Soulmate (DH3)- 19




–¿Hola, Sungmin, tienes algo nuevo?

Sungmin dio vuelta para ver a Hwang Kwanghee acercarse a él por el frente del carro. Verdaderamente adorable, Kwanghee era uno de sus clientes regulares. Hasta había tomado algunas de las pinturas de Sungmin y las había usado en su pequeña tienda de modas.

–No –dijo Sungmin–, lamentablemente. No he estado pintando fantasías o cosas de Jackson Square últimamente. He estado trabajando sobre todo en piezas por encargo.

–Mala suerte, acabo de mudarme a un apartamento nuevo y esperaba que tuvieras algo para hacer tolerables las monótonas paredes.

Sungmin frunció el ceño. A Kwanghee le gustaba su lugar en Iberville.

–¿Por qué te mudaste?

–A Jongmin no le gustaba venir a la ciudad de noche entonces pensé que sería más fácil si viviera más cerca de donde trabaja.

–Pero tu trabajas en el centro.

–Lo sé. Ese es uno de los sacrificios que tenemos que hacer por amor. –le ofreció a Sungmin una sonrisa, pero Sungmin podía decir que era sólo una fachada.


Eso era exactamente de lo que Sungmin tenía miedo. ¿Por qué será que siempre la mujer o el joven es quien se tiene que sacrificar por amor? ¿Solamente por una vez, un tipo no podía hacerlo en cambio?

Kwanghee suspiró.

–¿Llámame si pintas algo nuevo que me guste, ok?

–Lo haré. A propósito, realmente te ves bien. ¿Has perdido peso?

Kwanghee resplandeció.

–Estoy una talla por debajo de la dieciséis. Pero tengo que decirte que paso hambre todo el tiempo.

–Sí, pero estás para matar.

–Gracias. Jongmin me contrató una clase de aeróbicos en su club cuatro veces por semana y eso ha ayudado para conseguir bajar de peso.

–No suena como que disfrutes mucho de eso.

El dolor oscureció los ojos de Kwanghee mientras apartaba su mirada.

–Sólo que odio ponerme sudaderas y luego entrar en un cuarto lleno de personas que realmente no necesitan esas clases. Eso me da ganas de irme a un Mom House y olvidarme de la dieta.

Sungmin se rió.

–Dímelo a mí. Personalmente pienso que no deberían hacer nada excepto sacos de yute para alguien con una talla diez.

Kwanghee rió otra vez.

–Hablando de tallas de ropa supongo que mejor me voy a la tienda. Cuídate.

–También tú.

Kwanghee se fue en dirección a su tienda.

–¿Quién era ese? –dijo Kevin levantándose y mirando fijamente a Kwanghee con un destello hambriento en sus ojos.

¿Cómo lo hizo? El hombre, o más bien el lobo, se había movido en un misterioso silencio.

–Su nombre es Hwang Kwanghee. Posee una pequeña tienda de moda.

–El es... muy bonito.

Sungmin se asombró de que él lo pensara. La mayor parte de tipos se sentían intimidados o indiferentes ante la apariencia de Kwanghee. Kevin parecía como si acabara de ver a un supermodelo en persona. Ahora esto podría ser bueno...

Él parpadeó y volvió a sentarse sobre el cordón de la acera.

–Tu sabes, podría presentarlos.

Él alzó la vista, luego echó un vistazo a la distancia. De todos modos Sungmin había vislumbrado pesar en sus ojos.

–Los Lobos no socializan con la gente. Ustedes tienden a asustarse cuando saben lo que somos. Para no mencionar, que sus parejas son bastante frágiles. No me gusta tener la necesidad de contenerme por miedo a lastimar o matar a mi compañero cuando me apareo.

–Y la gente piensa que yo digo lo que se me viene a la cabeza. Jesús. ¿Tú no te guardas nada, no?

–Te dije que no soy humano. No comparto tus inhibiciones.

Sungmin supuso que eso era verdaderamente cierto. Pero era una pena. Kwanghee podría tener un hombre que lo aceptara como era y no que lo pusiera en estrictas dietas y regímenes de ejercicios todo el tiempo.

–Entonces –dijo Kevin después de unos minutos–.¿Qué pasa entre tu y el Celta? ¿Tienen sólo un intercambio carnal casual o hay algo más?

–¿Por qué lo preguntas?

–Porque me has preguntado mi biografía completa. Supongo que hacer lo mismo contigo es justo.

Sungmin se sentó al lado de él.

–No sé. Cuando estoy con Kyuhyun es como que encajamos. Como si él fuera una parte de mí que yo no sabía que había perdido hasta que lo encontré.

–¿Él siente de la misma forma?

Sungmin suspiró melancólicamente.

–¿Quién sabe? Con él es difícil hablar a veces. No estoy realmente seguro de que él me ame.

–Verdad. Las emociones no parecen ser su punto fuerte. De todos modos debes importarle mucho para que me haya llamado.

–¿Porqué lo piensas?

–Ir contra las ordenes de Shindong no es algo agradable de hacer para un Dark Hunter. Ese hombre tiene el control de vida-o-muerte de ellos. En segundo lugar, Kyuhyun estaba dispuesto a negociar conmigo para mantenerte a salvo. Otra vez, otra cosa no inteligente de hacer.

–¿Por qué?, no vas a hacerlo daño, ¿verdad?

–No en este momento, pero cuando tu consideras el peligro en que mi gente vive, quedar en deuda con un Slayer Katagari está a un paso de la estupidez ostensible.

–¿Un Slayer qué?

-El término verdadero para lo que soy.

Sungmin le miró con ceño fruncido.

–¿Bien, y que es exactamente un Slayer Katagari?

–Alguien que mata sin remordimientos.

Un escalofrío bajó por su columna vertebral y aún así encontró difícil de creer que él pudiera ser capaz de tal cosa. Él era salvaje, sin duda, pero no parecía completamente sin conciencia a pesar de lo que decía.

–¿Tu realmente harías eso?

–Bebé, yo mataría a mi propia madre y sin pensarlo dos veces.

Sungmin recordó lo que su abuela había dicho sobre sus hermanos.

–¿Sí, pero matarías a tu hermano o a tu hermana?

Él apartó la mirada.

–No eres tan amoral como pretendes, Kim Kevin. Pienso que puede haber más humano dentro de ti de lo que tu piensas.

Sungmin volvió a su carro y se sentó sobre su taburete. Siguió explorando la gente alrededor, pero cuando el sol se puso y contacto no apareció, no vio a nadie que remotamente pareciera una amenaza.

Bien, nadie más que su guardián.



Kyuhyun se levantó y se vistió antes del ocaso. Él deambuló por la cabaña, muriendo por abandonarla y encontrar a Sungmin.

Ansioso, marcó el número de Kevin.

–El está todavía vivo e ileso –dijo Kevin sin saludar–. Sungmin –lo llamó–, es el Celta que quiere un pequeño reaseguro de que no te he comido o algo por el estilo.

Kyuhyun frotó su cabeza ante el extraño humor de Kevin mientras esperaba que Sungmin se acercara al teléfono.

–¿Kyuhyun?

–Hey, nene, ¿estás bien? –preguntó Kyuhyun, aliviado al instante por oír su suave voz en su oído.

Era el más bendito sonido el que él hubiera escuchado alguna vez.

–Estoy bien. No ha pasado absolutamente nada. Esto ha estado realmente aburrido hoy. Excepto Kevin. Él es interesante en un sentido muy Lobuno.

Él rió. Su humor fue al instante ligero sólo por saber que estaba bien.

–Te creo. Ten cuidado y estaré ahí en cuanto pueda.

–Bien. Hasta luego.

Su corazón se apretó cuando Sungmin le hizo un ruido de beso, luego devolvió el teléfono a Kevin. Dios, como amaba a ese joven.

–Ahh, Kyunny, yo también te amo.

–Cállate, olfateador de entrepiernas. No tienes permitido hacerme ruidos encantadores, sólo mi amorcito lo está.

Kevin resopló.

–Sabes, realmente voy a hacértelo pagar un día.

–Sí, llevaré unas cuantas galletitas de perro extra para ti.

Kevin se rió afablemente.

–Por eso, rata de pantano, me debes un plato extra de costillas especiales.

–Lo tienes. Ahora dime, ¿cómo lo estas haciendo? ¿Conservas tu forma humana sin problemas?

–Estoy estupendo. Incluso mantengo la mayor parte de mi ropa y todo eso.

–Sí, hazlo. No quiero que tu flacucho cuerpo deje ciego a mi Sungmin o algo así.

–Confía en mí, si él no se ha quedado ciego mirando tu gordo y peludo trasero, el mío no va a hacerle daño alguno.

–¿Peludo? Perdóname, pero tu definitivamente me confundes con tu hermano.

Kevin se rió otra vez.

–En serio, el sol se pondrá en aproximadamente quince minutos. Saldré para allá inmediatamente.

–Estoy cuidando el fuerte. No te preocupes.

–Te veo en un momento.

Kyuhyun colgó y esperó hasta poder sentir el cosquilleo sobre su piel que siempre lo alertaba que el sol se había ido y estaba a salvo para salir.

Fueron aproximadamente cuarenta y cinco minutos después de que oscureciera cuando Sungmin le pidió a Kevin que fuera hasta el stand de Coca-Cola que estaba a la vuelta de la esquina y le consiguiera algo para tomar.

Él se negó, pero Sungmin finalmente lo convenció que estaría a la vista de todos y no saldría de allí hasta que él volviese

Tan pronto él salió, oyó el silbido bajo de Judith.

–Ese hombre luce aterrador con A mayúscula. Tiene escrito Asesino Serial por todos lados.

Sungmin se dio vuelta para ver a un hombre sumamente alto, de cabellos morenos dar vuelta en la esquina. Lucía tan increíblemente siniestro que su estómago se anudó.

–¿Debería llamar a Kevin?

–No lo sé. –Judith se levantó de su mesa y se movió para pararse al lado de Sungmin–. Si él hace un movimiento sobre ti, yo lo agarraré y tu grita.

–Bien. Tal vez él solamente seguirá andando derecho por delante de nosotras.

Él no lo hizo. Echó un vistazo a su carro cuando llegó hasta ellos, luego hizo una pausa. La mirada fija de Sungmin cayó sobre la garra de plata sobre su mano izquierda.

Él no habló una palabra cuando se acercó a su carro. Tragó e instintivamente se acercó a Judith. El hombre sería increíblemente hermoso si no pareciera tan feroz. Cambió nerviosas miradas con Judith.

Su oscura y mortal mirada se clavó en los cuencos de apariencia griega que había diseñado para el catálogo de un museo. Con una suavidad de la que no lo habría creído capaz él deslizó su mano sobre un cuenco con figuras rojas. Un destello de añoranza oscureció sus ojos, como si el diseño trajera algún recuerdo agridulce para él.

–¿Tu haces esto?

En realidad se estremeció cuando su intensa mirada negra se encontró con la suya. Él tenía una voz profunda, provocativa, que era pesadamente acentuada; le tomó un minuto entender su pregunta.

–Sí.

–Bonito trabajo.

Sungmin no podría haber estado más atontado si él hubiera tomado un arma y pegado un tiro.

–Gracias.

Cuando él metió la mano en su bolsillo, se preparó para gritar por Kevin hasta que se dio cuenta que él solamente sacaba su cartera.

–¿Cuánto?

–¿Qué estás haciendo aquí?

Sungmin miró más allá del hombre para ver a Kyuhyun acercarse. Sus largos y enfadados pasos le trajeron a su lado. Rápido.

–No es tu jodido asunto, Celta –gruñó el extraño.

–Aléjate de Sungmin, Yesung. O juro que te humillaré.

Yesung metió su cartera de nuevo en su bolsillo y se dio vuelta para enfrentar a Kyuhyun.

–Inténtalo, Celta, y tendré tu corazón en mi puño.

Kyuhyun se abalanzó y lo empujó hacia atrás. Yesung se balanceó hacia él, pero Kyuhyun lo esquivó y lo empujó otra vez. Kevin salió de ninguna parte para separarlos.

–¡Eh!, ¡eh!, ¡eh!! –le gruñó a Kyuhyun, obligándolo a alejarse de Yesung. –¿Qué pasa aquí?

–Mejor que jamás te encuentre cerca de él, Yesung. Te lo advierto.

Yesung lo empujó con su garra, luego se giró y se dirigió con ira hacia la esquina.

Sungmin estaba aterrorizado cuando vio la mirada salvaje en la cara de Kyuhyun. Él realmente lucía capaz de matar a alguien.

–¿Kyuhyun?

–Quédate atrás –advirtió Kevin–. ¿Estas bien, Celta?

Kyuhyun no podía responder. Todo lo que podía sentir era la creciente furia dentro de él. La exigencia, la necesidad caliente que tenía de rasgar a Yesung en pedazos.

En el momento que había visto a Yesung, su mente había vuelto a ver a Yesung en el callejón con su víctima. Que Dios ayudara al hombre si él alguna vez atacaba a Sungmin de esa manera. Él lo mataría independientemente de las consecuencias. Sin comentarios, Kyuhyun tiró a Sungmin contra él y lo sostuvo allí. Cerró su mano en su pelo, inhaló su cálido aroma, y se deleitó con la paz que sintió sosteniéndolo.

–Se suponía que tenías que vigilarlo, Kevin –gruñó al Were-Hunter.

–Era solamente Yesung, Celta. Cálmate. Él no hacía nada más que mirar sus platos.

–Él podría haberle hecho daño.

–Pero él no lo hizo.

–Sí, y tú eres malditamente afortunado por eso.


Yesung todavía echaba humo mientras caminaba. ¿Cuándo iba a aprender? Siempre que había intentado ayudar a alguien, todo se daba vuelta y lo golpeaba a él en el trasero. Él había reconocido al joven al momento que lo había visto y se preguntaba por qué Kyuhyun lo había dejado sin protección.

Él apretó sus dientes.

–Bien. Déjalo morir.

¿Por qué se preocupaba de todos modos?

Cuando él se acercó al final del callejón, se detuvo. Una sensación extraña, fría lo recorrió. Esto no lo había sentido desde la noche en que había pasado de humano a Dark Hunter.

–Yesung.

Él se dio vuelta para ver nada más ni nada menos que a Dionisio ante él.

–Si vas a arremeter contra mí, Dionisio, hazlo.

Dionisio se rió.

–Por favor llámame Dion. Dionisio está tan pasado de moda.

Yesung se puso rígido cuando el dios se acercó a él. El poder existente era innegable y esto causó que el aire alrededor de él chisporroteara.

–¿Por qué me estás hablando?

Dionisio señaló hacia el puesto de mercado con el pulgar.

–Oí por casualidad tu pequeño intercambio con Kyuhyun. Y estuve pensando que nosotros podríamos hacer un trato.

Yesung se mofó de la idea misma.

–Sería como hacer un pacto con Lucifer.

–Sí, pero yo no huelo a azufre. Y me visto mejor. Luc siempre se parece a un alcahuete. –Le ofreció un cigarrillo a Yesung–. Vamos, toma uno. Hasta es de tu marca.

Yesung lo tomó y lo miró con desconfianza mientras encendía el cigarrillo.

–¿Entonces, cuál es el pacto?

–Simple. Tengo un muchacho en la ciudad que me está haciendo algunos favores. Te encontraste con él anoche. Es el que se parece a tu jefe.

–Sí, conozco al bastardo. Lo debo una también.

–Lo sé. Fue desafortunado que ustedes dos se encontraran así. Pero si puedes dejar de lado tu cólera, pienso que te gustará mi trato mucho más.

–¿Y es?

–Mi muchacho necesita unas cosas. En realidad nosotros podríamos matarte, pero pienso que un hombre de tus “especiales” capacidades y habilidades estaría mejor en nuestro lado que a la deriva toda la eternidad como una Sombra incorpórea.

Dionisio hizo una pausa.

–Sigue hablando.

–Todo lo que necesito es que no caces. Ve a casa como Shindong quiere y permanece allí hasta Mardi Gras. Durante mi celebración, Theo se pondrá en contacto. Ayúdale con los preparativos finales y te daré lo que más quieres.

–¿Y qué es lo que más quiero?

–El final de tu sufrimiento.

Yesung tuvo que darle el crédito al dios, él sabía bien qué ofrecer.

–No intentas engañarme, verdad?

–Te juro por el río Styx que si nos ayudas, te sacaré de tu dolor. Completamente. Sin trucos. Ninguna escapatoria. Una ráfaga y estarás más allá de la muerte.

–¿Y si no lo hago?

Dionisio rió malvadamente.

-Hades  tiene un agradable rincón de infierno esperando por ti.

Yesung tomó una pitada de su cigarrillo y rió misteriosamente.

–Como si me asustaras. ¿Qué es lo que va a hacer? ¿Rasgar la carne de mi cuerpo? ¿Romper mis huesos? ¿Aún mejor, por qué no derribarme y pisarme muy fuerte hasta que sangre o me haga mierda para juntar con pala? Ah espera, haz eso, y consigue la videocinta.

Los ojos de Dionisio ardieron.

–No puedo creer Artemisa que te deje vivir.

–No puedo creer que seas un dios sin una mejor amenaza que eso. Pero no te preocupes –dijo mientras parecía que Dionisio estaba listo para golpear–. Yo odio a estos malditos idiotas de todos modos y no podría preocuparme menos a cuantos de ellos conviertes en Sombras.

El dios se calmó al instante.

–¿Supongo que sabes mi número de celular? –preguntó Yesung. Dionisio asintió.

–Estaremos en contacto. –Bien, te veré el martes.



Ante la insistencia de Kyuhyun, Sungmin recogió su carro y dejó que los hombres lo llevaran de regreso a su galería de arte. Pero cuando ellos comenzaron a alejarse, los detuvo.

–¿Qué estás haciendo? –preguntó Kyuhyun mientras él abría la pequeña puerta lateral sobre su carro.

–Nada.

Kyuhyun le miró con el ceño fruncido cuando él sacó el tazón que Yesung había estado mirando. Se lo dio a Kevin.

–¿Te importaría darle esto a Yesung por mí?

Kyuhyun estaba horrorizado.

–¿Estás loco?

–No, Kyuhyun. Ese hombre siente mucho dolor. Pienso que él podría recibir un poco de bondad de alguien.

Kevin se mofó.

–Lo que él podría recibir son un buen par de patadas en el trasero.

–Kevin, por favor. –Sungmin lo impulsó a tomarlo.

Él lo hizo, de mala gana.

–Bien, pero si él lo lanza contra mí, voy a querer alguna compensación. 

Sungmin lo besó en la mejilla.

–Floja compensación, pero en presencia de Kyuhyun, me conformaré con ella.

Kevin tomó el tazón y se marchó calle abajo.

Sungmin se volvió a Kyuhyun quien todavía fruncía el ceño.

–Yesung lo estrellará de un golpe contra una pared y lo romperá en la primera oportunidad que tenga.

–No lo creo. Incluso si lo hace, siempre puedo hacer otro.

Él la ayudó a cerrar su carro y luego lo condujo de nuevo a la calle.

–Tienes un corazón tan generoso.

–Eso es lo que todos me dicen. ¿Entonces, iremos a cazar a Theo?

–Demonios, no. No me voy a arriesgar a que te hagan daño.

Sungmin le gruñó.

–Escucha, mi abuela me dijo algo esta tarde. Ella me dijo que siguiera mi corazón esta noche. No sé lo que quiso decir con eso, pero yo confío en ella. Es una psíquica extraordinaria. Todo lo que me ha dicho se ha cumplido.

–Mira, Sungmin, no puedo evitar lo que dijo. Sólo sé que no estoy dispuesto a dejar que algo te pase. Cuando Shengmin murió, estuve tan perdido y frío, y no he estado caliente desde entonces. No hasta que sentí tus manos sobre mí. De la única manera que he sido capaz de arreglármelas sin ti fue enterrar lo que siento, pero parece que no puedo hacer más eso. Cuando estoy contigo todo lo que puedo hacer es sentir y necesitar.

–Así es como me siento yo, también.

–¿Dónde nos deja eso, entonces?

–No sé, Kyuhyun. Espero saberlo.

Kyuhyun puso su brazo sobre su hombro mientras caminaban por la plaza. Él notó otras parejas alrededor de ellos. Como sentía no poder ser una pareja normal, feliz, sin otra preocupación que el pago de la hipoteca.

Pero eso no era lo importante. Camulus estaba jugando con ambos y Sungmin iba a ser lastimado. Kyuhyun sólo conocía un modo verdadero de protegerlos a ambos.

–¿Dónde vamos? –Sungmin preguntó.

–Vamos a ver a un dios en busca de un milagro.



Shindong  rechinó sus dientes mientras Artemisa deslizaba sus manos por su cabello rubio.

–Me tengo que ir –dijo él.

Ella puso mala cara de manera seductora, deslizando su mano llena de gracia hacia abajo por su pecho desnudo, sus uñas raspando con cuidado su piel.

–No quiero que te vayas.

–Libérame, Artie. Tengo que encontrar a Theo antes que haga daño a alguien más. Él casi mató a Yesung anoche.

–¿A quien le preocupa? Yesung está mejor muerto.

–Eso se puede decir de la mayor parte de nosotros.

Ella pasó dolorosamente sus uñas por los brazos de él, que estaban asegurados a los postes de la cama por un par de suaves cuerdas de oro.

–Odio cuando me hablas así. Eres tan ingrato después de todo lo que he hecho por ti.

Oh sí, ella había hecho tanto por él. Más bien a él y muy poco de ello había sido amable o agradable.

–No me hagas romper tus ataduras, Artie

Si él usara sus poderes para desatar sus cuerdas “especiales”, enviaría una señal al Olimpo que alertaría a los otros dioses de su presencia en su templo. Siempre que la “visitaba”, sus poderes estaban seriamente limitados. Él podía hacer trucos del tipo de salón como abrir puertas o vestirse y desnudarse, pero algo más que eso sería advertido por los dioses Olímpicos y haría que ellos investigaran la fuente desconocida de poder. Esa era la única cosa que Artemisa temía.

–¿Te gustaría eso, verdad? ¿Hacer que Zeus o uno de los otros te encontraran en mi cama?

–Entonces déjame ir.

Las cuerdas de oro se desataron de sus muñecas. Shindong  suspiró mientras movía sus brazos por primera vez desde el alba y dejaba que la circulación volviera a sus manos. Una ola de agotamiento lo golpeó, pero se la sacó de encima. Como siempre, Artemisa no le había dejado dormir en absoluto mientras había estado con ella, y había estado despierto durante dos días completos.

Estaba tan cansado, no quería nada más que dormir.

–Oh, adivina lo que averigüé para ti –dijo Artemisa. –Mi inútil hermano, Dion, se ha unido con el tuyo y con el dios celta de la guerra, Camulus, en una declaración de poder. ¿Eso es un disparate o qué?

Shindong se congeló.

–¿Qué dijiste?

–Dion y Cam piensan que ellos pueden volver a recuperar su divinidad y quieren usar a tu hermano como cabecilla. ¿Se puede decir, cabeza de turco?. –Ella se rió–. Solo imagínate, un olvidado dios celta de la guerra, mi hermano, cuya única fama es la de chupador de vino y vago, y tu hermano, cuyo único mérito es parecerse a ti. Y piensan que ese ignorante puede conducirles a la gloria. –Ella resopló, luego se rió otra vez–. No puedo esperar a ver lo que estos perdedores han planeado.

Shindong la miró fijamente. Ella podía subestimar sus capacidades, pero él tenía una vaga sospecha de lo que intentaban hacer. En Mardi Gras, la barrera entre este mundo y en el que la Destructora Atlante estaba retenida sería delgada. Podía haber sólo una razón para que ellos tuvieran a Theo en sus proyectos...

Ellos querían liberar a la Destructora y el único modo de hacerlo sería matando a Shindong .

De una u otra manera. Shindong  iba a asegurarse de que eso no sucediera. En Mardi Gras, todos ellos tendrían una gran sorpresa.

No tenían ni idea de con quien ni con qué trataban. La Destructora estaba mucho más allá de su capacidad de mandar o controlar. Una vez suelta, era la diosa antigua más despiadada imaginable. Una que había asesinado a cada miembro de su propia familia. Después, ella hubiera destruido la tierra entera si no hubiera sido detenida y encarcelada.

Si Camulus y Dionisio pensaban negociar con ella después de matarlo, estaban patéticamente confundidos. Él casi se rió ante la idea de ellos tratando de razonar ella.

La noche de Mardi Gras sería interesante, sin duda.

–A propósito –dijo Artemisa mientras se reclinaba desnuda sobre la cama y deslizaba su pie desnudo por la espina dorsal de él en una larga y cálida caricia–, tus niños han sido muy malos mientras estabas aquí.

Shindong  dejó de frotar su muñeca y la miró.

–¿Qué quieres decir?

–En directa desobediencia a tus ordenes, Yesung salió a dar una vuelta y temprano esta noche, él y Kyuhyun se pelearon.

La cólera se precipitó por él.

–¿Qué? ¿Cuándo?

–Hace aproximadamente dos horas.

–Demonios, Artemisa –gruñó él–.¿Por qué no me dijiste?

Ella se encogió de hombros y deslizó su mano sobre sus pechos desnudos en un esfuerzo por llamar su atención hacia ella.

-Me gustaba donde estabas y sé que si te lo hubiera dicho, te habrías marchado.

Shindong  la miró airadamente. Su egoísmo no conocía ningún límite. Enfadado con ella, chasqueó los dedos y devolvió su ropa sobre su cuerpo. Hizo su cabello negro y recogió su mochila del piso.

–Odio ese color de pelo en ti –dijo ella irritada, volviendo su cabello de negro a rubio. Él se puso rígido.

–Sí, pues el único color que odio más que el rubio es el castaño.

Él hizo su pelo negro otra vez, cambiando luego el de ella a un tono que hacía juego. Su chillido furioso recorrió el templo mientras Shindong  mentalmente se mandaba a sí mismo de vuelta a Nueva Orleans.



2 comentarios:

  1. Pobre Yesung,senti feo cuando imagine como se quedo mirando las piezas,pensando,añorando....y ñuego sungmin le manda u regalito....mi niño.
    Jajajaja que cursi se escucha kyu diciendole "amorcito" a Min jajajajaja
    Uuuuuuuy,ahora van tras yesung. Ya hay muchos dioses involucrados en todo esto,y cada quien detras de un dark hunter....se van a junta todos *0*
    Uy.....Shin anda ligando con Arti jjajajajaja

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  2. Bueno de algo sirvió Artemisa y ya puso sobre aviso a Shindong sobre la unión que hay entre Camulus, Dionisio y Theo, ahora Shindong podrá estar preparado para lo que viene. Lo únicco malo es que también se entero de lo que pasó entre Yesung y KyuHyun, sé que KyuHyun quiere proteger a SungMin y que Yesung solo se muestra como alguien insensible, pero debería confiar un poco más en él.

    Tengo la impresión que Kevin s quedó bastante interesado en el amigo de SungMin xD

    Espero que KyuHyun sepa lo que hace, me pregunto a quién le va a pedir ayuda.

    Gracias por el cap ^^

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...