Domando al Guerrero- Capítulo 1




Castillo Claydon, Inglaterra, 1192

Bang! Una y otra vez, ¡bang! El ruido del ariete se imponía a la auyante confusión que reinaba en las murallas interiores, a los gritos agónicos en el recinto exterior, al dar las flechas en el blanco, y a la atronadora jaqueca que latía en la cabeza de Kim Heechul.

¡Bang! Otra vez.

El ataque se había producido por sorpresa. Heechul al despertar de su sueño al grito de “¡A las armas!”, se había encontrado con el recinto exterior ya tomado merced a una astuta treta. El falso peregrino al que diera amparo la noche anterior había abierto el portón de la muralla exterior al amanecer, dando paso a un pequeño ejército. Gracias a Dios, no había permitido que el canalla durmiera en el patio interior ni en el torreón; de lo contrario él no estaría dirigiendo la defensa desde las almenas, por encima de la caseta de guardia interior.

Pero eso era todo lo que cabía agradecer.

El ejército atacante probablemente no superaba el centenar de hombres, pero Clydon estaba en esos momentos muy por debajo de la guarnición correspondiente a un castillo de su tamaño. Desde que su padre lo hubo aminorado para organizar el ejército que llevaría consigo a las cruzadas, sólo quedaron cincuenta y cinco hombres. Y no todos estaban presentes, al menos seis de ellos habían muerto o estaban atrapados en las murallas exteriores.

-¡Echad más combustible a ese fuego!- gritó a uno de sus sirvientes, los cuales habían sido reclutados para colaborar con la defensa-¡Esa agua hirviente se necesita ahora, no cuando las puertas hayan cedido!

Se inclinó por encima del parapeto y vio caer una gruesa roca a un metro de él. Lanzó una mirada asesina a Suyen, su sirviente de mayor confianza. De dieciocho años, insistía en ayudar, aunque Heechul había tratado de enviarle abajo, una vez le hubo traído su armadura, hecha a medida, para que se la pusiera allí mismo, en las murallas almenadas.

-¡idiota! –le espetó, disgustado

-Es que las piedras son pesadas –replicó Suyen, de malhumor, como si eso pudiera disculpar el desperdicio de proyectiles.

-Necesitamos más agua para hervir de inmediato. Y también otro fuego. El tiempo se nos acaba.

Se volvió en redondo, antes de ver si él se tragaba su sensible orgullo y hacía lo que él ordenaba. Y al volverse casi derribó al pequeño Jonghoo, que estaba junto a Heechul. El niño de siete años le cogió una pierna con los bracitos enjutos para no caer, pero a Heechul se le subió el corazón a la garganta, pues la caída habría podido despeñarlo desde la muralla, su pie lesionado no tenía equilibrio ni destreza suficiente para salvarlo.

-¿Qué haces aquí? –gritó Heechul, furioso por el susto que se había llevado.

En los pequeños ojos que lo miraban se formaron unas lágrimas. Nunca antes le había gritado; nunca había tenido sino palabras amables para él y un hombro suave en donde el niño podía llorar sus penas. Huérfano como era y no deseado por los aldeanos por su pie tullido, él era lo más parecido a un padre para él. El pequeño era sólo un siervo, pero Heechul lo había ayudado a superar tantas enfermedades infantiles que lo consideraba algo suyo, al menos cuando se trataba de cuidarlo y protegerlo.

-Quiero ayudaros señor –contestó Jonghoo.

Heechul le limpió la humedad de las mejillas ahumadas, con la esperanza de que una sonrisa borrara la huella de su aspereza anterior.

-Me alegro de que hayas venido, Jonghoo –mintió, mientras interponía su espalda, protegida por la cota de malla, entre el niño y las flechas que pudieran superar la muralla-. Subí tan deprisa que no tuve tiempo de dar indicaciones. Ve a decir a lady Yoona que corte vendajes y se prepare para atender a los heridos. Quédate con ella y con dama Eunsoo, para ayudarlas en todo lo que puedas. –Y agregó, con una sonrisa forzada- Y dile a los jóvenes que aún no hay motivo para alarmarse. Ya sabes lo tontos que son.

-Sí, señor. Son sólo muchachos.

“Y tú eres sólo un niño”, pensó con ternura, mientras lo veía ir hacia la escalerilla; su orgullo, al menos, estaba intacto. ¡Si hubiera podido quitar de en medio a Suyen con la misma facilidad! Lo vio a punto de ayudar a otro hombre a inclinar el gran caldero de agua hirviendo sobre la muralla. Intentó gritarle que se apartara, pero en ese momento una flecha pasó casi rozándole la mejilla. Un segundo después se vio arrojado al suelo por Ji Hyunsoo.

-Jesús, señor, casi...

-Apártate, patán, imbécil –gruñó él contra la cara cenicienta de Hyunsoo.

-Pero, señor...

El interrumpió sus protestas:

-Preferiría no estar aquí. Pero como sir Yesung cayó anoche en cama, sin duda envenenado por ese falso peregrino, tengo que dirigir la defensa.

-Puedo hacerlo yo.

-No puedes –dijo Heechul, más sereno. Bien querría él que fuera posible, pero el escudero de sir Yesung tenía sólo quince años. Era a Heechul a quien Yesung había llevado hasta ese sitio, apenas la semana anterior, para una lección de defensa rápida y completa; no a Hyunsoo-. Es a mi a quien buscan, y seré yo quien defienda mi propio destino. Si me capturan será por culpa mía, de nadie más.

-Por lo menos apartaos de la muralla –suplicó él, mientras lo ayudaba a levantarse.

-Sí, yo...¡Yen!

Su chillido hizo que ambos muchachos pegaran un respingo; Suyen volvió una mirada de indignación hacia Heechul, después de haber dado un brinco atrás para evitar el agua que estaba a punto de quemarle los pies. Al verlo, Heechul perdió los estribos por completo.

-Al diablo con tu orgullo, Yen. Vete abajo...ahora mismo. Te quiero demasiado como para verte chamuscado o herido, sólo por que crees poder hacer cosas de hombres con esos palillos secos que tienes por brazos. –Como él no obedeció de inmediato, Heechul gritó- ¡Ahora mismo, Yen, o por Dios que te haré encadenar dentro del torreón! Y tú también te irás, Hyunsoo. Aquí necesito gañanes, no bebés que se enreden entre los pies. De nada te servirá la espada, a menos que traigan escalas para trepar por las murallas o rompan las puertas. Vete ya, y sin una palabra más.

Hyunsoo se ruborizó ante la regañina, pues sabía que Heechul tenía razón, sus habilidades serían inútiles si no tenía al enemigo ante sí. Yen, en cambio, sonrió al pasar junto a él, camino de la escalerilla. Sin aquello de “te quiero demasiado...” se habría sentido dolorosamente ofendido, pero de ese modo podía retirarse con gracia y dignidad. Aunque se habría desmayado, a la vista de la primera gota de sangre, y los dos lo sabían.

Heechul suspiró al verlos marchar; luego volvió su atención al agua hirviente que, por fin, caía desde la muralla.

-¿Señor?

Se volvió. Cho Hwang, su mayordomo, le ofrecía un trozo de pan, queso y una redoma de vino. Tenía la chaquetilla empapada, pues había ayudado a mojar con agua el portón y los edificios del recinto interior, aunque los atacantes no habían arrojado aún ninguna flecha incendiaria.

-Gracias, Hwang –dijo, con una sonrisa, mientras cogía el alimento; sin embargo, tenía un nudo en el estómago como para comer nada.

Él hizo una mueca al oír el ruido del ariete a tan corta distancia.

-¿Sabéis quienes son? –preguntó.

-Hombres de sir Gura –contestó él.

Hwang que no había pensado en eso, se alarmó.

-Pero no llevan sus colores –señaló-. Tampoco hay caballeros entre ellos. Y no han venido preparados para sitiarnos.

-Sí, creyeron que podrían entrar fácilmente en el torreón, puesto que tenían a un hombre dentro que les abriría paso. Y estuvieron a punto de hacerlo. Si alguien no hubiera visto lo que hacía el falso peregrino, si la alarma no se hubiera dado a tiempo, no habríamos podido hacer entrar a los hombres apostados en el recinto exterior para asegurar este portón. Pero ¿qué otro hombre, Hwang, se atrevería a atacarme? –Agregó el muchacho con voz baja-: ¿Qué otro sabe que mi padre ha muerto?

Hwang meneó la cabeza.

-A estas horas puede saberlo cualquiera. Ha pasado casi un año, aunque nosotros supimos la muerte de lord Jungmo hace cuatro meses. ¿Pensáis acaso que, de los que acompañan al rey Shing, sólo vuestro padre escribía a su hogar? Y el conde informó a su castellano de la pérdida de su vasallo, tal como nos informó a nosotros. No hay manera de saber a quien se lo dijo el castellano en estos últimos meses, agregando también que vos aún no estáis casado. ¿Acaso no volvió a escribir hace apenas una semana, preguntando por la fecha de vuestra boda?

Todo eso era cierto, aunque a Heechul le fastidiara admitirlo. Aún le costaba hablar de la muerte de su padre y del dilema que ese fallecimiento le planteaba. Deshecho por el dolor, había dejado pasar casi un mes antes de escribir las cartas que asegurarían su futuro. Y ese mes le había costado muy caro, como podía atestiguarlo Clydon, ahora atacado. Pero aun así no tenía dudas de que esos hombres trataban de llegar a él por órdenes de Kim Gura, y recordó a Hwang el motivo.

-Sea como fuere, olvidas la visita que nos hizo Kim hace quince días. ¿No me pidió que me casara con él? Y como yo me negara, ¿no se escabulló en mi alcoba aquella noche, para violarme y lograr su voluntad con esa sucia estratagema? Si Yen no hubiera oído mis gritos...

-Por favor, señor, ¿a que mencionar esa noche infortunada? La verdad, esto podría ser obra de sir Gura, deseoso también de venganza, por haber sido arrojado al foso de Clydon. Pero no es el único señor dispuesto a arriesgar mucho por desposaros.

-No soy un heredero tan valioso, Hwang –dijo Heechul, exasperado.

Hwang frunció el ceño.

-Para tentar a un conde, quizá no. Pero con tantos caballeros como os deben tributo, os sobra con qué tentar a los pequeños barones del reino, y también a otros no tan pequeños. Bastaría Clydon para tentarlos.

Heechul lo sabía, pero una vez más le fastidiaba admitirlo. Podría haberse casado dos meses atrás si no hubiera tardado tanto en escribir esas cartas. Sabía lo vulnerable de su posición: su señor feudal, el conde de Shefford, estaba en las cruzadas, y con él, la mitad de los vasallos de Clydon, de los cuales tres habían muerto con su padre. Y aquel ataque se había producido de manera tan inmediata que no había podido enviar por Lee Minho, su vasallo más próximo, para que lo socorriera.

-Hasta podrían ser esos malditos proscritos que viven en nuestros bosques –continuó Hwang.

Heechul tuvo que contener una carcajada para no irritar a Hwang, pero eso alivió su miedo por un instante.

-Esas míseras ratas del bosque no se atreverían a tanto.

-Abajo no hay caballeros, señor. No hay un solo hombre con cota de malla –le recordó él.

-Sí. Kim Gura es demasiado mezquino para equipar debidamente a sus hombres. En todo caso, no importa quien sea el que llama a nuestra puerta, siempre que le impidamos la entrada.

Él no dijo más; ni en sus sueños se habría atrevido a discutir con Heechul. Cuando se alejó, Heechul nuevamente sintió miedo. No obstante, si Clydon era sometido a sitio, él podría resistir durante meses. Y Lee Minho acudiría en su auxilio antes de que pasara tanto tiempo. Y lord Jung Yunho debía presentarse en algún momento de la semana siguiente, en respuesta a sus cartas. Sin embargo, esos patanes de abajo debían de saber que estaba muy escaso de hombres. ¿De qué otro modo se habrían atrevido a atacar de inmediato, tras su negativa de rendición? Estaban decididos a llevárselo y obtener la victoria antes de que llegara ayuda, pues no eran muy numerosos, aunque superaran en mucho a los defensores del castillo.

Heechul había hecho todo lo posible, considerando que la batalla estaba medio perdida. Tuvo tiempo de prepararse, después de escuchar las exigencias desde la muralla y responder con una negativa. Había puesto en práctica todo lo que sir Yesung le había enseñado: dejó las armas preparadas, agua y arena calientes para arrojar desde la muralla y varas para abatir las escalerillas; también hizo mojar todo lo inflamable. Ante la escasez de hombres, todos los sirvientes fueron reclutados, con lo cual dobló su número. Los criados no sabían luchar, pero podían arrojar piedras, empujar las escalerillas de los invasores y cargar las ballestas para quienes supieran usarlas.





Lo despertó el maullido con que lord Heebum le informaba de su disgusto por el retraso de las viandas matutinas. Choi Siwon estiró un largo brazo sin abrir los ojos y recogió el bulto de pelo ralo para dejarlo caer en el centro de su amplio pecho.

-Supongo que es hora de levantarse –murmuró al gato, somnoliento.

Y obtuvo más respuesta de la que esperaba:

-¿Si, mi señor?

Siwon dio un respingo, recordando que en la víspera había llevado a la cama algo más que su gato mimado. También estaba aquel chico, uno de los seis que prestaban servicios entre sus hombres, frotó una pierna desnuda contra la de él. A Siwon no le interesó. El prostituto le había sido útil la noche anterior, para saciar su deseo, pero ya era de mañana y no le gustaba que lo importunaran cuando tenía mucho que hacer.

Incorporándose, le dio una fuerte palmada en las nalgas; después lo acarició para que su rechazo fuera menos grosero.

-Vete, muchacho

El chico hizo un mohín que no lo impresionó. Era el más bello del grupo, ni siquiera recordaba su nombre, aunque no era la primera vez que le calentaba el jergón.

Se llamaba Jin. En cuanto le fue arrojada una moneda, comprendió que había sido olvidado.

De él no se podía decir lo mismo. Resultaba imposible no pensar en ese hombre cien veces al día, cuanto menos, pues Jin había cometido el error de permitir que sus emociones intervinieran en su oficio, algo cuya desventaja conocía bien, aunque ya era demasiado tarde. Ya estaba enamorado...como cuantos hombres habían posado sus ojos en él, incluidos sus compañeros, que le tenían rencor porque él sólo pedía por Jin. Pero representaba tan poco para Siwon que no recordaba siquiera su nombre. Para él no era sino otro mas, un objeto; nada más.

Lo vio salir desnudo de la tienda para hacer sus necesidades y suspiró. Como la mayoría de los hombres, no tenía remilgos en andar desnudo, siempre que no hubiera jóvenes caballeros presentes. Los prostitutos no contaban. Pero Jin pensó que no les molestaría echar un vistazo a Choi Siwon. Pocos hombres tenían su estatura y sus formas magníficas.

Mala suerte para los señores, pues sir Siwon los evitaba tanto como a una letrina desbordante.

Jin ahogó una exclamación al advertir que estaba demorándose en cavilaciones. Sir Siwon había despertado con su habitual enfurruñamiento matutino, pero si al regresar a la tienda lo encontraba aún allí, su malhumor podía empeorar bastante.



En realidad, esa mañana Siwon estaba de un humor muy agradable, para su modo de ser; un verdadero milagro en lo que a Lee Onew concernía. En vez de despertarlo con un puntapié en el trasero, le alborotó el pelo rojo y dejó caer en su regazo a lord Heebum, para que lo alimentara.

-¿Será que Jin le ha brindado un revolcón mejor que los de costumbre? –preguntó Onew a Key, el otro escudero, que ya estaba enrollando sus mantas.

El mayor meneó la cabeza, mientras observaba a Siwon, que se alejaba hacia las malezas.

-No, él siempre lo atiende mejor que a nosotros –comentó Key, sin rencor.

Como los otros hombres, ambos mozos estaban habituados a que los consideraran invisibles cuando Siwon estaba en las cercanías. Y Onew aún no tenía mucha experiencia, de modo que no le importaba.

-Sólo está contento por terminar con este trabajo –continuó Key, volviendo hacia Onew sus ojos -. El viejo Bin dijo que sería muy sencillo, pero ya sabes que Siwon detesta tratar con jóvenes caballeros.

-Sí. Hyukjae dijo que ni siquiera aceptaría el trabajo.

-Bueno, en realidad no lo ha aceptado. Al menos, aún no ha aceptado la paga de lord Lee Sooman, aunque sí permitió que los hombres de Lee vinieran con nosotros.

-Sólo han servido para retrasarnos. Pero no comprendo por qué...

-¿Otra vez chismorreando como mujercitas?

Onew, ruborizado, se levantó de un salto, pero Key se limitó a sonreir ampliamente a Kangin y Kyuhyun. Ambos habían sido armados caballeros, por un acuerdo entre Siwon y el último señor para el que trabajaron, a cambio de su paga.

El mismo podría haberlos armado caballeros, pero quería que disfrutaran de la correspondiente ceremonia y de otros testigos, aparte de sus compañeros. Cho Kyuhyun era más alto y castaño, Kim Kangin tenía el pelo tan negro como Key. Acompañaban a Siwon y a sir Lee Hyukjae desde hacía mucho más tiempo que Onew y Key, sin embargo, los cuatro tenían mucho en común: eran bastardos, nacidos en la aldea o en la cocina del castillo y rechazados por sus encumbrados padres; por tanto, no tenían esperanza de mejorar su suerte.

Eran medio plebeyos, medio nobles, y ambas clases sociales los rechazaban. Si Siwon, al reconocer su valor, no hubiera comprado su libertad, habrían seguido siendo siervos, atados a la propiedad de sus propios progenitores. Pero cada uno reconoce a los de su especie: Siwon también era bastardo.

-Nos preguntábamos por qué Siwon se negó a recibir la primera mitad de la paga por este trabajo –dijo Onew, en respuesta a las bromas de Kyuhyun.

-Si lo piensas bien, pequeño Onew, hallarás la respuesta.

-La única respuesta es que puede dejar la tarea inconclusa.

-Exacto –replicó Kangin.

-Pero ¿por qué?

Kangin rió entre dientes.

-Vaya, esa respuesta no es tan clara. ¿Qué piensas tú, Kyuhyun? ¿Acaso Siwon sintió antipatía por Lee Sooman? ¿O por ventura no creyó lo que dijo el señor sobre un compromiso matrimonial desatendido?

Kyuhyun se encogió de hombros.

-Ha trabajado para otros hombres que le eran antipáticos. Y otros han mentido sin que importara gran cosa. El dinero siempre es dinero.

-Por ende, sólo puede deberse a la índole de este trabajo, que involucra a un señor.

-Tal vez sea por eso y por lo demás, todo en combinación. Pero si ya se ha decidido...

-Hemos llegado hasta aquí –señaló Onew-. Por tanto, debe de estar decidido. Y no creo que rechace quinientos marcos, ¿verdad?

Nadie respondió. Onew se volvió para seguir la dirección de sus miradas: Siwon se acercaba. Sólo entonces notó el muchacho que aún tenía a lord Heebum en sus brazos, pues en ese momento soltó un maullido como para despertar a los muertos, o como para informar a Siwon que estaba muerto de hambre. ¡Maldito majadero! A veces el muchacho sentía deseos de retorcerle aquel cogote flaco, pero Siwon despellejaría vivo a quien se atreviera a arrancarle uno de sus cortos pelos pardos. ¡Qué feo animal! ¿Cómo era posible que un hombre amara a un animal tan feo?

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...