Del Odio al Amor- Capítulo 25



Una vez Donghae terminó de comer se había dirigido a los establos. Apenas atravesó la puerta abierta, el caballerizo Youngjo fue corriendo a saludarlo.

-Sabía que usted vendría antes de que concluyese el día. Me alegro de verlo nuevamente joven.

-Y yo me alegro de estar otra vez en casa, ¿Dónde está él?

-¿A quién se refiere?

-¡Vamos Youngjo!

-¿Quizá se refiere a ese gran caballo negro que está en el último box?

-Tal vez a ése – dijo riendo alegremente y corriendo hacia el extremo del establo.

Cuando vio al gran caballo negro le rodeó el cuello con los brazos y lo apretó contra su cuerpo y obtuvo como respuesta un sonoro relincho.

-¡Oh Nemo... cómo te extrañe!

-Sí, y también él lo extrañó. Nadie lo montó desde que usted se fue, aunque lo hemos tenido atareado. Es el padre de cuatro magníficos potrillos y hay otro en camino. Pero veo que aún tendrá que esperar un tiempo antes de montarlo -dijo tímidamente Youngjo.

-Sí, pero no será demasiado. Sáquelo del box, Youngjo y déjelo en el corral. Quiero ver cómo se mueve.

-Sí, seguro que se moverá. Es capaz de brincar y correr y ofrecer un excelente espectáculo.

Donghae se separó de Nemo y atravesó los bosques, llegando a un lago sombreado por un alto roble cuyas ramas se extendían casi hasta el centro del espejo del agua. Se sentó en el suelo y apoyó la espalda en el viejo árbol, recordando un estanque análogo en las montañas. Hyukjae probablemente iba a bañarse allí con Junsu.

Donghae regresó tarde a la casa. La habitación estaba sumida en sombras. Tomó uno de los fósforos largos depositados sobre la repisa de la chimenea y encendió el fuego. Había dado apenas dos pasos cuando vio una figura en las sombras, junto a la ventana abierta. Contuvo una exclamación de miedo cuando la figura avanzó hacia él, pero el temor se convirtió en cólera cuando identificó al intruso.

-¡Kibum menudo susto me has dado! ¿Qué demonios haces aquí, en la oscuridad? -dijo con voz colérica.

-Estaba esperándote, pero no quería asustarte -replicó el joven con expresión humilde.
Generalmente la cólera de Donghae lo intimidaba.

-¿Por qué no me hablaste cuando entré en la habitación?

-Quería verte sin ser observado.

-¿Con qué propósito?

-Aún en tu estado actual... eres el joven más bello de Inglaterra.

-Bien, gracias Kibum. Pero sabes que no me agrada que me espíen, y no esperaba volver a verte hoy.¿Viniste por un motivo particular? Si no es así, te diré que estoy cansado y que me propongo cenar y acostarme.

-En ese caso, ¿por qué has entrado y encendido el fuego?

-¡Puedes ser muy irritante! Comeré aquí, si quieres saberlo. No me agrada cenar solo en ese enorme comedor.

En ese instante una de las criadas entró en la habitación, pero se detuvo cuando vio a Donghae.

-Joven venía a encender las lámparas.

- En ese caso, hágalo. Después, diga a la señora Sang que me prepare la cena.

-¿Tienes inconveniente en que te acompañe? -dijo Kibum

Donghae enarcó el ceño, sorprendido ante la petición. Quizá deseaba conservar su amistad.

-Moo, ordene que sirvan la cena para dos y que la traigan aquí. Y por favor, informe a Sora que he regresado, no quiero que se asuste.

Cuando la criada se hubo retirado, Donghae se acercó al diván y Kibum se sentó junto al joven.

-Donghae tengo que decirte algo y quiero que me escuches antes de contestar.

Donghae lo examinó más atentamente, y vio que Kibum había madurado durante el último año. Parecía más alto y su rostro tenía una expresión menos infantil. Incluso se había dejado el bigote, y tenía la voz más profunda.

-Está bien. Adelante... te escucho.

-Pasé toda la tarde tratando de dominar la impresión que me provocó saber que amas a otro hombre. Yo... he llegado a la conclusión de que todavía te amo. No importa que lleves en tu vientre el hijo de otro hombre. Aun así deseo casarme contigo. Aceptaré a tu hijo y lo criaré como si fuese mío. Pronto olvidarás al otro. Aprenderás a amarme... sé que lo harás. Y no te pediré que me contestes ahora. Deseo que lo pienses un tiempo. -Hizo una pausa- puedo hacerte feliz. Nunca lamentarás haberme aceptado por esposo.

-Lamento que todavía sientas así con respecto a mí. Abrigaba la esperanza de que pudiéramos ser amigos. Pero no puedo casarme contigo Kibum, y jamás cambiaré de idea. El amor que profeso al padre de mi hijo es demasiado intenso. Aunque no vuelva a verlo el resto de mi vida, no puedo olvidarlo.

-¡Maldita sea! Donghae... no puedes vivir con un recuerdo. Él está muy lejos, pero yo estoy aquí. ¿En tu corazón no hay espacio para otro amor?

-No para esa clase de amor.

-¿Y tu hijo? Yo le daría un nombre.

-La noticia de mi embarazo probablemente ya se ha difundido. Llamarían bastardo a mi hijo aunque me casara contigo. Sólo su verdadero padre puede resolver ese problema.

-Aun así, Dong... el niño necesita un padre. Yo lo amaría... aunque sólo fuera porque es tuyo. Tienes que pensar en el niño.

Donghae se apartó de Kibum y se detuvo junto al fuego. Detestaba la idea de lastimar a su amigo.

- Kibum, ya te dije...

-No, Donghae... no digas eso.

Se acercó a Donghae tomándolo por los hombros

- Por Dios... piensa en ello. Eres todo lo que siempre soñé, lo que siempre deseé. No puedes destruir tan fácilmente mis esperanzas. Te amo, Donghae... ¡no puedo evitarlo!

Se volvió y salió de la habitación sin dar a Donghae siquiera la oportunidad de responder.
Donghae cenó frente a la mesa cubierta con la lámina de mármol dorado y blanco, frente al diván.

Se sentía pesado y torpe, solitario y desdichado. Maldición, ¿por qué Kibum lograba que se sintiera tan culpable? No deseaba casarse con él, porque no soportaba la idea de vivir con otro hombre después de haber conocido a Hyukjae. ¿Por qué tenía que amarlo Kibum? No quería casarse con él, ni con ningún otro.

Había creído que en casa podría tener en paz a su hijo, pero lo mismo le hubiera valido haber permanecido en El Cairo.



Durante los meses más o menos rutinarios que siguieron, Donghae se ocupó de preparar la habitación para el hijo de Hyukjae. Eligió muebles, cortinas y una alfombra azul. Se abrió una puerta que comunicó su habitación con la del niño.

El cuarto estaba preparado. Las ropitas que había comprado formaban ordenadas pilas. Y se aburría porque no tenía nada que hacer.

No podía cabalgar. solamente leer y pasear. Se sentía cada vez más pesado y se preguntaba si lograría recuperar la esbeltez. Dio vuelta al gran espejo, de modo que mirase hacia la pared; estaba harto de contemplar su forma redondeada.

Kibum lo torturaba. Venía a verlo todos los días y cada vez se repetía la misma escena. No estaba dispuesto a renunciar. Comenzaba a hartarse del asunto.

Hacia el final de la tarde de un día de septiembre Donghae adoptó una decisión definitiva. Pasó de una habitación a otra buscando a Sora y la encontró en la habitación del niño, limpiando la inexistente suciedad de los muebles. Entró y se detuvo al lado de la cuna. Tocó levemente los payasos de vivos colores y los soldados de juguete que colgaban sobre la camita, y el impulso los obligó a bailotear alegremente en el aire.

-Sora tengo que salir de aquí -dijo de pronto.

-cariño ¿de qué estás hablando?

-No puedo permanecer aquí más tiempo. Kibum me enloquece. Me repite constantemente lo mismo... cada vez que viene. No lo soporto más.

-No le permitiré entrar y así se terminará el asunto. Le diré que aquí no lo aceptamos.

-Sabes que no soportará eso y que el problema se agravará.

-Sí, eso no es bueno.

-Lo sé, y por esto tengo que marcharme. Iré a Londres y alquilaré un cuarto en un hotel. Encontraré un médico a quien llamar cuando llegue el momento. Pero estoy decidido. Me marcho.

-No harás nada por el estilo. No irás a Londres... a un lugar atestado de gente que tiene tiempo sólo para ella misma... gente muy egoísta -replicó Sora, agitando el dedo frente a las narices de Donghae.

-Pero es necesario que vaya... estaré perfectamente.

-Cariño, no me permitiste terminar. Acepto que debes apartarte del señor Kibum. Pero no vayas a Londres. Puedes ir con mi hermana que trabaja en Benfleet. Es cocinera en una gran propiedad que pertenece a una familia del mismo nombre que el individuo a quien tú amas.

-¿Lee?

-Sí, pero ese Lee Hyukjae no puede ser un caballero, sobre todo después de lo que hizo.

-Bien, la única familia de Hyukjae es su hermano, y vive en Londres.

-Sí, de modo que puedes ir y tener allí a tu hijo... creo que Sungjin dijo que la residencia se llama Jewel. Y allí hay gente que puede cuidarte.

-Pero, ¿qué dirá el propietario si vivo en su casa?.

-Sungjin dice que el amo nunca está... siempre viaja de un país a otro. Los criados tienen la casa para ellos y el único trabajo es conservarla en buenas condiciones.

-Pero pensé que Sungjin vivía en Dovet.

-Así era, hasta hace siete meses. La antigua cocinera de Jewel murió y Sungjin se enteró por casualidad de que el puesto estaba vacante. El amo paga bien a los criados. Es un hombre muy rico. Esta noche le enviaré un mensaje para informarle que tú vas allí. Después haremos el equipaje y saldrás mañana. Me agradaría acompañarte, pero esta casa se vendrá abajo si yo no estoy.

-Lo sé, pero de todos modos estoy seguro de que me sentiré bien con tu hermana.

-Sí, y según dicen el ama de llaves es una persona bondadosa. Yo me ocuparé de que estés en buenas manos.

Esa noche Donghae no informó a Kibum que se marchaba. Dejó a cargo de Sora la tarea de explicarle la situación.



Después de un viaje de tres días Donghae llegó a fines de una tarde a la vasta propiedad llamada Jewel. Durante la última media hora, el carruaje había recorrido la propiedad de los Lee. Donghae advirtió que el lugar tenía por lo menos doble extensión que la residencia Choi.

La mansión se veía lujosa, tenía una gran «L» de hierro, fijada a las altas puertas dobles, llamó dos veces. Le parecía irónico que entrase en el hogar de un hombre llamado Lee para tener su hijo engendrado por otro hombre llamado Lee.

Se abrió la puerta y una mujer pequeña y madura se asomó y sonrió con simpatía. Tenía los cabellos negros con grandes mechones recogidos en la nuca, y bondadosos ojos grises.

-Usted seguramente es Choi Donghae. Pase... pase. Soy Sungjin, la hermana de Sora. Me alegro muchísimo de que haya venido aquí para tener a su hijo. Cuando esta mañana llegó el mensajero con la noticia de que usted venía, sentimos que la vida volvía a esta vieja casa.

-No quiero provocar molestias -dijo Donghae.

-¡Tonterías, niño! ¿Por qué habría de causar molestias? Aquí hay mucha gente ociosa, sobre todo porque el amo siempre está ausente. Puede considerarse bienvenido, y permanecer todo el tiempo que desee. Cuanto más tiempo, mejor.

-Gracias.

El espacioso vestíbulo estaba mal iluminado, y las paredes aparecían revestidas de antiguos tapices con escenas de batallas y paisajes. Al fondo, dos escaleras curvas, y entre ellas dos pesadas puertas dobles de madera tallada. Sillas, divanes y estatuas de mármol contra las dos paredes.

- Nunca he visto un vestíbulo tan enorme. Es muy hermoso.

-Sí, la casa es así... grande y solitaria. Necesita una familia que la habite, pero no creo que viva el tiempo necesario para ver satisfecho mi deseo. Parece que el amo no desea casarse y tener hijos.

- Oh... ¿entonces, es un hombre joven? -preguntó sorprendido.

Lo había imaginado viejo y débil.

-Así dicen, y también irresponsable. Prefiere vivir en el extranjero antes de administrar su propiedad. Pero venga, usted seguramente está agotado después de recorrer el campo. Lo llevaré a su habitación, y puede descansar antes de la cena-dijo Sungjin mientras subía la escalera con Donghae - Sabe una cosa joven, su hijo será el primero que nazca aquí en dos generaciones. Minji el ama de llaves, me dijo que lady Sunye fue la última, y era hija única.

-Entonces, ¿el señor Lee no nació aquí?

-No, nació en el extranjero. Lady Sunye viajaba mucho en su juventud -replicó Sungjin

Un sentimiento de inquietud comenzó a insinuarse en Donghae, pero consiguió dominarlo.

-Lo pondré en el ala este... recibe el sol de la mañana -dijo Sungjin.

Llegaron al segundo piso y comenzaron a caminar por el largo corredor. También ahí las paredes estaban totalmente cubiertas de bellos tapices.

Donghae se detuvo cuando llegó a la primera puerta. Estaba abierta, y el interior azul le recordaba su propio cuarto. Le sorprendió el tamaño y la belleza de la habitación. La alfombra y las cortinas eran de terciopelo azul oscuro, y los muebles y el cubrecama mostraban un azul más claro. Había allí una enorme chimenea de mármol negro.

-¿Podría ocupar este cuarto? -preguntó Donghae obedeciendo a un impulso—. El azul es mi color favorito.

- Por supuesto. Estoy segura de que el señor Lee no se opondrá. Jamás está en casa.

-Oh... no sabía que éste era su cuarto. No, no podría.

-Está bien. Es necesario que alguien viva aquí. Hace más de un año que nadie lo habita. Ordenaré que traigan su equipaje.

-Pero... sus cosas, sus pertenencias, ¿no están aquí?

-Sí, pero es una habitación para dos personas. Le sobrará espacio.

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