-¡Me retienes prisionero! - replicó él, los ojos oscuros
mirando hostiles a Hyukjae- ¡Me violas todas las noches! ¿Pretendes que me
agrade ser poseído contra mi voluntad?
-¿Lo niegas? -preguntó en voz baja, Hyukjae, los ojos burlones.
El bajó la cabeza para evitar la mirada de Hyukjae, temeroso del sentido de las palabras del hombre.
-¿De qué estás hablando? ¿Si niego qué? –preguntó.
Con la mano bajo el mentón, Hyukjae lo obligó a mirarlo a los ojos.
-¿si niegas que te agrada hacer el amor conmigo? ¿Niegas que te doy tanto placer como tú me lo das? Hae ¿sufres tanto cuando cabalgo entre tus piernas una noche tras otra?
La rabia de Donghae. ¡Maldito sea! No le dejaba ni un resto de orgullo, porque sabía que él no podía negarlo. Pero no estaba dispuesto a concederle la satisfacción de reconocer el placer que obtenía de esa unión con él.
-¿Lo niegas? -preguntó en voz baja, Hyukjae, los ojos burlones.
El bajó la cabeza para evitar la mirada de Hyukjae, temeroso del sentido de las palabras del hombre.
-¿De qué estás hablando? ¿Si niego qué? –preguntó.
Con la mano bajo el mentón, Hyukjae lo obligó a mirarlo a los ojos.
-¿si niegas que te agrada hacer el amor conmigo? ¿Niegas que te doy tanto placer como tú me lo das? Hae ¿sufres tanto cuando cabalgo entre tus piernas una noche tras otra?
La rabia de Donghae. ¡Maldito sea! No le dejaba ni un resto de orgullo, porque sabía que él no podía negarlo. Pero no estaba dispuesto a concederle la satisfacción de reconocer el placer que obtenía de esa unión con él.
- No tengo nada más que decirte -contestó fríamente- De modo que si me disculpas, quisiera retirarme.
- Hae no has respondido a mi pregunta.
- Ni pienso hacerlo - replicó altivamente Donghae.
Se puso de pie para entrar en el dormitorio, pero Hyukjae lo detuvo y lo obligó a dar media vuelta.
Donghae embistió contra el hombro de Hyukjae, para apartarlo del camino, y la navaja olvidada que sostenía en la mano se clavó en el cuerpo del hombre. Ahogó una exclamación, horrorizado ante lo que había hecho. Él no reveló en su expresión el dolor que, según él bien sabía, tenía que sentir, y se limitó a retirar del hombro la navaja. La sangre brotó abundante.
- Hyukjae lo siento... yo... no quise hacer eso - murmuró.- Olvidé que la tenía en la mano... ¡tienes que creerme! ¡Jamás he pensado en matarte! ¡Lo juro!
Hyukjae se acercó al gabinete sin decir palabra. Abrió las puertas y retiró un pequeño bulto. Con movimientos lentos regresó adonde estaba Donghae, le aferró la mano y entró con él en el dormitorio. No le ofreció ningún indicio de lo que se proponía hacer.
Pero Donghae le quitó la camisa y lo obligó a acostarse. Él lo miró con expresión fatigada mientras le aplicaba la camisa al hombro para contener el flujo de sangre.
Donghae salió de prisa de la tienda y encontró a Heewon. Consiguió agua y toallas limpias y regresó donde estaba Hyukjae. Las manos le temblaban sin control mientras limpiaba la herida y aplicaba el ungüento y las vendas que había encontrado en el bulto. Sabía muy bien que él vigilaba todos sus movimientos mientras aplicaba torpemente el vendaje al pecho y el hombro.
Donghae aún experimentaba un terrible temor al pensar en lo que él podía hacerle. ¿Creía que había intentado deliberadamente matarlo? ¿Por qué no decía algo... lo que fuere? Donghae no le miró a los ojos por temor de la cólera que podía ver reflejada en ellos.
Cuando terminó de vendar la herida Hyukjae le asió de pronto las muñecas y lo obligó a cubrirlo con su cuerpo.
- ¡Tienes que estar loco! -jadeó Donghae tratando de liberarse- Conseguirás que la herida sangre nuevamente.
- Entonces, Hae, dime lo que deseo oír –murmuró- Di que te gusta hacer el amor conmigo, porque de lo contrario te poseeré otra vez y lo demostraré con tu propio cuerpo.
Los ojos de Hyukjae estaban un tanto vidriosos a causa de la pérdida de sangre, pero él tenía voluntad suficiente para cumplir su amenaza.
¡De modo que ése era el castigo por la herida que el había infligido! Tenía que reconocer que el amor de Hyukjae era para él una fuente de placer. Pero no quería aceptarlo... ¡no podía!
El dolor de las muñecas a causa del fuerte apretón infundió coraje, Donghae miró enfurecido a Hyukjae.
-¡Maldito seas, Hyukjae! ¿Por qué necesitas oírlo de mis propios labios, cuando ya conoces la respuesta?
-¡Dímelo! - exigió con voz dura.
Donghae nunca lo había visto tan cruel e implacable. Asió sus muñecas con una sola mano y con la otra comenzó a quitarle el pantalón. Comprendió que si él cumplía su amenaza, podía desangrarse mortalmente al abrirse de nuevo la herida. Y si él moría, Rain ordenaría su muerte.
- ¡Muy bien!-sollozó - Lo reconozco. Reconozco todo. Maldito seas, ¿ahora estás satisfecho?
Cuando él lo soltó, Donghae rodó hacia un extremo de la cama y con el rostro hundido en la almohada sollozó suavemente.
-Cedes muy pronto, amor mío -sonrió apenas Hyukjae - Por muy bello que me parezca, no te habría hecho el amor. Prefiero gozar de las noches futuras, antes que morir hoy en tus brazos.
- ¡Oh! ¡Te odio, Lee hyukjae. Te odio, te odio! - gimió Donghae.
Él sonrió y poco después se adormeció.
“Maldito sea... maldito sea», pensó en silencio rechinando los dientes para evitar el grito. Casi sin esfuerzo, lo obligaba a abandonar decisiones más firmes. Cedía con expresiva rapidez, como él había observado burlonamente. ¿Habría sido mejor permitir que se desangrase? Pero en ese caso ¿qué habría sido de él? ¿De veras deseaba verlo muerto?
Había sentido una náusea profunda en el estómago cuando vio que la navaja se hundía en el hombro de Hyukjae y cuando creyó que lo había matado. Pero, ¿por qué? ¿Miedo por Hyukjae o por sí mismo? No lo sabía, pero se prometió que en futuro él no lo engañaría tan fácilmente.
Durante la semana que siguió al accidente, Hyukjae permaneció casi siempre en la tienda. Donghae se resignó a vivir con él un tiempo y decidió aprovechar lo mejor posible la situación. Incluso comenzó a gozar de la compañía de Hyukjae puesto que ahora él nada le pedía. Conversaban y reían e incluso le enseñó a jugar a los naipes. Donghae llegó a dominar con bastante facilidad el juego de póquer y pronto fue capaz de derrotar al propio Hyukjae.
Comenzó a sentirse cómodo en presencia de Hyukjae como si lo hubiese conocido toda la vida. Él le habló de su venida a Egipto, en busca de su padre, y de la vida que había llevado con la tribu. Le explicó que viajaban de un oasis a otro, o recorrían el desierto en busca de pastos para los rebaños, y de vez en cuando atacaban a las caravanas o a otras tribus de beduinos.
Le preguntó por qué prefería esta vida y él se limitó a decir:
- Mi padre está aquí.
Cuatro días después del accidente, Hyukjae comenzó a mostrarse irritable, a causa del encierro y de la inactividad. Lo reprendía por cosas nimias, pero Donghae no prestaba atención a su malhumor. Había reaccionado del mismo modo cuando al principio él lo había confinado a la tienda. Cuando el humor de Hyukjae se hacía insoportable se escapaba de la tienda y visitaba a Rain.
Rain recibía con agrado las visitas del joven. Sus viejos ojos castaños se encendían y en su rostro se dibujaba una sonrisa cuando lo veía aparecer en la tienda. Rain era tan diferente del padre de Donghae, que al morir aún era un hombre joven y vital. Pero Donghae sabía que Rain no tenía, ni muchos menos, la edad que aparentaba. El tiempo tórrido de Egipto y las privaciones de la vida que llevaba lo habían envejecido prematuramente.
Ahora el padre de Hyukjae estaba muriéndose. Estaba pálido, más débil que el día en que lo había conocido, y a menudo su atención se dispersaba.
Donghae le leía fragmentos de Las mil y una noches, un texto que agradaba mucho al anciano. Pero Rain dormitaba después de una hora o casi así, o simplemente miraba fijamente el espacio, como si él ni siquiera estuviese allí.
Cuando Donghae mencionó a Hyukjae la debilidad cada vez más acentuada de Rain él se limitó a contestar:
-Lo sé.
Pero él vio que el dolor se reflejaba en sus ojos. Hyukjae sabía que su padre no viviría mucho más.
El séptimo día después de la curación de Hyukjae, Donghae despertó, de un profundo sueño a causa de la mano de Hyukjae, que lo acariciaba audazmente. Somnoliento se volvió y enlazó los brazos alrededor del cuello de Hyukjae, arqueando su cuerpo, para corresponder cálidamente al beso.
-¡No! -gritó, cuando comprendió que no estaba soñando. Trató de apartarlo, pero él le sujetó los brazos.
-¿Por qué no? -preguntó bruscamente- Mi hombro se ha curado, bastante. La semana pasada, antes de herirme, te entregaste sin resistencia. Ahora me curado casi por completo, y necesito satisfacer el deseo.
Acercó los labios hambrientos a la boca de Donghae y su beso largo y ardiente lo dejó sin aliento.
-Hyukjae basta- imploró Donghae- Me entregué una vez a ti por cierta razón, pero no volveré a hacerlo. ¡Ahora déjame en paz!
Trató de liberar los brazos, pero era inútil. Hyukjae había recuperado todo su vigor.
-Bien...de modo que esa noche sólo estabas jugando conmigo. Pues mira querido, no escaparás... de modo que lucha si quieres. ¡Resiste hasta que mueras de gozo!
Aquella tarde, Donghae oyó voces irritadas frente a la tienda. Corrió hacia la entrada y vio a Hyukjae y Jihoo discutiendo acaloradamente. Tres mujeres estaban sentadas en el suelo, al lado de los dos hombres. Hyukjae se apartó bruscamente de Jihoo y caminó hacia la tienda con una expresión sombría en su rostro.
- Entra Donghae -rezongó Hyukjae al entrar en la tienda.
Fue directamente al gabinete, llenó de vino una copa y bebió.
-¿Qué pasa Hyukjae? - Se preguntaba por qué él estaba tan irritado, y abrigaba la esperanza de que él no fuese la causa- Veo que tenemos visitantes.
-¡Vaya visitantes!- explotó Hyukjae, paseándose de un extremo al otro de la habitación- Esas mujeres no son visitantes. Son esclavas que Jihoo robó anoche de una caravana de traficantes. Se propone llevarlas mañana al norte, para venderlas.
-¡Esclavas! - exclamó Donghae horrorizado. Corrió hacia Hyukjae y tomándolo de los hombros lo obligó a mirarlo- Te educaste en Inglaterra. No puedes aceptar este comercio de seres humanos. ¡Dime que no lo aceptas!
- No lo acepto, pero eso nada tiene que ver con el asunto.
-¿Las dejarás libres? -preguntó, buscando la mirada de Hyukjae para asegurarse.
Pero él rehusaba mirarlo a los ojos.
-No- replicó secamente- Maldita sea, sabía que ocurriría esto.
-¿Por qué no las liberas? -preguntó con voz sereno.
- ¿siempre tienes que interrogarme acerca de mis motivos? Las esclavas son propiedad de Jihoo. Él las robó. Como ya te dije una vez, le permito conservar lo que roba. No vuelvas a preguntarme acerca de Jihoo. ¿Me entiendes?
-Entiendo que eres un bárbaro cruel e implacable. ¡Si llegas a ponerme las manos encima otra vez, la navaja tocará un lugar más vital!
Corrió a la tienda de Rain, y abrigó la esperanza de que Hyukjae no lo siguiese allí. Pero Jihoo compartía la tienda con su padre y Donghae cayó directamente en los brazos del árabe.
- Usted - murmuró - Es peor que Hyukjae. Son todos una pandilla de bárbaros.
Jihoo lo soltó y retrocedió un paso, fingiendo no entender.
- Donghae ¿qué hice para ofenderte? —preguntó.
- ¿No siente el más mínimo respeto por otros seres humanos?, ¿Por qué tiene que vender a esas mujeres?
- No necesito hacerlo -dijo Jihoo examinándolo con ojos hambrientos de la cabeza a los pies- Nada deseo menos que hacer algo que irrite a un bello hombre como tu. Si deseas que libere a esas esclavas, lo haré.
Donghae lo miró fijamente. De modo que Jihoo no era el individuo codicioso que Hyukjae describía.
-Gracias, Jihoo, y siento lo que dije. Parece que lo juzgué mal. -Sonrió.- ¿Cenará con nosotros esta noche? Creo que prefiero no estar solo con Eunhyuk.
- Ah, ¿no eres feliz aquí? -preguntó Jihoo con voz suave- ¿No todo está bien entre tú y Eunhyuk?
- Vaya, ¿acaso creyó que nos llevábamos bien? -preguntó riendo.
Quizás había encontrado a un amigo en Jihoo.
-Qué lástima Donghae - dijo Jihoo.
Donghae leyó el deseo en los ojos oscuros, pero el rostro tenía una expresión tan blanda y juvenil, que casi podía imaginárselo más joven que él mismo.
Esa noche Donghae representó el papel de amable anfitrión, atendiendo todas las necesidades de Jihoo. Entretuvo a su huésped con relatos de Inglaterra y de su niñez.
Jihoo no podía apartar los ojos de Donghae y no le importaba que su deseo se manifestase de un modo tan franco. Cuando lo miraba casi podía olvidar sus planes, pero en realidad había esperado demasiado tiempo el momento de realizarlos.
Hyukjae miraba también a Donghae, pero por una razón diferente. Lo dominaba una cólera silenciosa cuando veía cómo él coqueteaba francamente con Jihoo. Con cada vaso de vino Hyukjae pensaba en un modo diferente de matarlos a los dos. Se había enojado cuando Donghae había abandonado la tienda, esa tarde; pero ahora no era sólo enojo, sino el deseo de retorcerle el bonito cuello. Hyukjae no había dicho una sola palabra cuando Donghae le informó que Jihoo pensaba liberar a las mujeres. Ahora él esperaba, y su humor se agriaba cada vez más, quería ver hasta dónde se atrevía a provocarlo.
Durante la comida y después Donghae ignoró del todo a Hyukjae. Sabía que él estaba furioso, porque tenía en los ojos una expresión sombría e irritada, Donghae deseaba verlo tan encolerizado como él había estado aquella tarde. A su propio modo estaba ajustándole las cuentas y la situación le complacía enormemente.
Después que Jihoo se retiró, Donghae se sentó frente a Hyukjae y dedicó a beber su té y a esperar que él dijera o hiciera algo. Pero se sentía un poco nervioso, porque él continuaba mirándolo fijamente, en absoluto silencio.
- Donghae, ¿te agradó que esta noche hiciera el papel de tonto?- Sobresaltado, Donghae lo miró con cautela.
- Por favor, dime de qué modo te obligué a representar el papel de tonto —inquirió con expresión inocente.
Un escalofrío le recorrió la columna vertebral cuando él contestó
- ¿no sabes cuándo has ido demasiado lejos?
- Me temo que llegará aún más lejos antes de que termine la noche —murmuró él.
Cuando Hyukjae se puso de pie, Donghae se apoderó rápidamente de la navaja que había escondido, pensando en la reacción que de Hyukjae, despues de su actuacion en la cena. Pero Hyukjae vio el movimiento y adivinó la intención. Antes de que él pudiese agarrar la navaja, le aprisionó las dos manos con una de las suyas. Con un gesto brusco obligó a Donghae a ponerse de pie y arrojó la navaja al fondo de la habitación.
- Hae ¿de veras estarías dispuesto a matarme? —preguntó, en el rostro una expresión dura.
A decir verdad, había subestimado a Donghae.
-¡Sí, podría matarte! -gritó Donghae- Te odio.
Él lo asió todavía con más fuerza que antes.
- Dijiste lo mismo muchas veces. Donghae ahora has llegado demasiado lejos y mereces un castigo.
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