Luna Negra (DH10)-8




Hyungsik sintió nauseas en cuanto la realidad se le vino encima, aplastándolo. La estúpida pelea le había costado a su hermana la vida de su pareja y se la llevaría de su lado tan pronto como nacieran las crías.

¿Cómo pudo ser tan idiota?

—Hyungsik, no puedes culparte.

Escuchó las palabras de Minwoo, pero sabía la verdad.

—Ellos ni siquiera habrían sabido que estábamos aquí si yo no los hubiera atacado. — Por ti. No dijo eso último en voz alta, pero quemaba en su mente como un carbón abrasador.

¿Qué he hecho?

—Hyungsik…

Él lo empujó fuera de su alcance.

—Por favor vete. Cada vez que te acercas a mí, algo malo sucede.

Minwoo retrocedió como si lo hubiera abofeteado. Y esas palabras le escocieron como un golpe. Trató de decirse que era su propio dolor lo que lo hacía estallar de ira. Pero no importaba. De todos modos, le hacía daño.

—Me iré, pero si necesitas un…

La mirada que le dedicó era cruel, penetrante y condenatoria.

—No necesito una mierda de ti ni de cualquier otro. —La garganta se le secó instantáneamente. Asintiendo, Minwoo se fue a casa, de regreso a su cama donde se sentó asombrado por el rechazo. No debería dolerle.

Sólo es un estúpido lobo enfadado.

Era la verdad, y necesitaba dejarlo atrás. Necesitaba dejarlo a él atrás. No había nada que pudiera hacer por él. Necesitaba centrarse en su propio futuro y encontrar una pareja que fuera apropiada para su clase. Alguien que su familia no sólo aceptara, sino que estuvieran orgullosos de introducirlo en sus filas. Era su obligación con aquellos a los que amaba.

Mañana se encontraría un oso y no pensaría más en Hyungsik o en cualquier otro lobo.



Hyungsik se sentía como una mierda. No debería haberle gritado a Minwoo y lo sabía. No
era culpa suya. Había sido él quien había saltado dentro de la pelea sin pensar. Culparlo no tenía sentido. Era su enfado consigo mismo con lo que no podía enfrentarse. Culparlo era más fácil que culparse a sí mismo.

Pero a fin de cuentas, él sabía la verdad.

Él era la única razón por la que Yewoon moriría. Su temperamento y su necesidad de pelear eran la causa de todo esto. El lobo que había en él quería venganza por eso. Quería bañarse en la sangre de sus enemigos. Hacer desaparecer su enfado y la culpa con sus muertes.

Si fuera tan fácil.

Pero su parte humana sabía que un montón de violencia no desharía lo que había hecho. Yewoon moriría y sería su culpa por tratar de salvar a un oso, del cual ni siquiera debería preocuparse.

Entonces, ¿por qué lo hacía?

Incapaz de enfrentarse a todo esto, volvió a la forma de lobo para tumbarse en el húmedo suelo mientras pensamientos se perseguían entre ellos dentro de su cabeza.

Al final, todo le llevaba a una simple realidad, ¿cómo podía el único encuentro con una persona en una maldita tarde alterar tanto toda su vida? ¿Cómo era posible que un oso se hubiera, de alguna manera, colado en su corazón y le hubiera arruinado la vida?



Woorang caminó por su oscuro e inmaculado estudio pensando en despellejar a su propio
hijo. Sí, el muchacho era todavía joven, ¿pero cómo podía ser tan imbécil? Tan imprudente…

Ahora los lobos Katagaria sabían que ellos sabían de su existencia y los cazarían. El elemento sorpresa se había perdido.

Maldito seas, Seojoon.

—¿Me has convocado?

Woorang se paró para encontrar a Wonbin frente al sobrecargado escritorio de madera negra, mirándolo. El pelo de la nuca se le erizó. Ese hombre tenía la escalofriante habilidad de viajar sin ser detectado jamás. Nunca había visto a nadie tan competente en esconder su olor o presencia.

—Tenemos otro desastre.

Wonbin tomó las noticias con un completo estoicismo. De nuevo se lo tomaba todo de esa forma.

—¿Seojoon?

Woorang se estremeció.

—Por supuesto. —No era necesario negar lo que Wonbin podría verificar fácilmente—. La tesela de Seojoon fue tras una patrulla Katagaria y mataron a algunos de sus miembros. Estoy seguro de que ahora vendrán tras nosotros.

Para sorpresa de Wonbin, no puso ninguna cara o dio señal alguna de emoción.

—¿Deseas que limpie todo esto?

—Quiero tu opinión sobre la mejor forma de proceder.

Wonbin cruzó los brazos sobre el pecho y le dirigió una fría mirada.

—Yo empezaría matando a mi hijo y a su equipo de idiotas antes de que su estupidez se expanda sobre alguien más y los infecte. —Había, incluso, menos emoción en su tono que en su lenguaje corporal.

Woorang agarró el brandy de la pequeña mesa de mármol frente a él y tomó un sorbo antes de responder.

—Hablando como un hombre que no tiene hijos. No puedo hacer eso. No soy un animal.

—Yo sí.

Woorang arqueó una ceja ante eso. Había momentos en que Wonbin parecía más Katagaria que Arcadiann, pero él lo conocía mejor. Era más duro que el infierno, Wonbin era Arcadiann.

Sí, apenas.

Wonbin deslizó su mirada sobre el fuego que estaba flameando en la ornada chimenea Victoriana.

—Pediste mi opinión y yo te la di. Por supuesto debes recordar que si yo hubiera estado en la isla de Gilligan, el hubiera muerto a los diez minutos del primer episodio. De donde vengo, incompetencia y estupidez son razones para homicidio justificado.

Woorang resopló.

—Bien, debería idear un plan que no desembocara en la muerte de mi heredero.

—¿Una buena mutilación sería considerado excesivo?

Woorang sacudió la cabeza. Wonbin era siempre persistente.

—Mi ciudad está siendo invadida por animales. Antes de que el Empire introduzca alguno más, quiero que los detengas. A todos ellos.

—Estoy trabajando en ello, pero debes estar prevenido de que destruir el Empire no es algo que se haga de la noche a la mañana. Quema el edificio. Ellos lo reconstruirán y Phoenix tomará venganza contra los autores.

—¿Piensas que no lo sé?—Woorang se frenó en el momento en que arrojó esas palabras. Se calmó antes de volver a hablar—. Si fuera tan fácil, los hubiese sacado de allí hace décadas. Lo que quiero para esos osos es que sean asesinados.

Wonbin arqueó una sola ceja ante el tono y comportamiento del hombre. Había algo malicioso. Un odio tan crudo, había más en esto de lo que Woorang le había dicho. No había duda alguna de que valía la pena investigarlo…

—¿Por qué tanto veneno, Park? ¿Qué te han hecho los Ha?

—Eso no es de tu incumbencia. —gruñó—. Ahora vete. —Señaló hacia la puerta con su copa de brandy—. Haz lo que tengas que hacer para terminar con ese montón de perros y después acaba con los osos.

Wonbin le realizó una reverencia mofándose, antes de girarse sobre sí mismo y desaparecerse fuera de la habitación de regreso a su hogar en el Garden District. Con unos 1219.20 metros cuadrados, la casa no era en ningún caso pequeña, pero no era tampoco una mansión.

Era, de todos modos, un recordatorio de su solitaria existencia. Y, sin embargo, él había vivido su vida de esta manera durante tanto tiempo, que vagamente podía recordar otra vida…

Se congeló en el vestíbulo en cuanto sintió una presencia que no había sentido durante siglos. Dando una vuelta alrededor, usó sus poderes para inmovilizar al bastardo contra la pared.

—Déjame ir.

Wonbin apretó su sujeción invisible.

—¿Por qué debería?

—Porque somos hermanos.

—No. Éramos hermanos.

Youngdo tosió luchando por respirar. Mátalo. La urgente voz dentro de la cabeza de Wonbin era difícil de ignorar. Era lo que él debería hacer. Era definitivamente lo que le debía.

Pero la curiosidad ganó. Al menos por unos pocos minutos.

Wonbin lo liberó.

Youngdo cayó al suelo donde jadeó sobre sus manos y rodillas. Alto y bien proporcionado. Era fácil ver el chacal en él. Tal como era fácil de ver el lobo en Wonbin. Nadie jamás los hubiera reconocido como hermanos, lo cual estaba bien para él.

—¿Por qué estás aquí?—gruñó Wonbin.

Youngdo lo miró levantando la cabeza.

—Estoy siendo cazado.

—Y a mi me debería importar un demonio, ¿por qué?

Frunciendo los labios, Youngdo se obligó a ponerse de pie.

—Ya que ellos han confundido tu esencia con la mía, pensé que lo menos que podía hacer era advertirte.

Wonbin frunció el ceño ante sus palabras.

—¿De qué estás hablando?

—¿Cómo piensas que te encontré aquí? Un grupo de chacales vinieron al Empire buscándome. Ya que yo no estaba allí, sabía que solamente había otra persona que podía oler lo suficientemente parecido a mi como para conducir a mis enemigos a el… tú.

Le dirigió a Youngdo una divertida mirada fija.

—Wow, lo resolviste por ti sólo. Estoy impresionado. Ni siquiera necesitaste poner un cuarto de dólar en la máquina de Zoltan. Verdaderamente asombroso.

—Acaba ya con el sarcasmo.

Wonbin redujo la distancia entre ambos.

—Preferiría acabar contigo.

Youngdo se puso tenso, pero para suerte suya, no atacó. Únicamente se quedó allí, insultándolo con su presencia.

—Créeme, lo sé. ¿Piensas que es fácil para mí el venir aquí después de lo que pasó?

Wonbin lo agarró de las solapas y lo sacudió fuertemente.

—¿Realmente crees que me importa?

—¿Ni siquiera quieres saber por qué estoy siendo cazado?

—A mí, verdaderamente, me importa una mierda. Es más, espero que te atrapen.

Youngdo se soltó y retrocedió.

—Bien, hermano. Te dejare con tu soledad.

—Quieres decir exilio.

Youngdo se estremeció, luego se detuvo. Miró a Wonbin por encima de su hombro.

—Mamá murió la primavera pasada. Simplemente pensé que deberías saberlo.

Wonbin quería ser frío e insensible. Sin sentimientos. Quería que esas noticias no le hicieran daño. Maldita sea, ¿cómo podía hacerle tanto daño después de todo lo que ellos le hicieron?

Sin embargo lo hacía. Odiaba no haber tenido una oportunidad de ver a su madre por última vez.

Ella solo te abofeteó la cara, lo que tú intentaste.

Y bien, se odiaba más a sí mismo por esa debilidad suya que lo que los odiaba a ellos.

—Antes de que me vaya, no obstante, tengo que hacerte una pregunta.

—¿Qué es?

—¿Cómo terminó un híbrido lobo-chacal infundido con los poderes de una diosa egipcia de perro faldero de un hombre como Park Woorang?

Wonbin le dirigió a su “hermano” una sonrisa sarcástica.

—Bien, supongo que no es sin razón el que nos llamen traicioneros.



Minwoo levantó la mirada del libro mientras escuchaba un golpe abrupto en la puerta.

Cerrando los ojos, vio a su hermano Seungcheol en el vestíbulo con una bandeja de té y panecillos. A diferencia de la mayor parte de sus hermanos, sus ojos azules siempre estaban brillantes y cálidos.

Sintió afecto ante su consideración.

—Adelante.

Él abrió la puerta lentamente, siempre era cuidadoso de entrar al territorio de una pareja sin la correcta invitación. Su compañero, le había enseñado bien.

—Soy yo. ¿Quieres algo de té?

—Absolutamente.

Colocó el libro en la cama y fue a sostener la puerta mientras él entraba y colocaba la bandeja en el tocador.

Cerrando la puerta detrás de él, regresó a la cama.

Seungcheol sirvió para ambos una taza de té de vainilla y le trajo el plato de bocadillos que estaba amontonado en lo alto con panecillos azucarados.

Minwoo no pudo evitar sonreír.

—No has hecho esto para mí en años.

Él roció miel en su taza… mucha de miel, eran osos después de todo. Sujetó el envase plástico de oso hacia él.

Minwoo lo tomó y duplicó el gesto mientras él se lamía la dulzura de los dedos.

—Me siento como un cachorro, en espera de que Mama o Papá entren y nos griten por romper el toque de queda, siempre fuiste tan bueno para conseguir meterme en problemas con festivales de té nocturno.

Seungcheol se rió.

—Mama nunca fue la que me asustaba cuando cachorro… sólo como adulto le temo.

Minwoo vaciló ante la nota extraña en su voz.

—¿Por qué dirías eso?

—Por la misma razón que lo harías tú. Amo a Mama, lo sabes. Pero hay veces que siento algo sobre ella que me pone nervioso.

Minwoo estuvo de acuerdo mientras hacía a un lado la miel.

—A ella no le gusta que los demás se queden aquí con nosotros. Creo que teme que ellos descubran nuestro secreto… O peor, que se vuelvan contra nosotros como lo hizo Josef. —Fue quien condujo la fiesta que finalmente había matado a sus hermanos.

Como Taeheon, Josef había sido introducido en su guarida como un cachorro adolescente herido en lugar de quedarse fuera para morir como Mama hubiera querido. Tan pronto como Josef se había curado, los había odiado sin razón alguna. Era casi como si los hubiera odiado y se hubiera resentido por tener una familia cuando él no la tenía. Y solamente por eso, había intentado destruirlos.

Su traición había dejado una cicatriz en todos ellos, un momento de compasión que se había convertido en toda una vida de arrepentimiento, pero Mama estaba más obsesionada que los demás. Ella se culpaba por no haber sospechado más de él. Se culpaba por las muertes de sus hermanos.

Era por eso qué Mama era tan dura con todo mundo ahora. Se mantenía esperando que los otros se volvieran contra ella sin razón también.

Seungcheol agitó su té con una pequeña cucharita.

—Hay muchos secretos en esta casa, chere. Algunas veces creo que demasiados.

Minwoo arqueó una ceja ante eso.

—¿Qué estás ocultando tú?

Él se detuvo para bajar la mirada hacia su palma donde estaba el intrincado trabajo en espiral que lo declaraba emparejado.

—Conoces mi secreto.

Su corazón se contrajo con fuerza ante el recordatorio. Aunque él estaba emparejado a una buena pareja, su corazón pertenecía a otra. Siempre lo hizo.

—Lo siento, Seungcheol.

Él se encogió de hombros.

—No tengo nada de qué quejarme. Tan es leal a mí. Es amable y tenemos dos hijos hermosos. ¿Cómo podría estar inconforme con eso?

—¿Todavía piensas en él?

Ignorando su pregunta, bajó la mirada a su taza mientras continuaba revolviendo la miel a través del líquido oscuro.

—Quería preguntarte algo.

—Seguro.

Él golpeó ligeramente la cuchara dos veces antes colocarla en su plato.

—¿Has notado cualquier cosa con Jeup? —Jeup era su hermano más joven. Un pequeño obstáculo a veces, era básicamente amable y dulce aunque se mantuviera más aislado de lo que los demás hacían.

—¿Cómo qué?

Él vaciló antes de hablar.

—Que él sea un Aristos.

Minwoo se congeló de incredulidad ante esas palabras.

—¿Qué?

—Él es un Aristos, —Seungcheol repitió, su mirada ardiendo en la suya—. Estoy seguro de eso.

Los Aristi eran los hechiceros más poderosos en su mundo. Más fuertes que los Centinelas, eran la única cosa que cada Arcadiann suplicaba ser y los seres que hacían que la sangre de todo Katagaria corriera fría.

—¿Cómo lo sabes?

—Nos divertíamos ayer, practicando sujeciones, y él me tiró con una facilidad de fuerza que nadie a su edad debería poseer. Y cuando me inmovilizó, lo vi en sus ojos.

Minwoo se sintió enfermo ante las noticias. Los Aristi eran los que habían asesinado a sus hermanos y eran la única cosa que su madre no podría dejar estar. Era también otro secreto que Minwoo se reservaba de todos. Él también era uno.

—Mama lo matará si fuese así.

—Eso es lo que me temo.

—¿Has discutido esto con Jeup?

Seungcheol negó con la cabeza, sus ojos horrorizados por la sola sugerencia.

—Claro que no. Tú eres el único en el que confío para mantener esto entre nosotros. Nunca haría nada para perjudicarlo y sé que tú sientes lo mismo.

Minwoo oyó la corriente subyacente. Había más en esto de lo que le estaba diciendo.

—¿Pero?

—Necesita ser adiestrado. Esa clase de poderes, si se dejan sin guía. . .

Podrían matarlo. Él no terminó la frase porque Minwoo sabía eso así como también él. Un Aristos requería un tutor, especialmente los varones. Mientras una mujer o joven podría adaptarse mejor y aprender a controlar esos poderes por sí mismo, un macho no podría hacerlo. Era lo que lo había salvado, pero él no podía entrenar a Jeup sin exponerlos a ambos.

—¿Qué podemos hacer?

—Esperaba que tú tuvieras algunas ideas.

—No realmente. Ni siquiera sé de un Aristos. —Eso no era completamente cierto, pero no estaba a favor de compartir eso con Seungcheol—. Son demasiado raros.

Él asintió.

—Lo sé. . . Piensa en ello. Hazme saber si se te ocurre algo. No quiero dejarlo solo en esto.

Ni tampoco él. Jeup estaría tan asustado por sus poderes como él lo estuvo por los suyos.

—¿Quieres que hable con él?

—Odio descargarlo sobre ti, pero eres con el que está más cercano. Podría abrirse a ti. Al menos más de lo que alguna vez haría conmigo.

Minwoo le sonrió. Él tenía razón. Jeup mantenía a sus hermanos en la oscuridad, pero por alguna razón a él lo veía como a un appa.

—Hablaré con él mañana. Averiguaré si sabe lo que le está ocurriendo.

Él le dio a su mano un apretón gentil.

—Eres lo mejor.

Bufó.

—Adelante, Aron,y dime que soy el mejor hermano joven que tienes.

Aron era otro de sus hermanos que era un sinvergüenza y encantador. Siempre andaba diciendo que no importaba qué mentira necesitara para salirse con la suya.

Seungcheol se rió otra vez de su insulto.

—Él es semejante mierda, ¿verdad?

—Sí, sí lo es. Y hablando de excremento, ¿hemos oído cualquier algo más de los lobos y sus amenazas?

—¿Quieres decir del grupo de Woorang?

El asintió.

—Ni una palabra. Creo que Taeyang puso el temor a Zeus en ellos cuando se rehusó a dar marcha atrás.

—Lo que dudo. Son bastante estúpidos.

—Sí, pero aún Woorang tiene una pizca de auto conservación. Él debería saber ya que es mejor dejarnos en paz.

Esperaba que eso fuera cierto, pero también lo dudaba. Woorang era tal narcisista que la idea de que alguien en verdad lo superara acaba por no parecer estar al alcance de su realidad.

—No estaría tan seguro. No lo llaman odio ciego sin una razón. Creo que está en un punto con nosotros en el que podría cruzar cualquier límite sin tener en cuenta las consecuencias.

Su hermano estrechó su mirada en él.

—Tienes una de tus premoniciones, ¿verdad?

—Sí, pero no puedo poner un dedo en eso exactamente. Sólo sé que va a hacer algo que no esperamos. Sólo desearía saber exactamente qué y cuándo.

—Entonces haré correr las noticias para que todos mantengan los ojos abiertos.

—Gracias.




2 comentarios:

  1. O.oa
    Ay no!
    Él no tiene la culpa!
    No se vale!!!
    Ahhh
    Dos hechiceros oso!!!!
    A Mew le va a dar un ataque!
    Ahhhhh

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  2. espero y la loca madre no le un soponcio al enterarse de que dos de sus crias son magos

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...