Esto forma para de tu plan para que confíe en ti?
¿Llevarme al cráter de un volcán? –Heechul aferraba el asiento del helicóptero
mientras miraba los campos de lava y la boca del volcán con una mezcla de miedo
y fascinación.
El piloto de Siwon les había recogido para hacer un tour aéreo de esa parte de la isla.
–¿Vamos a aterrizar?
–Hoy no. Hoy veremos el paisaje desde arriba –su sonrisa era tan sexy que Heechul no podía dejar de mirar su boca. La atracción era tan fuerte que le daba vueltas la cabeza.
Los días se habían fundido en una larga e indulgente expresión del amor que sentían.
El piloto de Siwon les había recogido para hacer un tour aéreo de esa parte de la isla.
–¿Vamos a aterrizar?
–Hoy no. Hoy veremos el paisaje desde arriba –su sonrisa era tan sexy que Heechul no podía dejar de mirar su boca. La atracción era tan fuerte que le daba vueltas la cabeza.
Los días se habían fundido en una larga e indulgente expresión del amor que sentían.
–Tal vez ya hayamos hecho suficiente turismo por un día –murmuró Heechul, odiándose por su debilidad–. ¿Volvemos a casa? –se le aceleró el corazón al pensar en lo que eso implicaría. Ambos eran insaciables. Por más tiempo que pasaran en la cama, no se cansaban el uno del otro.
–No podemos volver a casa aún.
–¿Por qué no?
–Es una sorpresa. Están haciendo cambios en la casa –no quiso decir más y eso intrigó a Heechul.
Desde que le había vuelto a poner la alianza en el dedo, apenas habían pasado tiempo en casa. Siwon se había ausentado unas cuantas veces para hacer llamadas telefónicas, que él había supuesto eran de negocios. Ya no estaba tan seguro.
La casa ya tenía gimnasio y sala de cine. ¿Qué más podía haber en una casa cuando la vida tenía lugar principalmente al aire libre?
El piloto volvió a sobrevolar el volcán y Heechul decidió olvidar la casa y disfrutar de estar con Siwon. Era muy buen guía y tenía extensos conocimientos sobre la isla.
–No habíamos dedicado suficiente tiempo a hacer cosas juntos –dijo él cuando el helicóptero regresó a la casa–. A veces hablábamos de trabajo hasta cuando estábamos cenando.
Caminaron hasta la terraza. Allí les sirvieron limonada fría que Heechul aceptó con una sonrisa.
–No tienes que disculparte por eso. Soy tan adicto al trabajo como tú, pero estoy de acuerdo en que no encontramos un término medio –se oyó un fuerte ruido y Heechul miró hacia la casa–. ¿Qué son esos golpes?
–Es parte de tu sorpresa –frunció el ceño con impaciencia–. El ruido me está volviendo loco. Vamos a dar un paseo.
Heechul habría preferido quedarse junto a la piscina, pero al ver la expresión de su rostro comprendió que realmente quería sorprenderlo con lo que fuera que estuviese planeando. Así que permitió que le condujera.
–¿Estás respirando bien? –preguntó él, ajustándole el sombrero para protegerlo del sol.
–Sí. El ejercicio no me provoca asma. Es una suerte.
–Me siento como un bruto por haber provocado ese ataque la noche antes de la boda de Hae.
–Si no lo hubieras hecho, tal vez no habríamos vuelto a hablar –dijo Heechul, sintiéndose amado.
–Sí habríamos hablado. No te habría dejado marchar. En cuanto bajaste del avión deseé encerrarte en la villa y no dejarte ir nunca. Y tú sentiste lo mismo.
–Sí –la necesidad de estar con él le había abrasado. Aún le costaba creer que estaban juntos.
De la mano, siguieron paseando, admirando la vista del mar.
–Nunca me canso de este lugar. Ojalá pudiéramos vivir aquí –dijo Heechul.
–¿No echas de menos la ciudad?
–No. Pero vivir aquí no es práctico, ¿verdad? –pasó los dedos por una enorme piedra y se sentó–. Tú no puedes dirigir tu negocio desde aquí, ni yo el mío. Puede que no sea solo el lugar, sino que cuando estamos aquí no trabajamos.
–Tendremos que llegar a un compromiso. Venir más a menudo. Pasar aquí, por ejemplo un mínimo de una semana al mes –se sentó a su lado.
–Es un plan maravilloso, pero en la práctica pasarás mucho tiempo en el avión, como siempre.
–Zhoumi va a ocuparse más de esa parte del negocio –Siwon estiró las largas piernas– Es quien está buscando nuevos terrenos y negociando. Yo paso más tiempo aquí, supervisándolo todo –puso la mano en su nuca y lo atrajo para besarlo.
Pero ni siquiera eso consiguió distraer a Heechul de la conversación. La semilla de la esperanza empezó a germinar en su interior.
–¿De verdad crees que podría funcionar? ¿Podrías pasar más tiempo aquí, en Seungwipo?
–Los dos podríamos pasar más tiempo aquí. Pero no conduciría. El helicóptero es más práctico.
–¿Te he dicho alguna vez lo lejos que estás de la vida real? –Heechul no daba crédito–. Lo dices como si fuera un medio de transporte normal.
–Es una opción genial. Con el helicóptero, da igual dónde esté. Puedo utilizarlo para recorrer la isla y también para llegar al aeropuerto si necesito el avión. Hablando de aviones, tengo buenas noticias –sonó muy satisfecho consigo mismo–. He encontrado un médico que hablará con nosotros sobre lo que ocurrió. Nos aconsejará y nos dirá si se puede hacer algo. Solo tenemos que llamar para concertar una cita.
–Ya he visto a un especialista –Heechul empezó a sentirse fatal–. Me dijo que no puedo tener hijos.
–Viste a un médico local y, la verdad, princesa mía, la atención médica que recibiste dejó mucho que desear. Te mereces lo mejor y lo tendrás.
–El equipo del hospital me salvó la vida.
–Cierto, pero se trata de una especialidad muy concreta. Ha habido grandes avances en los últimos años. No creeré que no hay esperanza hasta que lo oiga de alguien que sabe lo que dice. No discutas. Es lo menos que puedo hacer por ti.
Sonó su teléfono y, en vez de ignorarlo como hacía últimamente, se puso en pie para contestar.
Por eso no vio la reacción de Heechul, que se había quedado helado. Siwon quería ayudar y la culpa era de él, por no haberle dicho lo que sentía.
–¿Quién era? –preguntó cuando él regresó.
–Tenemos que volver a casa.
–Pensé que tenía prohibida la entrada en la casa –Heechul temblaba tanto que no estaba seguro de que las piernas fueran a soportar su peso.
–Ya no. Tengo una sorpresa para ti. Un regalo –agarró su mano y frunció el ceño–. Tienes la mano fría. ¿Estás bien?
–Estoy perfectamente.
Quería decirle que no necesitaba regalos de él, pero solo podía pensar en que iba a hacer que le viera un médico y eso era lo último que quería.
–Estoy deseando que lo veas.
–¿Al médico?
–Hablo de mi regalo –lo miró con indulgencia.
–Ah. Seguro que me encantará –consiguió decir. Sabía que tenía que decirle la verdad.
Volvieron a la casa y Siwon lo llevó al despacho, una de sus habitaciones favoritas. Se detuvo con la mano en el pomo y Heechul se preguntó qué regalo podía merecer tanto drama.
–Dijiste que no pensaba en lo que tú querías. Que mis regalos no eran personales –tenía la voz ronca y lo miraba expectante–. Este regalo es muy personal y espero que te demuestre cuánto te amo.
Heechul quería decirle que no importaba cuánto lo amara, que su relación no tenía futuro si seguía esperando que tuvieran hijos, pero no tuvo oportunidad, porque él abrió la puerta y dio un paso atrás. Heechul tragó saliva, atónito.
Lo que había sido un despacho de alta tecnología, había sido transformado en biblioteca. Había altas estanterías de madera clara, talladas a mano, en todas las paredes. El escritorio de Siwon había sido sustituido por dos enormes sofás que invitaban a sentarse a leer. Pero lo que más le llamó la atención era que las estanterías ya estaban llenas de libros.
Heechul fue hacia ellas con piernas temblorosas y un nudo en la garganta. Vio muchos de sus libros favoritos, y otros muchos que no había leído.
Tendría que haber sido el regalo perfecto.
Habría sido el regalo perfecto si no hubiera sabido que su amor no tenía futuro.
Recordó la vez que, siendo un niño, alguien le había dado un globo grande y reluciente, que había estallado unos instantes después.
Ladeó la cabeza y miró los libros. Su globo reluciente. Sacó uno y lo examinó.
–Es una primera edición.
–Sí. Y antes de que digas nada, tuve ayuda buscándolos, porque no soy ningún experto en libros antiguos. Pero la idea fue mía. Y les di una lista. Me puse en contacto con ese maestro del que hablaste, y él me puso al corriente de lo que debería haber en una biblioteca británica bien provista.
–¿El señor Park? ¿Cómo lo encontraste? –el nudo que tenía en la garganta era enorme.
–Soy un hombre con influencias, ¿recuerdas? –pero su voz tenía un deje de incertidumbre que Heechul no había oído nunca–. ¿Te gusta?
–Oh, sí –que hubiera hecho eso por él, hacía que todo lo demás pareciera mucho peor.
–Tengo otra cosa para ti –recogió un paquete envuelto de la mesa y se lo dio–. Quiero que leas este libro primero.
Heechul se preguntó por qué había envuelto ese en concreto. Tras quitar el papel descubrió un libro de cuentos de hadas bellamente encuadernado.
–Oh… –se le cascó la voz y agarró el libro con fuerza, incapaz de hablar por culpa de la emoción.
–Dijiste que nunca tuviste uno de niño. Pensé que había que remediarlo –le quitó el libro de las manos e inclinó la cabeza hacia él–. En los cuentos de hadas también pasan cosas malas, pero eso no significa que no pueda haber un final feliz. La princesa siempre consigue al hombre guapo y rico, aunque haya madrastras y hermanastras malignas y manzanas envenenadas por el camino.
–No sé qué decir –Heechul tragó saliva.
–Pensé que te gustaría. Que te haría feliz –lo miró consternado.
Era el momento de decirle que no quería ver al médico que había buscado. Tenía que explicarse.
–Soy feliz. Me encanta. Y me emociona muchísimo que te hayas acordado… –las lágrimas empezaron a derramarse por sus mejillas. Él soltó una imprecación y lo abrazó con fuerza.
–Comprendí que tenías razón al decir que no te había hecho regalos personales. Asumía que un diamante sería bien recibido, sin pensar que para ti no sería especial.
–Ahora me siento como un desagradecido –murmuró Heechul, apretando el rostro húmedo contra su pecho–. No es que no me gusten los diamantes. Es que sé que has regalado muchos y no implican amor. Pero esto… –alzó la cabeza y miró las filas de libros– es tan especial.
–Quería que fuera una sorpresa. Te perdiste la infancia y quiero darte un curso intensivo.
–Te quiero –Heechul, sintiéndose fatal, lo rodeó con los brazos.
–¿Puedes repetirlo? –lo besó con alivio.
–Te quiero.
Posiblemente fuera el momento más sincero de su matrimonio. La emoción era un afrodisíaco tan potente como la atracción física que los consumía a ambos. Segundos después estaban desnudos sobre la alfombra, con los libros como únicos testigos de su insaciable deseo.
Bastaba un beso devastador para que Heechul se convirtiera en un ser apasionado y complaciente. Y el beso no se limitaba a sus bocas, sino que se extendía por sus cuerpos, entrelazados y pulsantes. Clavó las uñas en sus hombros, sintiendo los músculos largos y duros.
Él deslizó la mano entre sus muslos y sus dedos lo exploraron con destreza, convirtiendo su ardor en pura llamarada. Introdujo el primer dedo con lentitud lo metía y sacaba abriéndose paso dentro de aquel orificio, poco después un segundo dedo le hizo compañía trataba de hacerlo sin prisa al escuchar los gemidos de Heechul. Cuando el último entro los movía a un solo ritmo, logrando la suficiente dilatación para cambiar sus dedos por su miembro.
Heechul lo necesitaba tanto que gimió su nombre, suplicante y desesperado. Siwon, igualmente deseoso, cambió de posición. Colocando las piernas a los costados de su cuerpo, guío su miembro rozando la entrada introdujo la punta así repetidas veces hasta la mitad. Empujaba con suavidad disfrutando de la estreches que lo recibía.
Cuando lo penetró, Heechul gritó de alivio por lo bien que hacía que se sintiera. Su cuerpo se tensó alrededor de él, que tuvo que hacer un esfuerzo para contenerse y esperar que se acostumbrara a la intromisión.
Pero Heechul quería que se contuviera e hizo cuanto pudo para volverlo loco con la lengua y las manos, hasta que él perdió su legendario control y embistió con fuerza, llegando a lo más profundo.
Con los ojos entrecerrados las caricias se reanudaron, Siwon no se mantenía quieto y estaba siendo demasiado salvaje. Inició leves embestidas contra el cuerpo de Heechul, mientras disfrutaba escucharlo gemir para él, aumentando la intensidad de los besos que dejaba en su pecho.
Heechul rodeo con sus piernas las caderas contrarias de Siwon. Le rodeo con sus brazos el cuello y con ansiedad jalo de él, acercando su rostro para besarlo con fuerza y deseo. Las manos de Heechul viajaron rápidamente a ese fuerte y sudoroso pecho, presionando los fuertes pectorales unos instantes para después recorrerlo con ansiedad y necesidad.
Siwon observara su rostro inundado de deseo, siempre le gusto como sus besos y caricias volvían loco a Heechul. Le atrapó la boca entre sus labios con lentitud, separándose solo un poco para dejar salir esos gemidos que escapaban de la garganta de Heechul. Siwon se deleitaba observándolo, tan sexy de ver mordiéndose los labios, sus ojos cerrados y exhalando con delicia su aliento.
Un momento después Heechul abría sus ojos, observando los luceros negros de Siwon posados en él. Le sonrío traviesamente y de forma sexy lamió sus labios, pasando una de sus manos por su pecho desnudo. Heechul recorrió su pecho, sus tetillas lentamente, siguió bajando su mano entre sus piernas.
Heechul se estimuló unos momentos llevando su mano hacia su propia erección liberándose con lentitud en cada embestida. Pronto sintió su miembro palpitante y ese caliente recorrerlo hasta descargarse entre sus cuerpos. Se sujeto con fuerza a los brazos de Siwon, cerró los ojos unos instantes buscando el aire que sabía necesitaría.
Pues Siwon lo estrechó con fuerza, gimiendo contra su rostro cuando lentamente comenzó a liberarse dentro de Heechul. Un sofocante calor comenzó a invadir a Siwon, impulsando fuertemente su palpitante erección contra la entrada de Heechul embistiéndolo profundamente.
Después atrapó su boca e iniciaron un intenso beso que aún seguía cuando ambos alcanzaron la inevitable cima del placer. La explosión de éxtasis sexual los dejó saciados y exhaustos.
Más tarde nadaron en la piscina, disfrutando de la puesta de sol. La luz bailaba sobre el agua, sacando destellos dignos de un diamante
Tendría que haber sido perfecto. Pero Heechul estaba sufriendo una agonía.
–Siwon, hay algo que tengo que decirte –él lo rodeó con los brazos.
–Pues dilo.
–Antes dijiste que habías llamado a un especialista. Cuando dijiste que estar casado conmigo era más importante que tener hijos, yo… yo no sabía que pensabas consultar a médicos y hacer lo posible para tener un bebé.
–Quería hacerlo por ti.
–¿De veras? ¿Por mí o por ti?
–No quieres que lo haga –estrechó los ojos.
Heechul podía haber mentido. Podía haber dejado que la relación siguiera su curso, pero no lo hizo.
–No –movió la cabeza, sabiendo que su futuro estaba en juego–. No quiero. Hay algo que no te he dicho. No he sido completamente sincero.
–Dímelo ahora.
–Perder nuestro bebé fue lo peor que me había ocurrido nunca. Cuando sentí los primeros dolores pensé: "No, por favor, cualquier cosa menos esto". No había nada que quisiera más que ese bebé –sus ojos se llenaron de lágrimas–. Y lo perdí. Cuando me dijeron que no podría tener más hijos, no me importó. No quería otros hijos. Solo me importaba el que había perdido. Nunca jamás habría vuelto a pasar por eso, nunca me habría arriesgado. Nuestro matrimonio ya había fracasado, así que no poder tener hijos se convirtió en algo irrelevante.
–¿Aún piensas lo mismo? –inspiró con fuerza.
–Sí. Aunque fuera posible, y no lo es, no pasaría por eso. Para mí, estar embarazado no supuso emoción y alegría, sino miedo y pérdida.
–Heechul…
–Esto no tiene que ver con lo que ocurrió entre nosotros, Siwon. Aunque hubieras estado allí, habría perdido al bebé. Estaba devastado y tenía que alejarme. Si solo hubiera gritado, habría llegado un punto en el que habrías querido que hablara de lo ocurrido y yo no podía. Quería esconderme.
–Así que te fuiste.
–Hice mal –empezó a llorar–. Tenía el corazón roto y me desquité contigo. Te culpé de todo. Y era incapaz de decirte lo que estaba sintiendo.
–Pero ahora lo has hecho… –lo apretó contra sí–. Ahora que entiendo lo que quieres, no volveré a hablar de especialistas.
–¿Y qué pasa con lo que quieres tú? –tenía el rostro hundido en su cuello y sus lágrimas se mezclaban con el agua de la piscina.
–Te quiero a ti –afirmó con tono posesivo. Lo apartó para mirarlo a los ojos–. A ti. Siempre. Creía que lo había dejado claro.
Heechul se sintió ligero por dentro, relajado. Como si se hubiera quitado un gran peso de encima.
–Hay otra cosa, algo que llevo tiempo pensando. No sé qué pensarás al respecto.
–Dímelo y lo averiguaremos.
Heechul titubeó, porque realmente no tenía ni idea de cómo iba a reaccionar él.
–Lo que me gustaría de verdad sería adoptar un niño –dijo de carrerilla–. Y no solo porque no podamos tenerlo nosotros. Quiero que ofrezcamos un hogar. No a un bebé, todo el mundo quiere adoptar bebés. Me refiero a un niño mayor, perdido y solo, que no sepa lo que es sentirse querido. Quiero llenar un dormitorio de juguetes y libros pero, más que nada, quiero que seamos una familia para alguien que no tiene esperanza de tenerla.
–Sí, yo también quiero eso –era típico de su generosidad no titubear siquiera–. Oír lo que pasaste me horroriza. Y tenemos mucho. Me encantaría ofrecer un hogar y una familia a un niño que lo necesite. Y tú serás un appa maravilloso.
Esa respuesta tan positiva lo emocionó más que ninguna otra cosa. Su corazón se abrió a él por completo y se abrazó a su cuello.
–Eres muy especial.
–¿No era un arrogante y controlador adicto al trabajo? –él enarcó una ceja.
–Eso también –decidió asegurarse de que hablaba en serio–. ¿Estás seguro? No será fácil.
–Sabes que adoro los retos –sonriente, lo besó.
Siguieron en el palacio hasta que una llamada de Zhoumi interrumpió su idilio. Una crisis de trabajo requería su presencia. Siwon miró a Heechul, aún dormido, festejando la vista con su cuerpo desnudo.
La tentación de vivir en ese paraíso el resto de sus días era enorme. Allí era imposible que él se escondiera. Inmersos en su mundo privado se habían protegido de la realidad. Sabía que en el mundo real las cosas cambiarían. Él tenía un negocio que dirigir y Heechul también. Por mucho que se esforzaran, a veces tendrían que separarse.
Se vistió y salió con el teléfono a la terraza. Escuchó a su hermano al tiempo que pensaba en los retos que esperaban a su matrimonio. Habían avanzado mucho en esas semanas, pero no sabía si lo que habían creado perduraría cuando volvieran al mundo exterior.
Pensó que su matrimonio era como un barco. Tras reparar el casco, flotaba bien en puerto, pero no sabía si aguantaría el embate del mar abierto.
Dio instrucciones a Zhoumi y colgó el teléfono.
–¿Va todo bien? –preguntó Heechul desde la cama. Con ojos adormilados y con el pelo revuelto, estaba precioso.
–Todo bien –decidió posponer el momento de decirle que tenía que volver, pero Heechul percibió algo y salió de la cama.
Se agachó para recoger la prenda que había empezado la noche sobre su cuerpo y acabado en el suelo. Ese movimiento bastó para hechizarlo. Cuando se reunió con él en la terraza, puso las manos en su nuca y lo besó largamente.
–Mmm… –se apartó de él–. ¿Qué me ocultas?
–¿Qué te hace pensar que te oculto algo?
–Tu expresión –rodeó su cuello con los brazos–. Dímelo.
–Tengo que regresar. Una crisis en el proyecto de Mopko requiere mi atención. Lo siento mucho, mi amor –esperaba ver decepción, pero Heechul sonrió.
–Está bien. Sabíamos que no podíamos quedarnos para siempre –afirmó con valentía.
–No digas que está bien cuando estás pensando otra cosa. Dime lo que piensas, quiero saberlo.
–De acuerdo –sus ojos chispearon burlones–. Estoy pensando que no quiero que te vayas. Quiero que nos quedemos aquí para siempre.
–Por lo menos ahora sé que dices la verdad.
–Pero ambos sabemos que no es práctico quedarnos. Y este trato es muy importante para ti, lo entiendo. No puedes delegarlo en otra persona.
–Ocurra lo que ocurra, nada cambiará cuánto te quiero –tomó su rostro entre las manos y lo besó–. Dime que lo entiendes.
–Lo entiendo.
Siwon no se hacía ilusiones. Esos últimos días Heechul se había abierto más que nunca, pero él sabía que cuando se sentía amenazado, se cerraba al mundo. Era su forma de protegerse.
–Una semana –prometió contra sus labios–, volveremos por una semana. Y empezaremos y acabaremos cada día juntos. Desayuno y cena. Mopko está muy cerca de Jeju. No pasaré mucho tiempo fuera. Es una promesa.
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