Sólo Ámame- Capítulo 6



Donghae estaba tranquilo, muy calmado. Por lo menos eso pensó, hasta que Hyukjae se acercó a él y todas las células de su cuerpo se pusieron en estado de alerta roja.

Apareció en el vano de la puerta de la cocina, daba la impresión de haber caminado muchos kilómetros. Tenía la camisa empapada en sudor y pegada al cuerpo, el cabello húmedo y alborotado, como si se hubiese pasado las manos por él una y otra vez.

Donghae vio la envolvente intensidad de su mirada y se estremeció. Se veía exhausto, agobiado y su amor por él hizo que se le retorciera el corazón y lo compadeció. Estuvo a punto de hacer lo que él le pidiera, de ser lo que él quisiera, pero moviendo inconscientemente la cabeza, hizo a un lado la tentación. La crueldad emocional que emanaba de él, con seguridad se debía al nuevo rechazo de Shiyoon; y no tenía nada que ver con el hecho de si él estaba dispuesto o no, a olvidarse del divorcio.

- Cenaremos dentro de media hora ―la banalidad de sus palabras quedó negada por el tono duro, acentuado por un dolor tan sombrío como desconocido y Donghae asintió mudo, incapaz de hablar, con la boca seca; se volvió a ciegas hacia el fregadero en donde, justo antes de que él entrara, estaba lavando la ensalada.

Lo oyó moverse a su espalda, en camino a la salida y sintió que su cuerpo se tensaba bajo la imponente conciencia de él. Sólo cuando lo oyó subir la escalera y luego sus movimientos en el baño, se relajó.

Con los ojos cerrados, se apoyó contra el fregadero y se obligó a recobrar la serena aceptación, el estoicismo que encontró a lo largo del soleado día. No estaba dispuesto a ocupar el segundo lugar en la vida de Hyukjae y tampoco podía hacerle aceptar lo que le hizo Shiyoon. Nadie podía hacerlo. El tendría que recurrir a sus reservas de fortaleza mental para lograr eso y era lo bastante fuerte para hacerlo.

Fugazmente, se preguntó por qué Shiyoon había vuelto a alejarse. Parecía decidido a reemplazarlo como el esposo de Hyukjae, más que feliz con la situación, reconoció que su intención era legitimizar a su hijo y permitir que llevara el apellido de su padre.

Donghae se apartó del fregadero e irguió los hombros. Se negaba a seguir pensando en eso, ya tenía suficiente con tratar de conservar la calma. Decirle a Hyukjae que quería el divorcio requeriría una fortaleza de carácter y una determinación que esperaba tener.

Debía preparar la cena y se concentraría en eso; las carnes que sacó del refrigerador apenas empezaban a dorarse cuando Hyukjae bajó.

-¿Hay algo en lo que pueda ayudarte? ―se ofreció amable. Donghae trató de que su voz fuera jovial y de dar la impresión de eficiencia; mientras ponía el mantel y sacaba el pan y la ensalada, comentó:

-No, gracias ―pero quería decirle que lo único que podía hacer por él, era ofrecerle una amnesia permanente, hacerle olvidar que alguna vez lo conoció y lo amó.

-En ese caso, abriré una botella de vino -su tono era inexpresivo, cortés. Frenético, Donghae se preguntó cuándo le pediría su decisión y luego apartó de su mente ese enervante pensamiento. Hyukjae se lo preguntaría cuando estuviera dispuesto y mientras tanto, había algo que podía hacer por él. Una última cosa.

Volteó las carnes en la sartén y tomó la copa de vino tinto que él le ofrecía, vaciándola de dos grandes tragos; de inmediato se sintió mejor. El valor que el vino pudiera proporcionarle sería mejor que no tener ninguno, se dijo sensato y sacó de la alacena la mostaza y la mermelada.

-La mano pródiga de Choi con el champaña debió aficionarte a la bebida ―declaró él con tono seco―. Lo más que te había visto beber antes fue media copa de vino y la hacías durar toda la velada.

Sin embargo, volvió a llenarle la copa y Donghae ignoró la indirecta acerca de la botella que Hyukjae debió ver cuando entró a la casa de Jinhyuk. Eso no era importante, pero sí lo que tenía que decirle.

Sirvió las carnes en dos platos, los llevó a la barra y retuvo el aliento antes de hablar, sin mirarlo a los ojos.

-Lo que antes comentaste... acerca de sentirte culpable. No debes pensar así. Lo que sucedió no fue culpa tuya; nadie habría podido evitar ese accidente.

Lo miró entonces, porque el silencio fue tan prolongado, tan cargado de tensión que cuando sus ojos chocaron con los suyos, volvió la cabeza a toda prisa, porque lo que vio en ellos fue compasión, lástima. No podía soportar eso.

- Eras tan feliz hasta entonces ―comentó Hyukjae con voz ronca―. Yo sabía lo mucho que deseabas ese hijo, ¿Cómo podía dejar de sentir el peso de la culpa? Era como una tonelada ―se sentó a su lado y se acercó, sujetándole la barbilla entre los dedos índice y pulgar y obligándolo a mirarlo a los ojos―. Tenía razón, ¿no crees? Fue algo de lo que no lograste reponerte. Tus celos por Minwoo me atravesaron como un cuchillo. Durante ese fin de semana te vi paralizarte, morir un poco más en tu interior. No puedes imaginarte lo que eso me afectó. No es fácil vivir con la culpabilidad.

Culpabilidad. Una palabra que consumía, derrotándolos, cortando los tenues lazos que alguna vez los unieron. No era de sorprender que Hyukjae lo hubiese apartado de su vida.

Con los labios apretados, apartó la cabeza y tomó los cubiertos. Sí, estaba celoso de Minwoo, pero sólo porque el pequeño era hijo de él y de Shiyoon. No por los motivos que Hyukjae pensaba.

No sabía cómo podía ser tan ciego, tan insensible a sus sentimientos. Por otra parte, incluso durante sus momentos de mayor intimidad, Hyukjae jamás fingió amarlo y debido a eso, Donghae jamás pudo confesarle sus sentimientos. Las protestas de amor de su parte sólo lo habrían hecho sentirse cohibido, atrapado. Y habrían incrementado su propia vulnerabilidad, que ya era atemorizante.

Por lo visto, nada de lo que le dijo disminuyó su irrazonable sentimiento de culpa por la pérdida de su hijo. No sabía cómo podría ayudarlo a superar ese obstáculo, excepto informándole que el terrible pronóstico del médico fue infundado, que de hecho, había concebido de nuevo.

Por el rabillo del ojo, lo vio empezar a cenar, pero no parecía tener mucho apetito. Suspiró. Podía ayudarlo a deshacerse de ese sentimiento de culpa, pero no tenía intención de hacerlo, todavía no; y tal vez no durante mucho tiempo. Porque por primera vez en su vida, sería total y absolutamente egoísta.

Guardaría el secreto de su embarazo hasta que hubiera trazado una nueva vida y estuviera más capacitado para enfrentarse a las futuras ramificaciones de los derechos de visita y el interés y cuidado que Hyukjae insistiría en proporcionarle a su hijo.

Sería terrible tener que verlo a intervalos regulares. La única forma en que podría matar su vano y desesperado amor por él, sería alejarlo por completo de su vida, no volver a verlo jamás. Si él se enteraba de que esperaba un hijo suyo, eso sería imposible.

-La carne está excelente ―tenía que decir algo, cualquier cosa, para romper el doloroso silencio. En cualquier momento él le pediría su decisión y Donghae se la daría. Y eso le pondría fin, irrevocablemente, al matrimonio que alguna vez fue toda su razón de existir.

Pero no pensaría en eso ahora. Su metabolismo le exigía aliento y la carne era buena, pero necesitaba algo...

Se le hizo agua la boca, tomó la mermelada que había sacado inconscientemente y sin pensarlo, extendió una gruesa capa sobre la carne, cortó un trozo y se lo llevó a la boca. Delicioso.

-Estás embarazado ―comentó tenso Hyukjae.

Donghae tragó saliva y su rostro adquirió un tono escarlata. Se sentía como si lo hubieran descubierto haciendo algo vergonzoso. Y sin llamarlo, un recuerdo fugaz cruzó por su mente.

Tenía dos meses de embarazo la última vez y Hyukjae y él salieron a cenar. Los dos pidieron Chateaubríand. Y de pronto, experimentó un absurdo antojo, mermelada con la carne...

El discreto gesto de sorpresa del mesero fue apenas descriptible. Pero Hyukjae se apoyó en el respaldo de la silla, e incluso ahora, podía ver la curva indulgente de su boca, el cálido orgullo en sus ojos cuando comentó divertido:

- Mi esposo está embarazado y ha desarrollado ciertos hábitos extravagantes en lo concerniente a la comida.

Donghae sonrió feliz y durante el resto de la velada se sintió seguro al lado de él, tan seguro...

Lo miró a los ojos, con las mejillas aún sonrojadas y vio en sus profundidades, el destello de algo que sólo pudo interpretar como un recuerdo compartido, y ni siquiera a costa de su vida habría podido mentirle.

-Siempre te has ruborizado con mucha facilidad ―comentó él con suave ironía―. ¿Cuándo ibas a decírmelo? ¿O no pensabas hacerlo?

-Yo... ―santo Dios, ¿cómo podía responder a eso?, pensó―. Cuando me acostumbrara a la idea ―improvisó después de buscar frenético la respuesta en su aturdido cerebro.

Pero todo lo que él dijo, con tono sombrío, fue:

-Lo dudo ―le dirigió una sonrisa cínica antes de ponerse de pie y le quitó la copa de vino―. En tu condición, no debes beber ―añadió con tono duro y acusador―. Termina tu cena, yo prepararé el café.

Aunque Hyukjae dejó la mayor parte de su cena, Donghae comprendió que lo que él decía tenía sentido. No había comido nada en todo el día y el alcohol en su estado no era la mejor de las ideas.

Se calmó y siguió comiendo, aunque la carne que antes le pareció tan apetitosa, ahora le sabía a aserrín. Y supo que hizo bien en concentrarse en meditar las cosas a fondo, cuando Hyukjae llevó los tarros con el café a la sala, le señaló el único sillón cómodo que había en la cabaña y se acercó a la chimenea.

-Ahora no podemos hablar de un divorcio, una separación a prueba o cualquier otra cosa ―en sus ojos había una expresión dura que él nunca antes había visto―. No, importa lo poco que eso parece importarte, eres mi esposo y esperas un hijo mío. Mañana regresarás conmigo, te vigilará el mejor médico que pueda encontrar. Y si albergas cualquier noción irresponsable de educar solo a nuestro hijo, olvídalo. Yo solicitaría la custodia, no lo dudes. ¿Me has entendido?

Perfectamente. Era lo que Donghae esperaba, la razón por la cual guardó el secreto. Ahora no habría forma de que lo dejara ir. Y sí, no dudaría en solicitar la custodia.

Shiyoon volvió a desaparecer, llevándose a Minwoo. Y, aunque él tenía el derecho de exigir ver a su hijo, podría ser difícil. En cambio él, como su esposo legal, no gozaría de esa libertad, el hijo que esperaba era el heredero legítimo, quien siempre conservaba lo que le pertenecía.

-Sí, te entiendo ―pero su voz sonó áspera y trató de erguirse. Tal vez él lo tenía atrapado, pero no lo haría sentirse de ese modo.

En otros tiempos habría aceptado cualquier cosa, todo lo que le pidiera, porque lo amaba, pero no ahora. Se olvidaría de la dependencia de su amor, decidió y respondió tajante:

-Acepto regresar contigo, administrar tu hogar como tú lo esperas y atender a tus invitados. Pero a cambio de eso, quiero poner mis condiciones.

Se puso de pie y cruzó inseguro la reducida habitación para dejar el tarro de café sobre una mesa. La sombría intensidad de la mirada de Hyukjae lo abrumaba. El perturbador magnetismo sexual que era una parte intrínseca de su naturaleza, era algo que tendría que controlar, luchando para resultar, si no exactamente el ganador, tampoco la víctima.

-¿Cuáles son? ―su tono frío, casi indiferente, le hizo estremecerse. Lo conocía lo suficiente para reconocer la amenaza oculta. Alzó la barbilla y la ignoró.

-Quiero trabajar, lograr algo por mí mismo. Necesito ser algo más que una de tus pertenencias.―buscaba algo a lo que pudiera aferrarse, algo que apartara su mente del doloroso vacío de su relación. Algo que aturdiera el dolor de saber que su viejo sueño de enseñarlo a amarle era una esperanza vana.

-Entiendo. ¿Y cómo exactamente piensas lograr eso?

-No quiero discusiones ―ignoró el tono condescendiente. Hyukjae siempre lo consideró como alguien que podía serle útil. Nunca lo vio como una persona cuyas necesidades no pudieran satisfacerse con una bella casa, ropa elegante y su atención de él en el dormitorio, cuando se sintiera inclinado a brindársela.

Ignoró su dolor interno, Donghae continuó con frialdad:

-Sungmin me ofreció que vuelva a asociarme con él. Hacíamos un buen equipo. Y él quiere ampliar el área de actividades de la agencia. Es la clase de reto que me agradaría.

Lo suficiente para alejarlo del círculo cerrado e insatisfactorio de su matrimonio. Era cierto, tendría a su hijo y lo amaría hasta la locura. Pero necesitaría algo más, algo fuera de los límites de su matrimonio, si quería conservar su dignidad y su cordura.

-¿Y el niño? ―él había terminado su café y se sirvió más vino, pero su tensión se dejó ver en el brusco choque del cuello de la botella contra la copa―. Si albergas alguna ilusión de ponerte tu traje de negocios y dirigirte cada día a la oficina, dejando a nuestro hijo al cuidado de otra persona, olvídalo.

Donghae apretó la boca y sus ojos brillaron como trozos de vidrio negro, con la misma dureza que veía en los ojos de él.

-No albergo ninguna ilusión ―estalló furioso. Ninguna, no ahora. No le quedaba nada que le impidiera ver la situación con claridad y eso era lo mejor, se recordó justo a tiempo, antes de perder la paciencia―. Trabajaría sólo en el aspecto administrativo y podría hacerlo desde la mansión. Tú trabajas en casa con mucha frecuencia. Por lo menos, antes lo hacías ―lo atacó imprudente y lo reconoció al ver que él alzaba una ceja. No era ningún tonto y descubriría todos sus puntos débiles si no se cuidaba de lo que decía.

Trató de relajarse, porque luchaba por la oportunidad de crearse una vida propia, de distanciarse de él y destruir el intenso amor que sentía; se dirigió al sillón, volvió a sentarse y ladeando la cabeza hacia Hyukjae, con una expresión imperturbable, preguntó:

― ¿Y bien? ¿Estás de acuerdo?

Hyukjae le dirigió una fría mirada sardónica.

-Parece que hemos llegado al fondo del problema. Debiste ser honesto antes acerca de esto. ¿Crees que soy un tirano?

Se encogió de hombros ligeramente y el gesto despreocupado le dijo a Donghae con toda claridad que no le interesaba si lo consideraba o no de esa manera. Luego, la atractiva boca se curvó en una sonrisa en la que no había el menor vestigio de buen humor y comentó:

-De manera que quieres volar. Estabas tan ansioso de gozar de cierta libertad fuera de nuestro matrimonio, que usaste el absurdo pretexto de una separación a prueba para extender tus alas. Por lo visto, nuestro matrimonio no era un reto suficiente ―vació la copa, la dejó con cuidado a sus pies y clavó la vista en él. El helado escrutinio le hizo temblar, porque estaba seguro que debajo de su fachada serena, Hyukjae podía ver su profundo dolor interno.

Desesperado, contuvo las palabras mordaces de amarga condena que tenía en la punta de la lengua. ¿Cómo podía explicar ahora, que la conversación que escuchó entre Shiyoon y él fue el motivo para .alejarse y ponerle fin a su matrimonio? ¿Cómo podía hacerlo, cuando estaba tan decidido a hacerle creer por salvar su dignidad, que era necesario una separación, porque no podía soportar la humillación de que él le pidiera el divorcio para quedar en libertad de casarse con el appa de su hijo?

En ese aspecto, quemó sus propias naves y ahora no estaba dispuesto a decirle la verdad. Entonces él prosiguió:

-Tu embarazo, por supuesto, le ha puesto fin a todo eso. No obstante, acepto, dentro de los límites que has establecido.

¿Se suponía que debía darle las gracias de rodillas?, se preguntó Donghae con amargura, porque sería más difícil plantear su siguiente condición y necesitaba que él la aceptara.

Casi había oscurecido y los árboles del bosque ocultaban los últimos rayos del sol, proyectando una sombra verde que hacía que la pequeña habitación pareciera una caverna debajo del agua. Hyukjae se puso de pie para encender una de las lámparas de aceite y Donghae habló a toda prisa, antes de que la abandonara su determinación, ya tambaleante.

-Hay una última cosa. Quiero que tengamos habitaciones separadas. No quiero volver a dormir contigo ―lo vio quedarse inmóvil y sus rasgos afilados adquirieron un aspecto diabólico bajo el resplandor naranja de la lámpara.

Los ojos que se clavaron en él cuando Hyukjae se irguió, se veían hundidos, con una expresión inescrutable y apretó la boca, acentuando su fascinante crueldad, pero su voz fue indiferente, casi aburrida, cuando introdujo las manos en los bolsillos del pantalón y replicó:

-Me sorprendes. Tu respuesta cuando hace poco te hice el amor fue francamente cataclísmica. Para no mencionar tu ávida iniciación del proceso en una o dos ocasiones memorables el día de hoy. Sin embargo, querido, puedes estar seguro de que jamás desperdiciaré mi libido con alguien reacio.

Donghae sintió que un rubor cubría todo su cuerpo, al escuchar la calculada y fría descripción de lo que sucedió esa mañana, pero en su interior temblaba, porque sabía que él se sentiría en libertad de buscar sus placeres sexuales en otra parte. De preferencia encontraría una satisfacción física y emocional con Shiyoon, que obviamente aún lo encontraba sexualmente excitante, aunque retrocediera ante las limitaciones del matrimonio.

Pero tenía que poner esa condición. Tal vez todo lo que anhelaba era que le hiciera el amor, pero para Hyukjae eso carecía de significado, sólo era la forma de mitigar un apetito natural. Si compartía su cama, le haría sentirse degradado, le sería imposible dejar de amarlo, y recobrar la identidad que perdió en su irracional amor por él, corriendo el peligro de resultar perdedor.

-Estoy cansado ―tenía el rostro pálido por la tensión de saberse atrapado por la impensada revelación de su embarazo y por el esfuerzo que hizo para establecer las condiciones que le permitirían conservar su dignidad.

Se puso de pie y señaló con un ademán el incómodo sofá que él debió usar la noche anterior.

-Si no quieres volver a enfrentarte a los rigores de dormir allí, entonces lo haré yo ―declaró, como si quisiera insistir en que los arreglos para dormir separados empezarían en ese momento.

-Me halaga escuchar que por lo menos hay un área en nuestra vida en la cual estás bien dispuesto ―comentó Hyukjae, alzando una ceja en un gesto cínico―. Yo me las arreglaré aquí, tú puedes ocupar la cama.

Antes de que las lágrimas pudieran traicionarlo, Donghae se dirigió hacia la escalera, pero una voz fría y dura, lo detuvo y lo dejó paralizado, helado por el disgusto.

-Hay una cosa más, mi querido esposo... antes de embarcarnos hacia el futuro que tú has elegido. Me gustaría estar seguro de que el hijo que esperas es mío, y no de Choi.

Por un momento, Donghae se sintió demasiado sorprendido y furioso para moverse. El corazón le latía con fuerza y una oleada de rubor cubrió su rostro, para luego desaparecer, dejándolo helado y con una ira tan profunda como nunca antes la había experimentado. ¿Cómo se atrevía?

Irguió los hombros y casi sin saber lo que hacía, cruzó rígido la habitación, alzó una mano en un puño y lo dejó caer con fuerza sobre la mandíbula de Hyukjae. El duro sonido del contacto, acentuado por el silencio de la habitación, le proporcionó una momentánea sensación de satisfacción, pero no la suficiente para mitigar la cólera que ardía en su interior.

Un breve destello, que extrañamente parecía de triunfo, se apagó de inmediato en Hyukjae, dejando una mirada dura que no revelaba nada. Tal vez no lo tocó con toda la fuerza que poseía, así que volvió a alzar la mano dispuesto a dar otro golpe y luego otro... hasta sacar de su cuerpo, el tormento de su coraje, el apasionado disgusto por su comentario.

Pero sin parecer siquiera moverse, Hyukjae le sujetó le sujetó con una mano, mientras la mancha rojiza se extendía sobre una parte de su rostro, en un agudo contraste con la palidez del resto.

-Un esposo sólo puede golpear a su marido una vez en su vida, y tú ya no tienes esa opción. Vuelve a intentarlo y te devolveré el golpe ―lo soltó y retrocedió, como si no soportara estar cerca de él. En sus ojos apareció una expresión sombría y Donghae supo que lo decía en serio.

Alzó la cabeza y sus ojos brillaron desafiantes en el pálido rostro. Y el clamor de los latidos de su corazón la dejó sin aliento cuando comprendió que casi le habría agradado la violencia física de Hyukjae, porque cuando menos sería un contacto, un indicio de que sus emociones estaban involucradas, y eso sería mejor que el helado desdén con que ahora lo observaba, el ligero sarcasmo que empleó con él cuando discutían el futuro de su matrimonio.

Y ese pensamiento, más que cualquier otra cosa, lo hizo retroceder y rehuir la confrontación. Era algo enfermizo y se sintió asqueado. La violencia física siempre le pareció algo odioso y hasta donde sabía, también a él... y creía conocerlo bien. Luego, con un helado sarcasmo que le hizo estremecerse, Hyukjae comentó:

-Me imagino que tu reacción significa que nunca dormiste con él. Tendrás que disculparme por preguntarlo, pero lo oí cuando te propuso matrimonio y, puesto que soy un cínico, supuse que tú lo habías alentado.

Donghae se dio la vuelta, recurriendo a todas las reservas físicas y mentales para cruzar la habitación y subir la escalera sin desplomarse. Una vez que lo logró, se acostó, sólo para permanecer despierto casi toda la noche, preguntándose cómo se enfrentaría al resto de su vida.



-¡Oh, es tan agradable estar de nuevo en casa! ―Kim Leeteuk dejó escapar un suspiro de placer, tomó una taza y un platito de la mesa y se sentó en un sillón, bebiendo satisfecho unos sorbos.

Por primera vez en semanas Donghae experimentó una leve sensación de contento y respondió con mayor sinceridad de lo que jamás sabría su appa:

- Es agradable tenerlos de nuevo en casa. Los eché de menos.

Durante las pocas semanas desde su regreso a la mansión se había sentido más solo y vacío que nunca. Era cierto, Minnie acogió con agrado su sugerencia de renovar su sociedad y los dos estuvieron muy ocupados, encargándose de los aspectos legales, de los futuros procedimientos de trabajo y convirtiendo el pequeño estudio, atrás de la impresionante biblioteca de la mansión, en una oficina que pudiera usar, en donde instalaron una computadora, archiveros y todo lo necesario.

Pero nada, ni siquiera el hecho de empezar a trabajar de nuevo, podía compensarlo por la fría farsa de su matrimonio; se estremeció involuntariamente y su appa le preguntó a toda prisa:

-¿Tienes frío, querido? Voy a cerrar la ventana.

-Estoy bien, sólo fue un fantasma que pasó por mi tumba ―logró dirigirle una sonrisa, que se disponía a levantarse del mullido sillón; siguió sonriendo hasta sentir el rostro rígido por el esfuerzo, mientras Leeteuk comentaba burlon:

-Me alegra que lo digas, pero no creo que hayas tenido tiempo de echarnos de menos, corriendo de un lado a otro. ¿Estuviste en Japón no es cierto?

No hacía ni cinco minutos que sus padres habían llegado a su .hogar, cuando se enteraron de los rumores; nada podría mantenerse en secreto en la pequeña comunidad. Así que Donghae no tuvo otra opción, que no fuera reconocer la verdad.

-Estuve cerca de Osaka. En esa época Hyukjae pasaba mucho tiempo viajando, Minnie tenía un cliente que solicitó ayuda y no podía encontrar a nadie. Se trataba de algo temporal, así que yo intervine. Hyukjae se las arregló para ir a visitarme un par de veces.

-Debió hacerlo ―replicó su appa con tono seco―. De lo contrario, yo no estaría a punto de tener un nieto.

Donghae sonrió tembloroso, pero en su interior suspiró aliviado. Estaba de nuevo en su hogar, guardando las apariencias como esposo de Hyukjae, pero si su appa llegaba a enterarse de que sólo lo hacía porque él le amenazó con solicitar la custodia de su hijo, con toda la publicidad que crearía el caso y las dudas que albergarían todos acerca de las historias exageradas de su estancia en Japón, al lado de un hombre que acabó proponiéndole matrimonio... se quedaría horrorizado.

En primer lugar, siempre se opuso a ese matrimonio. No porque Lee Hyukjae estuviera encima del hijo del médico, tanto en el aspecto financiero como en el social... no era tan anticuado... sino debido a Shiyoon. Una semana antes de la boda le preguntó preocupado:

-¿Lo has pensado bien, querido? No quiero arruinarte nada, pero tampoco quiero ver que eres desdichado. ¿No crees que es demasiado pronto? Sabes, tal vez él se casa contigo por despecho. ¿Has pensado en eso? Todos pudieron ver su actitud con ese Yoon Shiyoon. Seré difícil ocupar su lugar.

Pero Donghae no había pensado en eso, o lo hizo sólo para convencerse de que a pesar de que Hyukjae nunca fingió estar enamorado de él, ni le decía palabras bellas, Donghae, con su profundo amor, podría enseñarlo a necesitarlo tanto como él lo necesitaba. Y dadas las circunstancias, mientras menos supiera su appa sería mejor.

-Tu buena noticia fue nuestro mejor regalo de bienvenida ―decía ahora un complacido appa―. Tendré que comprar mucha ropa para el bebé.

Donghae se sobresaltó. ¿Habría olvidado su appa toda la ropa cuidadosamente guardados en papel de seda, que compró con tanto entusiasmo para el bebé que perdieron? Nadie mencionaba nunca el accidente ni su trágica secuela. Todos se quedaron traumados y parecían pensar que si no hablaban de ello, era como si no hubiese sucedido.

-Dime... ―el señor Kim se inclinó para servirse más té―. Me enteré de que ese joven se presentó en la mansión... tan descarado como siempre, con su hijo de dos años. ¿Lo enviaste a paseo? Sé que yo lo habría hecho. ¡No tiene la más mínima sensibilidad! Y por lo visto, no se ha casado.

-No lo vi mucho ―respondió Donghae, fingiendo indiferencia―. Ese fin de semana tenía la casa llena de invitados y yo me fui a Japón casi de inmediato ―en cualquier momento su appa le diría que el pequeño Minwoo tenía un notable parecido con Hyukjae y Donghae no sabría como podría evadir sus preguntas. Tenía la frente y las palmas de las manos bañadas en sudor, pero por suerte su padre entró en ese momento.

― ¿Aún queda té en la tetera? Estoy sediento ―se desplomó en el sofá a un lado de Donghae y se pasó las manos por el cabello que empezaba a encanecer―. Pronto llegará el otoño y quiero sembrar en el jardín. Sé que el ejercicio es bueno para mí... siempre se lo aconsejaba a mis pacientes, pero...

-Pero pasarás veladas en el invierno leyendo los catálogos de semillas, trazando los nuevos límites, ordenando plantas y ansiando volver a salir ―lo interrumpió su esposo, sirviéndole una taza de té―. Sabes, Donghae, le pagó a Cho Kyuhyun una pequeña fortuna para que cuidara del jardín mientras estuvimos fuera, y tan pronto como dejó las maletas en la cocina salió con una lente de aumento para buscar hierbas imaginarias, recortar los setos y podar el césped...

Todos se echaron a reír y Donghae se puso de pie para despedirse.

-Hyukjae estuvo fuera anoche, pero me comentó que regresaría hoy a la hora del té. Debo apresurarme si quiero estar allí para recibirlo.

Seguía fingiendo, incluso cuando estaban solos, tratándose con cortesía, como extraños. Ahora Hyukjae trabajaba más desde su hogar, pero de cuando en cuando tenía que ir a la ciudad, en donde pasaba la noche para contar con dos días completos en la oficina matriz.

Donghae siempre se aseguraba de estar en casa cuando sabía que él estaba a punto de llegar, saliendo de su oficina a tiempo para arreglarse, dispuesto a recibirlo con preguntas corteses acerca de su viaje, ofreciéndole una bebida para que se relajara y haciendo comentarios sobre las noticias locales que podrían interesarle. Nadie podría acusarlo de no cumplir con su parte del trato.

-Bien, no te preocupes demasiado ―le aconsejó su padre cuando lo acompañó a la puerta―. A partir de ahora debes cuidarte mucho.

Era lo más que se habían acercado sus padres a mencionar su aborto, y tardíamente se preguntó si una mayor franqueza no le habrían ayudado durante los largos meses miserables que siguieron.

Sin duda, si Hyukjae hubiera podido explicarle que sus profundos sentimientos de culpa fueron los responsables del distanciamiento entre ellos, entonces las cosas habrían sido más fáciles y se habrían acercado, en vez de apartarse cada vez más. Sobre todo si le hubiera hablado de sus propios sentimientos de fracaso, de la terrible inseguridad que experimentó después de enterarse de que tal vez jamás volvería a concebir.

Pero cualquier acercamiento que hubiese logrado no habría servido de nada desde el momento en que apareció Shiyoon con Minwoo, se recordó cuando se instaló al volante de su auto. El pasado había quedado atrás y los pensamientos acerca de lo que pudo ser no cambiarían el futuro. Bajó el cristal de la ventana y con una sonrisa se despidió de sus padres, recordándoles jovial:

-Mañana cenarán con nosotros. No lo olviden... a las siete en punto. Y lleven las fotografías de su viaje; a Hyukjae le agradará verlas ―se alejó despacio, pues las lágrimas le nublaban la visión. Le faltaba mucho camino por andar .antes que pudiera aceptar con calma su vida, tal y como era.

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...