Domando al Guerrero- Capítulo 7




-¡Sólo unos pocos sacos, idiota! De lo contrario lo aplastarías.

Fueron las últimas palabras que oyó Heechul durante largo rato. No sólo se sentía aplastado, sino que casi se había sofocado por obra de un saco, que le habían puesto directamente sobre la cara sin advertirlo. Si él no hubiera logrado torcer la cabeza a un lado, se habrían llevado una buena sorpresa al sacarlo.

No necesitaba la vista para saber que lo habían cargado en la carreta de provisiones, camuflado bajo los sacos de cereal que Hwang les había vendido. Era la única manera de sacarlo a escondidas de Clydon y, por lo que él había oído decir, ésa era obviamente su intención.

Sabía también otras cosas, sin que nadie se las hubiera dicho. Había visto, desde luego, quién era su secuestrador. Y para eso sólo podía haber un motivo: el hecho de que el secuestro estaba planificado y no era una simple aventura, resultaba evidente por la mención de su entrega a Sooman, quienquiera fuese. Ese estúpido gigante ni siquiera lo raptaba para sí. Eso habría sido comprensible, quien lo desposara, fuera un caballero sin tierras o un gran señor, sería el dueño de Clydon, siempre que jurara pleitesía a lord Jiyong. Pero ¡tomarse todo ese trabajo por encargo de otro! Choi debía de cobrar una fortuna por hacerlo. No cabía otra explicación.

Heechul también había comprendido, por la actitud de Choi, que seguía furioso con él a causa de Yen, no había aceptado sus disculpas. Ahora se arrepentía de habérselas ofrecido. ¿Cómo se atrevía a enfadarse por una nimiedad, si mientras tanto había planeado aquello?

Lo irritaba saber que había recibido a una serpiente en su casa. En verdad, él lo había salvado en beneficio propio, no por prestarle un noble servicio. ¡Traición, engaño, mentiras! ¡Bonita caballerosidad! Pero su propia credulidad ya no tenía remedio. Aunque el plan fuera descubierto, Choi tenía razón, los hombres de Clydon no tenían esperanza alguna de derrotar a los secuestradores; sólo lograrían perder la vida en el intento. Y no había esperanza alguna de recibir ayuda en varios días. Antes de que llegara podía estar casado, según la distancia a la que viviera ese Sooman. ¿Y quién demonios era ese hombre?

Heechul gimió al sentir un nuevo peso sobre el vientre. Desapareció de inmediato, pero el saco no. Conque tenía compañía. Sí, decididamente, alguien se movía en la carreta, sacudiéndolo. Y ahora se oían otros ruidos, aunque apenas perceptibles. La manta y los sacos puestos para ocultarlo y mantenerlo en silencio apagaban mucho los sonidos. ¿Se marchaban ya o sólo montaban guardia, cuidando que no se moviera? ¡Como si pudiera hacerlo, atado como estaba!

-Toma Onew. Ten esto.

-¿Qué es?

-Ropas para él. No hubo tiempo de vestirlo debidamente.

- ¿Eh?

-Ni lo pienses. Es demasiado viejo para ti. Además, ya está prometido.

-¿Qué tiene que ver la edad, si Sooman bien podría ser su tatarabuelo?

-No exageres. Su abuelo, sí. Y ahora, cállate, que van a abrir el portón interior. Acuérdate de gemir si es necesario.

-Sé lo que debo hacer, Key. Será mejor que montes, si no quieres quedarte atrás.

La carreta comenzó a avanzar, y con bastante celeridad. Heechul se preguntaba qué excusa habrían aducido para marcharse antes de la mañana, pero pronto sintió las sacudidas del puente nuevo, que franqueaba el pozo seco, y no pudo pensar en otra cosa que en su incomodidad. También el muchacho se sacudía; en cierto instante cayó de lleno sobre él. La rodilla se le deslizó entre dos sacos y le golpeó el muslo.

-¡Chist, señor! -le oyó responder a su gemido- No tendréis que estar mucho ahí abajo.

Heechul mordió el trozo de tela que tenía en la boca. Ese pequeño truhán, ése y el otro muchacho, de cara angelical. Desde un principio habían sabido lo que iban a hacer, pero se habían pasado la tarde sonriendo y coqueteando con sus acompañantes más jóvenes, llenos de miradas inocentes. También los otros, los caballeros jóvenes y sir Hyukjae, con sus sonrisas, sus bromas y sus modales amistosos, todos despreciables traidores, con sucios planes ya trazados. Choi Siwon había tenido, cuanto menos, la decencia de evitarlo durante el resto del día. Ya fuera por su enfado, ya porque no podía fingir con tanta facilidad como los otros, al menos eso revelaba alguna honestidad... pero no la suficiente como para que Heechul estuviera advertido ni para que le sirviera de nada.





- ¡Por los clavos de Cristo, nunca vi tantas caras enfurruñadas! -comentó Hyukjae mientras entraban lentamente en el nuevo campamento, pasada una hora del amanecer-. ¿Acaso los prostitutos se fueron anoche, Kyuhyun?

-¿Con lo que nos cobran por una noche? -resopló Kyuhyun- Difícilmente.

-¿Qué pasa, pues, con los hombres de Sooman?

-No lo preguntes.

Hyukjae frunció el ceño, aunque sonriente, al ver que Kyuhyun meneaba la cabeza. Pero algo lo distrajo.

-¡Cuidado! -gritó a quienes lo rodeaban-. ¡El ha visto a su dueño!

Un destello pardo corrió a través del campamento y saltó sobre el corcel de Siwon el enorme caballo ni siquiera resopló, pues ya estaba habituado a su presencia, pero los otros caballos se alzaron de manos y tiraron de las riendas; hicieron falta unos momentos para dominarlos. Las maldiciones volaron por doquier, pero nadie levantó la voz. Y la bestezuela causante de la conmoción no tenía conciencia de que ocurriera nada, se había instalado ya en su sitio favorito, sobre el ancho hombro de Siwon, medio envuelto a su cuello.

-¿Qué decías Kyuhyun? -preguntó el jefe, a la derecha de Kyuhyun.

-¿Decía yo algo?

-Sobre los hombres de Sooman.
-Eh... – Kyuhyun se sintió irritado por el hecho de que lo hubiera sorprendido fastidiando a Hyukjae. Ni el uno ni el otro habían caído en la cuenta de que Siwon estaba escuchando- Tal vez deberíais hablar con su maestro de armas. Difícilmente me lo creeríais.

- Cuéntamelo.

Con aquel tono no se discutía.

-Tal como entiendo la cuestión, si nos hubiéramos demorado un día en apresar al joven, habríamos tenido que combatir con los hombres de Sooman y con los de él por añadidura.

-¿Cómo es eso?

-Mañana concluye el año de servicio que deben a Sooman.

-¿Y bien?

-No tenían intención de volver con él. Si hoy hubieran estado en Clydon, habrían ofrecido sus servicios al señor.

-¿Revelándole nuestros planes? -exclamó Hyukjae, indignado.

-Sí. Al parecer odian a Sooman, pero como éste les pagó por adelantado, no podían dejar de servirle. Hasta que terminó el período de servicio le fueron leales.

Hyukjae silbó por lo bajo.

-Es increíble. Unas pocas horas han representado la diferencia entre el éxito y el fracaso, sólo porque esos mercenarios respetaron su contrato al pie de la letra. Eso es llevar un poco lejos una lealtad mal merecida, sobre todo considerando que el joven les habría estado eternamente agradecido si se le hubieran unido y ellos, sin duda, no lo ignoraban.

Kyuhyun asintió.

-Ahí tienes el motivo de tantas caras agrias esta mañana.

-¿Fue el maestro de armas quien te lo contó? -preguntó Siwon

- sí.

-¿Crees que aún será capaz de ofrecerse al joven señor?

Kyuhyun meneó la cabeza.

-Como ahora lo tenéis en vuestro poder, ya no está en situación de contratar a nadie. Ellos nos superan en sólo catorce hombres, y nosotros contamos con cuatro caballeros para compensar la diferencia. Pueden ser estúpidos, pero no tanto.

-¿Quieren trabajar para nosotros? -preguntó Hyukjae.

-Sí, y de buen grado.

-Así pues, ¿por qué deseaban ponerse al servicio del joven? -se extrañó Siwon

Kyuhyun rió entre dientes.

-Por venganza. Odian tanto a Sooman que no quieren ver en sus manos esa rica fortuna. Pero como han perdido la oportunidad y lo saben, ahora quieren ocuparse de sí mismos.

Siwon gruñó satisfecho por el momento, de cualquier modo, sostendría una conversación personal con ese maestro de armas.

-Farring Cross no es tan grande como para emplearlos a todos, además de mis propios hombres, y aún ni siquiera soy su propietario. Tal vez pueda contratar a veinte... Decid al maestro de armas que ya llegaremos a un acuerdo; que venga a hablar conmigo esta noche, después de que montemos el campamento. Ahora liberad al joven. Tendré que escuchar sus gritos y sus reclamos mientras me dure la paciencia. Dentro de una hora continuaremos la marcha.

- El joven señor no pasará mucho rato sin mordaza -predijo Kyuhyun, mientras Siwon se dirigía hacia la carreta de las provisiones.

-Tal vez -dijo Hyukjae pensativo- Pero tú no pasaste tanto tiempo con él como nosotros. No viste la facilidad con que ese hombre asume el mando de todo. Al fin y al cabo, hace tiempo que está librado a sus propios recursos; lleva casi dos años sin que nadie tenga autoridad sobre él. Si Siwon se ve obligado a negociar, probablemente será él quien caiga en gritos y reclamos.




De algún modo, Heechul se las había compuesto para dormir durante el resto de la noche. Si no podía moverse, ver ni hacer nada que le permitiera fugarse, no le quedaba otra cosa que dormir, sobre todo porque estaba aún bastante agotado por aquella jornada, una de las más horribles de su vida. El trayecto no fue tan incómodo como para mantenerlo despierto.

Pero cualquiera se espabila cuando se siente bruscamente levantado, por profundo que haya sido el sueño.

Lo llevaban un par de fuertes brazos, pero no supo a quién pertenecían. No había logrado distinguir una sola palabra, aunque lo rodeaban numerosos ruidos, que sonaban difusos y lejanos entre los gruesos sacos. ¿Irían ya a presentarlo a ese Sooman? Al menos, ¿se dignarían a desenvolverlo?

Se sintió depositado en el suelo y alguien lo desenrolló, literalmente, tirando de la manta; Heechul rodó un par de metros. Quedó boca abajo, con la nariz enterrada en la espesa hierba, cuyo fuerte aroma estuvo a punto de sofocarlo. Bueno, ¿qué otra cosa cabía esperar? Choi había dicho que no le importaba presentarlo a Sooman desnudo. Hacerlo rodar de ese modo, casi sin ropas, no era mucho menos. Pero cuando logró ponerse de lado y usar las muñecas atadas y un codo para incorporarse, descubrió que sólo estaban allí el gigante y su escudero más joven.

Se encontró en el interior de una tienda, no muy grande y casi vacía, aunque en uno o dos sitios se veía la hierba aplanada, como si algún objeto hubiera sido retirado de allí poco antes. Era el campamento de Choi, desde luego, pero ¿dónde estaba el resto de sus hombres? La luz que se filtraba por la tela revelaba que era de mañana. Heechul supuso que no pasarían mucho tiempo allí. Onew, el muchacho, estaba de pie junto al gigante, bastante sobresaltado, como si ese trato brusco aplicado a un joven señor lo cogiera por sorpresa. Su amo permanecía en cuclillas, probablemente para no verse obligado a agachar la espalda en aquella tienda, demasiado baja para su estatura. No parecía más cordial que de costumbre: fruncidas las cejas negras, los labios tensos sobre sus dientes apretados.

Por lo visto, habría preferido mantenerse lejos de él, aunque por algún motivo se sentía obligado a tratarlo personalmente.

Como para demostrar que la primera hipótesis era la acertada, él se levantó para acercarse, pero no pudo erguir la espalda.

Volvió a ponerse en cuclillas y tendió las manos hacia las muñecas atadas, que él mantenía en el regazo.

-Ocúpate de sus pies, Onew -ordenó sin mirar al muchacho- No podemos estarnos aquí todo el día.

No le había dicho una palabra, no lo había mirado. Y tampoco lo hacía ahora; mantenía la vista clavada en el nudo que intentaba desatar. Onew se había arrodillado junto a sus piernas, Heechul le acercó los pies, sin esperar a que se lo pidiera. Por desgracia, eso le hizo perder el equilibrio, haciendo que la floja tela de su camisa se torciera, deslizándose hasta la mitad del brazo. El frío del aire contra la piel desnuda lo hizo ruborizar. No se habría horrorizado tanto de haber estado completamente desnudo, pues eso habría sido intencional, ideado para humillarlo y ponerlo en desventaja. Ese accidente era mucho más bochornoso, pues no debería haber ocurrido en absoluto, aunque nadie había reparado todavía en él. Pero cuando trató de levantar las manos para volver a poner la tela en su hombro, aquel estúpido gigante se negó a soltarle las muñecas. Probablemente pensaba que él trataba de resistirse a sus esfuerzos por liberarlo, aunque resultara imposible encontrar un motivo para tal actitud. Quería evitar los ojos del gigante. Sin embargo, enderezar el hombro no fue solución: sólo logró descubrir otro poco de piel.

Intentó otra vez levantar las manos... Choi levantó la mirada, lleno de irritación, pero no más allá del pecho desnudo que tenía ante sus ojos.

Heechul gruñó bajo la mordaza, pero nadie pareció enterarse. Choi en su sorpresa, apretaba aún más los nudos de sus muñecas, aunque sus dedos permanecían inmóviles. El joven seguía sin poder levantar las manos y él se limitaba a mirarle el pecho, con tanta fijeza como el muchacho, como si nunca hubieran visto nada parecido. Heechul ni siquiera podía tratar de levantarse. Aunque el hombre le hubiera soltado las muñecas, al incorporarse de rodillas no habría hecho sino plantarle el pecho un poco más cerca de la cara. Tal vez eso lo arrancara de su estado hipnótico, pero prefirió no intentarlo. Algunos interpretaban ese tipo de cosas como una insinuación. Y si aquél pensaba algo así...

Por fin Onew acudió en su rescate, aunque pareció sufrir al hacerlo. Con cuidado, como si pudiera morir por el mero contacto con aquella piel, cogió la tela y volvió a ponerla en el hombro.

El escote de la camisa se atascó en el pezón, arrugándose antes de cubrirlo, pero sólo tuvo importancia para el hombre que seguía con la vista clavada en él. Para Heechul fue un alivio volverse a ver más o menos presentable. Ni siquiera aquellos ojos, que se cruzaron con los suyos por un brevísimo segundo antes de volver a sus muñecas, pudieron alterarlo otra vez.

Era mejor olvidarlo, tal como él parecía dispuesto a hacerlo.

Pero ¿qué había sido del ceño enojado durante el breve momento en que levantó la vista? Si Choi Siwon era apuesto cuando estaba enfadado, en estado de asombro resultaba irresistible. Era preferible el ceño fruncido. Costaba menos respirar cuando ese hombre era apenas apuesto. Y como desatarlo le estaba resultando difícil, el ceño regresó. Finalmente sacó la daga; aunque quedaba poco espacio entre sus muñecas, cortó los nudos sin pérdida de tiempo. Un roce a sus pies y a su mejilla y el resto de las ataduras cayó también.

¿Por qué no lo hizo así desde un principio?, pensó Heechul. Aunque tenía todo el derecho de protestar a gritos por lo que le había hecho, de momento sólo deseaba que él se fuera.

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...