Domando al Guerrero- Capítulo 8



Siwon acercó el banquillo y se sentó frente a su cautivo. El que no le ofreciera asiento al joven era lógico, después de todo: aquel hombre era el caballero menos caballeresco que Heechul había conocido. Si pensaba que él permanecería sentado en aquella humillante posición, a sus pies, estaba loco.

Por un momento no le prestó atención; escupió los trapos que tenía en la boca y flexionó la mandíbula para aliviar la rigidez. Se tomó su tiempo para frotarse las muñecas; luego se levantó con lentitud. Con tanta dignidad como pudo, caminó hasta el sitio donde él había arrojado el cubrecama, a un costado de la tienda, y se envolvió en él como un manto. Sólo entonces se dignó a enfrentarse a su captor.

-Muy bien, señor caballero -comenzó, con voz engañosamente agradable- si tenéis algo más que decirme, os agradeceré que lo hagáis de inmediato. No podré soportar vuestra presencia por mucho tiempo más.

Eso lo hirió lo bastante como para hacerlo incorporar como un rayo, olvidando que no tenía espacio suficiente en la tienda. Heechul estuvo a punto de echarse a reír ante su expresión al golpearse la cabeza arriba, sacudiendo tanto la tienda que la puso en peligro de caer. Se vio obligado a sentarse otra vez, con lo que su enfado no dejó de ser intimidante, pero menos que si hubiera estado erguido ante Heechul.

- Bien, si tenéis una lengua que sepa decir algo, aparte de mentiras, utilizadla de una vez.

Vio que él empleaba todo su dominio para permanecer sentado, pero al menos recuperó el uso de su voz. Una vez más, la dirigió a Onew

- ¡Amordázalo!

Heechul se puso rígido y giró hacia el inofensivo jovencito antes de que pudiera dar un paso hacia él.

-Ponme una mano encima, niño, y te daré tal golpe en las orejas que oirás campanas durante una semana. Si él es demasiado cobarde para escuchar lo que voy a decirle, que me amordace personalmente. Lo hace con tanta suavidad...

Y sus ojos parecieron aclararse aún más al posarse sobre el caballero, desafiándolo.

- ¿Cobarde, señor? Poco me importa lo que penséis de mí, pero malgastáis el tiempo...

- Sí -le interrumpió él con una mueca burlona- A un caballero vulgar no le importaría, y vuestros modales indican que eso sois.

-Habéis acertado -gruñó él.

Resultaba desazonador que un pretendido insulto se convirtiera en verdad. Tal vez estaba abusando de su suerte alprovocarle deliberadamente. En aquellos momentos él parecía a punto de estallar: su cuerpo estaba tenso, como si le resultara difícil no estrangularlo. Bien, al menos había puesto en claro su opinión y su desdén. Era mejor prestar oídos a lo que él tuviera para decir.

-Bien -dijo con un suspiro-, no perdamos más tiempo, para poder separarnos cuanto antes.
-Pero no pudo dejar de añadir-: ¿Qué habéis logrado con vuestra hipocresía?

-Habláis mucho de mentiras e hipocresías, señor, pero fuisteis vos quien me abrió las puertas.

-¡Porque fingisteis venir en mi auxilio!

-Y os auxilié, sí. Lo que no hice fue masacrar al resto de vuestra gente para sacaros de Clydon, lo cual habría podido hacer con mayor facilidad; si vuestra dignidad mal entendida vale más que esas vidas, decidlo.

Eso lo desarmó sin más. Heechul sabía muy bien que para capturarlo de otra manera habría sido menester dejar atrás incontables cadáveres.

-Eso no borra el hecho de que no teníais derecho alguno a secuestrarme -dijo en tono más sereno, aunque no menos amargo- No veníais en nombre de mi señor, como lo asegurasteis.

-En eso os equivocáis señor -Era un placer decírselo- Lord Lee Sooman es vuestro señor, por ser vuestro prometido, y actúo en nombre de él. En efecto, tiene derecho a capturaros y obligaros a respetar vuestro compromiso matrimonial. No me importa si descartarlo fue idea vuestra o de Kwon. Él no quiere hacerse a un lado.

Heechul lo escuchó con mucha calma, y después le confundió con una sonrisa.

-Si creéis esa tontería, habéis sido engañado. Mi prometido murió hace dos años, justo antes de que mi padre partiera hacia Tierra Santa. Como no tuvo tiempo de acordar otra alianza, me encargó ocuparme personalmente del asunto; a través de la correspondencia aprobó a dos de los candidatos que le propuse; con uno de ellos debía yo casarme en el curso de una semana.

-¿Con quién?

-Eso no os concierne, pero os aseguro que ese Sooman al que mencionáis no es uno de ellos. Ni siquiera lo he oído nombrar; si él dice que tiene un contrato matrimonial, miente.

-O mentís vos.

Heechul alzó bruscamente el mentón.

-Tengo las cartas de mi padre para demostrar lo que digo.

-Mostrádmelas, pues.

-¡Idiota! -susurró él exasperado- Esas cartas están en Clydon.

-Eso deseáis hacerme creer, pero idiota sería si creyera en la palabra de un joven señor -bufó él.

Heechul entornó los ojos ante aquel insulto.

-¿Aún pensáis llevarme a vuestro señor?

-No quisiera hacerlo, pero por quinientos marcos os llevaré con él, decididamente. Lo que quiero saber es por qué se me facilitó tanto la misión. ¿Por qué estabais tan mal protegido?

A Heechul aún le daba vueltas la cabeza por la irrisoria suma ofrecida para arruinarle la vida. En cuanto a que él pretendiera respuestas a sus preguntas...

-Iros al demonio Choi. Estoy harto de hablar con alguien tan irrazonablemente testarudo. Más aún, estoy harto de vuestra presencia.

Y emprendió la huida. No fue difícil, puesto que no había nadie que se interpusiera entre Heechul y la entrada de la tienda. Al salir se encontró en medio del campamento, pero eso lo detuvo sólo por un instante. El rugido atronador que se oía a su espalda fue incentivo suficiente para acelerar el paso. Corrió en línea recta hacia el caballo más próximo, elevando una palabra de agradecimiento por el hecho de que se tratara de un caballo castrado y no de un animal de combate; por añadidura, estaba ensillado. Los hombres que holgazaneaban a su alrededor, bajo los árboles y frente a las fogatas, se limitaron a mirarlo, boquiabiertos, demasiado sorprendidos como para actuar.

Lo estaba haciendo muy bien, considerando que no había planeado esa huida; ahora que estaba ya junto al caballo, hasta empezaba a pensar que se saldría con la suya. El caballo no era tan alto; una vez que pudo poner el pie en el estribo, se las compuso para elevarse.

Pero allí comenzaron los problemas, al caballo no le gustó aquel peso ligero en el lomo y se dio prisa en hacérselo saber. Pero la mayor dificultad consistía en que, por entonces, todos los hombres del campamento estaban a su alrededor y bien conscientes de lo que él estaba a punto de hacer. Una sólida muralla de cuerpos bloqueaba las tres direcciones por las cuales debía galopar, si deseaba alejarse del enfurecido caballero, y estaban demasiado cerca: no podría tomar velocidad suficiente para franquear la barrera. La única salida era regresar por donde había venido, cruzando por el centro del campamento. Mientras pudiera ganar velocidad como para derribar a quien intentara detenerlo, aún cabía una posibilidad.

No perdió más tiempo en pensarlo: hizo que el caballo girara en redondo y le clavó los talones desnudos. El animal, desdeñoso, no obedeció. Heechul furioso, le golpeó con las riendas que sostenía en el puño; el animal salió disparado, con lo cual estuvo a punto de derribarlo. Pero ésa era la velocidad necesaria. Los pocos hombres que se atrevieron a cruzarse en su camino se arrojaron a un lado al ver que estaba dispuesto a arrollarlos.

Por desgracia, cuanto más se aproximaba al límite del campamento, más se aventuraban ellos: tendían la mano hacia las riendas, y se estrellaban contra sus rodillas al fracasar, o trataban de asustar al caballo moviendo los brazos en ademanes grotescos. Uno logró aferrarse de su brazo, pero se lo desprendió con un giro brusco, antes de que pudiera hacerle perder el equilibrio. Y entonces vio a Lee Hyukjae que venía hacia él, más alto que los otros, en mejores condiciones para alcanzarlo, gracias a su mayor estatura. Viró para alejarse, sólo para encontrarse de frente a Choi, que estaba al otro lado. Demasiado tarde. A él le bastó alargar un brazo para arrancarlo del caballo. El animal continuó su marcha sin jinete, y a él le pareció haberse estrellado contra un muro de piedra.

Perdió el aliento ante el impacto de aquel brazo en el vientre. Brazo que continuó estrujándolo para fijarlo a su costado, cosa que no le facilitó el recobrar la respiración. Pero una vez logró llenar los pulmones de aire, dejó escapar un chillido de indignación y furia, por haber sido detenido y por ser llevado a la tienda de ese modo, sin que se le permitiera caminar.

-¡Engendro del demonios ¡Dejadme ... ¡

La frase terminó en una exhalación de aire, pues el círculo de hierro que le rodeaba la cintura volvió a ceñirse. Heechul se debatió, pateando y golpeando el brazo y el hombro que tenía a su alcance. Choi parecía no darse cuenta, continuaba con él casi montado en su cadera y los pies muy lejos del suelo.

Cuando lo puso de pie, por fin, fue frente a la entrada de la tienda. Sólo entonces Heechul pudo mirarle la cara: era como una tormenta.

-Causáis más dificultades de lo que justifica vuestro precio, señor - tronó.

Si no hubiera dicho eso, el joven habría podido sentir miedo, pues su semblante era terrible.

Pero aquellas palabras lo hirieron en lo más hondo. Además, si él llegaba a golpearlo con uno de los garrotes que apretaba a manera de puño, no quedaría con vida y no tendría que preocuparse por nada más.

-No. Es ahí donde os mostráis estúpido, Choi -dijo, con desprecio- Lo que valgo es bien sabido; junto a mi precio, vuestros dinerillos de judas son una insignificancia. Clydon recibe una suma cuatro veces mayor sólo en un año. Vuestro amigo Sooman lo sabe, aunque vos lo ignoréis. ¡Cuánto reirá por haber pagado tan poco a cambio de una fortuna y el poder que ésta significa!

Recibió un leve empellón en el hombro que lo arrojó de espaldas al interior de la tienda.

-Tenéis cinco minutos para vestiros. Luego la tienda será desmontada. En diez minutos partiremos.

Fue cuanto dijo... o cuanto gritó. No hubo comentarios sobre lo que Heechul acababa de aclararle. Simplemente, la orden de cambiarse antes de que la tienda fuera desmontada.

¡Qué bestial era aquel hombre, tanto en tamaño como en inteligencia! Habría podido pedir cualquier cosa y él se la habría dado, sólo para salir del aprieto. Tenía en las manos un poder absoluto para negociar con ventaja, puesto que Heechul estaba a su merced. Pero no se daba cuenta de ello. Sólo veía los quinientos marcos que cobraría. Y por desgracia, era lo único que Heechul no podía ofrecerle, puesto que su padre había vaciado las arcas para la cruzada del rey Shing.




Siwon tenía la sensación de que, ese día, la marcha era más larga que nunca. Avanzaban a buen paso, no obstante la lentitud a que los obligaban los hombres de Sooman, ninguno de los cuales montaba a caballo, y las carretas de provisiones. Los treinta hombres de Siwon, que ya llevaban cuatro años a su lado (más, en algunos casos), iban montados en animales que él había comprado tiempo atrás; no eran los mejores ni los más jóvenes que se podían conseguir en el mercado; tampoco tan caros como los caballos de combate que había proporcionado a Kangin y a Kyuhyun al ser éstos armados caballeros, pero bastaban para sus necesidades. El hecho de que todos sus hombres fueran montados le posibilitaba realizar trabajos en los que la velocidad era indispensable.

Siwon había pasado los nueve primeros años de su vida con el herrero de la aldea, un hombre brutal que su abuelo había dado a su madre como esposo, al proclamar ésta que el hijo del señor había plantado simiente en su vientre. Como ella muriera un año después de nacido el niño, el herrero no hizo buen negocio, sólo obtuvo un bebé para criar, que de nada le serviría mientras no aprendiera el oficio. Eso ocurrió antes de lo debido, hecho que explicaba el exagerado desarrollo muscular de Siwon a tierna edad. Ser el hijo bastardo del futuro señor no le facilitó la vida; por el contrario, se la hizo mucho más difícil, pues los jóvenes de la aldea lo rechazaban, el herrero lo hacía trabajar inhumanamente por resentimiento, y su padre, que sólo tenía dieciséis años al nacer Siwon, no se interesaba en absoluto por su destino. De vez en cuando aparecía su señorial abuelo, para inspeccionar su crecimiento, pero nunca le ofrecía una palabra bondadosa ni un gesto amable. A su padre sólo lo veía rara vez y desde lejos.

Ni siquiera conoció a su padre hasta el día en que se le ordenó viajar a Montfort, donde se adiestraría como caballero. Probablemente eso ocurrió porque, tras cinco años de matrimonio, su progenitor no había tenido hijos legítimos. Tenía otro bastardo, al que ya había nombrado heredero en caso de que nunca tuviera uno de su esposa. Y así ocurrió, su esposa resultó estéril y seguía con vida. Durante muchos años pensó que se le estaba educando para heredar; por eso nunca se quejó de la dureza con que lo adiestraba Montfort; también por eso sufrió un duro golpe al descubrir que su hermano bastardo lo heredaría todo.

La educación que le brindaron en Montfort se redujo al uso de las armas, con un toque de cortesía caballeresca apenas suficiente. Pero Siwon fue armado caballero. En verdad, obtuvo sus espuelas en el campo de batalla cuando sólo tenía dieciséis anos, durante una de las guerras feudales de su adiestrador. Si continuó al servicio del noble por un año más fue sólo porque Hyukjae, debía esperar ese tiempo para ser armado caballero, y ambos habían jurado buscar fortuna juntos.

Si sus modales revelaban su origen vulgar, como el joven declaraba, era en parte consecuencia de la «educación» recibida, pero también por decisión propia, la desconfianza que le inspiraban los jóvenes señores teñía su actitud hacia ellos. Y era la necesidad de tratar con lord Kim Heechul lo que hacía interminable la jornada, en vez de distraerse con agradables pensamientos sobre el futuro, se veía acosado por el enfado, el desconcierto y el horror por los acontecimientos de la mañana.

Al lomo del caballo esa mañana no se parecía en nada a un verdadero caballero. La camisa, se había acortado aún más, dejando al descubierto unas piernas que habían debido ser flacas, considerando lo estrecho de su cuerpo; sin embargo, eran asombrosamente bien formadas y más largas de lo que él había imaginado. ¿O era acaso que se veían demasiado?

Ahora se mantenía sobre la montura con los hombros echados hacia atrás y la cabeza en alto, un porte aprendido desde la cuna, sin duda. Al galopar por el campamento le había parecido hermoso. Lo más asombroso era que le había despertado la lascivia.

Seguramente se debía al hecho de haberle visto el pecho. No, no era sólo por eso. Siwon había visto demasiados como para que uno más le calentara la sangre, sólo por plantárselo en la cara. A Siwon le había fascinado verle el pezón arrugarse ante el roce de la tela. Después, aquellas piernas abiertas a los costados de la montura bastaron para inflamarle los sentidos.

Sin embargo, aún no lograba comprender por qué. Aquel joven era todo lo que él detestaba. Lo horrorizaba el solo hecho de que hubiera ocurrido.

Pasó el día echando miradas furtivas hacia la carreta en que él viajaba. Sólo quería asegurarse de que, completamente vestido, no quedaba en él nada deseable. Así, cubierto de pies a cabeza, volvía a ser el mismo joven señor, remilgado y rígido, envuelto en su altanero orgullo y dispuesto a arrojarle veneno cada vez que sus miradas se cruzaran.

Y ésa era otra cosa que agravaba su furia. ¿Por qué parecía imposible intimidar a ese pequeño arpía para que no le causara problemas? Había hecho lo posible, por cierto. Ante sus iras, los hombres más aguerridos temblaban como gelatina. Pero él no. El lo llenaba de insultos aunque estuviera al alcance de su mano. Nadie, nunca, se había atrevido hasta entonces a eso.

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...