-¿Que fue lo que sucedió? ―quiso saber Minnie
y en su rostro redondo había una expresión seria. Donghae se volvió hacia él,
apartándose de la ventana desde la cual estuvo contemplando la calle desierta,
ese domingo por la tarde y replicó con toda calma.
-No sucedió nada, quiero volver a trabajar.
Muchos jóvenes casados lo hacen ―esa era su historia y se apegaría a ella.
Aunque fuera su mejor amigo, no podía confiar en Minnie; su comentario, con
toda razón, sería: "¡Te lo dije!"
-Si tú lo dices ―replicó despacio y luego se
puso de pie de un salto, con una sonrisa jovial―. Prepararé algo de beber y
luego veremos lo que hay en los libros. ¿Quieres té o café?
-Oh... té, por favor ―Donghae se dominó...
estaba a kilómetros de distancia, preguntándose cómo se enfrentaría a la vida
sin Hyukjae, vio que su amigo alzaba las cejas y se advirtió que debía ser más
cuidadoso.
Vio que Minnie se dirigía a la cocina del
pequeño apartamento arriba de la oficina, inhaló una bocanada de aire y luego
exhaló despacio. Hasta ahora lo había hecho bien. La lucha para recuperar su
dignidad había empezado y se sentía orgulloso de eso.
Esa tarde, tan pronto como se despidieron
los últimos invitados, decidió ir a su auto a ver a Minnie. No había vuelto a
conducir desde el accidente…
Hyukjae iba al volante ese día aciago,
cuando un chico ebrio salió a toda velocidad de una curva y causó el accidente
que le costó la vida al hijo que esperaba. Hyukjae no pudo hacer nada por
evitarlo y fue una casualidad que saliera con heridas y contusiones leves,
mientras que él fue internado en el hospital por una severa contusión, varias
costillas rotas y en peligro de aborto.
Cuando se armó de valor y sacó su auto, dio
el segundo paso positivo en el camino hacia la recuperación de su dignidad. El
primero fue cuando Hyukjae se volvió hacia él después de despedir a sus últimos
invitados y le informó en voz baja, pero con una firmeza que no toleraba la
menor discusión:
- Acompáñame al estudio, Donghae. Hay algo
que Shiyoon y yo debemos decirte.
Se dirigió a la casa bajo la luz del sol,
que hacía brillar el cabello y resaltaba los planos duros y angulosos de su
cara, pero si había alguna expresión en los ojos, él no pudo descifrarla.
No obstante, esta vez decidió discutir y
defender su posición, así que replicó con voz calmada:
- Lo siento, tengo una cita. Lo que vas a
decirme tendrá que esperar ―por lo menos hasta que hubiera organizado las
próximas semanas de su vida y pudiera presentarle a su esposo algo definitivo.
Sabía muy bien lo que Shiyoon iba a decirle
y él debía ser quien hablara primero. En todos los juegos había ganadores y
perdedores, pero estaba decidido a asegurarse de que, por lo menos en
apariencia, no saliera de ese horrible lío en segundo lugar.
Ignorando el repentino gesto de cólera en
la apretada boca de Hyukjae, Donghae se alejó hacia la cochera. En el interior
de la casa se escuchaba el sonido de una risa infantil y tuvo que controlar el
absurdo impulso de arrojarse en los brazos de Hyukjae y suplicarle que no lo
abandonara. Consciente de la mirada clavada en él, se obligó a seguir adelante
con la cabeza erguida y se dijo que a pesar de todo, Shiyoon era
un buen appa.
Durante los dos últimos días tan terribles,
había observado los cuidados que le prodigaba al pequeño. Donghae pensó en eso
y en todo lo que sabía hasta sentir un intenso dolor, porque era la única forma
en que podía evitar suplicarle a Hyukjae que se quedara a su lado.
Mientras más intenso fuera su dolor, más
probabilidades tendría de recuperar el orgullo que hizo a un lado cuando aceptó
ser su esposo; se armó de valor para abrir la puerta del auto que Hyukjae le
obsequió poco después de su matrimonio y que no había vuelto a conducir después
del accidente.
-¿Tratas de decir que quieres volver a ser
mi socio? ―preguntó Minnie cuando regresó con dos tarros de té, Donghae movió
la cabeza, sonriendo sentandose en el sofá.
No necesariamente ―la agencia de empleos,
que iniciaron juntos, tenía sus oficinas allí, a menos de dieciséis kilómetros
de la mansión Lee y Donghae no quería estar tan cerca. Si trabajaba en la
localidad, no podía encontrarse de cuando en cuando con Hyukjae, Shiyoon y su
hijo. Además, sus padres aún vivían en la aldea, y esperarían que los visitara
con regularidad, así que cada vez que lo hiciera, tendría que cruzar la
impresionante puerta de la propiedad Lee.
-Bueno, no creo que el amo permita que su
esposo friegue los pisos, haga el aseo en una oficina, sea mesero para fiestas
particulares ―rió burlon Minnie hojeando una libreta―. Y por supuesto, no estás
calificado para trabajar como enfermero, así que no veo...
-¿No hay algún otro? ―intervino Donghae,
esperando no sonar desesperado. Necesitaba ganarse la vida, ser independiente,
y un trabajo por horas, que era en lo que se especializaba la agencia, le
ayudaría hasta que pudiera encontrar algo permanente, tan lejos de allí como
fuera posible.
-Lo siento ―Minnie arrugó la nariz―. La
semana pasada había mucho trabajo, pero ahora no tengo nada. Sólo hay uno y no
es adecuado.
Nada en la vida era fácil y por lo visto
tampoco lo sería encontrar un trabajo de inmediato. Tendría que alejarse cuanto
antes, y buscar un trabajo permanente. Se llevaría el auto, puesto que fue un
regalo de cumpleaños, pero no tocaría ni un centavo de la generosa suma que Hyukjae
depositaba en su cuenta privada.
Sería un problema encontrar alojamiento
mientras buscaba trabajo. Y puesto que Minnie era astuto y experto en captar
las vibraciones, Donghae decidió que tenía que mostrar cierto interés, así que
logró preguntar con tono indiferente:
-¿Qué tiene de inadecuado el único puesto
que por lo visto no has podido llenar? ―se obligó a conservar la calma cuando Minnie
respondió:
-Es en Japón, con un escritor inglés que
vive en Osaka... aparentemente se mudó allí hace tres años y renovó una pequeña
granja, varios kilómetros tierra adentro ―Minnie mordió una galleta de
chocolate y prosiguió―. El trabajo parece fantástico. Su secretario ingles huyó
con un tipo alemán y quiere encontrar una persona que cubra el puesto mientras
encuentra a la persona adecuada... alguien de más de cincuenta años y recatada,
¡por lo menos eso dice él! Yoon Seungah, tú la recuerdas, por supuesto, se
muere por obtener ese puesto. Si él no ha encontrado a nadie para cuando ella
termine su trabajo con Pandatech, intentará conseguirlo.
-Seungah siempre ha sabido obtener lo que
quiere ―le recordó Donghae a Minnie, recordando a la atractiva castaña que
parecía vivir la vida y encontrar amigos con despreocupada facilidad- Sería una
lástima perder un nuevo cliente. Yo iré. Y no creo haber perdido mis
habilidades de asistente ―advirtió interpretando de manera errónea la mirada de
sorpresa de su amigo―. De cuando en cuando he trabajado para Hyukjae y puedes
creerme, me he mantenido actualizado.
-Oh, te creo ―replicó Minnie de inmediato―.
¿Pero no le importará a Hyukjae que su esposo se ausente? No
creo que piense comprar un helicóptero para transportarte de regreso a casa,
cada tarde a las cinco en punto ―rió burlon―. ¡Parte del problema que tiene mi
cliente es que a veces trabaja mejor por la noche y a menudo despierta a su asistente
durante la madrugada para que tome dictado!
Donghae se encogió de hombros y evitando la
mirada de Minnie, comentó:
-Eso no será problema, pues Hyukjae pasa
mucho tiempo fuera de casa ―era la verdad, pues desde el accidente pasaba mucho
tiempo viajando―. No le importará si yo me alejo de casa unas semanas ―eso
también era cierto, Shiyoon y él se sentirían muy felices de no verlo. No
querrían que estuviera cerca, haciendo escenas, una vez que le explicaron lo
que sucedía. Y él tampoco deseaba eso, haría una retirada digna. Después de
todo, era lo único que podía hacer.
Se puso de pie y su aplomo natural le
ayudó. Minnie podía interpretar la situación como quisiera, algún día le diría
la verdad a su amigo. No se sentía lo bastante fuerte para enfrentarse a las
frases de simpatía y de "te lo dije".
Se sentía más que agradecido porque sus
padres estaban fuera, realizando un crucero alrededor del mundo, un viaje que
su padre se prometió que harían cuando se retirara.
-¿Podrías llamarme mañana? ―preguntó―. Una
vez que hayas hecho los arreglos necesarios.
-Puedo hacer algo mejor que eso ―declaró Minnie,
mirándolo serio―. Si me prometes que Lee Hyukjae no se enfurecerá y vendrá a golpearme
por enviar a su esposo al extranjero.
-Eso sería lo ultimo que haría ―Donghae se
obligó a sonreír. Con toda probabilidad Hyukjae le enviaría a Minnie champaña y
flores durante meses por ayudarlo de una manera tan oportuna a deshacerse de un
esposo al que ya no necesitaba y a quien jamás fingió amar.
-¡Si tú lo dices! ―Minnie descolgó el
auricular, marcó un número y cinco minutos después, terminó su conversación,
colgó y le informó a Donghae―. Me asegura que se siente de lo más aliviado. El
trabajo se ha acumulado y será mejor que vayas cuanto antes
―a toda prisa anotó algo en una tarjeta y se la entregó a Donghae―. Aquí tienes
su dirección y su número telefónico; si te extravías, puedes llamarlo y él irá
a rescatarte. Aplica lo mismo si quieres reunirte con él en Osaka.
Donghae guardó la tarjeta y se puso de pie.
Si quería ser completamente independiente, sería mejor que empezara ahora y
aunque el corazón le latía apresurado, cuando cruzó la verja de la mansión,
apretó la boca en un gesto de determinación y en sus ojos apareció una mirada
fría.
Hyukjae nunca le ocultó los motivos para
casarse con él. Quería un heredero, una familia que disfrutara de todo lo que
él había logrado. El distanciamiento, tanto emocional como físico, después de
que perdió al bebé y del pronóstico médico de que tal vez jamás podría volver a
concebir no fue una sorpresa.
Entró en su habitación y empezó a guardar
metódicamente su ropa en una maleta, obligándose a conservar la calma, porque
se vendría abajo si la perdía, aunque sólo fuera por un instante. Cuando
estuviera listo para irse, buscaría a Hyukjae, le hablaría de sus planes y se
alejaría de allí.
Sin embargo, las cosas no resultaron así,
porque Hyukjae entró a su habitación, haciéndole dar un salto
-¿Ya puedes disponer de un momento para
hablar con Shiyoon y conmigo? ―preguntó él tenso y con una expresión dura en
sus rasgos severos y atractivos.
Donghae se estremeció y sintió que su
cuerpo se enfriaba. Ignorando el sarcasmo inicial, lo vio
entornar los párpados cuando su mirada se detuvo en la maleta abierta y
respondió a toda prisa:
-No quiero escuchar lo que Shiyoon y tú
tengan que decirme. No creo que sea nada importante ―le dio la espalda, pues no
estaba dispuesto a que viera el dolor reflejado en su rostro.
Tenía que alejarse antes de que Hyukjae
tuviera la oportunidad de arrojarlo de su vida; era la única forma de salvar su
orgullo y conservar su dignidad. No se arrastraría, ni lloraría, no delante de
él, mucho menos cuando su antiguo y único amor estaba cerca... con el hijo que
los dos habían procreado.
Lo oyó retener el aliento una fracción de
segundo, antes de que sus manos lo sujetaran por los hombros, obligándolo a
darse la vuelta para mirarlo; Donghae alzó la barbilla en un gesto rebelde
cuando él estalló áspero.
-¿Qué diablos te pasa?
Pudo decírselo, pero no le daría la
satisfacción, ni la oportunidad de qué expresara en palabras su amor por Shiyoon
y su hijo. Podría soportar cualquier cosa, menos eso.
-Por favor, déjame ir ―el calor de esos
dedos fuertes le quemaba la piel a través de la camisa, amenazando con
despojarlo de todo su aplomo, logrado con tanto esfuerzo; cuando él lo sujetó
con más fuerza habló a toda prisa, esperando que la cólera, provocada por su
negativa a escuchar lo que su querido Shiyoon y él tenían que decirle, le
impidiera adivinar lo mucho que le afectaba su contacto―. Si dejas de
maltratarme, te diré lo que pienso.
Al escuchar la inflexión ácida en su tono, Hyukjae
dejó caer las manos a los costados y apretó la boca. Su actitud había dado
resultado y si él pensaba que su contacto le disgustaba, eso era ganancia.
Habló tenso, antes que la abandonara su fuerza de voluntad.
-No necesito decirte que durante los últimos
meses nuestro matrimonio se ha desintegrado ―no tenía que especificar fechas ni
recordar qué motivó la pérdida del interés de su esposo en él―. Creo que lo
mejor será que nos separemos por un tiempo.
Se apartó, y se esforzó para que sus
movimientos fueran tranquilos y seguros, sacó un montón de ropa de un cajón de
la cómoda, y lo guardó en la maleta. El corazón le latía con un ritmo pesado y
enfermizo, pero Hyukjae no lo sabía y aunque él no podía verlo, estaba
consciente de que le miraba cauteloso, dominado por la tensión que mantenía
rígido su poderoso cuerpo.
-¿Eso es lo que quieres? ―en su voz ronca
había una tirantez que, si no lo hubiera conocido tan bien, se habría imaginado
que se debía al dolor. Pero sabía que no era así, se recordó. Tal vez él no le
amaba y con seguridad no planeaba serle fiel, pero no era un hombre indiferente
y tal vez le inquietaba su bienestar.
Donghae asintió, incapaz de hablar por el
momento, porque eso era una despedida. Le decía adiós al hombre a quien siempre
amó, y al futuro que pudieron haber tenido juntos, si las cosas hubieran sido
diferentes. Tragó saliva para deshacer el doloroso nudo en la garganta, y se
inclinó para cerrar la maleta, mientras trataba de recobrar la voz. Al fin
logró decir:
-Lo es. He encontrado un trabajo, así que no
debes preocuparte, te sugiero que nos pongamos en contacto dentro de uno o dos
meses para finalizar las cosas ―para entonces, toda la localidad sabría qué día
se había ido, que Shiyoon lo había reemplazado y que estaba en el lugar que le
pertenecía. Para entonces, habría creado una vida propia lejos de él,
recobrando su autoestima― Y al salir, no des un portazo. Podrías despertar a Minwoo.
-Será mejor que demos por terminado el día ―Choi
Jinhyuk se pasó los dedos por el cabello castaño claro, con el rostro tenso por
la fatiga―. Y gracias, Donghae. Creo que hemos hecho un buen trabajo ―dejó ver
una sonrisa radiante que transformó sus rasgos ordinarios y Donghae se la
devolvió sin poder evitarlo, incluso lo perdonaba por haberlo despertado a las
cuatro de la mañana, cuando su fértil mente rebosaba de ideas para la sección
media de su actual libro, que hasta entonces había sido un punto escabroso.
-Pienso dormir un par de horas y te sugiero
que hagas lo mismo. Si aún sigues dormido al mediodía, prepararé la comida y te
despertaré. ¿De acuerdo?
Donghae insistió distraído mientras él
salía del estudio atestado de libros; El cansancio físico y la satisfacción, lo
hacían verse mayor. Por un momento, su mirada se suavizó al contemplarlo.
Durante los diez días pasados en la vieja
granja, había aprendido a apreciar y respetar al escritor. A pesar de un enorme
éxito comercial, no se daba importancia y aunque le hacía trabajar mucho, era
justo; le pagaba un salario excelente e insistía en que se tomara muchos ratos
libres para compensar sus extravagantes horarios de trabajo.
Aunque trabajó arduamente durante las
últimas cinco horas, no estaba de humor para regresar a la cama. No podría
dormir y sólo se quedaría allí, presa de los pensamientos que aún luchaba por
apartar de su mente.
Diez días no eran suficientes para
recuperarse del trauma de perder a Hyukjae, se dijo mientras subía la escalera
para darse una ducha. Dudaba que alguna vez llegara a recuperarse, pero
esperaba que con el tiempo, llegaría a aceptarlo y podría seguir adelante con
su vida, sin tener que vigilar de una manera absoluta sus pensamientos y sus
emociones.
El viaje a Japón fue lo mejor que pudo
hacer, se aseguró mientras preparaba el café en la cocina. Vestía un amplio
pantalón de algodón beige y una camisa azul marino sin manga. Jinhyuk, que Dios
lo bendijera, lo hacía trabajar mucho y le dejaba muy poco tiempo para cavilar.
A su llegada, lo recibió como si fuera su salvador y su propia estimación
aumentó cuando él le alabó por la actitud positiva con que se enfrentó al
montón de trabajo que se había acumulado desde que se quedó sin asistente.
Pero Oh Yina, que iba casi todos los días
para encargarse de los quehaceres domésticos, llegaría en
cualquier momento y aunque hablaba un coreano deficiente, era incorregiblemente
curiosa y sometía a Donghae a largo interrogatorios a la menor oportunidad, así
que lavó la cafetera y salió a disfrutar del sol matutino.
La granja se hallaba en un valle entre un
laberinto de angostos caminos, cuando al fin Donghae logró encontrarla el día
de su llegada, supo que era un lugar perfecto para ocultarse.
¿Ocultarse de quién?, se burló. Eso no era
necesario, pues nadie lo buscaría. Hyukjae debía sentirse muy agradecido al ver
que se había alejado voluntariamente de su vida.
Con el ceño fruncido, apartó de su mente
esos molestos pensamientos, y trató de relajarse. Su cuerpo ansiaba un poco de
aire puro y ejercicio. Mientras caminaba por esos encantadores senderos,
bañados por el sol y con el bosque cerca, se dio cuenta de que era el lugar
perfecto para disfrutar de eso. De pronto, como a menudo le sucedía en esa
región encantada, dio vuelta en un recodo y encontró un arqueado puente de
piedra que cruzaba un arroyo; se apoyó en él para recobrar el aliento,
agradecido por la sombra de los árboles.
En ese momento, el ruido de un motor
perturbó el monótono canto de las aves y el zumbido de las abejas, así que se
apartó para dejar tanto espacio libre como le fuera posible en el angosto
sendero, pero se volvió cuando el vehículo se detuvo a su espalda; tal vez era
un turista extraviado. La sonrisa cortés murió en sus labios, el corazón le dio
un vuelco y luego empezó a latir desbocado cuando Hyukjae le ordenó, a través
de la ventana abierta del auto:
-Sube.
No podía moverse, literalmente era incapaz
de mover un solo músculo. No sabía qué hacía él allí, cómo pudo encontrarlo y
por qué se molestó en hacerlo. Abrió la boca, pero no pudo articular palabra
alguna y se quedó allí, mudo; luego oyó murmurar una
violenta imprecación mientras bajaba del auto.
-No me mires con esa expresión confundido, Donghae.
Ya nos conocemos ―apretó los dientes y recorrió con la mirada su rostro
pálido―. Soy el hombre con quien te casaste, ¿lo recuerdas? A quien prometiste
amar, honrar y obedecer, así que sube al auto.
Tenía los puños apretados a los costados,
contra el pantalón de algodón negro, parecía como si quisiera sacudirlo hasta
que se le cayera la cabeza; trató de que sus resecos labios pronunciaran la
palabra "no” y lo vio apretar la boca, con la piel tensa sobre los pómulos
y la agresiva mandíbula.
-Estoy bloqueando el camino y no pienso
moverme un solo centímetro sin ti ―eso debió advertirle a Donghae que estaba
dispuesto a obligarlo a subir al auto, pero aún seguía en estado de choque
cuando él rodeó el auto. Cuando llegó a su lado logró decir con voz ronca:
-Estoy trabajando aquí y ya me he retrasado
―lo que era una absurda mentira, pero pareció creerla, porque la voz profunda
se suavizó, aunque en ella había un dejo de amenaza que Donghae nunca antes
había escuchado.
-Entonces guíame. Yo te llevaré.
No había forma de salir de esa situación.
Podía negarse categóricamente y Hyukjae simplemente se alejaría de allí, con él.
Para llevarlo a cualquier parte, lo sabía por su estado de ánimo.
Nunca antes lo había visto tan
encolerizado. Algo en su interior se estremeció y se contrajo al contemplar su
perfil rígido; le indicó la dirección con voz apagada, preguntándose si él
sabía que le estaba haciendo pasar por un infierno.
Acababa de emprender el largo y arduo
camino que le llevaría a aceptar su fracasado matrimonio, y Hyukjae tenía que
aparecer para enviarlo de nuevo al punto de partida. Temblaba en su interior
cuando le preguntó en medio de un silencio difícil:
-¿Cómo supiste en dónde estaba?
-¿Por Minnie?, ¿por quién más?
-Por supuesto. ¿Por quién más? Su mejor
amigo tenía que ser la primera persona a quien Hyukjae
interrogara.
- ¿Por qué te molestaste? ―le preguntó
aturdido, moviendo la cabeza inconscientemente.
Hyukjae lo miró de reojo con una expresión
dura y su mirada era un mal presagio para su paz mental; luego respondió
sombrío:
- ¿Acaso pensaste por un momento que
simplemente dejaría que te alejaras de mi lado?
Donghae se encogió en el asiento y cerró
los ojos. ¿Por qué no pensó en eso? Por supuesto que él no le permitiría
alejarse simplemente. Lee Hyukjae era un hombre de un carácter rudo y siempre
quería tener el control. Odiaba los cabos sueltos. Tenía que saber lo que
estaba haciendo su esposo y en dónde lo estaba haciendo. Además, querría un
divorcio rápido, ¿o no? Necesitaba vigilarle, saber exactamente en dónde
estaba.
-Muy acogedora ―su tono sarcástico, cuando
frenó el auto, le hizo abrir los ojos. Estaban en el patio adoquinado frente a
la vieja granja.
-¿Sí, verdad? ―replicó con el mismo tono.
Tal vez le había vencido, pero no permitiría que él lo viera―. Me fascina y ya
me siento como si fuera mi hogar.
Hogar. La sola palabra le atravesó como la
hoja de un cuchillo. Su hogar era donde él estaba y jamás volvería a vivir
allí. Nunca escuchó otra palabra más inadecuada; parpadeó resuelto para
ahuyentar las lágrimas y le dirigió una mirada centelleante, ignorando el gesto
de cólera en los labios de Hyukjae.
-Entra si tienes algo que decirme. No creo
que hayas venido hasta aquí sólo para cambiar de escenario.
Bajó del auto y cruzó el patio delante de
él, obligándose a conservar la calma. Hasta ahora, había evitado la agonía de
oírlo decir que quería el divorcio, para quedar en libertad
de casarse con Shiyoon y llevarlo a vivir a su lado, junto con su hijo. Había
huido, pero no lo bastante lejos ni con la rapidez suficiente y Hyukjae lo
había alcanzado. Ahora tendría que escucharlos sin revelarle nada.
Si el supiera desde hacía cuanto tiempo lo
amaba tan apasionadamente, sentiría lástima y no podría soportar eso. La
humillación sería la última gota. Era mejor para ambos que él siguiera creyendo
que el suyo fue un matrimonio sin amor, por ambas partes, y que había decidido
que ya no le bastaba con ese tipo de relación estéril.
En el vestíbulo reinaba el silencio y Hyukjae
se quedó atrás, de pie en el vano de la puerta, bloqueando la luz del sol y
luego comentó con tono helado:
-¿Así que ahí viven los dos, tu y el famoso
autor? Qué escenario tan idílico.
-Así es ―habló con voz débil, dura. Tenía
que ser así, porque negar lo que era obvio que él pensaba, sería revelar la
pequeña grieta en su armadura. No era necesario informarle que dormía en el
anexo, igual que su predecesor. No era necesario hacerlo saber que para él no
existía ningún otro hombre.
-Vamos a la sala ―lo invitó con tono sereno
que desmentía los apresurados latidos de su corazón―. Jinhyuk aún está en la
cama, pero estoy seguro de que no le importará.
Se disponía a alejarse hacia la puerta que
estaba a un lado del estudio, pero Hyukjae lo sujetó con fuerza de una muñeca y
con la boca apretada en una amarga línea, preguntó, atrayéndolo hacia su cuerpo
duro y delgado:
-¿Así que pasó una mala noche?
-¡Los dos lo hicimos! ―estar tan cerca de
él, sintiendo el calor vital de su cuerpo, los músculos duros era un tormento
agridulce y su reto fue una respuesta directa, un mecanismo de defensa; lo miró
desafiante para disimular su angustia y vio el involuntario estremecimiento de
un músculo en la mandíbula de Hyukjae, eso le hizo experimentar un leve
sentimiento de triunfo, porque después de todo, Hyukjae sentía celos.
Pero el triunfo fue de corta vida. Todavía
era su esposo y, como tal, su propiedad. Se había casado con él, compartieron
la misma cama y durante tres breves meses llevó un hijo de él.
Después de eso, Hyukjae jamás volvió a
hacerle el amor, porque no tenía objeto, sabiendo que las probabilidades de que
volviera a concebir eran muy remotas. No obstante, aun así lo consideraba como
su posesión,
Su vanidad se sentiría herida si pensaba
que Donghae se acostaba con otro. Con la garganta reseca, trató de apartarse,
pero él sólo lo sujetó con más fuerza y declaró con voz apagada:
-Donghae, debemos hablar. ¿No lo comprendes?
―por un absurdo momento casi creyó que se interesaba en él, que todavía quedaba
algo de su matrimonio, que algo podría salvarse de las ruinas. Despacio, lo
miró; sintió que el cuerpo de él se sacudía con un temblor revelador y entonces
oyó a Jinhyuk desde lo alto de la escalera.
-¿Todo está bien, Donghae? ―su voz sonó
agresiva, porque no todos los días se encontraba con un perfecto desconocido
maltratando a su asistente.
Pasó un momento y pensó que debió imaginar
los celos de Hyukjae, porque cuando respondió por él, su tono era casi
aburrido, totalmente cortés y controlado.
-Muy bien, Choi. Pasaba por aquí y decidí
venir a visitar a mi esposo.
-Oh, entiendo ―respondió cauteloso mientras
bajaba la escalera y Donghae suspiró.
Cuando llegó a Japón, le informó a su jefe
que estaba separado de su esposo. El aceptó eso e incluso si llegó a la
conclusión de que la separación databa de tiempo atrás y fue amistosa. Ahora
tal vez él pensaría que cada mañana bajaría para encontrarse con su airado
esposo frente a su puerta.
¡No necesitaba esa clase de complicaciones
y si quería conservar su trabajo, tendría que convencerlo de que no sería así!
-Donghae, ¿quieres pedirle a Yina que lleve
café al estudio? ¿Quiere acompañarnos, Lee? ―Jinhyuk se enfrentó al hombre
mucho más joven y más alto, con una expresión ligeramente belicosa. Era obvio
que acababa de ducharse y ahora vestía un ligero pantalón
color café claro y una almidonada camisa blanca; su aspecto era alerta después
de haber dormido y se veía más joven y vigoroso.
-Gracias ―-Hyukjae inclinó la cabeza, pero
su tono era casi desdeñoso y tenía la boca apretada con un gesto hosco, así que
Donghae se alejó con las palmas de las manos húmedas.
Los dos hombres actuaban como adversarios,
dispuestos a luchar a muerte por sus derechos territoriales.
No podría comprenderlo. Aún estaba casado
con Hyukjae, pero eso no duraría, porque
quería deshacerse de él. Y aunque Jinhyuk tal vez estaba molesto porque
un visitante indeseado había alterado su rutina de trabajo, debía saber que eso
no volvería a suceder.
Tendría que aclararle eso tan pronto como Hyukjae
se fuera. Necesitaba ese trabajo y estaba decidido a conservarlo, pues una vez
que demostrara que era capaz y digno de confianza, tenía intenciones de pedirle
que lo empleara permanentemente.
Fue una sorpresa volver a ver tan pronto a Hyukjae;
necesitaba tiempo para armarse de valor y actuar como si en realidad no le
importara que él le pidiera el divorcio.
El ambiente en la pequeña habitación
atestada de libros no le ayudó a recobrar el equilibrio. Jinhyuk estaba sentado
frente a su escritorio, con la mirada centelleante y Hyukjae recorría la
habitación de un lado a otro, como un tigre enjaulado.
-¿Cuánto tiempo piensa quedarse en la
región? ―preguntó Jinhyuk bruscamente.
Hyukjae, con los párpados entornados,
observaba cada movimiento de Donghae y respondió con voz suave:
-Todo el tiempo que sea necesario ―sus ojos
se endurecieron cuando Donghae le entregó el café―. ¿Tratas de hacerte
indispensable con otro hombre?
Una oleada de calor invadió el rostro de Donghae,
pero sentía el cuerpo helado. Era una referencia directa al hecho de que
durante seis meses, antes que él le hiciera su sorprendente
proposición de matrimonio, él trabajó como su asistente y actuó como anfitrión
en la mansión Lee.
Donghae recordaba, como si hubiera sucedido
ayer, la mañana en que Hyukjae entró a la agencia de empleos solicitando un
asistente temporal. Todos sabían que no hacía mucho tiempo que Shiyoon se había
alejado de su vida. Se compadeció de él, porque sabía lo que era un amor sin
esperanza.
-Necesito un milagro... alguien capaz de
desempeñar varias tareas -confeso y sus rasgos austeros se suavizaron con una
sonrisa que últimamente dejaba ver muy rara vez―. Alguien que pueda actuar como
asistente y a veces anfitrion, cuando yo reciba a mis colegas de negocios para
trabajar durante los fines de semana. Sería por varios meses. Para entonces,
espero que habré encontrado a alguien.
Hasta ahora, Donghae no sabía qué locura lo
impulsó a ofrecer sus servicios. El cielo sabía que Minnie y él estaban
demasiado ocupados con la administración de la agencia en rápida expansión.
-Eso sería ideal. Puesto que vives en la
aldea, podrías regresar a casa todas las noches y ya que yo trabajaré en el
distrito de negocios de Seul la mayor parte de la semana, dispondrás de mucho
tiempo para organizar lo necesario para los fines de semana en que yo decida
tener invitados.
Pero sucedió que pasaba menos tiempo lejos
de casa de lo que le hizo pensar, haciendo que su absurdo y desesperado amor
por él fuera en aumento.
Jinhyuk era lo bastante perceptivo para
captar ahora su inquietud, él le miró a los ojos con una expresión compasiva...
y con un gesto interrogante. Luego se volvió hacia Hyukjae, cuyo silencio
parecía contener una amenaza.
-¿En dónde se aloja?
-En Osaka ―con voz cortante, nombró uno de
los hoteles de más prestigio y dejó el café sin terminar sobre la bandeja―.
Pero no he venido aquí para intercambiar palabras amables. Me gustaría hablar
con Donghae, en privado ―se dirigió hacia la puerta, como si ya no pudiera
soportar la reclusión, interrumpiendo el comienzo de las protestas del otro
hombre con tono hosco―. Comprendo que es su asistente, Choi, pero en primer lugar
y antes que nada es mi esposo.
En el tenso silencio que siguió, Donghae
escuchó el latido de su propia sangre y resistió el impulso de gritar. Se
sentía como un hueso por el cual disputaban dos perros.
-¿Donghae? ―la voz de Jinhyuk sonó
indecisa―. ¿Eso es lo que quieres?
Él asintió mudo. En el estado de ánimo en
que se encontraba, Hyukjae obtendría exactamente lo que quería, sin importarle
los métodos que empleara. Y puesto que estaba allí, sería mejor que de una vez
por todas terminaran con la desagradable discusión acerca de su futuro.
Cuando eso quedara arreglado, podría hacer
las paces con su jefe y asegurarle que no se encontraría atrapado en un
desagradable drama matrimonial. Una vez que Hyukjae obtuviera su aceptación
para un divorcio rápido, ciertamente no querría volver a verle y mucho menos
desearía perder su valioso tiempo buscándolo y perturbándolo en su trabajo.
Hyukjae esperaba en el vano de la puerta,
con el ceño fruncido en un gesto de impaciencia y Donghae caminó reacia hacia
él, con un nudo en el estómago y los pies como si fueran de plomo.
Oírlo expresar en palabras su deseo de un
divorcio sería una de las cosas más difíciles, que jamás le
habían sucedido. Pero sobreviviría, se aseguró con firmeza cuando cruzó la puerta
con la cabeza erguida y negándose a mirarlo.
- ¡Por aquí!
Donghae se disponía a dirigirse hacia la
banca de piedra junto a uno de los muros del patio. Las piernas le temblaban,
pero se dio media vuelta al oír la brusca orden; lo vio a abrir la puerta del
auto y colérica, retuvo el aliento.
-¡No me trates como si fuera un perro!
―estalló furioso. Era mejor que Hyukjae viera su cólera y no su dolor―. No
pienso obedecer tus órdenes.
-Eso he visto. No obstante, sube al auto.
-Puedes decirme aquí lo que tengas que decir
―declaró con firmeza―. No hay nadie cerca, estamos en privado.
-No tengo intenciones de quedarme en la
propiedad Choi ―le advirtió él hosco―. ¿Vienes de buen grado, o tendré que
obligarte?
La advertencia en la mirada implacable de Hyukjae
era inconfundible. Sería mejor subir al auto por su propia voluntad, antes de
que él lo obligara.
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