Donghae estaba tranquilo, muy calmado. Por
lo menos eso pensó, hasta que Hyukjae se acercó a él y todas las células de su
cuerpo se pusieron en estado de alerta roja.
Apareció en el vano de la puerta de la
cocina, daba la impresión de haber caminado muchos kilómetros. Tenía la camisa
empapada en sudor y pegada al cuerpo, el cabello húmedo y
alborotado, como si se hubiese pasado las manos por él una y otra vez.
Donghae vio la envolvente intensidad de su
mirada y se estremeció. Se veía exhausto, agobiado y su amor por él hizo que se
le retorciera el corazón y lo compadeció. Estuvo a punto de hacer lo que él le
pidiera, de ser lo que él quisiera, pero moviendo inconscientemente la cabeza,
hizo a un lado la tentación. La crueldad emocional que emanaba de él, con
seguridad se debía al nuevo rechazo de Shiyoon; y no tenía nada que ver con el
hecho de si él estaba dispuesto o no, a olvidarse del divorcio.
- Cenaremos dentro de media hora ―la
banalidad de sus palabras quedó negada por el tono duro, acentuado por un dolor
tan sombrío como desconocido y Donghae asintió mudo, incapaz de hablar, con la
boca seca; se volvió a ciegas hacia el fregadero en donde, justo antes de que
él entrara, estaba lavando la ensalada.
Lo oyó moverse a su espalda, en camino a la
salida y sintió que su cuerpo se tensaba bajo la imponente conciencia de él.
Sólo cuando lo oyó subir la escalera y luego sus movimientos en el baño, se
relajó.
Con los ojos cerrados, se apoyó contra el
fregadero y se obligó a recobrar la serena aceptación, el estoicismo que
encontró a lo largo del soleado día. No estaba dispuesto a ocupar el segundo
lugar en la vida de Hyukjae y tampoco podía hacerle aceptar lo que le hizo Shiyoon.
Nadie podía hacerlo. El tendría que recurrir a sus reservas de fortaleza mental
para lograr eso y era lo bastante fuerte para hacerlo.
Fugazmente, se preguntó por qué Shiyoon
había vuelto a alejarse. Parecía decidido a reemplazarlo como el esposo de Hyukjae,
más que feliz con la situación, reconoció que su intención era legitimizar a su
hijo y permitir que llevara el apellido de su padre.
Donghae se apartó del fregadero e irguió
los hombros. Se negaba a seguir pensando en eso, ya tenía suficiente con tratar
de conservar la calma. Decirle a Hyukjae que quería el divorcio requeriría una
fortaleza de carácter y una determinación que esperaba tener.
Debía preparar la cena y se concentraría en
eso; las carnes que sacó del refrigerador apenas empezaban a dorarse cuando Hyukjae
bajó.
-¿Hay algo en lo que pueda ayudarte? ―se
ofreció amable. Donghae trató de que su voz fuera jovial y de dar la impresión
de eficiencia; mientras ponía el mantel y sacaba el pan y la ensalada, comentó:
-No, gracias ―pero quería decirle que lo
único que podía hacer por él, era ofrecerle una amnesia permanente, hacerle olvidar que alguna vez lo conoció y lo amó.
-En ese caso, abriré una botella de vino -su
tono era inexpresivo, cortés. Frenético, Donghae se preguntó cuándo le pediría
su decisión y luego apartó de su mente ese enervante pensamiento. Hyukjae se lo
preguntaría cuando estuviera dispuesto y mientras tanto, había algo que podía
hacer por él. Una última cosa.
Volteó las carnes en la sartén y tomó la
copa de vino tinto que él le ofrecía, vaciándola de dos grandes tragos; de
inmediato se sintió mejor. El valor que el vino pudiera proporcionarle sería
mejor que no tener ninguno, se dijo sensato y sacó de la alacena la mostaza y
la mermelada.
-La mano pródiga de Choi con el champaña
debió aficionarte a la bebida ―declaró él con tono seco―. Lo más que te había
visto beber antes fue media copa de vino y la hacías durar toda la velada.
Sin embargo, volvió a llenarle la copa y Donghae
ignoró la indirecta acerca de la botella que Hyukjae debió ver cuando entró a
la casa de Jinhyuk. Eso no era importante, pero sí lo que tenía que decirle.
Sirvió las carnes en dos platos, los llevó
a la barra y retuvo el aliento antes de hablar, sin mirarlo a los ojos.
-Lo que antes comentaste... acerca de sentirte
culpable. No debes pensar así. Lo que sucedió no fue culpa tuya; nadie habría
podido evitar ese accidente.
Lo miró entonces, porque el silencio fue
tan prolongado, tan cargado de tensión que cuando sus ojos chocaron con los
suyos, volvió la cabeza a toda prisa, porque lo que vio en ellos fue compasión,
lástima. No podía soportar eso.
- Eras tan feliz hasta entonces ―comentó Hyukjae
con voz ronca―. Yo sabía lo mucho que deseabas ese hijo, ¿Cómo podía dejar de
sentir el peso de la culpa? Era como una tonelada ―se sentó a su lado y se
acercó, sujetándole la barbilla entre los dedos índice y pulgar y obligándolo a
mirarlo a los ojos―. Tenía razón, ¿no crees? Fue algo de lo que no lograste
reponerte. Tus celos por Minwoo me atravesaron como un cuchillo. Durante ese
fin de semana te vi paralizarte, morir un poco más en tu interior. No puedes
imaginarte lo que eso me afectó. No es fácil vivir con la culpabilidad.
Culpabilidad. Una palabra que consumía, derrotándolos,
cortando los tenues lazos que alguna vez los unieron. No era de sorprender que Hyukjae
lo hubiese apartado de su vida.
Con los labios apretados, apartó la cabeza
y tomó los cubiertos. Sí, estaba celoso de Minwoo, pero sólo porque el pequeño
era hijo de él y de Shiyoon. No por los motivos que Hyukjae pensaba.
No sabía cómo podía ser tan ciego, tan
insensible a sus sentimientos. Por otra parte, incluso durante sus momentos de
mayor intimidad, Hyukjae jamás fingió amarlo y debido a eso, Donghae jamás pudo
confesarle sus sentimientos. Las protestas de amor de su parte sólo lo habrían
hecho sentirse cohibido, atrapado. Y habrían incrementado su propia
vulnerabilidad, que ya era atemorizante.
Por lo visto, nada de lo que le dijo
disminuyó su irrazonable sentimiento de culpa por la pérdida de su hijo. No
sabía cómo podría ayudarlo a superar ese obstáculo, excepto informándole que el
terrible pronóstico del médico fue infundado, que de hecho, había concebido de
nuevo.
Por el rabillo del ojo, lo vio empezar a
cenar, pero no parecía tener mucho apetito. Suspiró. Podía ayudarlo a
deshacerse de ese sentimiento de culpa, pero no tenía intención de hacerlo,
todavía no; y tal vez no durante mucho tiempo. Porque por
primera vez en su vida, sería total y absolutamente egoísta.
Guardaría el secreto de su embarazo hasta
que hubiera trazado una nueva vida y estuviera más capacitado para enfrentarse
a las futuras ramificaciones de los derechos de visita y el interés y cuidado
que Hyukjae insistiría en proporcionarle a su hijo.
Sería terrible tener que verlo a intervalos
regulares. La única forma en que podría matar su vano y desesperado amor por
él, sería alejarlo por completo de su vida, no volver a verlo jamás. Si él se
enteraba de que esperaba un hijo suyo, eso sería imposible.
-La carne está excelente ―tenía que decir
algo, cualquier cosa, para romper el doloroso silencio. En cualquier momento él
le pediría su decisión y Donghae se la daría. Y eso le pondría fin,
irrevocablemente, al matrimonio que alguna vez fue toda su razón de existir.
Pero no pensaría en eso ahora. Su
metabolismo le exigía aliento y la carne era buena, pero necesitaba algo...
Se le hizo agua la boca, tomó la mermelada
que había sacado inconscientemente y sin pensarlo, extendió una gruesa capa
sobre la carne, cortó un trozo y se lo llevó a la boca. Delicioso.
-Estás embarazado ―comentó tenso Hyukjae.
Donghae tragó saliva y su rostro adquirió
un tono escarlata. Se sentía como si lo hubieran descubierto haciendo algo
vergonzoso. Y sin llamarlo, un recuerdo fugaz cruzó por su mente.
Tenía dos meses de embarazo la última vez y
Hyukjae y él salieron a cenar. Los dos pidieron Chateaubríand. Y de pronto,
experimentó un absurdo antojo, mermelada con la carne...
El discreto gesto de sorpresa del mesero
fue apenas descriptible. Pero Hyukjae se apoyó en el respaldo de la silla, e
incluso ahora, podía ver la curva indulgente de su boca, el cálido orgullo en
sus ojos cuando comentó divertido:
- Mi esposo está embarazado y ha
desarrollado ciertos hábitos extravagantes en lo concerniente
a la comida.
Donghae sonrió feliz y durante el resto de la
velada se sintió seguro al lado de él, tan seguro...
Lo miró a los ojos, con las mejillas aún
sonrojadas y vio en sus profundidades, el destello de algo que sólo pudo
interpretar como un recuerdo compartido, y ni siquiera a costa de su vida
habría podido mentirle.
-Siempre te has ruborizado con mucha
facilidad ―comentó él con suave ironía―. ¿Cuándo ibas a decírmelo? ¿O no
pensabas hacerlo?
-Yo... ―santo Dios, ¿cómo podía responder a
eso?, pensó―. Cuando me acostumbrara a la idea ―improvisó después de buscar
frenético la respuesta en su aturdido cerebro.
Pero todo lo que él dijo, con tono sombrío,
fue:
-Lo dudo ―le dirigió una sonrisa cínica
antes de ponerse de pie y le quitó la copa de vino―. En tu condición, no debes
beber ―añadió con tono duro y acusador―. Termina tu cena, yo prepararé el café.
Aunque Hyukjae dejó la mayor parte de su
cena, Donghae comprendió que lo que él decía tenía sentido. No había comido
nada en todo el día y el alcohol en su estado no era la mejor de las ideas.
Se calmó y siguió comiendo, aunque la carne
que antes le pareció tan apetitosa, ahora le sabía a aserrín. Y supo que hizo
bien en concentrarse en meditar las cosas a fondo, cuando Hyukjae llevó los
tarros con el café a la sala, le señaló el único sillón cómodo que había en la
cabaña y se acercó a la chimenea.
-Ahora no podemos hablar de un divorcio, una
separación a prueba o cualquier otra cosa ―en sus ojos había una expresión dura
que él nunca antes había visto―. No, importa lo poco que eso parece importarte,
eres mi esposo y esperas un hijo mío. Mañana regresarás conmigo, te vigilará el
mejor médico que pueda encontrar. Y si albergas cualquier noción irresponsable
de educar solo a nuestro hijo, olvídalo. Yo solicitaría la custodia, no lo
dudes. ¿Me has entendido?
Perfectamente. Era lo que Donghae esperaba, la razón por la cual guardó el secreto. Ahora no habría forma de que lo dejara ir. Y sí, no dudaría en solicitar la custodia.
Shiyoon volvió a desaparecer, llevándose a Minwoo.
Y, aunque él tenía el derecho de exigir ver a su hijo, podría ser difícil. En
cambio él, como su esposo legal, no gozaría de esa libertad, el hijo que
esperaba era el heredero legítimo, quien siempre conservaba lo que le
pertenecía.
-Sí, te entiendo ―pero su voz sonó áspera y trató
de erguirse. Tal vez él lo tenía atrapado, pero no lo haría sentirse de ese
modo.
En otros tiempos habría aceptado cualquier
cosa, todo lo que le pidiera, porque lo amaba, pero no ahora. Se olvidaría de
la dependencia de su amor, decidió y respondió tajante:
-Acepto regresar contigo, administrar tu hogar
como tú lo esperas y atender a tus invitados. Pero a cambio de eso, quiero
poner mis condiciones.
Se puso de pie y cruzó inseguro la reducida
habitación para dejar el tarro de café sobre una mesa. La sombría intensidad de
la mirada de Hyukjae lo abrumaba. El perturbador magnetismo sexual que era una
parte intrínseca de su naturaleza, era algo que tendría que controlar, luchando
para resultar, si no exactamente el ganador, tampoco la víctima.
-¿Cuáles son? ―su tono frío, casi
indiferente, le hizo estremecerse. Lo conocía lo suficiente para reconocer la
amenaza oculta. Alzó la barbilla y la ignoró.
-Quiero trabajar, lograr algo por mí mismo.
Necesito ser algo más que una de tus pertenencias.―buscaba algo a lo que
pudiera aferrarse, algo que apartara su mente del doloroso vacío de su
relación. Algo que aturdiera el dolor de saber que su viejo sueño de enseñarlo
a amarle era una esperanza vana.
-Entiendo. ¿Y cómo exactamente piensas
lograr eso?
-No quiero discusiones ―ignoró el tono
condescendiente. Hyukjae siempre lo consideró como alguien que podía serle útil.
Nunca lo vio como una persona cuyas necesidades no pudieran satisfacerse con
una bella casa, ropa elegante y su atención de él en el dormitorio, cuando se
sintiera inclinado a brindársela.
Ignoró su dolor interno, Donghae continuó
con frialdad:
-Sungmin me ofreció que vuelva a asociarme
con él. Hacíamos un buen equipo. Y él quiere ampliar el área de actividades de
la agencia. Es la clase de reto que me agradaría.
Lo suficiente para alejarlo del círculo
cerrado e insatisfactorio de su matrimonio. Era cierto, tendría a su hijo y lo
amaría hasta la locura. Pero necesitaría algo más, algo fuera de los límites de
su matrimonio, si quería conservar su dignidad y su cordura.
-¿Y el niño? ―él había terminado su café y
se sirvió más vino, pero su tensión se dejó ver en el brusco choque del cuello
de la botella contra la copa―. Si albergas alguna ilusión de ponerte tu traje
de negocios y dirigirte cada día a la oficina, dejando a nuestro hijo al
cuidado de otra persona, olvídalo.
Donghae apretó la boca y sus ojos brillaron
como trozos de vidrio negro, con la misma dureza que veía en los ojos de él.
-No albergo ninguna ilusión ―estalló furioso.
Ninguna, no ahora. No le quedaba nada que le impidiera ver la situación con
claridad y eso era lo mejor, se recordó justo a tiempo, antes de perder la
paciencia―. Trabajaría sólo en el aspecto administrativo y podría hacerlo desde
la mansión. Tú trabajas en casa con mucha frecuencia. Por lo menos, antes lo
hacías ―lo atacó imprudente y lo reconoció al ver que él alzaba una ceja. No
era ningún tonto y descubriría todos sus puntos débiles si no se cuidaba de lo
que decía.
Trató de relajarse, porque luchaba por la
oportunidad de crearse una vida propia, de distanciarse de él y destruir el
intenso amor que sentía; se dirigió al sillón, volvió a sentarse y ladeando la
cabeza hacia Hyukjae, con una expresión imperturbable, preguntó:
― ¿Y bien? ¿Estás de acuerdo?
Hyukjae le dirigió una fría mirada
sardónica.
-Parece que hemos llegado al fondo del
problema. Debiste ser honesto antes acerca de esto. ¿Crees que soy un tirano?
Se encogió de hombros ligeramente y el
gesto despreocupado le dijo a Donghae con toda claridad que no le interesaba si
lo consideraba o no de esa manera. Luego, la atractiva boca se curvó en una
sonrisa en la que no había el menor vestigio de buen humor y comentó:
-De manera que quieres volar. Estabas tan
ansioso de gozar de cierta libertad fuera de nuestro matrimonio, que usaste el
absurdo pretexto de una separación a prueba para extender tus alas. Por lo
visto, nuestro matrimonio no era un reto suficiente ―vació la copa, la dejó con
cuidado a sus pies y clavó la vista en él. El helado escrutinio le hizo
temblar, porque estaba seguro que debajo de su fachada serena, Hyukjae podía
ver su profundo dolor interno.
Desesperado, contuvo las palabras mordaces
de amarga condena que tenía en la punta de la lengua. ¿Cómo podía explicar
ahora, que la conversación que escuchó entre Shiyoon y él fue el motivo para
.alejarse y ponerle fin a su matrimonio? ¿Cómo podía hacerlo, cuando estaba tan
decidido a hacerle creer por salvar su dignidad, que era necesario una
separación, porque no podía soportar la humillación de que él le pidiera el
divorcio para quedar en libertad de casarse con el appa de su hijo?
En ese aspecto, quemó sus propias naves y
ahora no estaba dispuesto a decirle la verdad. Entonces él prosiguió:
-Tu embarazo, por supuesto, le ha puesto
fin a todo eso. No obstante, acepto, dentro de los límites que has establecido.
¿Se suponía que debía darle las gracias de
rodillas?, se preguntó Donghae con amargura, porque sería más difícil plantear
su siguiente condición y necesitaba que él la aceptara.
Casi había oscurecido y los árboles del
bosque ocultaban los últimos rayos del sol, proyectando una sombra verde que
hacía que la pequeña habitación pareciera una caverna debajo del agua. Hyukjae
se puso de pie para encender una de las lámparas de aceite y Donghae habló a
toda prisa, antes de que la abandonara su determinación, ya tambaleante.
-Hay una última cosa. Quiero que tengamos
habitaciones separadas. No quiero volver a dormir contigo ―lo vio quedarse
inmóvil y sus rasgos afilados adquirieron un aspecto diabólico bajo el
resplandor naranja de la lámpara.
Los ojos que se clavaron en él cuando Hyukjae
se irguió, se veían hundidos, con una expresión inescrutable y apretó la boca,
acentuando su fascinante crueldad, pero su voz fue indiferente, casi aburrida,
cuando introdujo las manos en los bolsillos del pantalón y replicó:
-Me sorprendes. Tu respuesta cuando hace
poco te hice el amor fue francamente cataclísmica. Para no mencionar tu ávida
iniciación del proceso en una o dos ocasiones memorables el día de hoy. Sin
embargo, querido, puedes estar seguro de que jamás desperdiciaré mi libido con
alguien reacio.
Donghae sintió que un rubor cubría todo su
cuerpo, al escuchar la calculada y fría descripción de lo que sucedió esa
mañana, pero en su interior temblaba, porque sabía que él se sentiría en
libertad de buscar sus placeres sexuales en otra parte. De preferencia
encontraría una satisfacción física y emocional con Shiyoon, que obviamente aún
lo encontraba sexualmente excitante, aunque retrocediera ante las limitaciones
del matrimonio.
Pero tenía que poner esa condición. Tal vez
todo lo que anhelaba era que le hiciera el amor, pero para Hyukjae eso carecía
de significado, sólo era la forma de mitigar un apetito natural. Si compartía
su cama, le haría sentirse degradado, le sería imposible dejar de amarlo, y
recobrar la identidad que perdió en su irracional amor por él, corriendo el peligro de resultar perdedor.
-Estoy cansado ―tenía el rostro pálido por
la tensión de saberse atrapado por la impensada revelación de su embarazo y por
el esfuerzo que hizo para establecer las condiciones que le permitirían
conservar su dignidad.
Se puso de pie y señaló con un ademán el
incómodo sofá que él debió usar la noche anterior.
-Si no quieres volver a enfrentarte a los
rigores de dormir allí, entonces lo haré yo ―declaró, como si quisiera insistir
en que los arreglos para dormir separados empezarían en ese momento.
-Me halaga escuchar que por lo menos hay un
área en nuestra vida en la cual estás bien dispuesto ―comentó Hyukjae, alzando
una ceja en un gesto cínico―. Yo me las arreglaré aquí, tú puedes ocupar la
cama.
Antes de que las lágrimas pudieran
traicionarlo, Donghae se dirigió hacia la escalera, pero una voz fría y dura, lo
detuvo y lo dejó paralizado, helado por el disgusto.
-Hay una cosa más, mi querido esposo...
antes de embarcarnos hacia el futuro que tú has elegido. Me gustaría estar
seguro de que el hijo que esperas es mío, y no de Choi.
Por un momento, Donghae se sintió demasiado
sorprendido y furioso para moverse. El corazón le latía con fuerza y una oleada
de rubor cubrió su rostro, para luego desaparecer, dejándolo helado y con una
ira tan profunda como nunca antes la había experimentado. ¿Cómo se atrevía?
Irguió los hombros y casi sin saber lo que
hacía, cruzó rígido la habitación, alzó una mano en un puño y lo dejó caer con
fuerza sobre la mandíbula de Hyukjae. El duro sonido del contacto, acentuado
por el silencio de la habitación, le proporcionó una momentánea sensación de
satisfacción, pero no la suficiente para mitigar la cólera que ardía en su
interior.
Un breve destello, que extrañamente parecía
de triunfo, se apagó de inmediato en Hyukjae, dejando una mirada dura que no
revelaba nada. Tal vez no lo tocó con toda la fuerza que poseía, así que volvió a alzar la mano dispuesto a dar otro golpe y luego
otro... hasta sacar de su cuerpo, el tormento de su coraje, el apasionado
disgusto por su comentario.
Pero sin parecer siquiera moverse, Hyukjae
le sujetó le sujetó con una mano, mientras la mancha rojiza se extendía sobre
una parte de su rostro, en un agudo contraste con la palidez del resto.
-Un esposo sólo puede golpear a su marido
una vez en su vida, y tú ya no tienes esa opción. Vuelve a intentarlo y te
devolveré el golpe ―lo soltó y retrocedió, como si no soportara estar cerca de él.
En sus ojos apareció una expresión sombría y Donghae supo que lo decía en
serio.
Alzó la cabeza y sus ojos brillaron
desafiantes en el pálido rostro. Y el clamor de los latidos de su corazón la
dejó sin aliento cuando comprendió que casi le habría agradado la violencia
física de Hyukjae, porque cuando menos sería un contacto, un indicio de que sus
emociones estaban involucradas, y eso sería mejor que el helado desdén con que
ahora lo observaba, el ligero sarcasmo que empleó con él cuando discutían el
futuro de su matrimonio.
Y ese pensamiento, más que cualquier otra
cosa, lo hizo retroceder y rehuir la confrontación. Era algo enfermizo y se
sintió asqueado. La violencia física siempre le pareció algo odioso y hasta
donde sabía, también a él... y creía conocerlo bien. Luego, con un helado
sarcasmo que le hizo estremecerse, Hyukjae comentó:
-Me imagino que tu reacción significa que
nunca dormiste con él. Tendrás que disculparme por preguntarlo, pero lo oí
cuando te propuso matrimonio y, puesto que soy un cínico, supuse que tú lo
habías alentado.
Donghae se dio la vuelta, recurriendo a
todas las reservas físicas y mentales para cruzar la habitación y subir la
escalera sin desplomarse. Una vez que lo logró, se acostó, sólo para permanecer
despierto casi toda la noche, preguntándose cómo se enfrentaría al resto de su
vida.
-¡Oh, es tan agradable estar de nuevo en
casa! ―Kim Leeteuk dejó escapar un suspiro de placer, tomó una taza y un
platito de la mesa y se sentó en un sillón, bebiendo
satisfecho unos sorbos.
Por primera vez en semanas Donghae
experimentó una leve sensación de contento y respondió con mayor sinceridad de
lo que jamás sabría su appa:
- Es agradable tenerlos de nuevo en casa.
Los eché de menos.
Durante las pocas semanas desde su regreso
a la mansión se había sentido más solo y vacío que nunca. Era cierto, Minnie
acogió con agrado su sugerencia de renovar su sociedad y los dos estuvieron muy
ocupados, encargándose de los aspectos legales, de los futuros procedimientos
de trabajo y convirtiendo el pequeño estudio, atrás de la impresionante
biblioteca de la mansión, en una oficina que pudiera usar, en donde instalaron
una computadora, archiveros y todo lo necesario.
Pero nada, ni siquiera el hecho de empezar
a trabajar de nuevo, podía compensarlo por la fría farsa de su matrimonio; se
estremeció involuntariamente y su appa le preguntó a toda prisa:
-¿Tienes frío, querido? Voy a cerrar la
ventana.
-Estoy bien, sólo fue un fantasma que pasó
por mi tumba ―logró dirigirle una sonrisa, que se disponía a levantarse del
mullido sillón; siguió sonriendo hasta sentir el rostro rígido por el esfuerzo,
mientras Leeteuk comentaba burlon:
-Me alegra que lo digas, pero no creo que
hayas tenido tiempo de echarnos de menos, corriendo de un lado a otro. ¿Estuviste
en Japón no es cierto?
No hacía ni cinco minutos que sus padres
habían llegado a su .hogar, cuando se enteraron de los rumores; nada podría
mantenerse en secreto en la pequeña comunidad. Así que Donghae no tuvo otra
opción, que no fuera reconocer la verdad.
-Estuve cerca de Osaka. En esa época Hyukjae
pasaba mucho tiempo viajando, Minnie tenía un cliente que solicitó ayuda y no
podía encontrar a nadie. Se trataba de algo temporal, así que yo intervine. Hyukjae
se las arregló para ir a visitarme un par de veces.
-Debió hacerlo ―replicó su appa con tono
seco―. De lo contrario, yo no estaría a punto de tener un nieto.
Donghae sonrió tembloroso, pero en su
interior suspiró aliviado. Estaba de nuevo en su hogar, guardando las
apariencias como esposo de Hyukjae, pero si su appa llegaba a enterarse de que
sólo lo hacía porque él le amenazó con solicitar la custodia de su hijo, con
toda la publicidad que crearía el caso y las dudas que albergarían todos acerca
de las historias exageradas de su estancia en Japón, al lado de un hombre que
acabó proponiéndole matrimonio... se quedaría horrorizado.
En primer lugar, siempre se opuso a ese
matrimonio. No porque Lee Hyukjae estuviera encima del hijo del médico, tanto
en el aspecto financiero como en el social... no era tan anticuado... sino
debido a Shiyoon. Una semana antes de la boda le preguntó preocupado:
-¿Lo has pensado bien, querido? No quiero
arruinarte nada, pero tampoco quiero ver que eres desdichado. ¿No crees que es
demasiado pronto? Sabes, tal vez él se casa contigo por despecho. ¿Has pensado
en eso? Todos pudieron ver su actitud con ese Yoon Shiyoon. Seré difícil ocupar
su lugar.
Pero Donghae no había pensado en eso, o lo
hizo sólo para convencerse de que a pesar de que Hyukjae nunca fingió estar
enamorado de él, ni le decía palabras bellas, Donghae, con su profundo amor,
podría enseñarlo a necesitarlo tanto como él lo necesitaba. Y dadas las
circunstancias, mientras menos supiera su appa sería mejor.
-Tu buena noticia fue nuestro mejor regalo
de bienvenida ―decía ahora un complacido appa―. Tendré que comprar mucha ropa para el bebé.
Donghae se sobresaltó. ¿Habría olvidado su appa
toda la ropa cuidadosamente guardados en papel de seda,
que compró con tanto entusiasmo para el bebé que perdieron? Nadie mencionaba
nunca el accidente ni su trágica secuela. Todos se quedaron traumados y
parecían pensar que si no hablaban de ello, era como si no hubiese sucedido.
-Dime... ―el señor Kim se inclinó para
servirse más té―. Me enteré de que ese joven se presentó en la
mansión... tan descarado como siempre, con su hijo de dos años. ¿Lo enviaste a
paseo? Sé que yo lo habría hecho. ¡No tiene la más mínima sensibilidad! Y por
lo visto, no se ha casado.
-No lo vi mucho ―respondió Donghae,
fingiendo indiferencia―. Ese fin de semana tenía la casa llena de invitados y
yo me fui a Japón casi de inmediato ―en cualquier momento su appa le diría que
el pequeño Minwoo tenía un notable parecido con Hyukjae y Donghae no sabría
como podría evadir sus preguntas. Tenía la frente y las palmas de las manos
bañadas en sudor, pero por suerte su padre entró en ese momento.
― ¿Aún queda té en la tetera? Estoy
sediento ―se desplomó en el sofá a un lado de Donghae y se pasó las manos por
el cabello que empezaba a encanecer―. Pronto llegará el otoño y quiero sembrar
en el jardín. Sé que el ejercicio es bueno para mí... siempre se lo aconsejaba
a mis pacientes, pero...
-Pero pasarás veladas en el invierno leyendo
los catálogos de semillas, trazando los nuevos límites, ordenando plantas y
ansiando volver a salir ―lo interrumpió su esposo, sirviéndole una taza de té―.
Sabes, Donghae, le pagó a Cho Kyuhyun una pequeña fortuna para que cuidara del
jardín mientras estuvimos fuera, y tan pronto como dejó las maletas en la
cocina salió con una lente de aumento para buscar hierbas imaginarias, recortar
los setos y podar el césped...
Todos se echaron a reír y Donghae se puso
de pie para despedirse.
-Hyukjae estuvo fuera anoche, pero me
comentó que regresaría hoy a la hora del té. Debo apresurarme si quiero estar
allí para recibirlo.
Seguía fingiendo, incluso cuando estaban
solos, tratándose con cortesía, como extraños. Ahora Hyukjae trabajaba más
desde su hogar, pero de cuando en cuando tenía que ir a la ciudad, en donde
pasaba la noche para contar con dos días completos en la oficina matriz.
Donghae siempre se aseguraba de estar en
casa cuando sabía que él estaba a punto de llegar, saliendo de su oficina a tiempo
para arreglarse, dispuesto a recibirlo con preguntas corteses acerca de su
viaje, ofreciéndole una bebida para que se relajara y haciendo comentarios
sobre las noticias locales que podrían interesarle. Nadie podría acusarlo de no cumplir con su parte del trato.
-Bien, no te preocupes demasiado ―le
aconsejó su padre cuando lo acompañó a la puerta―. A partir de ahora debes
cuidarte mucho.
Era lo más que se habían acercado sus
padres a mencionar su aborto, y tardíamente se preguntó si una mayor franqueza
no le habrían ayudado durante los largos meses miserables que siguieron.
Sin duda, si Hyukjae hubiera podido explicarle
que sus profundos sentimientos de culpa fueron los responsables del
distanciamiento entre ellos, entonces las cosas habrían sido más fáciles y se
habrían acercado, en vez de apartarse cada vez más. Sobre todo si le hubiera
hablado de sus propios sentimientos de fracaso, de la terrible inseguridad que
experimentó después de enterarse de que tal vez jamás volvería a concebir.
Pero cualquier acercamiento que hubiese
logrado no habría servido de nada desde el momento en que apareció Shiyoon con Minwoo,
se recordó cuando se instaló al volante de su auto. El pasado había quedado
atrás y los pensamientos acerca de lo que pudo ser no cambiarían el futuro.
Bajó el cristal de la ventana y con una sonrisa se despidió de sus padres,
recordándoles jovial:
-Mañana cenarán con nosotros. No lo
olviden... a las siete en punto. Y lleven las fotografías de su viaje; a Hyukjae
le agradará verlas ―se alejó despacio, pues las lágrimas le nublaban la visión.
Le faltaba mucho camino por andar .antes que pudiera aceptar con calma su vida,
tal y como era.
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