Domando al Guerrero- Capítulo 15



-Ven, Siwon. Si tanto deseas pasearte, salgamos a caminar por las fortificaciones -sugirió Hyukjae.

-En este momento no puedo salir.

- En ese caso, al menos siéntate y aparta los ojos de esa puerta. No se abrirá sólo porque la vigiles. Y si no te sientas, alguien acabará por reparar en tu tensión.

Siwon suspirando, se reunió con Hyukjae a la mesa, pero no pudo relajarse. El Gran Salón estaba más atestado que nunca: sir Henry había llegado, ya avanzada la tarde, con un cortejo de veinte caballeros y otros tantos escuderos. El ambiente era tan festivo como si las celebraciones ya se hubieran iniciado, aunque la boda no se efectuaría hasta el día siguiente.

Apenas terminada la cena se retiraron las mesas de abajo. Casi todos los presentes danzaban al compás de las rítmicas melodías tocadas por un grupo de juglares instalados en la galería. Unos pocos hombres de edad jugaban al ajedrez, pese al ruido. También había juegos de dados en el otro extremo del salón, entre los escuderos. Y los sirvientes serpenteaban entre la muchedumbre, manteniendo siempre llenas las copas de cerveza y vino.

Siwon por fin, se había librado del estrecho escrutinio al que lo habían sometido durante la comida; sin embargo, aún quedaban jóvenes señores que no podían quitarle los ojos de encima.

Hyukjae tenía razón: se estaba mostrando tan nervioso como cualquier novio y haciendo el papel de tonto, sólo porque Heechul se había encerrado en uno de los aposentos contiguos con sir Henry.

-¡Vaya! -exclamó Hyukjae, interrumpiendo sus pensamientos- ¡Habría jurado que eras tú el que tanto se resistió a aceptar este glorioso botín! Y hete aquí, haciendo de tu aceptación una cuestión de vida o muerte.

-¿Te gustaría una pequeña práctica de armas?

Hyukjae rió entre dientes.

-¿Tienes ganas de atravesarme? Antes dime qué te puso a favor de Clydon.

-Sabes muy bien que nunca me opuse a Clydon. A lo que me oponía era a casarme con un joven señor.

-Sí, lo sé. Pero él viene con el botín. ¿Qué te hizo cambiar de opinión con respecto a él?

-No he cambiado de opinión. Aún desconfío de él como de la peste, pero tal como has dicho, él viene con el botín.

-Por ahora ha respetado su parte del trato.

-¡No me agobies, Hyukjae i

Su amigo ignoró audazmente la advertencia.

-¿No es cierto, acaso? Te ha presentado en términos tan favorables que todos sus hombres están dispuestos a jurarte lealtad. Además, les gustas.

Obtuvo por respuesta una mirada tan sombría que Hyukjae no pudo, dejar de reír.

-Y aún ahora trabaja para superar el último obstáculo posible.

-¿Te parece?

-¿Es eso lo que te preocupa? ¿Lo crees capaz de arruinar en el último momento lo que ha hecho hasta ahora? No resulta razonable pensar así.

-Pero ellos no piensan como nosotros. Y éste es el momento perfecto para lanzar la estocada: cuando nadie la espera. ¿Sabes dónde duerme? Conmigo, no. No se considera debidamente casado.

Hyukjae quedó boquiabierto. Luego estalló en carcajadas.

- ¡Increíble! Debí comprender que tu inquietud tenía otro motivo. ¡Por los clavos de Cristo, Siwon! Si necesitas a alguien, ¿por qué no lo has tomado? Los hay por docenas, y bien dispuestos a llamar tu atención.

Siwon no respondió. Se rehusaba a reconocer que, irritado como estaba por la actitud de su esposo, había observado a los jóvenes. Cada vez que decidía abordar a alguno e indicarle sutilmente sus deseos de que fuera más tarde a su alcoba, se encontraba bajo la vigilancia de Suyen, aquel condenado, casi como si el muchacho pudiera leerle los pensamientos. Resultaba frustrante hasta lo indecible, pero él no estaba dispuesto a arriesgarse a disgustar a su esposo antes de que pasara a serlo ante los ojos de los suyos.

Sin duda, su doncello lo estaba frustrando deliberadamente. Y cuanto más se veía privado, más deseaba estar con alguien.

Pero Heechul lo denunciaría como libertino si no se contenía por unos días. Y Siwon no le daría ese gusto. A los jóvenes señores les encantaba moralizar, aun a los hipócritas que retozaban tanto como sus respectivos esposos. Malditos todos ellos.

-Se diría que no deseas vivir mucho tiempo, ¿verdad, Hyukjae?

-Está bien, está bien, no te fastidiaré más. Pero al menos he logrado distraerte de lo que ocurre en ese cuarto, ya ves que resulto de utilidad.




-Pero este hombre no tiene propiedades, lord Heechul, ni siquiera una finca. ¿Cómo pudo vuestro padre haberlo elegido por encima de todos los caballeros terratenientes entre los cuales podía escoger?

Heechul no tenía preocupaciones con respecto a esa entrevista Henry era un hombre menudo, no más alto que él. Sin embargo, en ausencia de lord Jiyong detentaba todo el poder de Shefford. Pero no era hombre que se vanagloriara de ese poder ni se deleitara con el miedo que podía provocar. Era sensato e inteligente. Bastaría con una explicación razonable para que comprendiera su punto de vista.

-Un hombre carente de otros deberes e intereses importantes hará de Clydon su principal preocupación -respondió- Mi padre no tenía interés en aumentar los dominios de Clydon, sino en protegerlos y conservarlos tal como se los dio el conde. Sir Siwon no tendrá un señor feudal que esté en conflicto con su debida lealtad al conde, como sucedería con otro lord. ¿Cómo podéis oponeros, si conviene a los intereses del conde contar con un hombre que sólo le rinda homenaje a él, como mi padre en su momento?

-No había pensado en eso, pero tenéis razón, desde luego.

Heechul sonrió.

-Además, sir Henry, es rico. Es mercenario desde hace tiempo, y ya sabéis la gran demanda que hay de ellos en la actualidad, puesto que tantos caballeros nobles han ido a las cruzadas. - Le entregó la copia del contrato matrimonial que él llevaría al castillo de Shefford. Esperó a que sus ojos se ensancharan ante la parte de Siwon luego agregó- Podría haber comprado tierras hace mucho, pero ha estado atareado en ganar más dinero. Todavía puede comprar si consideramos que es necesario. ¿Aún os parece importante?

-No, en absoluto. Deberías haberme dicho antes que goza de tanta prosperidad.

Heechul se encogió de hombros.

-Lo que nos interesa es su capacidad.

-Cierto, cierto -reconoció él, distraído, mientras echaba un vistazo al resto del contrato. Luego- ¿Os devuelve todo? ¿Cómo hizo vuestro padre para que accediera a eso? Los hombres suelen luchar para no dar nada, pero él os devuelve todo lo vuestro y, además, ¡todo cuanto posee pasa a vos!

-Sabéis que mi padre era demasiado generoso para proponer algo así -replicó - Eso fue propuesto por el propio Siwon, pues no desea que sus familiares se beneficien con este matrimonio; no los reconoce como familia. A nosotros nos favorece aceptar esa idiosincrasia.

-Por cierto -concordó sir Henry-. Nunca he visto contrato matrimonial tan ventajoso para un novio. Lord Jiyong quedará muy complacido.




A Siwon se le hizo un nudo en el estómago (al menos, ésa fue su impresión) al ver la sonrisita presumida con que Heechul salía de la habitación, acompañado por sir Henry.

-Shefford aceptará con gusto vuestro juramento, señor -le dijo, transformando la sonrisita presumida en otra muy amplia.

Él no lo pudo creer. Imposible. Era imposible que Heechul se sintiera feliz por cargar con él. El golpe bajo se produciría, sin duda, antes de la ceremonia nupcial o durante la ceremonia misma. Pero se produciría.

Esa noche, Siwon se acostó muy pesimista. Estaba seguro de que dormía por última vez en la alcoba del señor. ¿Clydon, suyo? Había sido una bonita fantasía, por un tiempo muy breve.

Por la mañana, como primera medida, hizo que Onew afilara su espada. Si tenía que batirse para escapar de allí, lo haría. Además, hizo que el muchacho indicara a los otros que estuvieran preparados. Hyukjae se desternillaría de risa, pero eso era preferible a acabar degollados. Y no se trataba sólo del nerviosismo de cualquier novio antes de la boda.
Después de todo, lo que estaba a punto de suceder era una mera formalidad. Ya estaba casado... aunque su esposo quisiera ignorarlo.

Lo que él había hecho era de una crueldad indescriptible. Lo más honrado habría sido rechazarlo en cuanto sus hombres le salieron al encuentro. Pero no él había decidido esperar a que llegara el representante de Shefford, con más soldados aún, para engañar a Siwon, dejándole pensar que Clydon podía ser suyo, y que él lo quería como lord. La única demostración franca de sentimientos había sido su negativa a compartir el lecho. Eso habría debido servir de indicación a Siwon, en vez de irritarlo hasta la furia.

La llegada de su atuendo de bodas le despertó poco entusiasmo, aunque Onew estuvo a punto de desmayarse de admiración. El manto de terciopelo purpúreo, era lo más fino que había poseído en su vida; claro que nunca había sido proclive a gastar dinero en ropas, puesto que no tenía a quién impresionar y había cosas mejores en que invertir su paga. La chaqueta, de mangas largas, tenía tantos hilos de plata que, de lejos, parecía un paño enteramente plateado y no fina seda blanca. Incluso las calzas eran de la mejor calidad. Y todo parecía recién confeccionado.

El calce perfecto indicaba que las ropas habían sido cortadas especialmente para él. Pero el ánimo de Siwon, aún sombrío, le impedía prestarle atención.

Apenas atendió a los elogios de sus amigos, que ponderaban su nuevo atuendo; ni siquiera reconoció a su esposo cuando entró en el salón y casi no se enteró de que lo llevaban fuera del torreón, para la breve cabalgata hasta la aldea, en cuya iglesia se realizaría la ceremonia. Acicateado por el sacerdote, logró repetir los términos del contrato matrimonial, lo que él debía aportar al casamiento, y dio a su esposo un anillo en prenda de la dote estimada, junto con un presente de monedas de oro. El anillo y el dinero representaban el juramento. Luego intercambiaron sus votos, para que todos los escucharan, y antes de que Siwon pudiera cobrar conciencia estaban ya entrando en la iglesia para la misa de esponsales.

Sin embargo, durante el largo oficio no llegó a comprender que ya estaba todo hecho. Se había casado nuevamente con su encumbrado esposo. Aunque sus hombres estaban preparados para cualquier eventualidad, él estaba tan aturdido que habrían podido derribarlo sin que hubiera visto llegar el golpe. Sólo terminada la misa, cuando sir Henry se acercó a él para recibir su juramento de fidelidad a Shefford, comenzó a sospechar que se había comportado como un idiota. Terminado ese acto, los vasallos de Clydon se apresuraron a imitarlo y le juraron lealtad, reconociéndole como señor.

Pasado el aturdimiento, pero no el asombro, Siwon miró a su esposo, que iba cogido de su brazo, en tanto abandonaban juntos la iglesia:

-¿Os habéis casado conmigo?

Heechul gorjeó con una risa suave; luego se le acercó para susurrarle:

-Me alegro de que hayáis estado presente en nuestra primera boda, señor, porque no parece que seáis muy consciente de ésta.

Los vítores de la multitud que esperaba afuera cayeron sobre un novio de cara muy roja.



Si Siwon pensaba que la comida del día anterior, en honor a sir Henry, había sido un verdadero festín, su banquete de bodas fue digno de un rey. Se sirvieron seis platos: el doble de lo acostumbrado. Los escuderos se alinearon detrás de las mesas para servir a sus respectivos caballeros, cortar las carnes y reemplazar los sucesivos platos de madera.
Dada semejante variedad, todos quedaron con el apetito bien saciado. Había asado de ternera, cerdo salvaje, cordero, venado, perdices y pavos reales. Los postres fueron demasiados, desde frutas especiales hasta pasteles dulces con rellenos variados.

Su esposo no había mentido al decir que en Clydon no faltaban provisiones. Con semejante abundancia, el festín se prolongó durante el resto del día, por supuesto. Los entretenimientos no cesaban: música, chistes y cuentos proporcionados por los invitados o por artistas ambulantes, contratados por decenas para la ocasión.



Al volver de la letrina, Siwon vio que se habían retirado las mesas de abajo para iniciar el baile. Los danzarines circulaban cantando y agarrados de la mano. Su señor estaba participando. Al verle reír y cantar con los otros, él comprendió que lo veía realmente por primera vez en todo el día, aunque nunca se había alejado mucho de su lado desde que salieran de la iglesia.

El joven encandilaba con un encanto especial, que no surgía, por cierto, sólo de su brillante atuendo. Su camisa era de la misma seda blanca que la túnica de Siwon, entretejida con hilos de seda; su túnica, de seda azul intenso, con los bordes bordados de plata; un cinturón que refulgía de piedras preciosas, rojas y azules; el pelo, negro y lustroso, flotaba libremente a su alrededor durante la danza, adornado por una corona de plata que se inclinaba encantadoramente a un lado.

Tenía las mejillas arreboladas y sus adorables ojos centelleaban de placer. Sin previo aviso, el cuerpo de Siwon cobró vida. A eso siguió rápidamente el fastidio.

Retomó su asiento ante la mesa alta, sí, la silla del señor, su silla. No importaba que le hubieran ofrecido el mismo sitio en todas las comidas anteriores: ahora le correspondía por derecho. Sin embargo, cuando pensaba en el tormento de las dudas que había llevado a su cama la noche anterior, no lograba encontrar satisfacción alguna. Y Heechul se había divertido al verlo tan desconcertado en la iglesia. Lo más probable era que hubiese provocado deliberadamente sus sospechas, con su sonrisita presumida, sólo para hacerlo sufrir durante la noche. Era desdeñoso y cruel, como todos los jóvenes señores que él conocía. Sin embargo, al verlo bailar con descuidado abandono, sintió un deseo lascivo. Sin duda se había vuelto loco.


Heechul volvió sin aliento, con algunos mechones cortos adheridos a la cara húmeda, riendo por una broma que un noble le había gritado desde el otro extremo del salón. No echó siquiera una mirada a Siwon quien dio un respingo, arrancado de sus negros pensamientos, al oírle decir:

-¿No bailáis mi señor?

- No.

-Yo lo hago rara vez, pero hoy los invitados esperan que dancemos.

Siwon no estaba de humor para conversaciones tan frívolas.

-¿Cuándo os retiraréis? Quiero decir, ¿tardarán mucho vuestros acompañantes en escoltarlo fuera del salón?

-Oh, pero si todavía es temprano.

A él lo fastidiaba que Heechul no lo mirara. Hasta llegó a preguntar:

-¿Estais listo?

-Desde luego -respondió Heechul distraído.

Tampoco eso provocó la reacción deseada. Siwon tenía deseos de sentarlo en su regazo, para ver si eso la hacía reaccionar. Pero por fin sus ojos giraron hacia él, demostrando que había estado atento a sus preguntas. Pero interpretaba mal sus motivos.

-No tenéis que preocuparas por la ceremonia del lecho -le dijo en suave murmullo-No podéis repudiarme, ni yo a vos; por ende, no hay necesidad de que nos presentemos desnudos frente a todos los invitados, para la inspección.

Él gruñó, aún más fastidiado. ¿Era posible que no se ruborizara nunca cuando hablaba de esos temas? El dominio que tenía sobre sus emociones resultaba notable, pero en ese momento lo irritaba.

Por fin interpretó correctamente el fruncimiento de ceño:

-¿No os divertís, mi señor? ¿Hay algo que yo pueda...?

-Podéis ir al lecho, señor y cuanto antes. Quiero terminar con las formalidades del día.

Por fin Heechul se ruborizó y bajó la vista al regazo. Guardó silencio un largo instante, pero al fin hizo un gesto afirmativo, breve y rígido, y se levantó para retirarse.

Siwon se inclinó en el asiento, sintiendo que la tensión lo abandonaba. No se había dado cuenta de lo importante que le resultaba la respuesta a recibir en esos largos segundos de silencio. Si Heechul hubiera tratado de contradecirlo... pero no. Había tomado sus palabras como orden y obedecido, dejándole una sensación muy satisfactoria, que le duró dos minutos. Sólo entonces cayó en la cuenta de que, en realidad, aún era temprano y de que su esposo se había estado divirtiendo en grande, antes de que él le impusiera su humor sombrío. Y en realidad no tenía motivo para estar tan enfurruñado. ¿Acaso no era el señor de todo cuanto veía? ¿No tenía tanto poder como su propio padre?
Sí, pero ¿qué había hecho para ganarlo?


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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...