Heechul, desnudo y saciado de sexo, yacía abrazado a
Siwon, contemplando cómo el sol se ponía, tiñendo el cielo de rosa.
–Es como si la isla estuviera ardiendo –dijo. Pensó que era como su relación. Si su amor tuviera color, sería rojo. Rojo por el ardor y la pasión.
–No solo la isla –dijo Siwon, tumbándolo de espaldas. Agachó la cabeza y lo consumió con la exigencia hambrienta de su beso.
Rojo por el deseo.
Sintió el martilleo de su corazón y cómo su excitación aumentaba cuando la mano de él descendió por su muslo, con un gesto posesivo.
Estar con Siwon disparaba su adrenalina, era una experiencia de tanta intensidad erótica que sus sentidos no dejaban de zumbar.
–Es como si la isla estuviera ardiendo –dijo. Pensó que era como su relación. Si su amor tuviera color, sería rojo. Rojo por el ardor y la pasión.
–No solo la isla –dijo Siwon, tumbándolo de espaldas. Agachó la cabeza y lo consumió con la exigencia hambrienta de su beso.
Rojo por el deseo.
Sintió el martilleo de su corazón y cómo su excitación aumentaba cuando la mano de él descendió por su muslo, con un gesto posesivo.
Estar con Siwon disparaba su adrenalina, era una experiencia de tanta intensidad erótica que sus sentidos no dejaban de zumbar.
–¿De verdad no has tenido aventuras? –se odiaba por preguntarlo, por sonar como un hombre dependiente e inseguro, pero una parte de él no podía dejar de torturarse con esa idea.
–¿Tienes idea de cómo fue mi vida cuando te marchaste? –preguntó él, inmóvil.
–Incómoda. Supongo que mucha gente te dijo que era un hombre sin corazón y que estabas mejor sin mí –el destello que vio en sus ojos le confirmó cuánto se había acercado a la verdad. Eso le dolió.
–Nunca me ha interesado la opinión de otras personas –lo tranquilizó Siwon.
–Te imaginaba pasándolo bien con montones de admiradores.
–Esa imaginación tuya necesita mejorar –introdujo la mano en su pelo, estudiando su rostro–. Desde que te fuiste mi única relación ha sido el trabajo, y algún flirteo con el whisky. Trabajaba dieciocho horas al día con la esperanza de caer en la cama demasiado agotado para pensar en ti.
Le ilusionó que le hubiera echado de menos.
–¿Funcionaba? –preguntó Heechul.
–No. Pero los beneficios de la empresa se han triplicado en dos años –sus ojos chispearon.
–Entonces no tuviste…
–No, ninguna aventura. ¿Y tú?
–No.
–Por lo visto, ni la ira ni el dolor acaban con el amor. Estaba tan enfadado por tu abandono que no profundicé más. Tal vez, si lo hubiera hecho, habríamos llegado antes a este punto.-Comenzó a besarlo y acariciarlo de nuevo, hasta hacerle olvidar todo excepto la magia que creaban juntos.
"Esto es lo que siempre se nos dio bien", pensó Heechul después, con la mejilla apoyada en su pecho.
Lo que no se les había dado tan bien había sido todo lo demás. Y él no era el único culpable. Heechul sabia que se había cerrado, había tenido miedo de dejarle entrar en su vida. Ni siquiera se había planteado darle una segunda oportunidad.
Se preguntó si había sido injusto.
Sabía que él estaba esperando que dijera: "Te quiero", pero no podía hacerlo. No estaba listo. El pasado se interponía entre ellos; era un obstáculo para que él confiara y para que Siwon le entendiera.
–No toda la culpa fue tuya –tenía la mejilla en su hombro y una mano sobre su estómago–. Como espero que la gente me falle, prefiero desconfiar desde el primer momento.
–Sí que te fallé.
–Pero solo te di una oportunidad –pensar que tal vez había sido injusto le quitó el aire.
–Estabas protegiéndote. Eso lo entiendo. Te han fallado en el pasado y yo repetí el patrón.
–Había pasado por eso. Había sentido la emoción, la esperanza, la cálida sensación de pertenencia de cuando crees que alguien te quiere a su lado. Y cuando fue mal, cuando resulté no ser lo que querían que fuera, me dolió tanto que me prometí que no dejaría que volviera a ocurrir.
–¿Estás hablando de un hombre?
–Sabes que fuiste el primer hombre con quien me acosté –dijo Heechul, sabiendo lo posesivo que era.
–¿Quién entonces? ¿Quién te hizo daño? –su voz sonó áspera–. Cuéntamelo.
–Cuando era pequeño casi me adoptaron.
–¿Casi? –se sorprendió Siwon.
–Cuando estaba en el orfanato, una pareja vino a verme varias veces. Pensaban que podía ser "el suyo". Querían un bebé, pero no había. Llevaban diez años intentando tener hijos. Habían gastado una fortuna en tratamientos de fertilidad y cuando se decidieron por la adopción eran demasiado mayores para recibir un bebé. Ya tenían preparada una habitación, pintada de color rosa y llena de lucecitas. Necesitaban al alguien que encajara con la habitación y con sus sueños. Yo no era rubio y de ojos azules, pero decidieron llevarme a su casa a pasar el fin de semana –el recuerdo dolía, incluso después de tantos años. Recordaba el perfume de la mujer y su ropa perfecta–. Los libros me gustaron mucho. Tendrías que haberlos visto –recordaba perfectamente las hileras de libros, de lomos de colores–. Libros infantiles, cuentos de hadas, de todo. Yo no había tenido un libro en toda mi vida, y a esa pareja le encantaba leer. Él era profesor de inglés y ella florista. Había libros y flores por toda la casa. Y me habían elegido a mí, estaba muy emocionado.
–¿Te fuiste a vivir con ellos?
–No. Esa primera noche estaba tan estresado por la novedad de estar en un sitio nuevo con gente desconocida que no podía respirar. Tuve un ataque de asma. Pasamos la noche en urgencias y después de eso… –hizo una pausa–, decidieron que preferían no tener hijos a tenerme a mí. No querían una criatura enferma, viajes a urgencias, preocupaciones y ansiedad. Querían un niño que encajase con el tipo ideal y pura perfección. Y ese no era yo; una pena, porque me había enamorado de esa habitación llena de libros. Me encantaba la idea de poder cerrar la puerta y quedarme dentro, simulando que era una biblioteca. Iba a leer cada libro y sería una gran aventura –consciente de que había revelado más de lo que esperaba, aligeró el tono de voz–. Ahora ya lo sabes: soy un desastre porque no tuve libros –tampoco había tenido familia, pero eso no lo dijo–. Tal vez, si hubiera leído cuentos de hadas, no sería tan desastre. Mi problema es que no sabría distinguir un final feliz aunque tropezara con él.
Siguió un largo silencio. Siwon se apoyó en el codo y se irguió para mirarlo, incrédulo.
–¿Estás diciendo que cambiaron de opinión?
–Eso sucede. Por eso hacen una prueba. Es importante que el proceso de adopción sea adecuado para todos. Yo no era adecuado para ellos –pensó que eso ya no debería dolerle tanto–. Fue duro para mí porque era muy pequeño y había confiado en ellos. Cuando me dijeron que iba a ser su niñito, lo creí. Fue una estupidez, porque ya sabía que los adultos no solían hablar en serio.
–¿Y después de eso? –su rostro estaba pálido.
–Después me esforcé en convertirme en un niño inadoptable. Eso era lo mejor para todos.
–Porque no querías arriesgarte a que ocurriera de nuevo –estiró el brazo y le apartó el pelo de la cara con suavidad–. ¿Cuántos años tenías?
–Tenía ocho años. Pero los había pasado en casas de acogida y residencias, así que no era el niño de ocho años típico –sintió que sus brazos lo rodeaban y lo apretaban contra él.
–¿Por qué no me lo habías contado antes?
–Intento no pensar en ello. Es el pasado. No es relevante –según lo decía, supo que no era verdad.
–Ambos sabemos que es relevante. Y es la razón de que te protejas con tanta fiereza. Explica muchas cosas –lo abrazó con fuerza, como si quisiera compensar años de aislamiento y soledad.
–Tienes razón. Aún me afecta y ha conformado lo que soy. Me hizo decidir que dependería solo de mí mismo. No tenía amigos íntimos porque no confiaba en nadie lo suficiente para crear vínculos.
–Te hiciste amigo de Hae.
-Técnicamente, él se hizo amigo mío. Estábamos en la misma residencia universitaria y él es como tú, tan abierto emocionalmente que no acepta un no por respuesta. Cada vez que cerraba la puerta de mi habitación, él la abría. Siempre me estaba arrastrando a un evento u otro. No me permitía esconderme y la verdad es que adoraba su compañía. Era el primer amigo auténtico que tenía, y nunca me falló–. Los ojos de Heechul se llenaron de lágrimas–. Cuando te abandoné tendría que haber puesto punto final a nuestra amistad, pero no lo hizo.
–Mi hermano es fantástico, pero no le digas que lo he dicho yo –un deje de humor suavizó el tono de su voz–. No me extraña que te marcharas después de lo que hice. Sé que esto es un lío, pero podemos arreglarlo. Lo arreglaremos.
–¿Y si no podemos? Mi pánico a confiar en la gente afecta a todo lo que hago –se sentía tan bien entre sus brazos que le costaba concentrarse en otra cosa. Sería increíblemente fácil cerrar los ojos y dejar que él decidiera por los dos–. Cuando confías en alguien le otorgas el poder de herirte.
–Te quiero –lo tumbó de espaldas y se colocó sobre él– Lo estropeé todo, pero vas a perdonarme porque también me quieres. Tus dudas son por miedo, no porque falte el amor.
–Lo sé.
–Y eso puedes superarlo. Eres el hombre más fuerte y duro que conozco. Me cuesta creer que hayas pasado por tanto tú solo. Aquel horrible día, hace dos años, no te escuché con atención –confesó con voz rota–. Me llamaste y dijiste que estabas preocupado, pero el médico ya me había dicho que estarías bien, así que más de la mitad de mi mente estaba centrada en el negocio que quería cerrar, llevaba cinco años trabajando en el trato. Si hubiera sabido cuánto miedo tenías, lo habría dejado todo y vuelto.
–Estaba aterrorizado.
Siwon dejó escapar un gruñido de remordimiento y giró para ponerse de espaldas, llevándolo con él.
–Ojalá pudiera dar marcha atrás al reloj y hacer las cosas de otra manera. No sabes cuánto lo deseo.
–No cambiaría nada. No habrías puesto en peligro ese trato por mí, Siwon.
–Mi matrimonio era más importante que ningún trato, pero en ese momento no me di cuenta de que tenía que elegir. No entendí lo importante que era para ti mi presencia. Sé que no es excusa, pero el médico me aseguró que todo iría bien.
Heechul pensó que tenía unos ojos preciosos. O tal vez lo precioso fueran sus pestañas: espesas y negras, enmarcaban una mirada penetrante, que sabía leerlo de maravilla. A diferencia de la mayoría, a Siwon no le costaba expresar sus emociones ni interpretar las de él. Por eso mismo, no encajaba con su carácter que no hubiera acudido a su lado cuando se lo suplicó.
–¿Por qué era tan importante ese trato?
–Eso ya no importa. No hay excusa para mi comportamiento.
–Háblame del trato, Siwon.
–No hace falta decir que llegó en el peor momento –suspiró y se mesó el cabello–. Cinco años de trabajo culminaron el día antes de que volvieras de Londres. Había planeado cenar contigo. En vez de eso, tú llegabas y yo me iba.
Heechul recordó que Siwon había sonado preocupado por teléfono, apenas había respondido cuando le mencionó que temía que algo fuera mal.
–¿Qué era tan importante de ese trato concreto?
–Ahora ni siquiera lo recuerdo –soltó una risa amarga–. Era otro terreno perfecto para un exclusivo complejo hotelero. Más de lo mismo. Excepto que nunca había cerrado un negocio tan grande. Sabía que la propiedad de esa isla aseguraría el futuro de la empresa y nuestra reputación subiría como la espuma.
–¿La empresa tenía problemas?
–No, pero las empresas que se centran en el turismo no pueden dormirse en los laureles. El mercado es muy volátil. Es una de las razones de que trabajemos el turismo de lujo. Me acusaste de ser adicto al trabajo y tenías razón. Lo soy.
–Supongo que tuviste que convertirte en uno –Heechul recordó lo que había dicho Hae sobre el papel que asumió tras la muerte de su padre–. Quedaste a cargo de todo siendo muy joven.
–¿De todo? –soltó una risa seca–. Si te refieres a la empresa, "todo" se reducía a dos hoteles pequeños que apenas daban beneficios.
–Creí que había sido la empresa de tu padre.
–Lo que existe ahora salió de la empresa de mi padre –miró las puertas abiertas a la terraza y el azul turquesa de la piscina–. Estaba en la universidad, en Estados Unidos, cuando mi padre murió. Mi madre estaba devastada, mis hermanos aún estaban en el colegio. Mi padre tenía dos hoteles, que no iban demasiado bien. Yo era el hijo mayor y estaba estudiando Ingeniería Estructural, pero todos dependían de mí, así que me hice cargo de algo sobre lo que no sabía nada.
Heechul se preguntó cuánto le había costado renunciar a sus sueños y volver a casa para ocuparse de hacer realidad los de su padre.
–Lo que empezó como necesidad se convirtió en hábito. Al poco tiempo, ni siquiera me preguntaba por qué trabajaba tanto. Era mi forma de vivir. No importaba cuánto dinero ganara o cuánto éxito tuviera la empresa, no podía olvidar que todos dependían de mí. En mi capacidad de dirigir y ampliar la empresa.
Heechul sabía que no solo había mantenido a su madre y hermanos, también daba empleo a muchos otros miembros de su familia, como primos y tíos. Ellos lo habían convertido en "El Proveedor".
–Yesung me aconsejó que renunciara al trato caribeño porque el precio que pedían quitaba viabilidad al negocio. Íbamos a retirarnos cuando hicieron una contraoferta. Teníamos veinticuatro horas para decidirnos. Pensé que el trato garantizaría el futuro de la empresa.
–¿Y seguiste adelante? –nunca le había preguntado si había cerrado el trato o no.
–Sí. Y va muy bien. Mejor de lo que había predicho –volvió la cabeza para mirarlo–. Pero Yesung tenía razón, el precio fue demasiado alto.
–Fui egoísta –admitió Heechul, sabiendo que él no hablaba de coste monetario–. No pensé en tu responsabilidad con respecto a los demás. Pensé solo en mis necesidades.
–Con razón.
–"Solo es un trato más", pensé. Nunca pensé en la presión que sentías ni en la gente que dependía de ti para vivir. Nunca me hablabas de eso.
–No quería hablar de trabajo cuando estaba contigo. Estaba loco por ti. Sigo estándolo –le tembló un poco la voz–. Desde el primer día, cuando te vi en pantalones cortos, gritándole a Zhoumi.
–El día de nuestra boda creí que me amabas. Cuando estaba contigo, te creía. Pero cada vez pasábamos menos tiempo juntos. Para cuando supe que estaba embarazado, apenas nos veíamos. Que no vinieras cuando te lo pedí, fue la última gota. Me pareció la evidencia de que no me querías.
–Yo creí que casarme contigo probaba cuánto te quería. Cometí el pecado de dar demasiado por hecho –se inclinó hacia Heechul y le dio un beso suave–. Es posible que fuera algo arrogante.
–¿Posible? –sonrió contra sus labios–. ¿Pensabas que ese detalle, casarte conmigo, iba a servirme para toda la vida?
–No era tan malo. Te probaba mi amor a diario. Te enviaba muchos regalos.
–Los enviaba tu secretaria –murmuró Heechul – ¿Crees que no sabía que le decías: "Envía flores a mi esposo", y ella se ocupaba de todo?
–Yo elegía las joyas.
–De una selección que te enviaban al despacho para reducir la inconveniencia y el impacto que pudiera tener en tu jornada laboral. No digo que no fueras generoso –añadió rápidamente–. Solo digo que esos regalos no hacían que me sintiera seguro.
–Tendrían que haberlo hecho. Era su función.
–¿Por qué? No eran personales. Eran regalos genéricos. Seguro que te habían garantizado la gratitud eterna de muchos en el pasado. A mí solo me recordaban que eras un hombre muy rico, y que había todo un harén esperando una grieta en nuestro matrimonio para aprovecharla.
–Sí había regalado joyas antes. Pero eres el primero y único al que he amado.
–Y se suponía que yo tenía que saberlo.
–Sí. Pero no sabía cuánto te habían herido. Si me lo hubieras dicho…
–Habría sido aún más vulnerable.
–Si hubiera tenido más idea de lo que había en tu cabeza, tal vez no me hubiera equivocado tanto. Y eso no quiere decir que te culpe de mis fallos.
–Admito que el pasado me ha vuelto cauto y no puedo hacer nada al respecto, pero cuando estuvimos juntos no vi nada que me hiciera pensar que te importaba. Cada vez pasabas más tiempo en el trabajo –encogió las piernas, sintiéndose vulnerable solo por hablar del tema–. Y cuando te pedí ayuda no tuviste tiempo para mí. Eso me convenció de que no me querías. Por eso me fui, Siwon. No me diste ninguna indicación de que nuestra relación pudiera sobrevivir.
Y una parte de él, que odiaba, seguía sin permitirle aceptar y creer su declaración de amor. Oír a Choi Siwon "te quiero" había sido y era el sueño de muchos. Sin embargo, para él no eran más que palabras.
Frustrado, Heechul se levantó, se puso una bata y salió a la terraza. El miedo era como un escalofrío que recorría su piel ardiente. Por fin entendía que el futuro de su matrimonio no residía en su capacidad de tener hijos, sino en su capacidad de confiar en que Siwon no le haría daño.
Siwon se preguntó qué quería Heechul decir con que "nunca le había dado ninguna indicación".
Tumbado de espaldas con las manos en la nuca, rememoraba dos años de matrimonio, enfrentándose a algunos hechos incómodos.
Le había comprado joyas. Flores. Utilizando esos canales que Heechul había identificado con tanta astucia. Regalos extravagantes que, a su modo de ver, probaban la profundidad de sus sentimientos.
Heechul siempre se los había agradecido, pero ¿cuánto tiempo había invertido él en esos regalos? Le había dado lo que pensaba que quería, no lo que Heechul quería en realidad.
Eso lo avergonzaba.
Lo había tratado igual que a otros de su vida anterior, que medían cada regalo por su valor económico. Pero los regalos caros de un hombre rico no significaban nada para un hombre como Heechul, que había creado su propia empresa y estaba orgulloso de su éxito. No buscaba seguridad financiera, sino emocional; él no se la había dado.
Heechul había anhelado muestras de su amor y él, en su arrogancia, había asumido que al casarse con él ya lo había dicho todo. Y cuando Heechul había dejado de creer en la relación, él ni siquiera se había planteado tener parte de culpa.
Maldiciendo entre dientes, saltó de la cama y localizó el bolso de Heechul. Encontró lo que buscaba, y con ello en la mano salió a la terraza iluminada por la luna. No estaba allí.
"Huyendo de nuevo", pensó. Pero esa vez lo seguiría hasta el fin del mundo, si hacía falta.
No le hizo falta ir tan lejos. Lo encontró en su despacho, acurrucado en uno de los sofás con un libro en la mano y Poseidón y Zeus tumbados a sus pies, guardándolo. Recordó lo que le había contado sobre esa habitación llena de libros que le había enamorado.
Eso le había hecho entender que leer había sido su manera de escapar del mundo y de compensar todo lo que faltaba en su vida. Era impresionante cuánto había conseguido partiendo de casi nada.
–Si nunca tuviste libros de niño, ¿cómo desarrollaste tu pasión por la lectura? –preguntó.
–Tuve un maestro fantástico. El señor Park. Era muy bueno conmigo –Heechul dejó caer la mano y acarició la cabeza de Zeus.
–Deja el libro. Necesito hablar contigo.
El dejó el libro sobre el regazo, en silencio.
–Yo no veía nuestra relación como la veías tú. Ahora me doy cuenta de que daba mucho por sentado –para una vez que necesitaba fluidez de palabra, le estaba fallando–. Es cierto que fui culpable de cierta arrogancia, lo admito –paseaba de un lado a otro–. Pero en parte se debía a que no sabía lo que estabas pensando. Tuve mucha culpa, pero tú también erraste al no hablarme de tu pasado. Si lo hubieras hecho, habría entendido la razón de que te costara tanto confiar en la gente, y me habría ocupado del tema.
–¿Habrías añadido "tranquilizar a Heechul" a tu lista de cosas que hacer? Yo no soy un proyecto.
–¡No he dicho eso! ¡Deja que me explique! –la súbita explosión fue recibida con un gruñido de Zeus – Ese perro es demasiado protector.
–Me quiere.
–Y por lo visto aceptas ese amor sin cuestionarlo, mientras que los demás tenemos que dejarnos la piel para conseguir lo mismo –soltó el aire de golpe–. Nunca he sentido por otro lo que siento por ti.
–No dejas de repetir lo mismo.
–Si vuelves a hablar antes de que acabe, encontraré la forma de hacerte callar, perro o no perro –le amenazó. Heechul cerró el libro–. Admito que pensé que con casarme contigo había dejado claros mis sentimientos. Ahora veo que no dediqué suficiente tiempo a expresarte mi amor, pero no tenía ni idea de que dudabas de él. Aquel día tomé una decisión terrible, pero te juro que no pensé en ningún momento que perderías al bebé.
–¿Tenemos que volver a hablar de eso?
–Sí. No vamos a renunciar a lo que tenemos, así que debemos dejar claro lo que sentimos. Me casé contigo porque te amaba y quería pasar el resto de mi vida a tu lado. No dediqué el tiempo suficiente a hacértelo saber –suspiró con fuerza–, pero tienes que entender que mi fallo se debió a la presión del trabajo, no a la falta de amor. Como mucho, puedes acusarme de complacencia.
–Y de arrogancia.
–Sí, también –farfulló Siwon–. Cometí errores, pero nunca me dijiste lo que sentías y creía que nuestro matrimonio era sólido y bueno. Tú no lo veías así y no dijiste nada. Te hacia regalos y me dabas las gracias. Sufrías los poco sutiles comentarios de mi madre sin decirme nada.
–Es tu madre y la quieres.
–Tú eres mi esposo y te quiero –dijo él, comprendiendo que Heechul nunca había tenido una familia que lo amara sin condiciones–. Mi primera responsabilidad es para contigo. Siempre lo será –contuvo el aliento, esperando su respuesta–. Di algo. Pero no insistas en lo de mi arrogancia. Eso ya ha quedado claro.
–Si seguimos… –dejó la frase en el aire–. ¿Qué será de esa familia que soñabas con tener?
–Tú eres la familia que soñaba tener, en cuanto lo demás… –ignorando a los perros, se inclinó hacia él, agarró sus manos y lo levantó–. Lo solucionaremos juntos. Tendrás que decirme lo que piensas y te escucharé con atención. Te amo –tomó su rostro entre las manos–. Cuando acabe de demostrártelo no habrá lugar a dudas en tu mente.
En el silencio que siguió, Siwon entendió el significado de la palabra "suspenso". Se preguntó qué iba a hacer si lo rechazaba, porque se sabía incapaz de aceptar un No.
–Si vuelves a hacerme daño, no habrá otra oportunidad –los ojos cafe atraparon los suyos.
–Si vuelvo a hacerte daño, Zeus me comerá –farfulló Siwon. Abrió la mano y le mostró su anillo de boda–. Debe estar en tu dedo, no en tu bolso. Póntelo y no vuelvas a quitártelo nunca.
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