechul sí había esperado perder al bebé. Desde el primer calambre, su instinto le había dicho que algo iba muy mal.

–Entonces, eso te libra de responsabilidad.

– ¿por qué te niegas a hablarlo?

–Porque esto no es una conversación. Es otro monólogo en el que me dices lo que debo sentir. Quieres que diga que todo fue culpa mía, que me porté de forma poco razonable, pero no lo diré porque no es cierto. Fuiste tú el del comportamiento poco razonable –su respiración sonó agitada–. Y no fuiste poco razonable. Fuiste cruel, Siwon. Cruel.

–¡Basta! –bramó él–. Haces que suene como si hubiera sido muy fácil, pero mi rol en la empresa conlleva una gran responsabilidad. Mis decisiones afectan a miles. Y a veces son decisiones difíciles.

–Y a veces son erróneas, sin más. Admítelo.

Siwon exhaló y maldijo al mismo tiempo, con el rostro contorsionado por la exasperación.

–Desde luego, en retrospectiva, admito que es posible que tomara la decisión incorrecta ese día.

Nunca se había acercado tanto a una disculpa, pero eso no palió el dolor que Heechul sentía. Atenazado por una avalancha de emociones, olvidó la promesa que se había hecho de no visitar el pasado.

–No debería hacerte falta retrospectiva para saber que fue un gran error. Sabías cuánto me costó llamarte y pedirte que vinieras. ¿Cuándo te había pedido ayuda o apoyo? Nunca. Solo esa vez, cuando estaba solo y aterrorizado. Pero estabas demasiado ocupado jugando al magnate para tener esa pizca de sensibilidad. ¿Sabes lo peor de todo? –le tembló la voz–. Antes de conocerte nunca había necesitado a nadie. Era fuerte. Confiaba solo en mí y solucionaba mi vida. Pero tú me abriste como a una almeja, quitándome la protección. Exigiste que me abriera. Me obligaste a necesitarte y yo, estúpido de mí, te di ese poder. Y me fallaste.

–Dirijo una corporación mundial –Siwon tironeó de la pajarita y desabrochó el botón superior de la camisa–. Soy un hombre con enormes responsabilidades y en esta ocasión…

–Eres un hombre que pone a su esposo en segundo lugar, tras sus negocios, Siwon. Lo que más me deprime es que sigues sin admitir que tu decisión fue pésima. Te crees tan incapaz de equivocarte que he tenido que arrancarte ese "es posible que tomara la decisión incorrecta". Pues tengo una noticia para ti: es indudable que tomaste la decisión incorrecta –echó la cabeza hacia atrás y tomó aire para decir las palabras que aniquilarían su relación–. Te odio por eso casi tanto como te odio por hacer que te necesitara. Eres un matón arrogante e insensible, y no te quiero en mi vida.

–¿Un matón? –tensó los hombros–. ¿Ahora soy un matón?

–Empujas y empujas hasta que las cosas van por donde quieres que vayan. Da igual el asunto que sea, tienes que ganar –dijo Heechul –. Te interesaba tanto ese negocio caribeño que te convenciste de que yo estaría bien. Justificaste tu actitud recordándote cuánta gente dependía de ti y que tu responsabilidad era quedarte hasta el final de la reunión. Pero lo cierto es que te quedaste porque crees que nadie hace las cosas tan bien como tú, y porque te encanta el triunfo. Te tendría más respeto si tuvieras la honestidad de admitirlo. Pero te dices que la culpa es mía porque la alternativa sería reconocer tu error, y tú no te equivocas, ¿verdad? –posiblemente fuera la parrafada más larga y reveladora que él había oído de sus labios. Vio en sus ojos cuánto lo impactaba.

–Ya he admitido que tomé la decisión errónea. Pero has vuelto a desviar la conversación, evitando hablar del bebé que perdiste.

"Que perdimos", pensó Heechul. "Lo perdimos ambos". Como era habitual, él respondía atacando y quitando importancia a sus propios fallos.

–Estás muy orgulloso de ser capaz de hablar de tus emociones, pero son las tuyas, Siwon. No te interesan las de ninguna otra persona a no ser que encajen con las tuyas. Quieres conocer mis sentimientos para poder decirme que me equivoco; para cambiar mi mente y decirme qué debo pensar. Tienes la sensibilidad de un tanque, y odio tu actitud cavernícola y dominante.

–Recuerdo una época en la que te gustaba mi actitud cavernícola y dominante –le devolvió él. Sus ojos negros tenían un brillo letal.

–Eso fue hace mucho tiempo –dijo Heechul, sintiendo una súbita oleada de calor sensual.

–¿De verdad? –lo levantó del suelo sin darle tiempo ni a decir su nombre.

Heechul tuvo que apoyar la palma de la mano en su pecho para equilibrarse. Sintió los duros músculos a través de la fina camisa de seda. Como si estuviera en trance, se inclinó hacia él. Estaba sofocado, pero no sabía si era por el calor isleño o por la pasión que le quemaba la piel.

Desde la distancia había sido fácil racionalizar la química, pero la realidad era muy distinta. Tras dos años de negación, en vez de apartarse de él curvó los dedos y agarró su camisa. Impotente, vio cómo la cabeza de Siwon descendía hacia la suya. Estaba tan listo para su beso, tan deseoso, que fue un golpe brutal que lo soltara de repente.

Siwon le estiró los dedos para que soltara la camisa, como si fueran un insecto indeseado.

–Tienes razón… –dijo con desdén– no tiene sentido hablar. Nada, nada, justifica que abandonaras nuestro matrimonio. Te crees muy duro e independiente, pero eres un cobarde que prefiere correr a quedarse y luchar.

Y Heechul corrió. Con los pies descalzos y el corazón desnudo. Corrió por la arena hacia la villa.

"Cobarde, cobarde, cobarde…".

Cada vez que sus pies golpeaban la arena oía la palabra en su cabeza e incrementaba el ritmo para escapar de ella. Aunque volvía a sentir presión en el pecho, corría sin pausa y sin mirar atrás. Cuando llegó a la villa le ardían los pulmones y apenas podía respirar.

Doblado, paró junto a la puerta y supo de inmediato que tenía problemas graves. Necesitaba el inhalador ya. En ese momento, si quería evitar el ataque de asma que se avecinaba.

Unos minutos antes su mayor miedo había sido lo que sentía por él, pero había sido superado por otro peor y más peligroso: la necesidad de aire.

Le ardían los pulmones y respirar resultaba cada vez más difícil. Con manos temblorosas buscó su saco, y comprendió que ya no lo tenía. Lo había dejado en la arena. Heechul tuvo un instante de pánico y se maldijo por ser tan estúpido. Tendría que haber utilizado el inhalador antes, en vez de discutir con él.

Su pecho empeoraba por momentos. Le faltaba el oxígeno. Saber que no tenía el inhalador acrecentaba el estrés. Estar solo en medio de un ataque era lo que más le aterrorizaba en el mundo.

Heechul entró en la villa, se sentó en el suelo y apoyó la espalda en la pared. "Respira. Respira. Despacio. Relájate". Tenía que volver a por el inhalador, pero no era capaz de andar tanto.

Diciéndose que todo iría bien si se calmaba, se obligó a mirar la lámpara que había en el rincón y a olvidar su encuentro con Siwon. Oyó el sonido sibilante que anunciaba el principio de un ataque. "No. Ahora no". La puerta se abrió de golpe.

–Siempre sales corriendo, pero tú y yo vamos a… –calló al verlo acurrucado en el suelo, intentando respirar–. ¿Heechul? –se acuclilló contra él y le alzó el rostro–. ¿Asma?

Heechul asintió, mudo.

–Eres tonto por echar a correr. ¿Dónde está tu inhalador? –preguntó. Su éxito en los negocios le debía mucho a esa capacidad de centrarse y establecer prioridades.

–En el saco… lo dejé…

–¿Este?

Al verlo, Heechul dejó caer los hombros. Los pitos estaban empeorando. Extendió las manos temblorosas, pero Siwon ya sacaba el inhalador.

–¿Es este?

Heechul asintió y él apretó los labios.

–No tendrías que haber corrido. ¿Desde cuándo ha empeorado tanto tu asma?

Había sido desde que sus niveles de estrés se habían disparado. Desde aquella horrible noche en el hospital.

Heechul quería llorar, pero no tenía aire suficiente para hacerlo. Él le puso el inhalador en los labios y Heechul inspiró, más tranquilo al saber que Siwon estaba allí, fuerte y seguro. Aunque pronto le pediría que se fuera, en ese momento era un bálsamo para su ansiedad.

–Llamaré a un médico –dijo él.

Heechul negó con la cabeza, inspiró una vez más y apartó sus manos y el inhalador. Si, aún era capaz de percibir que Siwon tenía una boca de lo más sexy, y era el caso, era obvio que no estaba al borde de la muerte–. Vuelve a la fiesta.

–Claro, lo que más me apetece en este momento es bailar toda la noche –el sarcasmo estaba teñido de preocupación y rabia–. Soy un hombre que aprende de sus errores, princesa. La última vez que me fui cuando me necesitabas, aunque en mi defensa diré que no sabía lo…

–No puedes hacerlo, ¿verdad? –Heechul inspiró con dificultad–. No puedes… pedir perdón.

–Por una vez, me alegro de que no tengas aliento para discutir. En cuanto a pedir perdón, me voy acercando cada vez más.

–No te molestes. Es demasiado tarde, ya te odio –Heechul cerró los ojos, pero no antes de ver un atisbo de pecho bronceado y salpicado de vello.

Sabía perfectamente cómo era el resto de su cuerpo bajo la ropa. Veía cada curva de sus músculos, el abdomen plano y los muslos firmes.

–No me odias, princesa –afirmó él.

Su seguridad debería haberle airado, odiaba que Siwon considerara la adulación y el respeto de la gente como un derecho. Entraba en una habitación sabiendo que iba a conquistar, y eso la exasperaba.

–Vete, o la gente murmurará –dijo Heechul. Le faltaba el aire, pero esa vez no era por el asma.

–No voy a molestarme en contestar a eso. ¿Necesitas el inhalador otra vez?

Heechul abrió los ojos y, viendo que él aún tenía el inhalador en la mano, negó con la cabeza.

–Si no vuelves, Hae se dará cuenta.

–Cuando Hae vea que faltamos los dos, supondrá que estamos juntos. Lo celebrará abriendo botellas de champán.

–Eso es lo que me preocupa. Vuelve allí.

–¿En serio crees que voy a volver? Aprendí mi lección hace dos años.

La ironía del asunto habría hecho sonreír a Heechul, si hubiera tenido energía suficiente.

–Hace dos años te quería, ahora no –sus bronquios volvían a dilatarse, gracias a la medicación–. No soy hipócrita. Yo elegí dejar este matrimonio, no puedo esperar que me des la mano cuando estoy asustado. Y no digo que lo esté.

–Claro que no. Que Dios te libre de admitir un ápice de vulnerabilidad. Dime… –su voz sonó serena, como si no hubieran discutido en absoluto– ¿alguna vez has buscado el apoyo de alguien?

–Busqué el tuyo –"y no lo obtuve".

–Eso me lo he buscado –dijo Siwon, oyendo las palabras no pronunciadas. Se sentó junto a él. Rozó su brazo y Heechul sintió la conexión en lo más profundo de su alma. No había esperado que se quedara.

–No recuerdo haberte invitado a sentarte.

–Eres el hombre más irritante que he conocido en mi vida. Lo sabes, ¿verdad?

–¿Yo soy irritante? –Heechul no sabía si reír o llorar–. Cuando más te necesitaba, estabas desaparecido, y ahora que no te necesito es imposible librarme de ti. Eso es irritante. Vuelve con tus jovenes, Siwon.

–¿Con cuál de ellos? Según tú, tengo un harén.

–Seguro que cualquiera te ofrecerá la adoración que necesitas –Heechul notó la sólida calidez de su brazo, junto al suyo. Sentía un extraño cosquilleo y tenía los nervios a flor de piel. Reconociendo los síntomas, sintió un pinchazo de alarma. Necesitaba que él se fuera. No tenía aliento para moverse, ni otro sitio adonde ir.

–No desperdicies oxígeno diciendo bobadas.

–Consideras a nuestro género una especie inferior.

–¿Eso es lo mejor que se te ocurre para discutir? –echó la cabeza hacia atrás y se rio–. Eso me confirma que te encuentras fatal.

–Solo quiero que te vayas.

–Sí, lo sé –su voz sonó grave–. Pero no me iré.

–Me estresa que estés aquí.

–¿Por qué?

El rítmico canto de las cigarras y el roce del mar en la arena rellenaron el momento de silencio.

–Por un millón de razones.

–Dime una.

–Porque nuestro matrimonio ha terminado. Y porque tú siempre quieres que todo sea a tu manera. Ya ves, he dicho dos –intentó levantarse, pero él lo sujetó–. Suéltame. Tengo las piernas adormecidas. Necesito moverme.

–Claro. Siempre que la conversación se vuelve incomoda, quieres moverte, a ser posible en dirección opuesta y a toda velocidad –se puso en pie–. Dejaré que vayas hasta la cama –sin darle opción a protestar, le levantó en brazos.

–Eh, puedo andar. No necesito que demuestres tu hombría, sabes que no me impresiona –su respiración se agitó, pero no por el asma, sino por estar tan cerca de él. Se abrazó a su cuello, diciéndose que era por seguridad.

Lo llevó a la habitación y lo dejó en la cama. El ventanal estaba abierto y corría una leve brisa. Él se quitó la chaqueta, la dejó en el sofá y apiló las almohadas tras la cabeza de Heechul.

–¿Estás mejor? ¿Cuándo empeoró tu asma tanto? En el tiempo que estuvimos juntos solo te vi tener un ataque, cuando mi piloto tuvo que hacer un aterrizaje de emergencia y alguien te lo dijo.

–Estábamos en mitad de un proyecto enorme. No quería que murieses y me dejaras a mí todo el trabajo –no quería pensar en el horror de aquel día. Su lucha era olvidar lo que habían compartido.

–Claro –los labios de él se curvaron con ironía–. Estabas preocupado por el trabajo. No era porque tu mundo se tambalearía sin mí.

–No te veía lo suficiente para eso, como mucho mi mundo habría temblado un poco.

–Si tenía tan poco impacto en tu vida, ¿por qué has traído dos inhaladores a la boda?

–¿Habían dos? –Heechul simuló sorpresa y Siwon bajó los párpados con exasperación.

–Ojalá aprendieras a ser honesto sobre tus emociones.

–Ojalá aprendieras a no dar rienda suelta a las tuyas. Supongo que tengo que hacer concesiones.

–¿Concesiones?

A Heechul le alivió saber que aún podía irritarlo. Dos minutos más y él estaría maldiciendo en coreano y saliendo de allí. Contaba con ello.

–No podéis evitar ser emocionales, lo lleváis grabado en el ADN.

-No todo el mundo teme a las emociones –se desabrochó los puños de la camisa–. Pero tú sí. Te aterrorizan. Dos inhaladores de terror.

Heechul se preguntó por qué no estaba poniéndose la chaqueta para volver a la fiesta. Al ver que no contestaba, él alzó una ceja.

–¿No dices nada, Heechul? ¿Ninguna frase incendiaria para conseguir que me vaya? Es lo que quieres, ¿no? ¿Crees que no lo sé? –dejó los gemelos en el pequeño escritorio orientado hacia el mar y se remangó la camisa. Heechul recordó esos brazos sujetándolo y desvió la mirada, rechazando la oleada de deseo que sentía.

–Puedes irte o quedarte, me da igual. No te necesito.

–Necesidad y deseo son cosas distintas –miró el inhalador que Heechul aún tenía en la mano–. Así que los ataques sobrevienen por estrés. Interesante. No estabas estresado cuando vivíamos juntos.

–Como he dicho, eso es porque nunca te veía –le dijo con dulzura–. En las últimas veinticuatro horas te he visto más que en todo nuestro matrimonio. Probablemente esté estresado por eso.

–Yo también estoy estresado. Volverías loco a cualquier hombre –farfulló él. Su voz grave le provocó un escalofrío de deseo a Heechul.

–Solo tienes que sobrevivir a mi compañía hasta el domingo. Mi vuelo sale a primera hora.

–Mañana por la mañana tenemos una reunión con los abogados.

–No necesito hablar con ellos. Acuerda lo que quieras, no discutiré.

–Si estás tan enfadado conmigo, esta es tu oportunidad para arruinarme –se sentó en la cama.

–Nunca me importó el dinero, lo sabes.

–No sé nada porque nunca compartes nada. Tener una relación contigo es como jugar a las adivinanzas –sonaba cansado y eso inquietó a Heechul más que la ira o el sarcasmo. Nunca lo había visto cansado, Siwon era pura energía.

–Si hubieras estado presente más a menudo, no te habría hecho falta adivinar –Heechul sabía que aquel terrible día, el día que Siwon no estuvo, sus emociones habían sido visibles para los únicos testigos: los médicos del hospital privado–. Volaré a casa mañana. Lo último que necesitas es a tu ex-esposo en la boda de tu hermano.

–Esposo –corrigió con suavidad y firmeza–. No eres mi ex-esposo.

–Pronto lo seré –era demasiado peligroso estar tan cerca de él. No se atrevía a mirarlo. Ni a moverse por si sus cuerpos se rozaban.

–Respiras mejor. Dormiré en el sofá del salón, con la puerta abierta. Llámame si necesitas algo.

–No hace falta que hagas eso –tenía un nudo en la garganta–. Ve a contestar los miles de correos electrónicos que sin duda te esperan.

–¿Ahora me das permiso para ser insensible?

–Si te empeñas en hacer de perro guardián, al menos deja que sea yo quien duerma en el sofá.

–¿Por qué? Ya sabes que puedo dormir en cualquier sitio –era cierto, y Heechul lo sabía.

–No apagues –le dijo, sujetándole el brazo al ver que iba a apagar la lámpara de noche.

A su pesar, odiaba la oscuridad. Cuando estaba solo siempre dormía con una luz encendida. Siwon arrugó la frente y lo miró, perceptivo.

–Me quedaré unos minutos, hasta asegurarme de que no necesitas un médico –se quitó los zapatos y se acomodó en la cama, a su lado.

Heechul deseó preguntarle por qué se quedaba; ya era demasiado tarde para su matrimonio.

Siguieron sentados en silencio, sin tocarse. Cuando su respiración se regularizó del todo y dejó de sentir pánico, su conciencia de él se agudizó. Notaba la cercanía de su largo y fuerte muslo, y oía su respiración profunda y regular. La peligrosa química que los unía y que tendría que haber muerto con sus sueños, revivió con fuerza.

Heechul giró la cabeza para mirarlo, y Siwon lo miró a él. Ambos tendrían que haber desviado la mirada, pero no lo hicieron.

Siwon levantó la mano y acarició su mandíbula. Agachó la cabeza lentamente, como si no estuviera seguro de si iba a ir más allá. Rozó su boca con los labios. Aunque era una locura, Heechul no pudo apartarse, ardía de anticipación.

Tras unos segundos de titubeo, Siwon perdió el control y capturó su boca con un beso duro y devorador que provocó una explosión en su cerebro. Intentó contenerse, no involucrarse en el beso, pero lo absorbió hasta que se fundieron en un solo ser y Heechul ya no pudo pensar. Se entregaron como animales enloquecidos por las privaciones. La excitación sexual era embriagadora, tan compulsiva como cualquier droga e igual de peligrosa.

–No –gruñó Siwon largo rato después, apartando la boca. Su bello rostro denotaba su pesar–. No.

La emoción de su voz reflejó los sentimientos de Heechul. El beso le había afectado y no era ningún consuelo saber que a Siwon también. Heechul no quería eso. No intentaba promover una reconciliación.

Su futuro no lo incluía. Sin embargo, una pequeña parte de él estaba encantado porque Siwon se hubiera rendido a la tentación, pues sabía hasta qué punto era capaz de controlar sus impulsos. Había querido que el encuentro resultara difícil para él, pero lo que acababan de hacer lo hacía mil veces más difícil para Heechul.

Pensamientos contradictorios pugnaban en su cabeza, mareándolo. No quería que Siwon lo deseara. No quería desearlo. Eso sólo empeoraría una situación difícil de por sí.

Siwon se levantó de la cama de un salto.

–Dormiré en el sofá. Si necesitas un médico, llámame –sin dedicarle siquiera una mirada, salió de la habitación, dejándolo con el cuerpo ardiente y el corazón en pedazos.

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...