Donghae sintió una punzada de celos. No soportaba quedarse allí como espectador un momento más, mientras ellos lo ignoraban. No quería verlos, pero no pudo menos que escuchar el grito de deleite de Shiyoon cuando exclamó sin aliento:
-¡Querido... he regresado! ¿No es
maravilloso? ¡Bésame!
Era increíble y no obstante, estaba
sucediendo de nuevo. Shiyoon sólo tenía que aparecer para qué Lee Hyukjae, un
adulto, actuara como un estudiante enamorado. Donghae no podía soportar eso y
combatiendo una oleada de náusea, se obligó a regresar a la
casa, sintiendo que las piernas se le doblaban.
¡En el primer momento en que lo viera a
solas le diría lo que pensaba de él! Y luego se iría. ¡Ningún tribunal le
concedería la custodia de su hijo a un hombre que se comportaba como él lo
hacía!
Llegó al vestíbulo, cerró la puerta y
rechinó los dientes furioso.
La cólera era la única forma de no echarse
a llorar. ¡Todas sus absurdas esperanzas para el futuro quedaron destrozadas
sólo porque el caprichoso Yoon Shiyoon le dirigió una mirada plena de
coquetería!
De manera que así terminaba el interludio de la noche anterior. Aquel sólo tenía que dirigirle esa deslumbrante sonrisa y Hyukjae se olvidaba de todo de una manera muy conveniente... ¡de su esposo, sus responsabilidades, sus votos matrimoniales! Subió furioso la escalera y ya iba a la mitad cuando se dobló, jadeando de dolor. Desde abajo, la señora Sora, llevando en los brazos unas sábanas recién planchadas, le preguntó ansiosa:
-¿Qué sucede? ¿Se siente bien?
-Sí ―respondió Donghae, recobrando el
aliento y luego se sentó en la escalera―. Creo que el bebé viene en camino.
-No se deje invadir por el pánico. Vale más
que se adelante y no que se atrase. ¿En dónde está ese esposo suyo?
-No tengo la menor idea ―era mejor mentir
que reconocer que estaba al lado del amor de su vida a la mitad del sendero.
¡Ya estaba harto de él! La rabia era su única salvación.
-Típico ―murmuró la señora Sora, subiendo
apresurada la escalera―. Cuando se les necesita, nunca están y cuando no,
siempre están encima. Vamos ―le ayudó a ponerse de pie―. Llame por teléfono a
su padre, él lo llevará al hospital. Yo iré por su maleta no se preocupe.
Dar a luz era la menor de sus
preocupaciones, pensó Donghae con amargura cuando descolgó el auricular,
mientras el ama de llaves subía a buscar la maleta que Donghae tenía preparada
desde hacía una semana. Prefería que su padre lo llevara. No quería a Hyukjae cerca de él, porque empezaría a gritarle, diciéndole
lo que pensaba de él y eso no le haría mucho bien a su presión sanguínea.
Empezó a marcar el número, pero una segunda
contracción, más fuerte que la primera, le hizo soltar el auricular.
Y por supuesto, fue Hyukjae quien lo llevó
al hospital. Entró al vestíbulo acompañado de Shiyoon, con un brazo sobre sus
hombros y de inmediato captó la situación. Colgó el auricular, tomó la maleta
que llevaba la señora Sora y se dirigió con Donghae a la puerta, instalándolo
en el Range Rover, estacionado frente a la casa al lado del llamativo auto
deportivo de Shiyoon.
-Puedes llevarme, porque así llegaremos más
pronto ―le dijo Donghae con los labios apretados cuando él se sentó al volante
y puso en marcha el motor―. Pero después de eso no te quiero cerca de mí ―se
enjugó las gotas de sudor del labio superior con el dorso de una mano y lo miró
desafiante―. No quiero tener la responsabilidad de alejarte de tu amiguito.
¡Estoy seguro de que ha pensado en muchas formas de divertirte mientras yo
estoy fuera del camino!
-¿Qué diablos se supone que significa eso?
―quiso saber Hyukjae. Sus manos sujetaban tensas el volante cuando cruzaron la
verja hacia la angosta carretera rural; en su voz había un dejo de amenaza.
Pero Donghae tenía otras cosas en qué pensar en ese momento y replicó
exasperada:
-¡Tú sabes lo que significa! Escuché lo que
decían, ¿lo recuerdas? ―se sobresaltó, aferrándose al borde del asiento cuando
cruzaron un puente. Su rostro estaba pálido y perlado de sudor, pero eso no
tenía nada que ver con la velocidad. El conducía rápido, pero no demasiado y
conocía esas carreteras como la palma de su mano. Cuando recobró el aliento
prosiguió con tono de censura―. En el mes de junio, cuando trajo a su hijo para
que lo conocieras, te habrías divorciado de mí para casarte con él. Sólo acepté
regresar a tu lado porque estaba embarazado...
De nuevo experimentó un agudo dolor, pero
siguió gritando.
-¿Te abandonó de nuevo, verdad? Oh, sé que
te dijo que estaba cansado de su papel de appa soltero y que Minwoo necesitaba
a su padre, pero a pesar de eso se fue. Yo esperaba que lo
pensarías dos veces antes de permitirle que te hiciera eso de nuevo. ¡Pero no!
-―sonrió abatido―. ¡Tan pronto como aparece de nuevo, te lanzas hacia él...
abrazándolo, besándolo! ¡Me das asco!
Hyukjae le dirigió una mirada sombría. En
sus ojos había tantas emociones, demasiadas para tratar de descifrarlas y a él
no le interesaba intentarlo, se dijo cuando Hyukjae volvió a concentrar su
atención en la carretera y respondió impaciente:
-Creo que hay muchas cosas que no has
comprendido.
-¿Eso crees? ―la fría indiferencia podría
ser más eficaz que cualquier cantidad de ira justificada y Donghae volvió la
cabeza para mirar por la ventana.
Habían dejado atrás la aldea y ahora iban
por la carretera principal; no tardarían más de cinco minutos en llegar al
exclusivo hospital en donde nacería su hijo. ¡No podía esperar... en más de una
forma!
-Donghae...
-¡No trates de adularme! ―le pidió entre
dientes, interrumpiendo lo que él empezaba a decir―, Y no creas que no puedo
adivinar tus intenciones. Si quieres mantener abiertas tus opciones, de
acuerdo, pero no me busques. No me interesa si Shiyoon se queda o se va, porque
yo no regresaré. No esta vez.
Por alguna absurda razón, sintió que se le
cerraba la garganta y sus ojos se anegaron en lágrimas. Parpadeó furioso al
percatarse de que Hyukjae lo miraba de soslayo y lo oyó retener el aliento.
Durante un momento alzó el pie del acelerador, como si pensara detenerse a la
orilla de la carretera, para prestarle más atención a la discusión. Pero cuando
Donghae sintió un nuevo espasmo, jadeó estremecido cerrando los ojos, y Hyukjae
volvió a pisar el acelerador. Todo lo que comentó, con una especie de amarga
calma, fue:
-Hablaremos de esto dentro de uno o dos
días. Por el momento, te sugiero que ahorres tus energías. Estás histérico.
Tal vez él tenía razón, pensó Donghae
angustiado y cerró los ojos. Cuando al fin le expresó sus sentimientos y le
dejó ver su disgusto por la forma en que estaban las cosas entre Shiyoon y él,
eso le ayudó a apartar de su menté el terrible pensamiento de tener
a su hijo a un lado de la carretera. ¡Ahora, en medio de ese tenso silencio, no
estaba muy seguro de poder evitar que eso sucediera!
Pero no fue sino hasta las primeras horas
de del día siguiente, cuando depositaron en sus brazos el diminuto bulto y vio
la carita enrojecida de su hijo. Lo amó en ese instante, irremediable y
eternamente y sus dedos acariciaron con suavidad la aterciopelada mejilla
mientras murmuraba:
-Tu nombre es Hyungsik, amor mío.
-¿No "Hyukjae"? ―vio a su esposo
en el vano de la puerta, con una expresión indescifrable y luego avanzó
despacio―. Hyungsik porque te agrada el nombre, supongo. ¿Pero nada para mí,
que soy su padre?
A pesar de que Donghae le dijo que no
quería verlo, Hyukjae insistió en quedarse y si era honesto, se sintió más que.
Nunca se apartó de él, brindándole su apoyo y ahora, aunque trató de encontrar
un comentario mordaz, no pudo hacerlo.
Estaba agotado, pero completamente eufórico,
y ahora, con su hijo recién nacido en los brazos, no era el momento de
discutir. Pero su capitulación y la ternura en su sonrisa, cuando desvió la
mirada de su hijo para dirigirla a su padre, le sorprendieron y aceptó con voz
ronca.
-Lee Hyukjae Hyungsik no quedaría bien.
-por supuesto ―se acercó a un lado de la
cama y se inclinó para acariciar los diminutos dedos de su hijo. En sus
atractivos ojos había un destello diabólico cuando murmuró:
-Creo que es hora de que descanses un poco,
señor Lee. Me alegra ver que ya hayas aclarado tu confusión.
Como si la hubiesen llamado, en ese momento
entró una de las enfermeras y disminuyó la intensidad de la luz.
-Descanse ahora, señor Lee ―repitió como un
eco―, y si necesita algo, sólo oprima el timbre. ¿Señor...? ―la ceja alzada era
un gesto de franca coquetería y había una expresión de aprecio
en sus ojos y Donghae esbozó una sonrisa. Tal vez debería sentirse celoso, pero
no era así. Las mujeres siempre coquetearon con Lee Hyukjae desde que llegó a
la adolescencia y ahora no había cabida para los celos o el resentimiento, sólo
experimentaba una gloriosa sensación de orgullo, lo que era muy extraño,
reflexionó exhausto y lo oyó replicar:
―Me quedaré hasta que mi esposo se duerma
―y sintió el suave roce de la mejilla sin afeitar sobre la suya. Su último
pensamiento consciente fue que tal vez él tenía razón. Quizá su confusión había
desaparecido
A primera hora de la tarde, rodeado de un
verdadero diluvio de flores de invernadero, los ramos más grandes y más bellos
eran de Hyukjae, Donghae supo que nada había terminado, ciertamente no su
"confusión", si eso era lo que él pensaba de su decisión de apartarse
de su vida.
Lo llamó por teléfono antes, interrogándolo
ansioso, pero Donghae abrevió la conversación, informándole que su habitación
estaba llena de visitantes que charlaban sin cesar, lo que era cierto, excepto
por la charla y que no podía oír nada, lo cual tampoco era cierto, porque
escuchó el tono duro en la voz de él cuando le informó que iría a verlo más
tarde.
Ahora sus padres estaban a punto de
retirarse y se llevarían a la señora Sora, que les suplicó que la llevaran a
conocer al recién nacido. Minnie entró cuando ellos salían, y aunque Donghae
habría disfrutado de la oportunidad de disponer de algún tiempo para pensar,
planeando lo que le diría exactamente a Hyukjae acerca de su traición, recibió
a su amigo con mucho placer.
Después de asomarse a la cuna y de los
entusiastas comentarios, Minnie dejó sobre la cama un ramo de flores de
primavera y sonrió.
- ¡Veo que es como llevar hierro a Vizcaya!
Pero te he traído algo que tal vez apreciarías más ―depositó un voluminoso
paquete sobre las rodillas de Donghae―. Llegó esta mañana a la agencia, con una
carta explicativa, así que sé de qué se trata. ¡Vamos, ábrelo!
Después de hacerlo, Donghae vio que era un
ejemplar del último libro de Jinhyuk, en el cual él
colaboró. Y se sintió cohibido al leer la tarjeta que lo acompañaba:
“Si alguna vez necesitas de nuevo tu
trabajo, o cualquier otra cosa, no titubees. Yo siempre estaré aquí. Tuyo Jin”.
Era una amabilidad de su parte, pero nada
útil cuando Hyukjae entró a la habitación y con los párpados entornados, indagó
amable:
-¿Alguien te envió un libro? Hola, Minnie
―miró en dirección al joven, pero sólo brevemente; estaba concentrado en leer
el mensaje escrito en la cartulina que quitó de los débiles dedos de Donghae.
Luego sus ojos se oscurecieron cuando dejó
caer la tarjeta sobre la cama y se acercó a la cuna. Donghae supo lo que pasaba
en su retorcida mente y le invadió la furia cuando siseó, sin que le importara
la presencia de Minnie.
-Si tratas de encontrar algún parecido...
olvídalo. ¡Y te mataré si mencionas las pruebas para establecer la paternidad!
Hyukjae giró despacio sobre sus talones. Su
rostro parecía tallado en granito y el impecable corte del traje oscuro lo
hacía verse inabordable; su actitud amenazadora pareció distanciarlo de todo lo
que lo rodeaba cuando replicó con tono helado.
-Ahórrate tus palabras. Tu reacción a la
acusación que te hice en Japón me convenció. No habrías cruzado el umbral de mi
puerta si yo albergara la más mínima duda.
-Yo... debo irme ―las palabras torpes de Minnie
pasaron desapercibidas para ambos cuando Donghae replicó con brusquedad.
-Posees una naturaleza confiada, ¿no es
cierto? ―y ni siquiera se sobresaltó cuando él frunció las cejas en un gesto de
amenaza.
-Eso parece. Sin embargo, te agradecería
que tú pudieras aprender a confiar.
Su descaro dejó a Donghae sin aliento y
abrió la boca para protestar. Pero él le cubrió los labios con una mano nada
suave y le advirtió sombrío:
-No digas otra palabra hasta que me hayas
escuchado ― lo dejó recostado sobre las almohadas, con los labios apretados,
pero la barbilla alzada en un ángulo desafiante; colgó afuera de la puerta el
letrero de "No molestar", arrojó al suelo las flores de Minnie y el libro de Jinhyuk y se recostó sobre la cama, con los
brazos cruzados atrás de la cabeza, ignorando su exclamación de protesta.
-He estado tratando de averiguar el motivo
de tu comportamiento desde que inventaste esa estúpida idea de una separación a
prueba.
-Fue una de las cosas más sensatas que he
hecho ―él podría ordenarle que guardara silencio, pero no podía obligarlo a
mantener la boca cerrada. Deseaba que se bajara de la cama, pues estaba
demasiado cerca, así que lo atacó mordaz―. Hacía meses que no te acercabas a
mí, como si yo fuera un huésped, y además octogenario, a juzgar por el interés
que me demostrabas ―le dirigió una mirada fulminante y se quedó mirando hacia
el techo, con los brazos cruzados sobre el pecho. ¡Aún no terminaba con él...
apenas había empezado!
-Ya te explique la razón ―por primera vez,
había un dejo de cansancio en la voz de Hyukjae y Donghae sintió que el corazón
se le retorcía cuando prosiguió―. Si supieras lo culpable que me sentía, no
habrías necesitado preguntar el motivo.
No importaba lo que él fuera; no importaba
que siempre pusiera a Shiyoon en primer lugar, debía reconocer que siempre fue
sincero acerca de eso. No era posible confundir el dolor en su voz, cuando le
habló de sus sentimientos de culpa durante esos terribles meses después del
accidente. Su reto fue innecesario y fuera de lugar y para compensarlo, comentó
inseguro:
-¿Cómo podía saberlo, si tú nunca me
hablaste de eso? Y si de algo sirve, yo también me sentía culpable. Te casaste
conmigo para tener hijos... por lo menos fue tu motivo principal. Sentí que te
había decepcionado y sabiendo que era improbable que volviera a concebir, eso
me hacía sentir inseguro, inadecuado.
Hyukjae se movió de pronto en la cama,
Obligándolo a mirarlo.
-Debiste decírmelo. Rectifico ―apretó la
boca en un gesto irónico―. Debimos hablar de eso a fondo ―su mirada se suavizó,
lo mismo que su boca, cuando rozó con sus labios la piel de pronto sensible de
su hombro.
Donghae se estremeció impotente. Esa
confrontación no estaba resultando como él la planeó... se
sentía hundido en un pantano de incomunicación. Si hubieran hablado, en vez de
guardar en su interior sus mutuos sentimientos de culpa... Pero todo eso
pertenecía al pasado y no podían retroceder. El se lo dio a entender cuando se
apoyó sobre un codo y le miró a los ojos mientras le informaba con fingida
paciencia.
-Como ya he tratado de explicarte, no me fue
fácil descifrar los motivos de tu conducta. Es decir, hasta que sufriste ese
ataque de histeria camino al hospital.
-¿Histeria? ―protestó herido―. Eso no tuvo
nada que ver con lo que te decía. ¡Tú también te habrías puesto histérico si
hubieras pensado que no llegarías a tiempo para dar a luz en el lugar
apropiado!
-Yo diría que algo más que eso. Habría
albergado algunas dudas muy serias acerca de mi papel en la vida.
Reacio, Donghae sonrió. Luego recordó que
deshacerse de un esposo era algo muy serio y, extrañamente, también muy
atemorizante. Suspiró, ahora muy serio y a pesar de que el bebé dormía
tranquilo cerca, se sintió muy solo. Luego Hyukjae continuó:
-Fue sólo cuando hiciste esos comentarios
absurdos acerca de que Minwoo era mi hijo, cuando pude comprender las cosas.
Dime, ¿qué fue exactamente lo que escuchaste ese mes de junio?
¿Comentarios absurdos? Donghae sintió que
el corazón le daba un vuelco y luego latía agobiado. Sabía que lo oyó y no
había forma de que él pudiera impedir eso o negarlo. Y no querría hacerlo, ¿o
si? Se pasó la punta de la lengua por los labios resecos y murmuró acusador:
-Él te llamó querido.
-¿Eso es todo? Shiyoon llama a todos querido
―se recostó de nuevo y cerró los ojos, como si estuviera totalmente aburrido. Donghae
le clavó un codo en las costillas.
-No, no es todo, y tú lo sabes.
Un leve llanto, seguido de un grito, hizo
que Donghae se bajara de la cama para tomar en brazos al pequeño y volvió a recostarse,
con Hyungsik instalado cómodamente en su pecho. Luego Hyukjae murmuró:
- Bien, prosigue. Dímelo todo.
-No creo que este sea el
momento ni el lugar adecuado para discutir la ruptura de nuestro matrimonio
―replicó Donghae. No se alteraría, no ahora. Tal vez después, o al día
siguiente.
Hyukjae volvió a cambiar de posición, con
los ojos fijos en el bebé y después alzó despacio la vista hasta la suave curva
vulnerable de los labios de su esposo y comentó con voz apagada:
-¡Dios mío... creo que estoy celoso de mi
propio hijo! ―luego prosiguió―. Cuando aceptaste ese trabajo en Japón y me
hablaste de una separación, estuve a punto de enloquecer. Las cosas estaban mal
entre nosotros... y yo sabía lo mucho que deseabas tener hijos. Creo que, en
general, ese deseo fue el responsable de que la suerte estuviera de mi lado
cuando aceptaste casarte conmigo.
-Tú también dijiste que querías tener hijos.
Muchos, para llenar la mansión Lee- le recordó a la defensiva y Hyukjae alzó una
mano para callarlo.
-Sólo porque sabía lo mucho que tú los
deseabas. Yo sólo te quería a ti: Si me dabas hijos, maravilloso, pero si no
hubieras podido hacerlo, no me habría hundido, puedes creerme ―respondió con
tono seco―. Y creo que el ver al pequeño Minwoo en nuestro hogar, fue la gota
que derramó el vaso, lo que te hizo alejarte. Yo era el responsable, por lo
menos así lo pensaba, de que hubieras perdido ese bebé. Y por lo que sabíamos,
habías perdido toda esperanza de tener más hijos. Traté de hacerte creer que
habría otros para ti, más para consolarte que para tranquilizar mí conciencia.
Podía ver que la presencia de Minwoo te hería y te amargaba. Verás, no podía
tocarte. Eso se debía en parte a mis sentimientos de culpa y en parte a que
sabía que si compartíamos la misma cama, no podría mantener las manos lejos de
ti. Pensé que necesitabas tiempo para aceptar lo sucedido, sin que yo te
exigiera eso.
Donghae meditó en sus palabras acerca de
que lo quería sólo a él, reteniéndolas en su mente como si fueran un bálsamo y
también que trató de consolarlo, asegurándole que tendría otros hijos, cuando
en aquel entonces él pensó que se refería a otros hombres. Pero su declaración
acerca del efecto que causó su hijo en él, lo sacó de su engañosa felicidad.
¡Por supuesto que la presencia de Minwoo lo hirió y lo hizo sentirse
amargado y celoso!
amargado y celoso!
-Me sentí herido porque Minwoo era... es...
tu hijo ―respondió tenso, sintiendo de nuevo en su interior el dolor de la
soledad y la pérdida―. Oí a Shiyoon llamarlo "nuestro hijo", asegurar
que regresó a tu lado porque el niño necesitaba conocer a su padre. También lo
oí decirte que sabía que nuestro matrimonio había terminado, lo cual era
cierto... y sólo tú pudiste decirle eso. Los vi juntos esa noche, en la
habitación que debió ser de mi hijo, además la señora Sora comentó que Minwoo
era tu viva imagen, lo que es cierto y...
-La señora Sora siempre sabe más de lo que le
conviene ―la interrumpió Hyukjae, alzando una mano para enjugar las lágrimas
que Donghae no podía evitar que se deslizaran por sus mejillas―. No te alteres,
querido, no hay necesidad de eso. Porque tú me amas, ¿no es cierto?
La intensa nota de triunfo en su voz hizo
que Donghae se estremeciera. Y asintió, demasiado emocionado para hablar, para
tratar siquiera de salvar ese orgullo que era tan importante para él. Hyukjae
le quitó de los brazos al bebé con suavidad, ahora dormido; lo depositó en su
cuna, lo arropó y luego se sentó sobre la cama, atrayéndolo hacia sus brazos y
asegurándole con voz ronca:
-¡Lo averigüe cuando estuve a tu lado
mientras nacía nuestro hijo y heredero! Por tus comentarios, comprendí que no
pudiste escuchar toda la conversación, como yo creía. ¡De ser así, habrías
sabido que Minwoo es hijo de Junsu, no mío! Te fuiste porque creías que Shiyoon
había regresado a mi lado, con nuestro hijo y que yo quería deshacerme de ti.
-¿Es hijo de Junsu? ―Donghae alzó la cara
del ancho pecho y lo miró incrédulo―. Pero él tuvo una aventura contigo...
todos sabían que estabas obsesionado por él.
Hyukjae acercó la boca a sus labios
entreabiertos y murmuró:
-Nunca tuve una aventura con Shiyoon. En
cuanto a estar obsesionado, supongo que en cierta forma lo estaba. Me obsesionaba
la necesidad de alejarlo de Junsu.
Un imperioso golpecito en la puerta anunció
la llegada de un enfermera, que ignoró el letrero de
"No molestar", que era sólo para los visitantes.
-¿Ya comió el bebé, señor Lee? ―preguntó
brusca, y cuando Donghae asintió, lo sacó de la cuna―. Entonces, es hora de
cambiarlo, ¿no cree? Sólo tenía que oprimir el timbre.
Contemplando la espalda de la enfermera que
se alejaba, Donghae movió la cabeza desconcertado. ¿Lo acusaba de ser negligente?
¡Estaba seguro de que así era! Pero en vez de experimentar una justificada
indignación, curvó la boca en una suave sonrisa. Ya amaba a su hijo más que a
la vida. Pero amaba a su padre todavía más y las cosas empezaban a tener cierto
sentido, por lo menos algunas...
¿Se habrían equivocado todos acerca de la
tempestuosa aventura que Hyukjae tuvo con Shiyoon?
-Explícame eso ―ordenó, apartándose de los
brazos que aún lo estrechaban.
-Tendré que hacerlo, ¿verdad? ―en sus ojos
brilló un destello perverso―. Pero lo único que puedo comprender realmente es
el hecho de que, después de todos los traumas, tú me amas ―lo besó en los labios
con suavidad, saboreándolo y la sugestión de una pasión apenas controlada le
hizo sentir que la cabeza le daba vueltas.
Unos minutos después, Hyukjae le hizo
apoyar la cabeza sobre su hombro y continuó:
-Voy a retroceder muchos años y te diré que
nuestra familia siempre conoció a los Yoon. El padre de Shiyoon y el mío
asistieron juntos a la misma escuela. El siempre fue un coqueto... encantador,
debo reconocerlo, pero totalmente incontrolable. A mí me parecía más molesto
que fascinante. Luego, hace unos cinco años, vino a pasar una temporada con
nosotros. Sus padres estaban hartos de su comportamiento, de su actitud con los
hombres. Por lo visto, siempre había ex novios con el corazón destrozado frente
a su puerta. Sin embargo, lo que no sabían era que hacía años que Junsu estaba
enamorado en secreto de él. Yo sí lo sabía, tal vez quise protegerlo y exageré,
pero no quería ver que siguiera el mismo camino que los demás, así que decidí
acompañar a Shiyoon a todas partes, dejando que Junsu pensara que yo era el
amante en turno. Por desgracia...
Hyukjae deslizó las manos a lo largo de la
espalda de Donghae y sus dedos parecieron quemar su piel a través de la delgada
tela de su pijama, obligándolo a estrecharse contra él.
Luego continuó:
-Todos los demás también lo creyeron. Fue
lo más equivocado que he hecho en mi vida, pues fue la causa de una disputa
entre Junsu y yo, que apenas se solucionó recientemente. En aquel entonces,
creí que hacía lo correcto, sobre todo cuando Junsu, que se había ido a Japón a
trabajar en un proyecto, se casó con Jaejong. Shiyoon aún seguía aquí y, para
ser justo, trató de ser útil, actuando como mi anfitrion cuando yo lo
necesitaba...
Pero seguía con sus coqueteos. El momento
difícil llegó cuando me informó que había ido a visitar a Junsu y a Jaejong...
en realidad tuvo el descaro de asegurarme que estaba enamorado de él y que
tuvieron una aventura, casi en las narices de Jaejong. Sobra decir que le pedí
que se fuera, que jamás volviera a manchar el umbral de mi puerta, etcétera.
Creo que toda la aldea creyó sinceramente que sucedió lo contrario, que fue él
el que me abandonó. ¡De pronto, todos empezaron a mostrarse demasiado
comprensivos y amables!
-¡Ese hombre es odioso! ―estalló Donghae.
-Puede serlo ―respondió Hyukjae con tono
seco-―. Pero creo que ha cambiado. Siempre será obstinado y querrá ser el
centro de la atención, pero es un buen appa... lo que me sorprendió, además, Junsu
y él se aman. Si él es capaz de controlar su temperamento, serán felices.
-De manera que Junsu es el padre de Minwoo
―murmuró Donghae, apenas capaz de creer que al fin todo empezaba a aclararse―.
Y tú pensaste que yo lo sabía y que no quise hablar de eso cuando ustedes me
invitaron a hacerlo. Simplemente me alejé. Shiyoon y tú debieron pensar que yo
era un arpía.
-Olvida eso, mi amor ―sonrió mirándolo a los
ojos, alzó sus manos y besó las palmas con una ternura que hizo que Donghae
sintiera deseos de llorar por el amor tan profundo que sentía por él―. Creí que
estabas alterado y herido... que al ver a Minwoo recordabas lo que habías
perdido. Y cuando te fuiste, estaba decidido a que regresaras. Sabía que mi
vida no valdría nada sin ti.
-¿Qué hacías entonces en Japón con él? ―Donghae,
con un esfuerzo, se apartó de él y lo miró de soslayo.
Hyukjae movió la cabeza.
Hyukjae movió la cabeza.
―Ten paciencia, hombre, es lo que estoy
tratando de decirte. Fuimos a buscar a Junsu. La primera vez que me enteré de
la existencia de Minwoo fue cuando Shiyoon se presentó con él ese día. Trataba
de ser valeroso, de actuar con la despreocupación de antes, pero en su interior
estaba preocupado. Me informó que Minwoo era mi sobrino y que al enterarse de
la intempestiva muerte de Jaejong, necesitaba comunicarse con Junsu, pero que
no tenía idea de donde estaba. Minwoo tenía el derecho de conocer a su padre y Junsu,
ahora libre, tal vez aún lo amaría lo suficiente para casarse con él. Me
aseguró que todavía lo amaba. Con toda franqueza, yo lo dudaba, conociendo sus
antecedentes. El cualquier forma... ―se encogió de hombros―... no había duda de
que el niño era de Junsu; el parecido familiar era demasiado grande para
ignorarlo. Yo sabía que Junsu seguía trabajando para la misma empresa en Japón
y logré localizarlo en una pequeña ciudad en el sur. Pero primero tenía que
encontrarte. Como sabes, me enteré de tu paradero por Minnie, llamé por
teléfono a Junsu para advertirle que iríamos a verlo, y en qué fecha, y nos
detuvimos en Osaka, con gran disgusto de Shiyoon, porque después de concertar
esa entrevista con Junsu, odiaba el pensamiento de una demora. Te encontré y
quise discutir a fondo las cosas contigo, pedirte que me dieras la oportunidad
de intentarlo de nuevo. Pero como sabes, las cosas no resultaron así y terminó
el día en que me había concedido para persuadirte. Pero sabía en dónde estabas
y que seguirías trabajando para ese tipo. Sin embargo, mientras ayudaba a
aclarar las cosas entre Junsu y Shiyoon solucioné algunos negocios apremiantes
para poder pasar algún tiempo a tu lado; alquilé la cabaña y llevé allí las
provisiones necesarias, transcurrieron varias semanas antes de poder ir a
buscarte... pero esperaba disponer del tiempo suficiente para convencerte de mi
punto de vista.
-¿Cuál es? ―quiso saber Donghae, apartando
decidido de su mente el dolor de ese último año, sabiendo que lo único que
importaba era el presente y el futuro al lado de ese hombre, el único para él.
-Enseñarte a amarme ―respondió él
simplemente―. Yo te amé casi desde el momento en que llegaste a la mansión a
ayudarme. Eras tan cálido, tan natural, que no podía creer
en mi buena suerte cuando aceptaste casarte conmigo.
-Nunca me dijiste que me amabas ―lo acusó Donghae,
pero con suavidad. Recordó lo mucho que ansiaba oírlo pronunciar esas palabras,
pero ahora todo eso había quedado atrás y ya no importaba, porque sabía la
verdad.
La sorpresa en los ojos de Hyukjae, le hizo
sentir el deseo de sacudirlo por ser tan abominablemente sexy, pero en vez de
ello lo besó cuando lo oyó responder:
-Te lo demostré, ¿no es cierto? Cada vez que
te estrechaba en mis brazos te decía lo mucho que te amaba. Y cuando te lleve a
casa, después de un intervalo adecuado para que te recuperes, por supuesto, te
lo demostraré una y otra vez... ―lo estrechó despacio en sus brazos y rozó su
boca con la suya, provocando en él una respuesta que debió estar demasiado
exhausto para experimentar, pensó Donghae aturdido y le echó los brazos al
cuello, decidido a demostrarle que no se sentía tan agotado, cuando Hyukjae
alzó la cabeza, diciendo:
-Y antes que me lo preguntes, Shiyoon y Junsu
están de regreso en Corea, para darles la noticia de su matrimonio a los padres
de Jaejong. Junsu pensó que sería más diplomático ir él solo con Minwoo, para
romper el hielo, y Shiyoon fue a la mansión Lee a suplicarme que lo dejara
pasar la noche allí. Ahora va en camino a reunirse con ellos.
-¡Olvídate de Shiyoon! ―murmuró Donghae con
voz ronca, acercando a la suya la cabeza de Hyukjae; las cosas empezaban a
estar fuera de control cuando la almidonada enfermera, tan diferente de la
rubia coqueta de la noche anterior, anunció rígida:
-Creo que el bebé quiere a su appa. Ya lo
bañamos, lo cambiamos, lo pesamos y...
-Gracias ―Hyukjae se puso de pie y tomó en
sus brazos al pequeño que tenía los ojos muy abiertos y acompañó a la enfermera
a la puerta.
Ayudó a Donghae a ponerse de pie, la rodeó
con el otro brazo y en su voz había una profunda emoción cuando murmuró:
-¿Puedes sentirlo, Donghae? ¿Sientes el amor
que nos rodea? Te juro que en esta habitación hay
suficiente para que el mundo siga girando durante miles de años.
Donghae miró hasta lo más profundo de esos
ojos duros de pistolero y vio en ellos el amor; en silencio, le juró amarlo
durante el resto de sus vidas. El lo comprendió... leyó el mensaje demasiado
profundo para expresarlo en palabras y lo besó en los labios, Donghae tomó en
sus brazos al bebé que protestaba y le tendió su mano libre a su esposo, su
maravilloso, vulnerable y exasperante Hyukjae. Luego dejó ver una sonrisa
gloriosa.
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