Donghae trabajaba en la agencia y adoptaba
una expresión animosa. Y si sus padres expresaban su preocupación por su
palidez y sus ojeras, les respondía veraz que lo atendía uno de los mejores obstetras
del país... y que él declaraba que se sentía satisfecho y que todo iba bien.
Cuando Hyukjae y el estaban juntos, lo que
sucedía con poca frecuencia, a veces lo descubría observándole y sólo por un
momento se miraban a los ojos. En los de Hyukjae, había algo que no podía
interpretar y renunció a intentarlo, calificando de resentimiento la expresión
enigmática.
Debía resentir su presencia de él, su
posición nominal como su esposo. Cada vez que lo miraba, pensó Donghae, debía
resentir que no fuera Shiyoon. El era la segunda mejor opción como esposo, y lo
sabía. Pero estaba aprendiendo a aceptarlo, a aprovechar al máximo sus
habilidades y emplearlas en la agencia. Despacio y dolorosamente, empezaba a
aprender a erigir un impenetrable muro alrededor de su corazón.
Llegaron las festividades de Navidad y Año
Nuevo y pasaron, Donghae se felicitó por su excelente actuación. La inmensa
casa .estaba decorada con ramas de acebo cortadas en la propiedad, los troncos
ardían en el hogar en las chimeneas, y la hospitalidad era pródiga.
Hyukjae le pidió ver la lista de invitados
y frunció el ceño cuando Donghae se la entregó, pero ignoró las señales obvias
de descontento, sabía que poseía el suficiente dominio de sí mismo para ser el
perfecto anfitrión y que tenía que llenar la casa de invitados para poder
resistir la temporada, porque aún no se sentía lo bastante fuerte para estar a
solas con Hyukjae durante esa época familiar, supuestamente feliz.
Pero empezaba a lograrlo, se aseguró,
estaba aprendiendo a vivir con la cortesía helada y ligeramente burlona de él,
y a actuar con la misma forma, así que cuando le dijo que no habría más
invitados, excepto cuando sus padres fueran a cenar, ni más grandes fiestas, Donghae
simplemente bajó la cabeza y volvió a su trabajo, alimentando nuevos datos en
la computadora.
Hyukjae había ido a su oficina, lo que era
insólito y su interferencia en la forma en que Donghae manejaba el aspecto
social de sus vidas, era aún más extraño. Un vestigio de helada indiferencia se
percibió en su voz cuando declaró:
- Te estás agotando. Si no te importa tu
salud, deberías pensar en el niño. A partir de ahora eso harás, porque si no lo
haces yo te obligaré ―y salió de la habitación dando un portazo.
El niño. Por supuesto la nueva vida que él llevaba en su seno era la preocupación primordial de Hyukjae
y la única razón de su presencia allí. Pero no podía sentir ningún
resentimiento, ni el deseo de no haber concebido a ese hijo. Ahora era su única
razón de vivir.
A decir verdad, no lamentó la estricta
prohibición de Hyukjae. Cada vez se sentía más voluminoso y lento y su cuerpo
le decía que había llegado el momento de tomar las cosas con calma. Reconocía
que los invitados frecuentes empezaban a causarle tensión.
Pero eso no significaba que sintiera que
pasaba mucho tiempo a solas con Hyukjae. Por la expresión amarga, que a veces
sorprendía en las profundidades de sus ojos, cuando se contemplaba en el
espejo, sabía que estaba a punto de aceptar su vida tal y como era, la pulida
superficie brillante de la farsa que era su matrimonio. No obstante, a solas
con él, ¿quién podía saber si algún vestigio de emoción que no logró matar
cobraría vida y lo vencería con el dolor de todo ese amor que debió olvidar?
Simplemente no confiaba en sí mismo lo suficiente para correr ese riesgo.
El amor no moría a voluntad; no podía
acabar con él sólo porque se sentía herido y humillado. Pero empezaba a llegar
a ese punto. De manera que, cuando llegó el mes de enero, ideó otros métodos
para distanciarse.
Su appa se sintió más que feliz de aceptar
su sugerencia de pasar una semana en Seul para comprar nueva ropa de
maternidad, pero aun así opinó:
- ¿No pensarás comprar demasiada, verdad?
Sólo falta un par de meses y si te pareces a mí... ¡después de que tú naciste,
no podía esperar el momento de donar esa horrible ropa! Aunque debo confesar
que después me sentí culpable, pues habría podido servirme de nuevo. Pero
fuiste hijo único... aunque deseamos tanto darte un hermano o una hermana. Con
suerte, Hyukjae y tú tendrán muchos hijos... para llenar las habitaciones
vacías de la mansión, ¿no crees?
Donghae cerró los ojos, entristecido por el
inoportuno comentario. El hijo que esperaba sería el único. El hecho de que su
matrimonio con Hyukjae lo fuera sólo de nombré y de que las relaciones íntimas
quedaron relegadas al pasado, era su amargo secreto. Las habitaciones seguirían
vacías. No obstante, alzó resuelto la barbilla. Como hijo único, jamás se
sintió solo ni privada de nada. Siempre tuvo muchos amigos y
se aseguraría de que su hijo también los tuviera. Y por supuesto, su estancia
en Seul se prolongó y se quedaron dos semanas en vez de una. Había muchos
espectáculos que de pronto Donghae quería ver, exposiciones que sería una
lástima perderse.
-Sería lamentable no mimarnos un poco ahora
que estamos aquí ―le comentó a su appa cuando él sugirió que ya había
transcurrido una semana―. Es agradable ver con calma todo lo que queremos. ¿No
estarás preocupado por papá, verdad?
-No, por supuesto que no ―Kim Leeteuk le
sonrió al mesero del hotel cuando llevó al pan tostado a su mesa―. El se las
arregla muy bien solo y quizás incluso disfruta del silencio. ¡Siempre me acusa
de que hablo demasiado! No, Donghae, eres tu quien me preocupa. ¿Todo está
bien?
-¡Por supuesto! ―respondió con demasiada
rapidez y Fingió concentrarse en untar la mantequilla en una rebanada de pan
tostado que no quería. Debajo de la charla trivial de su appa había una mente
astuta y siempre fue demasiado protector con su único hijo. Haría bien en
recordar eso, así que continuó despreocupado―: ¿Por qué lo preguntas?
-Porque has cambiado, aunque no puedo saber
exactamente en qué sentido. Pero hay en tus ojos una tristeza que a veces me
hace sentir deseos de llorar.
-¡Tonterías! ―fue un esfuerzo hablar con
tono ligero y sonreír. ¿En realidad se podía ver el dolor por el que había
pasado? ¿Sus ojos decían una cosa, mientras su cerebro decía otra? ¿Aun le
faltaría recorrer un largo camino para desterrar de su corazón el amor de su
esposo? No soportaba ese pensamiento, así que sonrió resuelto e ignoró el
comentario de su appa.- Es tu imaginación. ¡Tienes delante de ti a
un hombre que padece dolor de espalda, frecuentes arrugas, que tiene los
tobillos hinchados y suficientes magulladuras que demuestran que un pequeño
monstruo está jugando fútbol con sus entrañas! Y bien, ¿qué haremos el día de
hoy?
No podía seguir eternamente lejos de su
hogar y, ciertamente, Hyukjae no daba señales de echarlo de menos. ¿Pero por
qué debería hacerlo? Ambos dejaron de fingir cuando sus sentimientos por Shiyoon
quedaron al descubierto. Además, tenía muchas cosas en qué ocuparse. Tenía la
excusa que debía ponerse al corriente en su trabajo en la agencia y por
consiguiente, podía encerrarse en su oficina todo el día, saliendo sólo para
compartir con Hyukjae, una cena apresurada y casi siempre en silencio; después
se retiraba de inmediato a su habitación, con el pretexto de que estaba cansado.
En realidad no era un pretexto, pues se
sentía cansado y adolorido, pero su mente no le permitía descansar. Una noche
del mes de marzo, con la helada lluvia azotando los cristales de su ventana,
renunció a todo intento de conciliar el sueño y se dirigió a la habitación que
preparó para el bebé.
Aunque Hyukjae no hizo ningún comentario,
una ceja alzada bastó para decirle a Donghae que le juzgaba loco, pero que
estaba dispuesto a tolerar los caprichos de un hombre embarazado, insistió en
redecorar la habitación. Fue allí donde durmió Minwoo, no era que culpara al
inocente pequeño, pero no podía olvidar que vio a sus padres inclinados sobre
la cuna comprada con tanta excitación, para el hijo que él perdió.
Recorrió la habitación, tocando las cosas;
sintió que se relajaba y se sentó sobre el borde de la cama individual que por
indicación suya uno de los jardineros llevó allí. Dormiría en esa habitación durante
los primero meses de vida del bebé, pues tenía toda la intención de cuidar de
él y ninguna de pedirle a Hyukjae que desocupara el dormitorio principal.
El pensar ahora en Hyukjae, acostado en la
amplia cama, no le ayudó en su determinación de relajarse, así que apartó de su
mente el pensamiento y se puso de pie. La señora Sora había insistido en llevar
allí los paquetes de ropa en la que se gastó una pequeña
fortuna, cuando estuvo en Seul, declarando con cierta justificación que ya había
ropa suficiente para vestir a un ejército de bebés, antes de guardar todo en lo
alto de los anaqueles que cubrían una pared de la habitación, pintada en color
crema.
Hacía semanas que estaban allí, era
necesario ordenarla y guardarla en los anaqueles, pero incluso parado sobre la
punta de los pies, no podía alcanzar los paquetes. Decidido a no renunciar a su
propósito, tomó una sillita baja y la arrastró sobre el suelo. Subido en ella,
apenas podía alcanzarlos y sus dedos se cerraron sobre los montones de
diminutas prendas envueltas en papel de seda y las cajas de juguetes que no
pudo resistir la tentación de comprar.
El primer indicio de que no estaba solo fue
el áspero sonido de un juramento y luego sintió la fuerza y el calor de unos
brazos rodeando su cuerpo.
-¿Qué diablos crees que estás haciendo? ―su
voz resonó como un latigazo y Donghae sintió que todo el cuerpo le ardía cuando
los brazos de Hyukjae se tensaron para bajarlo con suavidad de la silla y
depositarlo en el suelo. Aún lo tenía abrazado, pero sin estrecharlo y Donghae
giró dentro del círculo de sus brazos y luego deseó no haberlo hecho.
El vestía una de sus batas cortas y por
experiencia sabía que debajo de ella Hyukjae estaba desnudo. Nunca se ponía
nada para dormir. El solo hecho de contemplarlo hizo que el corazón le latiera
apresurado y fuera incapaz de pensar con coherencia.
-¿Y bien? ―preguntó él, mirándolo a los ojos
y haciéndole bajar la vista a toda prisa para no dejarle ver el efecto que aún
le causaba.
Se pasó la lengua por los resecos labios y
logró responder:
-Aún no he guardado las ropas que compré en Seul
para el bebé ―debía conservar la calma, no era el momento de actuar con
indecisión. Pero después de meses de sostener breves conversaciones en un tono
de velado sarcasmo o, lo que era peor, de helada cortesía, la repentina cólera
de Hyukjae, esa demostración de una emoción real, le hacía sentir el deseo de
huir, pues no sabía cómo enfrentarse a eso.
Era algo que no tenía
cabida en el mundo de lo que debería ser su matrimonio y si no pedía aferrarse
a sus condiciones cuidadosamente plateadas, corría el peligro de desviarse
peligrosamente de su curso.
-Así que, después de semanas, decidiste
hacerlo ahora. ¿No pudiste esperar para decirle a alguien que bajara esos
paquetes?
Lo soltó y metió las manos en los bolsillos
de la bata, balanceándose sobre los talones. Donghae retrocedió, huyendo de su
poderoso atractivo sexual y se golpeó contra el respaldo de la silla, lo que le
ganó una mirada impaciente de él.
-No podía dormir ― ¿por qué su voz sonaba tan
agitada?, se preguntó nervioso. ¿Y por qué de pronto era consciente del aspecto
terrible que debía tener, con los pies separados debido a su voluminoso cuerpo
y el exceso de peso que incluso se veía en su rostro?
-Tampoco yo ―reconoció él y su bella boca
esbozó una de sus raras sonrisas―. Por eso escuché tus movimientos torpes.
Movimientos torpes. Donghae se mordió el
labio ante esa elección de palabras. Sería mejor que le dijera con franqueza
que se veía como una ballena fuera del agua. Se apartó furioso.
¿Qué importaba eso? A todos en su condición
no debería importarles si se veía poco atractivo y el hecho de que le
disgustara que Hyukjae calificara sus movimientos de torpes era algo anormal,
en especial porque nunca lo amó, sólo lo usó porque era su esposo y estaba
disponible.
Pero los dedos fríos de Hyukjae le
sujetaban una mano y el tono de ternura en su voz era algo que no había
escuchado desde que huyó de su lado para irse a Japón.
-Puesto que ninguno de los dos puede dormir,
¿por qué no hacemos juntos ese trabajo?-apoyó las manos sobre sus hombros,
ejerciendo una presión firme, pero suave cuando lo hizo sentarse en la silla y
luego bajó el montón de paquetes y bolsas―. Tú te encargarás de desenvolverlos
y me dirás en dónde debo guardar todo.
En su voz se percibían de nuevo, el antiguo calor y la ternura ya olvidados, sus ojos le miraban sonrientes y comprensivos y Donghae se quedó sentado allí, sintiéndose como un mamífero varado en la playa, sorprendido al ver la facilidad con la que él derribaba sus muros cuidadosamente erigidos. Pero sólo era una brecha, se dijo, algo que le indicaba que no debería permitirle que atravesara sus defensas. Así que para aclarar las cosas, comentó:
En su voz se percibían de nuevo, el antiguo calor y la ternura ya olvidados, sus ojos le miraban sonrientes y comprensivos y Donghae se quedó sentado allí, sintiéndose como un mamífero varado en la playa, sorprendido al ver la facilidad con la que él derribaba sus muros cuidadosamente erigidos. Pero sólo era una brecha, se dijo, algo que le indicaba que no debería permitirle que atravesara sus defensas. Así que para aclarar las cosas, comentó:
-En realidad no es necesario que te molestes
―en su voz había un leve dejó de indiferencia, no la suficiente para no ser
ofensiva.
El le dirigió una mirada rápida, retuvo el
aliento y luego respondió con tono ligero:
-No es ninguna molestia. Me gustaría
familiarizarme con el guardarropa de mi heredero.
Era de suponerse, pensó Donghae, tratando
de despertar en su interior un resentimiento que simplemente no existía.
Renunció a ello y poco a poco sintió que desaparecía el nudo de tensión en su
interior; se dejó llevar y bajó la guardia, su cerebro había dejado de
funcionar, aunque en realidad eso no le importaba mucho.
Empezó a disfrutar mientras desenvolvía las
diminutas prendas, deslizando los dedos sobre la suave lana y los listones de
seda y se echó a reír cuando Hyukjae sostuvo entre sus largos dedos la bolita
tejida, con una expresión de absoluta perplejidad.
-No puedo pensar que existía algo tan
pequeño que pueda caber aquí.
-Podrías tener razón ―al día siguiente se
arrepentiría de haber bajado sus defensas, pero por el momento se relajaría,
disfrutando de la intimidad que había surgido entre ellos durante la última
media hora―.Por la forma que patea, podría nacer con zapatos de fútbol ―comentó
y se sobresaltó cuando un fuerte movimiento confirmó su comentario.
-¿Qué sucede, Donghae? ―con una rapidez que
lo dejó sin aliento, Hyukjae se arrodilló a su lado y tomó sus manos en las
suyas, mirándole con el reno fruncido―. ¿Te duele algo?
Lo más sorprendente era que parecía
preocupado, pensó Donghae incrédulo. En el transcurso de media hora había
vuelto a ser el hombre cariñoso y solícito, el esposo tan amado que era antes
del accidente y del regreso de Shiyoon. Eso lo puso nervioso, pues no sabía
cómo manejar la situación. Estaba tan seguro de haber desterrado de su corazón su desesperado amor por él y sin embargo...
- No ―movió la cabeza― creo que decidió
bailar música disco.
Una expresión de alivio cruzó por sus
rasgos ansiosos, pero en sus ojos había una indecisión que para Donghae era
algo desconocido, cuando le preguntó con voz ronca:
- Me gustaría sentir los movimientos de
nuestro hijo. ¿No te importa?
Por lo que sabía de él, siempre tomaba lo
que quería y ahora veía el aspecto de Hyukjae que no sabía que existía. Con
suavidad, le tomó una mano y la apoyó sobre el abultado vientre, la mirada incrédula
y maravillada en los ojos oscuros cuando el bebé se movió hizo que Donghae
sintiera los ojos anegados en lágrimas.
Todavía arrodillado, él se acercó más y le
rodeó con un brazo, con la mano aún apoyada con suavidad sobre el estómago,
durante un momento que pareció una eternidad le miró a los ojos y Donghae
sintió que su corazón saltaba de júbilo cuando lo oyó comentar en voz baja:
-Eres tan bello, Donghae y a mis ojos, nunca
has sido más bello que ahora ―luego pasó el momento y él sonrió, alzando las
cejas―. ¡Ha vuelto a moverse! ¡No me sorprende que no puedas dormir si lo hace
toda la noche! ―alzó una mano, le sujetó la barbilla entre el índice y el
pulgar y le miró a los ojos―. Dime algo... siempre hablamos “del bebé”. ¿Te
sentirías decepcionado si no fuera varón?
Donghae movió la cabeza aturdido, sin
comprender. Esa era la clase de intimidad que quería borrar de su matrimonio...
por el bien de su dignidad y su cordura; y allí estaba, disfrutándola con
avidez, como un tonto. Su condición debía hacerle vulnerable, pero logró
responder con voz ronca.
-No. ¿Te importaría a ti?
-Por supuesto que no.
En silencio, repitió esas palabras como un
eco en su mente. Por supuesto que no. El ya tenía un hijo y no podía sentir un
intenso deseo de un varón, para educarlo a su imagen. Lo más extraño era que,
aunque ese pensamiento no tenía el fin de poder herirlo, lo apartó de su mente,
todas las células de su cuerpo parecieron derretirse cuando Hyukjae se puso de
pie, tirando de él con suavidad para que hiciera lo mismo, vio
un músculo temblar en su mandíbula cuando le dijo, con voz apagada en la que
había algo indefinible que lo debilitó:
-Quiero dormir contigo esta noche. Sólo
estrecharlos en mis brazos, a ti y a mi hijo, nada más.
Donghae no podía hablar, pues la emoción le
cerraba la garganta y lo vio apretar la sensual boca en un gesto de
determinación, cuando le confesó:
-Sentí que el mundo se oscurecía cuando te
vi tambaleándote en esa silla. Esta noche necesito la seguridad de tenerte
cerca y saber que estás a salvo.
Y como si no estuviera dispuesto a escuchar
ninguna protesta ni discusión, cruzó la puerta entreabierta del dormitorio
principal y lo a la amplia cama, arropándolo con cuidado con las mantas.
Donghae parpadeó para ahuyentar las
lágrimas y sepultó la cara en la almohada, aspirando el leve aroma de la loción
que Hyukjae usaba y de su embriagante presencia. Hacía un año que no compartía
con él esa habitación, esa cama. Experimentó la sensación de volver a casa y de
nuevo advirtió que los ojos se le anegaron en lágrimas, porque Hyukjae nunca
antes reconoció la necesidad de una seguridad.
Cuando lo encontró subido en la silla,
tratando de alcanzar los paquetes, eso debió recordarle el accidente que causó
su aborto y renovó los sentimientos de culpa que no debería experimentar.
Cuando sintió que el colchón se hundía bajo el peso de él y lo estrechó en sus
brazos, supo por qué no protestó; se acurrucó en la protectora curva de su
cuerpo, asegurándose que los dos se necesitaban esa noche.
Al día siguiente, pensó, cuando la
respiración regular de Hyukjae le dijo que estaba profundamente dormido, las
cosas volverían a ser como antes, porque sabiendo lo que ambos sentían, ¿como
podrían ser diferentes?
Donghae despertó de pronto y vio que estaba
solo en la amplia cama. Hacía meses que no disfrutaba de un sueño tan profundo
y tranquilo; se irguió, acomodó las almohadas y volvió a recostarse. Esbozó una
sonrisa y se mordió el labio. '.'Toma las cosas con
calma", se amonestó.
Pero sus pensamientos corrían desbocados y
no podía detenerlos, así que dejaría venir las cosas y todas sus esperanzas y
necesidades se convertirían en una bella realidad.
La noche anterior Hyukjae le demostró que
aún se preocupaba por él, Incluso si no era Shiyoon, era su esposo y el futuro
appa de su hijo. Y los dos se brindaron consuelo y seguridad, a pesar de que había
estipulado, que el suyo sería un matrimonio sólo de nombre, por la forma en que
sus vidas se habían separado. Sin embargo, las cosas no tenían que volver a ser
así, pensó.
La luz del día se filtraba a través de las
gruesas cortinas de terciopelo, pero Donghae se quedaría en donde estaba, hasta
que hubiera aclarado la situación en su mente. Sostendría con Hyukjae una larga
charla, porque tal vez se equivocó al tratar de ocultarse detrás del muro que
con tanto esmero erigió. Si pudieran hablar con franqueza acerca de lo que él
sentía por Shiyoon, entonces tal vez podrían llegar a una mejor comprensión.
¿La segunda deserción del caprichoso no
había acabado con su obsesión por él? Sólo podía rezar y esperar que así fuera.
De esa manera, podría dejar de vivir en suspenso, preguntándose cuándo volvería
a aparecer ese hombre en la vida de Hyukjae para arrebatárselo, entonces no
necesitaría decirse que su amor por él era algo imposible de olvidar, un
sentimiento masoquista y no querría acabar con él.
Antes tenía miedo de interrogarlo. Hyukjae
sabía que estaba enterado de la verdad acerca de Shiyoon y Minwoo, de su deseo
de estar al lado de ellos y si ahondaba en eso, sólo sentiría más dolor y
humillación. Y no era lo bastante valeroso y fuerte para enfrentarlo.
Pero su forma de comportarse la noche
anterior, tan cariñoso, reconociendo su propia vulnerabilidad, su necesidad del
consuelo y la seguridad que él pudiera proporcionarle, fue como una inyección
de valor y de alguna manera encontró un poco más en su interior. Lo suficiente
para pedirle que discutieran el problema a fondo.
Un ligero golpecito en la puerta anunció la
llegada de la señora Sora con la bandeja del desayuno, lo que interrumpió los
pensamientos de Donghae, quien sonrió radiante al darle los buenos días.
Se sentía más confiado que nunca, incluso
más que durante los primeros meses de su matrimonio, cuando estaba tan seguro
de que podría lograr que Hyukjae lo amara. Sin embargo, ahora no pedía la luna,
el sol y las estrellas. Sólo esperaba llegar a una nueva comprensión, ansiando
que pudieran construir algo sobre los cimientos de su matrimonio, y con el
tiempo, crear algo perdurable. ¡Para empezar, le bastaría con la luna!
-Desayunará en la cama y se quedará aquí
hasta el mediodía, esas fueron las órdenes de Hyukie ―el ama de llaves colocó
la bandeja sobre sus rodillas y se apresuró a descorrer las cortinas―. Fue al
banco y me pidió que le informara que regresará antes de la comida y que hasta
entonces, usted deberá tomar las cosas con calma. Y si me lo pregunta, creo que
ya es hora de que lo haga.
-No se lo he preguntado ―respondió Donghae
irónico―, pero eso no importa. En cualquier forma, usted me lo diría.
-Tiene razón. Ahora, coma esos huevos ―la
señora Sora le dirigió una mirada malhumorada, que no iba de acuerdo con el
destello de júbilo en sus ojos―. Y ahora que hablamos del tema, me alegro de
ver que ha regresado al sitio que le corresponde. No estoy de acuerdo en que
los casados tengan habitaciones separadas ―declaró con las manos en las
caderas―. ¡Tal vez eso se considere una actitud mundana y civilizada en ciertos
círculos, pero a mí no me parece natural! Ahora, beba su jugo de naranja.
No había mucho que escapara a la mirada
penetrante de la señora Sora, pensó Donghae mientras obediente, devoraba los
huevos revueltos y el pan tostado. Debió ligar su desaparición y su posterior
relación tensa con Hyukjae a la aparición de Shiyoon en el mes de junio. Y no
trató de disimular su desaprobación cuando comentó el inconfundible parecido
entre Minwoo y su padre. Hacía tanto tiempo que trabajaba con los Lee, que se
consideraba como un miembro de la familia y no tenía miedo de decir lo que
pensaba...
Donghae dejó la bandeja a un lado y se
deslizó de la cama. Recordar el pasado no le ayudaría en sus intentos de crear
un nuevo futuro con Hyukjae. Era necesario que hablaran; debía decirle que si
pudiera estar seguro de que su obsesión por Shiyoon era algo que pertenecía al
pasado, sin ningún peligro de una futura resurrección, entonces estaba dispuesto
a olvidar todo lo sucedido y trataría de que su matrimonio fuera algo valioso
para ambos.
Se había esforzado tanto en dejar de
amarlo, que creyó que lo había logrado. Pero una demostración de ternura de él,
una noche pasada en sus brazos, le demostraron que estaba equivocado.
No podía dejar de amarlo, como tampoco
podía dejar de respirar. Como si quisiera reforzar su estado de ánimo, el clima
había cambiado y el día era un heraldo perfecto de la primavera. Incapaz de
dedicarse a trabajar o descansar como lo ordenó Hyukjae, Donghae se puso un
abrigo y salió de la casa.
El viento era frío, pero lo bastante ligero
para ignorarlo, el sol brillaba en un bello cielo azul, salpicado de nubes
blancas.
Donghae echó a andar por un amplio sendero
de grava, sólo para asegurarse de buscar la seguridad del césped cuando un auto
deportivo color escarlata apareció en la curva, a toda velocidad.
Su voluminoso cuerpo hizo que su movimiento
para ponerse a salvo fuera a la vez poco digno y difícil. Cayó en el césped
sobre manos y. rodillas; su rostro adquirió un tono escarlata cuando se puso de
pie con dificultad y sacudió las partículas de césped y tierra húmeda pegadas a
sus manos y su abrigo. Se volvió a mirar indignado el auto que frenó
bruscamente un poco más adelante, para echarse en reversa a una velocidad
ridícula.
A través de la ventana del auto deportivo
vio una elegante maleta en el asiento delantero. Rígido, sólo pudo mirar al
hombre que bajaba del auto y le hablaba desde el otro lado.
-¡Rompí todos los récords de velocidad para
llegar aquí, desde Kioto sólo para estar a punto de atropellarte en la entrada
de tu casa! ¡Debo decir que es casi imposible dejar de ver tu voluminosa
figura... yo nunca engordé tanto cuando esperaba a Minwoo! ―le dirigió una
mirada desdeñosa y vio las manchas de césped en el frente de su abrigo―. ¿No te
lastimaste, verdad?
Donghae movió la cabeza impaciente,
ignorando el repentino dolor en un costado. El corazón le dolía demasiado para
permitir que una pequeña punzada le inquietara. Shiyoon estaba allí de nuevo...
lo que más temía había sucedido.
Tan encantador, tan rebosante de vida y
carismático como siempre... ¿Sería Hyukjae capaz de resistir ese encanto? Cerró
los ojos brevemente cuando Shiyoon rodeó el auto y al abrirlos lo vio de pie
frente a él. No había señales de Minwoo y no iba a preguntar en dónde estaba.
Todo lo que pudo decir con voz débil fue:
-¿Kioto? ¿Acabas de llegar de Japón? ―con
seguridad Hyukjae no estaba enterado de eso, ¿o sí? Se sentiría tan consternado
y molesto como él..., se dijo decidido.
-En realidad vengo de China, en donde hemos
pasado los últimos meses ―Donghae se preguntó si habría dejado al pequeño al
cuidado de una niñera china, mientras él obedecía al caprichoso impulso de
abordar un avión para ver de nuevo a Hyukjae y halagar su vanidad, ya
exagerada, demostrando una vez más que él era suyo si se lo proponía...
¡Pero no lo era!, gritó Donghae
mentalmente. Estuvo obsesionado por Shiyoon, todos lo sabían... y hubo un
momento en que estuvo dispuesto a hacer a un lado a su esposo por causa de él.
Pero era demasiado sensato para permitir que lo hicieran
pasar de nuevo por ese infierno.
Así que Shiyoon se encogió de hombros con
un gesto teatral y declaró:
-Soy demasiado exótico para este clima;
sube, te llevaré a la casa ―Donghae lo miró con dureza y se negó.
-Prefiero caminar. ¿A qué has venido?
―"cómo si no pudiera adivinarlo", se dijo burlon y con los labios
apretados. Shiyoon correspondió a su mirada dura y ladeó la cabeza al replicar:
-Santo Dios, eres un arpía frígido. No me
sorprende que Hyukjae... ―obviamente lo pensó dos veces antes de hablar, aunque
no era necesario que lo hiciera, reflexionó Donghae con amargura―. Me miras con
si yo fuera algo venenoso... como lo hiciste antes, en el mes de junio... muy
pronto te enterarás del motivo de mi visita ―se dio vuelta para subir a su
auto, pero se detuvo cuando el Range Rover que conducía Hyukjae, frenó brusco
después de dar vuelta en la curva.
-¡Hyukjae... querido! ―con los brazos
abiertos, Shiyoon corrió hacia el vehículo estacionado, Donghae se quedó
inmóvil, cerrando bien el cuello de su abrigo y sintiendo que los apresurados
latidos de su corazón amenazaban con sofocarlo. Todo dependía de la reacción de
Hyukjae, de su forma de saludar al hombre que en dos ocasiones se apartó de su
vida, dejándolo devastado.
Lo vio bajar del auto y oyó el ruido de la
puerta cuando la cerró, se percató de la breve mirada inquisitiva que le
dirigió, del ligero encogimiento de hombros y luego, sus rasgos austeros se
iluminaron con una sonrisa de placer al abrir los brazos y estrechar aquella esbelta
figura, oprimiéndola contra su cuerpo.
Donghae sintió una punzada de celos. No
soportaba quedarse allí como espectador un momento más, mientras ellos lo
ignoraban. No quería verlos, pero no pudo menos que escuchar el grito de
deleite de Shiyoon cuando exclamó sin aliento:
-¡Querido... he regresado! ¿No es
maravilloso? ¡Bésame!
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