Volver a Ti- Capítulo 2



Heechul inspiró profundamente, le apabullaba la idea de ver a los Choi. Lo odiaban, por supuesto. En parte, lo entendía. Desde su punto de vista, era el chico ingles que había renunciado a su matrimonio, algo imperdonable en su círculo. En Corea los matrimonios sobrevivían. Si había alguna aventura, se hacía la vista gorda.

Heechul no sabía qué decía el manual sobre lo que les había ocurrido a ellos. Cuáles eran las normas para sobrellevar la pérdida de un bebé y el apabullante egoísmo de un esposo.

Lo único que lo había ayudado en todo el desastroso episodio había sido que Hae, el generoso y extrovertido Hae, se había negado a juzgarlo. Y, para agradecer ese apoyo, allí estaba, enfrentándose a un infierno por su mejor amigo.

–Haré lo que se espere de mí –dijo, pensando que era una actuación. Si tocaba sonreír, sonreiría; si bailar, bailaría. De niño había aprendido a ocultar sus emociones: lo exterior no tenía por qué reflejar lo interior.

Se sintió capaz de enfrentarse a la situación hasta que cruzaron las verjas del complejo y comprendió que el chófer tomaba la carretera privada que iba a Villa Athena. La joya de la corona. El escondite y respiro de Siwon tras las exigencias de su imperio empresarial.

Cuando habían construido el complejo, habían instalado allí la sede de la corporación. Heechul siempre había admirado la oficina de Siwon, que sacaba el máximo partido del entorno costero. Siwon era ingeniero de estructuras y su talento era visible en el innovador diseño de su oficina.

Previsiblemente, las paredes eran de cristal. Lo inesperado era que el suelo, que se extendía por encima del agua, también lo era; el colorido de los peces que nadaban bajo los pies del visitante, eran una distracción segura.

Era típico de Siwon combinar lo estético con lo funcional, y lo hacía en todos sus hoteles.

–No veo por qué una oficina tiene que ser una caja aburrida en el centro de una ciudad llena de contaminación –había dicho cuando Heechul vio su despacho por primera vez– Me gusta el mar. Así, aunque tenga que estar trabajando, lo disfruto.

Esa amplitud de miras, junto con su sofisticación y aprecio del lujo había hecho que su empresa fuera todo un éxito.

–¿Por qué vamos por esta carretera? No voy a alojarme aquí –preguntó Heechul, descompuesto. Villa Athena le recordaba su luna de miel, tan feliz y cargada de esperanzas de futuro.

–¿Qué importa dónde duermas? –su voz sonó dura y despiadada–. Si lo que compartimos fue "solo una boda", aquí tuvimos "solo una luna de miel", así que el lugar no tiene valor sentimental para ti. Es solo una cama.

Heechul intentó regular el ritmo de su respiración. Llevaba un inhalador para el asma en su bolso de mano, pero no iba a utilizarlo delante de él excepto en caso de vida o muerte.

Lo había atrapado. Si admitía lo que le hacía sentir el lugar, revelaría sentimientos que no quería revelar. No admitirlo suponía alojarse allí.

–Es tu mejor propiedad –sabía que a veces se la había prestado a músicos y actores famosos de luna de miel–. ¿Por qué desperdiciarla en mí?

–Es la única cama libre del complejo. Duerme en ella y agradécelo –su voz sonó tan fría y objetiva que por un momento Heechul creyó que la villa no significaba nada para él. Para un hombre que tenía cinco casas y pasaba la vida de viaje de negocios, no era más que otra lujosa vivienda.

O tal vez lo llevaba allí para castigarlo.

–Bueno, por lo menos tiene buena conexión de Internet –dijo Heechul, mirando al frente. Intentó no recordar que mirarlo a los ojos había sido su pasatiempo favorito, por la increíble conexión que sentía. Con él había descubierto la intimidad, que conllevaba apertura y, a su vez, vulnerabilidad, como había descubierto a su pesar.

Él le había exigido su confianza, y había terminado rindiéndose. Y después Siwon le había fallado de tal manera que no creía que sus heridas llegaran a cicatrizar nunca.

–Se te trata como a un huésped de honor. Los dos sabemos que es más de lo que mereces. Vamos –sin darle tiempo a discutir, abrió la puerta y bajó del coche con el ímpetu que lo caracterizaba.

Heechul comprendió que él solo pensaba en que lo había dejado. Se centraba en su orgullo, no en la relación. Se consideraba la parte agraviada.

No tuvo más opción que seguirlo por el camino que llevaba a la villa. Sabía que dentro el aire acondicionado sería un alivio para el calor de la isla. A no ser que fuera la pasión lo que le quemaba.

Siwon abrió la puerta mientras el chófer retrocedía y ponía rumbo al hotel principal.

–¿Por qué no te ha esperado? –preguntó Heechul. Entró intentando no recordar su noche de bodas, cuando había cruzado el umbral en sus brazos.

–¿Por qué crees? –dejó la maleta en el suelo–. Porque yo también me alojo aquí.

–Por favor, dime que eso es una broma… –su voz sonó rara, automática–. Solo hay un dormitorio –un dormitorio enorme con vistas a la piscina y a la playa. El dormitorio en el que habían pasado largas y ardientes noches juntos.

–Culpa a Hae. Es su boda y él distribuye las habitaciones –Siwon sonrió con amargura.

–¡No voy a compartir una cama contigo! –casi gritó Heechul. Siwon se volvió con expresión feroz.

–¿Crees que necesitas decirme eso? ¿Crees que te aceptaría en mi cama después de lo que hiciste?

Con el corazón martilleándole en el pecho, Heechul dio un paso atrás, aunque sabía que Siwon nunca le haría daño. Al menos, no físico.

–No puedo quedarme aquí contigo –las emociones afloraban desde dentro, incontenibles– Es demasiado…

–Demasiado ¿qué?

A Heechul se le aceleró el corazón. Siwon era experto en leerle la mente y era imperativo que no lo hiciera en ese momento. Agradeció su práctica a la hora de esconder lo que sentía.

–Es incómodo –dijo con frialdad–. Para ambos.

–Creo que "incómodo" es el menor de nuestros problemas –él apretó los labios–. No te preocupes, dormiré en el sofá. Me resultará fácil no tocarte, tranquilo. Ya tuviste tu oportunidad –con una indiferencia insultante, se alejó de Heechul.

Sin embargo, había rastros suyos por todas partes: una chaqueta sobre el respaldo de un sillón, un vaso de limonada a medias, su ordenador portátil en reposo, porque trabajaba tanto que nunca lo apagaba. Todo eso era parte de él, demasiado familiar, y Heechul sintió que le ahogaba.

Habría querido dar marcha atrás al reloj, pero no habría sabido hasta qué momento. Su amor había estado condenado desde el principio.

Entre los dos habían conseguido que Romeo y Julieta parecieran una pareja divina.



Siwon vació el vaso de whisky de un trago, intentando mellar la mordedura de sus emociones mientras esperaba a Heechul en la terraza de la villa.

Se había prometido distanciamiento y fría calma, pero esa resolución había durado hasta que él bajó del avión. Igual que su plan de no hacer referencia a su situación. Las emociones conflictivas se habían desatado como una tormenta interior, que había empeorado al ver la ausencia de respuesta de Heechul, que había convertido en un arte la ocultación de sus sentimientos.

Siwon, deseando tener tiempo para ir a correr un rato y quemar la adrenalina que le abrasaba las venas, llevó los dedos al cuello de la camisa blanca de vestir y lo aflojó un poco. Rellenó el vaso con mano temblorosa.

Heechul seguía culpándolo, era obvio, pero también seguía sin querer hablar del tema. Él lo había intentado después del suceso, pero Heechul parecía conmocionado. Su reacción a la pérdida del bebé había sido mucho peor de lo que Siwon había esperado.

Él había atemperado su propia tristeza con realismo. Esas cosas ocurrían. Su madre había perdido dos bebés, su tía, uno. Era el primer embarazo de Heechul y él había estado filosófico.

Heechul, inconsolable. Y testarudo.

Aparte del mensaje que había dejado en su buzón de voz, diciéndole "que no se molestara en abreviar su reunión porque había perdido el bebé", se había negado a hablar de lo ocurrido.

El sudor perló su nuca y deseó por enésima vez no haber apagado el teléfono antes de entrar a esa reunión. Si hubiera contestado a la llamada, ¿estarían en una situación distinta?

Al pensar en la celebración que tenía ante sí, deseó vaciar la botella de whisky. Anestesiarse para paliar su dolor. Tal vez odiaba las bodas porque su matrimonio había sido un desastre total.

Una parte de él deseaba que su hermano se hubiera fugado sin más. Pero se casaba con un coreano y sería una boda tradicional. Se esperaba que él, como hermano mayor y cabeza de familia, jugara un papel importante en las celebraciones. El honor de la familia y la imagen de la dinastía Choi estaban en juego.

–Estoy preparado –dijo una voz a su espalda.

Él tomó aire antes de darse la vuelta. Aun así, la conexión fue inmediata y poderosa. Era como estar atrapado en una tormenta eléctrica. El aire chisporroteaba y siseaba a su alrededor desde que él había cruzado el umbral.

"¿Preparado?". Estuvo a punto de echarse a reír. Ninguno de ellos estaría nunca preparado para lo que estaba por llegar. Su separación había atraído casi tanta atención como su boda. Esa noche no habría cámaras, pero los invitados sentían una macabra fascinación por saber cómo iba a tratar al hombre que lo había abandonado de manera tan escandalosa.

Al mirarlo, la atracción le atenazó el estómago. Su cuerpo, esbelto y en forma, vestia un traje azul oscuro con camisa blanca. No era bello en el sentido clásico, pero su coraje y su empuje habían sido mejor afrodisiaco que cualquier otra cosa. Solo él sabía que la apariencia sobria y el carácter de tigre escondían una inseguridad monumental.

Viendo su aspecto exterior nadie habría adivinado el caos que era por dentro; Siwon nunca había conocido a nadie más traumatizado que Heechul. Había tardado meses en conseguir que se abriera un poco y, cuando lo hizo, la cruda realidad de su infancia lo había impactado. La sucesión de casas de acogida y abandonos le había ayudado a empezar a entender por qué era tan distinto de otros.

Siwon se preguntó si había sido arrogancia lo que le había hecho creer que podía derribar sus defensas. Le había exigido confianza a quien no tenía razones para confiar y el resultado final había sido terrible.

Toda culpabilidad que pudiera haber sentido por su comportamiento entonces, la había borrado la ira de que Heechul no le hubiera dado la oportunidad de arreglarlo. Había puesto fin al matrimonio con la firmeza de un verdugo, rechazando tanto una conversación racional como las joyas que le había comprado a modo de disculpa.

Estudió su rostro buscando algún rastro de arrepentimiento, pero no lo vio. Heechul se había adiestrado para no revelar nada y no confiar en nadie. Sacarle información había sido todo un reto.

–La habitación con vistas al jardín ha pasado de gimnasio a sala de cine –comentó Heechul, neutral.

Sin duda lo había notado porque ese era su trabajo, y Heechul se entregaba a su trabajo al cien por cien. Por eso lo habían querido en su empresa. Desde que la prensa había proclamado su éxito al decorar la mansión de una reconocida actriz, Kim Heechul se había convertido en el decorador que todos deseaban. Que hubiera accedido a asesorar al hotel había sido una suerte para ambos. Sus apellidos eran una combinación ganadora.

Kim se había convertido en Choi. Y entonces la combinación había estallado.

–No necesito un gimnasio cuando estoy aquí.

Siwon frunció el ceño al ver la fina cadena de oro que rodeaba su cuello. Que llevase puesto algo que no reconocía elevó su tensión al máximo. Él no le había dado la cadena, ¿quién había sido?

Por primera vez, imaginó otras manos poniéndosela en el esbelto cuello. Otro hombre tocándolo, preguntándole sus secretos…

El ruido del vaso estrellándose contra el suelo lo devolvió a la realidad.

–Iré a por un cepillo –Heechul retrocedió, mirándolo como si fuera un tigre salvaje.

–Déjalo.

–Pero…

–He dicho que lo dejes. El servicio lo recogerá. Tenemos que irnos. Soy el anfitrión.

–Todos los invitados se harán preguntas.

–No se atreverán. Al menos, públicamente.

–Perdona –rio con amargura–. Había olvidado que puedes controlar el pensamiento de la gente.

Siwon no sabía cómo iba a sobrevivir a las horas siguientes. La cadena de oro destelló al sol, incitándolo. Impulsivamente, agarró la mano izquierda de Heechul y la alzó. El emitió un sonido ronco y tironeó, pero Siwon apretó más, asombrado por el dolor que le causó ver el dedo desnudo.

–¿Dónde está tu alianza?

–No la uso. Ya no estamos casados.

–Estamos casados hasta que estemos divorciados, y en Corea eso requiere tres años… –apretó los dientes y sujetó su mano con fuerza.

–Es un poco tarde para ser posesivo. El matrimonio es más que una alianza, Siwon, y más que un trozo de papel.

–¿Tú me dices a mí lo que es el matrimonio? ¿Tú, que trataste el nuestro como algo desechable? –indignación y furia se unieron en un cóctel letal–. ¿Por qué no llevas la alianza? ¿Hay otra persona?

–Este fin de semana no tiene que ver con nosotros, es por tu hermano.

Siwon había querido una negativa. Había querido verlo reír y decir: "Claro que no hay otra persona, ¿cómo podría haberla?".

Había querido que admitiera que habían compartido algo único y especial. Sin embargo, Heechul lo desechaba como un error del pasado.

Llevado por una emoción que no entendía, agarró sus hombros y lo atrajo hacia sí, sin control. El que Heechul pareciera indiferente intensificaba su necesidad de obtener una respuesta.

Heechul perdió el equilibrio un instante, cayendo hacia él. Bastó ese leve contacto para que el calor de sus cuerpos se mezclara. Heechul jadeó y él sintió una intensa oleada de deseo. Eso confirmaba lo que él ya sabía: la química seguía siendo tan potente como siempre. Él supo que iba a besarlo y que, si empezaba, no podría parar. Por lo visto, ni siquiera su traición había cambiado eso.

–No hay nadie más –dijo Heechul – Una relación pésima en la vida es suficiente.

Sus palabras actuaron como un cubo de agua fría sobre el rescoldo de las llamas. Siwon lo soltó con tanta rapidez como lo había agarrado. Durante toda su vida los jóvenes se habían arrojado a sus pies, y había asumido como derecho poder conseguir al que quisiera. Entonces había conocido a Heechul y recibido el bofetón de su propia arrogancia.

–Esperan nuestra presencia en la cena –Siwon se apartó de él, necesitaba espacio.

–Voy a llamar a Hae y a explicarle que estoy cansado. Lo entenderá.

Era cierto que estaba pálido y sus ojos parecían enormes, pero Siwon sabía que su reticencia no tenía nada que ver con la fatiga. Siwon se preguntó cuánto tendría que pincharle hasta que dejara de vigilar cada una de sus palabras. Lo ridículo era que aún no habían hablado de lo ocurrido.

–¿Por qué iba a inquietarte tu conciencia ahora, si no lo hizo hace dos años? ¿O es cobardía porque te da vergüenza ver a mi familia? Has venido por lealtad a mi hermano, así que veamos esa lealtad en acción –no pudo decir más. Heechul se dio la vuelta y, como si hubiera aceptado su destino, avanzó rápidamente por el estrecho camino que, entre jardines, conducía a la parte principal del hotel.

Llevaba el cabello hacia un lado, un poco mas corto a hace dos años, exponiendo su esbelto cuello. Él bajó la mirada hacia la curva de su trasero, perfectamente esculpido.

De humor turbulento, Siwon lo siguió, resistiéndose a la tentación de apretarlo contra un árbol y exigir que le dijera qué había pasado por su mente alocada cuando decidió destrozar lo que habían creado juntos. Deseaba sacar a la luz el tema que él evitaba. Pero sobre todo deseaba arrancarle la delicada cadena de oro del cuello y sustituirla por una de las joyas que él le había regalado, que anunciaban al mundo que era suyo.

Incómodo por la bajeza de sus pensamientos, tardó un momento en darse cuenta de que Heechul se había quedado quieto en el acceso a la terraza.

–Heechul – Mimi estaba allí. Zhoumi, su hermano menor, exaltado y sobreprotector, que se sentía responsable por haber contratado a Heechul como asesor cuando decidió comprar aquel apartamento en Nueva York. Sin su presentación, Siwon no lo habría conocido nunca.
Zhoumi lo miraba con fijeza y desagrado.

Heechul se enfrentó a la mirada amenazadora sin parpadear. Siwon no pudo evitar un destello de admiración. Allí estaba, rodeado de gente que sentía animadversión hacia él y se encaraba sin dar marcha atrás. Heechul era un luchador.

Y eso era parte del problema. Estaba tan acostumbrado a defenderse que era virtualmente imposible conseguir que bajara la guardia. Consciente de que, si quería que la velada transcurriera sin explosiones, era él quien debía poner calma, Siwon se adelantó.

–¿Está Donghae aquí?

–Está esperando para entrar –la mirada gélida de Zhoumi seguía fija en Heechul, que se la devolvía, retador. A Siwon lo exasperó su testarudez.

–Estás descuidando a los invitados, Mimi –Decidiendo que una muestra de solidaridad calmaría las cosas, se obligó a agarrar la mano de Heechul y lo sorprendió que estuviera fría como el hielo y le temblaran los dedos. Sorprendido, miró su rostro; él tironeó para liberar la mano, pero Siwon no lo permitió.

Tal vez, si hubiera hecho eso dos años antes, no se habría ido. Su desastrosa infancia lo había marcado con inseguridades más profundas que el océano. Por fuera era un hombre de negocios brillante y competente. Por dentro era un pantano de emociones movedizas. Siwon había creído que su cordura y equilibrio serían suficiente para los dos.

Se había equivocado.

–No hace falta que me protejas –le dijo Heechul, mientras Zhoumi saludaba a unos invitados.

–Protegía a mi familia, no a ti –Siwon lo soltó–. Es la noche de Hae, sobran las escenas.

–No pensaba hacer ninguna escena. Sois vosotros los que no controláis vuestras emociones. Yo me controlo perfectamente.

Siwon pensó que ese era el problema, siempre lo había sido, pero no lo dijo.

–¿Hee? –la voz de Donghae sonó a sus espaldas, se lanzó sobre Heechul y lo rodeó con los brazos–. ¡Estás aquí! Tengo mucho que contarte. Necesito que vengas cinco minutos para enseñarte algo –sin darle tiempo a contestar, agarró su mano y lo llevó hacia la villa.

Siwon observó su marcha, preguntándose cómo su hermano había atravesado la coraza protectora mientras él se quedaba fuera. Zhoumi se reunió con él, con expresión tormentosa.

–¿Por qué accediste a eso?

–Era lo que Hae quería.

–Pero es lo peor para ti. Dime que no has pensado, siquiera un momento, en dejarlo volver.

Siwon contempló a Heechul del brazo de su hermano. Se movía con la gracia de un bailarin y la fuerza de un atleta. El sutil bamboleo de sus caderas era muy sensual. Y en la cama…

–No lo he pensado –apretó los dientes.

–¿No? –Zhoumi miró a un bonito pelinegro– Muchos hombres no te culparían si lo hicieras. No se puede negar que Heechul está de escándalo.

–Si no quieres entregar a nuestro hermano luciendo un ojo morado –gruñó Siwon –, no digas que mi esposo está de escándalo.

–No es tu esposo. Está a punto de ser tu ex-esposo. Cuanto antes, mejor.

–Creí que Heechul te gustaba.

–Eso era antes de que te dejara –Zhoumi seguía mirando al pelinegro–. ¿Mi consejo? El no merece la pena. Deja que se lo quede otro hombre.

De repente, Siwon vio rojo. Estrelló el puño en la mandíbula de su hermano y lo aplastó contra la pared.

Zhoumi tardó un instante en recuperarse de la sorpresa, después lanzó el peso contra su hermano y cambió de posición. Siwon se encontró contra la pared. La piedra se le clavaba en la espalda y unas manos de hierro lo atrapaban.

–¡Basta! Parad, los dos –clamó Yesung, un amigo de Siwon de toda la vida, que además era el abogado que se encargaba de los trámites de divorcio. Los separó y se interpuso entre ellos–. Calma. No os había visto pelearos desde los dieciséis años. ¿Qué pasa aquí?

–Le he sugerido que deje que otro hombre se quede con Heechul –dijo Zhoumi, mirando fijamente a su hermano y tocándose la mandíbula.

Siwon dio un paso hacia delante, pero Yesung plantó una mano en el centro de su pecho. Zhoumi, sorprendentemente tranquilo, se ajustó la pajarita.

–Sírvete champán, Yesung. Estamos bien.

–¿Seguro? –el abogado miró hacia la terraza. Por suerte, nadie parecía haber notado lo ocurrido–. Hace un momento estabas fuera de control.

–No estaba fuera de control… –Zhoumi se lamió el labio partido– quería la respuesta a una pregunta y ahora la tengo –Zhoumi miró a Siwon mientras Yesung se alejaba– Si eso es amor, me alegro de haberlo evitado tanto tiempo porque, desde donde yo lo veo, parece un infierno.

–No es amor –refutó Siwon.

–¿No? –Zhoumi enarcó una ceja y se limpió la sangre de la boca con el dorso de la mano–. Entonces, deberías preguntarte por qué me has atizado por primera vez en casi dos décadas.

–Has sugerido… –fue incapaz de repetirlo.

–Era para comprobar cuánto has progresado en estos últimos dos años. La respuesta es que no mucho –agarró dos copas de champán de una bandeja y le dio una a su hermano–. Bebe. Te va a hacer falta. Ya pensaba que tenías un problema, pero es mucho mayor de lo que imaginaba.

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...