–Siwon acaba de darle un puñetazo a Mimi. Un horror, la
verdad, porque ahora saldrá con la barbilla morada en mis fotos de boda – Hae
se arrodilló en el asiento empotrado bajo la ventana para ver mejor el patio–.
Y ahora Zhoumi lo tiene apretado contra la pared. No les he visto pelear desde
que eran adolescentes. Apuesto por Siwon, pero podría ser muy reñido.
–¿Está herido? –imaginándose a Siwon inmóvil e inconsciente, Heechul corrió a la ventana–. Oh, Dios, alguien debería apartar a Zhoumi de…
–Siwon está bien. Sigue siendo el más fuerte –Hae lo miró–. Pensé que no sentías nada por él.
–Que no lo ame no significa que quiera verlo herido –Heechul se lamió los labios–. ¿Por qué crees que están peleando?
–¿Está herido? –imaginándose a Siwon inmóvil e inconsciente, Heechul corrió a la ventana–. Oh, Dios, alguien debería apartar a Zhoumi de…
–Siwon está bien. Sigue siendo el más fuerte –Hae lo miró–. Pensé que no sentías nada por él.
–Que no lo ame no significa que quiera verlo herido –Heechul se lamió los labios–. ¿Por qué crees que están peleando?
–Por ti, por supuesto. ¿Por qué si no? –Hae miró a Heechul con envidia–. Tienes buen aspecto para estar en plena crisis de relación. Haría cualquier cosa por tener tus abdominales.
–No quiero que peleen por mi culpa –Heechul volvió a mirar por la ventana. La idea de Siwon herido hacía que se sintiera físicamente enfermo. Se sentó en asiento de la ventana, junto a Hae–. Baja y detenlos.
–De eso nada. Podría mancharme el traje de sangre. ¿Te gusta? Es de ese diseñador italiano del que tanto hablan –Donghae miró el color–. Es tradicional llevar este color la noche antes de la boda. Pero ya lo sabes, tú llevaste uno fantástico la noche antes de casarte con Siwon.
Heechul sentía el pecho tenso. La sensación había ido empeorando desde el horrible viaje en coche del aeropuerto a la villa. Reconociendo las señales de un inminente ataque de asma, revisó el bolsillo interno de su saco para comprobar que llevaba el inhalador. Para él el detonante siempre había sido el estrés, y su nivel de estrés no dejaba de crecer desde su llegada a Jeju.
–No quiero hablar de mi boda. ¿Cómo puedes pensar en ropa con tus hermanos peleándose?
–Crecí viendo a mis hermanos pelearse, no me impresiona; pero admito que es más divertido ahora. No hay que preocuparse hasta que se quitan la camisa –Hae miró de nuevo–. Deberías sentirte halagado. Está bien que los hombres peleen por ti. Es romántico.
–No está bien y no es nada romántico que dos hombres no sepan controlar su genio –Heechul deseó poder quedarse donde estaba. Ocultarse el resto de la velada–. No quiero que peleen.
–Físicamente están a la par, pero un hombre que defiende a la persona que ama seguramente tiene más fuerza, y por eso Siwon lleva ventaja. Me encantan tus zapatos, ¿los compraste en Londres?
Heechul se levantó y fue hacia el otro extremo de la habitación, para no mirar al patio.
–Siwon no me ama. Apenas nos soportamos.
–Ya. Por eso tú estás paseando de arriba abajo y él está apaleando a Mimi. Por indiferencia
–dijo Hae exasperado–. ¿Sabes cuántos han perseguido a Siwon desde su adolescencia?
–¿Qué importancia tiene eso? –a Heechul le horrorizó comprobar cuánto le importaba.
–Te eligió a ti. Importa mucho. Sé que no es un hombre fácil, pero te ama.
–Me eligió porque lo rechacé. A tu hermano no le gusta la palabra «no». Yo suponía un reto.
–Te eligió porque se enamoró de ti. Eso es todo un hito para él.
Heechul sabía que su familia y colegas veían a Siwon como un dios. Su palabra era ley.
–Tendríamos que estar hablando de ti. ¿Estás emocionado por lo de mañana?
–¡Claro que sí! Estoy tan emocionado con mi boda como lo estabas tú con la tuya.
–Eso fue muy distinto. Tú llevas planificando esta boda más de un año.
–Y tú te casaste a toda prisa en la capilla familiar porque no soportabais esperar. Opino que eso es más romántico.
–Fue impulsivo, no romántico –Heechul se frotó los brazos. La conversación le resultaba espinosa e incómoda–. Si lo hubiéramos planificado un año, no estaríamos metidos en este lío.
–Siwon siempre ha sido decisivo. No dedica años a pensar las cosas.
–Quieres decir que va apabullando. Duda que alguien que no sea él pueda tener una opinión digna de ser oída.
–No, quiero decir que sabe lo que quiere –Hae lo miró–. Pero es obvio que las cosas acabaron mal entre vosotros. ¿Quieres hablar de ello?
–Para nada.
–Antes de conocerte, nunca habló de casarse –Hae se debatía entre la lealtad hacia su amigo y hacia su hermano–. Para un hombre como Siwon era la declaración de amor definitiva.
"La declaración de amor definitiva".
Heechul pensó que era una pena que hubiera pensado que su responsabilidad acababa en eso. Le había puesto un anillo en el dedo, el gesto definitivo, y cumplido con su parte del trato. El solo tenía que amoldarse y tratarle con la misma deferencia que el resto del mundo.
Siwon le había herido y, en vez de perdonarlo como se esperaba de él, Heechul había reaccionado hiriéndolo a él.
–No tendría que haber venido, y tú no tendrías que habernos puesto en esta situación –mientras estuviera en Jeju ellos dos seguirían haciéndose daño; quería irse cuanto antes–. ¿Por qué insististe en que fuera tu padrino?
–Porque eres mi mejor amigo desde la universidad. Tu habitación era más grande que la mía y yo necesitaba usar parte de tu espacio.
"Amigos para siempre".
–Eliges unos momentos muy raros para ponerte sentimental –dijo Heechul, rígido. Incluso con Hae le costaba expresar sus sentimientos.
–Tú no entregas tu corazón fácilmente, pero cuando lo haces es para siempre. Sé cuánto amabas a Siwon –Hae se acercó con expresión interrogante–. Siempre que nos hemos visto estos dos últimos años, has evitado el tema, pero quiero saber qué fue mal. Dame los detalles.
–Me fui –consiguió decir Heechul.
–Sí, pero ¿por qué? –Hae agarró sus manos– Siwon me dijo que tuviste un aborto. No te enfades, lo obligué a contarme lo que había ocurrido. Ojalá me hubieras llamado.
–No podrías haber hecho nada.
–Habría escuchado. Debías de estar devastado.
Devastado ni siquiera empezaba a describir lo que Heechul había sentido ese día.
–A pesar del horror, no puedo creer que te fueras solo por eso. ¿Te dijo algo él? ¿Hizo algo?
Él no había hecho absolutamente nada.
Ni siquiera había interrumpido su reunión.
Era típico que el dulce Hae adivinara que su hermano no estaba libre de culpa, pero Heechul no buscaba ni quería era una reconciliación.
No pretendía castigarlo, sino protegerse a sí mismo. Y seguiría protegiéndose, como siempre.
–Sé cómo son algunos hombres –Hae se negaba a rendirse–. Insensibles y egocéntricos.
Siempre dicen lo que no conviene y, si nos molesta, nos acusan de exagerar o tener una sobrecarga hormonal. A veces estrangularía a Hyukjae.
–Vas a casarte con él mañana.
–Porque lo quiero y estoy adiestrándolo para que sea menos insoportable. Siwon es mi hermano, pero eso no me ciega a sus defectos. Tal vez seamos culpables por depender tanto de él –Hae soltó las manos de Heechul – Cuando murió papá fue terrible. Mamá estaba fatal, yo tenía once años y Zhoumi aún estaba en el colegio. Siwon volvió de Estados unidos y se hizo cargo de todo. Nos apoyamos en él… –hizo una mueca– y hemos seguido haciéndolo. Todo el mundo lo admira, pero sé lo testarudo y arrogante que puede ser. Dime qué fue lo que te hizo, Hee.
–Te agradezco lo que intentas hacer, Hae, pero no cambiará nada. Hemos terminado. No podemos volver atrás. Y yo no querría hacerlo.
–Erais perfectos juntos. Tan perfectos que daba un poco de grima verlo, la verdad. Pero nos devolvió la fe en el amor. Incluso el cínico Zhoumi se quedó atónito por el cambio de Siwon.
–Apenas nos conocíamos cuando nos casamos –Heechul se sentía como un pez en un anzuelo–. No sirve de nada que intentes convertirlo en un cuento de hadas, Hae. No hay cuento de hadas. Lo siento, pero no todos los episodios de sexo apasionado tienen un final feliz o duran para siempre.
–Siwon y tú deberíais estar juntos –los ojos de Donghae se llenaron del lágrimas de frustración–. Mi hermano está muy dolorido, sufre, Heechul, y sé que tú también… –las lágrimas se desbordaron y se limpió las mejillas con la mano– A este ritmo no habrá fotos de boda. Heechul, por Dios, ocurriera lo que ocurriera, perdonen y sigan adelante.
–Estoy siguiendo adelante. Ya he seguido.
–Quiero decir con él, no sin él.
–No debiste interferir –Heechul estaba cansado–. Alojarnos en la misma villa ha sido cruel…
–Cuando estaban juntos no podíais dejar de tocaros. –Hae se sonó la nariz–. Pensé que, si estabais atrapados en el mismo lugar, podríais arreglar las cosas.
–Pues no podemos –Heechul estaba seguro de que su presencia allí era un error–. Me iré mañana a primera hora. No tendría que haber venido.
–¡Eres mi padrino de boda! Quiero que estés aquí para mi boda.
–Mi presencia aquí destrozará a la familia –Heechul lo miró con frustración. A él le estaba destrozando; estar tan cerca de Siwon era más doloroso de lo que había creído posible.
–¡No te vayas!
–Ya no tenemos dieciocho años. Muchas cosas han cambiado –Heechul se preguntó cuándo su amigo se había vuelto tan egoísta que solo pensaba en sus propias necesidades. Estar allí le estaba matando– Tienes a tus primitas de ayudantes –pensó en las cuatro niñas de pelo oscuro que correteaban por todos sitios creando el caos y encantando a todo el mundo con sus risas.
–Te quiero a ti, y quiero que Siwon y tú volváis a estar juntos.
Aunque pudiera parecer superficial, Heechul envidió a Hae por su forma de ver el mundo: aún creía que a la gente buena le pasaban cosas buenas.
–Abajo se celebra una fiesta en tu honor. Deberíamos bajar –se apartó de su amigo.
Heechul recordó las veces que habían reído juntos en la residencia universitaria y añoró la simplicidad de aquellos días.
Alguna gente pensaba que era mejor haber amado y perdido que no haber amado nunca.
Heechul pensaba que esa gente estaba loca.
Exhausto por el bombardeo emocional, Heechul se preguntó si sobreviviría a una velada entera cerca de Siwon. Hacía tanto tiempo que no lo veía que se sentía como un adicto con síndrome de abstinencia.
Lo oyó reír y giró la cabeza para mirarlo. Nunca había reído tanto como cuando estaba con él. La vida le había parecido liviana y esperanzadora. En ese momento reía con otro joven. Y era muy bello.
Su forma de comunicarse sugería una intimidad que iba más allá de la mera amistad. En ese momento, una de las primitas corrió hacia él y tocó su pierna. Con una sonrisa, Siwon la alzó en brazos, otorgándole atención plena. A juzgar por la expresión de la niña, le dijo algo divertido.
Ver su interacción con la niña desató todo lo que Heechul guardaba en su interior. Se dio la vuelta, preguntándose si alguien lo notaría si se marchaba.
Estuviera donde estuviera, era consciente de él. Lo percibía hasta de espaldas. La sensación invadía su mente y le impedía concentrarse. Anhelaba mirarlo. Por una vez, agradecía que la multitud y las normas sociales le impidieran correr a su lado y deshacer cuanto había hecho.
–Deberías comer algo –Siwon apareció a su lado e hizo un gesto a una camarera que circulaba con una bandeja de canapés.
–No tengo hambre.
–A no ser que pretendas llamar la atención, te sugiero que comas –Siwon tomó un trozo de pollo de la bandeja–. Está marinado en zumo de limón y hierbas. Tu bocado favorito.
Heechul se preguntó si estaba conjurando a propósito el recuerdo de la noche que habían asaltado la cocina como niños y bajado a la playa.
Ese decadente picnic a la luz de la luna era uno de sus recuerdos más felices.
Heechul tenía la sensación de estar a punto de ahogarse de pena. Aceptó el pollo porque le pareció más fácil que discutir. Consiguió masticar y tragar, aunque él le observaba con esos ojos oscuros y aterciopelados que veían demasiado.
Dejó de mirar la curva cínica de su boca, inquieto por el impulso que sentía. Estaban tan cerca que no le costaría nada besar sus labios. Se fundiría con él, que enredaría los dedos en su cabello y devoraría su boca con una destreza enloquecedora. Nadie besaba como Siwon. Tenía un conocimiento innato de lo que necesitaba su pareja, y su repertorio iba de ardiente y descontrolado a lento y sensual.
El aroma del mar se mezclaba con el dulce perfume de las flores mediterráneas, y a su alrededor se oía el tintineo de las copas y el zumbido de las conversaciones. Aunque la terraza estaba llena de gente, el mundo se limitaba a ellos dos.
Los ojos de Siwon oscurecieron bajo las espesas pestañas y el ambiente entre ellos cambió. Aunque de lejos parecieran dos personas intercambiando palabras corteses, tanto Heechul como él habían notado el sutil pero peligroso cambio.
Heechul tenía la sensación de ser una barca que la corriente arrastraba hacia una letal catarata. Frenético, intentó retroceder, salvarse de la caída.
–He oído que Zhoumi y tú por fin han encontrado un buen terreno en Mopko –el bien elegido recordatorio de su dedicación a los negocios tuvo el efecto que esperaba.
–Estamos negociando la compra –estrechó los ojos–. Urbanizar en Mopko no es fácil.
Pero Heechul sabía que encontraría la manera. Era lo suyo. Adoraba los retos, aunque solo fuera para demostrar que podía ganar a quienes se le oponían.
Y por eso estaba tan enfadado con él. No solo por su marcha, sino porque no le había dado la oportunidad de luchar y vencer.
–Enhorabuena. Sé cuánto deseabas establecer la empresa allí.
–El trato aún no está finalizado.
Heechul no dudaba que lo estaría pronto.
El aire vibraba entre ellos, pero ante tantos invitados tenían que actuar de forma civilizada. La curiosidad de la gente era obvia, pero Siwon era demasiado poderoso para que se atrevieran a observar o especular abiertamente.
De pronto, Heechul se preguntó si su separación había sido difícil para él, un hombre que había vivido una vida dorada, siempre ascendiendo a lo más alto. Hasta que él lo abandonó, no había habido impedimentos a sus planes de futuro.
–Aquí estás, Siwon –el aroma de las flores se rindió al perfume más fuerte de un bello chico, con ojos de gacela y boca ancha y sensual. Esbozó una sonrisa coqueta y, sin mirar a Heechul, puso una mano en el brazo de él.
Heechul sintió una inquietante e intensa punzada de celos. Miró esa mano, odiando ser testigo de un acto tan posesivo.
Los celos se transformaron en ira. Nunca lo dejaban en paz, fueran donde fuera, los jovenes se peleaban por acercarse, coquetear, atraer su atención. A Siwon no le parecía raro, siempre había sido así desde que era adulto.
Aún recordaba la expresión de su rostro cuando le invitó a salir con él y lo rechazó. Casi tan atónita como cuando se fue, dejando su matrimonio atrás.
Incapaz de soportar la mirada coqueta, Heechul se dio la vuelta para irse. Pero Siwon, más rápido, estiró el brazo y cerró los dedos sobre su muñeca, impidiendo su huida.
–Sungho, no sé si conoces a Heechul.
–Oh –la sonrisa se enfrió, revelando el puesto que ocupaba Heechul en sus intereses–. Hola.
–Mi esposo –dijo Siwon con voz firme.
Heechul se quedó quieto, sintiendo el golpeteo de la sangre en sus sienes y la mano de hierro en su muñeca. No entendía que él hiciera énfasis en una relación que había acabado. Era poco y tarde.
–Oh –el chico estrechó los ojos y quitó la mano de su brazo–. Seguro que tenéis mucho que hablar –ofreció a Heechul una sonrisita que decía: "Puedo esperar a que desaparezcas de escena", y fue hacia Zhoumi, que reía al otro lado de la terraza.
–¿Ves? Sí puedo ser sensible –su voz sonó dura. Era una clara referencia al día que Heechul había perdido los estribos, molesto por el interminable desfile de hombre y mujeres que no consideraban que un esposo fuera impedimento para el coqueteo. Lo había acusado de insensible, y él a Heechul de exagerado.
Heechul pensó que hacerse eco de sus sentimientos sobre el tema cuando estaban a punto de divorciarse era bastante insensible. Demostraba que podría haberse esforzado antes si hubiera querido.
–Ya no me importa quién flirtea contigo –deseó que fuera verdad, pero su mente lo torturaba preguntándose con quien estaba saliendo Siwon. Habían pasado dos años. Un hombre como él no duraba mucho solo cuando se corría la voz de que su esposo lo había abandonado.
–¿Esperas que crea eso?
El sol estaba a punto de ocultarse, pronto se encenderían las luces engarzadas en los árboles. Era un escenario demasiado bello y romántico para los últimos suspiros de agonía de un matrimonio.
–Me da igual que lo creas o no –se preguntó si él era consciente de que seguía agarrando su muñeca. Al otro lado de la terraza, el moreno exageraba cada movimiento para atraer la atención del hombre que le interesaba–. No me importa si tienes un harén.
–¿Te sentirías mejor si lo tuviera? ¿Eso tranquilizaría tu conciencia?
–Yo no tengo problemas de conciencia.
Heechul supo, por el destello defensivo de sus ojos, que había captado la implicación de que era él quien debía tenerlos. Nadie podía acusar de lentitud a Choi Siwon, era muy inteligente. Y eso hacía aún más doloroso que se negara a pedir disculpas.
Él inspiró profundamente y Heechul se preguntó si por fin admitiría su parte de culpa en la ruptura.
–Juntos, en la capilla que ha pertenecido a mi familia durante generaciones, hice votos. "En lo bueno y en lo malo. En la salud y en la enfermedad" –su cólera no era menos peligrosa por el hecho de ser contenida–. Tú prometiste lo mismo. Llevabas un bonito traje blanco. ¿Lo recuerdas? ¿Empiezan a sonar campanitas en esa caótica cabeza tuya?
–¿Estás acusándome de romper mis votos? "En la salud y en la enfermedad", Siwon –le devolvió, deseando tener fuerzas para abofetearlo–. No recuerdo haber oído: "Siempre que ni una ni otra interfieran con los negocios de tu marido".
Furioso consigo mismo por abrir una herida que había querido mantener cerrada, y más furioso con Siwon por ser ciego a sus carencias, se liberó de su brazo y casi corrió hacia la escalera que bajaba a la playa privada. Se sentía como Cenicienta a medianoche, pero él no quería que el príncipe le alcanzara.
–¿Adónde crees que vas? –Zhoumi se situó delante de él, bloqueándole el camino.
–De vuelta a la villa. Aunque no es asunto tuyo –Heechul maldijo a los Choi para sí.
–Estás haciendo daño a mi hermano. Eso lo convierte en asunto mío.
–Es lo bastante grande para cuidarse solito.
Heechul sabía que eso no detendría a Zhoumi, y sintió envidia de que se preocupara de su hermano.
Nadie se preocupaba de él. No era algo que esperase ni quisiera.
–Tenerte aquí le lía la cabeza. Solo quiero decirte una cosa, Heechul… –dijo, algo borracho y muy enfadado–. Si vuelves a hacer daño a mi hermano, te aplastaré como a un insecto. Arasseo?
–No entiendes nada. No te metas en mis asuntos, Zhoumi.
"Hacer daño a mi hermano…". Por lo visto, el daño que su hermano le había hecho a él no contaba para nada.
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