A la mañana siguiente, después de una noche
de sueño, sabría los motivos de él para llevarlo allí y escucharía lo que
tuviera que decirle y que no pudo discutir por carta o por teléfono.
No quiero nada ―le dio la espalda, abrió su
maleta y buscó una camiseta vieja con la que acostumbraba dormir desde que se separó
de él.
Antes de eso, siempre usaba la ropa de
satén y seda para dormir, porque nunca renunció a la esperanza de que él
cambiara de opinión y fuera a su lado...
-Sólo una cosa más ―el tono duro de Hyukjae
le hizo ponerse rígido―. ¿Te reuniste con Choi antes, e hiciste los arreglos
para abandonarme e ir a su lado? ¿O sólo fue una coincidencia que empezaras a
trabajar para él y lo hicieras enamorarse de ti?
Donghae se movió. Con la cabeza erguida y
un brillo de desafío en su mirada, se enfrentó a la helada mirada de Hyukjae.
-¡No me midas con la misma vara con que tu
te mides! ―a todo lo largo de su vida de casados, él anheló en secreto a
Shiyoon, en esa etapa se reunió con él y dispuso hacer a un lado a Donghae,
como si fuera un trapo viejo
- ¡Y
tú hablas de moral! ―estalló furioso, olvidando su juramento de conservar la
calma y actuar como si ya nada le importara, como si hubiese dejado de
importarle hacía mucho tiempo―. No, nunca vi a Jinhyuk antes de trabajar para
él. Y tampoco "lo hice" que se enamorara de mí.
Se encontraba en muy buena posición para
saber que Hyukjae se casó con él a sangre fría, sin ocultar su deseo de tener
hijos que llenaran las habitaciones vacías de la mansión y heredaran su
considerable fortuna. Nunca fingió amarlo. Simplemente decidió, después de un
período de seis meses de prueba, que él podría ser un appa aceptable para
sus hijos, un buen anfitrión y un esposo dócil. Así que sabiendo eso, no
pudo evitar seguir adelante, frunciendo los labios desdeñoso.
-¿En realidad me ves como la clase de joven que anda por allí seduciendo a todos los hombres que conoce para que se
enamoren de él?
La sola idea era risible, absurda, y al fin
Hyukjae mostraba su verdadero carácter, revelando el tortuoso razonamiento
detrás de su extraño comportamiento. No lo siguió a Japón para discutir su
divorcio, ni lo llevó allí porque quisiera discutir algún complicado arreglo.
Era muy astuto y quería cambiar las reglas del juego, hacerlo aparecer como la
parte culpable. ¡Cómo debió frotarse las manos cuando entró a tiempo de
presenciar la proposición de matrimonio de Jinhyuk! Era solapado, hipócrita
y...
Y lo miraba, esbozando una leve sonrisa,
acariciando con los ojos su pecho agitado, deslizándolos hacia la angosta
cintura, a su abdomen y su bien formadas piernas. La sonrisa se hizo
ligeramente cruel cuando respondió:
-Ciertamente eres muy capaz. Capaz de
seducir a cualquiera que alguna vez haya contemplado tu delicioso cuerpo y sea
lo bastante tonto para pensar que puede retenerte.
¡Sólo entonces, en medio de su furia, se
dio cuenta de que estaba completamente desnudo!. Cuando su mirada furiosa chocó
con la de él, creyó detectar una cruel luz de diversión en las heladas
profundidades y lo oyó comentar despacio:
-Ya hemos aclarado una cosa, mañana
seguiremos hablando ―giró sobre sus talones y aunque Donghae no pudo
encontrarle sentido a ese comentario, habría podido jurar que escuchó su risa
burlona resonando en su mente mientras bajaba apresurado la escalera.
Tan pronto como se fue, Donghae trató de
controlarse y se apresuró. Lo creía muy capaz de regresar, y no quería que lo
sorprendiera en la ducha. Mientras se duchaba, reflexionó en que tal vez
también había decidido compartir la cama con él; el pensamiento lo dejó helado.
Desde su aborto no volvieron a compartir la
misma cama y si Hyukjae decidía que no podría dormir en el duro sofá que había
en la sala y quería ir a reunirse con él, no sabía lo qué haría. ¿Echarlo de su
lado? Físicamente, no podía y si él decidía hacerlo, no habría nada que pudiera
decir o hacer para obligarlo a cambiar de opinión. Y si trataba de dejarle la
cama e irse a dormir en el incómodo sofá, él se enfurecería y Donghae sabía lo
que sucedería entonces.
Fue la furia lo que encendió su arrogante
deseo esa tarde en el bosque... y el control de Donghae aún era demasiado
frágil para confiar en él…
No se acercó a él. Eso no debió sorprenderle,
después de lo sucedido durante la última parte de su matrimonio. Pero sí estaba
sorprendido, pensó sentándose en la cama, con la barbilla apoyada sobre las
rodillas. ¿O era decepción?, preguntó una insidiosa vocecita en su interior.
No, por supuesto que no. Si Hyukjae hubiera ido, había planeado que fingiría
estar dormido, pero sabía que si él lo tocaba... aunque fuera por accidente...
saltaría como un gato escaldado o se echaría en sus brazos. En cualquier forma,
el final hubiera sido el mismo.
Y aunque el hecho de que él le hiciera el
amor sería un éxtasis, también representaría un enorme obstáculo en lo que
concernía a su resolución de seguir adelante con su vida sin él, sin mirar
hacia atrás. Además, de parte de él, sólo habría lujuria animal.
No lo amaba, jamás lo
amó, pues nunca dejó de amar a Shiyoon. ¡Así que sería lujuria, aunada a su
deseo de calificarlo mentalmente como una puta, siempre dispuesto, en cualquier
ocasión y con cualquiera! Ahora estaba seguro de que Hyukjae trataba de convertirlo en la parte culpable, descubriendo toda la evidencia posible...
Oh, sí, pensó con amargura, pasándose los
dedos por el cabello alborotado, sabía que él pretendía hacerle pasar por la
parte culpable en la ruptura de su matrimonio. ¡Y lo que era peor, sabía por
qué lo hacía!
La familia Lee había vivido en la región durante
generaciones y poseía la mayor parte de las tierras en muchos kilómetros a la
redonda. Todos los consideraban y respetaban casi como si fueran los amos,
famosos por su compasión e interés en las vidas y los problemas de los
habitantes de la población. ¡Recíprocamente, la comunidad correspondía a ese
interés, con creces! Nada de lo que hacía la familia Lee pasaba desapercibido,
y siempre había aldeanos dispuestos a comentar los últimos chismes con
cualquiera que quisiera oírlos. Y la mayoría estaban más que deseosos, aunque
el padre de Donghae en una ocasión comentó refunfuñando:
Los chismes pueden ser una falla humana
normal, pero esta vez han ido demasiado lejos. Compadezco a ese pobre tipo, que
tiene que vivir bajo el escrutinio público y los estúpidos chismorreos... ya
está pasando por momentos bastante difíciles, sin saber que cada movimiento que
hace se discute con avidez frente a todas las puertas.
Incluso ahora podía escuchar la paciente
respuesta de su madre.
Los chismes no son maliciosos. La gente lo
compadece... en especial ahora que Junsu está trabajando en el extranjero. El
pobre Hyukjae simplemente se ha vuelto reservado, encerrándose en esa inmensa
casa vacía, cavilando. Estaba obsesionado con ese Yoon Shiyoon, todos lo
sabían. Y ahora lo abandonó. La gente asegura que se negó a casarse con
él.
-¡La gente asegura! ―repitió su padre
desdeñoso―. Pueden hablar, ¿pero qué tanto saben en realidad?
-Te sorprendería ―replicó su appa en voz
baja y siguió tejiendo―. Además, no puedes ocultar algo tan obvio como una
obsesión. Todos comentaban que nada bueno resultaría de eso. Y así fue, ¿no es
cierto?
"No, nada bueno resultó de eso",
reflexionó Donghae con amargura. Y Hyukjae debía saber muy bien que la gente
empezaría a hablar... esta vez con disgusto... si los chismosos se enteraban de
que él había arrojado de su hogar al pequeño Kim Donghae, el hijo del respetado
médico local, para dejarle el campo libre a Yoon Shiyoon, con su hijo.
¡Por eso Hyukjae removería cielo y tierra
para aparecer como la parte lesionada! No querría arruinar su reputación con la
población local, muchos de cuyos miembros eran sus arrendatarios.
Por lo visto Hyukjae se había quedado
dormido, pensó al bajar las piernas de la alta y anticuada cama. Aunque no
sabía cómo podía hacerlo en ese sofá tan incómodo.
Se sintió agradecido por no escuchar ningún
sonido abajo, pero cuando sus pies tocaron el suelo, lo invadió la familiar
náusea matutina. Apenas logró llegar a tiempo al baño y salió diez minutos
después, con la cara gris, para ponerse un desgastado pantalón y una camiseta.
Después de beber un poco de agua y comer una rebanada de pan tostado se sentiría
bien, dispuesto a enfrentarse a lo que le deparara el día. Sabía muy bien que
no sería nada agradable, pero de alguna manera saldría adelante.
Por lo menos Hyukjae no presenció su
violenta náusea, se consoló al bajar la escalera. No tenía intenciones de
hablarle del hijo que concibieron, pues eso parecería un chantaje emocional. Si
él prefería a Shiyoon, y por supuesto que así era, no usaría a ese hijo para
obligarlo a permanecer a su lado.
El pensamiento de atarlo, sabiendo que
estaba enamorado de otro, lo enfermaba. Además, él ya tenía un hijo que
llevaría su apellido.
Era algo que ya había aceptado, y mientras
más pronto terminara ese día y estuviera en libertad de seguir adelante el
resto de su vida, sería mejor.
Lo primero que debía hacer era abordar a Hyukjae,
decirle que sabía lo que pretendía hacer, lo que trataba de demostrar. ¡Después
le diría que se fuera al infierno!, pensó. ¡Porque tal vez, sólo tal vez, ya
empezaba a recobrar el sentido común!
¿Cómo odia amar a un hombre capaz de
hacerle eso? Cuando se enfrentara a él, le diría que era despreciable, indigno
de sus pensamientos. Y al expresarlo en voz alta, quizá lograría convencerse de
que era verdad.
Pero era más fácil pensarlo que hacerlo. Un
concienzudo recorrido de la pequeña cabaña... que no le llevó más de un par de
minutos... le hizo darse cuenta de que Hyukjae no estaba allí. Su auto había
desaparecido. De pie en el centro del claro, miró exasperado a su alrededor.
¿En dónde diablos estaba?
Media hora después aún se hacía la misma
pregunta, pero ahora con mayor ansiedad. ¿Se habría tomado la molestia de
llevarlo a ese lugar, sólo para desaparecer después?
Un repentino pensamiento le hizo sentir un
alivio intenso y corrió hacia el pequeño refrigerador; lo abrió y luego lo
cerró despacio, no había ido a la aldea más cercana a comprar provisiones, pensó
atemorizado. El refrigerador estaba muy bien surtido.
Las alacenas también estaban bien
provistas, con alimentos enlatados y deshidratados, sabía que tenía varias
mudas de ropa en los cajones de la cómoda del dormitorio. ¡No era posible que
su intención fuera llevarlo allí y luego abandonarlo a muchos kilómetros de
cualquier otro ser humano, sin medios de transporte y sin teléfono!
¡Pero peor que ese inquietante
pensamiento... mucho peor... era el dolor en su pecho, porque lo echaba de
menos! ¡Y eso acabó con su anterior teoría de que su orgullo no le permitiría
seguir amándolo!
Cuando oyó el sonido de un auto que se
acercaba al claro, suspiró aliviado. ¡Estaba de regreso!
Cruzó corriendo la habitación y salió, con el corazón latiéndole apresurado. No
necesitaba preguntarse por qué de pronto se sentía alegre, pensó irónico. Aún
lo amaba. Su tonto corazón se negaba a escuchar los sensatos consejos de su
mente.
Se quedó mirándolo cuando bajó del auto con
movimientos relajados. Hyukjae debió captar algo de lo que sentía, porque se
acercó despacio y comentó con los labios ligeramente curvados:
- ¿Me echaste de menos?
Incapaz de negar lo que estaba seguro que
cualquier tonto podía leer en su rostro, preguntó con voz apagada:
-¿En dónde estabas? ―de pronto experimentó
una sensación de claustrofobia, como si los altos árboles se acercaran,
sofocándolo, pero eso no tenía nada que ver con el bosque, la causa era Hyukjae.
No se había movido, no necesitaba hacerlo, su sola presencia era sofocante.
Y en los ojos de él ahora había algo más
que una sonrisa sin el menor vestigio de interrogación cuando dio un paso más y
repitió con un extraño destello triunfante, pleno de vida y profundo en sus
ojos:
-Sí me echaste de menos.
Donghae captó el peligro y desesperado
trató de negarlo, moviendo la cabeza, pero su negación fue demasiado vehemente.
- ¡Estás loco! Pensé que me habías
abandonado aquí. Me preguntaba cuánto tendría que caminar, arrastrando una maleta,
antes de regresar a la civilización... eso es todo ―desafiante, lo miró a los
ojos para confirmar la mentira, pero vio la suave indolencia en la sonrisa de Hyukjae
y se estremeció.
No pareció creer una sola palabra y la
reacción colérica, después de la forma en que se preocupó por él, le hizo
replicar:
-¿Puedo saber en dónde diablos estuviste?
-Fui a buscar un teléfono para hacer los
arreglos necesarios a fin de que uno de mis asistentes se presente con tu ex
jefe y termine el trabajo profesional que dejaste inconcluso ―subrayó la
palabra "profesional" y se encogió de hombros, declarando―: Pero eso
no es importante.
"¿Y qué lo es?", se preguntó
aturdido, mientras esos ojos acerados parecían desnudarlo, captando el temblor
que recorría su cuerpo. ¿Que lo echó de menos y se preocupó por él? ¿Acaso él
se excitaba causando un doloroso torbellino en sus emociones? ¿Convirtiéndolo
en un despojo balbuceante, mientras él conservaba la calma? Pero no había nada
calmado en el brillo que vislumbró en las profundidades de los ojos de Hyukjae,
en la forma en que alzó la mano para rozar su mejilla, deteniéndose un momento
en los labios plenos, haciendo que se entreabrieran y revelaran su
vulnerabilidad.
No, no había nada calmado, ni indiferente. Donghae
se estremeció y vio que perdía el control con una extraña indiferencia. Sólo
tenía .que tocarle... Tocarle. Las yemas de sus dedos se apoyaban cálidas sobre
el pulso que latía frenético en la base de su cuello y murmuró con voz ronca:
Eres tan bello.
Nunca antes le había dicho eso y por un
breve espacio de tiempo, durante un momento glorioso y embriagante, le creyó.
No podía creer nada más cuando la boca de Hyukjae se apoderó de la suya y sus
brazos fuertes lo estrecharon contra su cuerpo, hasta que parecieron fundirse,
separados sólo por la delgada ropa. Donghae sintió que perdía el sentido cuando
las manos de Hyukjae modelaron su cuerpo, haciéndolo florecer bajo la cálida
sensualidad de su contacto.
Ansioso, perdido en la desenfrenada
respuesta que sólo Hyukjae podía provocar, su cuerpo se movió contra el de él, sus
pechos en contacto y las caderas fuertemente presionadas contra la obvia fuerza
de la excitación. Le hacía sentirse débil y receptivo.
La cabeza le daba vueltas y su cerebro dejó
de funcionar cuando Hyukjae lo llevó a la cabaña con pasos decididos. Apoyó la
cabeza sobre el ancho hombro, sus ojos recorrieron lánguidos su perfil y el
corazón casi le estalló con una sensación voraz, cuando el destello en esos
ojos de depredador, el sonrojo de deseo que cubrió la piel tensa sobre los
angulosos pómulos y la curva sensual de esa boca dura, le contaron una historia
tan vieja como el tiempo...
En una niebla de receptiva sensualidad, Donghae
sentía que subía la escalera en alas de un sueño. Hyukjae inclinó su cabeza
para posar su boca sobre la piel expuesta de su largo cuello, el delicado
ángulo de su mandíbula y el sensible hueco justo debajo de su oreja. Y eso era
mejor, infinitamente más satisfactorio que un sueño. Una narcotizante niebla de
fantasía lo mantenía clavado a la cama, con el cuerpo tan débil que sentía como
si se estuviera ahogando en miel, lánguido se convirtió en arcilla bajo las
manos seguras de Hyukjae; suspiró cuando le quitó la camiseta despacio,
deslizándola sobre los esbeltos hombros como si fuera algo inmaterial que se
disolviera en la ardiente tensión sexual que flotaba en el ambiente.
Una tensión que inexorablemente fue en
aumento. Donghae podía sentir la espiral de calor profunda en su interior;
captó el eco que le llegaba de Hyukjae, llamándolo, sujetándolo.
Cuando al fin desapareció la última prenda
de ropa bajo la perversa magia de esas manos, Hyukjae se irguió con el ardor
del deseo marcando mientras desabrochaba la hebilla de su cinturón. Luego habló
con voz ronca:
- Tú me deseas. Eso tiene que demostrar
algo.
Algo agudo, muy doloroso, estalló en el
cerebro de Donghae. Mató el deseo, la abrumadora necesidad, haciendo que toda
la magia se convirtiera en polvo; dejó escapar un sollozo al rodarse sobre la
cama, sepultándose debajo de las mantas como si quisiera ocultarse del doloroso
y vergonzante conocimiento de que Hyukjae trató deliberadamente
de demostrar con qué facilidad podía excitarse... con cualquier hombre, sin que
importaran los sentimientos ni las emociones. ¡Que incluso él a quien repetidas
veces le pidió el divorcio, podía dejarlo delirante, suplicando una
satisfacción sexual!
-¡Sólo aléjate... déjame solo! ―gritó disgustado,
sabiendo que sólo era parte de un detestable experimento, parte del plan para
desacreditarlo y su voz sonó angustiada.
Una voz implacable declaró con aspereza:
-Jamás. Y será mejor que lo creas.
Luego se recostó sobre la cama, a su lado,
sujetándolo con una larga pierna musculosa y Donghae cerró los puños para
golpearlo, mientras la sangre corría apresurada por sus venas, debido a la
furia, pero una mano, despacio y sin el menor esfuerzo, le sujetó los puños
arriba de la cabeza, mientras le decía con voz suave:
- No me hagas luchar contigo por lo que
ambos sabemos que queremos.
Inclinó la cabeza y su boca cubrió un
pulsante pezón, jugando con él hasta que Donghae creyó enloquecer si no le
brindaba la misma sensación exquisita a su gemelo. Su voz sonó extrañamente
sofocada, llegando a su conciencia en una oleada tras otra de desconcertante
sensualidad.
- Sólo tengo que tocarte... así, y así...
El traicionero cuerpo de Donghae renunció a
la lucha. Luego, se ahogó la última llama de resistencia y de sentido común en
el sensual estanque del deseo. Su cuerpo instintivamente se relajó, moviéndose,
arqueándose bajo el cuerpo de Hyukjae, abriéndose para recibir su pulsante
necesidad.
Los pensamientos coherentes de Donghae se
esfumaron, quedando de nuevo indefenso ante las caricias de Hyukjae. Éste
estaba encontrando un gran placer torturándolo de aquella, sintiéndose poderoso
por poder romper de aquella manera su coraza.
Ya no había sitio para dudas, lo único que
existía entre los dos era una urgente pasión que demandaba inmediata
satisfacción. Jadeando de placer, se besaron una y otra vez mientras sus
cuerpos se frotaban hambrientos. La boca de Hyukjae busco el cálido sexo de
Donghae y empezó a lamerlo, haciendo que no pudiera contener el grito de placer
que se escapó de sus labios, lo único que atinó a hacer fue agarrar la cabeza
de Hyukjae.
Un violento escalofrío de placer recorrió
todo el cuerpo de Donghae, comenzó a mover sus caderas rítmicamente al compás
de los labios de Hyukjae. El placer dominaba todos sus sentidos, notando cómo
el calor y el deseo se acumulaban dolorosamente en su vientre, hasta hacerse
insoportables. En ese momento Hyukjae empezó a juguetear con la entrada de su
ano, acariciando la suave piel, lo que hizo que no pudiera más.
-No puedo más… me voy a correr… - gimió.
-No te preocupes, déjate ir. - contestó
Hyukjae.
Y depositando un húmedo beso en sus labios,
al mismo tiempo que insertaba dos dedos en busca del punto de placer de
Donghae, que se corrió salvajemente ante la repentina intromisión. Su espalda
se arqueó, echó la cabeza hacia atrás cerrando los ojos, gimiendo, mientras derramaba
su esencia en fuertes oleadas por su cuerpo.
Hyukjae observó todo esto con un profundo
placer, retiró los dedos y embelesado.
Donghae se sentía enfadado, avergonzado de
su propia reacción, intentó apartar de sí el cálido cuerpo que lo abrazaba,
pero Hyukjae no se lo iba a consentir. Sus labios se volvieron a encontrar,
mientras que con el peso de su cuerpo aprisionó a Donghae contra la cama,
quedando su duro sexo apretado contra su estómago.
Su cuerpo era dolorosamente consciente de
la placentera sensación que representaba la piel de Hyukjae contra la suya,
Donghae respondió el beso, sumergido en la pasión. Hyukjae parecía estar bajo
el mismo hechizo, explorando la boca de Donghae, mientras sus manos recorrían
desesperadas el cuerpo de Donghae.
Mareado y totalmente ebrio, Donghae rompió
el beso incapaz de respirar. Pero los labios de Hyukjae volvieron a buscar los
suyos con dolorosa necesidad, al mismo tiempo que empujaba contra Donghae su
duro y caliente miembro, se frotaba contra su estómago. Ante este contacto, las
piernas de Donghae parecieron abrirse por sí mismas y notó cómo una poderosa
laxitud embargaba su cuerpo. Temblando, sus brazos se aferraron a la espalda de
Hyukjae clavándole fuertemente las uñas en el proceso.
Por segunda vez, Donghae volvió a quedarse
sin aliento, sintiéndose de repente vulnerable. Durante una fracción de
segundo, la mirada de Hyukjae se oscureció más todavía, hasta que entornó los
ojos ocultando los inmensos deseos que lo invadían. Sin detenerse un instante,
Hyukjae empezó a penetrarlo con movimientos poderosos, reclamando cada
centímetro de su carne.
Donghae, seguía con los ojos cerrados,
muerto de dolor, pero extrañamente, éste empezó a convertirse en un increíble
placer que le desgarraba las entrañas. Se atrevió a abrir los ojos otra vez y
ahora lo que llamó su atención fue el amplio pecho de su aun esposo, fascinado,
su mirada siguió hasta el liso vientre. Mordiéndose el labio inferior,
inconscientemente acarició los abdominales, notando bajo las yemas de sus dedos
el músculo firme. Sus ojos siguieron bajando y llegaron allá donde los dos
cuerpos se fundían.
Sintió a Hyukjae retirarse de su interior,
lo que provoco un gemido de protesta de su parte. Pero Hyukjae tenía otra idea,
y dándole la vuelta lo dejo boca abajo sobre la cama. Sin detenerse un
instante, lo vuelve a penetrar hasta el fondo, esta vez llenándolo
completamente.
Donghae vuelve a gritar, enseguida le
embarga el placer cuando el pene de Hyukjae golpea sin piedad su punto dulce.
Gimiendo, instintivamente su cuerpo se echa hacia atrás deseando que Hyukjae lo
llene completamente. Éste parece entender lo que el cuerpo de Donghae le pide y
se adentra todavía más en su interior.
Con una mano Hyukjae toma el miembro
erguido de Donghae masajeándolo al ritmo de las embestidas mientras que con la
otra mano se apoya en la cama para mantener su peso.
Eso es más de lo que Donghae puede
soportar, el calor que invade su cuerpo es insoportable haciéndolo correrse,
apretando involuntariamente los músculos mientras fuertes convulsiones de
placer lo recorren.
Al notar esto Hyukjae, que ya estaba al
límite se corre también, inundando con su esencia a Donghae. Ambos saciados, se
quedan así durante unos instantes hasta que los espasmos de placer se apagan
completamente. Luego, despacio, Hyukjae retira su miembro, abrazando por detrás
a Donghae, suave, pero firmemente, sin ganas de dejarlo ir.
- ¿Tienes hambre? ―Donghae abrió despacio
los ojos aún aletargados por el amor y vio a Hyukjae apoyado sobre un codo,
contemplándolo. Se estiró como un gato y una voluptuosa sonrisa curvó sus
labios hinchados por los besos. Podía responder que tenía
hambre de él, pero le haría pensar que era una persona impúdica.
La sonrisa se hizo más amplia al pensar en
eso y él adivinó sus pensamientos... por supuesto. Refunfuñó y deslizó la yema
de un dedo alrededor de un pezón erecto.
- Después, mi insaciable pececito. Después
tendrás algo más y mejor.
Más. El solo pensamiento le hizo sentir que
su entrepierna le pulsaba y volvió a sentir ese lento y revelador calor; se
recostó sobre el estómago, sepultando la cara en la almohada que aun conservaba
su olor. No podría ser mejor, pensó cuando lo sintió bajarse de la cama y oyó
el roce de la ropa y el crujido de la cremallera del pantalón. Le hizo el amor
tantas veces esa larga mañana de verano, todas ellas revelando un aspecto
diferente de su sexualidad... intensamente hábil, tierno, lento, con la
sensualidad de la verdadera voluptuosidad. Tantas veces y todas ellas tan
bellas...
Sintió un ligero golpecito en la espalda
desnuda, que se detuvo al borde de un nuevo descubrimiento, sacándolo de sus
recuerdos.
- El almuerzo estará listo dentro de diez
minutos. ¿De acuerdo?
Donghae sólo asintió, en un plano demasiado
apartado de la realidad para poder hablar, porque ese golpecito se detuvo,
pleno de promesas... como si las promesas fueran necesarias...
Se metió a la ducha y veinte minutos
después, vestido, bajó la escalera y se dirigió a la cocina. Aún se sentía
desorientado, como si lo hubieran drogado y la realidad fuese borrosa. Pero
frunció la nariz en un gesto de aprecio al percibir el aroma a tocino y comentó
con tono ligero:
- Así que ya dominaste la estufa. ¡Te
mereces una medalla!
Era un monstruo desvencijado que funcionaba
con gas, a Donghae le pareció que tenía mil años, pero Hyukjae le dirigió una
extraña sonrisa por encima del hombro y se inclinó para abrir la puerta del
horno. Donghae lo miró, aún debilitado por el éxtasis de lo sucedido y su
debilidad se intensificó por lo que vio... la figura alta y esbelta, los anchos
hombros debajo de la camisa de algodón, el desgastado pantalón ceñido en las
caderas y piernas atractivas.
Pero Hyukjae no lo miró cuando sacó dos
platos del horno, sosteniéndolos con una toalla. Sacó unas frutas en conserva,
una barra de mantequilla, un plato con pan recién tostado y una olla café en la
que sirvió un humeante y aromático té.
―Me estoy muriendo de hambre ―reconoció Donghae,
sacando un banco para sentarse frente a un plato colmado con tocino y
champiñones.
Hyukjae se sentó a su lado, tomó los
cubiertos y le pidió:
―Dime exactamente por qué decidiste ponerle
fin a nuestro matrimonio.
Fue como si le echaran un cubo de agua
fría. Se quedó sin aliento y por un momento no pudo responder, porque de nuevo
habían vuelto a la realidad. De pronto pensó que no podía enfrentarse a la fría
realidad de Shiyoon, él y Minwoo. Sin embargo, con la mirada fija en su plato,
supo que debía hacerlo.
Tenía que apartar de su mente lo sucedido
esa mañana, junto con las consecuencias de la vez que hicieron el amor hacía
seis semanas. De alguna manera tendría que crear una vida para él y el hijo que
tendría y ahora era el momento de empezar, se dijo decidido, pero no se sentía
demasiado valeroso para hacerlo. Así que habló, esperando que su voz sonara
calmada.
-Te lo dije antes de irme. No creo que lo
hayas olvidado ―no podía mencionar a Shiyoon. Ya le había dicho que escuchó por
casualidad esa maldita conversación y él empezaría a sumar dos más dos.
- No he olvidado una sola palabra ―replicó
él apesadumbrado y luego añadió―: Lo que quiero saber es por qué. No carecías
de nada. Estábamos bien juntos.
Donghae. apretó la boca. ¿Pensaría él que
las cosas materiales importaban? ¿Quería verlo sufrir? ¿En realidad quería que
confesara que su orgullo herido lo obligó a salir de su hogar, antes de que él
pudiera arrojarlo de allí? ¿Su vanidad se sentiría herida si
no le arrancaba esa confesión? Furioso, replicó:
-¿Estábamos bien juntos? No estoy de
acuerdo. Durante tres meses ni siquiera te acercaste a mí, casi siempre estabas
fuera de casa... no soportabas tocarme siquiera.
El rostro de Hyukjae reflejaba una lucha de
emociones, el conflicto estaba pintado en el gesto duro de su boca, en la piel
tensa sobre los pómulos y la mandíbula, en el destello acerado de sus ojos y Donghae
lo miró de manera compulsiva, con el corazón latiéndole agitado porque la
verdad estaba allí, entre ellos, algo cruel, helada y dolorosa. A toda prisa
agregó:
-Tú no me amas, nunca lo hiciste. Me cansé
de ser la segunda opción -era la verdad, pero no era prudente revelarle más. El
podía meditarlo y tal vez descubriría su desesperado amor por él.
-¡No sé de qué estás hablando! ―exclamó Hyukjae
áspero y se dirigió hacia el fregadero de piedra, vaciando la comida sin
terminar en el cesto de la basura. Luego se volvió hacia él, con los hombros
tensos y la mirada dura y añadió―: ¿Cuando hace poco hicimos el amor, eso no te
dijo nada de lo mucho que te deseo?
Cuando hicieron el amor. Ese bello fantasma
de la felicidad. Le dolía demasiado pensar en ello. Y si Hyukjae miraba hacia
atrás, también reconocería su reacción por lo que era, y comprendería lo mucho
que revelaba acerca de sus verdaderos sentimientos hacia él. Así que adoptó una
expresión indiferente, alzó la barbilla y fijó la mirada en un punto justo
arriba de la cabeza de Hyukjae, porque si lo miraba a los ojos resultaría
totalmente derrotado, y respondió encogiéndose de hombros:
-No eras capaz de tocarme durante los
últimos meses de nuestro matrimonio... eso me dice lo mucho que me deseas. Lo
demás... bueno... ―controló el dolor de su voz, reemplazándolo con una
indiferencia que incluso le sorprendió―. Yo le atribuí eso a la frustración.
No era cierto, por supuesto. Pero era más
sencillo que reconocer que Hyukjae sólo la usó para convencerse de su latente
promiscuidad. Esperó una actitud exasperada, tal vez un gesto de disgusto.
Esperó todo eso, pero no
la helada cólera que lo hizo cubrir la pequeña distancia que los separaba
después de un largo momento de silencio mortal.
Su expresión era tensa, parecía lanzar
fuego por los ojos y sus manos eran crueles cuando le hizo ponerse de pie,
exclamando en voz baja y cortante:
-¡Pequeño arpía! Puedes agradecerle a tu
buena estrella que no tengo el hábito de golpear ―dejó caer las manos a los
costados, como si le disgustara el contacto físico, y añadió con voz ronca por
la emoción― ¡No me acercaba a ti ni te tocaba porque me sentía abrumado por la
culpa! ¿Me escuchas?
Sí lo escuchaba, pero no comprendía. Movió
la cabeza y retrocedió, con el rostro pálido por el dolor y reinó un silencio
pesado, lleno de cosas que Donghae no entendía; no sabía por qué él hacía eso,
por qué complicaba la terrible simplicidad de su necesidad de deshacerse de una
esposo, para casarse con otra persona.
Hyukjae prosiguió brusco y cada palabra lo
atravesaba como un cuchillo, haciéndole cambiar la opinión que tenía de Hyukjae,
de él mismo y de sus reacciones.
-Esperabas un hijo nuestro. Estabas
rebosante de alegría, eras un joven hombre completo y confiado ―frunció la boca
en una línea amarga―. Y yo cambié todo eso. Tú perdiste ese hijo y, hasta donde
sabemos, la oportunidad de concebir otro. Y yo iba al volante ―giró sobre sus
talones, como si no pudiera contemplar la criatura derrotada en la que creía
que él se había convertido y se dirigió a la puerta.
Donghae empezó a decirle que no debía
sentirse culpable, no por eso, pero las palabras se detuvieron en su garganta
cuando él se volvió a mirarlo, informándole:
-Alquilé este lugar por un par de semanas.
Pensé que necesitábamos y merecíamos por lo menos ese tiempo para decidir
nuestro futuro ―su voz ahora era apagada, carente de vida y por lo visto de
interés―. Pero veo que no puedo esperar tanto, no poseo la paciencia necesaria
para soportar eso ―cruzó el umbral de la puerta y se detuvo bajo un rayo de
sol, pero ni siquiera ese brillo logró derretir el hielo en sus ojos―. Quiero
que regreses a la mansión, en donde debes estar, puesto que eres mi esposo. No
quiero volver a hablar de separaciones... a prueba o de otra clase... y mucho
menos de un divorcio.
- ¿Pero qué me dices de...?
- Sin peros ―hizo un ademán con la mano,
interrumpiendo sus balbuceantes preguntas acerca del lugar que ocuparían Shiyoon
y Minwoo en ese arreglo particular―. Todo está muy claro. Regresa conmigo a Corea
y trataremos de olvidar lo sucedido durante los dos últimos meses. O dime que
no me aceptas a ningún precio. Entonces podremos hacer borrón y cuenta nueva.
No te suplicaré... no quiero hacerlo. La decisión es tuya y la quiero esta
misma noche.
Se alejó y Donghae se quedó mirando su alta
figura, que cruzaba decidida el patio iluminado por el sol, dejándolo más vacía
y solo de lo que nunca antes se había sentido en su vida.
Regresó a la cocina y empezó a recoger
todo, tiró a la basura el resto del desayuno, que apenas probó, haciéndolo todo
con movimientos torpes. Podía adivinar por qué Hyukjae le presentó ese
ultimátum. Su idea anterior, resultó ser cierta. Shiyoon lo había abandonado de
nuevo.
¡Quería matar a ese harpía! ¿Cómo se
atrevía esa odiosa criatura a herirlo una y otra vez? Luego, al ver que estaba
al borde de la histeria, se controló y apretó la boca, abriendo la llave del
agua para lavar los platos. Tenía que pensar en él, reconocer que era imposible
seguir siendo el esposo de un hombre obsesionado con otro. El hecho de que ese
fuera un arpía, incapaz de amar e indiferente al dolor que le infligía al padre
de su hijo; no tenía nada que ver con el caso, se aseguró tenso a sí mismo
mientras terminaba de lavar los platos.
Su intento fallido de ganarse el amor de Hyukjae
en el pasado, le enseñó una lección y sería un tonto si la olvidaba.
Era obvio que con el irresponsable Shiyoon,
de nuevo fuera de su camino, él prefería que Donghae regresara a la mansión Lee
y reanudara sus obligaciones como su esposo. Eso le evitaría tener que
enfrentarse a los desagradables chismes que sin duda seguirían a un divorcio.
Incluso si se hubiera sentido tentado a
seguir casado con él, su ultimátum, su actitud indiferente de tómalo o déjalo,
su franca admisión de que no tenía la paciencia para tratar de persuadirlo...
lo que significaría que le haría el amor cada vez que tuviera la oportunidad,
hasta someterlo a una estúpida aceptación... le habría puesto fin a eso. Y su
insensible comentario acerca de olvidar los dos últimos meses, demostraba lo
poco que le interesaba.
¿Cómo podría olvidar el regreso de Shiyoon...
con el hijo de ambos en brazos... y el obvio deseo de deshacerse de su esposo
actual para casarse con la persona a la que nunca dejó de amar?
Salió de la cabaña y se sentó en una banca
de madera cerca de la puerta del frente, cerrando los ojos y dejándose invadir
por la paz que le rodeaba. Se enfrentaría solo al futuro y así se lo informaría
a Hyukjae cuando regresara.
Todo había terminado, excepto por una
última cosa. Si se separaban al día siguiente, o incluso esa misma noche y
jamás volvían a verse, tenía que lograr que Hyukjae olvidara sus sentimientos
de culpa por la pérdida de su hijo.
Las lágrimas se deslizaron despacio entre
sus párpados cerrados, eran las últimas que derramaría por ambos, porque si
hubiera estado enterado de los sentimientos de Hyukjae, nunca se habría sentido
tan inútil, ni rechazado; y los dos habrían podido ayudarse mutuamente durante
esos días terribles y esas noches solitarias. De esa manera, los últimos meses
de su funesto matrimonio no habrían provocado los amargos recuerdos que ambos
tendrían que llevar a rastras en sus futuros separados.
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