El calor de agosto era sofocante y
amenazaba una tormenta. .Donghae se apartó de
los ojos el fleco
demasiado largo y trató de concentrarse en su trabajo. Tendría que ir a la
ciudad a cortarse el cabello, pues el corte antes elegante, ya no tenía forma.
¿Pero, qué importaba eso?, pensó cansado,
cerrando los ojos y dejando caer los hombros. Su valerosa intención de seguir
adelante con su vida, sin mirar hacia atrás, había fracasado totalmente.
¿Cómo podía dejar de pensar en el pasado,
cuando dos días antes descubrió que estaba embarazado? Dos días de recordar esa
tarde, hacía más de seis semanas, cuando su hijo fue concebido. Dos días
enteros de alternar entre la incrédula alegría de saber que su cuerpo albergaba
una nueva y valiosa vida, creada con el hombre amado, que el temor de que el
accidente lo había dejado imposibilitado para concebir, fue infundado, y la
consiguiente desesperación de saber que ya era demasiado tarde.
Hyukjae ya tenía un hijo que acogió en su
hogar, reconociéndolo, y al hombre al que nunca dejó de amar con una pasión
obsesiva, estaba dispuesto a ocupar su lugar, como su segundo esposo.
¿En dónde lo dejaba eso a él? En una
situación en extremo difícil. Sus padres regresarían de su crucero alrededor
del mundo a mediados del próximo mes, y aunque se entristecerían al conocer la
noticia de su inminente divorcio, se mostrarían comprensivos y lo apoyarían.
Pero no podía alojarse en el hogar de sus padres en espera del nacimiento de su
hijo, cuando a menos de medio kilómetro de distancia se encontraba Hyukjae. Eso
los colocaría a todos en una situación imposible, a la que no podría
enfrentarse.
-¿Estás bien? ―Donghae reconoció la
preocupación en la voz de Jinhyuk y abrió los ojos, irguiéndose con un
sentimiento de culpa.
-Estoy bien, sólo tengo calor ―sonrió tenso.
Últimamente, casi no sonreía y trataba de que la relación entre ellos fuera más
formal. Hyukjae vio lo que él no pudo ver...que Jinhyuk se interesaba en él más como hombre
que como empleado.
Pero, su amor por Hyukjae estuvo tan
arraigado durante tantos años, que eclipsó su interés por otra persona.
-Se aproxima una tormenta
―Jinhyuk se acercó, colocándose detrás de él y apoyando ligeramente las manos
sobre sus hombros; Donghae sintió que todo su cuerpo su ponía rígido, en un
gesto de rechazo.
El era un hombre muy inteligente, un jefe
amable y considerado, sería un esposo excelente para cualquiera, pero él no era
esa persona. Su intuición había captado las vibraciones que le advertían que su
jefe pensaba que sí podría serlo.
Era un hombre honorable, no del tipo que
quisiera una aventura. Recientemente, había abierto los ojos y vio lo que Hyukjae
asimiló de inmediato. Las señales estaban allí, si él tenía el valor de
buscarlas... la forma en que el rostro de él se iluminaba cuando entraba a una
habitación, cómo sus ojos se detenían en sus labios, y cuando lo tocaba, sin
haber necesidad de hacerlo. Como ahora.
Se movió con brusquedad en su asiento y él
apartó las manos de inmediato, pero le dijo a toda prisa.
-Ya deja eso, no hay prisa. Mis editores no
me fijan un límite de tiempo.
Cruzó hacia el otro lado de la habitación
y, aunque le daba la espalda, podía oírlo hojear los papeles que estaban encima
de su escritorio.
El libro estaba terminado, excepto por
algunas páginas que debía que revisar; una vez que lo hiciera, habría concluido
su trabajo y estaría en libertad de irse; aunque allí había encontrado cierta
seguridad, no podía esperar más. Debía ordenar su vida futura, sin mencionar la
de ese hijo que aún no nacía. Necesitaba estar solo, sin presiones, antes de
decidir la mejor forma de ganarse la vida, para sostener a su bebé.
-Hace demasiado calor para trabajar ―murmuró
Jinhyuk desde el otro lado de la habitación y luego añadió más animado―:
Además, casi es la hora de la cena. Yina dejó una carne fría y ensalada. ¿Por
qué no vas a refrescarte un poco?
Cuando se puso de pie y estaba a punto de
anunciar que prescindiría de la cena, Jinhyuk se lo impidió.
-Tu trabajo temporal aquí se acerca a su
fin. Me gustaría discutir eso contigo durante la cena.
-Por supuesto ―se dirigió
a la puerta, con la ropa pegada al cuerpo por el agobiante calor. Antes que
nada, él era su jefe y si quería discutir con la terminación de su trabajo, no
tenía derecho a negarse.
Diez minutos después se metió a la ducha.
Había ahorrado la mayor parte del espléndido sueldo que le pagaban y sabía
vivir con humildad... lo que haría cuando regresara a Corea para buscar un
trabajo que le permitiera sostenerse. No sería fácil, pensó mientras se secaba
y vestía.
Tal vez Jinhyuk querría que se quedara
hasta el final de la semana, siempre existía la posibilidad de que después de
que él lo leyera lo escrito, hiciera algunas alteraciones mínimas. Eso le
resultaría conveniente, pensó cuando regresó a la casa, sorprendido al ver que Jinhyuk
ya había puesto la mesa, sacando la carne fría del refrigerador.
-Te ves muy guapo y fresco ―el aprecio en su
voz, cuando le miró desde el otro lado de la habitación, hizo que Donghae se
maldijera por su imprudente sonrisa. Durante las últimas semanas, cuando al fin
abrió los ojos y vio el creciente interés de él, se cuidaba de que su relación
fuera normal y de negocios.
No porque se sintiera aprensivo; Jinhyuk no
daría un paso en falso, ni diría nada fuera de lugar, si él no lo alentaba.
Estaba seguro de que no era esa clase de hombre y definitivamente no pensaba
hacerlo, así que respondió con tono inexpresivo:
-Las apariencias pueden ser engañosas. Me
gustaría que estallara la tormenta y despejara el ambiente. Casi me estoy
derritiendo.
-¡Yo tengo la cura para
eso! ―complacido, Jinhyuk se frotó las manos―. Champaña helado. ¿No crees que
es lo apropiado?
Sin esperar una respuesta, llenó dos copas,
derramando el espumoso líquido sobre la alfombra y le tendió una a Donghae. Se
quedó allí cohibido, lamiendo las gotas que cayeron sobre sus dedos. Donghae se
sentó en el sofá y dejó la copa a un lado. No quería beber; el alcohol
convertiría su incipiente dolor de cabeza en una jaqueca. Además, sólo estaba
allí para discutir la terminación de su empleo temporal, así que le preguntó:
-¿Cuándo esperas que me vaya? ¿Te parece
bien el fin de semana?
Eso le dejaría cuatro días enteros para
hacer las modificaciones que él pudiera requerir, hacer sus maletas y decidir
la forma de enfrentarse a su futuro. Cuatro días para prepararse y abandonar la
relativa seguridad de ese pacífico refugio.
-De eso quería hablarte ―se sentó a su lado,
demasiado cerca para gusto de Donghae. Se veía incómodo y deslizó un dedo por
el interior del cuello de su camisa―. Por lo visto la agencia que contraté, ha
encontrado al alguien que se ajusta a los requerimientos que yo expresé. De más
de cincuenta años, soltera, muy eficiente, sin lazos familiares, dispuesto a
trabajar y vivir en Japón y dispuesta a empezar en el otoño, cuando yo comience
mi nuevo libro.
-Eso es fantástico ―Donghae se alegraba por
él. Era uno de los hombres más buenos que jamás había conocido y merecía que
todo lo resultara bien. Llevaba una vida tranquila y sin complicaciones y muy
rara vez tenía vida social; su mente, rebosante de ideas y palabras, no dejaba
mucho espacio para nada más.
-Bien... ―no parecía muy complacido por el
prospecto, observó Donghae. Tenía el ceño fruncido y la frente cubierta de
sudor. Aunque por supuesto, eso no era de sorprender, pensó irónico. El aire en
la pequeña habitación era sofocante.
Afuera se escuchó un violento trueno que le
sobresaltó y un relámpago iluminó por un momento la salita. Jinhyuk
se enjugó la frente con la manga de la camisa,
-Cayó muy cerca. ¿No estás asustado, verdad?
-No ―lo único que le asustaba a morir era el
prospecto de llevar durante el resto de su vida la carga de su amor por Hyukjae.
Decidido, apartó de su mente ese amargo pensamiento y se encogió de hombros―.
¿No crees que deberíamos cenar? Ya es tarde.
No era que tuviera hambre, pero ansiaba
estar solo, disponer del tiempo necesario para pensar en su futuro, y en lo que
él concernía, la discusión había terminado. Jinhyuk ya tenía a alguien que lo
reemplazara y aunque no lo dijo, Donghae daba por sentado que estaría en
libertad de irse a finales de la semana.
-No me hace feliz pensar que te irás ―habló Jinhyuk
con voz apagada―. Estoy seguro de que la persona que encontró la agencia es
admirable, pero preferiría que tú te quedaras, permanentemente. ¿Lo harías?
Estaba sentado sobre el borde del asiento,
mirándole suplicante a los ojos, con las manos apretadas entre las rodillas,
como si esperara de él una decisión que afectaría el resto de su vida.
Donghae suspiró. Hacía unas semanas habría
aceptado gustoso ese ofrecimiento. El trabajo era estimulante, el lugar
idílico, el salario era mayor de lo que creía merecer y el hombre mismo era un
encanto, pero eso fue antes de ver la forma en que Jinhyuk lo miraba. Antes de
descubrir que estaba embarazado.
-¿Lo harías? ―repitió él―. Y me refiero a un
arreglo permanente... ―un trueno apagó el resto de sus palabras y luego la
lluvia empezó a caer en torrentes, azotando los muros y las ventanas; en el
rostro de Jinhyuk apareció una expresión frustrada mientras alzaba la voz para
hacerse oír por encima de la furia de la tormenta.
-Te estoy pidiendo que te cases conmigo, Donghae.
Tan pronto como dicten la sentencia de tu divorcio, podríamos...
-Olvídese de eso, Choi ―la voz acerada e
incisiva hizo que el corazón de Donghae se paralizara; en la habitación reinó
un helado silencio. Era como si Hyukjae hubiese entrado con
su propio ambiente, incluso el tumulto de la tormenta pareció abatirse,
destruido bajo la helada violencia de su ira apenas controlada.
Estaba de pie en el vano de la puerta, con
el cabello negro goteando agua y la tela de la camisa azul pegada al cuerpo,
resaltando su recia figura. Luego siguió hablando y su mirada dura pareció
dejar a Jinhyuk clavado en su asiento.
-Llamé, pero no obtuve respuesta. Por lo
visto, los dos estaban muy ocupados ―los ojos acerados se deslizaron hacia Donghae,
estudiandolo; la larga mirada fue como un insulto y bajó.
Podía darle la interpretación que quisiera
a la escena, y además no lo oyeron llamar a la puerta. ¡Con la furia de la
tormenta, no habrían escuchando una bomba, aunque hubiera explotado frente a la
puerta! Pero su mente había perdido el control y sus pensamientos eran
demasiado caóticos para expresarlos en palabras. Aún seguía conmocionado por la
inesperada presencia de Hyukjae allí. Fue el desconcertado Jinhyuk quien
recobró primero la voz.
-¿Qué es lo que quiere? ―su tono y su
expresión no eran amables y tenía el rostro enrojecido por el disgusto.
-A mi esposo ―respondió incontrolable. Nunca
pensó que su actitud posesiva fuera tan intensa y profunda. Ya no lo quería a
su lado y sin embargo, su orgullo no le permitía ver que otro hombre lo
cortejara. Al comprender eso, sintió frío.
-Lamento que mi idea te parezca tan repulsiva
―había visto su estremecimiento, y prosiguió con una expresión diabólica―. Pero
eres mi esposo. Eso es un hecho.
-¿Por cuánto tiempo más? ―preguntó Donghae
con voz apagada, decidido a luchar. El escuchó que Jinhyuk le proponía
matrimonio... después del divorcio... y como un déspota decidió acabar con esa
posibilidad ignorando el hecho de que su impaciencia por su propio matrimonio
debía ser el pensamiento más primordial en su mente.
No sabría nunca que, incluso si no le
hubiera dejado embarazado, jamás Habría aceptado la proposición de Jinhyuk.
¿Cómo podía hacerlo, cuando el destino cruel se empeñó en que sólo pudiera amar
a ese hombre?
El ignoró su pregunta,
tal vez porque se acercó demasiado a la verdad... y habló bruscamente y con
tono de mando.
- Sube a hacer tus maletas. Nos iremos
ahora mismo.
Su declaración se quedó flotando en el
sofocante ambiente y Donghae exclamó furioso, con los nervios a punto de
estallar:
-Legalmente, quizás aún soy tu esposo. ¡Pero
no puedes decirme lo que debo hacer! -tembloroso, trató de controlarse y
conservar la calma―. Tengo un trabajo aquí, ¿lo recuerdas?
Y Jinhyuk, siguiendo su ejemplo, profirió
violento:
-¡Eso es muy cierto, Lee! Donghae es mi
empleado y soy yo quien le paga. Aún no ha terminado con su trabajo como mi asistente...
-¿Así lo llaman ustedes? ―indagó Hyukjae
desdeñoso y siguió hablando sin apartar los ojos de los rasgos angustiados de Donghae―.
Pasado mañana le enviaré uno, que terminará lo que mi esposo haya dejado
pendiente, y yo pagaré por sus servicios. Cualesquiera otros proyectos que
usted pueda tener en mente, Choi... ―frunció la boca en un gesto
despreciativo―,... quedarán a cargo de él. Ahora ve por tus cosas Donghae, o te
irás sin ellas. Tú decide.
Aunque no había perdido el control, Donghae
lo conocía lo suficiente para juzgar el grado de su enfado. Sabía que en
cualquier momento, esa cólera apenas controlada, podría estallar con
devastadores resultados.
Jinhyuk no poseía la sensatez o la
discreción para ver que, en lo que a Lee Hyukjae concernía, él era simplemente
alguien que se interponía en su camino, y a quien aplastaría si fuera
necesario. Donghae se tensó cuando lo vio ponerse de pie, declarando:
-Escuche... no puede entrar a mi casa por la
fuerza y darle órdenes. Tal vez él es su esposo... ―su rostro adquirió un tono
púrpura bajo la mirada de helado desprecio del intruso―, pero sí puedo decirle
que él no lo ama, que quiere el divorcio. Y no pienso quedarme
aquí y permitirle que lo obligue a hacer algo que él no quiera hacer.
Su tono jactancioso disminuyó y su voz se
apagó; Donghae comprendió que ya lamentaba su apresurada defensa, por la forma
en que lo vio sentarse de pronto, bajo la helada amenaza de los ojos de Hyukjae.
Luego este último advirtió:
-Trate de interferir en mi vida y lo
aplastaré contra la pared ―y Donghae se dirigió a la puerta, con el cuerpo
rígido por la tensión, porque sabía que hablaba en serio. Se detuvo y se volvió
a mirar a Jinhyuk, que se negó a sostener su mirada y clavó la vista en el
suelo.
-Lo lamento. Nunca fue mi intención
complicarte en mis problemas. Iré por mis pertenencias, creo que será lo mejor.
Se dirigió a su habitación con las piernas
rígidas, para reunir sus cosas y guardarlas a toda prisa en la maleta. Apretó
todo con los puños cerrados para que cupiera y se arrodilló para cerrarlas, en
ese momento la luz se apagó y una voz sombría habló desde la puerta, en un tono
casi cortés.
-¿Necesitas ayuda?
-¡No! ―respondió. No podía verlo, sólo
percibía su amenazadora presencia, como una pesadilla, con cada célula de su
cuerpo consciente de su cercanía. Si se acercaba más, empezaría a gritar.
Cerca o lejos, Hyukjae representaba un
peligro que ya no podía controlar. Antes creyó en el poder de su amor, pero
ahora eso era inútil. Nunca le dio resultado y se sentía atemorizado ante esa
cruel persecución y la necesidad de él de dominarlo.
Lo único que logró con su separación fue
conservar su orgullo, su dignidad. Se irguió, sosteniendo la maleta frente a su
cuerpo, como si fuera un escudo y habló con voz tensa por la furia, al ver lo
que le obligaba a hacer y a soportar.
-No tenías derecho de entrar aquí por la
fuerza, haciendo gala de tu autoridad. Además de que es el colmo de la mala
educación, me hiciste sentir indigno.
-Tengo todo el derecho cuando escucho que
otro hombre le propone matrimonio a mi esposo. Te aseguré
que regresaría y si te sientes indigno, tal vez se debe a las libertades que
permitiste que Choi se tomara contigo durante las últimas semanas.
Su voz le llegaba apagada en medio de la
oscuridad, más opresiva que el ambiente cargado y tormentoso; los truenos
seguían retumbando, un acompañamiento apropiado, y Donghae se mordió el labio,
ignorando el detestable insulto. ¿Quién era él para insultarlo?
-De acuerdo, dijiste que regresarías. ¡He
estado temblando! ¿Por qué tardaste tanto tiempo?
¡Como si no lo supiera! ¿Por qué debería
abandonar su romántico interludio y renunciar a la compañía de su hijo, para molestarse
en buscar a su esposo? ¡Nunca sabría por qué se molestó en ir allí, a menos que
sólo quisiera demostrarle que era él quien mandaba!
-Dudo que la explicación te interese ―replicó
él con tono seco―. Has demostrado tener muy poco interés por todo... excepto
por ti.
Donghae aún trataba de recobrarse de lo
injusto de ese comentario cuando un relámpago iluminó el cielo, proyectando en
agudo relieve las líneas sombrías de unos diabólicos rasgos y lo vio dar un
paso hacia adelante, cubriendo en silencio el espacio que los separaba para
quitarle la maleta con una mano, mientras que con la otra lo sujetaba con
fuerza de un brazo.
-Vámonos de aquí. Puedo pensar en lugares
mejores para discutir eso.
En la oscuridad, lo sintió demasiado cerca
y la sangre de Donghae empezó a correr apresurada por sus venas, mientras que
la fuerza de su tormenta interior vencía a la de la que rugía más allá de las
paredes de la granja.
Era difícil abrirse paso en la casa en
medio de la oscuridad, pero no pensaba en eso, pues todos sus sentimientos y
pensamientos se concentraban en el hombre que iba a su lado. Cuando tropezó
contra la mesa de la cocina, él deslizó un brazo de hierro alrededor de su cintura,
atrayéndolo contra el tenso calor de su cuerpo. Donghae dejó escapar un gemido
de agonía, pues el efecto de estar de nuevo tan cerca de él,
con el cuerpo fundido con el de Hyukjae como si fueran dos partes de un todo.
Pero, después de lanzar una imprecación, él
siguió adelante, llevándolo consigo; parecía ver en la oscuridad, como un gato,
a pesar de no conocer el lugar.
-¿A dónde vamos y por qué? ― ¿Por qué
insistir en alejarlo de allí, cuando podía arreglar todo a través de sus
abogados? Con seguridad no querría verlo de regreso. La brusca respuesta de él
lo comprobó.
-A ningún lugar que tú conozcas. Es un lugar
que descubrí y en donde podremos aclarar todo esto sin interrupciones y sin la
presencia de otras personas.
Era inútil discutir. ¿Qué podía decirle?
¿Que se negaba a dar un solo paso? Eso precipitaría otra escena de violencia y
no podía hacerle eso a Jinhyuk; él estaba en su hogar y Hyukjae era su problema
no de Jinhyuk.
-¿No habrá gritos de protesta? ―indagó Hyukjae
mordaz y, tomándolo del brazo―. Me sorprendes, pero sin duda te has dado cuenta
de que sería inútil correr a pedirle ayuda a Choi. Tu valeroso defensor y
pretendiente ya arrojó la toalla.
El reto lo enfureció y ardía en cólera
mientras lo seguía, mojándose los pies en los charcos y con la lluvia cayendo
sobre su rostro y pegándole la ropa al cuerpo. ¿Quién era él para burlarse de
ese hombre mayor? Jinhyuk era decente y bondadoso, jamás lo trataría como Hyukjae
lo hizo. Y ningún hombre sensato se enfrentaría a Lee Hyukjae al ver su estado
de ánimo, así que su sarcasmo estaba fuera de lugar.
Así se lo dijo cuando llegaron al auto,
soltando su brazo a informándole con voz áspera:
-Jinhyuk es más hombre que tú, él es...
-No quiero saberlo ―replicó él―. Sólo sube.
Donghae lo hizo en segundos, ayudado por un
empujón poco amable de él, y goteando agua se sentó rígido mientras la lluvia
azotaba el parabrisas y Hyukjae arrojaba su maleta en el portaequipaje antes de
sentarse a su lado. Sin decir una palabra, se quitó la camisa empapada y la
arrojó sobre el asiento trasero; luego encendió la luz del interior de vehículo
y se volvió hacia él con una expresión dura, ordenando.
-Quítate la tuya.
-No ―empezó a temblar, pero sintió una
oleada de calor al recordar vivamente el episodio en el bosque, cuando concibió
a su hijo, sabiendo que sus defensas contra Hyukjae eran pocas y débiles.
Ya era dolorosamente consciente del cuerpo
casi desnudo de su aún esposo y sentía la abrumadora necesidad de deslizar los
dedos sobre los anchos hombros, rozar los tensos pezones con las yemas y seguir
la línea del vello hasta donde desaparecía intrigante bajo la pretina del
pantalón.
-Quítatela, o yo lo haré por ti ―le dijo él
con tono amenazante y sabiendo que lo decía en serio, Donghae con dedos
temblorosos empezaron a desabrochar el botón superior.
-Deja de mirarme así, no tengo ninguna
intención lasciva, puedes creerme ―estiró un brazo hacia la parte de atrás y
tomó una manta―. Puedes aplacar con ella tu pudor ―en su boca había un gesto
cruel cuando añadió―: Ya te he visto desnudo, ¿lo recuerdas? Y por el momento
no estoy de humor para sentir ni el más remoto interés.
Eso debió tranquilizar a Donghae, pero no
fue así. ¿Cómo podía estar tranquilo cuando esos ojos acerados observaban todos
sus movimientos, mientras se quitaba la ropa húmeda. Trató de apoderarse de la manta para cubrirse
y ocultar las señales demasiado, obvias de su excitación.
Dejó escapar un gemido de inquietud y el
pulso empezó a latirle agitado. No sabía qué era peor, si el disgusto consigo
mismo o el hecho de saber que Hyukjae debía darse cuenta de lo mucho que aun lo
deseaba. Lo odió a él cuando puso en marcha el motor y preguntó, con tono
indiferente:
-¿Te excitabas con la misma facilidad con Choi?
¿Fue así como lograste que te suplicara que te casaras con él?
Donghae sintió un nudo de cólera en el
pecho, cuando los faros del potente auto trazaron un sendero luminoso en la
oscuridad, le dijo enérgico, odiándolo en ese momento más de lo que nunca antes
odió a nada ni a nadie:
-¡Me repugnas! No sabes nada de mi relación
con Jinhyuk. ¡Tú no sabes nada! ¿Me escuchas?
-Oh, te escucho ―replicó él áspero, guiando
el auto sobre la mojada superficie del serpenteante sendero―. Y lo que tengo
exactamente en mente es saberlo todo acerca de tu relación con Choi... entre
otras cosas. Y en el lugar a donde vamos, dispondremos de todo el tiempo que
sea necesario. No habrá otro hombre cerca para que practiques con él tus
seductoras artimañas. Excepto yo.
Eso era una promesa de la cual él bien
podía prescindir.
-¿QUE es este lugar?
Hacía más o menos una hora que viajaban, la
última cuarta parte, abriéndose paso por un desigual sendero en el bosque,
recto y solitario y ahora la luz de los faros revelaba una pequeña construcción
en el centro de un claro rodeado de altos árboles.
-Una cabaña ―le informó él con tono seco―.
La renté temporalmente, pero debes considerarla como tu hogar por el momento.
La tenue luz verde del tablero le daba a su
rostro un aspecto espectral, como tallado en una piedra lunar, y para
contrarrestar la terrible impresión de que ya no lo conocía, de que nunca lo
conoció realmente; no sabía de lo que él era capaz, replicó sarcástico:
-¡Vaya... gracias! ¿Qué he hecho para
merecer un regalo así? ―y terminó brusco―. ¿En dónde están Shiyoon y Minwoo?
―no allí, estaba seguro.
-¿En dónde diablos crees? ―replicó él áspero
y la mirada que le dirigió le dijo que pensaba que estaba loco o que era una persona
despreciable. O ambas cosas.
La respuesta no le dijo nada, por supuesto,
pero podía adivinarlo. De seguro, estaría viviendo en algún lujoso hotel,
mientras esperaba que él concluyera cualquier asunto inconcluso con su esposo.
Se estremeció, invadido de pánico al
preguntarse cuál sería ese asunto. Pudieron hacerlo todo de una manera
civilizada, a través de sus abogados. ¿Por qué llevarlo allí por la fuerza y
someterlo al tormento de estar cerca de él?
Cuando apagó el motor y los faros. La
oscuridad era densa e impenetrable y el único sonido perceptible era el del
latido de sus corazones. Lo vio guardar la llave del auto mientras le decía:
-Quédate en donde estás
mientras yo voy a abrir la cabaña ―Donghae pudo respirar con más facilidad,
cuando Hyukjae desapareció en la oscuridad. Cuando vio el resplandor color
naranja, que brillaba a través de una de las pequeñas ventanas, más o menos se
había controlado.
Si Hyukjae no se hubiera dado cuenta de lo
que Jinhyuk empezaba a sentir por él, no se habría tomado tantas molestias para
discutir su inminente divorcio. Jamás hubiera creído que su posesividad
estuviese tan arraigada. Lo que Hyukjae quería discutir con él no podía
llevarles más tiempo y debía estar ansioso por reunirse con Shiyoon y el hijo
de ambos. La única forma de enfrentarse a la situación sería comportándose con
dignidad, usar su sentido común y tratar de disimular su dolor.
Empezaría en ese mismo momento.
Abrió la puerta del auto y bajó. Por suerte
había dejado de llover, pero aún podía escuchar a la distancia el rugido de la
tormenta y el constante golpeteo de las gotas de lluvia que caían de los
árboles. Apenas había dado dos pasos inseguros hacia la cabaña cuando Hyukjae
apareció de la nada.
-¿A dónde diablos crees que vas?
Su repentina aparición silenciosa lo dejó
sin aliento, haciéndola dudar de su capacidad para enfrentarse a la situación,
pero su orgullo vino en su ayuda y lo ayudó a replicar sarcástica:
-A pasear, ¿a dónde más? ―trató de pasar al
lado de él para dirigirse hacia el cuadro de luz color naranja.
Donghae, lo vio caminar delante de él, con
pisadas tan seguras como las de un gato. ¿Qué podía hacer para controlar sus
emociones? ¿Cómo podría dejar de amarlo y desearlo, para iniciar el lento
recorrido hasta encontrar la paz mental que tanto anhelaba? Incapaz de
encontrar la respuesta lo siguió, ignorando el fango, concentrado en mantenerse
de pie.
-Se fue la luz ―le informó Hyukjae cortante
cuando él cruzó el umbral y cerró la pesada puerta de madera. Estudió el
ambiente que lo rodeaba. Era una pequeña habitación y las losas de piedra,
desgastadas por los años, crujieron bajo sus pies; las paredes estaban pintadas
de blanco y casi todo el mobiliario era de pino. Había unos troncos en el hogar
de la chimenea y las dos lámparas de aceite que él había encendido proyectaban
un íntimo resplandor. En un rincón de la habitación vio una angosta escalera de
madera, él debió seguir la dirección de su mirada, que Donghae trató de que
pareciera fría y sólo vagamente interesado, porque comentó con tono ácido:
-Tenemos dos habitaciones, ésta y el
dormitorio en el piso superior. La cocina y el baño están a un lado; son
primitivos, pero adecuados. Creo que alguna vez fue la cabaña de un leñador; no
es lo bastante grande para ser un pabellón de caza.
-No sé por qué te molestaste ―comentó con
un dejo burlón. Se inclinó para quitarse los enlodados zapatos, teniendo
cuidado de sujetar bien la manta y sin mirarlo a los ojos; luego pasó a su lado
para abrir la puerta que llevaba a la cocina. Era rústica, como él dijo, pero
adecuada, puesto que sólo estarían allí unas pocas horas al día siguiente.
Luego, al sentir la mirada de Hyukjae fija en él, comentó con frialdad:
-Si por alguna razón que no comprendo,
querías discutir los detalles del divorcio personalmente, en
vez de hacerlo a través de nuestros abogados, pudiste hacerlo por teléfono. ¿No
crees que fue un poco melodramático traerme aquí por la fuerza? ―"bien
dicho", se felicitó. Al fin podía presentarle a Hyukjae una fachada fría,
casi indiferente.
Pero su pequeño éxito no lo hizo sentir
mejor, si acaso, se sintió peor. Lo oyó retener el aliento y entonces lo miró,
esperando que en sus ojos no hubiera el menor vestigio de su angustia interna.
Pero lo que vio hizo que el corazón le diera un vuelco, porque parecía que era
un hombre que acababa de regresar del infierno. Tenía la piel tensa sobre los
huesos de la cara, las líneas de su rostro eran más profundas y en sus ojos
había un destello salvaje que Donghae sólo había visto una vez antes, cuando Shiyoon
lo abandonó la primera vez.
" ¿La primera vez?” Movió la cabeza en
un gesto inconsciente e hizo a un lado ese increíble pensamiento. No se atrevía
a creer que Shiyoon lo hubiera abandonado de nuevo. ¿Pero, por qué entonces él
se veía como si toda la luz hubiera desaparecido de su vida? Pasó un momento
cuando él habló con voz dura como el acero.
-¿Y dejarte feliz en donde estabas,
disfrutando del amor de Choi, haciendo planes para cuando se casaran? Lo
lamento, querido ―su voz se hizo amenazadora―, pero no hago así las cosas. Y
tampoco tú; eres mi esposo.
Era inútil recordarle que ya no sería su
esposo por mucho tiempo, ni decirle que Jinhyuk nunca le hizo el amor, que él
habría huido si lo hubiera intentado. Tal vez le propuso matrimonio, pero él
jamás lo habría aceptado. De pronto sintió en los ojos el escozor de las
lágrimas, haciendo que le, ardiera la garganta. Se sintió terriblemente
cansado, harto de ese absurdo lío y respondió aturdido:
-Si no te importa, me gustaría descansar
―luego deseó haber mantenido la boca cerrada y se sonrojó al recordar la forma
en que él contempló su cuerpo desnudo cuando por insistencia suya, se quitó la
ropa empapada. Recordó que le preguntó si se excitaba con la misma facilidad
con Jinhyuk. Hyukjae debía pensar que él era un prostituto, hambriento de sexo.
Además, él debía recordar su respuesta
desinhibida y apasionada cuando le hacía el amor, antes de perder a su hijo, y
la forma en que se negó acercarse a él para tocarlo, durante los meses vacíos
que siguieron a eso.
¡Sumaría dos más dos y llegaría a la
conclusión de que la frustración sexual fue la causa de que saltara a la cama
con Choi Jinhyuk, para no mencionar sus retozos sexuales en el suelo del
bosque, con el esposo a quien declaró no querer y al que abandonó!
El rostro de Hyukjae estaba pálido, con la
boca apretada en un gesto de disgusto y un músculo temblaba en la línea dura de
la mandíbula. Para disipar lo que era obvio que él pensaba, Donghae habló
brusco:
-No te preocupes, no te estoy ofreciendo
nada. Sólo quiero darme un baño caliente, si es que eso existe aquí y retirarme
a descansar. Lo que tengas que decirme puede esperar a mañana.
El no pronunció una sola palabra. Le
dirigió una larga mirada indescifrable, luego tomó la maleta y subió la angosta
escalera. Donghae lo siguió reacio, sólo porque tenía que hacerlo, pues no
tenía otra opción.
La escalera daba directamente a un
dormitorio con el techo inclinado. Era sencillo, amueblado con una cama ancha y
Donghae pensó que tal vez necesitaría una escalera para subir a ella; también
había una cómoda de pino con cajones y una silla. No había puerta, excepto una
de angostas tablas de pino, pintada de blanco, en la pared opuesta.
-El baño está allí ―Hyukjae dejó la maleta
en el suelo y señaló hacia la puerta pintada de blanco―. No hay bañera, pero sí
una ducha, y si la energía eléctrica se fue hace poco, aún debe haber agua
caliente ―se dio vuelta y sacó un suéter azul oscuro de uno de los cajones,
para ponérselo.
Donghae estalló, con un tono demasiado
revelador.
-¡Ya era tiempo!―casi desnudo, él era un
problema, en especial en los límites de la reducida habitación. Sólo tenía que
mirar su piel bronceada y cubierta de vello para ansiar tocarla, sentir el
calor vital de su carne y su sangre, la dureza de los músculos y los tendones,
sabiendo que ese cuerpo respondía al suyo como antes lo hacía.
Con una ceja alzada, como si supiera lo que
había detrás de esa réplica brusca, pero sin sonreír, él le dirigió una mirada
dura antes de encogerse de hombros indiferente.
La temperatura ha bajado. Iré a encender la
chimenea antes de preparar la cena. ¿Te bastará con una sopa y unos bollos?
Sí hacía más frío. La tormenta había
despejado el aire y el interior de la cabaña estaba helado. Sin embargo, Donghae
sentía que todo el cuerpo le ardía, cada célula y cada terminal nerviosa se
encendía por la sola presencia de Hyukjae, pero no iba a reconocerlo y tampoco
prolongaría el tormento de esa absurda velada.
A la mañana siguiente, después de una noche
de sueño, sabría los motivos de él para llevarlo allí y escucharía lo que
tuviera que decirle y que no pudo discutir por carta o por teléfono.
-No quiero nada ―le dio la espalda, abrió su
maleta y buscó una camiseta vieja con la que acostumbraba dormir desde que se separó
de él.
Antes de eso, siempre usaba la ropa de
satén y seda para dormir, porque nunca renunció a la esperanza de que él
cambiara de opinión y fuera a su lado...
Sólo una cosa más ―el tono duro de Hyukjae
le hizo ponerse rígido―. ¿Te reuniste con Choi antes, e hiciste los arreglos
para abandonarme e ir a su lado? ¿O sólo fue una coincidencia que empezaras a
trabajar para él y lo hicieras enamorarse de ti?
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