Domando al Guerrero- Capítulo 21



Heechul se deslizó silenciosamente al interior de la alcoba. Habían dejado una vela encendida, que proporcionaba luz suficiente para cruzar el cuarto hasta el ropero del muro. Dejó allí su cesto de medicamentos y se apresuró a quitarse el manto.

Siwon siguió durmiendo. A Heechul no le gustó que hubiera dejado abiertas las cortinas del lecho. El menor ruido podía despertarlo. Pero por lo visto hasta entonces, Siwon solía dormir profundamente.

Había sido un alivio que lo llamaran otra vez de la aldea. Lo que lo aliviaba era la excusa de escapar, por esa noche, del lecho matrimonial, al menos hasta que Siwon estuviera dormido. Aún le parecía imposible lo que le había dicho en la última conversación. Después de pensarlo, lo horrorizaba imaginar cómo debía de haberle caído; lo sorprendente era que no se le hubiera reído en la cara. Ahora debía de pensar que Heechul lo deseaba o, cuanto menos, que deseaba el placer que él podía darle, y eso era mucho peor. Los hombres nunca dudaban de sus propias proezas: ¿qué otra cosa podía pensar él? Que encontrara defectos en su técnica. Oh, maldita boca la suya.

Abrió bruscamente el ropero e hizo un gesto de horror ante el chirrido de los goznes. Un agitar de sábanas, a su espalda, lo hizo tirar bruscamente de su túnica, la arrojó junto con el manto al ropero, sin cuidado alguno. Pensó hacerse un jergón para pasar en él el resto de la noche. Pensó acurrucarse en el suelo mismo, allí donde estaba. No quería que Siwon se despertara, bajo ningún motivo, pero ¿qué excusa podía darle por la mañana, si lo encontraba durmiendo en el suelo?

Mientras luchaba con la ropa, en la penumbra, la voz de Siwon lo sorprendió.

-Ven aquí Heechul.

El hecho de tener el corazón en medio de la laringe le dificultó la respuesta:

-Un... un momento.

-Ahora mismo.

La orden, dada con aquel tono particular, le llevó los pies hacia adelante. Sólo cabía esperar que él no estuviera del todo despierto; tal vez sólo quería asegurarse de que había regresado sano y salvo para volver a dormirse.

Se detuvo a un par de metros de la cama.

- ¿Sí?

Ni siquiera vio el movimiento de la mano. Un momento después caía sobre él; acabó de espaldas junto a Siwon; luego oyó el ruido de su camisa al desgarrarse.

- ¿Qué... qué haces? -logró balbucear.

Demasiado tarde.

-Lo que pediste -respondió él, en el más razonable de los tonos- Dijiste que ambos debíamos estar desnudos. Yo ya lo estoy. Y tú estabas tardando demasiado.

- Y eso te autoriza a...

Su furioso comentario quedó inconcluso. Hasta le sorprendió haber podido decir tanto; él no lo había llamado para hablar. Plantó la boca sobre la de él, con una feroz posesividad, y un momento después hizo lo mismo con su cuerpo.

Sin embargo, esta vez fue diferente. Sus embates no eran tan rápidos ni tan fuertes. Había cierta languidez en sus movimientos: una ondulación embriagadora que provocó un torbellino de sensaciones deliciosas en su interior. Y sus labios no se centraban sólo en la boca de Heechul, sino que se paseaban por toda su cara; por fin llegaron a una oreja, y la sensación, intensamente placentera, le provocó tal conmoción que se estremeció bajo el cuerpo de Siwon, impulsándolo más adentro... con lo cual puso efectivo fin a los movimientos.

Abrió bruscamente los ojos al oír el rugido. Sentía ganas de gritar: «¡Todavía no!». Pero Siwon había terminado y lo miraba con satisfacción en los ojos. Bastó eso para inspirarle ganas de matarlo. Esa vez lo había llevado más cerca que nunca de lo que provocaba en él esos rugidos, sólo para dejarlo otra vez con una sensación de dolorosa frustración, los nervios desquiciados y la mente chisporroteando de furia impotente.

Siwon se dejó caer a un lado con un suspiro.

-Lo hice otra vez, ¿no?

-Sí, grandísimo tonto -respondió Heechul con los dientes apretados- Lo hiciste otra vez.

-Temo que no estaba del todo despierto. Si quieres, podemos intentarlo de nuevo.

Heechul le apartó bruscamente la mano que había apoyado en su hombro.

-¡No me toques! ¡Estoy tan furioso que sólo quiero pegarte!

-Pues pégame.

-No me tientes, Siwon

-Pero si lo digo en serio. Ya que no me dejas intentarlo otra vez, ¿qué mejor manera de aliviar tu enfado? Hazlo, princesa. No puedes hacerme daño.

Heechul lo intentó, por cierto. Le golpeó en el pecho y en el vientre hasta que le dolieron los puños; ni siquiera conservó fuerzas para apartarlo, cuando Siwon lo atrajo contra su cuerpo.

-¿Te sientes mejor ahora?

-No -murmuró con terquedad.

Él rió entre dientes.

-¿Es por la camisa desgarrada?

- ¡Ohhh!

Entonces él rió francamente.

-Te enojas con demasiada facilidad, princesa. Y ahora que te has agotado, también a mí me sería fácil...

-¡No se te ocurra!

Heechul sintió que el encogía el hombro bajo su cabeza.

-Los hombres no solemos discutir cuando ya estamos saciados; cuando no lo estamos, las cosas son distintas.

-¡Vaya, eso me tranquiliza!

-Te arriesgas demasiado, considerando que tengo la mano tan cerca de tu trasero.

Un bostezo arruinó el efecto de la amenaza. Heechul resopló:

-Eso podría ser más gratificante que tus...

-Si completas la frase lo lamentarás. -Aquella amenaza resultó más efectiva, sobre todo porque Siwon puso la mano sobre la curva de su trasero- Tú ofreciste las condiciones y yo he cumplido con mi parte. Si has cambiado de idea y prefieres que busque a otro, dilo ahora mismo.

Contuvo el aliento, aguardando la respuesta. No había sido su intención ofrecerle ese tipo de salida y no sabía qué hacer si Heechul aceptaba. Pero Heechul no dijo nada. Por no abusar de su buena suerte, él calló.

Heechul también contuvo el aliento y por el mismo motivo. Ojalá él no exigiera la respuesta que le dictaría el orgullo.
Sólo cuando Siwon estuvo ya profundamente dormido Heechul cayó en la cuenta de que la falta de respuesta era también una respuesta.



Tras la lluvia de la mañana, el día resultó húmedo. Eso no impidió a los niños correr por toda la aldea con sus juegos. A esas horas del día había pocos hombres, pues había sembrados que atender y zanjas que cavar, ya en los terrenos propios, ya en los del señor. Los que permanecían en la aldea estaban ocupados reparando arados y herramientas. Hasta los viejos y los baldados eran útiles: alimentaban a los pollos que escarbaban los patios traseros, recogían huevos o trabajaban en las pequeñas huertas cultivadas detrás de cada casa.

Era la primera vez que Siwon visitaba el caserío desde su boda. Cuando apareció por la calle central, con lord Heebum encaramado a su hombro, todos los trabajos cesaron. Sólo un alma atrevida le gritó su saludo. Casi todos descontaban del nuevo señor; se preguntaban por qué estaba allí, si los aldeanos trataban siempre con el alguacil. Una larga experiencia les indicaba que la presencia del señor no auguraba nada bueno. Pero como no eligiera a nadie para ejercer un interrogatorio o un castigo, ignoraron su presencia o fingieron ignorarla.

Siwon no sabia con certeza qué estaba haciendo allí. Había tenido una vaga idea y había actuado sin sopesarla. Y una de las cosas que no había tenido en cuenta era la impresión que causaría al entrar en la choza de Changsu El Pelirrojo.

La casa fue fácil de encontrar, gracias a las indicaciones que le había dado uno de sus hombres. La puerta estaba abierta de par en par, como una invitación. Una marrana salió chillando, seguida por un cuenco de madera volador, un momento antes de que Siwon agachara la cabeza para entrar.

-Si vienes por negocios, cierra la puerta. Si no, deja abierto para que entre luz.

Siwon tardó un momento en localizar la voz, pues la puerta era la única fuente de iluminación y la casa era más grande de lo que parecía desde afuera. Changsu estaba cambiando las sábanas de una sólida cama, situada contra el muro de un lado. Al otro lado, una vaca amarrada mascaba plácidamente los juncos que cubrían el suelo de tierra apisonada. Abundaban allí los pequeños lujos: en la cama, colgaduras y sábanas finas; las velas no eran de maloliente sebo, sino de dulce cera de abejas.

Siwon no cerró la puerta. El pelirrojo lo había visto entrar, pero aún no sabía quién era. Pasó un momento antes de que la curiosidad le hiciera volver para mirarlo. Aun entonces no lo reconoció, pues él tenía la luz a la espalda. Fue su estatura lo que le delató, haciendo que Changsu palideciera de horror.

-¡Dios me proteja! ¡Vos aquí! -exclamó. Y palideció aún más- Oh... quiero decir... por favor, señor. El joven señor ha sido bueno conmigo. Rara vez me regaña, me trae ungüentos especiales y...

-¿Por qué lo mencionas?

-Porque... si averigua que habéis venido a verme, me odiará.

-¿Por qué?

Como el pelirrojo se limitó a mirarlo fijamente, Siwon gruñó:

-No, no he venido por eso y él no tendrá motivos para pensarlo.

Eso asustó aún más al pelirrojo. Avanzó a tropezones hasta la mesa de caballete y se dejó caer en el banco, apretando el borde de la tabla hasta que los nudillos se le pusieron blancos.

-¿Queréis expulsarme?

-¿Qué? –Siwon frunció el ceño. Luego dijo- No, no seas tonto. Tus servicios son aquí tan útiles como los de cualquier otro aldeano. Lo que quiero de ti es un consejo.

-¿Un consejo? -repitió aturdido.

-Sí – Siwon se adelantó, quitándose los guanteletes para meterlos bajo el cinturón. Lord Heebum saltó a la mesa- Más específicamente, tus conocimientos sobre la cópula.

La sonrisa fue lenta, pero brillante una vez completa.

- ¡Por supuesto! ¡Lo que gustéis, señor, lo que gustéis! No tenéis más que Preguntar.

-¿Cómo puedo complacer a mi esposo sin hacerle daño?

Se sentó en el banco, junto a él. Lord Heebum se acercó, buscando caricias. Él no reparó en los ojos de Changsu, redondos de asombro.

-¿Le hacéis daño?

-Todavía no. Al menos, eso creo. Pero si lo tocara como lo deseo, temo que lo lastimaría. Creo haber perdido el control que tenía sobre mi pasión desde que la conozco.

-¿Por qué pensáis que lo lastimaríais?

Él levantó las manos y se las miró con el ceño fruncido.

-¿Con estos dedos? Están habituados a jóvenes grandes y fuertes, a los que no molestan las caricias rudas. ¿No crees que lastimarían a un joven tan delicado como mi señor?

Las manos se descargaron contra la mesa, terminada la pregunta. El gato, sobresaltado, se encaramó otra vez en su hombro. Él la bajó hasta su pecho para calmarlo. El pelirrojo contempló las manos que acariciaban al animal.

-¿Ese gato es vuestro, mi señor? -preguntó, pensativo

- sí.

-Veo que le tenéis cariño. Una vez tuve un gato al que adoraba. Lo amaba tanto que a veces quería estrujarlo, sólo para demostrarle lo mucho que lo quería. ¿No sentís a veces lo mismo?

Él sonrió, sin dejar de rascar las orejas del gato.

-Sí, con frecuencia.

-¿Pero no cedéis al impulso?

-No, desde luego. Lo mataría.

- O lo herirías gravemente.

Él volvió a fruncir el ceño.

-¿Qué tiene esto que ver con lo que te he preguntado?

- Si podéis ser suave con un gato, sabiendo que de otro modo lo lastimaríais, ¿por qué no con vuestro esposo?

-¿Comparas a mi esposo con un gato?

- No, no, en absoluto - aseguró - Sólo quiero señalar que esas manos, a las que tanto teméis, no lastimarán al señor sino lastiman al gato, que es mucho más pequeño.

-Pero el gato no me provoca lascivia -gruñó él.

Changsu tuvo que morderse los labios para no sonreír.

-No, por supuesto. Lo que trato de sugerir es esto: cuando estabais con otros no se os ocurría que podíais hacerles daño, así como no pensabais que podríais lastimar a un perro o a un caballo con una enérgica palmada afectuosa. Pero sí sabéis que podríais lastimar a vuestro gato. La idea está presente, aun cuando no estéis pensando en ello. Lo mismo ocurre con el joven señor. Sabéis que es diferente de los otros, que debéis ser más cuidadoso con vuestra fuerza cuando lo tocáis. Aun cuando perdierais el dominio de vuestra pasión, la idea estaría allí, para atemperar vuestra fuerza y proteger al señor.

-¿Cómo? Te digo que nunca he sufrido una lujuria tan sobrecogedora como la que me acosa desde que lo conocí. Ni siquiera importa dónde estemos; cuando me ataca no hay forma de contenerme. No pienso en nada, salvo en la irresistible necesidad de poseerlo.

-Comprendo -dijo Changsu El pelirrojo.

Se preguntaba si a él se le había ocurrido pensar que estaba enamorado de su señor.
Parecía improbable. Y no sería él quien cometiera le estupidez de sugerirlo. Pero si su señor no creía posible el contenerse en las garras de la pasión, ¿cómo ayudarlo? Mejor dicho, ¿cómo ayudar al joven señor?

-Eso da otro cariz a las cosas -continuó, observándole otra vez las manos- El señor es delicado, sí. Pero es un hombre. Y tiene más fuerza y resistencia de la que reconocéis. Tal vez vuestras caricias no le hagan ningún daño.

-No quiero causarle dolor para comprobarlo.

-Mostradme, pues. Creo que puedo apreciar por mí mismo lo que un joven resiste.

Ante la expresión vacilante del caballero, sonrió para alentarlo; sin embargo, al ver el tamaño de aquellas manos, lamentó no haber mantenido la boca cerrada. También se corría el riesgo de que, una vez lanzado a la acción, no pudiera detenerse. Pero ¿cómo, si no, podría aliviar la preocupación de ese hombre? Lo extraño era que él se preocupara. Y sería una pena que el joven señor no conociera nunca el placer de sus caricias.

-No es mi intención tentaros, señor. Jamás. Sólo se trata de una prueba para determinar la potencia de vuestro tacto. Nada más.

-Comprendo -gruñó él- Pero no tienes en absoluto la constitución de mi señor.

Changsu tuvo que sonreír.

- Tocadme como acostumbráis, para que yo pueda...

Él lo hizo sin darle tiempo a concluir. Changsu no pudo evitar un gesto de dolor.

-Ya comprendo, señor. La verdad, vuestra mano es fuerte -se vio obligado a admitir. Y entonces se atrevió a agregar lo que había dicho a más de un caballero-: Pero un miembro no es la vaina de una espada. No se os caerá de la mano si lo sujetáis con suavidad... ¡Oh, Dios mío, vuestro señor!

- ¿Qué?

Siwon se volvió hacia la puerta. Su esposo estaba enmarcado por el vano, con el cesto de pociones medicinales en la mano. Pero apenas llegó a verlo. Ya había desaparecido.


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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...