Domando al Guerrero- Capítulo 36



Heechul estaba en el cuarto mes de embarazo. Durante mucho tiempo había tratado de negarlo, buscando una excusa tras otra para convencerse de que no podía ser. Pero tuvo que abandonar el intento al comprobar que su cintura se ensanchaba sin que su apetito hubiera aumentado. Ese día estuvo intratable; se comportó con todo el mundo como un verdadero arpía. Desde entonces, su temperamento no había mejorado mucho. Por suerte, Siwon había estado ausente gran parte de ese período, con lo cual se libró de sus peores, días, aquellos en que, asediado por intensas emociones de signo contrario, estallaba de furia a la menor provocación o rompía en llanto.

Una y otra vez le habían dicho que todo eso pasaría, que eran los cambios experimentados por su cuerpo los que lo tornaban tan emotivo. Cada uno de sus acompañantes mayores le aseguraba lo mismo. Todos ellos estaban enterados de su estado... todo el mundo lo sabía salvo el padre de la criatura. Pero nadie sabía lo que en realidad lo preocupaba. Era algo que no quería hablar con nadie, ni siquiera con Yen.

Yen estaba tan entusiasmado por el bebé como el que más. Cualquiera habría dicho que a él le tocaría darlo a luz. Eso no quería decir que Heechul no estuviera entusiasmado. Quería a ese niño como a nada en el mundo. Ya lo amaba, no lo imaginaba a medio formar, como estaría entonces, sino como sería cuando naciera, una vida a proteger y mimar... a malcriar. Un pequeño gigante, exactamente como Siwon pero a diferencia de Siwon, él lo necesitaría.

Oh, buen Dios, otra vez esas condenadas lágrimas. Heechul se las enjugó con enfado y abandonó la cervecería, el insólito lugar que el gato había elegido para buscar compañia.
Tras no verlo durante toda una semana, Heechul había organizado su búsqueda por todo el castillo, preso del pánico ante la posibilidad de no hallarlo antes de que Siwon regresara.

No sabia como decirle, de su embarazo, llevaba tanto tiempo postergándolo que ya no haría falta decírselo. Su cuerpo había experimentado grandes cambios en las tres semanas de ausencia, y él lo notaría en cuanto lo viera; al menos, en cuanto lo llevara a la cama.

¡Cielos, cuánto temía eso!

Los meses transcurridos habían sido idílicos y serenos. Desde la visita de Kangta, Siwon no le había ocasionado problemas. El padre envió otro administrador a Warhurst, con el mandato de arreglar el embrollo que Hanheng dejaba a sus espaldas y recompensar a los que habían sufrido injustamente. Los prisioneros de Siwon fueron entregados al nuevo administrador; tras un nuevo juicio, ahora justo, casi todos quedaron libres de cargos. Y Siwon se mantenía muy atareado, razón por la cual no había presenciado los cambios de humor que Heechul acusaba últimamente.

Había recorrido todos los feudos de Clydon. Se marchaba por algunos días, a veces una semana; tras pasar un breve período en el castillo, volvía a partir. Heechul lo acompañó en sus primeros viajes, hasta que las cabalgatas comenzaron a provocarle malestares; a partir de entonces presentó excusas para permanecer en el castillo.

Esta nueva ausencia de Siwon era la más prolongada: un viaje a Londres, por invitación de su padre. Todo marchaba bien entre ellos; al menos, así lo indicaba su carta. Era la primera que recibía de Siwon, pero no se la podía tildar de personal. En realidad, estaba escrita por Hyukjae, que lo acompañaba. Heechul se había enterado por el propio Siwon de que no sabía leer ni escribir. Por eso, también su respuesta careció de toda intimidad, puesto que debería serle leída por otra persona. Heechul había decidido ya hacer algo al respecto, aunque probablemente Siwon se resistiría a aprender, puesto que sobraban escribientes para esa función.

Todo eso no tenía importancia a la luz de lo que ocurriría cuando Siwon descubriera que su misión estaba cumplida: había dado a Heechul el hijo que le exigiera en el contrato matrimonial. El único motivo de que él lo hiciera objeto de su lascivia era la seriedad con que tomaba las condiciones del contrato. Ahora se acabaría la sensualidad y, con ella, la intimidad que Heechul había llegado a experimentar con él. Al decidir disfrutar de la situación mientras durara, no había llegado a imaginar que se sentiría desolado cuando Siwon ya no estuviera obligado a hacerle el amor.

¿Llegaría a pedirle que volviera a su alcoba de soltero? ¿Cuánto tardaría en buscarse un amante? ¿Podría él perdonarlo y recibirlo otra vez cuando llegara el momento de tener otro hijo? Porque él había pedido hijos, no sólo uno. Las preguntas lo estaban volviendo loco.

¡Por Dios, todo eso no debía importarle! Nunca había imaginado que su vida de casado sería así. Desde luego, tampoco había imaginado que llegaría a experimentar un deseo sexual insaciable e intenso, nada menos que por su propio esposo.

Era puro egoísmo postergar el momento de dar la noticia. A Siwon no debía de resultarle fácil serle fiel por tanto tiempo. Y él estaba convencido de que le guardaba fidelidad, aun cuando se ausentaba de Clydon. El hombre que se lleva a su esposo a la cama en cuanto llega, cualquiera sea la hora, y no lo abandona durante ratos interminables, no ha estado buscando placer en otro lecho. ¡Cuánto echaría él de menos esos ratos... y tantas cosas más!

Apesadumbrado con esos horribles pensamientos, casi no reparó en los visitantes que venían por el camino rumbo al torreón. Ellos, a su vez, tampoco le prestaron atención. ¿Qué motivos habrían tenido para mirarlo? Advertido por la cervecera de que se oía un maullar, se había puesto la túnica más vieja. Si llamaba a diez o doce sirvientes para que trasladaran los toneles, era probable que el gato acabaran aplastados en el procedimiento; lo único que podía hacer era trepar sobre ellos y arrastrarse alrededor hasta hallar el estrecho sitio elegido por el gato para sus encuentros y comprobar que se trataba de lord Heebum. Ahora estaba cubierto de polvo y suciedad, pero se había asegurado de que el gato de Siwon estuviera sano y salvo.

¿Quiénes eran aquellos inesperados huéspedes? Se trataba de un joven señor y un caballero, pero lo habían dejado atrás antes de que él pudiera verles la cara e identificarlos.

Llevaban una escolta de diez hombres, elegantemente vestidos y equipados, pero eso no le ofreció ninguna pista. Bien, no había prisa por saberlo; aun cuando echara a correr, no podría llegar al torreón antes que ellos.

Una vez más, no estaba preparado para recibir visitas. La anterior ocasión había sido cuando conoció a su esposo. Esta vez pasaría idéntico bochorno, dado su aspecto, quienesquiera que fuesen los recién llegados.

La novedad había llamado la atención a varios caballeros que se ejercitaban en el patio. Las prácticas se interrumpieron por un momento, para reanudarse cuando los visitantes cruzaron el portón interior. El clamor de las espadas levantaba ecos en todo el recinto exterior. Desde la llegada de Siwon era un sonido familiar a esas horas del día.

Clydon contaba ahora con siete caballeros más a su servicio y otros tantos escuderos. Heechul vio que sir Yesung estaba adiestrando a uno de ellos; no disfrutaba tanto desde que el difunto castellano partiera hacia Tierra Santa. Allí estaba también Kangin, midiendo su destreza contra uno de los nuevos caballeros. Heechul había presenciado los desafíos entre Siwon y Hyukjae; Kangin, adiestrado por ambos, empleaba la misma técnica. No hubo combate: el caballero quedó desarmado en cuestión de segundos.

También Kyuhyun y Hyunsoo estaban allí, observando a dos escuderos que fingían un combate similar. Uno de ellos era Onew; lo reconoció por lo rojo de su pelo. Habría debido llevar puesto el yelmo, pues estaba usando una espada de verdad y no un arma de madera como las que utilizaban los novatos. Su adversario era menudo y tampoco estaba completamente armado. El pequeño estaba recibiendo una verdadera paliza: apenas podía mantener su espada en alto; mucho menos, su escudo. Heechul lo vio caer. Lo que fastidió al joven fue que Onew se ensañara con el caído. Él sabía que todo caballero debe aprender a defenderse aun en tierra, pues muchos morían en esa posición si no estaban adiestrados. Pero Onew parecía aplicar esa lección con especial brutalidad.

De pronto creyó reconocer al niño tendido en el suelo y sintió que se le detenía el corazón. ¿Jonghoo? No, Onew no podía ser tan cruel. A Jonghoo le encantaba presenciar las prácticas de los caballeros. Pero Onew no podía haberse atrevido a desafiarlo, a darle una espada para medirse con él. ¿Cómo era posible eso?

Echó a andar, llamando al escudero por su nombre. El muchacho no oía nada: seguía blandiendo su espada contra el escudo del niño caído. Pronto Heechul estuvo lo bastante cerca como para comprobar que realmente era Jonghoo quien estaba recibiendo aquella paliza. Entonces lo consumió una furia roja y ciega. En segundos estuvo sobre ellos, sin pensar en el peligro de esa espada veloz. Sólo pensaba en interrumpir el lance... y lo hizo dándole a Onew un vigoroso empellón que lo hizo caer al suelo.

De inmediato ayudó a Jonghoo a levantarse, apartándole los sudorosos rizos castaños de los ojos para examinarlo, por si estuviera herido. Comprobó con alivio que no sangraba, pero aún estaba furioso. El hecho de que el niño lo mirara como si lo creyera loco empeoró su cólera.

-¿Por qué habéis hecho esto, señor?

-¿Por qué? -chilló el joven señor- ¿Te estaban matando a golpes y preguntas por que?

Ante sus gritos, los caballeros que se estaban acercando para averiguar qué pasaba reanudaron la práctica. Kyuhyun que había intentado interponerse al verlo correr hacia allí, retrocedió para no atraer su atención. Con una mirada a Hyunsoo le informó de que tenían problemas, aun sin saber por qué.

Jonghoo era el único en comprender que Heechul sólo estaba preocupado por su seguridad. En este caso resultaba bochornoso, pero no dejaba de reconfortarlo que un señor tan importante se interesara por él.

En voz baja, con la esperanza de alegrarlo, dijo:

-Voy a ser caballero, señor.

A Heechul le dio un vuelco el corazón ante el orgullo que revelaban esas palabras. ¡Oh, Dios, aquella broma era más cruel de lo que él había pensado!

-¿Quién te ha dicho eso? ¿Fue Onew?

-No, él me enseña por órdenes de lord Siwon. Pero Onew me estaba tratando con mucha suavidad. Le dije que así jamás aprendería.

-¿Y por eso te muele a golpes? -protestó Heechul instintivamente, pues el cerebro le daba vueltas.

Hyunsoo tuvo el coraje de sonreír, sin darse cuenta de que Heechul había perdido el color.

-Un mes más y sabré defenderme mejor.

-¿Tú quieres hacer esto?

Una pregunta estúpida. ¿Un niño sin esperanzas de aspirar a nada, ante la posibilidad de ser armado caballero? ¡Desde luego que quería!

-Está bien -continuó- Ya veo que sí. ¿Cómo empezó esto Jonghoo?

-Pensé que lo sabíais, señor. Lord Siwon me lo propuso. Dijo que algunos caballeros sufren tantas heridas que quedan medio baldados, pero eso no les impide blandir la espada y combatir. Dijo que el pie no tenía por qué molestarme; va a traerme de Londres una bota hecha especialmente, para que me facilite el equilibrio. -Y Jonghoo concluyó, con más orgullo aún- Si me desempeño bien, ha prometido instruirme personalmente.

A Heechul se le llenaron los ojos de lágrimas. ¿Qué otro caballero se habría mostrado dispuesto a asumir esa tarea? Sabía que Siwon no era un bruto insensible, aunque él lo dijera con frecuencia, pero ¿hacer eso por él? No, por él no, él era así, simplemente. Y por eso lo amaba tanto...

Sí, era cierto. Lo comprendió con un sobresalto. Buen Dios, ¿cuándo había empezado eso? ¿Al descubrir su sentido del humor? ¿Al comprender que sus bruñidos eran pura apariencia? ¿Cuando él consultó a un prostituto para aprender a complacerlo? ¿Hacía tanto tiempo? ¿O cuando él convirtió aquel castigo en una sensación erótica increíble que jamás olvidaría?

¡Qué necio había sido al engañarse, pensando que sólo era lascivia! ¿Pero qué importaba ahora, si Siwon no sentía lo mismo?

- ¿Señor?

Se volvió, Onew aún tendido en tierra, lo observaba con cautela. Heechul cobró horrible conciencia de lo que acababa de hacer: había interrumpido una práctica de caballeros y atacado a un escudero. Al escudero de Siwon, no estaba herido, pero temía levantarse por si él volvía a atacarlo. Sin embargo, su miedo aumentó al ver que el señor caía de rodillas a su lado.

-Onew lo siento muchísimo...

El muchacho quedó atónito. ¡El señor se rebajaba a disculparse!

-¡Levantaos, por favor, milord!

-No, mientras no me digas que me perdonas.

-Levantaos señor -rogó él- ¡Siwon me matará si se entera de esto!

Heechul hizo una mueca.

- El culpable soy yo. Si debe matar a alguien, será a mí. ¿Estás bien?

-Desde luego -replicó él, con un resoplido de indignación.

Heechul sonrió aliviado, y le ofreció la mano para levantarse al mismo tiempo.

-¿Me perdonas, pues?

-No hay nada que perdonar, señor -aseguró él, molesto por tanta insistencia-. Comprendisteis mal; eso es todo.

-Así fue. Pero para tranquilidad mía, ¿podrías tratar a Jonghoo con un poco más de cuidado? Hasta que consideres que puede defenderse, desde luego.

Onew asintió con una sonrisa. Heechul se alejó, pero comprendió que Jonghoo había sido informado de sus deseos al oírle protestar, en tono de queja:

-¡Oh, milord!

No se detuvo. Después de todo, el niño sólo tenía siete años. Le quedaban muchos por delante para hacerse magullar y amoratar.



Heechul no se acordó de sus invitados hasta que Hwang, que estaba buscándolo, lo halló en el edificio de entrada. Lord Lee Seungki y su esposo solicitaban albergue para pasar la noche, pues iban camino de Londres. Eso ocurría con frecuencia. Cuando la corte estaba en Londres, dos o tres veces por semana pasaban grupos de viajeros.

-No conozco ese nombre. ¿De dónde vienen?

-De Northumbria.

-Cielos, ¿tan lejos? Bien, Hwang, búscales una alcoba y haz que se sientan cómodos. Si logro cruzar el salón sin que me vean -añadió con una sonrisa, contemplando sus ropas mugrientas- diles que los veré a la hora de cenar.

-Sí milord. El señor estuvo aquí hace muchos años –Hwang se sentía en la obligación de recordárselo- En ese entonces también solicitó albergue por una noche, pero acabó quedándose casi una semana.

Otra cosa que ocurría con frecuencia: era costumbre de quienes tenían muchos sirvientes o una sola finca; cuando acababan con sus propias reservas de alimentos, pasaban varios meses viajando y se detenían en uno y otro castillo, donde abusaban de la hospitalidad recibida.

-Uno de ésos, ¿eh? -rió Heechul, sin preocuparse. Clydon podía permitirse gastos adicionales a la hora de comer.

Aún no lograba identificar el nombre, pero lo recordó más tarde, cuando vio al hombre al bajar para la cena. En ocasión de la visita anterior de lord Seungki, él tenía cinco o seis años; el hombre le pareció la más fea de las bestias vivientes. Aún resultaba desagradable a la vista, aunque él ya no era una criatura y no se dejaba impresionar por las apariencias.

Se aproximaba a los cuarenta años y estaba aún más obeso que antes, pero no era eso lo que le afeaba. Sus ojos eran crueles; la nariz, grande y abultada, apenas lograba disimularlos, al igual que dos horribles cicatrices: una le torcía la boca en una mueca permanente, mientras la otra le hundía las mejillas, tirando hacia abajo el ojo izquierdo.

El esposo aún no estaba en el salón. Heechul no pudo menos que compadecerlo por cargar con semejante marido. Las cosas habrían sido distintas si el hombre hubiera sido bondadoso, pero no era ése el caso. Heechul iba recordando cada vez mejor aquella primera visita, en la que Seungki se había hecho insoportable con sus insultos sutiles y sus pequeñas crueldades, hasta que su padre le pidió que abandonara el castillo. Quedaba por saber si había cambiado en algo. De cualquier modo, el joven lamentó que Siwon no estuviera allí para atenderlo en su lugar.

El señor estaba con lord Jey y lord Ryeowook. Los más jóvenes permanecían misteriosamente ausentes, y Heechul no pudo criticarlos por eso, realmente Seungki era una pesadilla.

Kangin y Kyuhyun aparecieron simultáneamente a su lado en cuanto llegó al grupo, que estaba junto al hogar. Se mostraban ridículamente protectores cada vez que Siwon partía de viaje sin llevarlos; más de una vez habían tenido que vérselas con la áspera lengua del joven señor, en sus momentos de irritación. Pero en esta ocasión cabía agradecer que estuvieran con él.

Como Kangin se había casado con Park Leeteuk, según el proyecto de Siwon, Heechul sólo lo veía cuando su esposo estaba de viaje. La pareja se entendía bastante bien, considerando que había sido preciso llevar al joven señor Park a rastras, entre gritos y puntapiés, hasta el lecho de bodas. En su última visita, se le veía feliz y contento. Kangin parecía haber hecho algo de mágicos efectos. ¡Lástima que Heechul no supiera hacer lo mismo con Siwon!

-Ah, lord Heenchi, ¿verdad? El niño de cabello de bruja. ¿Aún me recordáis, señor?

Heechul se envaró. ¿Dos insultos en otras tantas frases? ¿Acaso el hombre lo creía tan idiota como para interpretar esas palabras como un error inocente? Hwang debía haberle dicho su nombre. En todo caso, el idiota era él, por no recordar un simple nombre de pila escuchado pocas horas antes.

-En realidad, lord Singo -dijo, pagándole con la misma moneda- me llamo Heechul ... Choi Heechul. Si lo olvidáis otra vez, podéis llamarme milord, como corresponde. Y si yo fuera una bruja, no os parecería seguro dormir bajo mi techo. Por tanto, tenéis suerte de que no lo sea.


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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...